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25 junio 2018

"Disgrace" ("Desgracia") de J.M. Coetzee: Algo salvaje

Un divague que empieza con mi desacuerdo con la traducción del título del libro recensionado: sensación de dejá-vu, divagantes? Pero es que "disgrace" puede ser "desgracia" en el sentido de "caer en desgracia", pero no la desgracia primera que se piensa en castellano; es más verguenza, deshonra. Tenía que decirlo. Sigamos, pues.

Hay que aclararlo porque el catedrático de literatura protagonista de la novela cae en desgracia espectacularmente tras un affair con una estudiante, una de sus alumnas. El libro fue publicado y ganó el Booker en 1999, otro contexto del nuestro. Esa era la época en la que un profesor te decía algo así raruno ("usted practica algún deporte para mantener ese cuerpo?" o "qué perfume lleva?") y te parecía que el problema igual eras tú. Era la época pre-#MeToo, que empezamos a mirar con estupor, y que nuestras hijas afortunadamente mirarán con escándalo y nos dirán, "ma, cómo (no) hacíais eso?"  El caso es que estamos en los 90, y el catedrático no es que tenga un affair, como pone en la contratapa, la realidad es que el catedrático acosa-y derriba-a la alumna, que no quiere claramente seguir con la historia. Más tarde, la hermana menor de la chica pensará con repugnancia:"Así que este es el hombre con el que mi hermana ha estado desnuda, con el que se lo ha hecho!" y su exmujer le plantea si cree que una chica joven encuentra algún placer en meterse con un tipo de 52 en la cama, si cree que ella encuentra ese cuerpo algo atractivo que mirar. Esto es importante anotarlo para todos esos que se creen que como "maduros interesantes" tienen interés sexual para la mayoría de las jóvenes. Ding-dong: no. Gracias Coetzee por estos contrapuntos, por mostrarnos también cómo lo vemos nosotras. 

El catedrático aprovecha su posición de poder, acorrala a la chica y el concepto de "consentimiento" o lo que ella quiera ni se le pasa por la cabeza. Piensa en él. "Bueno o malo, simplementento lo hace. No actúa por principios, sino por impulsos, y la fuente de sus impulsos es una oscuridad para él. Su locura no era de la cabeza, sino del corazón". Qué bonito, no? Entren los violines. Locura del corazón. El tipo contraataca, con sus propios juegos mentales para justificarse, para salir ileso, y como para algo es catedrático de literatura, lo hace formalmente bien: "quizás sea el derecho de los jóvenes el estar protegidos de ver a los viejos en los estertores de la pasión. Para eso están las putas, para soportar los éxtasis de los feos". Y aún lo remata más, en el juicio improvisado que le hacen en la uni, en el que se declara culpable, con frases como "era un esclavo de Eros". Es así como piensa defenderse?, le dicen,  "No es una defensa-contesta-lo que queréis es una confesión. Ahí la tenéis". Qué incómodo, le preguntan entonces sobre su arrepentimiento ("En el calor del momento, no hay dudas"), a lo que sin despeinarse les contesta que "declararse culpable es una declaración secular, pero que el arrepentimiento pertenece a otro universo de discurso". Me gusta. A ratos logra casi envolverte con su relato: "En todo caso, la cuestión  no es si lo sentimos, sino qué va a cambiar ahora que lo sentimos.  Tras una cierta edad, uno es demasiado viejo para aprender lecciones, uno solo puede ser castigado y castigado". Pero lo que está en el fondo de su discurso es que él obraba según su naturaleza, y ya. Un dinosaurio moral, pero hay curiosidad por oir al dinosaurio hablar. Humbert Humbert viene a mi cabeza. "Ningún animal aceptará una justicia que le castigue por seguir sus instintos"

Aquí estamos en los primeros capítulos del libro: en ese punto crees que estás leyendo una novela de campus con el gran tema "poder" en su frecuente presentación de cintura para abajo. Bien, te gustan las novelas de campus, ese género literario que ha dado libros tan chulos como 
Pero no: Coetzee entonces da un volantazo y el catedrático -enfrentado a su "caer en desgracia" particular ante su pequenio círculo de la torre de marfil que es la universidad - decide escapar.

Para el tema "campus" era fundamental localizar la novela cronológicamente (a grandes rasgos, todos los campus se parecen), pero para la huída-hacia-adelante es vital localizarnos geográficamente: Sudáfrica. Y cuando uno huye de una ciudad universitaria hacia el campo, no es lo mismo hacerlo en Europa que en Sudáfrica. Allí verdaderamente estás en el fin del mundo. Y cuando empiezan a pasar cosas, en un chamizo-granja donde vive su hija hippie, entonces sientes la vulnerabilidad de ese gran espacio abierto, salvaje, en el fin del último continente, el del corazón de las tinieblas, el continente oscuro.

