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26 diciembre 2019

"Cold Comfort Farm" ("La hija de Robert Poste") de Stella Gibbons, o ver algo malo en el cobertizo

Como es sabido, Cervantes escribió "El Quijote" para hacer mofa de las novelas de caballería. Siglos después, a principios del XX, una periodista inglesa llamada Stella Gibbons, publicaba en 1932 su primera novela, "Cold Comfort Farm" ("La hija de Robert Poste", traducción del título, viva la creatividad), con la intención de hacer una sátira de las novelas rurales de principio de siglo, conocidas como "loam and lovechild" ("marga e hijos naturales"). 

Nota: Si alguien más ahí afuera no sabe lo que es "la marga", bienvenid@ a mi mundo. La rae dice que es una "roca más o menos dura, de color gris, compuesta principalmente de carbonato de calcio y arcilla en proporciones casi iguales, y que se emplea como abono de los terrenos en que escasea la cal o la arcilla".  Todo claro, no? A ver, un cable: si digo D.H. Lawrence y Thomas Hardy igual el lector ya se hace más a la idea? Se trata de esas novelas con escenario bucólico de fondo, donde la tierra, fertilizada a tope anhela dar frutos, las abejitas se pasean con el polen por estambres y pistilos, los animales se reproducen y los humanos, follan como bestias. Y no tengo que disculparme por la tosca elección de verbo, porque solo estoy citando el título del divague a propósito de "El amante de Lady Chatterley": "Follar, ha escrito follar!". A ver, no creo que nadie esté tan desesperado, pero si es el caso (sobremesas navideñas, quién sabe), recomiendo leerse este divague, aunque soy yo cuando un libro me encanta (la brasa eterna), y en su día Lady Chatterley me encantó. También hay otro divague por ahí de la escena en la que Mellors (el rudo guardabosques) y Lady Chatterley follan bajo la lluvia: "De cómo el sexo bajo la lluvia se introdujo en el imaginario colectivo".  Este puede ser interesante para empezar a atisbar qué va a intentar ridiculizar Gibbons en "Cold Comfort Farm": "Her pointed keen animal breasts" o "in the roaring silence of the rain, and short and sharp, he took her, short and sharp and finished, like an animal" ilustran un poco la mezcla de "vuelta a los orígenes" con sexo salvaje. En plan más detalle (sobremesas que empalman con la cena), en este artículo de The Guardian plantean el juego de adivinar qué fue escrito en serio en aquel estilo polvopastoril, o qué es el cachondeo de Gibbons. Aparte de Lawrence, que era el canónico, hay un número de autores menores del género, por ejemplo Mary Webb (autora de "The golden arrow" que no he leído) que ahora dicen que no pueden ser tomados en serio, tras lo que hizo Gibbons con "Cold Comfort farm". Como pasó con las novelas de caballería.

La trama de la novela es simple: una joven londinense, sofisticada y educada, pasa a ser huérfana de la noche a la mañana. Sus padres se habían gastado una pasta en su educación "que había sido cara, atlética y prolongada" pero que en ese momento descubre le había dado "toda posible arte y gracia, menos la de ganarse la vida". Así que dedice irse a vivir con familiares que regentan una granja llamada "Cold Comfort" ("Frío confort") en algún punto de Sussex, plena campiña del sur de Inglaterra. Ni que decir tiene que Flora (Poste), nuestra heroína, no conoce de nada a esta familia grotesca, llena de personajes arquetípicos de este género, y que de este choque urbanismo-lorural se va a nutrir la novela. 

Hace casi un siglo, y tanto y tan poco ha cambiado. Porque esta grieta campo-ciudad es la misma que hoy se ve claramente en el Brexit, o en Trump, o en los chalecos amarillos. Da igual que Londinium esté casi toda rojita tras las elecciones del 12 de Diciembre: la mayor parte del país, esa "Middle England" que inspiró a Tolkien para dibujar Mordor, es toda azul. Son blancos, viejos, cabreados y esperando que vuelva la gloria colonial, o la de las fábricas de cuchillos de Sheffield. Los jóvenes progres metropolitanos que quieren irse de Erasmus no han sumado suficiente. 

