¿Quién no querría haber sido rica en aquella época en la que solo ellos viajaban? Pero antes de empezar, quien encuentre en este divague disonancias cognitivas insorpotables, estará en lo correcto: la democratización del viaje es, en principio, algo positivo -si yo hubiera nacido un siglo antes, no podría haber viajado nunca-, pero también es cierto que el día que yo deje de viajar será por la inconveniencia y molestia que causan las hordas de turistas allá donde vas. En fin, dejemos estas consideraciones a un lado -sería otro divague, tal vez incluso uno que ya está escrito-, y por un rato vivamos la magia de haber sido una viajera en el SXIX, que es de lo que voy a escribir hoy.
Esto me lo ha inspirado la noche del 9 de Abril, en la que la divaganta R. me sacó del sofá donde últimamente le pregunto flashcards a Mini (exámenes simulacros de A levels en dos semanas) para ir a una mesa redonda en Leighton House, organizada por el Instituto Cervantes, y cuyo tema era "España a través de los ojos de los viajeros británicos". Había tres ponentes que hablaron de lo que quisieron: dos de ellos de la mirada de Frederick Leighton, el pintor victoriano en cuya casa tenía lugar el acto, un tipo del que igual otro día me sale un divague pero del que hoy solo voy a poner fotos de su casa y la tercera, Cristina Morató, de las viajeras intrépidas victorianas, a las que dedicaré un poco más.
Pero primero Leighton, que nació en 1830 en Scarborough, hijo y nieto de médicos (su abuelo, en concreto, de los zares) y vivió toda su vida de la riqueza familiar. Gran viajero, pintaba cosas inesperadas como un ángulo del Generalife en lugar de la Alhambra o un molino en lugar de la mezquita de Córdoba. Cuando terminaron las charlas fuimos a una sala donde había una exposición de sus cuadros de paisaje ("Impresiones de la naturaleza") que, bueno, se deja ver, pero como dicen los ingleses "nothing to write home about", nunca mejor usado porque esta expresión invoca imágenes de una viajera que va recorriendo el mundo y que, impactada por la Belleza, pone un telegrama en una oscura oficina de correos de Samarcanda. O no: no tiene nada de qué escribir a casa.
La frase que capturó mi imaginación del primer ponente fue la siguiente: mientras Leighton se construía esta casa, "viajaba por el perímetro del Mediterráneo". Perímetro del Mediterráneo, me repito. Nunca se me había ocurrido la posibilidad de ese viaje, para mí maravilloso, y hoy en día tristemente imposible: empezar en Gibraltar y subir por todo el Levante, salir por la Costa Brava y empezar a tirar hacia el este por Francia, Italia, Eslovenia, Croacia, Montenegro, Albania, Grecia!, Turquía, Siria, Líbano, Israel, Gaza, Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, y vuelta a casa. Qué espectacular viaje sería ese en el que yo - en oposición a Leighton que no escribía diarios [seguían su pista con firmas en el Prado, o líneas ferroviarias]-, documentaría hasta el último detalle en este blog, pobres divagantes.
Cómo divago: decía que, mientras viajaba, otros contruían la casa y él iba pillando azulejos en Turquía, Siria, Egipto... que contribuyeron al maravilloso "Hall árabe" que podéis ver arriba o aquí, y otras habitaciones que he puesto entre el texto.
Termino con su cuadro "La bahía de Cádiz, Luz de la luna"de 1886. Aquí aprendí de la ponente que Cádiz es la ciudad más antigua continuamente habitada de España, fundada por los fenicios como Gadir en el 1100 ac. Y como este blog se llama divagando y sigue los meandros de distracción de mi cabeza, añadir que la ciudad más antigua continuamente habitada de Europa es Plovdiv en Bulgaria, fundada en el 6000 ac, y a la que habrá que ir, no?
Ahora, al lío, a las mujeres victorianas viajeras. Iba a comenzar con el cacareado "Cielo protector" de Paul Bowles, y cuando lo he buscado para enlazarlo me he dado cuenta de la cantidad de veces que he hecho referencia a este libro y a esta peli en este blog. La razón es que la peli me impactó muchísimo cuando la vi en estreno con 19 añitos y bueno, luego el libro que leí mucho después. Ese beréber al que solo se ven los ojos. El desierto. Las habitaciones con sombras que se mueven con el ventilador de techo. En fin, toda esa magia que nos transmite esa época y que cuando viajamos hoy a esos destinos esperamos encontrar, tarea imposible, por otro lado. Aunque a veces, por un resquicio, de repente lo intuyes -me pasó en alguna ocasión en Vietnam el verano pasado, algún momento en el que me creí en Indochina-, pero suele ser en los lugares menos esperados en los que estás haciendo algo corriente -vs visitar el monumento en cuestión-, en los que esa sensación te encuentra a ti.
