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24 abril 2024

"El nombre de la rosa" décadas después (o palpitaciones en reencuentros con viejos amantes)

Hace unos meses cayó en mis manos un librito de Umberto Eco titulado "Apostillas a El nombre de la rosa". Que el autor de uno de tus libros idealizados de la adolescencia te explique (destripe) su proceso escritor es un regalo, pero que además sea con una novela que va, entre otros temas, del amor por los libros, es que te toque la lotería (resumen = me encantó). 

Tanto que  la última vez que estuve en la península me traje "El nombre de la rosa", con intención de releerla y entonces me di cuenta de que tal vez cerraba un ciclo [otra manera de estudiar una parte de tu biografía -o menos ambiciosamente, una época- sería con los libros que una ha leído] de novelas de detectives, desde "la primera" hasta "la clásica" pasando por Ripley. Ahora quedaba ver si un amor idealizado de juventud seguía en pie: esto siempre da mucho miedo. Cuando pienso en algunos libros que algún día releeré me da cierta ansiedad, temor a que no me gusten tanto. Uno de ellos es "Rayuela", y lo digo porque leí la mayor parte de Cortázar en mi veintena, y cuando ya en la era divlog pillé "62 Modelo para armar", no fue lo mismo. Nunca he hecho un divague de una relectura (en realidad, no he releído muchos libros en mi vida), pero como diría Mini, "vamos p'allá!". 

Introducción bibliófila: de relecturas, de saber los finales, de peli vs. libro
Creo que mi primera lectura de “El nombre de la rosa” fue de prestado pero no sé si aquella famosa primera edición blanca con la rosa-laberinto en el centro, u otra con una rosa en un claustro. Luego compré una edición horrible de tapas duras que tiene algún trozo subrayado (releí? no sé). Dice el Peda que cuando vinieron los iratis a visitarnos a Grimsby, corría 1998, lo trajo Marisa y yo se lo quitaba y leía trozos. Así que por partes o entero, este ha sido un libro que ha pasado varias veces por mis manos. Sin embargo, aunque he desarrollado muchos rituales de lectura durante los años, en aquella época ni subrayaba ni anotaba ni ninguna de esas obsesiones posteriores con lo cual, poco podré decir de mis impresiones de entonces (aparte de, resumen = me encantó), todo está a merced de esa mentirosa, la memoria.

Nuestro lovely NáN siempre decía que él se leía lo primero las últimas páginas de los libros para quitarse la ansiedad de la trama y centrarse en la forma. Puedo entender lo que quería decir, pero yo con esta novela me pregunto con envidia cómo será leerla sin haber conocido la historia- sin saber quién es el asesino, cómo mata, solo al final darse cuenta de las pistas que Eco va dejando ya desde el principio. Siento envidia porque fui de las que tuvo la mala suerte de ver la peli de Jean-Jacques Annaud de 1986 antes de leer “El nombre de la rosa”. Estábamos en el Cine Fleta (o era el Coliseo?) con una amiga que sí lo había leído y me susurró en la oscuridad: "¡va todo de un libro!". 

El mayor problemas de ver una peli antes del libro (y me ha pasado otras veces) es que ya han hecho los escenarios para ti, y les han puesto las caras a los personajes. En este caso, no me molestó demasiado tener a Guillermo de Baskerville prefabricado, porque el personaje parece escrito para Sean Connery: maravilloso. Parece que Eco se quejó de lo grotescos que el resto de los monjes habían aparecido en la peli, y a mí el que más me impactó siempre fue Berengario, que en la novela no es descrito con el claro Síndrome de Cushing con el que aparece en la peli. No recuerdo si en mi primera lectura me imaginé la abadía como la representa Annaud, pero en esta, como hace años que no veo la peli, la he creado espero casi totalmente de mi imaginación. 


