Si no las escribo, las cosas no han llegado a término, solo las he vivido (A Ernaux) La vida real no está a la altura de escribir sobre ella (J Eugenides) Lo que me interesan son los errores, fruto de la pasión, los errores que se cometen arriesgando (G Steiner) En la calle, codo a codo, somos mucho más que dos (M Benedetti) Escribir es persuadir a un extraño de que se quede (R Cusk) El camino del exceso conduce a la sabiduría (W Blake)
an
23 diciembre 2009
Porque yo lo valgo/Because I´m worth it
Suelo ir a cortarme el pelo en Vetusta. Que tengo algún punto masoquista, sí, y quién no. No haré publicidad del establecimiento que frecuento de Pascuas a Ramos, pero diré que es una cadena que existe incluso en Buenos Aires (disculpadme este momento Antoñita, pero es que aquello fue una tabla de salvación por la que nunca podré estar lo suficientemente agradecida).
Por alguna razón, los 6 meses de mi vida en los que fuí más fotografiada (y no precisamente por la prensa internacional) llevé el pelo hecho una mala broma. Se me ocurrió la genial idea de cortarme un flequillo euskaldún (entiéndase aquel flequillo TAN corto que te sale de occipucio) que daba miedo justo antes de empezar un viaje de 6 meses (yo en la pirámide de Chichen Iztchá). Y es que no crecía ni a la de tres (yo en las pirámides de Tikal), y para arreglarlo le pido que me corte por detrás al Pedalista Peluquero (yo en el canal de Panamá). Horrorosa, intento tener algo de paciencia (yo en Machu Picchu) y pasan los meses y en Arequipa entro en una pelu regentada por un travesti (yo en el lago Titicaca). El resultado es lamentable (yo en el desierto de Atacama), y pasan más meses (yo en el Perito Moreno) y por fín, en una de mis ciudades favoritas, Che, encuentro una peluquería de esta cadena de la que hablo, donde me cortan lo poco que queda, y logro volver a la península con un pelo que de lejos se aproxima a decente.
Pero divago. Estaba a mi pesar no en Caminito sino en Vestusta sub1, esperando pacientemente a "ser cortada". Ni aún intentando convencerme de que estoy allí en mi rol de reportera intrépida para la sección "antropología" de Divagandodivagando, logro hacer el trago menos doloroso. A babor, "ya puede pasar, Sra Suárez" (que se va sólo a hacer la manicura). Sobredosis de servilismo decimonónico. A estribor, "es que hay demasiado color", en tono quejica. ¿Demasiado color? ¿Hay alguna vez demasiado color en la vida de una? Me giro y es la Sra. Fufú apostillando a la Sra. Fufá, "es que una viene a hacerse el color unas semanas antes de Navidad, no la víspera de Nochebuena, que está esto a morir". "Y claro". No tienen ninguna consideración con gente como las Fufús, que se van peinar para su cena familiar, servida por Gracita.
Voy a dejar mi abrigo al cuarto ropero, y el pobre abrigo (ex-asesino) de paño (que tantas alegrías nos ha dado en otra entrada) tiene que pelearse con visones y demás pelajes para encontrar su sitio. Y no lo encuentra.
Dicen que todo sádico encuentra su masoquista. Aquí los sádicos debéis de ser vosotros.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Anda que ya nos vale! Yo a la pelu suelo ir una vez al año como mucho. Me da muuucha pereza. A la que voy yo no van visones y es barata. De hecho me cuesta más la de mi perro y... va más a menudo!
ResponderEliminarPor cierto, me había perdido esta entrada, no sé porqué pero no la había visto.