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28 noviembre 2016

El humor como herramienta de cambio político: Es posible?

Nunca me había pasado esto tan mal, que con un divague casi terminado se me borrara todo cuando cambiaba nosequé. Todo el post se ha tornado una letra, y por mucho que he ido para atrás, no lo he logrado recuperar. Tenía enlaces, tenía fotos, tenía citas de un podcast... odio la vida. Por si alguien se lo pregunta, no he llorado: pero la ocasión, os lo digo, lo merece. 

"No nos burlemos de la Guardia Civil, la humanizamos". Así comenzaba, con esta frase que escuché por la radio y me hizo saltar. Un actor de serial televisivo está haciendo este análisis sesudo de uno de los efectos del humor, humanizar? Entonces eché para atrás (bellezas del podcast) y me di cuenta de que solo una letra podía cambiar totalmente el significado de una frase. El actor decía: "No nos burlamos de la Guardia Civil, la humanizamos". Ah, o sea, se intentaban defender de acusaciones, y además iban a intentar humanizar nada menos que a la Guardia Civil. Good luck.


Esta anécdota me recordó otro podcast, el último de la "Revisionist History" de Malcolm Gladwell titulado "The satire paradox" (La paradoja de la sátira), donde Gladwell habla precisamente de esto, de lo que se busca con la sátira, y lo que se consigue, que a veces es muy distinto. 

El primer ejemplo que usa es el del programa televisivo ochentero británico "Loadsamoney" (Muchapasta), del cómico Harry Enfield. Enfield, crítico con Thatcher y sus políticas, liberal del izquierdas (en contraposición con la clase trabajadora de derechas que lee The Sun) creó un personaje de comedia, el típico bufón de derechas con coche llamativo, cadenas de oro, y mucha pasta (producto de la construcción en época de boom inmobiliario, suena de algo?), que hacía reír por igual a los de derechas que a los de izquierdas. En un programa, criticaba a las enfermeras (pendones!) que estaban de huelga, y de esto se reían los de derechas (que trabajen!) y la izquierda (qué gracioso, es ironía). Anios después, Gladwell le pregunta a Enfield si cree que su comedia cambió algo y él contesta: "nada". Un ejemplo parecido es Colbert, un presentador de show muy de derechas (lo representa o lo es? no me queda claro), que cuando fue una mujer de izquierdas a su show le preguntó, "así que eres comunista?" Todos rieron: los de derechas porque lo veían como un ataque a ella, y los de izquierdas porque lo entendían como un autoataque. Quién es el objeto de la broma? A veces, mientras intentas aclarar quién es, se te ha perdido el contenido. Pero no deja de tener mérito atraer a los dos polos del espectro, por distintas razones. 

Gladwell habla de Tina Fey, una humorista que se hizo famosa en 2008 por su imitación de Sarah Palin. Aparecía en un show de máxima audiencia y casi no tenía que escribirse guión, tales eran las declaraciones normales de Palin. Un día, Fey es entrevistada sobre esto y, en lugar de ir al meollo de la cuestión, que era "alguien tan poco cualificado como esta persona podría ser vicepresidenta" (gritito, aunque si se vieran ahora...), terminan analizando la mecánica del humor. O sea, de dónde sacó la inspiración para el acento, y cosas así. Pero el problema de Palin no es cómo habla, sino cómo piensa, y lo que va a hacer como gane. Pero esto no se toca, Fey está demasiado ocupada en ser graciosa... y luego, la hecatombe. Aparecen Fey y Palin en el mismo show, vestidas igual, con el mismo peinado: introducen a Palin en la broma, la hacen aceptable, votable. Palin gana. 

Por último Gladwell describe un ejemplo de algo que él considera verdadero humor arriesgado y que mueve. En Israel, hay una grupo de humoristas progresistas, gente que querría que Palestina tuviera su propio estado, esas cosas. Parece ser que hacen un show verdaderamente que pica... cuenta el sketch de un grupo de ninios de guardería que contestan a preguntas de la maestra como loritos de un adulto de derechas. La profe les ensenia el mundo, y les dice "Esto es Israel, cómo se llama el resto?" Y ellos "antisemitas"... y así todo. Gladwell se ríe mucho, nos cuenta, pero la segunda vez se pone a pensar. Esta no es sátira fácil, sino que muerde. 

La sátira requiere interpretación, es complicada. No todo es lo que parece. Jonathan Coe dice que humor blanco como el del gordo y el flaco, los tortazos que se dan mientras intentan subir un piano, hablan de un problema físico humano imposible de solucionar, y nos reímos. Pero la política, aunque tiene algún tema imposible, muchos otros se pueden tratar, y con solo reirnos y pasar página no hacemos nada. 

La sátira que predica solo a los ya convertidos, cual es su objeto? Así me sentí hace un mes en el "Mongolia El Musical". Todos los que estábamos allí éramos de una cuerda determinada (o tal vez en Londinium algunos fueron solo porque era en castellano... me gustaría haber escuchado a alguno-hay una pequenia sádica en mí, está claro). Pero, es esto tan extranio? Os tengo que admitir que cuando voy a Ejpein y caigo frente a una pantalla, acabo en La Sexta. Que, por cierto, y pese a lo que me gusta Wyoming, no le hizo un sarahpalin a Esperanza Aguirre? Tanto meterse con ella, reírse de ella, no acabó así siendo una seniorona rancia simpática, en lugar del horror ideológico y ejecutor que es? Esto por no hablar de Pablo Motos en el Hormiguero, sacando a Rajoy dos días antes de las elecciones para, en lugar de meterle los colmillos en la yugular ofrecerle un escenario para que con sus sentencias de abuelo autista llegue a la gente? Cuántos votos le dio al PP Motos con ese masaje?

