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26 septiembre 2022

"Me llamo Lucy Barton", donde Elizabeth Strout nos da consejos al oído a los que queremos escribir

Hace un poco más de doce años me pasé varias semanas del horror en un hospital porque una apendicitis traicionera terminó en peritonitis. Hacía unos meses que había comenzado esta aventura del divlog -impulsada por mi ex-cobloguera Diva- y ambas leíamos y comentábamos religiosamente en un pequeño círculo de blogs, de los que quedan muy pocos. Algunas noches en aquel lugar estuve convencida de que me iba a morir, y no ayudó que sin saberlo, la autora de uno de los blogs que ya no existen escribió de una compañera suya que acababa de morir de lo que me aquejaba. “Odio el colon”, puso, y yo ahí, sola -aquí no dejan quedarse a los familiares-, enmedio de la noche -me daba tanto miedo la noche- , mirando la Blackberry -era esa época-, cuyo acceso a internet era lentísimo.  “Odio el colon”.

Cuando me dieron el alta tuve pesadillas durante mucho tiempo, pero enseguida me puse a escribir: eso sí, no pude hacerlo en primera persona ni contar esas semanas de postoperatorio. Me inventé un personaje llamado Judi (Ju-di) que contó aquí el via crucis del preoperatorio, en el postoperatorio ni entré. Hoy, con la distancia, me da rabia no haber escrito desde "aquel lugar oscuro", que dirían los intensos, más que nada por tener acceso a mi mente en esos momentos y, sobre todo, para desde él poder maravillarme cada día solo con el milagro de andar por la calle .

Pero Lucy Barton, la protagonista de "My name is Lucy Barton" de Elizabeth Strout, sí que se atreve a escribir sobre este tiempo, desde exactamente el mismo lugar, el mismo postoperatorio de peritonitis que la deja débil, delgada, y echando de menos a sus hijas pequeñas. Volver ahí ha sido para mí un "tour de force", tantas de sus frases aunque no las escribí las recuerdo perfectamente como ideas, el recurrente "tú estás en el hospital, y la vida sigue normal, allá afuera". Y tantas situaciones: cuando la obligan a pasear con la barra metálica con ruedas donde están colgadas bolsas de lo que te están metiendo en vena. Recuerdo esos ejercicios, yo los odiaba, no quería salir de la cama, no solo porque era duro físicamente sino porque el único beneficio de esa situación era poder estar ahí emboscada detrás de mi libro -"Los detectives salvajes", idóneo para una situación salvaje- a jornada completa (por supuesto, fui "la paciente favorita" de enfermería, como me dijeron al final). Lucy en sus paseos se siente triste de ver a los otros pacientes enganchados a las teles como a las vías que les entran por la venas, ninguno lee; yo no estaba en tristezas tan elevadas, tenía bastante con la mía y aún siento una pena inmensa de mí misma al recordar la imagen de ese despojo que era yo al que sacaron en silla de ruedas al pasillo para ver a Mini, en su carrito de bebé. Y, la última situación (y ya paro la catarsis esta que me está saliendo, en serio), cuando la bajan al escáner enmedio de la noche, y yo tengo un flashback de los pasillos vacíos con eco a las 2 am, fluorescentes palpitantes, el camillero nigeriano que empujaba mi silla de ruedas que había vivido en Córdoba. Así que por ir terminando con este lúgubre comienzo -que para mí ha sido un breve ejercicio de exposición-, anotar que aunque el lector no haya estado en aquel pequeño infierno hospitalario y existencial, hay mucho más en esta novela que les va a tocar, como me ha ocurrido a mí. Da igual que esos otros  temas no nos hayan pasado en primera persona: de eso va la empatía, para eso se lee, para conocer otros mundos si te los cuentan bien. Y de algunos de esos temas quiero escribir.