Pero Flora Poste sí que lo hace. Llega a la granja, se arremanga, y lo pone todo patas arriba. Para saber cómo, hay que leerse la novela, y para entender que vamos un siglo detrás escribiendo con ingenio y humor, también. Yo me he reído mucho, no solo con las situaciones, los personajes, o con que la autora pone asteriscos antes de párrafos de "literatura de calidad" (le aclara a su editor en el prólogo, que siendo periodista nada se puede esperar de ella, pero que los asteriscos le indicarán cuando se pone Lawrence). Hay miles de pequeñas cosas para reir, como que la habitación que le ofrecen en la granja parece que tiene "manifestaciones espirituales" (allí se reune una secta) y un loro en una esquina. Flora dice que no pone objeciones a "los fenómenos, pero sí al loro" (no fallan nunca los loros, también había uno en otro de los libros más divertidos, "La saga fuga de J.B."). Cuando su prima la ve por primera vez, Flora se siente como cree que se debió sentir Colón cuando el primer indio lo miró al bajar de su carabela. Cuando la llaman "la hija de Robert Poste", les dice que por favor la llamen Miss Poste, o incluse Miss Flora "si quieren ponerse feudales". Descripciones tontas como la del sombrero de uno de los granjeros, "que había perdido sus usuales atributos de forma, color (...) y ahora parecía un crecimiento natural oscuro, un musgo o esponja u hongo, que se adhería a su portador". Otro primo que en una de sus explicaciones se convierte "en uno de esos monos descritos como casi humanos".

Fuera de la granja, mi personaje favorito es un tal Mr Mybug (realmente Mr Meyerburg, pero así se traduce como Mr. Mibicho), un gordo pelmazo con el que va a dar paseos y al que todo le sugiere sexo. Los tallos son formas fálicas, los capullos, vírgenes urgentes, aquellas montañas lejanas le parecen tetas y ambos caminan sobre el útero de la madre tierra. Flora se aburre inmensamente con él, y si alguna vez le pregunta el nombre de un árbol, el tío ni papa. El piensa que Flora no le besa porque es un reprimida. La realidad: a Flora él le parece un puto gordo. Hay tantos hombres así todavía. Hombres con un sentido de privilegio, de porque yo lo valgo, hombres que aún creen que el que no les rías una gracia machista es porque no pillas que "el humor ha de ser irreverente y te has sumado a lo políticamente correcto". Cuando lo que ocurre es que cuando ellos van,  tú ya estás de vuelta con lo de los límites del humor. Y además y cardinal: su chiste no es gracioso. Oh, y Mr Mybug escribe una tesis para probar que Bramwell Bronte, el borracho, es el que escribió las novelas de las tres hermanas más famosas de la literatura inglesas. Tamaño imbécil, tan actual.

Pero Mr Mybug es un personaje de 1932; los que aún abundan hoy con este discurso, no. Otras cosas que no han cambiado: los modistas que despreciaban a las mujeres a las que vestían (no hay más que ver los pases de modas, las odian!). El talante british "oh gracias, cenar con usted sería encantador", dijo Flora, pensando lo asqueroso y aburrido que sería". Lo que no sé si aún aplica es el consejo de Flora a una chica joven que escribe poesía: que debe dejar ese hábito si se quiere casar en el campo.