Gladwell conclude con que se puede decir casi todo con humor. Los comediantes se han convertido en nuestras voces de la verdad. Si quieres decir algo que duela, mejor lo cubres de azúcar con humor, como decía Mary Poppins... una cucharada de azúcar hace que la medicina pase. Las audiencias que tiene estos shows, o estos humoristas, ni de lejos las pueden alcanzar los editoriales de los periódicos, las piezas de investigación más prestigiosas... nada. Tienen un poder increíble, y hay que aprovecharlo. Humanizando al enemigo solo le hacemos un favor a él. 




25 noviembre 2016

"Captain fantastic", trastorno bipolar, y breve frivolidad a tenor de Vigo

Este divague no es una crítica cinematográfica a la última peli de Vigo Mortensen "Captain Fantastic". No quiero hablar de la fotografía, ni entrar si en un punto hacia el final el guión desvaría un poco (que en mi opinión, lo hace). No quiero hablar de los grandes temas, ni de las mise-en-scene. 

Este divague podría ser, entonces, la carta que yo escribiría al director, al guionista, a Vigo, sobre un punto del guión donde creo que han patinado, y me parece un problema que en pelis y en literatura la gente no se informe y aún sigamos con estos fallos de base. Tiene que ver con el eterno tema malinformado: la salud mental, o más en concreto, la falta de salud mental, aquí en Trastono Afectivo Bipolar.

Al principio de la peli aparece Vigo, padre de tropecientos hijos, llevando una vida de supervivientes en el bosque. Cazan animales para comer, se cosen la ropa, y él los educa leyendo "Los hermanos Karamazov" y "Middlemarch". Al calor de la fogata tocan instrumentos musicales, y con el alba escalan paredes verticales. 

Dónde está la madre? Los más pequenios lo preguntan en algún momento y entonces Vigo, que nunca miente (estos son ninios que nunca han creído en Los Reyes Magos o en la abejita y el polen: Vigo les ha hablado de las feromonas, y demás mecánicas del coito, fases mórula, embrión, su camisita y su camisón) les dice exactamente que, como saben, su madre está en el hospital porque tiene "un desequilibrio de serotonina en el cerebro que la hace ser infeliz". Básicamente luego sabemos que la madre sufre trastorno bipolar (maníaco-depresivo) y que su familia (padres adinerados) la han ingresado para tratarla, porque no están nada contentos con esta vida del bosque: ellos tenían una hija preciosa que conoció a este lunático y acabó matando mapaches para comer, y haciéndose un gorro con la cola. 

No es un spoiler contar que la madre se suicida porque aquí comienza verdaderamente la peli: se torna una road-movie en la que Vigo y los siete hijos van al funeral y sus interacciones con "el mundo real". Estos choques culturales se pueden considerar el meollo de la peli, el preguntarse si es abuso al menor el imponerles esa vida, o si por el contrario los hijos son más sabios que los que están pegados a sus pantallas en la así llamada "civilización".

Pero no he venido yo aquí a hablar de los grandes temas, sino de la enfermedad de la madre, enfermedad mental de las severas. Quiere la pelíula darnos una visión sobre el origen de esta enfermedad? Qué datos científicos maneja para formular la etiología? Qué predispone a alguien a desarrollar trastonor bipolar? Qué lo desencadena? Qué lo mantiene? Pues, pese a la pequenia charla de Vigo sobre el neurotransmisor serotonina al principio, el resto de la película lo ignora y todos se dedican a culpar a la vida en los bosques, (inducida por Vigo, los padres de ella sugieren) como la causante de su desorden. Tanto es así que hasta el ultra-seguro de sí mismo Vigo llega a culparse del suicidio en algún punto. 

Seniores guionistas: si querían plantear ese tema, que alguien se ha venido abajo por un estilo de vida, es inapropiado usar un bipolar. Un desorden que, si no medicado, va a estar presente de todas maneras, aunque te encante su estilo de vida. Vale que circunstancias ambientales peores no ayudan e incluso pueden acelerar su desencadenamiento, pero el desorden no es causado por un ambiente hostil (que encima en la peli no parece que lo fuera, sino que tanto ella como Vigo lo eligieron libremente y les iba esa marcha).  Estaría bien que consultasen con algún profesional... no sé, sugiero. 


Pero no terminemos así de bajona, pasemos a un necesario momento frívolo: Vigo, oh Vigo. El divagante pitagorín tal vez recuerde mi elección de Vigo para mi tesina sobre las barbas. No, no fue al azar: Vigo me parece atractivo. Pues bien: hace unas semanas le escuché en una entrevista por la radio que... no pude acabar. Vigo, si ese es su estado basal real (y no le pasaba nada ese día, quiero decir) me pareció un tipo melancólico, intenso, sin sentido del humor. Un senior que se toma a sí mismo muy en serio y con el que una cena se me haría eterna (estamos hablando de que cambié una entrevista de media hora!). Al escucharlo, iba recordando la (no sé si leyenda urbana) de David Trueba: en pareja con Ariadna Gil, esta le dejó por Vigo. Trueba, que sigue siendo amigo de los dos, lo asumió perfectamente diciendo: "claro, es que no hay duda, entre Vigo y yo, es evidente". 