Empecemos por el principio: el título
O por el final: el libro termina con el hexámetro latino: "stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus" ("de la rosa, solo nos queda su nombre") de un benedictino del siglo XII llamado Bernardo Morliacense, que compuso variaciones sobre el tema del "ubi sunt" (pregunta retórica sobre dónde están los que faltan), saliéndose del topos habitual (los grandes de antaño, las ciudades famosas, las bellas princesas, todo lo traga la nada) y añadiendo la idea de que, de todo eso que desaparece, sólo nos quedan meros nombres. 

En "Apostillas" (y de ahora en adelante todo lo que explica Eco es de este librito), dice que un título es por definición una clave interpretativa de la obra. Entonces, ¿por qué un autor haría eso de titular, si precisamente una novela es una máquina de generar interpretaciones?  Esta idea siempre me ha encantado, el hecho de que cuando se publica algo, ya deja de ser tuyo.

Lo más neutro sería titular una novela con el nombre del prota, y sopesó llamarla "Adso de Melk", pero sus editores no le dejaron. También consideró -atención- "La abadía del crimen" y también se rechazó porque tal vez atraería a "los lectores equivocados" (nooo). “La abadía del crimen” me lleva directamente a título de libro de aeropuerto, nada que ver con la clase que tiene el título final. Me he reído cuando dice que titulando, podríamos ser "honestamente deshonestos", como Dumas, que llama a su obra "Los tres mosqueteros", cuando en realidad se habla del cuarto.

Esto de los títulos me parece un tema fascinante. A veces he descubierto que las novelas con los mejores títulos son trozos de poemas o versos de Shakespeare. Bajando a la  blogosfera, yo siempre lo pongo cuando he terminado de escribir el divague - comienzo con uno provisional. En este mundo, un buen título es lo que lleva a algun@s a pinchar y un mal título (ahora, definir lo que es eso daría para otro divague) en teoría aleja porque no provoca aquella magia llamada curiosidad. Pero es difícil titular, y a veces lo hago rápido y mal, porque solo quiero ya darle a publicar. Si los títulos de los divagues son “máquinas de interpretaciones” o no,  lo dejo al divagante.

Construir un mundo
Eco tuvo una idea ("quería envenenar a un monje") y entonces paró un año. En ese tiempo se dedicó a "construir el mundo" que rodea a "El nombre de la rosa" así que, pese a ser medievalista y sabiendo mucho de la época, estudió el siglo XIII, que no era el de su especialidad,  delimitó la arquitectura de la abadía, y conoció a todos los monjes - incluso los que no iban a aparecer en la novela [esto me recuerda aquella leyenda que ya conté: parece que Visconti obligaba a tener llenos los armarios, aunque no se fueran nunca a abrir] y suma y sigue. De esta manera, dijo, "las palabras vendrán casi por sí solas. Rem tene, verba sequentur. Al contrario de lo que, creo, sucede en poesía: verba tene, res sequentur". 

Sagra di San Michelle, en la que se inspiró Eco
Aquí se ve por dentro: espectacular

Y así fue: ese mundo creado es el que le dijo cómo debía proseguir la historia. Me encanta que fuera un escritor-brújula, o sea, que no sabía qué iba a pasar con su historia. Para ilustrarlo dice por ejemplo [atención super-spoiler!!] qué él no sabía que Jorge de Burgos iba a ser el asesino: "Por decirlo así, todo lo hizo él solo" (oj! maravilla).   A Eco solo le parecía que el que un ciego custodiase la biblioteca era una buena idea narrativa y Jorge le llevó de la mano:  "Lo que sucede es que los personajes están obligados a actuar según las leyes del mundo en que viven. O sea que el narrador es prisionero de sus propias decisiones iniciales". Nota: muchas veces le preguntaron si el malvado Jorge era un homenaje a Jorge Luis Borges, y él solo dijo que ciego más biblioteca sale el argentino. 

