"Fracase en la preparación, prepárese a fracasar". "Haga lo correcto". Y, más prosaicamente, "esto va a salir de sus vacaciones". Conversación en bucle en mi cabeza durante todo el trayecto de Banderley a Whitby, para mi primera guardia en el hospital de distrito. (Era cierto que Cook se había negado a firmarme las vacaciones de Navidad?) Primera etapa: Faggin me baja a Danby en su carroza mortuoria, cómo olvidar la historia del fantasma decapitado irlandés que viaja en una diligencia encantada. (Me estaba castigando Cook por los días atrapados por la nieve en Lincoln, como si fuera mi culpa?). El bus de línea ya espera en Danby, con sus dos pasajeros distraídos. (¿Cómo iba a decir a mi familia que esta iba a ser la primera Nochebuena que íbamos a pasar separados?) Las 5 de la tarde, pero tenemos la noche encima; el bus serpentea por esa carretera que cruza el bosque de Sleepy Hollow. (Cómo será una Navidad en Banderley?) Mejor darle vueltas al arte de la entrevista a' la Cook que plantearse qué hago aquí. (Y mirando mi mano en el cristal, lloro sin ruido). Por qué, de todos los posibles bosques encantados del mundo, tuve que caer en este.
Hospital de Whitby: no me hacen mucho caso. La habitación para descansar, si te dejan, al fondo del pasillo (por lo menos, a un tiro de piedra de urgencias) y aquí la máquina de chocolatinas. Té y galletas encontrarás detrás del mostrador donde estamos los de enfermería. Me llamo Tracey.
Sentada en la cama, saco mi parafernalia de estudiar: el Oxford (Textbook of Psychiatry, por supuesto), cuaderno de notas y rotuladores fluorescentes. Cuatro, los de siempre: azul, verde, rosa y amarillo. Representan lo mismo que cuando estudié la carrera, en una jerarquía descendente donde el azul es el primer orden y el amarillo el cuarto. Esta esclavitud del subrayado ha sido desde que recuerdo la única manera como puedo estudiar, y es exactamente eso: una tirana. Necesito tiempo para entender el bosque antes de bajar a los árboles, pero en los exámenes de opciones múltiples (oh, la facultad), solo preguntan detalles del árbol: hasta la última rugosidad del tronco, no les interesa saber si conoces la razón de ser de taxonomías, grupos y subgrupos; no están interesados en si sabes pensar. Pero qué será de nosotros los galenos en el futuro, cuando cualquier máquina podrá diagnosticar (meter en el caldero hasta el último dato, y encontrar relaciones) mucho mejor que el mejor de los nuestros? Quedarán unos pocos, los programadores de las máquinas? Y quién programará a los programadores? Quién guardará a los guardianes?
Blip-blip. Hablando de máquinas. Cada vez que suena el bleeper, salto: ya he desarrollado una respuesta pavloviana. Ah, no era nada, solo centralita comprobando el número. Me aseguran que puedo salir del hospital a dar una vuelta, siempre puedo encontrar una cabina para contestar, este sitio es pequeño. Si bajo por esta calle central, se llega enseguida al Río Esk, y siguiéndolo hasta la desembocadura, la zona turística de la ciudad, con la abadía y la Iglesia de St. Mary a la derecha.
De nuevo, otra negra noche sin luna, y frío: decido salir. Ni un alma, y sube la niebla del río. Stoker paseando por aquí, hará más de cien años. Un zorro cruza la calle. Se oyen gritos de las casas, el Whitby Town FC ha debido marcar. Allá arriba, la abadía iluminada. Cómo estará aquella chica que conocí al llegar a Banderley hace parece un siglo? No me dio una tarjeta? Blip blip.
Hasta el zorro salta, más grácilmente que yo. El bleeper dice: 5542. He de encontrar una cabina, tal vez volver al hospital, no estoy tan lejos. Desando mis pasos y en menos de 10 minutos estoy frente a la recepción de enfermería.
-Hola, me habéis blipado? Estoy de guardia, psiquiatría.
-Ah, sí, un momento... era la planta
-Subo?
