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26 noviembre 2025

"La línea de la belleza" de Alan Hollinghurst: Un esteta en la casa de un tory en los excesivos 80

 "The line of beauty" ("La línea de la belleza") de Alan Hollinghurst fue el ganador del Booker en 2004. Owen Jones, periodista de The Guardian dijo una vez que era su libro favorito. Había un episodio en el podcast del que hablo a menudo ("Past Present & Future) sobre la novela en su serie de "Grandes ficciones políticas"Un libro que siempre estaba ahí mirándome en esas montañitas de libros que ponen en las mesas como recomendación ("modern classics") en las librerías. Así que cuando me lo encontré en la tienda de Oxfam hace unas semanas, en una edición cuya portada me ha tenido hipnotizada, lo compré por fin.


Nota sobre la portada: He pasado demasiado tiempo, al abrir o cerrar el libro, mirando esta fotografía, de la que no logro encontrar el autor (está en el archivo de Conde Nast). Sería atemporal si no fuera por el pelo de la chica que delata los 80. Una vez que te metes en la novela, te preguntas quién podría ser qué personaje, qué piensa el del centro y por qué te azoras con la mirada del chico desenfocado.

El título y sus interpretaciones
El título podría de entrada recordar al concepto que introdujo William Hogarth en su libro de 1753 "El análisis de la belleza", en el que defiende que una línea serpenteante con dos curvas opuestas (el ogee, la llaman) es mucho más agradable al ojo que la línea recta. Es una parte esencial de su teoría de la estética, y el protagonista, Nick Guest se considera y es considerado un esteta. A la vez que un consumidor regular de cocaína, y las rayas de esta droga en inglés se llaman "lines", líneas. Un juego de palabras. 

Técnica y Henry James
Hollinghurst usa la conocida técnica de introducir a un "outsider" en un milieu nuevo y en contraste con el suyo. Ese personaje observa y lo cuenta, pero en este caso en tercera persona. Hollinghurst explica esto en el epílogo: él quería entrar a narrar una novela larga (son 500 páginas) desde la tercera persona, al estilo de Henry James por el que está claro que tiene un gran interés, tal vez fijación. Su pasión por James la expresa a través de Nick -que hace su tesis sobre el autor-, y me ha recordado a Geoff Dyer en su "Amor en Venecia, Muerte en Benarés", cuya obsesión (de nuevo, tanto del personaje como del autor) era DH Lawrence. Ay, chicos, es jugar sucio: ambos han estudiado literatura en la uni, luego pueden escribir novelas en las que los personajes hablan de sus tótems literarios, sobre los que profundizaron ad nauseam; los que no, crean personajes obsesionados con la tríada oscura o los neurotransmisores.  

El punto de partida: pero, ¿no es esto Saltburn?
Nick es un chico más o menos de clase trabajadora -su padre restaura antigüedades- que conoce en Oxford a Toby, el hijo de la pareja que forman una aristócrata y un miembro del parlamento (MP) conservador. Cuando terminan la carrera y vuelven a Londinium, los padres de Toby le ofrecen alquilar una habitación  en el ático. También hay una hermana, Catherine, inestable por su trastorno bipolar, la criada Elena y un montón de amigos de la familia, el tío aristócrata y la becaria. Lodging, que se dice aquí,  cuando alquilas una habitación; y sí, estos forrados le cobraban al chaval.

El divagante con buena memoria pensará que esto es "Saltburn" (2024)un chico joven se enfrenta a una clase social que le es totalmente alien, una panda de "toffs" (ricachones) que dicen continuamente "espléndido!" [nota mental a mí misma: decir "splendid!" a la menor oportunidad] y mansión en la campiña (del tío aristócrata, aquí celebran un cumple en el que empezamos a ser testigos del desfase). Pero así como la peli de Fennel se quedaba corta en cuanto a análisis político (no sabía dónde iba en ese tema, en una palabra), esto es una "gran ficción política" por algo. 

En la cresta de la ola del thatcherismo
El libro transcurre entre los años 1983 y 1987, el cúlmen de la época thatcherita (recordemos, Thatcher ganó a los laboristas en 1979, y la echaron en 1990, sustituida por John Major). En el podcast dicen que, tras la mayoría apabullante del 83, es curioso que vuelva a ganar en el 87 ya que, aparte de las Malvinas, el país estaba hecho un caos: tres millones de parados, no funcionaba nada, la economía había colapsado.  Y hay un ambiente de estupor entre los tories al ganar la segunda vez tipo, "si pudimos salirnos con la nuestra después de esto, siempre podremos".

El horror de esta era política es también otro de los grandes temas de fondo del libro. Se han establecido comparaciones con "The way we live now" ("El mundo en que vivimos"), la novela política satírica de Anthony Tropolle de 1875. Todos los excesos de los 80 -los peinados son lo de menos-, pensemos en la economía thatcherita, la avaricia, el consumo, el Potlach continuo, American Psycho, la hipocresía, los trepas sociales, la especulación, la veneración de la riqueza aunque se sustentara en humo, estaban ahí. 

Gerald Fedden, el padre de familia que además de MP es ministro junior con Thatcher, es el típico tory al que quieres abofetear. Encantado de haberse conocido, esto alcanza el clímax cuando consigue que The Lady (ella, la bruja) vaya a la fiesta que dan por sus bodas de plata. Que todos los tories estuvieran como bajo un hechizo con ella no me ha sorprendido -hay gente pa'tó - pero sí que se repiriera muchas veces, tanto entre hombres como mujeres, lo guapísima que era la "milk snatcher" (quitó la leche de los coles de primaria). Me he debido perder algo.

No sabemos exactamente lo que piensa Nick políticamente, aunque se supone que no es conservador, pese a moverse bien entre esta familia y disfrutar de las oportunidades que le dan. Catherine, la hija, es la única voz disonante sobre el conservadurismo de esta familia, la excéntrica, la cabra loca. Otro arquetipo: el loco del pueblo es el único que dice las verdades. Solo Catherine se atreve a decir que Thatcher parece una "cantante de música country".

La casa y los jardines para "los que tienen llave"
Es, como en tantas otras ocasiones en la literatura, la casa donde viven es otro personaje. Es una de esas enormes casas georgianas de Notting Hill, en una calle llamada "Kensington Park Gardens" que está muy cerca de Portobello Road (esta calle igual suena a quien haya interpretado el aburrido rol de turista en esta ciudad; nóteses que todos somos aburridos turistas en algún sitio, aunque nos dan más penita siempre los que vagan por la nuestra]. 