~~

Lucy Barton viene de una familia pobre -muy pobre, en algunos momentos viven en un garaje- de un pueblo de Illinois, en el medio oeste americano (un lugar con tanto cielo: al llegar a la ciudad su madre le pregunta: "cómo puedes vivir aquí, sin cielo?" y Lucy sabe exactamente a lo que se refiere). Pasa su infancia hambrienta, sucia, con frío, sin estimulación ni física ni intelectual. Por ello encuentra su refugio en el colegio, donde se queda por las tardes leyendo, porque hay calefacción, y como es lista termina con una beca para la universidad con la que logra salir de ese agujero. Estas historias de gente pobre que logra escapar gracias a la lectura y su capacidad intelectual siempre me causan cierta ambivalencia: por una parte, tremenda adhesión y refuerzo sobre la necesidad de un sistema público fuerte y, por otra, también me pone de frente con la intrínseca injusticia que es la vida: el hermano y la hermana de Lucy no son tan espabilados y se quedan anclados para siempre ahí. Tantas loterías vitales. 

Lucy pierde el contacto con su familia en la universidad, pero su pasado pesa: no sabe de lo que hablan en muchas de las conversaciones de cultura (“el arte es síntoma de una mundo sofisticado”), se considera a sí misma “trash” y se sorprende cuando un profesor de escritura en la universidad le dice que no use el adjetivo “barato” (“la mujer llevaba un vestido barato”). Termina en Nueva York, casada y con dos hijas, y en el comienzo de la novela, como he dicho, ve el mundo desde una cama de hospital que tiene como única luz las vistas al Chrysler Building, que es aún más mágico de noche (“un faro de de las mejores esperanzas y aspiraciones de la humanidad y su deseo de belleza”). Pero entonces viene su madre, a la que no veía hacía muchos años y así aprovecha Strout para explorar la compleja relación de Lucy con su madre y con su pasado.


Las relaciones madres-hijas han sido siempre muy literarias y, mi impresión es que, hasta hace poco, en general cargadas de desconexión. Pero últimamente esto está cambiando -por que leo y escucho por ahí, igual me equivoco: las chicas de treintayalgo parecen tener mejores relaciones con sus madres, y me alegro mucho. Por supuesto, hay un tema de personalidad (te puede caer mal tu madre y viceversa, la puedes querer igual), pero mi hipótesis es que tal vez haya también un tema generacional y en España en concreto, esto se explicaría simplemente leyendo los libros de historia: el mundo en el que crecieron las madres de mi generación y la siguiente ya era otro. En el caso de Lucy Barton, a la complejidad de este combo personalidad (su madre tiene serios problemas para expresar sus sentimientos: no sabe o no puede decir "te quiero" y si lo dice Lucy, mira por la ventana, azorada) y generación, se une la culpa por ambos lados y el hecho de que Lucy, ya no “pertenece” culturalmente a esa familia: se han convertido en marcianas una para la otra.

Lucy tuvo una infancia tan carente de cariño que tuvo luego que confiar en "la amabilidad de los extraños" y esto se plasma en la novela: cuántas veces dice cómo quiere a gente que han pasado por su vida, un vecino gay, amigos y en particular, el médico que la trata en el hospital. Esa relación es tan preciosa que yo aconsejaría a cualquier estudiante de medicina que leyera “Me llamo Lucy Barton”: esa es la razón por la que la mayoría se meten en esa carrera. Yo no tuve esa relación personal con ninguno de los cirujanos que pasaban por la planta, siempre con prisa, siempre seguidos de una pequeña corte de plebeyos que tomaban notas cuando ellos hablaban, pero sí que la tuve con alguna enfermera y un asistente de enfermería. Cuando estás en situación de máxima vulnerabilidad, como es la enfermedad, esas personas son ángeles que aparecen y te salvan.