Un poco más sobre los personajes: Guillermo de Baskerville y Adso de Melk
grr: el otro día estuve en Oxford
y no vi a Roger Bacon!
Eco sabía que su detective iba a ser un inglés lógico, observador, deductivo (a alguien le suena esto a homenaje?- “los libros hablan entre sí”) y esto, 
post-Bacon, solo se encontraba en los franciscanos. 

Roger Bacon era un filósofo franciscano de Oxford -no confundir con el también filósofo Francis Bacon siglos después (o con el también Francis pintor!)- que puso gran énfasis en el empirismo. Nació alrededor de 1220 y le llaman "Doctor Mirabilis". 


Pero dicen por ahí que en quien se inspiró Eco para su personaje es William of Ockham, otro franciscano, este nacido en 1287 en ese pueblo al sur de Inglaterra (en la novela todos los monjes se llaman así: nombre propio y el lugar de donde vienen). William era otro filósofo e igual suena lo de "la navaja de Ockham": "en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable".

William lo dijo primero:  "vamos, no te líes"

Me hace mucha gracia cómo Eco habla de ciertos rasgos típicamente británicos en Guillermo. Por ejemplo, Adso describe como hace una serie de ruiditos (los llama "gemidos", supongo que es una mala traducción del italiano) antes de empezar a hablar, tan típico- pensemos en Hugh Grant en cualquier película. También describe su sentido del humor como chocante (al menos para un alemán!): "Yo no sabía nunca cuándo estaba bromeando: en mi tierra cuando se bromea se dice algo y después se ríe ruidosamente para que todos participen de la broma. Guillermo en cambio solo reía cuando decía cosas serias y se mantenía serísimo cuando se suponía que estaba bromeando". 

Adso es el Watson de Guillermo, el novicio alemán adolescente que observa los terribles sucesos de la abadía y los narra en su vejez. Eco habla de que "quizás al escribir estaba transfiriendo a Adso muchos de mis terrores de adolescente" y de la complejidad de narrar desde alguien que vivió hechos que no entendía en su juventud y los registra, ya más sabio, en su vejez:  la dificultad de "que se entienda todo a través de las palabras de alguien que no entiende".

Guillermo, que en su día me pareció un anciano, tenía mi edad
Crear al lector
Este trozo es maravilloso, cuando Eco habla del concepto de "construir al lector": 
"Se escribe pensando en un lector. Cuando la obra está terminada, se establece un diálogo entre el texto y sus lectores (del que está excluido el autor). Mientras la obra se está haciendo, el diálogo es doble. Está el diálogo entre ese texto y todos los otros textos escritos antes (sólo se hacen libros sobre otros libros y en torno a otros libros), y está el diálogo entre el autor y su lector modelo"

Esta frase tiene un metadivague ella sola [me podría ir a Carmen Martín Gaite: "Se escribe y siempre se ha escrito (…) al encuentro de un oyente utópico"], porque los blogueros a menudo decimos que "escribimos para nosotros mismos", sin pensar en el lector, pero Eco me va a ayudar a matizarlo. Pongamos que los escritores de best-sellers escriben poniendo todos los ingredientes que harán que sus libros se vendan bien (en aeropuertos, ja), por supuesto que tienen a su lector (sus hordas de lectores!) en mente. Luego están los autores que escriben para pocos, que saben que su "Lector Modelo" no es la gran mayoría (las razones serían interesantísimas de analizar, yo me aventuro a que se aferran a que el suyo es un estilo complejo, con cierta "calidad", de dificil acceso). Luego está lo que hizo Eco, escribir para un lector que aún no existe, y que va a ser creado por el autor. Los absolutos genios son aquellos que saben captar el "zeitgeist", el espíritu de una época y se lo muestran al mundo, que aún no sabía qué quería ese tipo de literatura.

Esto hizo Eco, y se mantuvo en sus principios: por ejemplo, se negó a hacer  más asequibles las cien primeras páginas como le aconsejó su editor porque "si alguien quería entrar en la abadía y vivir en ella siete días, tenía que aceptar su ritmo. Si no lo lograba, nunca lograría leer todo el libro. De allí la función de penitencia, de iniciación, que tienen las primeras cien páginas; y, si a alguien no le gusta, peor para él: se queda en la falda de la colina". 