Estas fotos las hice un buen día en el que, en medio de mis lecturas, cogí la bici y me llegué a la zona para situar mejor la acción en mi cabeza. La calle me decepcionó: está llena de grandilocuencia y casoplones, pero carece del encanto victoriano de la mayoría de las calles aquí. Por lo que mereció la pena ir [siempre merece la pena ir a cualquier sitio en bici en Londinium, la ruta es lo que importa] fue por ver los "jardines con llave" que están detrás de la casa. Privadísimos:



Muchas plazas en Londinium tienen un parquecito en el centro, que está vallado y que solo puede ser accedido por los residentes. Se puede revisitar esta escena de la peli "Notting Hill" en la que Julia y Hugh saltan la valla una noche.  Los comunistas bolivarianos, cuando accedamos al poder, aparte de violar monjas y cerrar el Daily Hell (~El Mundo), nuestra primera acción será quitar las vallas y que los pobres que pasan por ahí con sus bicis. puedan entrar a sentarse en un banco a comerse un kiwi con piel. Estos jardines son muy importantes en la narrativa porque simbolizan el "ellos" vs. "nosotros" (Nick tiene llave prestada, pero no es uno de ellos) y porque justo aquí empieza uno de los temas, junto al de clase, de la novela: Nick es homosexual y pierde aquí su virginidad. 

Ser homosexual en los 80
Las escenas de sexo durante la narración son bastante explícitas y el deseo de chavales homosexuales que observan al otro prácticamente siempre desde esa mirada, la del ansia sexual, continuo. Hollinghurst -que es gay también- recorre esas pulsiones muy bien, a la vez que la geografía de la ciudad: esta en una novela muy londinense. Los lagos de Hampstead Heath y las infinitas posibilidades de follaje en sus aseos, ciertos bares de ambiente y, por qué no, los baños de la casa del tory en plena fiesta en el piso de abajo.

Nick también sufre la esquizofrenia de vivir esa doble vida: eres el esteta que da conversación a los amigos de los padres en las dinner parties, que cuida de la hija bipolar y y que incluso baila con  la Thatcher en una de las fiestas: cumple también un papel en mantener la homeostasis de esa familia. Pero NIck, no solo no eres uno de ellos, sino que a la vez estás enganchado a la cocaína y al sexo, al que a veces llamas amor, con ex-companieros de Oxford que, por supuesto, tienen novia y para los que este trío contigo y el camarero latino no significa nada. En una entrevista le preguntaron a Hollinghurst si no podría haber hecho un héroe de Nick, pero contestó que le aburren y que está interesado en la gente que se porta mal. 

Lo mejor del libro, su belleza formal. 
Esto dijo Hollinghurst en una entrevista:
"La forma en que se escribe la ficción siempre ha sido más importante que la historia... todo lo que realmente quiero de ella es la atmósfera, la sensación de su mundo imaginativo". ["how fiction is written has always been more important than story. . . . all I really want from it is the atmosphere, the sense of its imaginative world." ]
Y se nota. He subrayado muchísimas descripciones, del tipo hacernos ver una entrada de alguien en una casa a medida que avanza su reflejo por el espejo, las mil habitaciones de adolescente que se van difuminando a medida que las superas [¿qué libro tenía releidísimo Nick en su habitación de adolescente?: Middlemarch!], o las diferencias objetivas entre la escalera de la familia y la del servicio.  Un ejemplo [así reacciona un personaje cuando recibe un shock, el mayor de su vida]: 
"Tuvo una extraña sensación inconsciente de que la barandilla no estaba allí y que el suelo del recibidor se había precipitado hacia arriba para recibirlo, como si se desmayara pero permaneciera completamente consciente".  ["He had a strange subliminal sensation that the banister wasn't there, and that the hall floor had hurtled up to meet him, like fainting but remaining fully conscious"].
No hay demasiada acción, y en algún punto te preguntas a dónde pueden ir esas vidas que se han entrelazado casi por casualidad, cuándo va a llegar el "clímax" y el desmoronamiento posterior en el que las formas, eso en lo que son maestros los británicos, ya no se mantengan. Es curioso porque yo el terremoto no lo vi venir: tal vez porque el autor nos cortaba el capítulo en medio de una exposición, cuando no movía directamente cuatro años sin volver a nombrar a algún personaje. Porque iba dejando miguitas que no procesas hasta que llegas al final.  Luego, cuando se empieza a caer todo, entiendes su jugada. Y hasta aquí puedo leer, porque si alguien se anima, quiero que tenga la misma experiencia que he tenido yo. 

Corolario
Tories en la era Thatcher behaving badly [comportándose mal], estetas gays haciendo la tesis sobre Henry James en University College London a la vez que esnifando coca y follando con quien sea en parques y jardines (vallados), la decadencia de una sociedad que sigue votando a sus verdugos, la profunda homofobia, las muchas [tantas] noches sin dormir. Los 80: malos pelos, maravillosa música. No hay que meterse líneas [rayas] para encontrar en la novela de Hollinghurst la grande Bellezza. 
¿Vienes del hondo cielo o sales del abismo,
Belleza? Tu mirada, infernal y divina

[Viens-tu du ciel profond ou sors-tu de l'abime,
O Beauté? Ton regard, infernal et divin]




21 noviembre 2025

Gazpacho en otoño

La primera vez que hice un divague de ideas sueltas allá por 2014 lo llamé "Gazpacho". Es una técnica a la que he vuelto algunas veces, pero no demasiadas, porque como es sabido, una de mis limitaciones escritoras es que no soy precisamente conceptista. Ya podía decir mi paisano Baltasar Gracián aquello de "lo bueno, si breve, dos veces bueno", yo soy más de la escuela Mae West y su "too much of a good thing is wonderful" ("demasiado de algo bueno es maravilloso"). Así que me pongo con lo que debía ser una "cápsula" y me salen seis mil palabras. Pero hoy lo voy a intentar: un gazpacho a finales de noviembre. 

Eufemismos de la pobreza
El otro día, escribiendo el divague de la meritocracia me quedé con ganas de expandir sobre esta nueva tendencia de llamar a las personas pobres, "vulnerables".  Según la RAE: vulnerable,  adj. "Que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente". Y aquí está la acepción del María Moliner. 



Hay otra palabra que se me hace aún más insoportable para referirse a los pobres: "humildes". Es una palabra que me da muchísima pena, hace conjurar en mí imágenes de criadas con las manos quemadas por la lejía, hombres de campo dando vueltas a la boina para pedir un favor al señor. Son los personajes de "Los hijos muertos" o de "Los santos inocentes". Aquí tanto la RAE como María Moliner acepta el concepto de pobreza en sus deficiones, pero me sigue costando: tal vez sea porque en la RAE en acepciones 3 y 4 ponen "dicho de una cosa baja, sin altura" y "carente de nobleza"



María Moliner
Ya que he hablado del diccionario, quiero decir (y espero que no se desmadre a divague), que hace unos meses, cuando estaban promocionando el libro que ha escrito sobre ella Andrés Neuman ["Hasta que empieza a brillar"], vi el documental "Tendiendo palabras" de Vicky Calavia. Cuando lo lea, tal vez haga un divague conjunto, porque hay mucha tela que cortar. Pero el fogonazo para hoy es que mi colegio estaba cerca de la calle María Moliner, nombrábamos a la calle continuamente, y a nadie se le ocurrió hablarnos en detalle de esta mujer, que había nacido en Paniza, muy cerca de Vetusta. Claro que lo mismo pasó con Amparo Poch, una de las pioneras médicas en España. De estas palabras, me gusta niquitoso:



"Exterior -Noche"
Entrevista a José Sacristán: es un tipo al que me encanta escuchar, no solo por lo que dice que es casi siempre genial, sino además por su voz: me hipnotiza. Tiene 88 años (ya? madremía) y a tenor de eso comentó que ya no está para ciertas cosas: "por ejemplo, si veo una escena que comienza: exterior-noche yo directamente cierro el guión, no me interesa"

Ay Sacristán, te entiendo perfectamente, yo estoy ya ahí: lo dramático es que tengo más de treinta años menos que tú. Claro que no en "mis temas", pero a nivel profesional estoy ahí: paso del equivalente de madrugar y pasar frío. Ojalá pudiera cerrar el guión, como él. 