Igual que te puede salvar la literatura: la parte que más me ha gustado -siempre me gustan estas partes- es en la que Lucy explica sus ansias y sus primeros pasos como escritora. Usa además, para hacernos llegar estas ideas a otro personaje, Sarah Payne, una escritora que Lucy conoce un día en una librería (“me encanta Nueva York por el regalo de estos encuentros”, dice Lucy, Nueva York, ese lugar de sofisticación donde la gente anda obsesionada con los restaurantes, pero “la comida nunca ha ejercido una atracción sobre mí como para la gente de esta ciudad”). Me gusta cómo describe a Payne, una mujer de 50 que “era tan bella por dentro como por fuera (...) Tenía la apariencia de una mujer de la que los hombres aún se enamoraban”. Todas nos enamoramos un poco de Payne al leer este libro. Ella rompe "la cuarta pared del libro” (me encanta, no es mío) y dice lo que piensa sobre el clarificar cosas a los lectores: “no es el trabajo del autor hacer saber a los lectores lo que es la voz narrativa y lo que es la visión privada de un tema del autor”. Tus personajes pueden decir cosas con las que no estás de acuerdo, o hacerlas, pero tus personajes ya son del lector una vez que “sueltas” tu escrito. “Never ever defend your work” (nunca jamás defiendas tu trabajo) es el otro consejo de Sarah Payne a Lucy, aunque la gente te diga que no entiende por qué su madre no puede decir "te quiero", no lo expliques, que lo haga esa persona que habla todo rato en el "club de lectura". “Escribirás tu única historia de muchas formas. Nunca te preocupes por la historia. Solo tienes una”. O “si hay una debilidad en tu historia, encárala de frente, cógela entre tus dientes y encárala, antes de que el lector se dé cuenta. Esto te dará autoridad”. O “tienes que ir a la página con el corazón abierto”. Todos estos consejos de Payne a Lucy, o a sus alumnos de escritura creativa nos los está dando Strout a sus lectores que aspiramos a esto de escribir. No recuerdo haberme encontrado esto en otra novela así de explícitamente, y me dan ganas de ponerle un mensaje que diga gracias. 

Luego he leído entrevistas a Strout en las que explica lo arriesgado de crear un personaje que es una escritora que narra en primera persona: todo el mundo iba a pensar que Lucy era ella. Strout dice exactamente lo que yo pienso: “siempre hay autobiografía en toda ficción, hay trozos de mí en cada uno de los personajes, sea hombre o mujer, porque ese es mi punto de partida, soy la única persona que conozco (...) No puedes escribir ficción y ser cuidadosa”. De todas formas, Strout dice que al principio no tenía mucho que perder porque “bueno, probablemente nunca nadie lea esto, lo voy a escribir”. 

También dice: “I will never see the world except through my own eyes, and that was a remarkable thing to realise. I think many people live their whole lives and don’t realise that” ("Nunca veré el mundo excepto que a través de mis propios ojos. Hay gente que pasa toda su vida sin darse cuenta"). Para mí esta idea debería ser un motor, que cualquiera podría aplicar a su vida. Yo tengo una similar para instigar cambio, cuando tengo miedo, o pereza, o dudas: “en mi lecho de muerte pensaré en esto o aquello que no hice, o en aquello que hice mal”, y eso me saca de mi "zona de confort". Nadie lo va a hacer por ti: tú puedes animar, instigar, en última instancia, obligar, pero lo que no sale de ti misma, no va a servir para nada: esa parte del mundo no la vas a ver con tus propios ojos, y será una pena. 

Hay muchos detalles que nos muestran a Lucy la escritora: una sola frase en un momento de un noviete le hace ver que nunca se casará con él, o sea, de cómo fijarse en un detalle pequeño te puede cambiar la vida. “Recuerdo una punzada en mi cabeza, no supe por qué. Nadie sabé por qué hasta luego”. O la sensación de que la escritura salva a Lucy tanto como ese buen médico en el hospital (“mis dos o tres horas de escritura al día eran terriblemente importantes para mí”). Nunca hay suficiente tiempo para todo, y para escribir hay que ser “ruthless”, implacable, despiadada, como le dice Payne, te has de poner a ti primera en muchas ocasiones, y que las mujeres lo hagamos nunca ha sido bien visto. “But really. The ruthlessness comes in grabbing onto myself, in saying: This is me, and I will not go where I can’t bear to go”.