Ejemplos formales de esos intraducibles, maravillosos, como "This cracked the social ice a bit. Signs of life were observed" o "playing tennis or otherwise agitated o "my dear, why all this Fall-of-the-House-of-Usher stuff"?, aunque la frase estrella de la novela, que se repite una y otra vez es la de la matriarca tirana que cuando era niña "vio algo malo en el cobertizo". Sea lo que fuere, le dejó un presunto trauma del que vive todavía, para conseguir que toda la saga haga lo que ella quiera-hasta que llega Flora, claro. Parece ser que el "haber visto algo malo en el cobertizo" forma parte del inglés del día a día, como el "de cuyo nombre no quiero acordarme" nuestro. "Cold Comfort farm" no es el Quijote, pero comparte con Cervantes el ser muy divertida, y el haber logrado terminar, de la mejor manera, la ironía, con algo molesto: se acabó la famosa "marga", sea lo que sea.


24 diciembre 2019

Cada año más Scrooge

"Cada año más Scrooge". "Cada año más Grinch" (esta no la he visto, un monstruo verde que odia la Navidad, parece).

Estas lindezas me dedican familia y allegados, por aquello de mi lait motif:  abajo el Potlach, no más regalos con sus envoltorios (Greta llora), demasiada comida, dónde vas sin turrones, en esta sobremesa ya se extingue la conversación (felices siestas, que decía NaN), menos es más, viva el mal, muerte al capital

Pero es que no me lo ponen fácil, y ahora encima con las tecnologías, los grupos de whatsapp y sus felicitaciones por la espalda. Estoy en un grupo de más de 200 personas (silenciado, por supuesto), la promoción nosequé de la carrera y eso es ya un festival: hasta con temas religiosos y banderas se animan (el otro día una nota de color: alguien en transición de género tomó la alternativa. O bien era un de esas pavas que ponen su profesión en masculino? Señorr). Otros te mandan sus hijos con gorritos de santa. Y los más osados este año envían felicitaciones "personalizadas" en las que un librito que se abre da paso a cabañas nevadas y de fondo, su foto. Yo, a todos estos, les mando la felicitación de mi admirado Banksy de este año, "Cicatriz de Belén", se llama. Solo uno me ha achacado "matas el espítitu de la Navidad", que es lo que nos da vida a los Grinches del mundo. He disfrutado un rato quemándome en las llamas del mal. 

Pero mantendré el máximo atractivo de la noche: poder decir sin ironía la gran frase castiza, "A pasar buena noche". Pues eso, divagantes, y que Scrooge os quiere. 


PS. Me voy a terminar la confección de mis primeros canelones. Quién cree en la Navidad si se me confían los fogones?

18 diciembre 2019

10 años, 10 días y pongamos que 10 horas del divlog

Como ya viene siendo rutinario en este divlog, las efemérides se nos olvidan. Cuando cumplimos un año no, que aún estaba por aquí Diva poniendo orden, pero el segundo ya fue un poco retrasadito, y luego ya ni os cuento... menos mal que años después apareció Lux que nos hacia collages encantadores (el del sexto año lo sigo teniendo de pared del blog), y parece que el año 7 y el 8 me esforcé algo. Pero el divague MIL también resulto un fiasco, como un par de meses después.

El caso es que el 8 de Diciembre de 2009 nos lanzábamos a esta aventura, y por tanto el pasado día 8, el divlog cumplió diez añitos. Comenzamos con un divague cada una: "Divagan2" era el de Diva y "Diva y Di" el mío. Hasta hoy he escrito (creo, esto nunca se sabe) 1108 divagues, y hoy tendría la tentación de hacer aquello tan pesado del "balance". Y doble pesado, porque además es también el fin de una década y todo el mundo está haciendo lo ídem: las mejores pelis, libros, fotos, los eventos que han marcado, los personajes... de los 2010s. Y lo que te rondaré, que estamos todavía a 18.

