Aquí el campus no es otro que la Universidad de Vermont (Noreste de los EE.UU., tocando Canadá) que representa tal vez lo salvaje. Todo bosques, el verde que hay que mantener bajo control o inundará los caminos y los tejados. Todo brumas, a orillas de uno de los grandes lagos, niebla al amanecer. Todo blanco, nieve, hielo, escarcha. Incomunicación. Todo como hace 25 anios.
Y es que la novela fue publicada en 1992, cuando lo verde, las brumas, lo blanco eran lo mismo que hoy, pero la comunicación era otro planeta: no había internet como hoy la conocemos, ni teléfonos móviles (de hecho los protagonistas pasan bastante tiempo "bajando a la cabina"), y esto aún, a día de hoy, aumenta esa sensación de desconexión... algo que la autora no planeó claro.
|
|
Un pequeño grupo de estudiantes están matriculados en tal vez la disciplina más elitista en el mundo anglosajón: Clásicas. Esto es curioso porque en la península, los matriculados en esta carrera son un grupúsculo de excéntricos cuyo reino no es de este mundo. Y sé de lo que hablo: mi hermanita Fashion estudió Clásicas. Pero cuando llegué al Reino Unido, noté que había una veneración por los licenciados en estos estudios que no se quedaba en mera admiración intelectual: esta gente entraban en los programas de postgraduados de las mejores empresas, y luego se los rifaban para trabajos bien pagados no, lo siguiente. Así que hacer Clásicas en anglosaxolandia significa en general que vienes de muy buena familia. Y esto es lo que pasa con los cinco estudiantes (cinco!) que estaban matriculados en estos estudios en Vermont: una panda de pijos, acostumbrados a ser servidos.
La novela comienza, sin embargo, presentándonos al "outsider" (el que viene de fuera), Richard Papen, un tipo de clase media-baja, de muy lejos (del sol! de California), y la verdad bastante mediocre, que acaba en Clásicas sin verdadera pasión. Tartt usa el cliché narrativo ("Nihil sub sole novum") de introducir en un grupo en cierta homeostasis al extraño, el que no pertenece, pero que aspira a. Y con este elemento -que será el narrador- compartiremos perplejidad ante las excentricidades del grupo, formado por una banda de cuatro chicos y una chica. En serio, Tartt? la Pitufina? hay que poner "al gay", "al negro" y a "la chica"? (gran pereza). Pero tal vez esté refiriéndose a que las mujeres para los griegos eran criaturas menores, y esto queda reflejado en las bases de la lengua también: en gramática griega, uno de los primeros axiomas es que "los hombres tienen amigos, las mujeres parientes y los animales, a los de su especie". Uno es el frío que atrae a todos, otro, sí, el gay (que lleva quevedos-"pince-nez", en serio? hay una escena de sexo en la que sigue con sus quevedos... ahí casi se me cae el libro de la mano), otro un atolondrado rudo y desagradable, otro bebe. Las Spice girls, vamos.
Estos chicos tiene distintos niveles de fortuna familiar, pero vamos, ninguno necesitará luego currar para vivir. Esta es precisamente una de las reflexiones finales del narrador: la crisis introducida en la novela tendrá como consecuencia que ninguno terminará sus estudios, pero solo a él le importa: él lo necesita para vivir. Pero cuando los empieza a conocer, nos dice "son una ilusión tan convincente, que pese a saber de su falsedad, uno quería seguir creyéndolo".
|
|
El último elemento también arquetípico de este tipo de narraciones es el profesor inspiracional. Cómo olvidar a Robin Williams en "El club de los poetas muertos": "Subid a las mesas, a ver cómo se ve el mundo desde ahí", les decía. Yo siempre quise tener un profe así y lo más parecido -vicariamente porque ni siquiera fue mío sino de Fashion- podría haber sido
Antonio Aramayona, que ya lo conté aquí. El profe de la pandapijos es un superculto, refinado, carismático y transgresor Julian. Un senior que da las clases en su oficina-que está decorada con muchísimo gusto- y que dice siempre frases para subrayar. Un hombre para el que estudiar clásicas no es un trabajo, es "el más glorioso tipo de juego". Un profesor que les estimula a pensar, a cruzar el límite "lo que es inconcebible, es irrealizable" ("what is unthinkable, is undoable"). Un tipo para el que la estética es mucho más importante que la ética, y que le importa menos "la amabilidad por sí misma que el gesto de la amabilidad." Un seductor que consigue que todos le amen por cómo los adula, veladamente, haciéndoles creer que son otra persona, llena de posibilidades. Un Aníbal Lecter sin el hígado con habas, pero con el Chianti, obsesionado con la belleza.