Esta es mi peli favorita suya, "Un lugar en el mundo" (1992) de Aristaráin. No sé si el mundo era más amable en esa época, o estoy cayendo en la nostalgia.



Una frase de una adaptación del Quijote
También, de la entrevista, copié esta frase, de una adaptación del Quijote por Juan Ramón Fernández. Solo porque me pareció tan bonita....
“Si yo pudiera sacar mi corazón y ponerlo ante tus ojos, quitara el trabajo a mi lengua de decir lo que apenas se puede pensar”

Rosalía: Sigo sin ser moderna
Hay detalles, algunos sutiles que me indican que tal vez ya no soy tan joven como pienso. Evidente, dirán, pero es que yo, en mi cabeza, sigo creyendo que lo soy: es algo extraño, pero cuando veo una peli, me identifico con los hijos, no con los padres, no me creo que esa cifra sea mi edad, me siento en el suelo en los aeropuertos y la mayoría de los cincuentañeros me parecen mucho mayores.  

Ejemplos de situaciones que me hacen sentir que mi reino ya no es de este mundo incluyen algunas de mis ideas sociales y políticas (me niego a aceptar nuevas realidades), y, por supuesto, cierta música. Ahí es cuando llego a Rosalía: hace mucho me puse el video ese de "Malamente" y no me llegó, por no hablar de aquel que salía con Madonna.  Me resigné a que era un ejemplo más de mi provecta edad (ya lo comenté en el párrafo 5 de aquí)



Sin embargo, hará una semana vi su famoso vídeo de "Berghain" y me quedé hipnotizada. Lo volví a ver: la imaginería me perturbó (qué miedo de mobiliario opusiano), a la vez que fascinó. Volví a escuchar la canción: me encantó, probablemente los entendidos dirán que no canta ópera como se debe, y la letra, si la entendiera, seguramente me horrorizaría porque por lo de las espiritualidades (ni nuevas, ni viejas) no paso. Me dieron ganas de invadir Polonia. Y pensé: qué guay, y si soy por fin moderna? ¿Y si ya puedo decir, como todo el mundo, que me gusta Rosalía y su fusión? 

Fwd unos días y se confirma que no, no soy moderna. Me puse el disco entero de fondo y aparte de una que puede ser que sonara a vals (?), me aburrí. Los trozos flamencos, los sigo sin pillar. El flash de Berghain no se dio más. 




Hola, soy Di y hago tus problemas los míos
Sesión de psicoanálisis. Esta semana, en una reunión de trabajo en la que yo he ido con un problema a una jefecilla patética, ante su reacción (asentir y dejarlo pasar, sin atacarlo), he constatado uno de los problemas que me complican la vida: si alguien me cuenta un problema, lo hago mío. Y entonces hago una cosa llamada "mover mis hilos": intento solucionar el problema de otro.  Cuando lo fácil es simplemente "estar": ver el problema y  ni dar soluciones ni decir que no las tienes, o "déjame pensarlo".  Como dice el Peda: "qué complicado es ser Di Vagando".

Sin ira
Había escrito una cápsula sobre lo que parece clara psicopatía de algunos políticos (de nuevo), con nombres, pero lo acabo de borrar. Cada vez más esto es -tanto en nacional como internacional- un "en qué bando estás", y me incluyo. Hoy he abierto un periódico de "la otra cuerda", y lo he tenido que cerrar, iracunda. Me fastidia, querría ser zen. Así que lo dejo, y termino con una frase de "Las pequeñas virtudes" de Natalia Ginzburg, que me da, por contra, mucha calma
“Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber." 




Es época de cremas y sopas, pero aquí ponemos gazpacho en otoño: que ir contrarriente no se quede en eso. 


15 noviembre 2025

La ironía de la meritocracia: intentando entender a ciertos votantes de la extrema derecha

La reciente victoria de Mamdani en Nueva York nos ha dado un pequeño balón de oxígeno a la izquierda y suspiramos por las esquinas: "Ojalá fuera el principio del fin de esta etapa distópica en la que estamos sumidos". Pero quién sabe: las razones por las que hemos llegado hasta aquí son complejas y multifactoriales, y hoy voy a escribir sobre una — prometido: solo una. 

Los izquierdosos nos preguntamos: ¿qué se ha hecho mal para que hordas de personas pobres apoyen opciones ultraderechistas? Discursos como "los obreros que votan a la derecha lo hacen en contra de sus intereses" (y como no se dan cuenta, por tanto, son tontos, parece implicar la frase) pueden, para el que la compre, describir una realidad, pero no va ni a la raíz del problema - ni por supuesto a la solución. Un análisis que se lee por ahí es que estas personas no tienen nada, luego nada que perder (muy marxista: deberíamos volver a las metáforas de las cadenas) y votan anti-sistema, en particular anti-establishment. Pero divago: pensemos en la solución, ¿qué tendría que ocurrir para que estas masas cobraran conciencia de grupo? (de clase, en realidad, pero como me dirán que es concepto viejuno, usemos eufemismos como "grupo", "los de abajo" o "vulnerables", que es como llaman ahora a los pobres).


En esas disquisiciones estaba cuando cayó en mis manos el podcast de "Past Present Future" (del que he hablado otras veces, e.g. cuando Lea Ypi) que hizo una serie sobre "Historia de las malas ideas", en la que han cubierto conceptos como eugenesia, el fin de la historia, conductismo, identidad, austeridad, antisufragismo, antisemitismo y muchos más. Pero el relevante para hoy es el dedicado a la meritocraciaque podríamos definir como "la filosofía política que concentra la influencia y el poder político en quienes tienen 'mérito', según el talento intelectual y los logros del individuo". Con esta referencia y un par de artículos más me he documentado hoy para este divague. 

Quién creó el concepto "meritocracia"
Un tal Michael Young, político británico que escribió el Manifiesto del Partido Laborista de 1945, que incluía todo el legado de las reformas sociales derivadas de la Segunda Guerra Mundial. En los 50, hizo un doctorado en sociología en la London School of Economics y algunos de los estudios pioneros sobre la vida de la clase trabajadora. 

En 1958 publicó la novela "El Auge de la Meritocracia", que no he leído pero sí su artículo en The Guardian en 2001 titulado "Abajo con la meritocracia"  en el que Young, cincuenta años después, reflexiona sobre el impacto del concepto y concluye con que ojalá que "Tony Blair dejase de usar la palabra", porque no había entendido nada. 



