Elegí empezar a leer a Iris Murdoch con "The Sea, The Sea" por su planteamiento: un hombre que se retira del mundanal ruido a una casa aislada frente al mar a escribir. No tenía ni idea de lo que me iba a encontrar, nunca había hablado con nadie de esta autora, de que la dicen tiene mucho de filosófico - o sea, salirse del texto para divagar de lo divino y humano. Ante mí, más de quinientas páginas de un libro que ganó el Booker en 1978, "una de las obras maestras de la literatura inglesa del SXX", dice Rodrigo Fresán (casi nada, eh, Fresán-mi opinión sobre esto luego), en maravillosa edición de Vintage Classics (su primera tuvo a la famosa ola de Kanagawa en portada, pero la mía también me encanta) y que tal vez me resuelva lo que podría ser mi vida dentro de unos años, si sigo los pasos del protagonista.
Pero: lo he dejado.
No suelo escribir sobre libros que no me gustan o que no me mueven (para qué), pero en este caso, quiero recordarme a mí misma qué pasó, no vaya a ser que me den tentaciones de retomarlo en el futuro. Una pena, porque empezó TAN bien. Estaba en Donosti, el Cantábrico como fondo perfecto para las futuras fotos de divague, muchos subrayados, anotaciones: esto prometía. Pero, una nube: mi suegra -por fin encuentro a alguien que lo ha leído- dice que a ella el principio muy bien pero "se le hizo difícil terminarlo". Mmm, ¿qué querrá decir? Pasadas las 200, ya en Londinium, empiezo a entender. Le comento mi crisis y dice "pues espera... te quedan 300 páginas". Pienso: "buf". A las 300, el bache se ahonda. Pienso: "me quedan 200". Consulto con el Peda, que es de esos de la religión "no puedo dejar los libros" (freud diagnosticaría "un super-ego atroz"), pero que siempre anima a los demás que lo hagamos ("tú que puedes, aprovecha", mientras me mira resignado desde el otro lado de su "Absalóm absalóm"-que incidentalmente me dice ahora que ha mejorado hacia el final). Insisto en contarle lo que me está cabreando de la trama, el que solo tengo una vida y una montaña por leer: los sospechosos habituales. Pese a sus bendiciones, sigo un poco más, pero pronto lo dejo.
Lo intentaré explicar, pero antes de nada, lo primero, el título: ¿no es una preciosidad? "The Sea, The Sea", "El mar, el mar". Y atención a la maravilla en griego: («¡θάλασσα! ¡θάλασσα!», «¡Thalassa! ¡Thalassa!»), parece que la fuente original es la Anábasis de Jenofonte. "¡El mar, el mar!" fue lo que gritaron, llenos de alegría, los componentes de la Expedición de los Diez Mil cuando, en el 401 a. C. divisaron el Mar Negro desde Trebisonda, lo que equivalía a su salvación. Gracias wiki, que sigue con que la fuente directa es el poema "Le Cimetiére Marin" de Paul Valéry:
"La mer, la mer, toujours recommencėe"
Luego, los temas subyacentes, que todos me interesan: la obsesión (en concreto el amor obsesivo), la idealización, el auto-engaño, la capa con la que nos disfrazamos llamada éxito profesional, entre otros. He leído por ahí que el amor es un tema recurrente en su literatura ("escribía novelas de ideas sobre el amor y ocasionales cartas de amor a las ideas", dice Sarah Churchwell), tal vez porque era muy importante en su vida ("love is to long and to long and to crave somebody else's company"). Poco recuerdo del biopic de Richard Eyre que vi cuando la estrenaron ("Iris", 2001), basada en el libro de su marido John Bayley sobre su vida juntos (Kate Winslet es la joven y Judi Dench la mayor, precipitándose en los brazos del Alzheimer) en el que debe hablar de sus amores. Parece que Iris hacía sexualmente lo que le daba la gana ya cuando conoció a Bayley en la universidad y luego siguió: se la ha descrito como "promiscua" y, pregunta retórica la de las editoras de su correspondencia ("Living on Paper: Letters from Iris Murdoch"): por qué a Iris se la cataloga así y a Ted Hugues (el poeta, marido de Sylvia Plath) de "nomádico"? Todos sabemos la respuesta.
Yo no he leído ni he visto "La tempestad" de Shakespeare, que comienza obviamente con una, y el resto de la obra transcurre en una isla donde vive Próspero con su hija Miranda y sus dos sirvientes, el monstruo Caliban (alguien recuerda el "Caliban's dream" de la ceremonia de inauguración de los Olympics aquí en 2012) y el espíritu Ariel, pero sé que los críticos profesionales (los que no se hacen fotos con libro en sus pies) comparan al protagonista Charles Arrowby con "Prospero", el viejo mago renunciando a su vida de poder y magia, en su reino junto al mar.