Termino la novela un sábado por la mañana en la cama, con el sol entrando por la ventana. Busco la foto de Strout en internet: es ella, esa mujer rubia con gafas la que ha escrito lo que yo no pude y la que me ha dado todos esos consejos escondidos en conversaciones de dos personajes. No hace falta ser de una determinada generación que no ha conectado con la anterior, ni haber tenido peritonitis, ni siquiera intentar escribir para sentir la generosidad con la que ha escrito este libro, y para que te dé alas, en cualquiera de los caminos de la vida que tengas por delante.  



23 comentarios:

  1. Dos momentos vitales... cuando uno se da cuenta que en ciertas ciudades no se ve el cielo, que es como diferenciar entre dormir debajo de un puente o en medio del bosque, bien arropado por un buen saco de dormir... claro que esto ya pertenece a un tiempo pasado... demasiado psicópata suelto!

    Y otro, cuando te topas con el profe sabihondo, que no te deja usar cheaper (con lo bien que suena, como trash... tan de bofetada!)... pero que chaperos son algunos que van de sabios!!!

    Desde luego la presencia de cielos (diversos) y de maestros ("amigos") anima a dar ciertos pasos, que, en caso contrario, son abortados constantemente...

    Bicos amigables...

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    1. Vaya disfrute con el camillero... una combinación de El paciente inglés y (como bien dice un comentarista) un momento speed de ER... me pirra esa narrativa!

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    2. Has llegado al camillero nigeriano que hablaba castellano con acento de Córdoba en la noche de Camberwell! Es un personaje q si me lo invento en Serial, la gente pensaría q no es creíble. A menudo la realidad supera a la ficción... :)

      bicos surrealistas

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    3. Acabo de pasar por “lo del velo” y eso me pone mucho (más como jubilata)... me llevó a las viejitas de velo y luto, incluso en una sociidad tan modernizada (pero relativamente medieval!)... y como no a la tópica discusión sobre la antipsiquiatría y el gran problema de la inclusión (fuera o dentro de una institución?)... en fin, mucha tela… porque un ser humano decide ayudarse de la química (“bien” aconsejado), para estabilizar su automaltrato mental, pero otro decide que nada de eso, que “prefiere” pasar el día maltratando (física y mentalmente) a otro ser humano??… "incluso" familiar (una hija?)... en fin, mucho sastre y mucha modista (sobre todo modista!) se necesitan... si pillas una lectura sobre el tema, te invito a trinchar el pavo, siendo no celebrante del puto día de acción de gracias…

      En cierto modo está ligado al concepto de libertad, ese tan mal definido y mucho más vapuleado… que incluso el Sócrates le negaba a la adolescencia ateniense… y el bestia del Platón, ya no digamos!!

      Bicos libertarios… (pero al estilo europeo)

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  2. https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2022/09/26/632ee297e4d4d82c7a8b4570.html

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    1. Gracias Anónimo por la recomendación. Me lo voy a comprar e, incumpliendo la primera norma de Fight Club, hablaré de él.

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  3. Elizabeth Strout: en el "top five" de mis escritoras actuales favoritas. No puedo decir más.

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    1. Guau Elena! es mucho decir. Por cierto, entendí tu comentario del otro día de "sus personajes desagradables" con la miniserie basada en sus libros de Olive Kitteridge. Aún no la he terminado pero qué gran personaje es Olive, y cómo lo borda Frances...

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    2. Frances, sublime. La serie es maravillosa, pero la novela también lo es.

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    3. Me las apunto, creo además q hay más de una novela de Olive...

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    4. Hay, hay: Olive, again (en español, un raro "Luz de febrero"), preciosa, me gustó mucho el reencuentro; y Lucy Barton volvió en "Oh, William!" y, hace una semana, en "Lucy by the sea", su relato del confinamiento (estoy con ella ahora mismo). Strout es maravillosa. Un beso, my dear Di.