El primer shock que sufre el catedrático es su hija. Tener una hija hippie, "que se ha dejado" (refiriéndose al peso, la ropa, esos zapatos "cómodos"), en un hombre que valora tanto la belleza de las jovencitas, tiene que ser un palo importante. "Dejarse, lo que pasa cuando uno se retira del campo del amor", o cuando sospecha si su hija es gay "Amor sáfico, una excusa más para engordar". Claramente vemos por lo que valora el catedrático a las mujeres, ya sabemos que es una joya de hombre. Pero no es tan fácil. Como en toda buena novela, o como en la vida: hay luces y sombras, cumbres y valles, y a medida que avanza, constatas con dolor que el catedrático es un tipo con el que te podrías echar dos cervezas. Y eso hace la novela aún más compleja y más infinita su gama de grises. 

Sudáfrica inmediatamente evoca la palabra "apartheid" con todo su horror, pero aún así, como Coetzee ha despistado al lector con la universidad al principio, yo sigo asumiendo, por alguna razón, que los personajes son blancos. De hecho, he tenido que pararme y re-chequear conmigo misma, porque en la universidad todos los personajes los pienso blancos (y luego leo que la alumna abusada es mestiza). Pero más tarde, en el campo, he de volver las páginas para comprobar si cuando introducen a Petrus (el en principio ayudante luego vecino de la hija)  dicen algo de su color de piel, y no lo hacen, y lo mismo con otros personajes. Yo sigo en alerta porque vivimos en un mundo tan occidental-céntrico, que pese a vivir en una de las ciudad más multiculturales del mundo, me cuesta pensar, de entrada, en otras razas. Igual soy sola yo, pero necesitaba explicarlo porque esto ha sido una de las cosas que me han chocado del libro, que me han hecho sentir incómoda -y eso que hay muchas, muchas cosas para sentirse incómoda leyendo "Disgrace". Y no sé si he caído en una trampa diseniada por Coetzee, o una tontería mía. Pero escuece, porque la violencia racial, la tensión entre los negros y la minoría de blancos es un hecho y es palpable en toda esa parte de la novela. El eje de la tensión cambia: de poder de género a poder racial.  Casualmente, esta semana ha ido el padre de un compa de Mini, sudafricano blanco, a hablarles a los ninios del apartheid. Este hombre se fue de Sudáfrica como resistente de guerra, otro insumiso como nuestro Peda. La profesora es también sudafricana, y Mini me contaba como ambos admitían en la charla que pertenecían a una minoría de ricos, como blancos que son, que tenían casa con piscina y servicio. La profesora es tan tan cool, que nos ha pedido permiso a los padres para enseniarles "Invictus" pese a ser para mayores de 13, y les ensenia el "Madiba dance" y luego todos lo bailan en clase... Me pone una gran sonrisa en la cara...


Las consecuencias de la injusticia sistémica que fue el apartheid las sufre el catedrático y su hija una vez ahí fuera, en lo salvaje.  Recuerdo, aunque hace más de 25 anios que leí "La casa de los espíritus" su conclusión: «Me será muy difícil vengar a todos los que tienen que ser vengados, porque mi venganza no sería mas que otra parte del mismo rito inexorable». En "Disgrace", el catedrático intenta abrir el foco, encontrar en la política y la historia una explicación al ataque que reciben por parte de tres negros, que su hija se niega a denunciar (para su exasperación): "es un riesgo poseer cosas, porque no hay suficientes cosas para tanta gente. Las cosas tienen que circular para que todos disfruten de ellas, luego el que te asalten no es maldad, es simplemente parte de un enorme sistema de circulación, de redistribución de la riqueza". En otro punto reflexiona que los negros "igual piensan que tienen que cobrarse algo de mí, por vivir en su tierra. Les debo algo". Otro incidence en la gran campaña de resdistribución. 

“He would not mind hearing Petrus's story one day. But preferably not reduced to English. More and more he is convinced that English is an unfit medium for the truth of South Africa. Stretches of English code whole sentences long have thickened, lost their articulations, their articulateness, their articulatedness. Like a dinosaur expiring and settling in the mud, the language has stiffened. Pressed into the mold of English, Petrus's story would come out arthritic, bygone"

El párrafo anterior, reflexión sobre lo inapropriado del inglés para capturar la complejidad sudafricana, ocurre cuando Petrus llama a su hija "su benefactor." Benefactor: la palabra chirría. Hay en el fondo una lucha del orden establecido, que era duenio-blanco-empleados-negros. El inglés está podrido por dentro, "solo te puedes fiar de los monosílabos, y ni siquiera de todos". 

El  bienestar animal es otro de los grandes temas que recorren la novela, y a mí es uno que me ha gustado particularmente porque tal vez yo sea un poco como el catedrático. No me apasionan los animales, algunos directamente me disgustan y no puedo imaginar una vacación más aburrida que ir a fotografiar cebras. Eso sí, tengo un atractor para ellos, según Fashion, y por ejemplo, sobre Nara su golden, ejerzo un imán especial: Nara me ve y viene a que la toque (en la frente, que como decía la Yaya es donde les gusta). El catedrático es un indiferente así, pero durante la novela, viviendo en el campo desarrolla cierto sentido y por ejemplo, lleva muy mal que dos cabras con las que se había encariniado acaben asadas en casa del vecino para una fiesta, o lo que les pasa a los perros en la clínica de una amiga de su hija. Como el catedrático, no hace falta ser apasionado de los bichos para odiar ver a cualquiera de ellos (sí, también los que me disgustan), sufrir. Ya hablamos, a tenor de Sapiens, de las aberraciones que estamos haciendo a las vacas en granjas, y en conciencia, yo debería hacerme ya del todo vegetariana. 

