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05 julio 2022

"El astillero" de Juan Carlos Onetti me pudo llevar a una crisis existencial

Y ahora, ¿qué?
El existencialismo es una de esas corrientes que siempre me gustaron "en mi juventud" (escribir esto ya es existencial en sí mismo). Como su nombre indica, trata la exploración de la existencia, la condición humana, que es un poco mi tema, y sus consecuencias. En la época de la uni leí a Sartre, De Beauvoir, Camus, esa panda (algo muy de hacer a esa edad) y luego, ya en la isla, leí Moby-Dick que, aunque anterior, es esencialmente también existencialista. Y sí, lo que querría ahora es irme por una tangente (divagar) y hablar de Ahab et al, pero no: hoy he venido a hablar del que dicen fue uno de los pocos existencialistas de América Latina Juan Carlos Onetti, y su libro "El Astillero".

Nunca había leído a Onetti pero escuché un podcast en el que recomendaban un libro suyo, "Los adioses" y le describían, nada menos, como "tal vez el mejor escritor en lengua castellana que ha habido". Guau. Julio Cortázar, igual algo menos ambicioso, afirmó que Onetti es "el más grande novelista latinoamericano"-aún así, otro guau. Y yo, sin leerle. Luego descubrí su historia con la poeta Idea Vilariño, cuyo (impactante) poema "Ya no" incluí hace poco. 

Así que, con el peso sobre los hombros de no haber leído al "mejor escritor en lengua castellana" a mi provecta edad me lancé, en aquella semana que nació Roc a las librerías de Barcelona a buscar "Los adioses". No: está descatalogado, me dijeron en La Central de al lado de casa. A mi me encantan esos retos (algún día contaré lo de "La vuelta al día en ochenta mundos", otro libro en su día descatalogado que busqué por toda Latinoamérica y que en la Plaza de Armas de La Habana me pidieron una barbaridad (por decir algo - soy mala recordando cifras-, 80 dólares de 2003). Así que en mis paseos un tanto perdidos por la ciudad, haciendo encargos tipo "el mundo del bebé" que sistemáticamente traía mal ("crema vitamina D orgánica de Los Alpes orientales") y había que cambiar (vuelta a la calle) me recorrí muchas librerías, por si acaso alguna lo tenía por ahí perdido. Nada. Así que el último día, en La Central de casa terminé comprando "El astillero", el libro que nos ocupa.

No puedo contar mucho de qué va, porque no pasa mucho. Tampoco de sus grandes temas, y aquí culparemos a mi momento: tengo demasiadas cosas en la cabeza pero una búsqueda en internet (para eso está) revela, atención, temas fascinantes: 
  • El fracaso del proyecto modernizador uruguayo (bueno, este igual no)
  • El existencialismo ("Estuvo examinando a las mujeres con una especie de aterrorizada fascinación y acaso pensó que un Dios probable tendría que sustituir el imaginado infierno general y llameante por pequeños infiernos individuales. A cada uno el suyo, según una divina justicia y los méritos hechos"
  • El nihilismo ("Estaba de pronto alegre, estremecido por un sentimiento desacostumbrado y cálido, humilde, feliz y reconocido porque la vida de los hombres continuaba siendo absurda e inútil")
  • La farsa ("Todos sabiendo que nuestra manera de vivir es una farsa, capaces de admitirlo, pero no haciéndolo porque cada uno necesita, además, proteger una farsa personal")
  • La identidad ("Esta parte de la historia se escribe por lealtad a un fantasma")
  • Las clases sociales
  • La locura. 
¿A que molan? (de las últimas dos no he encontrado cita subrayada así aparente). Si quitamos "del proyecto modernizador uruguayo", todos los demás temas son de interés. El nombre del prota, Larsen, también me gusta y su proyecto, enamorar a la hija del dueño de un astilllero caduco como última oportunidad para encontrar un sentido", también.

Ahora: ¿shós vos, Juan Carlos, o soy yo, mi momento existencial? Probablemente yo: comienzo a leer y la historia no me llega, y su manera de contarla se me hace dura. Cada vez que me pongo a leer, he de releer el primer párrafo -a veces el segundo, la página entera. Avanzo, y de, repente, zas! una descripción maravillosa. Entro en júbilo: sigo. Otra vez, perdida. Vuelta a leer el párrafo. Tengo sueño, sigo mañana. De repente: otra. Y empiezo a anotar en la última página de mi libro, y no es que anote demasiado. Pero sigo. A ratos exasperada, a ratos exaltada. No es mi momento, qué me está contando, no me concentro, tengo que escribir yo (en estas se acabó Serial), pero para qué escribir yo si este hombre ya ha escrito así, tengo que leerme esta guía de viaje para tener una mínima idea de dónde me voy en unos días, y sigo leyendo, y me aburro, y no me gusta Larsen, y no me interesa su vida, y entonces describe una boca, o habla de felicidades inservibles, o del día de la muerte deje de ser un suceso privado (puedes estar muerto y que nadie lo note, qué grande), o lo de no tener ni siquiera enemigos, volver de ninguna parte, no morir de una enfermedad sino con ella, actos que cometería sin pasión, como solo prestando el cuerpo (lo gráfico de esta frase escuece). Y poco a poco termino. 