Una de las reflexione que me hago es que en anteriores divagues-tipo-este, yo preguntaba a los divagantes cosas (y contestaban! había alguien ahí!, como en el chiste de Eugenio), y hoy cada vez me siento más como escribiendo en un diario personal que solo leen tres amigas. Y tan bien, eh, pero digo esto porque por ahí he leído de pasada que "hubo una época dorada de los blogs" o que los "blogs ya están de capa caída": ni idea (este tuvo siempre a cuatro y el de la guitarra). Esto es como la moda (no insistan más con el tiro alto): a quienes nos gusta escribir, nos gusta eso, escribir, no filmarnos hablando a una cámara, o poner cosas en tres líneas. No insistan. Ni vamos a escribir más corto, ni más accesible, ni más rabiosa actualidad. Aunque si pienso en la historia de cómo ha cambiado el divlog en temas (me interesaría mucho más estudiar cómo ha cambiado mi escritura, pero eso son palabras mayores-no me atrevo a releer hace muchos años, por miedo a no reconocerme), me doy cuenta de que en el pasado sí que hablaba mucho de política, por ejemplo.

[Nota: me digo, en este maelstrom verbal que me está saliendo, será conveniente cambiar de párrafo? Si eso. No vaya a ser que hasta las tres amigas se hagan el hara-kiri]


Ahora, está pasando tanto (tanta mierda) ahí afuera (y bueno, aquí adentro también claro, que como dice el cantito "que 10 años no es nada", ja), que a menudo no sabría por dónde empezar. Pero básicamente porque creo que todo lo que pienso sobre temas sociales es básico, nivel usuaria, y ya está escrito, aquí y allá, por todo el curso del blog. Luego: escribir sobre el nuevo gobierno (más bien sentencia) Tory que nos acaba de caer en la isla? Escribir sobre los nacionalismos? (están por todos los sitios! todos apestan!) Escribir sobre el machismo que todavía existe en los huesos del sistema? Escribir y acabar llorando de rabia y cabreo.

Así que cada vez más, el blog ha pasado a ser mis crónicas de libros, de pelis, de paseos por Londinium. Cada vez mis diarios de viajes se han ido alargando más, y he descubierto que el viaje no se termina hasta que concluyo las crónicas, y que me lo paso en grande contándolo (otra cosa son los sufridos divagantes). Luego aparece la idea de escribir ficción serializada, y ahí estamos. Pese a saber que es mucho más duro que escribir las entradas del día a día del blog, que salen de corrido (ya había publicado relatos, es otro rollo) y que supongo que es un "suicidio editorial", pero a quién le importa si la escritora, editora, productora y post-productora es una? Claro que a veces me planteo que igual un día viene la Señora Blogger y me dice, oiga, por qué no vuelve usted a escribir en sus viejos docus de word? Ah y también viene el DiSupergo y dice, ya te vale de escribir solo para pasártelo bien: mira cómo está el mundo. Pero el superego, como ya explicamos en detalle en el estado embrionario del divlog, son los padres. 

Total que aquí estamos, diez años más sabias, hasta que la Sra. Blogger nos eche.

Gracias por venir! :)

10 diciembre 2019

Serial 10.

Era un mujer de 75 anios, delgada, todo fibra. De lo que se llama "petite", una muñequita. Llevaba el pelo corto, estiloso, gafas metálicas, sujetadas con una cadena. Violet Rubí fue mi primera paciente en Banderley. 