En mi libro de literatura folk, explican como "Disgrace" fue publicado cinco anios tras las primeras elecciones libres en Sudáfrica y supone un contraste brutal con otra literatura llena del optimismo de la nueva nación. El estado de desgracia, de haber caido en desgracia, se extiende como una mancha de aceite a tantos niveles. El catedrático se niega a explicarse bien en su juicio por abuso, su hija mantiene silencio ante un ataque brutal: no hay palabras para la reparación. El pesimismo es total y el paso del tiempo, envejecer está siempre presente en la novela: por primera vez el catedrático intuye lo que supondrá ser un viejo, cansado, sin esperanzas, sin deseos, indiferente al futuro. Ya lo ha vivido todo, desde el adulterio, "donde todo el tedio del matrimonio es redescubierto" hasta la poesía en vena “según mi experiencia la poesía te habla y te llega a primera vista o no te llegará nunca. Hay un destello de revelación y un destello reflejo de respuesta. Es como el rayo. Como enamorarse”. Ya ni las teorías valen, cuando te han partido la cara y apestas, "eso es la teoría; agárrate a una teoría y a la comodidad de la teoría".

Esta es una novela sobre relaciones de poder a todos los niveles, escrita en un lenguaje áspero, sin florituras, que te raspa tanto por su forma como por su contenido. Todo en ella es incómodo y escuece, y su amargor te persigue durante días. Qué se podía esperar de un caer en desgracia no solo personal, sino colectivo.

24 junio 2018

El tarado: documento gráfico

En "Divangando de Investigación" no descansamos. Alguien recuerda al tarado, hace cosa de un mes? 

Ultimamente estábamos preocupados por la notable reducción de sus -ya entrañables- "mmmm mmm". Pero, oh destino,  la otra tarde, casualmente mirando por la ventana de atrás, la que da al jardín de Rose, quién está bajo el cerezo manipulando una pala?

Para que no se me acuse de intentar llevar al divagante a mi terreno, ahí dejo esta imagen. Un individuo desconocido, con una pala (como de excavar tumbas, sí, todos lo estamos pensando) dándole a césped bajo el cerezo. Yo no quiero decir nada. 

Y no, tristemente no obtuve una imagen frontal; a día de hoy es lo mejor que puedo ofrecer.  Pero seguimos en la brecha. Seguiremos informando. 


17 junio 2018

Summercat (adoctrinando a Mini)

Llevo años esperando a que Mini tenga a edad para ir juntas a ver "Les Misérables", el musical. Por casa a menudo suenan las canciones de fondo, para que se vaya familiarizando, y hace unas semanas pasamos La Gran Prueba, la peli de Tom Hooper. Exito total: la vio encantada  (cantando/gritando ambas de principio a fin) y la otra noche, se la vendió a sus dos amigas que se quedaron a dormir. Es una peli dura para niños, primero por su formato, es toda cantada, y, más importante,  por su contenido (hay un par de escenas que no le dejé ver enteras). Ella misma ha encontrado este clip que nos encantó: verlos a todos, vestidos de "ellos mismos" (un paso adelante, Helena) ensayando en un estudio...



Pero no termina aqui el proceso. Este ha sido el finde de "Summercat". El otro día leí que "el pistoletazo para el verano comienza con el anuncio de Estrella Damn", que este año ha sido dirigido por tal y tal.... y como me encanta Summercat, la canción de Billie The Vision & The Dancers, se lo pongo a Mini. Que, ni que decir tiene, absolutamente se engancha (a quién no le puede gustar esta canción), y de paso, se da un baño/ sobredosis de todos los anuncios de esta birra en los últimos veranos ("mummy, me recuerda a Grecia"). Gran sonrisa...



Qué masoquismo, le digo al Peda: ver gente joven y guapa pasándolo genial en vacaciones mediterráneas. Siempre aparecen en calas desiertas, claro: menudo bulo. A fe mía, hay que irse a la Grecia remota (27 días nos quedan!!! yujuuu) con un coche que acabará lleno de barro para encontrar algo (remotamente) parecido. Recuerdo mis vacaciones en Mallorca e Ibiza con amigas en la universidad: se conviertieron en veranos míticos pero ni de lejos como los de estos pavos de Estrella. Cuando tienes la juventuz, no tienes la pasta para alquilar esas chozas estudiadamente bohemias, ni el Citroen Mehari encantador. 

Mini ha escuchado la canción tantas veces en bucle que ya se la sabe al pie de la letra (mardita roedora, cuando a nosotros aún nos cuesta entender las canciones de cabo a rabo). La escuchamos de nuevo con la letra y, OMG, esa letra sí que me lleva a veranos que todos hemos vivido... 

