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09 enero 2022

Vuelta a Londinium, vuelta a mi bici. Y, aunque no lo sepas, todos esos corazones.

 Tras el accidentado fin y comienzo de año que me disteis en la península, logré escapar como una Indiana Jones moderna que salta cuando se va a cerrar la última puerta levadiza.  El día anterior al vuelo (el 4 de enero, volamos el 5) aún estaba dando positivo, y ya habiendo tirado la toalla, el bicho tuvo a bien, la misma mañana del vuelo -afortunadamente vespertino- dejar este pobre cuerpo ajado. Cuerpo que, eso sí, como dice Cesita, "ha demostrado gran incompetencia como transmisor" (eso, o tengo a mi alrededor a esos seres que ahora busca la ciencia, los no-contagiables o "terminator" del virus). El exorcismo por fin funcionó y, aún en el estado de la "jove decadent" del otro día (pero sin joven) llegué a la isla desde donde me he arrastrado los últimos días. 

Lo que sigue no lo he contado en el divlog y ahora me pregunto por qué. Podríá fácilmente haberle hasta dedicado una etiqueta y haberos frito con el tema pero, por lo que sea, no lo hice. Hasta hoy. Sí que he hablado de las cosas que me han salvado de esta pandemiajaputa que tal vez son más importances y merecedoras, pero no de una cosita pequeña que ha contribuído a muchos momentos de felicidad: mi bici. 

Cuando llegué a Londinium, conocí la ciudad en metro. Un día, descubrí los autobuses y de repente, las piezas del puzzle empezaron a encajar: esto es lo que hay por encima de esta parada y aquella? Esto y esto está mucho más cerca de lo que pensaba! Me encontré con otra ciudad y recomiendo esto a cualquiera que venga por aquí.  No están las cosas tan lejos, ni en este monstruo, y lo que hay por arriba es un festival. Pero con la pandemia, he descubrierto Londinium en bici.

En el pasado fui en bici pero no como ahora: pedaleaba al trabajo -nunca demasiado lejos de casa, siempre sur del río- cuando el trayecto era "amable", pero cuando cambié a otra zona, y un día me vi encajonada entre buses de dos pisos y camiones, lo dejé. En aquella época, la ciudad no estaba preparada para el pedaleo. Siempre me ha gustado ir en bici -decir "es uno de mis deportes favoritos" sería una chorrada, porque todos los deportes me aburren inmensamente, pero este -y nadar- me encanta. La bici es un objeto que asocio a la libertad (esos veranos de la infancia con los que he dado la turra bastante) y además, en Londinium, es una fiesta: con ella llego en quince minutos a sitios donde aún, tras más de veinte años, me pellizco para creerme que semejante maravilla, esté justo aquí.

Tengo muchísimas fotos que he ido tomando durante mis paseos, que en verano fueron diarios y ahora, como anochece pronto, se limitan al finde. Podría haber colgado algunas y haber escrito sobre mis aventuras: en bici canto (sí, no debería, escucho una lista de spotify impresionante, grandes subidones), bailo (semáforos), me cabreo con los coches (soy una de ellos, la tribu de los ciclistas dignos), nos sonreímos con otros ciclistas, me pierdo, paso miedo (palomas), me pego tortazos (uno), ligo (mucho). No he escrito ni colgado fotos,  pero hoy va a ser el día. 


Todo porque si la bici me suele poner algo hiperactiva y maníaca de normal, hoy ha sido un rato tan lleno de emociones montaña rusa, que he llegado con la necesidad de contar(me)lo. Para que se entienda, contexto:  esta ha sido la primera vez que pedaleo en un mes, tras el covid puñetero que me había dejado exhausta. Cuando me he subido al sillín, no sabía hasta dónde iba a llegar, ni siquiera si lograría acercarme al río y cumplir mi objetivo, lo de los test. Sí, simbólicamente, llevaba en mi mochila los test que has de hacerte a los dos días de aterrizar y la idea era llegar a Waterloo, donde hay unos buzones para dejarlos. 