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    5. ay ay reinamora, qué bien verte por aquí... sí, y de "Oh William" hizo una resenia en "La lectura" una tal carmen q me encanta...

      much love darling

      di

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    6. Ohhhhh por vuestra culpa me he leido Olive de Strout. Lo acabo de terminar.Me ha gustado mucho, aunque creo que a la traduccion le falta algo, no sé qué. Igual vosotras bilingües me lo sabeis decir.
      Los personajes que juntos contruyen un espacio me han parecido sensacionales.
      Pero cuando estaba aplaudiendo el libro y ni diez minutos despues de acabarlo he empezado la serie y creo que es todavia mejor.
      La fuerza del conflicto en el matrimonio es de una dxpresividad de cada gedto. Bueno, una maravilla.
      Abrazos y gracias a ambas por descubrirme a esta escritora

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    7. Hola! y me alegro. No he leído Olive K, pero la serie tiene muchas cosas, para empezar Frances, q yo personalmente me la creo en todo. Curioso q recomiendan estas novelas en la lista de libros del cole de Mini... no sé si lo veo yo mucho para catorceanieros? Claro q esa lista me ha sorprendido (El cuento de la criada? Lolita?) por otras cosas, igual algún día hago una entrada sobre "libros recomendados para alumnos de secundaria" (Nota: en castellano solo está "Cien anios de soledad")

      Si se intenta escribir y no se subraya ninguna frase de Lucy Barton, no sé... no se habrá leído el mismo libro.

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  4. Buenas, a mi también me gustó y la cita de mirar por tus propios ojos también la apunte. El del Olive Kitteridge lo tengo esperando en la estantería. Llevo una vida tan perra que no me da tiempo a leer...ando con Alice Munro que si no conoces también te la recomiendo muchísimo.

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    1. Tengo dos libros de Munro esperando, "Dear life" y otro q no recuerdo... empecé "Dear life" y no lo terminé por eso de q tal vez otro entró con más fuerza y spr es más fácil dejar uno de relatos...

      Habrás escuchado The Daily de hoy sobre lo de Irán? Qué burrada... Hoy tenía un training de esos obligatorios y la q nos lo daba llevaba panuelo en la cabeza. Me he quedado pensando: aquí en pleno Londres, una tía joven elige llevar ese símbolo de opresión, pq eso es. Ole las q se lo están quitando allá... buf.

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  5. Todavía no lo he escuchado... me lo pondré ahora. Ya te contaré

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  6. Lo de estar malita y ponerse a leer a Bolaño no lo recordaba, pero debe estar cerca de lo gore ;)
    Me apunto a la tal Elizabeth Strout q no conocía
    Bssss

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    1. jajaja.. y eso q no era "2666"... La verdadera historia es q cuando fui ingresada el libro q tenía entre manos era el Fight Club.. ese sí q lo tuve q postponer: cuando describe cómo el narrador conoce a Marla en grupos de apoyo de enfermos crónicos para "sentir intensamente" [contexto=en una sociedad q está insensible, alelada] me pareció demasiado fuerte para una cama de hospital, cuando dudas si vas a salir siendo uno de ellos, con una bolsita q te sale del abdomen con tus cositas de por vida... :) "Los detectives salvajes" para un enfermo es un juego de niños al lado de eso ... :)

      hugs por vetustix

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  7. He leído hace poco una crítica malísima a este libro en un blog de la competencia mientras rebuscaba opiniones sobre un bodrio que acababa de terminar (o casi, porque solo mereció lectura de través y listo). Como llevo un annus horribilis en cuestión literaria y estoy acertando regulín con las elecciones que hago, voy a fiarme de ti más que de otros, como debe ser, y lo apunto.
    Muxus

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    1. Era mala la crítica o ponían de malísimo al libro?

      Un blog de la competencia, un bodrio q no nos cuentas... te veo muy misteriosa marisa...

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    2. La hierbaroja que es un blog de amiguitos de molinos con el q coincido mucho, pone a parir a lucy burton.

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  8. Llegué al blog buscando opiniones de Klara y el sol, de Ishiguro. Es un libro q me dejó una sensación tan extraña de qué coño m estás contando q no quería ni hacerle publicidad. Del blog no m acuerdo, solo hablaban de libros y kuskuxeé un rato leyendo opiniones de éste y aquel. De unas m acuerdo, de otras no. Del q escribes recuerdo q no gustaba. Me llamó la atención q coincidiera con tu post...fuera misterios
    Muxus

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