"Te besé en el aeropuerto para decirte adiós. 
te abracé y te dije: 'Aquí estamos y no puedo parar de llorar". 
Y me dijiste 'Venga, te olvidarás de mí cuando estés en ese avión". 

Nostalgia de esos septiembres en los que de verdad creías que se acababa el mundo. Suspiro, mirando por la ventana, y le digo al Peda: "en esto sí que me da envidia Mini, todos esos amores de verano que le quedan por recorrer". "No te preocupes-sentencia-igual hay también un circuito de esto para la tercera edad". 


11 junio 2018

Dulce et Decorum Est: Esa vieja mentira

Muchos poetas escribieron sobre el horror de sus experiencias personales en la Primera Guerra Mundial. Uno de ellos es Wilfred Owen, que murió con 25 anios, y cuyo trabajo evolucionó de patriótico a la descripción desgarrada de lo que vio. Algo que uno nunca querría ver repetido en un ninio, así que dejemos de mentirles con versiones del "Dulce et Decorum Est /Pro Patria Mori" ("Es bello morir por el país de uno"). Esto titula su poema más famoso.

Qué coincidencia, unos días después de leer el poema me encuentro con este cuadro "Mujer con niño muerto" de la alemana Käthe Kollwitz, de 1903, que me impacta por su fuerza. Cuando mandan ninios (porque muchos son poco más) a la guerra, tal vez debería ser obligado mirar esta imagen, leer este poema. Y dejar de decir mentiras.


Frau mit totem kind (1903)


Dulce Et Decorum Est
Bent double, like old beggars under sacks,
Knock-kneed, coughing like hags, we cursed through sludge,
Till on the haunting flares we turned our backs,
And towards our distant rest began to trudge.
Men marched asleep. Many had lost their boots,
But limped on, blood-shod. All went lame; all blind;
Drunk with fatigue; deaf even to the hoots
Of gas-shells dropping softly behind.

Gas! GAS! Quick, boys!—An ecstasy of fumbling
Fitting the clumsy helmets just in time,
But someone still was yelling out and stumbling
And flound’ring like a man in fire or lime.—
Dim through the misty panes and thick green light,
As under a green sea, I saw him drowning.

In all my dreams before my helpless sight,
He plunges at me, guttering, choking, drowning.

If in some smothering dreams, you too could pace
Behind the wagon that we flung him in,
And watch the white eyes writhing in his face,
His hanging face, like a devil’s sick of sin;
If you could hear, at every jolt, the blood
Come gargling from the froth-corrupted lungs,
Obscene as cancer, bitter as the cud
Of vile, incurable sores on innocent tongues,—
My friend, you would not tell with such high zest
To children ardent for some desperate glory,
The old Lie: Dulce et decorum est
Pro patria mori.

Wilfred Owen

Dulce Decorum Est
Doblados, como viejos mendigos bajo sacos,
Chocando las rodillas, tosiendo como viejas, maldecimos desde el lodo
Hasta darle la espalda a las condenadas bengalas
Y empezar a arrastrarnos a un descanso remoto.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos ya sin botas
Pero seguían adelante, cojeando, calzados de sangre.
Todos acabaron cojos, ciegos todos,
Ebrios de cansancio, sordos incluso a los silbidos
De proyectiles que caían detrás.

¡Gas! ¡Gas! ¡De prisa, chicos! En un éxtasis de torpeza
Nos calamos torpes cascos justo a tiempo;
Pero alguno seguía pidiendo ayuda a gritos tropezando
Indeciso como un hombre ardiendo en llamas o cal viva.
Borroso tras los vidrios empañados y a través de aquella verde luz espesa,
Como hundido en un mar verde, lo vi ahogarse.

En todos mis sueños, lo veo sin poder hacer nada,
Se abalanza sobre mí, se atraganta, se ahoga, se apaga.

Si en algún sueño asfixiante, tú también pudieras caminar
Tras la carreta donde lo arrojamos
Y ver cómo sus ojos blancos se retorcían en la cara,
Una cara que ya colgaba, como un diablo harto del pecado;
Si pudieras oír, a cada tumbo, la sangre
salir a borbotones de sus pulmones podridos de espuma,
Obsceno como cáncer, amargo como pus
De dolores incurables y terribles en lenguas inocentes,–
Amigo mío, no les dirías con tanto entusiasmo
A los niños deseosos de gloria que nace de la desesperanza
Esa vieja mentira: Dulce et decorum est
Pro patria mori.

06 junio 2018

"El tiempo es un canalla" ("A visit from the goon squad") de Jennifer Egan. No os fiéis del título, pero sí de mí.

No hay que fiarse                                           
No hay que fiarse de un libro por su tapa, dice la sabiduría popular. "Mi caballo", pienso,  yo me fío: el horror colorista de tantos libros mercenarios, escritos para ser deglutidos (preferentemente al lado de una piscina) y olvidados en el vuelo de vuelta, con la única intención de llenar el bolsillo de la editorial o quien sea, no engaña. 