La clase de lector que él quería es el que se puede tragar ese primer centenar de páginas, el resto -los del aeropuerto- no le interesaban. Ole tú, Umberto: en el fondo nos has definido a esta especie que vendríamos después,  los blogueros sin éxito - algunos porque escriben mal y cosas que a nadie interesa, pero otros porque escriben demasiado, o demasiado esotérico, o demasiado profundo. Cuando decimos que "escribimos para nosotros mismos", en el fondo lo que pensamos es que escribimos para esa lectora que te va a seguir a los mismos sitios a los que tú quieres ir, aunque conlleve riesgos. Da igual que sean pocas y pocos: como Eco, buscamos "cómplices que entren en el juego". 

Nov-ensayo
"El nombre de la rosa" es lo que yo llamo un novensayo (novela + ensayo) y Eco llama "tono didáctico". Lo justifica con que ése era el estilo del cronista medieval, deseoso de introducir nociones enciclopédicas cada vez que mencionaba algo. Yo ya he contado alguna vez que me gustan las novelas que cuentan sus historias a la vez que dan mucha información extra sobre la sociedad, cultura, ideología o el tema que sea (no solo de ballenas vive la mujer, pero si es de ellas, mejor) y en "El nombre de la rosa" se aprende mucho durante las conversaciones -y algún monólogo- entre los personajes de algunos temas: filosofía, política, historia, género humano, amour (!) (ver todo más abajo). 

Solo incluyo una cita del prólogo sobre el momento histórico porque, aunque corría el SXIII, lo podríamos aplicar perfectamente a este 2024 que vivimos en estado de continua perplejidad:
“La juventud ya no quiere aprender nada, la ciencia está en decadencia, el mundo marcha patas arriba, los ciegos guían a otros ciegos y los despeñan a los abismos, los pájaros se arrojan antes de haber echado a volar, el asno toca la lira, los bueyes bailan, María ya no ama la vida contemplativa y Marta ya no ama la vida activa, Lea es estéril, Raquel está llena de lascivia, Catón frecuenta los lupanares, Lucrecio se convierte en mujer. Todo está descarriado”.

Los libros 
Pero la inmensa bibliofilia que destila la novela es mi tema favorito, y seguro que me sentí así cuando lo leí de adolescente. Es precioso ver a Guillermo absolutamente maravillado cuando por fin puede entrar en la biblioteca. Eco dice cosas muy bonitas de los libros en la novela, pero en las apostillas también algo muy sabio: "que los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado. Lo sabía Homero, lo sabía Ariosto, para no hablar de Rabelais o de Cervantes". Así que su historia sólo podía comenzar con un manuscrito reencontrado.

Los libros representan el saber, y en la pugna con su opuesto, la oscuridad, está también el espíritu de la novela. El saber es mercancía de intercambio en la abadía. Al querer saber, lo llaman lujuria: “para el monje la tentación es la seducción del conocimiento” o “Bencio es víctima de una gran lujuria, y que no es la de Berengario ni la del cillerero, sino la de muchos estudiosos: la lujuria del saber. Del saber por sí mismo”. La ciencia, por tanto, es interpretada como una “acción del diablo” y es usada no para iluminar, sino para ocultar. Guillermo representa las antípodas de ese pensamiento porque él enseña a su discípulo el contraste entre lo observable (o sea la naturaleza, los hechos, la ciencia) y lo inventado, y ataca la ocultación del saber para controlar, el gran tema: 
"El bien de un libro consiste en ser leído. Un libro está hecho de signos que hablan de otros signos que, a su vez, hablan de las cosas. Sin unos ojos que lo lean un libro contiene signos que no producen conceptos y por tanto es mudo quizás esta biblioteca haya nacido para salvar los libros que contiene, pero ahora vive para mantenerlos sepultados".