Ahora te entiendo Trueba, eres malvado: sabías perfectamente las cenas que le esperan a tu ex el resto de sus días con el buenorro de Vigo...

22 noviembre 2016

Querida Mini: La noche irónico-patriótica del Royal Albert Hall

Querida Mini,

Te escribo esta carta para que la noche del sábado nunca se nos olvide. Sé que habías estado antes en conciertos, en ballets, en teatros... pero ayer fue la primera vez que fuiste -conmigo!- al Royal Albert Hall, a uno de esos conciertos populares (los "Classical Spectacular"), de aquellos que tocan piezas famosas para la gente que escucha Classic FM, en lugar de la BBC3, casa de la clásica más hardcore). O sea, esto no era para escuchar todo el Concierto para piano nº 2, op. 18 en do menor de Rachmaninoff o las Suites para violonchelo solo, BWV 1007-1012 de Bach (dos de mis piezas favoritas, sin intentar pretenderme la melómana clásica que no soy). Era "música clásica para el pueblo", o el populacho, casi diría yo (imágenes de la gente de la calle disfrutando de una ópera de Mozart en "Amadeus" vienen a la cabeza... sí, "Amadeus", esa peli que aún no has visto entera- no porque te diera miedo el malo Salieri disfrazado de "Darth Vader" cuando visita al prota, sino porque el pobre Wolfgang "bebía demasiado vino"). Pero para dos chicas, una de 8 años que nunca practica su guitarra todo lo que debería (aunque esta mañana nos has deleitado con "Wild Things"), y otra de 45, mera aficionada a la clásica pero casi pro, apasionada observadora del género humano: perfecto. 

Mi júnior, K, coreano, conoció a su novia, S, en un grupo de coreanos en Londinium. S. es violinista de la Royal Philarmonic Orchestra, y la semana pasada nos ofreció dos entradas. En este concierto, además, ella iba a ser "concertmaster" (concertino,  violinista que dirige a los primeros violines, segunda en rango tras el director). Así que aunque no la conocíamos previamente, nos hizo ilusión saber que esa chica asiática de veintitantos que entró una vez que toda la orquesta estaba sentada y dio la mano al director era la novia de K. 

Al llegar al Royal Albert Hall, te quedaste alucinada.... ya lo habías visto otras veces de paso por fuera, pero es distinto ir de noche, todo iluminado, y a un concierto! Como escribiste en tu diario "I have to go all fancy and black" (tengo que ir toda de guapa y de negro). Y las dos fuimos glamurosas en plan brujas, y allí nos encontramos desde gente con lentejuelas hasta con otros en anorak. Había muchas abuelitas inglesas de esas que abundan en los pueblos de Yorkshire, y al ver la cantidad de autobuses a la salida, mucha gente desde luego venía de otras ciudades (ya conocemos gente que viene desde Nottingham a los Proms, por ejemplo). Nota: Los Proms son un ciclo de música clásica que ocurren en verano en Londinium desde 1895. Desde hace tiempo queremos ir, pero siempre están vendidos ("sold out", el sintagma más frecuente en esta ciudad).

Recogemos las entradas en la taquilla y al entrar, nos indican seguir el pasillo hasta la puerta 6. Al ser una estructura circular, el pasillo está alrededor del hall central, cubierto de cuadros con fotos de gente que habrá actuado allí (sí, David Bowie!) y por fin llegamos a nuestra entrada. WOW, cuando entramos: "its awesome!" dices... un auditorio circular con capacidad para más de cinco mil personas, es verdaderamente impactante. 


Esperamos unos 20 minutos: estamos en unos asientos geniales, en el centro del nivel inferior (stalls), pero hacia atrás con lo que hay pendiente. Cuánto falta, Mummy? 15 minutos? Cuánto falta? 10... Va entrando la orquesta poco a poco, detrás unos uniformados del ejército (no aplaudimos), y el coro. El auditorio está todo vendido, y hay claramente un ambiente muy distinto de otros conciertos de clásica: hay banderas británicas (la Union Jack) colgando de las paredes, y todo el mundo lleva sus propias banderas (que deben vender junto con el programa "en el puesto instalado en el hall del teatro"-gracias les Luthiers). 

Entra S, entra el director, y sin decir nada, todo se pone violeta y lo que entra como un tsunami es el "Carmina Burana" de Carl Orff. Nos quedamos todos clavados en la butaca, tal es la fuerza de esa pieza. Te encanta, no parpadeas. Luego me dices que en clase de música os la habían puesto y os habían preguntado "cómo os hacía sentir", y me dijiste "asustada". 


Al terminar el director se vuelve y... habla al público! Un foco de luz cae sobre él, como si fuera una superstar, y nos da la bienvenida con un tono que en absoluto asocio al de un atormentado director de orquesta, y mucho menos un estilo que fuera a ser aceptado por el público regular de conciertos de clásica.