-No, llama desde aquí
Solo querían Zopiclona. Un paciente no podía dormir, y nadie había escrito en su página de recetas el hipnótico como "PRN" (Pro Re Nata, tomar solo si es requerido), y solo querían el "OK" de un physician (así llaman a veces a los de mi profesión). Ya está. Cuántas veces en mi carrera a medianoche he rezado para que el blip-blip fuera solo una Zopiclona.
Será esto una señal, son ya las 11: me quedo. Me han dicho que la sensación de la Zopiclona es lo más, como un dejarse caer. Hola, tristísima habitación. Y chapa arenga ritual en mi cabeza, "así es la Seguridad Social, así debe ser, esto no es un hotel, etc". A seguir coloreando el tocho y a dormir, dormir tal vez soñar.
Blip-blip-blip-bliiiip. Qué pasa, dónde estoy, qué hora es, quién soy. Los números rojos palpitan en un radio-despertador ochentero y me dan la primera pista, las 2:00 am. Doy la luz: el atrezzo y la actriz entran de golpe en escena. Oh Mariona Calleja, estás de guardia en una ciudad perdida que mira al Mar del Norte, a ver qué se les ofrece. Y no, no es una Zopiclona esta vez, hay un paciente en la sala de urgencias.
Es un tipo alto, gordo, pero fibroso-versus-obeso, de unos veintitantos. Con ideas suicidas: si no lo ingreso, se va a tirar al Esk. Esto me lo cuenta Tracey, la enfermera pelirroja que se conoce hasta el último habitante de Whitby susceptible de recalar en el departamento, sea por salud mental, sea por noche de juerga mal llevada. Tracey hace un globo con el chicle, y opina que este tipo es una cantamañanas, un histérico, que lo he de mandar para casa, que no tiene ni una depresión clínica ni una psicosis que lo ponga en el mínimo riesgo de saltar al río. Ni valor. Y además, con su grasa, seguro que flota. Y se ríe, parece un conejo.
Está esperando en un cuartucho que nos reservan a los de salud mental: creen que es más relajante que los box con las camillas y las cortina azul. Hay cuatro sillas bajas, una metálica como perdida, un escritorio en una esquina, este sin silla. Me presento y extiendo la mano, pero él está dando pasos de un lado a otro, la metáfora de animal enjaulado es demasiado obvia, y no la haré. Cómo me meto yo sola en un cuarto con un tipo en ese estado es algo que hoy me parece incomprensible. Cuántas veces, así como pasa la vida, acabamos negando con la cabeza al recordar las bocas de lobo en las que nos metimos. Mi única clarividencia consiste en sentarme al lado de la puerta. Esto lo debí de haber leído en algún sitio, porque en aquella época en Banderley aún no se daban clases de "escape". Muy diferente a la defensa personal, porque aquí ante todo has de aprender a desescalar y nunca hacer daño al paciente. O sea, tienes a un tío estrangulándote, y no vale darle una patada en los genitales, que igual le duele. Yo no sé si es este país, o qué, pero ante todo amabilidad. De los primeros cursos que hice, un tiempo después, solo recuerdo una técnica: si te tienen agarrada en un abrazo del oso, metes el nudillo de tu dedo anular en su esternón y giras. No falla. Luego lo quitaron, parece que también hacía pupa.
Pero yo de todo esto no sabía nada y ahí estaba, modelando actitud serena ante ese tigre encerrado (vale, sucumbo a la metáfora, la carne es débil). Era cuestión de sacar mi aro de fuego para que saltara a su través o agitar el látigo? (estirando la metáfora, ya lo dejo). Por fin se sienta enfrente y comienza a contarme todo lo que le come por dentro. En aquel momento de mi carrera, cuando yo aún era tan impresionable, me parece la desesperación hablando. Necesita ayuda, está vacío por dentro, y señala el pecho, es la urgencia por cortarse con una cuchilla, y me enseña sus antebrazos, llenos de cicatrices, solo así saca el dolor para el que no tiene palabras. "La Desesperación" es un poema romántico atribuído a Espronceda, que memorizábamos las crías por morbo. Doctora, estoy muerto por dentro. Me gusta ver el cielo/con negros nubarrones/y oír los aquilones/horrísonos bramar. Tengo que terminar con esto, no puedo seguir. Por qué me entran versos antiguos en estos momentos? Cuando me corto, el dolor de aquí-nuevo golpe con el puño al esternón- se va un rato, ver la sangre me da un subidón, me relaja... Me gusta ver la noche/sin luna y sin estrellas,/y sólo las centellas/la tierra iluminar. Quiero acabar con esta farsa, pero a la vez... Y rompe a llorar, histéricamente. Tengo que ingresar ya mismo, así, no me puedo ir a casa.