El miedo
El miedo está muy presente en toda la novela. Los poderosos usan la superstición para controlar ahora y por supuesto, entonces.  Están convencidos de que "el mal existe y de que esto conforta a la gente" [esto aún es así, y en lugar de intentar desentraniar los mecanismos de ese mal para acabar con él, se mira otro lado y se le llama "El Mal", dando soluciones simples a problemas complejos]. “¿Qué les contaremos a los pecadores si quitan el infierno?”, se preguntan en la novela [hoy podría ser cualquiera de esos senuelos que nos ponen para distraer de lo importante]. En realidad, son los inquisidores los que crean a los herejes: si no, se les acaba el chollo [lo de justificar la existencia de tu rol sinsentido vía reuniones vacías vive su máximo apogeo en mi curro, donde hay más gestores que médicas]. Los simples siguen las herejías porque les sugieren la posibilidad de una vida distinta, porque para ellos el infierno existe, ya en la tierra [qué hay más actual que esto?].

Pero como digo, lo que más aterra es el miedo al saber: al final, va todo de ocultar libros para que el resto no sepan. En oposición a estas fuerzas del mal tenemos a Guillermo, que dice cosas como estas: "Nadie nos exige que sepamos Adso. Hay que saber, y eso es todo, aún a riesgo de equivocarse".

La risa
Muy unido al miedo está la risa, porque lo ahuyenta. La risa es mala porque fomenta la duda. Me encantan cuando Eco “se deja ir” y habla de este tema, porque creo fervientemente que vinimos a este mundo a reír. Un día sin risa es un día peor y aprender a reír del absurdo y sobre todo, de nosotras mismas, te da muchos puntos para aquello del “vive y deja vivir”. Incluyo parte del famoso discurso de Jorge en contra de la risa, que describe perfectamente el espíritu de la novela, y el de la tradición judeocristiana, tan llena de calvarios, de culpa, de manolas, de cilicios, y que se comenta a él mismo:
"La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto y por tanto controlable. Pero este libro podría enseñar que liberarse del miedo al diablo es un acto de sabiduría. Cuando ríe, mientras el vino gorgotea en su garganta, el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación. Pero este libro podría enseñar a los doctos los artificios ingeniosos -y a partir de entonces ilustres- con los que legitimar esa invención. (...) La risa distrae por unos instantes al aldeano del miedo. Pero la ley se impone a través del miedo, cuyo verdadero nombre es temor de Dios. Y qué seríamos nosotros criaturas pecadoras sin el miedo tal vez el más propicio y afectuoso de los dones divinos"
La pobreza, vestigios de capitalismo
Eco, que era además de especialista en semiótica era medievalista, invierte muchas páginas en que el lector entienda el momento histórico que vivía la Iglesia con un potencial cisma entre dos de sus facciones (de hecho, hay un encuentro de ambas en la abadía y Guillermo es el "facilitador").

El segundo día por la mañana (Tercia), Guillermo le explica a Adso que en sus respectivos países, Alemania e Inglaterra, la ciudad no está desarrollada como lo está en Italia, donde han comenzado a tener más importancia que el emperador o los reyes. En las ciudades se comercia, se toman decisiones y el verdadero rey es el dinero -mientras que en Alemania e Inglaterra el trueque todavía funcionaba; pero en Italia, son los bienes lo que se utilizan para obtener dinero.
“Así se explica que la rebelión contra el poder se manifieste como reivindicación de la pobreza, y se rebelan contra el poder los que están excluidos de la relación con el dinero, y cada vez que se reivindica la pobreza estallan los conflictos y los debates, y toda la ciudad, desde el obispo hasta el magistrado, se siente atacada directamente si alguien insiste demasiado en predicar la pobreza (...) todo ha cambiado y para ello la abadía tiene que cambiar. Y como hoy este país no se domina con las armas ni el esplendor de los ritos, sino con el control del dinero, se quiere que la abadía -incluida la biblioteca- se convierta en un taller, en una fábrica de dinero”.
Lo diré de nuevo: es todo tan actual. Si pensabas que el sistema económico del medievo era el feudalismo, ya puedes ver brotes de capitalismo ahí. 