Había llegado para ingresar en medio de la noche, hacía un mes. Uno de los enfermeros me contó que Violet era un vieja conocida-valga el juego de palabras. Siempre llegaba a la planta en la circunstancias similares: para qué taxi o ambulancia, si puedes llegar en coche de policía. Detenida. Violet tenía un diagnóstico establecido de Trastorno Bipolar. Cuando entraba en la fase alta, dejaba a veces de tomarse el Litio, con esa sensación de "todo lo puedo" que luego he visto tantas veces, a través de los años en otros pacientes. Eso, o el rechazar medicación porque "lo quiero intentar yo solo". Pobrecitos: como si este juego cruel de neurotransmisores dislocados tuviera algo que ver con el "querer". Esto es algo que te pasa, una mala lotería que le puede tocar a cualquiera, igual que algunos tienen un tiroides hipofuncionante, y a otros se les empiezan a reproducir las células de un tejido como locas. Nada que ver con tu voluntad, con tu fuerza, contigo. Pero aún así, nos empecinamos en hacer responsable a los enfermos mentales de sus comportamientos, como si fuera la culpa del ciego el haber perdido la vista. El estigma que hay detrás de esto hace que se me caiga el alma a los pies. Y bueno, a Violet aún le había tocado el estigma menor: dentro de las psicosis, el trastorno bipolar es de lo mejorcito, en comparación con un diagnóstico de esquizofrenia. Hay estudios muy claros sobre el sobrediagnóstico de esta última enfermedad en inmigrantes, y gente pobre. Si estás loco y eres burgués, tienes más posibilidades de acabar con bipolar. Además, Virginia Woolf, Van Gogh, Sylvia Plath, Edgar Allan Poe, Stephen Fry... todo mucho más artístico y  glamuroso.  

Hace un mes, siguió el enfermero, la encontraron en una plaza de Whitby, en tirantes, farfullando sin sentido, loca. Cuando se fue todo el mundo, seguía allí, con los borrachos y los mendigos, y se quiso meter en la fuente, y sus gritos despertaron al vecindario: vamos, lo de siempre. Y entonces los rituales repetidos de la poli deteniéndola con la Sección 136, y vuelta a Banderley. Este es un hospital de distrito, y algunos de los enfermos crónicos son casi parte del decorado, todo el mundo los conoce.  Mi labor en mi primer día de trabajo real, consistía en hacerle el examen del estado mental, que se llama, para ver si el tratamiento estaba funcionando, hablar con el equipo de enfermería sobre sus observaciones y, por fin, consultar con Cook.  Y familiarizarme con las secciones de la Mental Health Act  1983 (Ley de Salud Mental), algo que en la península de la que vengo habían remotamente hablar. Allí llegaba el forense, malhumorado y con manchas de sol y sombra en la camisa, firmaba la detención, y se iba, a rematar la noche. 

Violet estaba en su habitación cuando entré a presentarme. "Dra Calleja", repitió. En aquella época y en Banderley no podíamos lograr el acercamiento al paciente ni parecer mínimamente humanos con algo tan sencillo como dándoles nuestro nombre de pila. A mí esto me molestaba mucho, ser siempre la Dra Calleja (Calleha, ni que decir tiene que la jota desapareció en esa tristeza aspirada). "Sí, Sra Rubí, lo dice muy bien", y tras mentir la sugerencia de pasar a hacer la entrevista a la galería acristalada, en la que me gustaría poder decir que había sol, pero era otro día nublado del norte. Aún así, teníamos la inmensidad de las praderas delante, pared de piedra con florituras góticas-se incluyen gárgolas-en el lateral. Banderley era un festín para los ojos. 

Violet me siguió y se sentó muy cerca del extremo del sofá, como si se fuera a levantar en cualquier momento.  Sus manos eran expresivas incluso en los extraños momentos en que no gesticulaba: recorridas de inmensas venas azules, todo tendón y hueso, y con anillos enormes en cada dedo. También llevaba collares, y pendientes de brillantes. "Esto no es nada", comenzó, tras registrar mi mirada de neofita del gremio, contrastando los libros de texto con lo que tiene delante de los ojos. Porque sí, los libros hablan de los enfermos bipolares en fase maniaca eligiendo ropas muy coloridas, o provocativas, o inapropriadas, y joyas o bisutería enorme, árboles de Navidad andantes. Cuando Violet se deja de tomar el estabilizador del estado de ánimo, se viste con lentejuelas o brillantina (tops de fiesta de hace mil años) y se pone todas la joyas que encuentra por casa.  Paró para cogerme la mano porque quería que entendiera que sus joyas eran todas "reales" -regalos de su marido durante su largo tiempo juntos:  oro, diamantes e incluso, como su apellido, tenía un juego de pendientes y anillo de rubíes. 