El siguiente acto kamikaze es hacer divague, porque no tengo tiempo para repensar este libro escribiéndolo. Pero me he sentado al teclado, pensando en dejar un breve párrafo testimonial tipo "lo intenté, quizás este sea el divague más corto de la historia" y, para qué está internet, he encontrado algunas de las citas a las que yo puse un asterisco y, decisión ejecutiva, las voy a pegar aquí. Son maravillosas y espero que den una idea de lo que he intentado explicar: de cómo no he podido dejar un libro que casi me causa una crisis existencial. 

~~~
"Caminaba erguido y taconeando, buscando las zonas de mayor silencio para hacer sonar el desafío de los pasos, resuelto a no dejarse derrotar, ignorando qué le quedaba por defender".

“Estamos escorados y a la deriva, pero todavía no es naufragio".

"Siempre es difícil hablar del amor y es imposible explicarlo; y más si se trata de un amor que nunca conoció el que escucha o lee, y mucho más si sólo queda, en el narrador, la memoria de los simples hechos que lo formaron".

“Esta es la desgracia –pensó-, no la mala suerte que llega, insiste, infiel, y se va, sino la desgracia, vieja, fría, verdosa. No es que venga y se quede, es una cosa distinta, nada tiene que ver con los sucesos, aunque los use para mostrarse; la desgracia está, a veces. Y esta vez está, no sé desde cuándo; anduve dando vueltas para no enterarme, la ayudé a engordar con el sueño (…) Y ahora, cualquier cosa que haga serviría para que se me pegue con más fuerza. Lo único que queda para hacer es precisamente eso: cualquier cosa, hacer una cosa detrás de otra, sin interés, sin sentido (…) sin que importe que salga bien o mal, sin que nos importe qué quiere decir. Siempre fue así; es mejor que tocar madera o hacerse bendecir; cuando la desgracia se entera de que es inútil, empieza a secarse, se desprende y cae".

“Fuera de la farsa que había aceptado literalmente como un empleo, no había más que el invierno, la vejez, el no tener dónde ir, la misma posibilidad de la muerte”.

“Sospechó, de golpe, lo que todos llegan a comprender, más tarde o más temprano: que era el único hombre vivo en un mundo ocupado por fantasmas, que la comunicación era imposible y ni siquiera deseable, que tanto daba la lástima como el odio, que un tolerante hastío, una participación dividida entre el respeto y la sensualidad eran lo único que podía ser exigido y convenía dar".

"Como si fuera cierto que todo acto humano nace antes de haber sido cometido (...) Porque si se negaba, después de haber vislumbrado el acto, éste, privado del espacio y de la vida que exigía, iba a crecer en su interior, enconado y monstruoso, hasta destruirlo ".

“Este no era el tiempo de la esperanza sino el de la simple espera".

"Qué juego habrás inventado, para deslumbrarme, para que yo no olvide nada de los que nos separa".

3 comentarios:

  1. Ah, la existencia…

    ………… ………… ………… ………… ………… …………
    ………… ………… ………… ………… ………… …………

    Y después de doce grupos de doce puntos suspensivos… durante los cuales tuve mi existencia en stand by al modo "oriental mecanográficol" (ah, que preciosidad de canción!), vuelvo a pensar en ese tremendo tema que sacaste a la palestra… o del astillero, tal que Titanic camino de su hundimiento prematuro…

    Un etéreo Kierkegaard, co seu nulo interés por el mundo material… con el ser humano tal que molino quijotesco, desafiaba a todo no siendo nada, porque si no era materia, como podía, para colmo, ser gigante? Daba igual que se pensara a sí mismo, porque, como el comulgante bermangniano, tanto se perdía buscando a su dios cristiano, que podía decirse “dejaba de existir” (por momentos)… y aún no sabía de las vueltas, que le iban dar, a las aspas, la generación sartriana…

    También el Bergman nos habló del problema de sentirse transferido a otra persona. Y por eso yo le doy tanta importancia a que otra persona debe pensar en nosotros, porque en caso contrario “pensarnos a nosotros mismos” no es suficiente (para existir)… y, para colmo, cómo nos metemos en la mente de otra persona, si antes no la pensamos nosotros?

    En fin, que me/te lío, pero, como ya señalé un día, el marchar en manifestación, cogidos espiritualmente de la mano, nos hace más que dos (pero, repito, primero hay que ser 2!!)... aunque seamos “simples” algoritmos… y eso me garantiza cierta caridad intelectual (por tu parte), cuando pongo la quinta…

    Pero es que el tema da para muchos puntos y muchas letras… ¡en este momento histórico, para muchos pixeles!

    Porque, por ejemplo, ¿qué le dirían los Ahab/ Bartleby o el Ortega al Kierkegaard?

    Bicos algorítmicos…

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    1. Como ya sabes q no tengo tiempo, pero mentas a Bartleby y tienes la buena costumbre de la espeleología/buceo/whatever bloguero, te enlazo esta entrada, donde tb comenta NáN (vuelve!)

      https://divagandodivagando.blogspot.com/2012/01/el-sindrome-de-bartleby-preferiria-no.html

      bicos MV.. hasta la vuelta o igual puedo escirbir desde allá... qui lo sá
      di

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    2. AH se me olvidaba... has oído esta cita de W Allen?

      "En mi examen de Existencialmismo lo dejé todo en blanco y tuve un 10"

      Más bicos

      di

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