No hay que fiarse de un libro por su título, dice la experiencia. Pero es que a veces no se lo curran nada, como en este de Jennifer Egan. Tampoco digo de entrar en el bucle penoso en el que yo me metería si tuviera que titular un libro, pero es que el titulo de esta novela, "A visit from the goon squad" (se traduciría literalmente "Visita del escuadrón de los idiotas") que gano el Pulitzer en 2011 no me llevaría ni de lejos a cogerlo en una librería. Y esto me desasosiega porque... me habría perdido un libro con el que disfrutado muchísimo. 

Que además, llegó a mí un poco de rebote:  lo compró el Peda, tras el podcast de literatura "Tomo y Lomo" de Carnecruda, pero no he podido localizarlo. Luego me dijo que "está bien" y que "es raro". pero sin aspavientos. Con esta serie de vaguedades metí el dedito, así como de lateral miré la primera página y... ya no pude dejarlo.

***Aviso Legal: Como casi siempre, no cuento la trama del libro, hablo de sus grandes temas, y de su forma. Pero es que además, reto a cualquiera a contar este libro...:) se verá porqué***

Es novela o son relatos? Desconcierto en los primeros capítulos       
Sé que suena a cliché, "no he podido dejarlo", pero es que el primer capitulo es tan vital, tan energético, y además está tan bien escrito, tan lleno de detalles con los que conectas, o con los que no tienes nada que ver, que es así. Quiero saber más, y estar más rato con y entender a Sasha, la cleptómana protagonista. En un punto medio te sientes culpable porque estás disfrutando tanto leyendo que piensas: es esto literatura? Y como siempre pasa, si es literatura y además te lo pasas pipa, es de la mejor literatura.

Pero llega el segundo capítulo y... zás, Sasha desaparece. Aunque te autotranquilizas: no pasa nada, está introduciendo a los personajes, enseguida Sasha volverá a reaparecer, por lo que has invertido emocionalmente en ella. Pero, oh, enseguida te ves literalmente atrapada por Bennie, el personaje principal del segundo capítulo, que con suspiro ves que es el jefe de Sasha, pero cuya historia se lee independientemente. Cuando terminas este segundo capítulo ya has invertido tanto en Bennie y sus andanzas que vuelves a sentir el mismo dolor al terminar el capítulo, o -te asalta la duda- tal vez el relato? Es este un libro de relatos interconectados por personajes?

Leer con lápiz                                                                                                
Sea lo que sea, en el capítulo 3, me doy cuenta que va a ser mejor hacer lo de "Cien Años de Soledad", coger un folio y empezar a garabatear árboles genealógicos de amor, cuernos, muertes, desordenes, desamor, cárcel, desapariciones , afiliaciones a bandas musicales. Aquí me doy cuenta que no solo tenemos que seguir de la mano de algunos de los personajes, sino que los veremos en el pasado, cuando aún no eran ellos, y en el futuro de todos, también el nuestro. Ahí también asumes que el libro es una novela, solo que narrada de una manera tan rayuelística, tan proustiana, tan tarantinesca que a veces no lo parece. 

Decorados                                                                                                     
El fondo de la novela, los decorados, son el mundo y la industria de la música en los EE.UU. Empezando por California en la época de surf, y cannabis, y vida loca de gente joven que se hizo rica o se hundió gracias al negocio inmenso que puede ser la música, en los 70.  Este "background" de chicos y chicas con collares de perro con tachuelas, pegados a una guitarra eléctrica, furgonetas con o sin cortinillas y productores pasados los 40 saliendo con las groupies, le sirven de percha a Egan para colgar un montón de temas de rabiosa actualidad (y esto fue escrito en 2010, mucho antes del #MeToo) y otros de aquellos de ayer-hoy-y-siempre, temas eternos desde la Iliada.

Observaciones: Egan,  me das envidia                                                         
Egan es una observadora con mucho tino: guardias de seguridad son iguales en la realidad que en la tele. El momento en las relaciones que se pasa de la (mágica) conexión -via-referencias-comunes al (menos atractivo) de conocerse demasiado bien. Los niños de los ricos son siempre rubios. Uno de los ingredientes básicos de las así llamadas experiencias es la fe delirante de que es única y especial, y que los que están incluidos son privilegiados y los que están fuera se lo están perdiendo. Los clubes exclusivos -donde sospechas que no hay nadie que merezca la pena conocer- y donde te dan la toalla para evitar cacofonía de colores al lado de la piscina. Las 2 am, esa hora en la que (resulta que) la gente normal se va a casa a dormir, y los borrachuzos o enloquecidos siguen fuera. El pánico te tijeretea.

La imposibilidad de las relaciones (un tema importante, pero hay más)  
A medida que navegamos por el tiempo con muchos de los personajes, nos encontramos con que nada permanece. En general ellos han hecho aquello que Jonathan Franzen describía tan gráficamente en Purity como "trade their wives" (cambiar sus mujeres cuando llegaban a la cuarentena por chicas en la veintena). Vives con dolor, de la mano de la mujer de uno de esos que se había convertido en un hombre nuevo tras "una fase", como todo vuelve a empezar, y el momento en el que ella descubre esa horquilla justo cuando ella le quería contar tantas cosas del día, rompe el corazón. Su descripción de querer escapar, como si fuese ella una granada andante a la que quería sacar de su casa, para que cuando explotara, la destruyera solo a sí misma.   