Aún recuerdo su historia porque me llegó, ahora sé que por una serie de factores personales, culturales y ciertamente relacionados con que yo acababa de aterrizar en este país. Violet había sido un ama de casa a la que apasionaba la lectura, casada con un hombre de negocios con mucho dinero. Habían tenido una vida muy feliz y dos hijas. De repente, en cuestión de un par de años, su vida tal como era se derrumbó: sus hijas se fueron de casa, ambas con trabajos importantes ("highfliers", las definió, que vuelan alto-siempre me ha gustado esa palabra, sobre todo, admitámoslo, describiendo a mujeres), y su marido murió súbitamente. De un día para otro, toda su identidad se desmoronó. Cayó en depresiones severísimas en las que, me contó, no se suicidó por un pequeño perro que tenía. Pasado un tiempo, se empezó a sentir en el "techo del mundo", con una euforia, y unas ganas de hacer cosas inusuales. Cuando comenzaba con esta fase, era como una adicción: le encantaba. Iniciaba mil proyectos-que no terminaba-, la energía era inagotable, por tanto no dormía, ni comía, ni podía parar de hablar, o reír, pero su humor no es que fuera predominantemente feliz, sino irritable. Podía llegar incluso a dar un puñetazo-"y con esto, duele", me dijo  mirando de reojo los anillos- al primero que en la calle se interpusiera en su camino. Violet-y esto es lo que me dejó boquiabierta en aquella época-no tenía ninguna expectativa de que sus hijas estuvieran allí por ella. Tenía claro que ellas estaban atendiendo a sus ambiciosas vidas profesionales (ninguna había querido tener hijos por su carrera, sabias mujeres que no se tragaron el "lo puedes tener todo" a menos que tengas uno de esos pocos hombres verdaderamente feministas que hay por ahí), y no podían dejar de correr en su rueda-de-raótn personal por a su madre. Violet solo vivía por ese perro de aguas, que en este momento cuidaba una vecina. 

Leyendo la historia de este ingreso, vi que cuando llegó Violet presentaba con ideas delirantes sobre sus contactos con la reina y con alucinaciones auditivas en las que voces le decían que ella tenía poderes, como leer las mentes. Cuando vi a Violet por primera vez aquel día, todos los síntomas psicóticos, de desconexión con la realidad, ya estaban bajo control con la medicación. Seguía sin dormir bien, y le subí la dosis de Zopiclona. Estaba desesperada por irse a casa, por su perro, y le dije que si seguía así, enseguida le daríamos el alta. Esto fue un lanzarme a la piscina total, porque aún no había discutido el caso con el equipo y no tenía ni idea de la opinión de Cook. Cuando me despedí, supe que volvería a hablar con ella siempre que pudiera, con la excusa de hacerle un estado mental: me había enganchado a su energía. Pero sin engañarme, cuando los neurotransmisores de esta pobre mujer deciden el bajón, lo único que le para para matarse es un perro.

Ya debía hacer un rato que se había ido, y yo seguía en la galería, disociando, con la mirada perdida en lo verde. El busca -que aquí se llamaba bleep (blip): el inglés es el idioma de las onomatopeyas- me devolvió al mundo. En aquella época sin móviles, tenías que encontrar un teléfono, marcar la extensión de la pantallita. 

-Hola? Dra Calleja?

-Hola, me preguntas si soy la Dra Calleja? Porque yo busco a la Dra Calleja

-Ah, no perdón, yo soy la Dra Calleja -por qué terminé la frase en interrogación, en serio. Puedo ayudarle?

De repente, una carcajada.

-Hola Mariona, soy Isabel Archer, perdona... te estaba tomando el pelo. Morgana me ha hablado de ti y me ha dado tu busca. Quedamos para comer?