Y así sigue el concierto, pieza tras pieza archiconocida (y amada), con alguna tal vez algo menos. Todas los movimientos más famosos de las obras que están en la cabeza de todos, nombradlas: El Claro de Luna de Debussy, El Danubio Azul,  El Verano de Vivaldi, el Coro de Aleluya de Haendel, el final del Lago de los cisnes, Csárdás de Monti, Música Acuática de Handel...  También óperas: La Donna e mobile, la Canción del toreador de Carmen, el coro de los soldados de Fausto, el preludio del Acto III de Lohengrin de Wagner, el Dueto de los Pescadores de Perlas de Bizet, Nessun Dorma  de Turandot. Y otras que a mí me sonaban menos, como Finlandia de Sibelius o The lark ascending de Williams, o algunas abiertamente militares (recordemos que tenemos a los uniformados allí) como "The liberty bell march" o abiertamente nacionalistas  como "Land of Hope and Glory" o incluso "Rule Britannia!" Al final la Overtura 1812 de Tchaikovsky... con cañones y todo!


Menudos susto! A ver, que ya íbamos preparadas porque toda la noche había sido así: luces de colores, en plan halos de láser a juego con la música, bailarinas con vestidos de esos que hacen tus delicias (aunque lo niegues) con el Danubio azul, soldados con la Marcha Radetsky, o el solista de violín paseando entre el público... pero, que no estamos en ciudad ni época para empezar a echar disparos así sin aviso! La reacción de la gente, mirar para arriba sin ninguna sonrisa en plan "qué pasa ahora", y por fin, suspiro general porque desde los arcos de arriba salen cañones y fuegos artificiales. Te recuerdo tapándote los oídos y bastante asustada, tú que no te asustas de nada (bueno, de Mozart borracho o más recientemente del pintor Turner enfermo en la peli de Mike Leigh). 

Pero eso no fue, Mini, ni de lejos lo que más miedo dio de la noche. Te cuento: la última noche del ciclo de música anual veraniego, los Proms, es muy famosa por ser un poco una versión de nuestro concierto: grandes hits y además, se termina con música patriótica. La gente va disfrazada, ondean banderas, y se retransmite por la radio por todo el mundo. Este año, el "Rule Britannia!" y demás no se vieron libres de polémica, porque, tras el Brexit, el ondear una Union Jack se ha vuelto tan culpable como  ondear una roja y gualda (por qué, te preguntarás? Tendrán que pasar unos años, y estudies historia, para entenderlo). Hubo un grupo que hizo un crowdfunding para comprar banderas europeas para regalarlas en el último de los Proms, y se montó una polémica porque aún había ingenuos que decían "es solo música, no politicemos la música". Todo acto es político, Mini, desde que te levantas por la mañana, y por supuesto, elegir ondear una bandera en un himno patriótico, lo es mucho más. Los símbolos importan. 

Pues bien, pese a tal vez haber leído lo anterior con desinterés en la prensa en Septiembre, de verdad que yo no estaba preparada para lo que íbamos a vivir durante el concierto. Cuando comienza Elgar  con su "Land of Hope and Glory", la gente comienza a ondear sus banderas, sombras de banderas se iluminan de fondo, las que hay colgadas de las paredes adquieren un nuevo relieve. Desde el principio, mirando a las abuelitas de Milton Keynes y a los señores jubilados de su trabajo de contables, decido tomarlo irónicamente, y básicamente reírme. La pareja a nuestra derecha, que tienen dos banderas nos dan una para ti, Mini, que, he de decirte, aceptas de buen grado. La señora está exultante con su buena acción: ha conseguido que las únicas dos personas sin bandera (y los tres franceses con cara de pocos amigos que tenemos detrás) enarbolen una. Mini, tengo un vídeo graciosísimo (tomado para chatajearte en el futuro, lo digo ya), en el que agitas la bandera, pero sin demasiada ilusión. La señora de Sheffield está en un momento orgiástico patriótico y tú ondeas  mirando a los lados en plan "cuánto falta". 

Pero esto no es nada. Luego sale uno de los tenores, con una casaca con los colores de la Union Jack a cantar "Rule Britannia" y ya se vuelven locos... y la repiten, y tiran globos desde arriba, y más luces de colores con la bandera. Mi junior me cuenta el lunes que su pobre novia esta hasta los piiii de tocar esta canción (tantos años de violín para esto), y en particular de los bises. Yo me río y filmo para mi blog, Mini. Tú, por tu famoso espíritu de contradicción, grabas un whastaapp para la familia declarándote inglesa y acusándome de no tomármelo en serio. Representamos esos papeles enfrentados riéndonos mientras salimos: no nos orientamos porque ahí enfrente esta la estatua de la Reina Victoria, luego eso debe ser Hyde Park, nos mojamos pese al paraguas, y por fin terminamos en la parada de South Kensington. 

Oh, y aun me río más: la bandera está toda arrugada! Dejas el palo en una papelera y te aferras al papel mojado hasta llegar a casa. Que gran metáfora: Rule Britannia! despachurrado...









17 noviembre 2016

Me llamo Charles

Ayer divagábamos con Mo y con Ire sobre el concepto "hace 20 años" (o incluso 30!). Para mí, que si no lo pienso me sigo viendo como una quinceañera que no ha asumido que "la vida adulta era esto", decir, por ejemplo, "hace 30 años que fui a las Cíes" me da vértigo. Hasta ahora, no me ha importado cumplir años: tal vez porque no los siento.

Y entonces, el otro día vi este video, que intenta llamar la atención sobre los derechos humanos de los ancianos: muchas veces estamos tan preocupados por la protección del menor que no se nos ocurre, quién protege a muchos mayores? Para quien no entienda inglés, el video casi no tiene palabras, pero al principio el protagonista está en una residencia donde el personal no se acuerda ni de su nombre. Al final del video, hay un bebé al que le preguntan, con una voz toda ilusión y alegría: "Cómo te llamas? Me llamo Charles".