La novela
La novela era una sátira distópica en la que el mérito (definido como Coeficiente Intelectual + esfuerzo) se había convertido en el principio fundamental para organizar la sociedad, reemplazando las anteriores divisiones de clase social: la sociedad estaba ahora estratificada entre una élite meritocrática que ostentaba el poder y una subclase marginada de los "menos meritorios". Termina en 2034 con una revuelta de los menos meritorios («populistas») contra la élite meritocrática.

Breve análisis histórico. 
Desde el siglo XIX, en Gran Bretaña se fue gradualmente cambiando el sistema de acceso al trabajo: desde un sistema basado en la herencia, las conexiones y el nepotismo hasta otro basado en la capacidad personal. Esta tendencia surgió de la mano del crecimiento del sistema nacional de educación estatal, que alcanza su cénit con la Ley de Educación de 1944. 

En ese momento se introdujo un sistema de educación secundaria en el que, a los 11 años, los niños hacían una prueba llamada “11-plus” cuya función era segregar a los niños. Los que sacaban buenos resultados iban, en lugar de a los institutos, a las “grammar schools”, básicamente institutos para listos. Estos niños eran obviamente los destinados a la universidad, luego a ocupaciones de mayor nivel, y por ende a mejores sueldos. Este es el punto de partida de la novela de Young, en la que se pregunta por las consecuencias que tendrá eso para la sociedad que Labour estaba construyendo tras la Segunda Guerra Mundial.


Con la segregación, se crean dos nuevas clases
Por abreviar, me referiré a los que acceden a las grammar, universidad y mejores trabajos como "intelligentsia" [un poco irónicamente, esta clase es mucho más amplia que lo que este término denota], y a los que no pueden como los "menos meritorios", porque en virtud de su peor coeficiente intelectual y otros rasgos (falta de concentración, perseverancia, etc, rasgos que hoy sabemos son neuropsicológicos, o sea, no se eligen) no han tenido acceso a la cultura.

La intelligentsia termina con una variedad de certificados y títulos: Young llama a esto “credencialismo”. Esto significa que las cualificaciones académicas terminan teniendo lo que los economistas llaman “función de señalización”, una "insignia" que te da acceso a ocupaciones e ingresos de mayor estatus (señalizas que has pasado por todos esos exámenes, luego debes ser bueno). Pero el acceso a las instituciones que dicen que se basan en el mérito es en sí mismo una forma de nepotismo [aquello contra lo que la meritocracia se suponía que luchaba]. Además, sabemos que para acceder a ellas hay muchas vías de acceso, no se trata solo del coeficiente intelectual puro, se necesitan también ciertos tipos de conocimiento interno y conexiones, las viejas conexiones.


Y luego están los "menos meritorios", la mayoría que no destacan académicamente, que son relegados a los niveles más bajos, desde edades muy tempranas. Es normal que este grupo se sienta no solo económicamente discriminado, sino menospreciado en la sociedad por los que han prosperado gracias a su "esfuerzo". Una mayoría rechazada y marginada. Hay ciertos tipos de trabajo, e incluso ciertas cualidades, que no se valoran cuando se tiene un modelo de educación superior credencialista.

Los de la intelligentsia se conocen entre ellos en las universidades o en los buenos trabajos, se juntan, tienen hijos. Forman una nueva clase, precisamente con lo que estaba intentando luchar.

¿Fue Young profético?
La novela termina con una revuelta de la mayoría, los "menos meritorios" (curiosamente la fecha es a principios de la década de 2034) porque esa sociedad que se ha formado por las pruebas de inteligencia, capacidad y esfuerzo, es superjerárquica y al final, es la vuelta al nepotismo. Estamos ahí: los rednecks, los chavs, las chonis/canis -todos los términos despectivos que usamos la intelligentsia para denostar a esas personas, y en cada país habrá uno- están votando a Trump, Farage y Abascal. 



Falta de líderes
En el pasado, hubo líderes muy capaces de la clase trabajadora, de los sindicatos y del laborismo [e.g. en UK, Ernest Bevin], pero tras la "revolución social" que ha supuesto lo descrito hoy, los "menos meritorios" no van a tener grandes líderes porque este proceso meritocrático va a arrastrar a los de sus filas que tienen talento intelectual. Young describe cómo Labour, por ejemplo, se había convertido en un partido al que para ser diputado, era necesario tener “credenciales”. Recordemos aquel divague sobre el libro "Amigocracia: Cómo una pequeña casta de tories de Oxford se apoderó del Reino Unido", un extremo de esto. En el UK hemos vivido con tristeza cómo una de las pocas políticas de la clase trabajadora, Angela Rayner, tuvo que dejar la política por un malentendido en el que no había mala fe. 




¿Estamos ante la reacción de los no-meritorios?
Mientras escribo esto, leo y escucho sobre un estudio de "Hope not hate" ("Esperanza, no odio") que describe el "sorprendente" perfil socioeconómico de los votantes de Reform UK (el partido de extrema derecha cuyo líder Nigel Farage nos llevó el Brexit): no todos son esta minoría no meritoria, así que como he dicho al principio, habrá mucho más que analizar. Pero hace poco también Janan Ganesh en el Financial Times incidía sobre este tema ["Aprender mucho es peligroso. Cómo la expansión universitaria dividió a las sociedades occidentales" ]: no hay nada que te meta más en guetos que la educación y seguía con el análisis de los votantes de Trump o de Brexit. 

En la novela de Young, en 2034 se produce una reacción contra la meritocracia, por la dinámica social tóxica de los "no meritocráticos" no están arriba porque no son lo suficientemente buenos y la intelligentsia "merece" estar ahí.  

Pero deberíamos tener en cuenta -y en este blog lo hemos hablado muchas veces en la sección "pepsiquiatría"_ que las personas no tenemos ningún control, o muy poco, sobre nuestro talento y capacidad;  ya sea genético o por la crianza, o la situación social en la que has crecido, no eres responsable de esa lotería que te ha tocado (buena o mala). Tu talento se ha traducido en valor económico, pero recuerda, nuestras “habilidades comercializables” son producto de una combinación de genética y contexto social, por lo que es injusto penalizar a los que no las tienen.




A modo de corolario
Una de las conclusiones que me gustan de Young es que la meritocracia centra toda la atención en quienes han superado una carrera de obstáculos intelectuales, pero hay otros valores importantes de reconocer, que tienen todas esas personas a las que miramos por encima del hombro. Young dice que no hemos trabajado lo suficiente para comprender, recompensar y valorar la rica variedad de la vida humana que se desarrolla fuera de los lugares donde creemos que el mérito encuentra su recompensa.

Igual dejar de mirar a todos ellos con condescendencia sería el primer paso de la intelligentsia para que dejaran de sentirse ciudadanos de segunda. Y tal vez, una puede soñar que un día llegaran a desarrollar una conciencia de clase. Esa idea y otras tan viejunas que dieron lugar a la mejor época de la historia de la humanidad, que ahora, poco a poco, nos estamos cargando.