Habla y habla durante mucho rato, yo tomo notas como si no hubiera mañana. Copio sus palabras entrecomilladas, como si estuviera en una clase magistral, tal vez con la idea de no perderme nada, de que no se me escape ni un detalle para poder tomar un decisión sobre lo que pueda ayudar a este hombre. A su vez intento mirarle a los ojos, asentir, pretender interés, todas esas cosas que según Cook haría de este proceso un arte, pero sus ojos son dos agujeros vacíos, tanto como asegura que es su alma. Dos botones cosidos en un munieco de trapo. Tenía que ingresar, quería ingresar, no se iba a ir del hospital. Siento entonces el peso de mi corazón, ahí enmedio de mi caja torácica, me escuece, pero a la vez este dolor es incongruente con lo que pasa por mi mente: toda esta historia no suena normal, porque parece guionizada, un texto que ha repetido muchas veces en ese cuartucho o similar.
Salgo unos momentos para leer mis notas, hablar con alguien, pensar. En teoría hay un médico senior, del nivel de Cook, siempre de guardia al final del teléfono, con el que puedo hablar de lo casos. Pero son las 2 de la mañana: cómo iba a despertarle? Entonces recuerdo que en la planta siempre había enfermeros de turno por la noche.
Coge Derek, un enfermero de unos 60, una de las voces más bonitas ever. Así como hacía los turnos de noche -se pagan mejor-, Derek podría haber tenido un programa de confesiones en radio nocturna. Hola soy Sagitario, me he enamorado de la persona equivocada. Hola Sagitario, diría Derek, con su voz de crooner, y lo solucionaría todo. Yo había visto a Derek solo unas pocas veces, pero solo escuchar su voz era una experiencia distinta. Su risa eran años de mala vida, demasidas horas de pub. Derek no trabaja de noche por el sueldo; Derek es uno de esos animales nocturnos que trabaja la noche. A saber si existe de día.
Ni se te ocurra- y dos interminables segundos de silencio-, le conocemos perfectamente: ese hombre no tiene esquizofrenia, ni depresión, ni ningún otro trastorno mental. Tiene un trastorno de la personalidad límite como la copa de un pino, pero aquí en la planta no le podemos ayudar: si le ingresas, solo refuerzas su comportamiento para que vuelva una y otra vez. Dale una pastilla para dormir y que se vaya para casa. Y tú vete al pub -carcajada- el Black Horse Inn te gustará. Mientras cuelgo me doy cuenta que tío va en serio: Derek, en mi situación, se iría al pub. La pelirroja, sentada a mi lado, rellena un formulario y sentencia un te-lo-dije, a este mándalo a casa. Me recorre lo más parecido a la desolación.
Salgo a la calle. En el porche de la entrada, unos cuantos fumando, uno con gotero. Qué largas son las esperas de urgencias. Intento ordenar mis ideas. Tengo a un hombre ahí esperando que está sufriendo. Su dolor no se toca, no hay sangre, ni de momento ninguna máquina, o test que nos pueda medir su vacío aquí dentro, donde me indicaba todo el rato. Y no puedo ingresarlo, porque todos los que llevan en esto 30 años saben que no lleva a nada, que no le ayuda nada, que solo retrasará el inevitable cara-a-cara con su nada. Todo eso lo sé, abanderada de la lógica y lo racional. Pero el hombre ha llorado y ha suplicado y mientras me debato con todo esto está esperando. Y solo voy a ahondar su agujero.