Tenéis que verlo para entender por qué me emocionó. Y, aunque distinto, imposible no tener flashbacks de aquella secuencia de "Up"...




14 noviembre 2016

"Romper la pantalla": Una amistad de 30 años en la distancia

"Romper la maldita pantalla", este era el objetivo del viaje de J.

Hace 29 años, una chica de 15 de Vetusta decidió volver a Galicia. Había estado el verano anterior en unos campamentos organizados por el Ayuntamiento porque tenía una fijación con la zona. Hoy no recuerda si era por el verde, el azul, las meigas, o tal vez porque para ella representaba El Fin del Mundo. El Finisterre: nunca había estado tan lejos. Aquel primer verano en Porto do Son no podía poner punto final a su aventura con Galicia, así que en la primavera del 87 planeó el viaje, que este año sería a las Islas Cíes, en la Ría de Vigo.

Todo está muy brumoso, y la chica casi ni recuerda cómo llegó hasta Vigo, para embarcarse a las islas. Luego tiene un flashback de tren, con un monitor melancólico y un par más de adolescentes del instituto frente a su colegio. Lo que debió tener de mitológico el cruzar en tren ("esos animales ídem, gracias Sabina) la península, abrirla en canal en horizontal, a los 16 años recién cumplidos. Pero la chica se maldice por no haber grabado hasta el último detalle en un cuaderno de espirales. O tal vez lo hizo: debe subir al desván en Vetusta algún día y desempolvar cajas, igual estén allí los recuerdos.

J recuerda más, y, el sábado de un fin de semana de Noviembre,  perdiéndose por el bosque inmenso y mágico que es Hampstead Heath-casi tan mágico como debieron ser quince días acampados en aquellas islas-le va contando cosas a la desmemoriada. Será porque J. era de Vigo, y solo tenía que subir al barco, pero guarda muchas más memorias, y ella le pregunta, como quien busca piezas de un puzzle. En las largas caminatas por un Londinium otoñal, intentan comprimir en un fin de semana la falta de cara-a-cara de todos esos años.

J y la chica se ha visto dos veces en 30 años, y ambas fue "donde el mar no se puede concebir", Vetusta (de nuevo, gracias Sabina, tan ligado a esos veranos): tan distinto del lugar donde se conocieron, que era casi solo mar. Entonces pensaban que eran auténticos record del mundo: llevaban casi una década escribiéndose. Por las calles de Highgate, llenas de hojas de todos los ocres del otoño, deben sonreír de pensarlo. Luego la chica voló a otra isla y pasaron casi 20 años más. 

Ella le enseña algunas piezas del puzzle que guarda: antes de viajar, la chica ve en la tele un programa de la época -qué ochentero parece todo, como la música de la movida gallega que se había traído el verano anterior, "Galicia caníbal", "Bailaré sobre tu tumba"  o "Soy una punk"- en el que el concursante, un barbudo en la época en la que ya y aún no era moda llamado Pipo, elige como tema de su especialidad, la ornitología. No sé si  comenta que es monitor de campamentos juveniles, o las Cíes, pero la chica sabe que le va a conocer ese verano. Porque las Cíes son reserva natural de aves acuáticas-tema que le da cierta reserva (valga la redundancia) porque a nuestra chica le dan pavor los pajarracos. Pipo ha pasado al imaginario de nuestra familia por su genial respuesta a Constantino en la sección cultura general: "Quién dijo la famosa frase "dios ha muerto"?, y Pipo: "Pues... uno de los apóstoles?".

El domingo, J y la chica se encuentran en la escalinata de la Tate Britain, donde J acaba de ver la Ophelia de Millais, y algún cuadro marítimo de Turner. No hay tiempo de entrar al museo, que habría sido una gozada para la chica, porque J. hizo bellas Artes y dibuja de escándalo. Todo el mundo que pasa por casa de la chica se cuelga de los dibujos a boli que le manda por carta. Quien sabe si por volver a estar juntos en un barco, el que les llevó y trajo de las Cíes, están a punto de subir allí mismo en uno de esos que te llevan de Millbank de la Tate Britain a la Tate Modern, pero el día es tan glorioso, frío y soleado, que terminan caminando por la orillas del Támesis sin parar de hablar. 

Cruzan al sur por el Lambeth Bridge, y "Mira, ese es el edificio donde Woody Allen rodó Match Point... aquí al lado está el Lambeth Palace... el arzobispo está dentro porque está la bandera... lo aprendí en Open House, hace unas semanas". Piensa que J. tendría que venir a un Open House, y le llevaría a ver algún cine antiguo, como el Granada de Tooting,... o el Museo del Cine. J. es un fanático del cine, si es posible clásico, y ha visto tantas pelis que la chica siempre se siente una impostora.

"Te acuerdas de aquel salvamento?", pregunta la chica, y J. cree recordar que ella se hizo daño. "Los de Vetusta son de secano"... decían y ella quiso desmontar el mito a gallegos y portugueses, todos sobrinos de Don Enrique el Navegante, y por ende, nacidos en el agua. Vetusta es desierto, viento, aridez, un paisaje tan radicalmente diferente de las brumas, los verdes y la melancolía de esta tierra. Pero ella, tal vez de secano, no es cobarde, y así acaba saltando de una zodiac para hacer una supuesta práctica de salvamento con auténtico terror: "no os acerquéis a la hélice"!. De fondo suenan los violines histéricos de "Tiburón".