06 noviembre 2025

"La canción del verdugo" de Norman Mailer: Este es un libro absolutamente asombroso

"This is an absolutely astonishing book" ("Este es un libro absolutamente asombroso"). Así terminó Joan Didion en el New York Times la crítica del libro del que voy a divagar hoy. Lo suscribo: he estado casi un mes abducida por él y la vida, el blog, todo, ha tenido que detenerse. Cada minuto libre ha sido para "The Executioner's Song" (1979), la novela de no ficción con la que Norman Mailer ganó el Pulitzer de ficción (sí, paradójico) en 1980. Nota: ya lo había ganado en 1969 (el de no ficción esta vez) con "Los ejércitos de la noche", sobre la gran manifestación anti-vietnam al Pentágono en 1967 del que divagamos aquí.

Cuando encargué el libro -de segunda mano- me llamó la atención que era bastante más caro que otros libros similares y lo entendí cuando lo tuve en mis manos: era un tocho de 1054 páginas. Pero mientras que he leído que 
la versión en castellano de Anagrama es difícil de leer porque lo han comprimido en 600 páginas, mi edición me ha encantado porque su presentación ha hecho la lectura muy ágil. Está muy subdividido: dos libros ["Voces del oeste", "Voces del este"], cada uno con siete capítulos que a su vez tienen subcapítulos numerados, y además los párrafos están separados por espacios (como hago yo en el blog; me encanta "dejar respirar" a los párrafos). No sé si al divagante le interesan estas cosas, pero yo tiendo a maniática con las ediciones - solo almas amigas me entenderán. 

Así pues, la edición ha contribuido a que la lectura haya sido de atracón, junto con el tema y el estilo. Mailer tiene una lectura que corre ella sola, combinada con un uso del lenguaje espectacular. Me he encontrado buscando un montón de palabras en el diccionario, porque aunque muchas de ellas, como siempre, se podrían deducir por contexto, no me quería perder ni un detalle. Sus descripciones son espléndidas: tanto a nivel de los personajes y sus estados mentales como de la geografía, la sociología, los lugares físicos, en particular las prisiones. En este divague no va a haber tantos ejemplos de estilo como en otros, cuando incluyo citas para que el divagante se haga a la idea, por la extensión del libro; tendréis que fiaros de mi palabra. Es curioso, de todas formas, que mis últimos divagues hayan sido de poetas, puro contraste con Mailer: su escritura no es poética, sino testosterónica... esa que le metió en tantos líos.  Empezamos.




Punto de partida
Utah, 1976. Gary Gilmore, un hombre de 36 años que acaba de salir de la cárcel donde ha pasado, con breves interrupciones, toda su vida desde la adolescencia, mata sin ningún motivo (y esto es lo que lo hace fascinante desde el punto de vista neuropsicológico) a dos hombres mormones. Un jurado popular le condena a pena de muerte, lo que representa el fin de una moratoria por la que desde 1967 se había detenido la pena capital en EE.UU. Sus abogados no ponen demasiado interés en su defensa porque donde esperan que se conmute la pena es en el proceso de apelación. Así iba el juego en esa época: juicio, pena y apelación. Sin embargo, tras la sentencia, Gilmore se planta y dice que no quiere apelar: simplemente desea acatar la pena. Esto crea un revuelo legal, ético y político en el país, y un circo mediático cercano al esperpento. Imaginemos qué sería eso hoy en día en que cualquiera con un teléfono puede ser un enviado especial: en aquella época fueron "solo" hordas de periodistas acreditados. En todo esto se centra Mailer en el segundo libro, las voces del este que han venido a Utah a cubrir el evento.

Pero, ¿por qué necesita Mailer mil páginas para contar esto? ¿Por qué necesitó Roberto Bolaño otras mil para contarnos 2666? Cuando lo terminé, lo vi claro y aquí me pasó lo mismo: el autor no te va a contar solo hechos. Ni que decir tiene que va a intentar analizar la clase de persona que es Gilmore (sus motivaciones, sus no-motivaciones, su razonamiento, su manera de estar en el mundo), pero además va a emplear muchas páginas en intentar explicar al detalle su contexto: en ese sentido, es una novela que te explica América. 




Utah
La cerrada sociedad mormona de Utah, donde "es mejor no ser negro" (un negro no podía ser cura mormón), es el escenario. Los mormones nos hacían gracia hace unos años cuando nos reíamos de ellos en "The book of mormon"; ahora empiezan ya, entre las trad-wives (esposas tradicionales) que hacen su propia mozarella para sus trece hijos y que es uno de los estados con menor control sobre armas a dar miedito.

La iglesia mormona ha influido tremendamente, y lo hace todavía, en la política de Utah. Los mormones creen que esta vida es un test para saber si podemos ser buenos. Si no lo somos, está el arrepentimiento, pero esto no aplica al asesinato: si matas solo puedes ser perdonado en la otra vida. Como para arrepentirte has de sacrificar tu vida, los mormones ven todo el sentido en la pena capital. 

He de reconocer que tras leer el libro me han dado ganas de ir a Salt Lake City, Provo, o Spanish Fork, en el pasado siempre me interesaba aquello de la "América profunda",  y aquí sería como quien va a ver animales en el Kruger o así. Leyendo este libro te haces una minitesina de esta religión demencial -bueno, como el resto. 

También te haces un proyecto de fin de curso sobre esa clase social llamada los "rednecks" (los "cuellos rojos", con los que se referían en el pasado a los pobres que trabajaban en el campo, de manera derogatoria, claro).  Gente que vive en tráilers, gente que tiene matrimonios locos, embarazos locos, vida loca. Hoy sus descendientes son gente blanca pobre y a la vez reaccionaria, los que hoy votan al Boniato con gorra.

1976
La otra coordenada del contexto es el tiempo: 1976. Yo tenía cinco anios, pero por mucho que esto sea un blog personal, lo que de verdad interesa es lo que pasaba en el mundo, y aquí lo tenéis:



Gary Gilmore
Para mí, este es el plato fuerte. Yo he leído este libro, una vez más, para intentar entender la psicología de un hombre que se auto-boicotea continuamente, para formular qué pasa en una mente para llevar la vida de Gilmore. Muchas veces me he preguntado si este es un libro que se pueda recomendar así, en general, porque no es para todo el mundo. Si sigues leyendo, lo entenderás.

Ni que decir tiene que yo he leído todos y cada uno de los momentos de Gilmore con el ojo clínico. Tengo tantísimas notas, subrayados, asteriscos... que creo que debería escribir un artículo profesional del tema - pero es mucho más diver escribir el blog. He pensado mucho en la psicopatología de Gilmore, en su neuropsicología, en su ambiente y experiencias. En lo que le hacía "unique" (recordemos aquella serie titulada "Unic@. La Nueva Ciencia de la Individualidad Humana"). También en mi admirado Robert Sapolski  y su "Determinados. La vida sin libre albedrío"  [¿qué diría Robert de esto?, me encantaría haber tenido línea directa con él], haciendo tic en una lista imaginaria de factores tanto biológicos como ambientales que nos predisponen a nuestros comportamientos. Menudo puzzle era Gilmore, y eso es lo chulo. 