Eso es lo que hace Arrowby, uno de los personajes más repelentes que he leído últimamente [pero atención a la maravillosa descripción de cómo ha envejecido su cara de Murdoch: "that faint air of quizzical cynicims which clever elderly people instinctive put on, a final defence (...) his face was full of wary watchful anxiety masquerading as wordly dettachment, as if he were cautiously wearing his wrinkles as a mask"]. Tras una vida como implacable director de teatro en Londinium, decide dejarlo todo atrás, huir de los focos [aunque como le dice un personaje: "el campo es el lugar menos pacífico para vivir. Te podría haber dicho que el lugar más pacífico y recogido del mundo es un piso en Kensington"] a una casa que compra llamada Shruffs End, donde piensa escribir sus memorias. Que deben tener bastante carnaza porque fue uno de esos solteros de oro con muchos líos amorosos (imaginen la intensidad, con actrices de teatro, Shakespeare en su mayoría, de las que cuando describe su acento fuera del escenario aclara, "si se puede decir alguna vez que ella está fuera de un escenario") con las que no se comprometió porque, oh, él seguía enamorado de su sweetheart del instituto, una tal Hartley, que le mandó a freír pimientos cuando él se fue a vivir a la City y no solo eso, en esa época sin internet ni teléfonos móviles (si lo piensas, maravilla) literalmente desapareció, y por mucho que él intentara encontrarla: rien. Así era la vida entonces, no la inventé yo.
Así que en esas estamos en el principio del libro, que me encanta, porque al prota le gusta el agua tanto como a mí, y se baña todos los días en ese Mar del Norte que ya he probado y fukinghell. Murdoch describe el mar de una manera tan bonita, desde la casa y desde el agua (su lucha la mayor parte de los días con las olas para salir, ayudado por cuerdas que se ata a las rocas). La casa no tiene electricidad ni calefacción y él vuelve a un estado tipo Walden, en el que piensa en lo que le rodea, su escritura, y la vida que dejó en Londinium. Cuando digo que yo estaba por testear lo que sería mi reacción a este tipo de movimiento en mi vida, es porque es una idea que frecuentemente me planteo: cual será mi siguiente Gran Cambio, podré decidirlo yo, o me vendrá dado. Si lo primero, vivir en un lugar aislado frente al mar, pero no precisamente en el Mar del Norte, sino uno con otra luz, con otro azul -de hecho, verde-, con otras -pocas- olas, con el fondo claro y transparente [Me río porque el prota dice en un punto: "oh bendito el Mar del Norte, con sus limpias y misericordiosas mareas, no como ese maloliente tirando-a-sopa Mediterráneo!"-qué sabrá]. Y vivir en una casa básica como la suya (no llego al no electricidad, ni siquiera al no-wifi, supongo), no una horterada de nuevos ricos o de viejos ricos me da igual decorada "con gusto", cestas que nunca llevaron nada de las que sale una mantita que nunca abrigó a nadie. Y escribir.
Porque el prota quiere escribir un blog, en la época en la que estos no existían:
"He considerado escribir un diario, no de cosas que pasan porque no habrá ninguna, sino un registro de pensamientos entremezclados, y observaciones diarias: "mi filosofía", mis "penseés" con un fondo de descripciones simples del tiempo y otros fenómenos naturales".
En concreto, quiere escribir este blog. :) Más adelnate dice que está escribiendo una novela y que "era cuestión de encontrar la forma, y de alguna manera la historia, mi historia, ha encontrado la forma por mí".
Algunos de estos sueños míos se están viendo amenazados por el maldito verano de calor y fuegos por todos los sitios (igual el Mar de Norte no es tan mala idea, al fin y al cabo), pero también porque tal vez ese sitio en mi cabeza sea una eutopía y no exista. Pero desde luego, no por lo que le pasa a Arrowby a partir de la página 200, que es cuando decido dejarlo. La trama de Arrowby es despatarrante y a mí no me ha servido como plantilla para nada: quien vaya buscando respuestas a cómo reacciona alguien a este tipo de giros vitales, aquí no es.
La novela se transforma entonces en un sainete. Pueden buscar las explicaciones que quieran, encontrar "temas subyacentes" a una trama de vodevil, pero eso es lo que a mí se me antoja. Porque todas las amantes de Arrowby vuelven a molestarle y oh, parece que nunca le han olvidado. Él que siempre ha usado a las mujeres desde choferesas hasta maestras, pasando por material sexual, las tiene a todas aún colgadas. Gran descripción de Rosina, una de ellas a la que amó de una manera enloquecida: "sus besos eran de tigresa, tenía el encanto feroz de la chica mala en el cuento de hadas que no se queda con el príncipe, pero que es más interesante que la que lo hace, y tiene las mejores frases también" o "su oscuridad es lo que me hizo amarla"). A otras de una manera soñadora y tranquila, aquellas a las que "el riesgo de que les rompa el corazón no les disuadirá", nunca lo suficiente: él sigue enamorado de alguien que ya no existe: porque obviamente Hartley, su amor de adolescencia, ya no es la misma persona que la Hartely de 60 años.