Pero también hay casos de simple negligencia: el tipo que "ha doblado por la  mitad" su deseo por su mujer, luego por otra mitad, y por otra, y otra, hasta que desaparece. La había dejado ir, conservándose a sí mismo para qué? Le asustaba que no tenía  ni idea. Pero la había dejado irse, y ya no había vuelta atrás. Ese para qué, pone los pelos de punta. 

Pero volviendo al típico productor de música, o ejecutivo de empresa, que hacen lo que se espera de ellos, yo pensaba que tiene que haber un tipo de hombres que no entrarían a eso, por dignidad aunque sea. Y eso (y la reacción de repugnancia de una chica a la que otra le está haciendo una felación en un concierto) me lleva a que también hay un tipo de mujeres que les tira para atrás el liarse con un tipo que podría ser su padre, gracias a los dioses, vs. las que se sienten atraídas por el papi-o abuelito universal.

A esto lo llama una estudiante de antropología liada con el productor que ya lleva 6 hijos de distintos matrimonios "odio estructural" en uno de los mejores capítulos titulado "Safari". Un grupo heterogéneo se embarca en un safari, gentileza del productor cuarentón, y es una risa a la vez que doloroso. La guía del viaje siente este "odio estructural" por la estudiante, que ella no toma como nada personal, es lógico que una cuarentañera que empieza a sufrir la ley de la gravedad en sus propias carnes odie al bimbo-trofeo que está con el macho-alfa, que paga la fiesta a todos, incluida la hija del alfa, que siente "resentimiento estructural" en contra de la estudiante (intentará distraer a su padre de esta), mientras que el hijo del alfa sentirá "afecto estructural" por ella, que adopta comportamientos maternales hacia él, aunque no tenga edad para remotamente serlo. Al final, todo terminará entre la estudiante y el alfa por "incompatibilidad estructural" (ya que el alfa ni de cola podrá nunca recononer las ambiciones de la estudiante-por definición, la relación será temporal) en contra de lo que pensáis, el "deseo estructural" que la estudiante siente por el conductor del safari, un tipo más cerca de su edad, callado, guapetón... vamos el Robert Redford de "Memorias de Africa". Al final la estudiante se casará con el alfa, seguirá de vez en cuando pensando en Redford, mientras que tendrá dos hijos rápidamente con el alfa "como si esprintando en contra de la inevitable pérdida de su atención".

El tiempo, ese cabrito (otro de los temas)                                                  
El tiempo es un canalla, como dice uno de los personajes al final de la novela (a lo que se ha agarrado el editor en castellano como un clavo ardiendo), y lo vamos sintiendo en estos terribles bamboleos temporales que nos da Egan. Conocer a alguien de hace tanto, de "aquella época cuando no existía tal cosa como la gente normal muriéndose". Recordáis esa época? O en los capítulos en los que se nos describe con extraordinaria claridad, dónde y cómo está el guitarrista más cool de la banda de los 70 (y no es un buen lugar, aunque su capítulo es, en serio, desternillante: cómo se presenta con un pescado en la oficina toda cuero cristal y acero del miembro de la banda que sí ha triunfado, o el otro, que pesa 200 kgs y quiere volver para retransmitir su caída, su muerte en directo. "I dont want to fade away, I want to flame away".

Forma: Narradores                                                                                        
Egan usa múltiples narradores, el omnisciente en muchos capítulos, o algunos de los personajes en otros. Todos son narradores no-confiables, pero es excelso cuando uno de ellos, suicida impenitente, se observa a sí mismo desde fuera mientras hace comentarios inapropiados y al final se dice "quién eres tú realmente, el que dice o hace lo que sea, o el que mira desde fuera? 

Más Forma: Admitimos un capítulo en powerpoint  como animal de compania? (pero también con contenido de 10)                                        
El penúltimo capítulo es una presentación de powerpoint escrita por Alison, una niña de 12 años-la hija de uno de esos personajes que hemos conocido décadas antes en el ápex del cool: Sasha vuelve! Este capítulo me ha encantado por varias razones, y no necesariamente por su formato, que supongo que estará ya más que trillado (hasta en 2010). Primero porque la madre, que aún es la chica que viajaba sola por el mundo a los 20 o que estaba en una productora a los 30, le dice q la niña que por qué no escribe "normal", y Alison le dice que esta es su manera de escribir: cómo evitar los flashbacks propios, las miles de veces que yo querría que Mini hiciera cosas que a mí me parecen lo normal, y ella elige "otros formatos". 

En un punto, la niña comenta una foto de su madre en esa juventud de bandas y conciertos,  y dice que no le importaría ser amiga de esa chica, o esa chica. Me planteo cuántas hijas de mi generación sentirán que sus madres son alguien a quien tender, aspirar a ser. Vale, has de reaccionar contra la madre, matar al padre, es parte del desarrollo, la evolución, pero no puedo evitar pensar que Mini va a tener muchas cosas más que compartir conmigo que yo o mis amigas con nuestras madres. Cuando miro a las mujeres que ahora tienen setenta y tantos, siento mucha pena. Así, en general-y claro que habrá excepciones-son un grupo al que les ha tocado vivir en una parte de la historia opresiva, basada en fórmulas, en dependencia,  en no salirse de la raya. Nos libramos por 30 años: menos mal. 