Viene de una familia que, sin ser perfecta, ha dado otros hijos sin demasiados problemas - me encanta cuando por muchas veces que le preguntan "por su madre", él explica que no fue abusado y su madre le quería (gran varapalo para los psicoanalistas porque, claro, las madres tenemos la culpa de todo). El padre sí que tenía problemas, bebía y tenía un estilo de vida itinerante, no podía parar demasiado tiempo en ningún sitio, pero no estuvo en la escena mucho tiempo. La gente tiende a culpar a los padres de los problemas de conducta de los hijos, pero qué hacer con uno como Gary, al que ninguna consecuencia negativa le afecta: es inmune al castigo, a lo que piensen de él. Nunca tenía miedo, siempre se metía en líos, y los adultos le miraban de una manera entre asombrados y horrorizados, tal vez repelidos por él, más allá del odio.  Pero ya de niño era triste y ansioso, con su sueño recurrente de que le cortaban la cabeza. 

A los 14 ya está en el reformatorio, donde añade a su paleta de comportamientos no precisamente edificantes los de los tipos duros de dentro. Como son los 50,  la era cúspide del psicoanálisis, los psiquiatras del reformatorio les pasan el test de Rorschach (el de "qué ves en estas manchas de tinta") y sacan conclusiones siempre sexuales. Es fácil portarse bien cuatro meses y pretender que estás rehabilitado: los bobos de ellos te dejan salir con esa pantomina y ahí fuera te espera la época dorada para la delincuencia juvenil: llevar una vida de heroína, cannabis, atracos, tías buenas, y seguir su sueño, que es ser parte de una mafia, la que sea. Nunca ve otra opción en su vida más que la criminal. Y al poco, vuelta al talego: el eterno recidivista. Ya en la cárcel, Gilmore reconoce que no era un buen ladrón, porque era impulsivo: "No planeo, no pienso. No tienes que ser súper inteligente para que no te cojan, solo tienes que pensar. Pero yo no lo hago. Soy impaciente".

Pero sí que es súper inteligente:  tiene un coeficiente intelectual de 149 (100 es normal, más de 120 es muy elevado). Desde el principio de la novela se ve claro que te estás enfrentando a un personaje de inteligencia superior: su lenguaje es prolijo, su razonamiento a menudo mejor que los profesionales que le rodean. Le gusta Herman Hesse, Catch-22, Agonía & Extasis, Muerte en Venecia. Es curioso, quiere aprender. Es un gran dibujante, aquí dos ejemplos:




En algunos momentos me preguntaba si hoy diríamos que tenía algunos rasgos de neurodiversidad: probablemente TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), no hay más que leer la descripción de arriba, de por qué no es un buen ladrón. Pero también tenía algunos rasgos típicos de personas con desórdenes de la comunicación social: llevaba un sombrero de pescador ridículo que parecía no darse cuenta de que lo era,  era evidente que estaba poco atento socialmente. O su sensibilidad al ruido (demasiada sensibilidad sensorial puede ser una característica de los autistas) es un tema que se repite constantemente.  En la cárcel no es uno de esos prisioneros que influyen a otros, es más bien solitario. 

Pero tal vez haya otros elementos, veamos la descripción de su contacto visual:
"Nielsen was used to see hatred in a suspect's eye, or remorse, or the kind of indifference that could lay a chill on your heart, but Gillmore had a way of looking into his eyes that made Nielsen shift inside. It was as if the man was staring at the bottom of your worth. It was hard to keep the gaze".  ["Nielsen estaba acostumbrado a ver odio en los ojos de un sospechoso, o remordimiento, o esa clase de indiferencia que podía helarte la sangre, pero Gillmore tenía una forma de mirar a los ojos que daba escalofríos. Era como si el tipo estuviera mirando fijamente el fondo de tu valía como ser humano. Era difícil sostenerle la mirada".]
Parece un psicópata de libro, ¿no? Durante la novela hay muchos momentos en los que le odias profundamente — explicaré mis momentos más abajo. Hay muchos otros en los que no hace ni falta invocar a Sapolski para entender que este hombre ha nacido con un cerebro así y en una situación determinada: le han tocado muy malas cartas. Sí, lo sé, la reacción de muchos será "peores cartas les tocaron a sus víctimas". No lo creo: es mejor sufrir una injusticia que cometerla. 

A los 22 años ya no tiene dientes —la mala vida— y habla del dolor como "un conversador aburrido, que nunca paraba, simplemente encontraba nuevos temas". Bebe mucho: continuamente se mete en supermercados y sale con un "six pack" (un paquete de seis birras) con toda la confianza. No se mete drogas, en un punto dice que "no cree en ningún hábito que le cueste dinero". Ya en esa época habla del Ritalin como una "forma rara de speed".

Es una persona (y un asesino) impulsivo, que no puede controlar de ninguna manera sus emociones. Pasa de 0 a 100 en un nanosegundo. Es "un tipo que mataría porque le has puesto el café en un vaso de cartón", dice un observadorLe importa un pepino lo que piensen de él: hay una insensibilidad total a la percepción del otro, no quiere gustar. Conduce temerariamente, bebe continuamente. Es manipulador, racista, controlador, narcisista, grandioso [sobre sus habilidades artísticas: "no estoy hecho para la escuela: no hay nada que me puedan enseñar en la escuela de arte"].

Me hubiera gustado que Mailer, igual que incluye muchas de sus entrevistas con los abogados, y muchísimas cartas que le escribe a su novia (estas son muy ilustrativas sobre quién es), incluyera las de los psiquiatras y sus informes. Me he reído con el análisis de Gilmore de esta profesión: "todos estos médicos son raros; has visto alguna vez algún psiquiatra que no esté pallá?" Cuánta razón, Gary. Lo que estos psiquiatras describen claramente es —pese a que mata a sangre fría, no en un ataque de ira— el proceso de despersonalización (verse a uno mismo desde fuera, como un actor en un escenario) cuando Gilmore asesina a sus víctimas: él lo describe "sintiéndose como bajo el agua", me encanta. Le creen (y yo también) cuando explica que no tenía ninguna razón para ajusticiar al primero en el baño tras haberle robado, ni al segundo en la recepción del motel. Se siente genuinamente perplejo por sus acciones: "muchas cosas extrañas -de nuevo, bajo el agua- sabes, era inevitable". Simplemente, como diría Sapolski, "no pudo hacer otra cosa".   

Podría escribir una serie solo de Gary Gilmore, pero termino con otra descripción, por si no se ilustró suficiente su persona con la anterior de su mirada:
"He gave a wide thin-lipped grin at the press, a mean and merciless look and raised his middle finger slowly in the air as if to implant it forever in each witness's  ass". ["Dirigió una sonrisa toda labios finos a la prensa, una mirada cruel e implacable, y levantó lentamente el dedo corazón en el aire como si quisiera clavárselo para siempre en el culo a cada testigo".]