Con la que, por cierto, se reencuentra por casualidad. Sí, sí, 40 años buscándola y justo va y ella se ha instalado también en el pueblo cerca de Shruff's End. Qué cosas eh. A ver: yo por esta y otras casualidades delirantes no he dejado la novela. Lo de la "suspensión de la incredulidad" lo tengo más que asumido en ficción y si así lo decide la autora, sea. Pero es que la obsesión que desarrolla con la pobre Hartley, que pasa millas -aunque está anclada en un matrimonio no feliz pero sí "satisfactorio"- es al principio molesta y a medida que avanzas directamente irritante. Me recordaba todo el rato a aquel pesadísimo Florentino Ariza de "El amor en los timepos del cólera", o al brasas Jay Gatsby y su continuo "old sport". Pobre Fermina Daza, pobre Daisy Buchanan. Y conste que nada en contra de la obsesión como concepto, como motor vital, como patología: mi libro favorito va del tema, y yo misma lo soy un poco... pero dejemos a las ballenas y a la gente en paz si no están por la labor de obsesionarse con nosotras también. Para las patologías hay Citalopram y CBT.
Releo el divague en diagonal y al meterle las citas en cursiva tengo un momento de duda (sabía que me iba a ocurrir): con lo bien que escribe, y con lo que me gusta leer sobre sicópatas, gente sin empatía ni remordimientos, narcisistas perdidos -cosa que sin duda es Arrowby-, y con el mar de fondo, en este terrible verano sin fin. Tal vez por eso. Mal comienzo entre Murdoch y yo, auqnue espero no sacarla de mi vida lectora, y volver a otro de sus libros algún día. Sería una buena venganza, casi justicia poética, hacerlo frente al mar, el mar, el mar...
Ah, el mar... sin mar ojos vista no hay residencia habitacional posible... pero hay obsesiones mucho peores, sobre todo si se atiende a los diversos yos que pululan por tu interior... cerebral, que ahora que intentan decirnos que lo hay también intestinal, vaya por alguno de los griegos dioses!! Que hasta hay algún yo que le gustaría una de esas casas californianas con cristalera al Pacífico y fecha de caducidad, para decaer por el acantilado... en fin desvario.
ResponderEliminarY por qué será que la tal Iris (unknown, como el personaje del Leone) me suena algo a USA? Y el Mar del Norte solo lo contemplo desde una ventana de Elsinor, pero bien cerrada conrtra las inclemencias del tiempo y las desagradables visitas vikingas)
Mi yo literario sigue enganchado al Rabbit, por lo de ahora.
Bicos tranquilamente contemplativos de las hermosas olas...
Hola MV, gracias por el comentario. No no, Iris era irlandesa pero se mudó a Inglaterra de peque, de hecho al barrio ese literario del que os hablo a veces q voy con la bici (Chiswick). La próxima vez que vaya hago una foto de su casa q tiene placa azul.
EliminarEn la novela no queda claro dónde está situada la casa del prota, pero buscando por ahí han concluido q en la costa este hacia el sur (pq esta gente del pasado va y viene con mucha facilidad de Londres...
Sí a vistas al Pacífico pero donde esté nuestro Egeo/Jónico/etc...
Animo con Rabbit :) y si no, déjalo. No pasa nada...
bicos desde el juliet balcony
di
Este mar cantábrico se sigue desbordando, ahora por el ala dcha,.... No sacaremos conclusiones
ResponderEliminarGracias Anònimo... no estoy pillando la metàfora... sigo intentàndolo :)
Eliminar... Que encuadres los horizontes q me da toc
Eliminarque encuadres los horizontes que me da TOC
EliminarMe alegra ver que coincidimos con EL MAR, EL MAR. Cuando te dije que me costó leerlo porque a partir de la página doscientas perdía mucho interés para mí, siempre queda la duda de que quizá a ti, mucho más cualificada que yo, podrías ver cosas interesantes que a mí se me escapaban. Para fiarse de los premios...
ResponderEliminarUna vez más me admira la capacidad que tienes para explayarte tanto al comentar un libro.
Más vale tarde q nunca...pero de verdad, no digas lo de más cualificada, pq yo no tengo en esto ninguna cualificación, solo mucho rollo, como sabes. :) Yo no he leído ni la mitad q tú... a ver si te alcanzo algún día!
Eliminarbesos grandes
di
Si alguna vez sentí tentaciones de leer esta novela (grandes críticas y eso...), se me han quitado rápidamente. Mucho mejor, ya que hablamos de avistar mares, leer la Anábasis, que yo encontré muy divertida: básicamente, grupo de pillastres mercenarios a quienes dejan tirados en medio de territorio enemigo y, a base de engaños y otros trucos muy odiseicos, logran por fin regresar a casa.
ResponderEliminarMe ha encantado tu observación de que la señora Murdoch lo que de verdad querría es escribir este blog. Sin duda, prefiero tus divagues a los suyos.
Has leído la Anábasis!!! Sigues siendo mi heroína!
EliminarY me parto con la observación de q Murdoch quería escribir este blog... jajjaja... noooo, es el prota de la novela el q querría escribirlo! Murdoch ya tenía bastante con ser escritora de renombre... te imaginas? "Gané el Booker pero yo lo q querría es escribir un blog con avatar de bruja q leen cuatro" jajajaj
besos
di