Pero lo mejor del powerpoint es cómo describe esta niña a su hermano, un años mayor, que tiene autismo. No sé si Egan se ha documentado simplemente, o tiene algún niño con autismo cerca, pero lo ha bordado: con su fijación por los patrones (en este caso de las pausas en las canciones, que mide y clasifica y archiva), los intereses especiales, su manera peculiar de comunicarse. Es un capítulo que toca el corazón. 

Distopía no tan terrorífica                                                                            
Hace poco divagamos de Farenheit 451 y de "El cuento de la doncella" como distopías clásicas q ponen los pelos de punta. En el último capítulo, Egan nos hace fwd 10 años a 2021 (socorro, está aquí) donde describe cómo se comunicará la gente (es algo muy parecido a whastapp la verdad), pero ya en tiempos anteriores se queja de que el problem ha sido la precisión, la perfección, la digitización que ha succionado la vida de todo: películas, fotografia, música. Todo está muerto, un holocausto estético. 

No todo es malo, en este futuro ya no hay kms de praderas para los campos de golf, se han prohibido-se intuye que por temas medioambientales. Las batallas porque los niños pasen menos tiempo es las pantallas sigue intacta, aunque el record está en un bebé de 3 meses haciendo una compra online...

Cómo terminar este monstruo de divague                                                   
Ahora que se han cumplido los 200 años de "Frankenstein", qué mejor que admitir que, como pasa ocasionalmente, el divague se nos ha ido de las manos, tanto en palabras como en desvarío, y que nos ha salido un pequenio monstruo. Salgamos como podamos:

No puedo recomendar lo suficiente este libro. Me he reído, me he cabreado con el mundo, me he identificado, he sufrido y he querido que, a todos estos personajes que he conocido en distintas décadas, un poco como la trilogía de "Before ..." de Linklater pero desordenadas a veces, les fueran las cosas bien. Porque todos eran fieramente humanos y como todos, tomaban las decisiones equivocadas que les cambiarían la vida para siempre, igual que hacemos todos. Y al final las vidas son pedacitos de aquí y de allá, un poco monstruosos como Fronkonstin... y como este divague. 


Gracias a los que hayáis llegado hasta aquí: luego me las daréis por a recomendación. De mí, hay que fiarse. 

04 junio 2018

Rayos & truenos (cielo), modernismo (Barcelona), moción de terraza y literatura (Vetusta)



Todo apuntaba hacia una semana de half-term (vacaciones escolares británicas) normal: Mini et moi volábamos a Vetusta para ver a la familia, pasar por el ortodoncista, leer y poco más.  Pero en la noche del sábado estalló la mascletá en el cielo de Londinium:  los relámpagos alrededor de edificios emblemáticos de la city (el Gherkin, el Shard), darán muy bien como memes tipo "The road" cuando me dé por divagar de los visados que se están negando a día de hoy a sanitarios, con un NHS desangrándose de personal, por ejemplo, pero obviamente, tratándose de la isla tercermundista, tuvieron otras consecuencias. Por supuesto, es lo que piensan: este país se colapsa cuando nieva, llueve (mucho), hace calor, hace frío, y, cuando ha habido una tormenta eléctrica, con lo cual, nosequé sistema de fuel del aeropuerto se había roto y algunos vuelos estaban siendo cancelados. Al llegar al aeropuerto, antes de pasar seguridad, la cosa ya pintaba mal: hordas de turistas (cuánto odio viajar, cuándo viene la transmutación?) esperando a facturar (esto no para las viajeras ligeras), parecía una mani. Ya dentro, vuelos y vuelos cancelados, y el nuestro retrasado "en principio" algo más de una hora. Pero contentísimas: por lo menos hay esperanza. Rituales de aeropuerto completados (crema hidratante, colacao), Mini me lleva a un sitio que ella se sabe donde hay menos gente, y sí: allí encontramos butacas, tras pasar a gente tirada por los suelos por los pasillos, que parece habían pernoctado allí. 



Yo comienzo un libro del que divagaré enseguida, y Mini sigue con sus novelas sobre la Segunda Guerra Mundial. La del famoso (infame) niño del pijama de rayas, la tengo que leer con ella porque la profe ha avisado que es muy dura. Las dos la odiamos, es un desastre a todos los niveles, y el final... sin palabras. La propia Mini hace una reflexión al terminarla: "yo creo que este libro cuenta una historia que está bien, pero su manera de contarla es muy mala". Podría allí mismo comérmela a besos: aunque yo creo que la historia no se sostiene por ningún sitio, el que a los 10 años Mini ya haya descrito lo que es la esencia de la literatura me hace feliz. 