Nicole
Una de las principales "voces del oeste" (el primer libro) es Nicole, una chica guapa con un pasado atroz -sexualmente abusada por su tío en su infancia, épocas ingresada en una unidad psiquiátrica (la "nuthouse"), con padres que la presionan para que se case a los 14 para "quitarse el problema". A los 19 años tiene dos divorcios a sus espaldas y un hijo de cada marido. 

Entonces los dos satélites chocan y la relación con Gilmore —que tiene 35— ocupa gran parte del libro. Claro que Nicole, atolondrada, impulsiva, cabezarrota, no es del todo tonta y se da cuenta de que Gilmore es otro de esos perdedores que la atraen, alguien "que no tiene el suficiente amor propio como para hacer algo en la vida" (en inglés es más bonito: "somebody who didn't think enough of himself to make something of himself"). Pero con él tiene "la mejor conversación de su vida; conversaciones que creía solo podían pasar en su cabeza" y claro, entre eso y que él enseguida comienza con los "te quiero" a los cinco minutos. y con que "hubo un lugar en la oscuridad en el que nos conocíamos", cae. 

Cuando he dicho que he insultado muchas veces a Gilmore en mi cabeza, me refería a su relación con Nicole. Mucho de lo que ocurre con Nicole me parece manipulación de libro, y si quieres no manipulas así. No lo sé: la historia es un amor-fou si alguna vez hubo uno: apasionado, obsesivo, adictivo y destructivo.  Dan genial en el cine y la literatura; en la vida, si te paras a tiempo en obsesivo. 



La cárcel
Hay muchísimas descripciones de esas de poner una "d" dentro de un círculo en el margen para volver sobre ellas - incluiré algunas sueltas hacia el final. Pero ahora le quiero dedicar una sección a las de las prisiones. Mailer se documentó con la ayuda de un tal Jack Henry Abbott, otro prisionero que escribía muy bien al que intentó ayudar a reintegrar en la sociedad, y no salió demasiado bien — pero esa es otra historia. 
"Gary vive en una celda tan estrecha que puede tocar ambas paredes con sus manos. La luz está encendida las 24 horas. Los guardias pegan en las barras. Los ruidos confunden los últimos pensamientos de un hombre. Gary pone una toalla en los barrotes para quitarse la luz y le dicen que la quite, o le quitarán el colchón varias noches".
Uno de los personajes define la cárcel como "jaulas para animales": es difícil entender lo que eso hace a una persona si no has estado allí la mayor parte de tu vida. [“None of us here has spent more than 90 per cent of our adult life in the cages where the animals are.”]

 Hay distintos tipos de prisioneros, delitos que te dan pedigrí — por ejemplo, el asesinato está por encima del robo. Mailer los llama "convicts" vs. "inmates". Los primeros "llevaban sus camisas como de sastrería", son el equivalente de "los populares" del cole, los atléticos, los guapos; los segundos, los cutres. También hay distintos tipos de visitantes. Tras una gran descripción, Mailer concluye con que las parejas de los convictos probablemente están más enamoradas del tipo entre rejas que del que vivía con ellas en casa. Este es el caso de Nicole también.

Gilmore da su visión sobre las cárceles muchas veces en la novela: piensa que generan en lugar de disuadir del crimen [“You could easily do away with a lot of jails. They’re shit. They breed, they don’t deter crime.”]

La cárcel es ese sitio en el que, sin enfermas, te llevan a enfermería, pero una vez que estás mejor, dicen que ya estás listo para volver al corredor de la muerte. En la cárcel te das la mano con tus visitas pegándola al vidrio que os separa en el mismo punto, y moviendo los deditos: supongo que esto lo hemos visto en muchas pelis, suena familiar. En la cárcel, los peores días son los fines de semana, los festivos —esto es igual que en los hospitales, cualquiera que haya estado ingresado lo sabe. Hay un sitio llamado el agujero donde Gilmore pasó 18 meses — es peor que una huelga de hambre. Los prisioneros toman drogas para poder sobrevivir, y los guardias lo saben, pero es lo mejor para prevenir motines, tenerlos drogados. Estos son solo unos ejemplos de lo que cuenta Mailer de las prisiones. Y termino con una cita curiosa: la cárcel como sistema político:

“Campbell believed the prison system was a complete socialist way of life. No wonder Gilmore had gotten into trouble. For twelve years, a prison had told him when to go to bed and when to eat, what to wear and when to get up. It was absolutely diametrically opposed to the capitalist environment. Then one day they put the convict out the front door, told him today is magic, at two o’clock you are a capitalist. Now, do it on your own. Go out, find a job, get up by yourself, report to work on time, manage your money, do all the things you were taught not to do in prison. Guaranteed to fail. Eighty per cent went back to jail.” “ [Campbell creía que el sistema penitenciario era un ejemplo de modelo de vida socialista. No es de extrañar que Gilmore se hubiera metido en problemas. Durante doce años, la cárcel le había dicho cuándo acostarse y cuándo comer, qué ropa ponerse y a qué hora levantarse. Era la antítesis del entorno capitalista. Un día, lo dejaron en la puerta principal y le dijeron: «Hoy es un día mágico, a las dos de la tarde ya eres un capitalista. Ahora, hazlo por tu cuenta. Sal, busca trabajo, levántate solo, llega puntual al trabajo, administra tu dinero, haz todo lo que te enseñaron a no hacer en la cárcel». Fracaso asegurado. El ochenta por ciento volvía a prisión.]

La pena de muerte
Menudo tema incómodo. Incluso en Utah, aunque como dice un personaje, "la gente de Utah quiere la pena de muerte, pero no quiere ejecuciones".  Es feo; claro que hay algunos que se ofrecen para ser los ejecutores - hay gente pa'tó. 

Para los liberales es un marrón. ¿Son hipócritas? Como dice Gilmore en algún momento, "hacer vivir a alguien en una existencia mezquina es peor que matarlo". La ACLU (American Civil Liberties Union) es una de las organizaciones que más lucha en contra de la voluntad de Gilmore, piensan que los que son condenados a pena de muerte son en su mayoría gente excluida socialmente, pobres, vamos. ¿En serio? No me digan. Aunque lo dejan para última hora y hay unos capítulos de infarto en los que se que narra cómo tienen que coger un vuelo a mitad de noche a través de una tormenta de nieve en las Rockies para llevar el tema a un juez en Denver

Gilmore no pide la muerte por notoriedad, se lo dice desde el principio a sus abogados; claro que en un punto alguien nota que "no quiere publicidad, pero la está disfrutando". Elige morir porque no quiere una vida en la cárcel y sabe que en esta vida tiene poco que hacer. Además, está metido en temas de karmas, energías y reencarnación: ya ha tirado la toalla de esta vida y tiene sus ojos puestos en la otra. Elige morir porque tiene desprecio a la vida, la suya y la de otros. "After death, he said, he was going to start all over again. Have the kind of life he always wished he had."