-Ah, Isabel... sí, perdona... sí, sí, encantada... son solo las 12, a qué hora quedamos? 

-Ahora, te va bien? En 10 minutos en la cantina?


Comer a las 12 todavía pertenecía en mi mente al soporífero mundo del bebé. Baby-lunch, y luego siesta. Pero parece que aquí esto era lo normal, a juzgar por la cantidad de gente esperando con sus bandejas en la cantina. Yo me había llevado un sandwich, pero lo dejé en la mochila y cogí una bandeja como el resto. Cuando estaba eligiendo una patata asada con atún y coleslaw, quien supuse era Isabel hacía señas desde una mesa. No era difícil distinguirme, me dijo luego, con la descripción de Morgana: aunque algunas veces me han dicho que tengo más pinta de eslava que de mediterránea, pese al pelo oscuro, piel tan blanca, y ojos grises, lo cierto es que el pichi de dominatrix (esto lo aprendí varias noches después, en Serotonina, tras varias Guinness) me hacía reconocible. 

Por mi parte, Isabel Archer no iba vestida de época, como el personaje de James, pero poca gente puede ajustarse más al perfil de librera: gafas de pasta rojas, ningún sentido de la moda o de la  combinación de vestuario, y aquí incluyo chalecos tricotados por ella misma-sí, así de falta de introspección. Isabel sonreía mucho porque por fin iba a tener a alguien con quien hablar de libros en Banderley. Nuestra conversación, muy agradable pero, como con todo el mundo desde que llegué a este castillo encantado, la sensación de que algo se me estaba ocultando. Algo misterioso, o tal vez terrible, o tal vez simplemente que tenía que ganarme poco a poco.

Isabel, como yo, era una fanática de las Bronte y, tras un debate animado sobre si nos quedábamos con Healthcliff o con Rochester como favorito héroe byroniano (ella Heathcliff, yo Rochester), decidimos, en el siguiente fin de semana que las dos estuviéramos libres, ir  a visitar la casa natal de las hermanas en Haworth. Le conté lo que me había pasado en Whitby, y que tenía un contacto, Lucy, que hacía paseos de Drácula. Isabel dio palmaditas, también deberíamos ir a aquello, ahora que además se acercaba Halloween! Y ya llevada por una falsa exaltación de la amistad, la acababa de conocer, por Dios: "Oh, y por qué no fundar un club de lectura? Pondremos anuncios en el corcho de Serotonina cuanto antes y..." Isabel dejó de sonreír, carraspeó, molesta y entonces, de repente, se compuso: "oh, sí, qué gran idea!"

Y entonces, sonó mi blip. 

02 diciembre 2019

Dora Maar: Fotografía y surrealismo



















Siempre me hace gracia cómo los artistas, autores, filósofos de una época estaban todos interrelacionados... Oh, haber vivido en París en los locos años 20! Como en aquella peli de Woody Allen de 2011 ("Midnight in Paris") en la que su (como siempre apuesto) alter-ego se encuentra con Cocteau, Scott Fitzgerald, Josephine Bakers, Hemingway, Gertrude Stein,  Dalí, Man Ray, Buñuel, Degas, Toulouse-Lautrec, Gauguin, Picasso... Y precisamente conectada con Picasso estaba Dora Maar (née Henriette Théodora Markovitch), la fotógrafa sobre la que hoy vamos a divagar. 

El domingo, como buenos feligreses laicos (siempre lo digo, antes se iba a misa, hoy a la Tate o al Prado, o donde sea), estuvimos en la exposición de la Tate Modern dedicada a Maar, y hoy solo quiero colgar algunas de sus fotos, las que me gustaron. 

 

 Maar no necesitaba hacer nada de esto, porque venía de una familia burguesa: podría haber vivido de las rentas. Las mujeres que en esa época salían de ese cascarón, chapeau. Además de fotos bonitas como las de arriba, también hacía colaboraciones para revistas de moda... esta en particular me llena de ternura: "mídete para corregir tus fallos". Y pensar que algunos quieren que volvamos allá.