Era un día perfecto de invierno: frío con un sol fantástico. Esto ya es para mí la vida, y entre eso, y la música, y ver que realmente llegaba al río y mucho más, me han dado un chute de adrenalina, de esos de "amo a la humanidad". Entonces, nada má dejar los test, lo he visto: el Big Ben, que llevaba años cubierto por las obras, estaba por primera vez parcialmente descubierto. En el puente de Westminster le he hecho fotos al reloj, que parecía que me saludaba desde el año nuevo. No recuerdo qué canción sonaba en ese momento: a veces me planteo si hay un algoritmo que relaciona mi lista aleatoria con mis pensamientos. No podría poner un ejemplo, pero a veces da miedo cómo puede sonar esa canción justo ahí. 

Una pareja me ha pedido que les hiciera una foto: el chico me ofrecía la cámara (una verdadera cámara, de ponértela en la cara, con las que de verdad me gusta hacer fotos) y, sin pensar, me ha salido un "lo siento, no". El pobre se ha quedado azorado, y yo me he ido sintiéndome mal. No le he dado ninguna explicación, porque no la tenía articulada en mi cabeza: no sabía si era por protegerme a mí o más bien a ellos, pero no me apetecía hacerla. 

En lugar de subirme a la bici y tirar hacia el oeste del río por la calle paralela, me la he colgado del hombro y he bajado las escaleras que conducen a un paseo peatonal que tiene a la izquierda una pared detrás de la cual está el hospital de St. Thomas y a la derecha, el Támesis, con las Casas del Parlamento al otro lado. Esa imagen que estáis cansados de ver en cada reportaje o noticia de Londinium. Este trocito lo he hecho andando, venía mucha gente. Y entonces ha pasado. 


El hospital de St. Thomas tiene gran carga emocional para mí: aquí nació Mini. Cualquiera que haya leído o visto "Atonement" ("Expiación", de Ian McEwan) lo tendrá también grabado a fuego. Era un maravilloso hospital victoriano, que fue bombardeado durante el Blitz, pero aún queda parte antigua, por detrás, para soñar y robar ideas y pasillos largos para Banderleys de uso propio. Pero divago: yo estaba caminando tranquilamente, aún pensando en los turistas a los que he dejado con la cámara en la mano y la palabra en la boca cuando, de repente, me he encontrado con el muro. Lleno de corazones. Corazones con nombres y fechas dentro. Marzo 2020, Abril 2020, Enero 2021, papá, mamá, abuela, abuelo, John, Tracy. Cientos. 

"The National Covid Memorial Wall". Nunca te olvidaremos, te quiero, eres la mejor madre, estás conmigo cada día, y fechas, y nombres y corazones y más corazones que no terminaban nunca. Mi aleatorio musical no ha ayudado: probablemente la canción más triste que tengo, y de las más bonitas, ha saltado: "Aunque tú no lo sepas", y me he puesto a llorar sin consuelo posible. Me han caído estos casi dos años, las ausencias, el miedo, el cansancio, y las últimas horribles semanas encima, pero sobre todo me han caído todas esas historias metidas ahí en corazones, toda esa gente que, aunque yo no lo sepa, están ahora sentados en su casa, mirando por la ventana, con el corazón roto. 

Aunque tú no lo sepas
(...) Y al llegar la mañana
No me di ni cuenta
De que ya nunca estabas

Y como esto es una ventana abierta donde cualquiera, también los que sufren por un corazón con nombre y fecha dentro, puede tropezar, si así fuera... solo decir que, aunque no haya consuelo posible, y aunque yo no lo sepa, lo siento. 

Hacia el otro lado me saludaba otra vez, soleado, sonriente, el Big Ben. He seguido caminando mucho rato, sin separame del río. En un punto, me he subido a la bici y ha saltado una canción alegre. Y he girado a la izquierda, al sur, y he vuelto a casa. 

https://chng.it/dpFkr5r9Fj


16 comentarios:

  1. Ay, las ausencias, que año puñetero este 2021...tú sigue dándole a la bici y a las letras y emociónanos como hoy. Nos quedan los amigos, los libros, la música y la cerveza, querida es mucho más de lo que parece
    Besitos

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  2. Gracias, MARISA... qué día el de hoy y qué alegría teneros. Aunque sea tan lejos, pero para mí tan cerca. Es un montón. Cuidémonos.