"El genio romano y tal vez su problema fue la obsesión con el orden. Uno lo ve en su arquitectura, su literatura, sus leyes-esta fiera negación de la oscuridad, la irracionalidad, el caos. Es fácil ver porqué los romanos, tan tolerantes de todas las religiones extranjeras persiguieron a los cristianos sin piedad: qué absurdo pensar que un delincuente común había resucitado de entre los muertos, qué terrible que sus seguidores lo celebran bebiéndose su sangre. Lo ilógico de ello les asustaba. (...) Los griegos eran diferentes, tenían una pasión por el orden y la simetría, como los romanos, pero sabían lo tonto que era negar el mundo invisible, los viejos dioses. Emoción, oscuridad, barbarismo. (...) Las cosas sangrientas y más terribles son a veces las más bellas. Es una idea muy griega y muy profunda. La belleza es terror. Temblamos ante todo lo que llamamos bello. Y ¿Hay algo más terrorífico y bello, para almas como las griegas o las nuestras, que perder por completo el control?"
"Si tenemos un alma lo bastante fuerte, podemos arrancarnos el velo y contemplar cara a cara la desnuda y terrible belleza; Dejar que el dios nos consuma, nos devore, nos quiebre los huesos. Y luego nos escupa renacidos".
"-La muerte es la madre de la belleza (... ).
-Y ¿Qué es la belleza?
-El terror".
"La belleza raramente es suave o consoladora. Más bien al contrario. La genuina belleza siempre es sobrecogedora".
"La belleza es dura" (Beauty is harsh)
Es como volver a leer a Oscar Wilde, el horror de la belleza, pero también habla del "pur", la palabra que contiene para él el secreto, la brillante, terrible claridad del griego clásico:
“Pur: that one word contains for me the secret, the bright, terrible clarity of ancient Greek. How can I make you see it, this strange harsh light which pervades Homer’s landscapes and illumines the dialogues of Plato, an alien light, inarticulable in our common tongue? Our shared language is a language of the intricate, the peculiar, the home of pumpkins and ragamuffins and bodkins and beer, the tongue of Ahab and Falstaff and Mrs Gamp; and while I find it entirely suitable for reflections such as these, it fails me utterly when I attempt to describe in it what I love about Greek, that language innocent of all quirks and cranks; a language obsessed with action, and with the joy of seeing action multiply from action, action marching relentlessly ahead and with yet more actions filing in from either side fall into neat step at the rear, in a long straight rank of cause and effect toward what will be inevitable, the only possible end.”
Del "pur" y de algunas otras cosas, que no quieres olvidar porque siempre son útiles para soltar en una cena, cuando los quesos:
"La psicología es solo otra palabra para lo que los antiguos llamaban destino"
"Los fantasmas existen. Eso lo sabe todo el mundo. Y nosotros creemos en ellos tanto como Homero. Lo que pasa es que ahora los llamamos de otra forma. Recuerdos. El inconsciente".
“De algún modo el presente se había contraído convirtiéndose en un lugar más pequeño y mucho menos interesante. Tal vez era eso lo que ocurría cuando la gente se hacía mayor.”
"Si la mente moderna es caprichosa y divagante, la mente clásica es intolerante, segura, implacable".
La mente moderna es divagante, darlings!! Esta frase me hizo sonreir. Y tal vez el divagante ahora esté sopesando que este libro parece interesante, ya que combina griego clásico, y un secreto (que se desvela en la primera página-es un asesinato), y tenga la tentación de leerlo. Aquí es donde entro yo, a salvaros.
|
|
Porque estas citas también me animarían a leerlo (la recomendación me llegó por mi libro aquel de literatura), pero la realidad es que este no es, en absoluto, el espíritu de la novela. Tartt nos cuenta demasiado las andanzas de este grupo de diletantes con el que es dificil empatizar. Ninios ricos que, inspirados por el profesor, quieren vivir en otra época, y que pasan los fines de semana en la mansión de uno de ellos en las montanias, o vacaciones en Roma para enfrentarse a la Bellezza, que beben y fuman sin parar, y que, cuando no tienen suficiente con ponerse túnicas, necesitan experimentar una bacanal, y la cosita se les va de las manos. La mayor parte de la novela se pasa en contar hechos, uno tras otro, en lugar de ideas. Tal vez el extranio pase superficilamente por el problema del remordimiento, pero no desde luego los demás. Al leer echaba de menos a Lionel Shriver y su meter el dedo en la llaga en
Kevin.
"El secreto" tenía el potencial para haber sido un gran libro. Para mí, mucha más Grecia y menos "bajo a la cabina, me tomo un whiskazo, subo a ver a mi amigo, que me mira desde sus quevedos" hubiera sido fundamental. Llega un punto en el que no quieres pasar un segundo más con esta banda de privilegiados, que sabes que son inmunes a todo, incluyendo al sistema judicial. Tartt era la mejor amiga de Brett Ellis y creo que se apoyaban mutuamente mientras escribían, ella esta novela y él
"American Psycho". Patrick Bateman me aburrió inmensamente y algo parecido pasó con el grupito de Tartt. Pero el problema es que la autora tenía el destino, Homero, la Bellezza, lo inconcebible, las bacanal, y toda la Grecia clásica... y lo dejó pasar!