Al entrar, el hombre ha dado paso al tigre de nuevo. Demasiado tiempo, y no vengo con buenas noticias. El ha visto mi cara muchas otras veces, en otra gente. Se prepara y yo decido no sentarme, esa posición conciliadora (entra Cook y su arte de la entrevista), será posición de debilidad. Antes de que abra la boca, comienza a gritar, fuckyoufuckyoufuckyou bitch. Lo de siempre, a las mujeres: perra, puta. Me esfuerzo en no mover ni un músculo de la cara. Desvío la mirada -también del libro de recetas de Cook, el contacto visual ha de ser el justo- y entonces, en cámara lenta - o así lo recordaré siempre-, agarra la silla metálica, y con un grito la tira a la ventana. Mejor dicho, literalmente, la tira por la ventana. Sonará a frase hecha, pero "paralizada por el terror" describe bien mi estado, aunque la esfinge sigue mirando con apariencia serena, como si todos aquellos cristales no la hubieran salpicado, como si no fueran con ella. Y entonces, confusión, pasos, estás bien, los de seguridad, más gritos, alarmas, y la policía.
Desperzonalización es el síntoma por el que te ves desde fuera, como si fueras una actriz sobre un escenario. Desrealización consiste en que todo a tu alrededor parece irreal. Así estaba yo, con una taza de té que alguien me puso inmediatamente en las manos, en el mostrador de enfermería, cuando le vi salir esposado. Según la pelirroja, si aspiraba a no dormir en su casa, objetivo cumplido! Y todos se ríen. Menos yo: aún no sé lo que pienso, pero siento una mezcla de culpa y miedo: tal vez si lo hubiera manejado de otra manera, ese hombre no estaría ahora esposado en una celda.
-Son casi las 6 de la mañana -continúa Tracey-. Vete a la habitación, duerme toda la maniana, Derek les dirá en la planta que te quedas aquí. Por la tarde, te vas a Skinner Street de compras navideñas y te coges el último autobus a Danby. Día libre, baby!-Y me mete algo al bolsillo.
Duerme toda la mañana, dice, con semejante chute de adrenalina. Y compras navideñas: para quién, si estoy atrapada en el manicomio todas las fiestas? Me siento en la cama con todo el peso del mundo sobre mis hombros. Meto la mano en el bolsillo: una Zoplicona. Hoy voy a saber en primera persona lo que es ese dejarse caer.
Todos estos post son muy interesantes, bueno, a mí me lo parecen. No sé criticarlos. Puede que mezclen lo autobiográfico con la ficción, supongo. La desrrealización sí la conozco. A veces me acuerdo de LUX.
ResponderEliminarCasualmente ayer estuve en el Clínico, de acompañante, más o menos.
Pero yo lo que quiero es desear que paséis unos buenos días, solos o con la familia, y que el año que viene sea mejor que este, seguro.
Un abrazo
Hola Josè Luis, muchas gracias por tu comentario... me hace mucha ilusiòn porque no son entradas de blog al uso. Son ficciòn pero tienen elementos de la realidad. Por ej, un paciente q tirò una silla por la ventana existiò. Hace màs de 20 años. Esa conversaciòn es la mezcla de cientos de conversaciones reales q han ocurrido. Pero claro: siempre escribimos desde nuestra biografìa, vivida o no. Tambièn me acuerdo de Lux, èl siempre comentaba rn estas entradas tambièn.
ResponderEliminarTe mando un abrazo y espero q tù y los tuyos estèis bien, y lo del Clìnico sea pasajero. Estas Navidades harè el cardo aquì en Londinium, q tengo de bote... nada como el de mi madre o mi suegra, pero es lo q toca y lo mejor para tod@s.
Abrazos y ànimo, ya queda menos
Di
...estoooo, si uno aporta servicios altruistas a la bloquería tiene derecho a unas zopliconas ?....
ResponderEliminarLos episodios con pacientes son siempre lo mas interesante de tu historia, Di. Leyéndote, me ha saltado el recuerdo de otro libro de médicos en periodo de aprendizaje, La casa de Dios, francamente divertida. ¿Lo has leído?
ResponderEliminarjajajaja ANONIMO DE LAS 15:12, "servicio altruista" y "torvas intenciones" van en la misma frase? Y qué quieres, q se torne esta respetable página en un burdo trasegador de pirulas?
ResponderEliminarGracias ELENA... sí sí, cuando llegué aquí todos me decían q tenía q leer esta biblia del residente "The House of God", pero nunca lo llegué a leer. NO me digas q más de 20 anyos después lo voy a tener q leer!!?