Pero divago, volvamos a la casa de Leighton en pleno South Kensington que acompañaba porque está Londinium a reventar de árboles en flor y la charla de la periodista, escritora y viajera Cristina Morató, a la que yo no he leído, pero su cara me sonaba. Ha escrito un montón de libros sobre mujeres viajeras del pasado y para ello ha seguido sus huellas, convirtiéndose ella misma en la versión del SXXI de la viajera intrépida: seguro que en un par de siglos, cuando se viaje con gafas de realidad virtual o psicotrópicos se la verá así. Es una ponente muy entretenida, tanto formalmente -acostumbrada a gente que casi no varía el tono- como en contenido-siempre se agradece una broma, si puede ser autoflagelante, y en esto los españoles no somos lo máximos exponentes, dejémoslo ahí.
Nos habla de varias viajeras, de las que se puede claro leer más en la wiki (las enlazo, para mayor comodidad), pero como esto es un blog personal, ahí va mi toque:
Lady Hester Stanhope (1776-1839)
Hester era sobrina del que fue Primer Ministro William Pitt que como era soltero la usó como señora de la casa, para entretener y decorar- ya se sabe, "detrás de un gran hombre hay una pobre mujer". Pero Hester no iba a ser una de esas, y tras -se cree- unos cuantas decepciones amorosas decidió poner tierra de por medio y largarse a Oriente. Nota: parece que vivió un tiempo en Montagu Sq, la plaza de Marylebone donde transcurre parte de "The moonstone" y lo incluyo únicamente porque tengo un divague donde sale esa plaza que enlazar - así de básicas son mis motivaciones.
Lady Hester medía 1.80, como mi hija -a la que cariñosamente seguimos llamando Mini-, luego su físico era imponente y ella una mujer de armas tomar. En 1810 se embarcó en Portsmouth -no iba sola, que si su hermano, que si sus criadas, que si su médico y luego biógrafo Charles Lewis Meryon- y en Rodas conoció a otro aventurero, Michael Bruce, que se hizo su amante y cuando llegaron a Atenas aquel otro aventurero de la vida, Lord Byron, saltó al mar para darles la bienvenida (esto es de wiki). Parece que él luego la describió como "aquella cosa peligrosa, un ingenio femenino", boo, Byron, otro señoro de la literatura. De allí el grupo partió para Estambul y a El Cairo, pero cosas que pasan, naufragan en una tormenta y como se pierde toda la ropa y demás parafernalia, Hester se empieza a vestir con ropas masculinas turcas, rechazando el velo, incluso cuando entró en Damasco. De esta guisa (túnica de terciopelo violeta, pantalones bordados, chaleco, sable) se presentó ante el pachá de turno: menuda reina [con la razón la llamaban "Queen Hester"]. Le alabo el gusto a nuestra lady en cuanto a viajes: además de los sitios citados, viajó por Malta, las islas del Jónico, el Peloponeso, Atenas, y por lugares que hoy tristemente han sido o están siendo destrozados mientras escribo, como Palestina, Líbano, Siria.
Una vez en Damasco le dice al cónsul que quiere visitar las famosas ruinas de Palmira, de cuya destrucción por el ISIS también fuimos testigos desde nuestras pantallas hace diez años. Incluyo el mapa para que nos hagamos una idea de lo que debieron ser esos ocho días cruzando el desierto lleno de beduinos amenazantes, con calores horrendos de día y heladas de noche (que ya se sabe el desierto, por algo yo me llevé el Revenant). Hester y la caravana de 22 camellos que llevaba para su bolsa de aseo (esto sería en lo q yo usaría los camellos principlamente), el piano, la bañera y otras cosas de primera necesidad. También seguridad por si las emboscadas. Ah y los beduinos la trataban como a un "tercer sexo", como un hombre honorario. No quiso volver al Reino Unido -vamos, a quién le extraña, allí lejos de los corsés victorianos con babuchas y túnicas y siendo la reina del desierto-, y se quedó en lo que hoy es el Líbano, muriendo en la indigencia con un montón de gatos. Oh well.
Jane Digby (1807-1881)
Otra aristócrata inglesa, Jane tuvo la energía de tener cuatro maridos, múltiples amantes y seis hijos y cuando murió uno de ellos, a los 46, se fue a oriente donde conoció a un jeque culto, apuesto y joven -20 años menor que ella- y se casaron. Parece que con él "sentó la cabeza" (qué gran expresión) porque juntos vivieron 25 años de matrimonio en los que ella pasaba seis meses en un palacio de Dasmasco rodeada de sus muebles europes y los otros seis en "tiendas de pelo de cabra" con su jeque. Otra jefa. No hay como ser rica y tener los genes de "Jane sin miedo" adecuados.
Freya Stark (1893-1993)
A Freya solo la citó, luego no voy a entrar en detalles. Esta es del SXX y fue otra aventurera hacia el oriente, que además dejó mucho escrito.
