an

14 marzo 2010

El arte de la carcajada

Sonreír es fácil, no me cuesta y lo suelo practicar con asiduidad. La sonrisa la tengo dominada y me sale de fábula, sin querer, de manera inconsciente, espontánea.

Sin embargo, no me sé reír. Es cierto, lo confieso. No he sabido nunca. Por lo menos en condiciones. Jamás oirás mi risa porque mi risa no suena. Es una risa muda en la que sólo el gesto y el movimiento acompasado delata que me río. Pero no hago ruido al reír. Mi risa no es sonora. Sería fácil subtitularla y ponerle el grado de hilaridad que quisieras. Puedo llorar de risa, pero siempre en silencio.

Mi compañera de correrías tampoco sabía y era un tema que en más de una ocasión divagamos.  Nos daba rabia no saber carcajearnos sonoramente de algo. Troncharnos, aullar, desternillarnos, morirnos, partirnos el pecho... No al estilo Loreto Valverde, eso no, pero sí de manera sonora.

Pensábamos que los que se reían a carcajadas se lo pasaban mejor que nosotras y les envidiábamos la estridencia. Por aquel entonces, teníamos amigas de esas que se reían y contagiaban a todo el autocar que nos llevaba al cole o se carcajeaban delante de una ventana y salía el vecindario a ver qué es lo que pasaba. Cuánto nos hacían disfrutar... Cuando ellas se reían,  no podías parar de reír con ellas. Daba igual el motivo. Ellas, su risa, eran la causa. Eso sí, nosotras reíamos desde la barrera, en el anonimato. Intentamos aprender, pero nunca lo conseguimos. De nada sirvieron los esfuerzos. Incluso logramos hacer sonora una parte, pero nos quedábamos sin fuelle para continuar. Así que lo dejamos.

Hoy, igual que ayer, me provoca más risa oír reir que el detonante de la risa en sí. No me gustan las cosquillas porque me dejan sin aliento y me parece que me ahogo. Me río más con lo ingenioso que con lo obvio. Así, no me suelen hacer gracia las manidas caídas o los chistes (salvo que sean buenísimos).

Me suelo reír malvadamente cuando gano al parchís. Me encanta la risa malvada: ¡juas, juas, juas! También me sé reír con ironía: ja, ja...;  o con astucia: je, je, je, jeee. Incluso con autosuficiencia: ¡JA! Pero sigo sin dominar el arte de la carcajada.

4 comentarios:

  1. Esa risa que te deja un cosquilleo detrás del esternón es de las mejores cosas de la vida.

    El Peda tiene una carcajada famosa, que alguna gente califica de "Santa Klaus" (con la "o"). Ahora, cuando le hago cosquillas se ríe histérico con la "i", a los gritos de "para, para, que no conozco ni a mi madre ni a mi padre". Creo que mi risa es con la "a".

    Este divague ya da risa... tienes razón, no hay nada más contagioso que ver reír.

    Besos

    Di

    ResponderEliminar
  2. Hi Diva:
    la verdad que a mi la gente que se ríe de forma escandalosa no me gusta mucho.
    Pero me muero de risa cuando veo a alguien reirse de verdad. ¿Será que andamos cortos de razones para reir?
    No lo sé, pero deberíamos de hacerlo más frecuentemente aunque sea en silencio.
    Por mi parte, una risa para las Di-vas!
    Buena semana.
    Bye

    ResponderEliminar
  3. Buf, por un momento pensaba que mi letra era también "muda"... y que no me oía nadie...

    ResponderEliminar
  4. Querida OH,

    "Se oye reír en las cocinas y se ve reír en los salones", Así reza un refrán...

    ResponderEliminar

Comenten bajo su propio riesgo, sin moderación. Puede ser divertido.