Igual que explicamos por qué la pena capital encaja en la filosofía de los mormones [“You could obtain forgiveness for murder, but not in this life. It had to come in the next. To repent, you had to allow your life to be taken”], lo hace también con el cura que le visita y con el que tiene muchas conversaciones. El cura cree en la pena de muerte porque hay una vida mejor al otro lado, pasas al mundo espiritual, resucitas. 

Gilmore y la reencarnación; el cura y la resurrección, y los mormones para la expiación. Es un autoservicio: pase y elija sus razones, su delusion (idea delirante) favorita. Así son las religiones: como dijo el poeta, el opio del pueblo. 


La ejecución
La descripción de la ejecución es terrorífica. Yo no sabía que primero la ensayaban con un actor: los pasos que va a seguir desde el corredor de la muerte, el coche, hasta el módulo donde ocurre, un día antes. La noche antes, como una especie de despedida de soltero, con pizzas y música, es surreal. Gilmore no bebe para que no piensen que tiene miedo, pero la cárcel lo pone de speed hasta arriba. Para la ejecución Gilmore había mandado "invitaciones". Todo el mundo quiere estar ahí. 

Le dan opciones y Gilmore elige ser disparado: hay cinco hombres disparando detrás de un biombo con cinco agujeros.  Gilmore va encapuchado. Hay una "sensación de la muerte arrastrándose bajo la puerta como humo". Como he dicho, no solo hay ciudadanos ejemplares que se ofrecen para ejecutar, sino que otros dan ideas, opinando que a los padres de los asesinados se les tendría que dar la oportunidad de estar en el escuadrón de fusilamiento -aunque estos padres nunca cambiarían su lugar por el de la madre de Gilmore. Uno de los abogados dice que las ejecuciones deberían ocurrir en "prime time" televisivo, para ser un verdadero disuasorio, sin ningún tipo de ironía. Me recuerda cuando Manolo Delgado decía en los 90 que había que darlas con tras Espinete. Pero ya se sabía entonces que esto no disuade a nadie de matar, los datos ya estaban ahí.

Lo que pasa después no es para pusilánimes: Gilmore ha donado todos sus órganos, incluidos sus ojos, específicamente a un hombre pobre "porque será el que más los necesita" (hay una banda punk de los 70 que tiene una canción titulada "Gary Gilmore's eyes"). Mailer no se corta al describir este proceso, ni cuando se cambian los médicos y entran los de la autopsia, que es brutal. Aviso de que cuando te cuenta cómo le sacan el cerebro —"para estudiarlo"— te puedes marear. Tampoco te suelta cuando lo incineran: maldito Mailer. Luego suben a una avioneta y echan sus cenizas sobre esos puntos de Utah donde vivió. 

Voces del este, circo mediático
Joan Didion, en su gran crítica a la novela describe algo que el mismo Mailer no se dio cuenta hasta que ella lo dijo: en el primer libro (Voces del oeste) escuchamos las voces de las mujeres alrededor de la vida de Gilmore y en el segundo (Voces del este), de la jauría mediática (Mailer se refiere a ellos como pájaros carronieros) que viene de la costa este -aunque en realidad de todo el país. 

El personaje principal de este circo es Schiller, el productor que compra los derechos para la peli. Muchas de las observaciones más interesantes son suyas: Gilmore, al otro lado del cristal le hacía sentir que era él el que estaba en la cárcel y Gilmore el que estaba libre. Sin Schiller este libro nunca se habría escrito. Otro es Barry Farrell, un articulista de Time al que contrata para que escriba las entrevistas con Gilmore. En particular la del capítulo 22 es espectacular: en ella salió el preso "a volumen muy alto". Farrell piensa que Gilmore "es su propio escritor". Le está dando "el canon de Gilmore", presentando una visión particular de él mismo que era la que quiere que prevalezca. 

Esta segunda parte se me hizo a ratos "maletines", que es la manera que tenemos en casa de describir esas pelis en las que Brown le pasa un maletín a Rogers, que es el agente de Paxman, que a su vez estuvo con Miller. Hay tantísimos abogados, periodistas, productores, escritores, jueces, fiscales, asociaciones y demás que es complicado a veces seguirlo - máxime cuando algunas veces se refiere a un personaje por el nombre y otras por el apellido. He sobrevivido sin una lista, de todas formas. Es posible. 

¿Redime Mailer a Gilmore? 
Esto es complicado y habrá tantas respuestas como lectores. La autora de "La canción de la víctima" —madre de un chico asesinado un tiempo después— piensa que sí, que Mailer había sido demasiado empático con Gimore, mostrando una cara agradable del asesino.  No sé si se podrá intuir mi respuesta tras lo que he escrito: es no.  

Mailer simplemente describe a la persona, con todas sus sombras, y tal vez alguna mínima luz: en ambas, él ha tenido poco que ver. Tanto sus déficits neuropsicológicos que hacen que "no pudiera hacer otra cosa" (véase Sapolski de nuevo), como su inteligencia y determinación son el resultado de interacciones complejas de lo que "traía de serie" y el mundo en el que creció. Es injusto el reparto de cartas en la vida, pero es lo que hay. Yo solo quiero entenderlo, y no reducir a estas personas a "cabrones, bastardos, hijos de puta", que es lo que inevitablemente pensaba a veces de Gilmore cuando leía según qué partes. 




¿Lo recomiendo?
Este ha sido mi libro del año. Pero es de una brutalidad, extensión y tal vez tema-nicho, que igual no sea para todo el mundo (nota: el Peda ya lleva 300 páginas y está bien abducido). Mailer no se arredra ante nada: ha logrado hacerme sentir físicamente enferma al leer, por ejemplo, cómo Nicole se corta las venas o se saca un paquete de su vagina. Me ha hecho sentir celos por su habilidad de describir a personajes tal que así:
"He was a small, slimy, ratty jailhouse guy. Red squinty eyes. He had a receding hairline, a Fu Manchu goatee, a little dingbat mustache. Bad teeth. Pale as a ghost. A guy who would stick a shiv under your armpit. He looked like a poor old weasel sitting there. The total stamp of jail on the man". [Era un pequeño, viscoso y desaliñado tipo de preso. Ojos rojos y entrecerrados. Tenía entradas, una perilla estilo Fu Manchu y un bigotito ridículo. Dientes en mal estado. Pálido como un fantasma. Un tipo que te clavaría un cuchillo en la axila. Parecía una pobre comadreja sentada allí. La marca de la cárcel  totalmente en el tipo.]
... o por su ojo clínico cuando cuenta los efectos secundarios del antipsicótico Fluphenazine: "Gary parecía como si hubiera abandonado su cuerpo y hubiera vuelto en la carcasa de un extraño. Su mandíbula caída, su boca colgando, sus ojos vacíos como el cristal. Caminaba tan despacio como si llevara grilletes en los pies." Me ha hecho confirmar por qué leer sigue siendo de las mejores cosas de la vida. 

Cuando Gilmore se despide de su hermano antes de que le maten, le dice, tras un beso: "See you in the darkness." ["Nos vemos en la oscuridad"]. Si te animas, te prometo oscuridad pero también fuegos artificiales. Un libro absolutamente asombroso.