En las conversaciones sobre la pobreza, debatían los franciscanos (team-pobreza, no hay más que ver sus túnicas) vs. los benedictinos, que aseguraban que “Cristo tenía una bolsa”.  ¿Era Cristo pobre? ¿Importa?  Me pregunto cuál será la respuesta de un no-católico a la lectura de este libro, supongo que le será mucho más difícil de entender. A mí me tocaban las discusiones político-religiosas de ambas facciones, y tomaba parte, tal vez porque como ex-católica he conocido las incoherencias de la iglesia de cerca, y he visto -cosas que no creeríais- La Oscuridad.

Debate sobre la pobreza:
antes muerta que sencilla


El amor
Es curioso porque dentro de su faceta novensayista, en "El nombre de la rosa" habla mucho del amor, a tenor de la noche de pasión de Adso. No todo iban a ser aburridos debates sobre si Cristo era duenio de la ropa que llevaba. Como las tenía subrayadas del pasado y seguro que me impresionaron en mi primera lectura adolescente, incluyo un par:

“Debes aprender a distinguir entre el fuego del amor sobrenatural y el delirio de los sentidos (...). Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechosa como el amor, pues este penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más el corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas”

“el goce, llama, la llama muerte, la muerte abismo, el abismo perdición, la perdición delirio y el delirio pasión”

Adso termina enamorado del amor y dice cuando piensa que no va a volver a ver a su amada: “era como si toda la creación me hablara de ella y deseaba así volver a verla pero también estaba dispuesto a aceptar la idea de no volver a verla jamás y de no unirme más a ella siempre y cuando pudiese sentir el gozo que me invadía aquella mañana y tenerla siempre cerca aunque estuviese por toda la eternidad lejos de mí".

De esta noche voy a vivir toda mi vida, baby

El cuarto día después de completas Adso se pone a buscar en los libro sobre el mal que le aflige, y Eco sigue con su ensayo sobre el amor, vía los libros que lee nuestro protagonista:

“Ibn Hazm describe el amor como una enfermedad rebelde que solo con el amor se cura. Una enfermedad de la que el paciente no quiere curar, de la que el enfermo no desea recuperarse (...) al parecer el amor entra por los ojos y quien padece dicho mal demuestra como síntoma inconfundible un júbilo excesivo y al mismo tiempo desea apartarse y prefiere la soledad, a lo que se suma un intenso desasosiego y una confusión que impide articular palabra… me estremecí al leer que cuando se le impide contemplar el objeto amado el amante sincero cae necesariamente en un estado de abatimiento que a menudo lo obliga a guardar cama y a veces el mal ataca al cerebro y entonces el amante enloquece y delira”.

“Avicena define el amor como un pensamiento fijo de carácter melancólico que nace del hábito de pensar una y otra vez en las facciones, los gestos o las costumbres de una persona del sexo opuesto. No empieza siendo una enfermedad pero se vuelve enfermedad cuando al no ser satisfecho se convierte en un pensamiento obsesivo que provoca un movimiento incesante de los párpados, una respiración irregular, coma y risas y llantos intempestivos y la aceleración del pulso. Para descubrir de quién estaba enamorado alguien, Avicena recomendaba un método infalible que ya Galeno había propuesto: coger la muñeca del enfermo e ir pronunciando nombres de personas del otro sexo hasta descubrir con qué nombre se le aceleraba el pulso. El remedio que Avicena sugería era unir a los amantes en matrimonio con lo cual el mal estaría curado en breve”.