Ambos están de acuerdo en que la quincena en las Cíes fue Algo Salvaje, no solo por el placer de estar acampados en una reserva natural, sin hoteles, sin comercios, sin nada... "es que las actividades que hacíamos te hacían sentir en una distopía encantadora donde había que sobrevivir", dice la chica. J sonríe. Hicieron escalada y rapelaron montañas, caminaron por los bosques de eucaliptos, achicaban agua de las tiendas cuando diluviaba.... "y.. para, este edificio es el hospital de St. Thomas, tan bonito y victoriano, y la parte cubo es la nueva, porque allí cayó una bomba en el Blitz". Siguen caminando y entran en zona turista-masiva, London Eye y Aquarium, hay que salir cuanto antes.

"Te acuerdas de una noche, pregunta la chica, que fuimos a una fiesta, o qué era aquello, y volvimos de noche por el bosque, con miedo y linternas?" "Te acuerdas, dice J., del cocinero que nos leyó la mano, y su hijo Olmo?" "Cómo olvidar a Olmo, un niño rubio de unos tres años que, tras pasar por Bertolucci unos años más tarde,  me inspiró a llamar así a mi potencial hijo". La chica, que no recuerda con quién compartía la tienda, confirma que tenía enfrente la tienda de J. Alguna noche pasó miedo... por la mañana alguien había hecho tal vez una travesura, pero no sabe si es su imaginación. Menos mal que aún no había visto "The Blair Witch Project".


Llegan a Southbank Centre y paran a ver una exposición de fotografía. La chica le dice a J. que aquí se hizo la lectura de Moby-Dick hará un año. J. le ha traído un recorte de periódico con una tira a propósito, y ella meta-fotografía a una ballena impresionante. Siguen caminando, arquitectura brutalista en el South Bank: British Film Institute, National Theatre, Edificio de IBM... Goldfinfger.





-"Eran muy kamikazes, los monitores... te acuerdas cuando nos llevaron a tierra firme y nos dejaron en grupos de supervivencia, solos, un par de días?" La chica claro que lo recuerda: nada más llegar a Cíes alguien les explicó lo que es "la agorafobia de la isla", y cómo uno se agobia y ha de salir... la chica piensa que lleva casi 20 años en una, mientras pasan por Blackfriars, y la Tate Modern. La chica recuerda coger manzanas para comer, porque aunque llevaban un camping-gas, qué quinceañero se pone a hacer lentejas? "Acabamos durmiendo en una playa, al raso, en hilera, con nuestros sacos". Lo que sí recuerda, con más cariño, es el trayecto de vuelta a las Cíes: había tormenta y el oleaje era como de Océano Atlántico. La chica se puso, junto con otros dos o tres en proa y pasaron uno de los ratos de su vida: mucho mejor que una montaña rusa, y con la lluvia y el viento pegando en la cara. El resto les miraba desde dentro, y uno escribió alguna tontería tipo "grupo de monos haciendo el mono", para los que veían el espectáculo desde la barrera.

-Esto es el Globe de Shakespeare, y ya llegamos a la cárcel de Clink.  En pleno corazón de Southwark J. le recuerda aquel chico que se metía con ella, y la llamaba "monja". La chica no se acuerda ni de él, pero J. casi le dio dos tortas y ambos se ríen con ternura de lo que son 16 años bajo la pirámide del Shard. Y al mirar arriba, el cielo ha cambiado radicalmente: de la luz de la Tate Britain han pasado a nubes grises, enfadadas, y deciden parar en un café italiano en Thames Shad, justo detrás de Tower Bridge, antes de seguir hasta Wapping. La chica le quiere enseñar los antiguos almacenes donde descargaban los barcos que venían de India y del mundo entero. Pero no podrán llegar porque la tarde termina en lo que parece agua-nieve. Frente a dos tes siguen hablando, no solo de aquellos quince días hace casi treinta años, sino matizando cosas que ya se han contado en esos mismos años que llevan escribiéndose, lo que piensan del presente, y divagando del futuro, en el que J. va a seguir dibujando, y viendo pelis y leyendo. La chica, por lo menos las dos últimas.  

J. emprendió su viaje para "romper la pantalla", cansado de tanto tiempo de escribirse con un fantasma, y la chica se lo agradece. Es curioso, piensa, cuando llevas tantísimo tiempo sin ver a una persona, y no sabes cómo va a ser, y en el mismo instante en que le ves, y casi se oye un "click" y ya ves que sí, que funciona. Es como la magia de Hampstead Heath, de los bosques de eucaliptos y pinos, y, cómo no, las meigas, que, como aprendí en mis veranos allá...

"Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas"

02 noviembre 2016

"Purity" de Jonathan Franzen

"Purity", la última novela de Jonathan Franzen, tiene 563 páginas y me la he leído en menos de un mes. Esto es record para la lectora tortuga que soy. Ah, es que es un page turner, uno de esos bestsellers que no se pueden dejar? No será basura comercial? 