Cuando le preguntaron a Morató por aventureras españolas, citó a dos: Egeria, una monja gallega del SIV que peregrinó a Los Santos Lugares y como resultado escribió un libro de viajes de cuyo nombre me he enamorado: "Peregrinatio ad Loca Sancta" (también "Itinerarium Egeriae" o "Peregrinatio Aetheriae" ). Leyendo la wiki me parece un viaje fascinante y no le voy a poder hacer justicia en este divague. Solo anotar que la ponente recitó un proverbio alemán que se traduce "peregrina se fue, puta volvió" y la única referencia que he encontrado en internet de esta frase es aquí, y nos da a la idea de las penurias que las peregrinas sin dinero tenían que pasar. No todas eran adineradas aristócratas.
Y la segunda es Marga d'Adurain, una vascofrancesa con otra vida loquísima: de entrada la echan ya del cole por revoltosa y su madre reza por su alma primero y luego pide que le hagan un exorcismo (hoy los llevamos al psiquiatra infantil), se casa con un primo lejano en contra de la voluntad familiar, viajando a Latinoamérica y luego a oriente, claro, donde se hace pasar por condesa y monta el Hotel Zenobia en Palmira -aquí se alojan entre otros Agatha Christie, luego hay asesinatos, condenas con lapidación, tráfico de opio y por fin, alguien la tira de un yate y nunca la encuentran, claro. Vivir al límite, no: esto es vivir al límite infinito en el infinito (alguien recuerda las mates de COU?)
Termino el divague tras esta sobredosis de aventura pensando en que claro que David Lean filmó una peli grandilocuente sobre Lawrence de Arabia -cualquier día cuelgo la foto de la placa azul de la puerta de su casa en 14 Barton St muy cerquita del Big Ben- pero a nadie hasta hace bien poco se le ocurrió contarnos historias de mujeres como estas. La vida de cualquiera de ellas es de película, y no puedo esperar a que Izíar Bollaín, o Andrea Arnold o Greta Gerwig o Lynne Ramsay las descubran.
En mi humilde opinión el hombre/mujer ha viajado desde siempre. Otra cosa es millones de vuelos que surcan nuestros cielos (... siguen aumentando). No hay que ser un lince para imaginar que esto no es sostenible. Mejor sería tirar de la bici, de la zapatilla de montaña, del coche eléctrico y del tren ... Pero bueno, el planeta nos lo cargaremos igualmente y mis hijos toman mas vuelos que yo ... así que no creo que sean ellos los que lo salven.
ResponderEliminarAsí somos ... (Greta no para de llorar ...)
Besos
Hola Anónim@ 12:07... no puedo estar más de acuerdo. Iba a caer en la tontería de "hay viajes y viajes" para sentirme un poco menos mal, para intentar separarme mentalmente de los q hacen filas para ver nosequé museo, cosa q no harían en su pueblo, o sobre el q no verían un documental. Matices, pero al final lo mismo. Sin embargo, siento una tremenda "disonancia cognitiva" con el tema, pq tengo recuerdos felicísimos de mi pasado q ocurren en un viaje, y sé positivamente q en mi lecho de muerte, si existe (igual se me cae un piano encima, ji), pensaré en un trayecto en una carretera al este de la península de Mani... :)
EliminarPobre Greta :)-no sé quién eres pero llevas un rato cayendo por aquí
beso
di
Hoy le toca a la perdida adolescencia, que no es lo mismo que la pérdida de la adolescencia... futura... esa que muchos preadolescentes no quieren (no pueden) hacer suya.
ResponderEliminarNosotros soñábamos con viajar, incluso con los camellos y las ruinas, pero está claro que eso ya es tiempo ido. Y solo la IA nos (les) podrá resarcir un escaso tiempo de recuerdo... meneos mal que, a mí, me queda Portugal y los Durrell.
Ya estamos en otros tiempos y el mismísimo Byron evitaría pasar cerca de la franja de Gaza, por mucha energía vital romántica que le siguiera quedando... donde la miseria e infinita ya no queda lugar para la gloria... en cierto modo se puede decir que toda la furia de los románticos era un exceso de silicona, ya mucho antes de que los del Valley famoso la mudaran en simple relleno de tetas...
Bicos poco siliconados...
Ay sí, menos mal q nos queda Portugal y la la Grecia de los Durrell, MV
EliminarFeliz Martes Tonto, aquí currando
bicos
do
Primero de todo ¿como que MIni mide 180 cm?? ¿desde cuando?
ResponderEliminarSegundo, efectiamente no hay como ser rica.
Tercera, a mi cada vez me apetece menos viajar. Sobre todo coger aviones. Ahora lo único que me apetece es ir en coche a Francia. Con eso me conformo.
Concretamente 1.82... No sé, un día la abrazaba desde arriba y al siguiente parezco una hormiga a su lado... snif.
EliminarPareces de la middle class inglesa (quiere decir en realidad clase media alta, pero les gusta llamarse "clase media") con lo de Francia: allí es donde tienen las segundas residencias y se traen los coches cargados de queso y, sobre todo, vino.
Donde esté ese chamizo griego q me estás buscando...:)
besis ur
di