En resumen = me encantó
Y volví a tener el corazón a mil al leer la última escena:
qué más se puede pedir a una relectura?
A veces creo que Eco puso todos los ingredientes en la olla para que “El nombre de la rosa” fuera tan importante para mí: es mucho más que una novela de detectives, pero tiene una intriga magistral -pero como hemos dicho quien vaya solo a por eso no podrá con el resto, porque lo que tiene es múltiples digresiones (divagues!) sobre lo divino y lo humano. 
Tan espectacular es el final que, pese a conocerlo tan bien, en la escena última de la biblioteca me ocurrió algo inusual leyendo -pero que este año la he experimentado dos veces, la otra al final de Ripley-:  palpitaciones. Todos sus temas subyacentes siempre me han interesado -como he ido explicando.  Es prácticamente una "novela de campus": encierra a sus personajes en una abadía -ambiente más opresivo solo se encuentra en manicomios victorianos los páramos de Yorkshire- en un contexto histórico que me encanta, el medievo (dame más oscuridad, superstición, brujas!). Y no puedo estar más de acuerdo con su filosofía, en decadencia en el mundo en que vivimos. Por ello termino con una de las citas que la resume, y a la que le tengo particular cariño porque me la encontré copiada - entre pegatinas de “Intsumisioa” y “A's” encerradas en círculo- en una de las páginas de la carpeta clasificadora de un chico alto con el que por entonces empezaba a salir. 
"Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia y a veces en lugar de la propia. Quizá la tarea del que ama a los hombres consiste en lograr que estos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad".
Nelson Mandela dijo aquello de "no hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta de cuánto has cambiado tú”. Me ha encantado volver a este libro tantos años después y comprobar que, sin importar lo que yo haya cambiado,  mi pasión por él -y las ideas que aprendí de él- sigue igual.

12 comentarios:

  1. Te juro que lo he leído,
    y, así recordar el libro. Pero una vez más, casi tan largo como el propio libro...
    Un beso

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    1. Querida P...

      Me acordé de ti con lo de "me encantó" del principio. Iba a poner: "mi suegra aconsejaría parar aquí".

      Me estoy riendo porque ayer me dice Mini, la muy macarra: "mira mami, tienes UN lector de tu blog!" (su padre estaba frente a la pantalla con lo q parecía el blog abierto). Y dice el Peda: "Eco hablaba de contruir al lector, lo q tú haces es matarnos"... :):):)

      Teniendo seres queridos así, quién necesita críticos ávidos de sangre?

      Muxuss

      di

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  2. Bueno, tengo que decir que me he saltado las partes donde citas las Apostillas o la propia novela, porque me las conozco muy bien (he dado clases sobre ella). Pero es verdad que la novela da para elucubrar y debatir largo y tendido, como toda obra rica en significado.
    Sobre el asunto de los títulos: en mi opinión, idealmente debería uno poner el título luego de haber escrito el libro, el texto o lo que sea: solo entonces sabes realmente qué palabra o frase representa realmente ese texto.

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    1. Gracias ELENA, no sabía q habías dado clase de este libro. Y con los títulos a mí lo q me pasa a veces es q va de la mano con el cierre del escrito con lo cual puede no entenderse si alguien no llega al final ... improbable q exista ese alguien, por supuesto. :)

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  3. Para emepzar digamso que el título está biene escogido... y quedándome por ahora en la introducción, decir que no asumo la opinión del NÁN, porque la dosis de ansiedad lectora forma parte de la construcción que vas a realizar con los ladrillos que te ha forjado el autor...aparte de que leer el final de Rayuela o del Ulises resulta algo francamente insuficiente... y empezar la Odisea por su remate, ya es francamente desolador...pero entiendo que somos todos diferentes y no existen unos mejores que otros... espero seguir...

    Bicos con rosa...

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    1. Gracias MV... pues si no has llegado al último párrafo no sabrás de dónde viene :):) me alegro q lo veas, aún así, bien escogido...