Franzen es mucho Franzen. Lo primero repetirme, porque esto seguro que ya lo escribí en los divagues de sus novelas anteriores, "The corrections" y "Freedom": Jonathan Franzen describe a los personajes como si fuera psiquiatra, de hecho, a veces una se pregunta si solo un profesional de la salud mental podrá captar las sutilezas de muchos de los que se pasean por sus páginas. Solo por esto merece la pena leerle, por su manera de dibujarnos el mundo interior de los personajes, los que les hace ellos: que pasó en su infancia (solo en los centrales profundiza aquí), qué les hace saltar, por qué se relacionan como lo hacen, y deciden lo que deciden, acertando estrepitosamente o más frecuentemente, fallando como elefantes en cacharrerías. 



Ah, las relaciones: su constante comentario sobre las relaciones y los sentimientos le habría matado desde el punto de vista "literatura de calidad" si fuera mujer. Claro, serían "cosas de las que escriben ellas". Pero como es tío y hetero, da igual, Time le puede dedicar una portada con el famoso "Gran Novelista Americano" y ya está. No me indigno con Franzen, sino con la sociedad. 

Nota: durante la lectura de "Purity" he atravesado una época de feminismo-extremo, que siempre está ahí pero ahora especialmente virulento. Así que la novela y la bloguera han chocado como dos trenes de mercancías: todos los tomates desparramados en la cuneta. 

Por partes. Por qué algunas feministas odian a Franzen? No les gustan sus personajes femeninos, no les gusta el sexo que describe (alguien ha visto "Red Road" de Andrea Arnold? El sexo en esa película, sin saber quien la ha dirigido, sabes que es una mujer-y no, no son florecitas y velas, ni de lejos voy por ahí). En "Purity", hay mujeres positivas y negativas, igual que hombres, y a mí esto me ha parecido la tendencia en todas sus novelas. El caso es que ningún personaje es del todo positivo, y así tiene que ser. Quienes lo somos? Igual esos seres existen, yo hasta hace poco lo creía, pero tranquis: ya no. Dime de lo que cacareas y te diré de lo que careces.

Sobre el sexo de "Purity" hay un personaje que me fascina: está obsesionado con el cunnilingus (os acordáis del impagable Portnoy?). Franzen lo describe muy bien: tanta es su fijación, que prefiere una vulva que una cara. Me parece remarcable que un hombre haya creado este personaje en lugar de lo más típico que sería el que simplemente quiere que se la coman a él (sufro porque mi suegra me lee-pero ella me regaló "Deseo" de Jelinek, no hay más preguntas).

Lo que es indudable, y da al ojo, es que absolutamente todos los personajes femeninos de esta novela tienen algo en común: la belleza física. En serio, Jonathan? Tú también? Tú qué estás divorciado te casaste con una tía porque tenía las piernas bonitas, como dice el adagio? La Grande Bellezza se torna, en mí, La Grande Perezza. Me empiezan a cansar los tíos, me aburren, me aburrís, si me estáis leyendo, con esta imbécil idolatría de la fachada. Tío: callo y miro al cielo, y bostezo, y paso de ti. 

Pero el bueno de Jonathan sigue siendo uno de los pocos hombres con los que hoy me iría a cenar, pese a todas las babies de su novela. Igual el pobre no lo puede evitar, pero le medio perdono porque sus "gender politics", su manera de ver los aspectos de género en la sociedad occidental, sigue siendo de lo más interesante (siquiera sea porque  lo nombra!) que he visto en un novelista. Por ejemplo, en la descripción del reparto de trabajo en una empresa, se queja de que los tíos están metidos en un cuarto escribiendo código y las tías llevan las relaciones públicas, el diseño web, esas cositas. Cuando una de los personajes quiere un hijo y su pareja no quiere ni oir hablar, se nota que Franzen siente su dolor. Que es un dolor que escuece como pocos, cuando el tic tac está sonando de fondo. O cuando el padre de otra enferma, y sus hijos se lo podrían haber llevado, "si no hubieran sido hombres". Así, le toca a la única hija. 

Claro que Leila, este personaje, es una más del elenco de esta novela que tienen "daddy's issues"... Problemas con el papá, o el concepto de papá, que le lleva a liarse con un tipo exitoso 20-30 aňos mayor. Franzen usa el verbo "trade" (que se puede traducir como "hacer un cambio", pero que también significa "comercio" puro y duro), para describir a estos tipos que "se quitan a la mujer de su edad y se pasan a una joven", como quien se cambia el coche. En un punto, Leila, del brazo de su profesor-escritor-hombre exitoso, se ve a sí misma en una fiesta desde fuera, como lo que es su función: "ser joven, y fresca y algo exótica para excitar la envidia de los escritores que aún no habían cambiado (trade) a sus mujeres por una más joven, o que no lo habían hecho recientemente". De verdad, Leilas del mundo, que creéis q el seňor ese tiene más ganas de bugaboo (marca de carritos de bebé, para los despitados)? A menos que él también sea idiota, y sí, otro bugaboo, incremento de riesgo para ciertos desórdenes nada simpáticos (sí! amigas! Ahora el "semen viejo" también es mierda, no sólo nuestros óvulos!) y el karma con mayúsculas que deben disfrutar sus mujeres abandonadas viendo al yayo en el parque. Pero divago. No sé si Franzen lo ha planeado, pero este libro debería ser de obligada lectura para cualquiera de esas jóvenes que se enamoran de su papá, y de la vida fácil. Oh aquella escena en la cama en la que el papá universal le dice a la joven (a otra joven, el libro está poblado): "Oh, eres tan guapa!". Y ella, que no es tonta (por una vez) le dice: "Quieres decir que soy tan joven". Touché. En la novela encontramos a estas mujeres en diversas fases de su vida, y cuando ya no son jóvenes más sienten, "el enfado feminista de una mujer mayor con su yo-joven". Qué duro debe ser eso. Y qué sin remedio. 