 En 1933, sin ser mandada por ningún periódico se fue sola a la Costa Brava y hay una serie de fotos que reflejan la pobreza de la época en cualquier parte de la piel de toro (si era así allí, imaginemos en Jaén). Estas fotos son, por razones obvias, las que más me tocaron de toda la exposición. Bajo el título de "Barcelona" encontramos mujeres que piden limosna, niños haciendo el pino con las típicas zapatillas de cáñamo, y las que hoy ha definido Mini, al contárselo a una amiga como "tristes": unos ciegos tocando un organillo, para ganarse la vida en la calle. Si se ha quedado aunque sea con eso, bien vale haber ido a esta misa laica. 


Fueron sus convicciones políticas de izquierdas en esa época, con 25 años, las que motivaron estas fotos, o las de Londinium, o las de "La Zone" en París. Má tarde, Maar abrazó el surrealismo, literalmente. Poetas como Breton y Eluard querían transformar la experiencia humana del mundo, rechazando lo racional y optando por el inconsciente. Esta sala y sus fotos son tal vez las que menos me hayan llegado aunque sean las más famosas.                                                                                                        “Average artists copy their peers, but the true great artistic gesture lies in the shamelessness of stealing and getting away with it.”

En 1935 Maar conoció a Picasso, en la que él luego diría fue la peor época de su vida: no había pintado nada en meses. Ella le enseñó técnicas fotográficas, como el cliché verre y él la animó a que volviera a pintar (de nuevo, esta última sala de pinturas me interesa menos que las fotos).

De Mayo a Junio de 1937, Maar documentó con fotos la progresión del Gernika (comisionada en el proyecto por Cahiers d'art). Se ha especulado que la lámpara eléctrica del Gernika está inspirada en una de sus luces que Picasso usaba para iluminar el lienzo. Hago unas cuantas fotos en la proyección de la evolución del Gernika. Es un cuadro que, pese a tener colgado en el salón de mi casa-como todo buen progre de los 70-, nunca me canso de mirar, y de descubrir cosas nuevas. Ver las fotos de Maar me ha dado una perspectiva fresca: por qué el toro tiene una cara más amable al principio?

 Al salir de la exposición, Mini, como siempre, tiene que ir a dibujar en los ordenadores en la sala interactiva. Tras dejar tu arte sobre una especie de tablet gigante,  se proyecta en la pared. Cada vez se hace más mayor para esta sala, donde dominan los niños de 5 años. El Peda y yo nos sentamos en los sofás con nuestros libros, pero al rato nos damos cuenta de que ya tiene 11 años, se puede quedar un rato pintando sola. Así que pasamos a la tienda del edificio nuevo, donde me engancho a un libro ilustrado de "Art Deco en el Reino Unido": impresionante. Pensar en los edificios que ya he visitado (Granada de Mitchan, por ejemplo) y los que me quedan. 

A la vuelta, cruzando de nuevo el puente que separa la Gran Turbina nos encontramos con la escultura inmensa de Kara Walker "Fons Americanus". Se trata de una fuente así a lo Fontana de Trevi, de 13 metros de altura, inspirada en la Victoria Memorial enfrente del Palacio de Buckingham. Dice la explicación que "explora las historias interconectadas de África, América y Europa" y parece que el agua se refiere al "comercio transatlántico de esclavos". Siempre me plantea dudas que te tengan que explicar cosas así ante una obra de arte (cómo olvidar la famosa expo de Damien Hirst, y su inefable catálogo). Pero vamos, nada que decir, ya que la fuente no es precisamente una celebración del Imperio Británico, y todo esto es bienvenido en estos días de Brexit y -cerramos el círculo que iniciamos con Maar- surrealismo

God save the fukin surrealism