      Es cierto q cada uno leemos a nuestra manera, pero creo q NáN queríá decir q no le importaban las tramas sino puramente los aspectos formales. Yo le entiendo porque a mí algunas tramas me han "molestado", y lo digo desde la admiración al escritor@, q ha logrado crear una historia q te atrapa y q necesitas saber, pero si formalmente es la leche, igual no te paras a disfrutarlo como querrías pq necesitas saber qué pasa luego. Pero vamos, para eso están las relecturas :)

      Bicos con tulipanes

      di

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    2. Totalmente de acuerdo, aunque matizaría un cacho eso de "los aspectos formales"... y "lo de la trama" también tiene mucha tela... pero no quiero recuperar a M.L.Estefanía o las diversas épocas de Picasso, ya que el problema es megacomplejo...

      Como la locura escenográfica de un tal Visconti, teniendo llenos los armarios aunque no está previsto (previsto!) abrirlos.
      Qué podría pasar si de repente se le ocurre, a la fenomenal CC, abrir un armario de la parte semiabandonada del palacio y no aparece más que el vacío inmenso de una aristocracia que huye (lo cual también valdría... si eres Visconti)... supongo que quería hacerle pensar al actor que allí dentro había algo que "debía haber", aunque no lo fuera a ver.. o más bien no fuera a ser visto por nosotros!!

      Bicos de armario que abres...

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    3. Todo muy psicoanalítico y tirando a semipedrada lo de los armarios. Yo empezaría por básicos como poner suficiente peso dentro de una maleta q el actor carga y en la peli camina tan ligero, o cerrando las puertas de los coches con llave, pq cuando llegan, spr los abren sin problemas (casi spr perseguidos, claro, no sería cinematográfico pararse a abrir)...

      Hablando de la trama y de NáN ayer caí en un post suyo sobre Auster (yo no le he dado oportunidades a este autor, leí el de la Trilogía y me dejó sin ganas de seguir) q me encantó: venía a explicar q nosequé novela suya era como si le contara a su editor lo q tenía en mente escirbir, pero no era una novela... o sea, tenía acción y no atmósfera. Lo resume perfectamente. Aquí está:
      https://lotronan-1224.blogspot.com/2011/01/dia-1201-paul-auster-inventa-la-novela.html

      bicosss

      di

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  4. La primera vez que leí el libro me lo leí censurado, como suena, porque me lo dejó una amiga que lo sacó de una biblio de un cole de monjas. No hay nada más tentador que la censura para caer en el pecado, así que enseguida me lo conseguí sin censurar.
    Me gustó, pero me gustó muchísimo más El Pendulo de Foucault
    Bsss
    PD.-Cuando tenga varias semanas de vacaciones ya me leo el post si eso ;)

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    1. Wow, y cómo lo censuraron? Pegaban post-its encima de los párrafos non-gratos? Mis amigos q iban a tu cole decían q se censuraba "San Manuel Bueno Mártir" -lectura obligada de COU para los de letras. Yo como hice ciencias, lo compré y leí solo pq lo censuraba el Opus :) Y bueno, en los albores de los blogs ya escribí una entradita (sucinta, en aquella época me moderaba, los cortaba en trocitos... ahora ya, wtf!) titulada "Los libros prohibidos". También leí "El péndulo" q al contrario q a ti, no me gustó tanto.

      ... Y cuando lo termines entenderás la dicotomía eco-di: construir vs. matar al lector :):)

      Besitos

      di

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    2. Había partes subrayadas con una especie de fosfi negro.
      Los del opus eran mas sutiles, san manuel bueno martir lo sacaban de las listas de obligatorios y la ponían en voluntarios q es la mejor manera para que nadie lo lea
      ;)

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    3. ostras, sí, veo esas líneas en negro... muy fuerte. Y me pregunto qué les pasaba a los alumnos del opus si en selectividad les caía Unamuno... bueno, como se podía elegir, me imagino q cogerían el otro? Qué pena en todo caso...

      Feliz Día del Trabajador (que en la isla no se celebra... aquí currando... )

      di

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