Otro de los temas de la novela es el mundo de las filtraciones en internet. Wiki-leaks y Assange/Snowden estarán en la cabeza del lector, inevitablemente, y el "Sunlight Project" y Andreas Wolf, podrían ser trasuntos de una organización y un líder carismático de estos. Wolf es el personaje en el que Franzen se detiene más, y con su descripción, construye un verdadero cuadro clínico. Desde su infancia en Berlín Este, hijo de la élite del partido, complicada relación sus padres, lo que se llama enmeshment como la copa de un pino con su madre (culpemos a la madre, Tiosig!) y prácticamente intraútero queda claro que, como mínimo, tiene problemas severos en el area personalidad: egocéntrico, narcisista, megalómano, manipulador, impulsivo, impaciente, sin empatia, sin remordimiento, mostrando sus sentimientos para su beneficio. Lo que viene siendo un psicópata. El enamoramiento ("de la chica más guapa que puedas imaginar": 15 o 20 aňos menor, sobra decirlo) le hace redimirse... Oxitocina!! Todas las hormonas to'locas! Pero claro, como buen sicopata de libro, el pobre se aburre. Pero no cuento las tramas de los libros en mis divagues: solo añadir que no menos fascinante es el proceso de creación de su "sunlight proyect": sí, divagante, todo altruismo.


El proyecto que termina como un grupo de chicos y chicas hackeando en medio de la nada en Bolivia. Esta es para mí una de las mejores partes del libro: en primer lugar porque el centro de operaciones, donde los geeks codifican y ellas hacen el equivalente moderno de sus-labores, está en un paraje remoto de este país maravilloso: uno de los lugares donde más remota me he sentido (y eso que no he estado en Los Volcanes, donde Franzen seguro que sí porque es uno de esos paraísos de ver pájaros, su extraňo hobbie). Me he identificado tanto con uno de los personajes, que se nota lo vive como yo lo haría:

"Left by herself, enveloped by the chirping of frogs and the murmur of flowing water and the smells, the smells, Pip experienced a moment of happiness purer than any she'd ever felt. It ad to do with being naked in clean water and faraway from everything, in a remote valley in the poorest country in South America, but also with her courage to be alone in the river" (p.250)

Algo muy interesante pasa en Los Volcanes desde el punto de vista psicológico, y se puede empezar a entrever lo que estos gurús hacen en las mentes de la gente, especialmente aquellos más jóvenes, vulnerables, predispuestos. Una chica, con la cabeza bien amueblada, comienza a presentar con los primeros síntomas de lavado de cerebro, que todas (de los chicos no se habla, pensemos en un habitación cerrada llena de autistas) en esa especie de secta han sentido: envidias entre ellas por el tiempo que el líder pasa con cada una, atracción inexplicable, que la cabeza niega pero el cuerpo sigue como hipnotizado, sesiones de sexo donde Wolf, obsesionado con el cunnilingus se asegura que la interfecta querrá más, la interfecta diciéndole cosas como "quizás si me lo ordenas. Me gusta cuando me das ordenes. Tal vez tenga una personalidad esclava", mientras que se da cuenta de lo mal que está, pero igualmente lo dice, para concluír preguntándose si hay diferencia entre ser presa entre los dientes de un lobo o estar enamorada.

"The rightness of the phrase preyed upon was becoming evident. The feelings of prey in the grip of a wolf's teeth were hard to distinguish from being in love".

El libro tiene más partes: quien haya leído sus anteriores novelas, "Purity" se dará cuenta sigue un esquema singular: largos capítulos de más de cien páginas donde distintos personajes, en distintos puntos temporales, son introducidos. Hay un capítulo, en el que el libro se me hace pesado. Ni que decir tiene que todos al final acaban estando relacionados, y que, no dando ningún nombre, me estoy asegurando que aquí no hay espolier posible: es demasiado confuso. Solo diré que el otro personaje masculino principal se enamora en su juventud de una rica heredera que rechaza su fortuna y que es autista. Durante 130 páginas, Franzen nos describe hasta la naúsea porque esa relación fracasa. El personaje femenino es una enferma, esta claro (grandes miguitas-guía que deja Franzen para que vayamos entendiendo su sicopatología: "obsesionada con los olores", por ej). Está claro que esa relación no va a ningún sitio y tanta información de su obvio desmoronamiento me sobra. 

Por supuesto, hay mucho más, y los temas constantes de este autor sobrevuelan la narración: la preocupación por el planeta, sobrepoblación, critica de America: el primer pais en poblacion carcelaria, en consumo de carne, en cabezas nucleares, emisiones de CO per capita. Si estos temas también te mueven, quiero decir, si tienes corazón-el libro es imposible que no llegue.

Por fin, me muero por hablar de las múltiples referencias a "Great expectations", una de mis novelas favoritas. Para empezar, la novela comienza con un personaje llamado Pip, que no tiene dinero, ni padre, y al que quiere encontrar. Hay una Miss Havisham recluída y enloquecida, a la que solo el falta el vestido de novia. Hay convictos escapados, asesinatos, benefactores misteriosos e historias de amor infelices. Franzen, como Dickens, introduce mil personajes en el ambiente social de su época. Y en ambos casos, es imposible dejarlos.