    Abrazo,


    di

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  3. Un bonito (al modo cubano) paseo en bici, para unir un test de Covid-19 con su resultado ( fatídico) ... y todo con amorosa música por la humanidad que te rodea... desde la que hizo el Big Ben hasta la que va dejando un cachito de corazón pegado al muro... gracias.

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    1. Gracias a ti Muiñovello... ya q lo dices, tb me gustaría un paseo en bici por el malecón de La Habana.. y luego unos mojitos.

      Bicos :)

      di

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  4. Está siendo agotador... y lo vamos surfeando como podemos hasta que, un día, el que sea y por lo que sea, hay que llorar para poder seguir.

    Yo quiero explicaciones sobre lo de que ligas mucho en bici.

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    1. No sé cómo habría reaccionado si supiera q habían creado tal muro y lo hubiera visto. Pero aquí se unió el descubrimiento, el empezar a ver corazones, leer lo q ponía y atar cabos, junto a las semanas q habíamos pasado... buf!

      Lo del ligue es bola! jaja... ya te contaré

      mua, di

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  5. Está siendo muy duro para todos, sí, con la inquietud constante, las ausencias, la falta de horizonte... Más de una vez he tenido un nudo en la garganta, no es extraño que nos rompamos de vez en cuando.
    Por más que la ciudad esté más o menos preparada, admiro tu valor para ir por Londres en bici.

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    1. No está TAN bien como Barna, eso seguro, lo vuestro es una pasada (te dije q me fuí hasta Badalona en bici no?).. Hay algunas cycle lanes, pero en su mayoría son "quiet roads" con menos tráfico. Y luego hay monstruosas roundabouts donde juro no meterme nunca más... "Elephant & castle", por ejemplo.

      besos!

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  6. Qué barbaridad tanto tiempo de aquel post. Pues aunque tu no lo sepas aquí seguimos siguiéndote.
    Abrazos calurosos

    villano

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  7. Maremía VIllano: cuánto tiempo de aquel post.

    Y qué drama queen: por qué lloraría yo en aquella época en el trabajo? Cuando se lloraba en los baños del trabajo...

    Y cuando vaya por la villa me vas a tener q invitar a una coronita, no? :)

    Caluroso abrazo

    di

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  8. Respuestas
    1. Y tú qué salada Isabel, sevillana tenías q ser... lo mismo para ti,

      di
      x

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  9. Joder Di, que se me han saltado las lágrimas.
    Me alegro mucho de que estés mejor.
    Aunque tú no lo sepas he pensado en ti estos días, pensando si ya habrías vuelto a Londinium.

    Petons,

    Anna

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    1. jaja Anna, eso ya lo sabía... yo tb en ti, me imagino q ya estarás bien.

      Y gracias por acompañarme en el club de lloricas..:)

      muá

      di

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  10. ¡Menos malque te pasó cuando estabas bajada de la bici! Hubiera sido horrible (y peligroso) durante el pedaleo A mí estos ataques de llanto me suelen dar en la ducha, cuando vuelvo a casa después de un momento emotivo. ¡Qué cosa más imbécil! ¡En vez de aprovechar el momento y el lugar oportunos para esa acción taaaan necesaria!

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    1. CESI, el otro díá recordaba llorar en el banio del trabajo (por qué esperar a llegar a casa? jaja), pero la ducha tiene muchas ventajas. Parece q hasta Ray Bradbury escribió una oda al tema:

      Why didn’t someone tell me about crying in the shower?
      What a fair fine place to cry,
      What a rare place to let go
      And know that no one hears-

      Y como dices, acción tan necesaria. One of us! :)

      abrazo,
      di

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