Ahorraré los detalles sórdidos del aeropuerto, de cómo en un punto nos mandan a todos a una puerta, una vez que esperamos allí nos hacen retroceder e ir  a un hangar con el trenecillo (casadios), morir de calor en aquel invernadero, y cuando por fin ya nos meten en el avión, este no se mueve porque "hay huelga de controladores en Francia" y resulta que pasamos por ahí. En resumen: 4 horas y media de retraso que asumimos como otra humillación habitual de esta innombrable aerolínea, y en las que seguimos disfrutando de nuestras novelas respectivas. 








Increíble pero se despega finalmente, aunque cuando ya pasamos los Pirineos, allá al fondo, donde tiene que estar Vetusta lo que reina es una nube tan negra, tan enfurecida, tan poco de bienvenida que una piensa: oi. Claro que Vetusta es un aeropuerto donde solo deberían enviar a pilotos de renombre, por su complejidad (tenemos hasta viento propio), así me digo: todo controlado. Pero no: el comandante me contradice por megafonía; Mini clarifica: "que dice que vamos a estar danzando un rato por el aire, hasta que nos den el thumbs-up los de abajo" (thumbs up=gesto del dedo pulgar hacia arriba). Así que sobrevolamos la muynoble- muyleal- muyheróica durante media hora "a ver si amaina" y, rien, baby, los rayos, truenos, centellas, y la del pulpo que está cayendo abajo nos impide aterrizar. Luego sabremos que han tenido que desalojar la terminal, subiendo a todo el mundo (incluídos mis padres, y todos los que ya habían pasado por seguridad y pasaportes) a un mirador superior porque la planta baja está inundada hasta los tobillos, se les va la luz, han de salir agarrados entre ellos como pueden: en fin, qué contarles, que mi padre tiene historia que detallar a cualquier victima que se le ponga por delante de aquí a Navidad. Calculo que en Nochebuena la repetirá también a los que ya la hemos oído-varias veces. 



Les habla de nuevo el comandante, que no hay tu tía, que nos vamos, que será cosa de 20 minutos y que aterrizaremos en... El Prat!!!! Mini y yo lanzamos un grito: Barcelona!!!! Allí están los Jekes (y Nara!!!!). Salimos de la negrura, hacia el Mediterráneo... y por fin aterrizamos a las 21:10, hora local, cuando deberíamos haber aterrizado en Vetusta a las 16:25. Para nosotras termina ahí la pesadilla, porque al ratito teníamos a los jekes a buscarnos, pero la pobre gente que tuvo que cogerse el bus que puso la Innombrable llegaron a Vetusta a las 4:30 am. Lo que viene siendo un vuelo transcontinental: 12 horas después. 



Nosotras, en Barna, como unas pepas, nos quedamos hasta el miércoles, básicamente dedicándonos a pasear por la ciudad a lo bestia -nivel leyenda- con Nara. Mini no quería ni oír hablar separarse de ella, así que del Eixample hasta el barrio gótico (cómo me encanta la arquitectura de esta ciudad, espectacular) sin despeinarnos, comer bocata de tortilla de patatas en Catalina en el Born, vuelta a casa, y salir para ver a un amigo, y vuelta a Plaza Catalunya a buscar a Fashion, y otro día hasta Barceloneta, y fotos, más fotos, y casi una mañana en La Central, una librería que recuerdo con mucho cariño de otras visitas a Barna (donde Mini y Nara se acomodaron en sección infantil y yo pude ir a perderme en el resto), y alguna tienda, porque a Mini le está empezando a interesar la ropa y su tía qué más quiere, y una sandalias de Panamá para cada una, y aquel día parecíamos Pretty Woman con las bolsas por el Paseo de Gracia.  


Lo mejor, estar con los jekes (que nos dejan su cama, yo los amo) por las tardes-noches cuando venían del curro, y la creperia con nuestros amigos con niña (a la que llevamos libro de cuentos feminista), y la pizzeria napolitana, y las acelgas de Ku, y esconder los donuts con forma de munequito con los que aspiraban agasajarnos.


Una pena coger el tren hacia Vetusta el miércoles, donde viajaban un grupo de inglesas con camisetas que decía, por delante "Hablo mojito" y por detrás "Tres chicas y sus mamacitas" (sic). Yo quedé intrigada porque solo iban cuatro, dónde habrían quedado las otras dos? Y, quienes eran? Porque en este grupo, una me quedaba claro que era mamacita, pero las otras, quién era quién? Esto da para un relato...



Vetusta habría sido Vetusta cuando apenas salgo de la terraza si no es porque una amiga me despertó de mi letargo con el siguiente whatsapp: "A la mierda el PP!". Esto era cuando "los vascos" anunciaron su apoyo a la moción de censura en contra de ese gobierno de verguenza. A partir de ahí, qué puedo contar que no se sepa: una cuesta abajo sin frenos, leyendo al prensa, y escuchando la radio (aún así me termino mi libro y empiezo otro). No que espere nada de un partido que encarceló a insumisos y otra larga lista de despropósitos,  pero por lo menos, Rajoy está fuera. Da un poco menos de bochorno enfrentarse a los compas mañana en el trabajo cuando pregunten qué pasa en la península esa de la que vengo... 


Todo apuntaba hacia una semana de half-term normal: cuánto me alegro que no lo haya sido. :)