El feedback de la poca gente q lee Serial es ese mismo: q los capítulos de pacientes son los q más disfrutan.... (lloro)... a mí los q más me gusta escribir son los otros, en los q los personajes hablan de "teoría". Es curioso... ya sabía q los pacientes son un filón, pero llevo 11 anyos de blog y nunca he hablado de pacientes, por varias razones, la primera pq para mí escribir es evasión, así q volver al final del día y escribir lo q he visto no lo es. Pero ahora q está tan lejos y mezclándolo con ficción en un enclave así mágico como es un asylum en mitad de Yorkshire, no es como estar trabajando. Aún así, dejadme meter historias de fantasmas y de neurotransmisores! :):):)
hugs
di
Pues sí, Di, yo creo que The House of God te gustaría e incluso tal vez te sería útil para organizar tu material. Para tomar ideas o para hacer todo lo contrario ¿quién sabe?
ResponderEliminarjajajja ELENA, a estas edades, pero venga, como viene de ti lo voy a leer... lo he buscado y pone en el subtítulo "Catch 22 with stethoscope" :):):) [ALguien me preguntó si Serial era "Cucko's nest meets the Brontes" :) lol] A ver si me ayuda a organizar, q falta hace ... o a reafirmarme en la deriva... :)
ResponderEliminarAsí que hay muchos así...el ejemplar que yo conozco tenía esa afición. Hasta que se encontró con un colega tuyo muy listo o muy malvado que descubrió que su horror a los gérmenes era mayor que su amor a la atención psiquiátrica. Y le puso a compartir baño con alguien con poca puntería en la taza. ¡Santo remedio! (Para el hospital, no para sus sufridos familiares)
ResponderEliminarCESI, el ejemplar q tu conoces me suena a trastorno obsesivo compulsivo, no como este paciente descrito con trastorno de al personalidad. En el pasado al menos, había estigma dentro de los propios profesionales con respecto a estos pacientes.. mira este artículo de 1988: "PDs: the patients psychiatrists dislike" https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/3224249/ ALgún día igual expando en Serial sobre este concepto (aunque los capítulos de este tipo no llegan tanto). Al paciente q nos cuentas le estaban haciendo una exposición, dudo si con su consentimiento... (?)
ResponderEliminarYa te había hablado del ejemplar: su desmesurado amor por sí mismo, su encantadora amabilidad cuando se le admira y se le alaba. Su sadismo y su mala leche si se deja de hacerlo. Su sofisticada crueldad. Su extraordinaria habilidad para detectar las debilidades de los demás y su paciencia para usar esas debilidades en el momento oportuno (para él). Su exhibicionismo. Y ya, fueraparte (me encanta esta expresión tan aldeana del Páramo para decir "además". "Fueraparte". "Furthermore". O "masensíma", como dicen en América), lo de los gérmenes. Que no sé si serán dos males distintos o si van juntos...
ResponderEliminarah sí, sí, CESI, ya me acuerdo y sí, esta persona tiene algo más q un trastorno obsesivo compulsivo, o ansiedad y parece un TP (trastorno de la personalidad) clásico. No sería serio ponernos a diagnosticar aquí, pero rasgos narcisistas apuntas unos cuantos. Hay un libro interesante de SImon Baron-Cohen (divagué sobre éL titulado "Zero degrees of empathy" q hablan de 3 TPs con déficit en el área de empatía: el límite (q he descrito con este paciente), el narcisista y el piscopático. Es fascinante cómo se está ahora pensando en este tipo de poblemas saliéndonos de las categoríás como estas q te cuento, y bajando a niveles fisiológicos, hormonales, de circuitos (pathways), genética... Sabemos poco, pero cada día más y en los siguiente 10 anios asisitiremos a una explosión. Pero entender la neurofisiología de esta gente no va a ayudar a la gente q convive con ese elemento q me cuentas, q van a seguir sufriendo. Da mucha pena.
ResponderEliminarUn abrazo baby
di
Lo he vuelto a leer. Me parece impresionante lo que cuentas pero también el cómo. Tu humor, que lo tienes de sobra, alivia un poco.
ResponderEliminarEs posible que en un futuro las máquinas evalúen y diagnostiquen, pero dudo bastante de que también puedan evaluar las máscaras que llevamos puestas.
Un abrazo