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30 julio 2024

Mientras la nueva tendencia es "no moverte en tus vacaciones", hoy vuelo de Hanoi al Delta del Mekong (V20)

Martes 30.07.24: De Ban Vi Retreat a Phong Điền, Can Tho

No sé a qué hora abren la piscina, pero en ese momento, ahí estamos nosotros: en nuestras marcas. El Peda reporta: "Despertar a las 0530, cuando amanece, con el ruido de los bichos, bien, salimos a las 0745 a la piscina hasta las 0830, espectacular". 




Uno de las mejores detalles de este lugar es que, aparte de la charanga esa de ayer en la cena que no sé de dónde salieron, no ves a nadie. En la piscina pongamos que hay unas 20 hamacas y creo que si estuvieran llenas, la vibración no sería la misma. Este lugar me hace sentir como si yo hubiera descubierto estas ruinas del fuerte francés mientras caminaba por una jungla inexplorada - lo que les debió pasar a los que descubrieron, no sé, por ejemplo Tikal. Nota: el esnobismo que destila este párrafo es patente, lo sé todo (bueno, y el nivel de la idea delirante, porque yo con un machete en la jungla: en fin). 

Pero es que estos días he estado reflexionando sobre una nueva tendencia que está en todos los sitios que es "hay que ir de vacaciones a un sitio fijo y estar ahí viendo la vida pasar". Que a ver, está fenomenal, es más sostenible para el planeta y a mí me encantaría pasarme un mes en Léfkadas mirando al infinito. Pero, a la vez, me gusta conocer sitios, ver cosas. El viajar así me hace generar ideas, aprender, (antes) conocer a gente y me encantaría ser una viajera antigua, de aquellas que iban en tren o en camello, y poder pasarme un mes en cada uno de estos lugares que hemos visitado. En una palabra, vivir "la vida lenta". Pero eso no es posible hasta que -insisto- me descubran y paguen por hacerlo, y he de conformarme con verlo por un agujerito brevemente un rato y moverme al sitio siguiente. Entiendo que haya gente que prefiera lo otro y diga no a esto: a mí me gustan ambas, aunque me parece que la opción inmóvil también tiene que ver con la edad. Cuando era adolesente y me tenía que pasar un mes en Vetustilla o en Bellver, lo que quería era conocer el mundo. Ahora que puedo conocer el mundo... ahora nos dicen que hay que pasar un mes en Vetustilla. 


Pero divago, centrémonos en la mañana que se pasa volando porque el check-out es a las 11:00 (menos mal que nos dejan estar hasta las 12:30). En el desayuno no están los de la conga de Jalisco de ayer, y el restaurante se torna un lugar casi amable (recordemos, es un restaurante que siempre acarrea su dosis de micro-estrés). Damos un nuevo paseo y atención a la araña gigante en la primera foto:







... último baño en esa piscina (snif) donde esta vez hay un equipo de ese paquete ya habitual: la influencer y su séquito de fotógrafos vestidos de negro. 

Viene a recogernos el mismo conductor de ayer. Incluyo un par de fotos de la carretera que se sigue para salir del parque natural: llena de revueltas y búfalos que inopinadamente se cruzan por el camino.... 



Cuando llegamos a la carretera principal, Mini está muy mareada. Ya he hablado alguna vez de su "emetofobia" (miedo a vomitar) y la pobre tiende a evitar posible situaciones que envuelvan este desagradable evento (debió de ser la única pasajera que no echó las tripas en el infame trayecto Dénia-Formentera el verano pasado).  Pero hoy ocurre una terapia de exposición tipo "flooding" sin terapeuta: aunque nunca me hace caso en mi eterno: "sácalo, te sentirás mucho mejor", hoy acepta que pare el coche  y... ocurre. No entraré en detalles pero se lía parda y si ya teníamos mis pantalones (*) dignos de lavandería premium, los suyos no desmerecen. 

(*) Nota: Oh, mis pantalones: he olvidado que no tengo dolor alguno o similar tras la caída de ayer (me reconforta que no soy tan mayor como para haberme acordado esto al comienzo del divague). No tengo moradura (claro que creo que ya vendrá, aunque spolier: nunca me sale) y estoy tan fresca - esperaba lo peor porque la última vez que me caí de la bici estuve varios días hecha polvo.

El pobre hombre nos deja en el aerpouerto de Hanoi: volvemos al sur de Vietnam, en lo que será la última fase del viaje. De esto, un par de cosas: una, que te dejan pasar agua por seguridad. Dos:  atención a la monada de uniformes de las azafatas de una compañía de bajo coste.


y tres, mi campaña en contra del ultraprocesa ha llegado aquí: venden zanahorias envueltas en papelfilm. Me saltan lágrimas de los ojos.


El vuelo, que está lleno, dura dos horas y cuarto, son 1.300 kms (un Londinium-Vetusta son 1.096. Al subir hay nubes negras, lo que viene siendo un clásico.  Aterrizamos a las 19:15 en Can Tho, en el Delta del Mekong. 






El conductor de turno nos lleva a nuestro "homestay" que tiene en su nombre la palabra “rústico”, pero que es una monada (esta aclaración es pertinente porque ya se sabe que a veces estos eufemismos esconden una realidad dolorosa). Son de nuevo cabañas muy monas -aunque claro, nada que ver con los "lodges"- construidas sobre lo que debió ser un arrozal o lago, y están intercomunicadas por puentecitos. Como llegamos de noche, las únicas fotos que puedo incluir son este par:
.


Cenamos en la zona restaurante que está en un porche muy agradable, y hay bastantes turistas -todos occidentales. Es un ambiente más "mochilero" y en el que haya algo de gente aquí no molesta, da ambiente. No importa venir del pijerío exclusivo a lo rústico: encajamos perfectamente, como el Marcus Brody de "Indiana Jones y la última cruzada": "nos difuminaremos entre la población local, nunca nadie podrá encontrarnos". Somos auténticos camaleones.

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