an

25 marzo 2016

Lo que busco de viaje. El feminismo y las geishas. La levedad del cerezo en flor. Shirami. (Kyoto, J8)

Fri, 25.03.16 Kioto (Fushimi-Inari Taisha, Callejón del Ramen, Paseo del filósofo, Pontocho


Amanece un día soleado en Kioto, lo cual significa mucho más que simplemente “disfrutar la vida” para la que firma: aquí se trata de sobrevivir y el sol hace que el frío sea soportable mientras brilla. Salimos del apartamento y nos damos cuenta que tenemos debajo, coincidencias de la vida, “Sunny Day Bakery” (la panadería “Día Soleado”) y está abierta. Decidimos comprar bollos para desayunar al día siguiente, y el proceso, como todo en Japón es complejo: algunas cosas se ven claro lo que tienen dentro, pero otras... Detrás están dos panaderos que nos enseñan lo que va a entrar al horno y son todo bollos de lo más kawai: con forma de osito, pececito sonriente y demás. Les hago puntualmente fotos y cuando vuelva al UK y refresque estos divagues, los veréis.



En lugar del interminable bus 26, decidimos caminar como 20 minutos a una estación de tren, que nos dejará enseguida en Kioto Station. El paseo me reafirma en mi idea de Japón. Pensaba que tal vez Kioto fuera distinto, porque todo el mundo dice que es tan bonito, pero no: Kioto tiene templos, jardines, preciosos paseos en medio de una desolación tanto arquitectónica como urbanística bestial. Me explico: no me molesta el caos, la falta de simetría, lo viejo, lo sucio: algunos de mis mejores recuerdos de algunas ciudades son precisamente sus imperfecciones. El del librodejuan dice que es un país que vive inclinado hacia adentro, y no le dan ningún valor al exterior de las casas, sino al interior. Ello lleva a que los edificios sean bien feos, y si a ello unes el maelstrom de cables eléctricos y telefónicos, el resultado es... malo. Pero es que además, tanto tienes una casa aquí, un edificio allá, un solar vacío, una gasolinera, un descampado con un par de coches, otro edificio... y así. En nuestro “paseo” hasta al estación de tren me siento como perdida por un polígono industrial. En algún otro sitio he leído (y ya pierdo la cuenta de si lo he escrito, disculpas por las múltiples repeticiones-ya cribaré en Londinium) que como Japón es destruido cada pocas décadas por terremotos, volcanes, tsunamis... pues que no ponen mucho interés en su aspecto... No sé, lo que no quiero es que estas páginas den la impresión de que viajar a Japón no merece la pena porque es fea. Pronto llegaremos al ecuador del viaje (mañana, creo) y hasta ahora lo que más me interesado, como dijo exactamente Juan (no el dellibrodejuan) es la gente, y ver cómo viven. Experimentar una cultura tan distinta que en algunas cosas me parece mejor y en otras peor. Pero visualmente tal vez no sea lo mío, precisamente porque me gusta la arquitectura y disfruto muchísimo con los pueblos empedrados, las plazas de armas, los edificios art-deco... pero sobre todo, no los disfruto como “una visita” que hay que hacer, sino como algo vivido: yo paseo por una calle estrecha de Alfama con ropa tendida, compro unas ciruelas en una frutería de una esquina, me siento a tomar un té en una terraza, y alguien me pregunta de dónde vienes porque ha leído el mismo libro que ve en tus manos y así. El turismo de ir a ver “algo grande” (pongamos el Taj Majal) lo hago, pero tengo 44 y cada vez la fila e intentar hacer fotos sin que salga gente me va tocando más la moral. Sí, lo he visto, y? Eso no es para mí viajar... por supuesto hay cosas que hay que experimentarlas y una peli en 3D no logrará transmitirte lo que es estar ahí, pero creo que suele pasar sobre todo con las experiencias, más que con visitar un templo. Todo esto no pretendía ser una introducción a que no tuvimos en cuenta que, para visitar el Palacio Imperial, había que solicitarlo con antelación. Cuando nos metimos en internet vimos que hasta Mayo ya no hay plazas: bueno. No hay dolor.


Oi, cómo divago. Os había dejado en una especie de polígono (en el que nos perdimos y tuvimos que preguntar a unos tipos en una caseta, que guardaban un edificio que parecía oficial) y llegando a la estación. Un recuerdo que tengo de allá es una madre que se acercaba con un bebé y un niño de unos 6 años que, cuando nos vio, nos hizo la reverencia típica japonesa. Encantador: cosas así hacen que merezca la pena viajar, para mí.

Después de todo el párrafo sobre mi ...no desinterés, tampoco indiferencia, pero sí falta de ganas de dar saltitos ante las "visitas turísticas", vamos a un templo que hay en el sureste de la ciudad, el Fushimi-Inari Taisha, dedicado al Dios del arroz y del sake. Nada más llegar, vienen dos niñas de uniforme con su profesor a preguntarnos si nos podían hacer una entrevista, para practicar su inglés: cómo nos llamamos, de dónde venimos, si nos gusta Japón, cual es nuestra comida favorita.... Mini se lo pasa en grande, les decimos que somos fans de Doraemon, pero esto no parece calar mucho (a saber como se dice en japonés), y nos preguntan si conocemos a.. Tom Cruise! Que la pobre Mini, tan baby ella, no conoce afortunadamente. El profe habla castellano! Me dice que su familia es hispanoparlante y algo de que él creció en los USA, pero no se extiende. Al final, las niñas nos dan una pajarita de papel muy bonita, de esas de llavero en agradecimiento.


En el templo vemos muchas chicas en kimono... nos preguntamos si esto es como el día del Pilar, o la feria de Abril, que cualquier visitante se quedaría KO de tanta gente vestida de baturra o faralaes... no lo sabemos. Solo que los kimonos son espectaculares (no os descubro nada), pero no son una prenda pensada para que la mujer haga nada ni se lo pase bien en ella: solo pensada para ser (ad)mirada. Casi no pueden andar, porque aunque el calcetín blanco tiene una indentación para la meter el dedo de la chancleta-de-dedo (siempre me había preguntado porqué chancletas-de-dedo con calcetines). Casi no pueden moverse: si bailan no será subiéndose en un barril en la disco o fiesta de pueblo de turno. El peinado es maravilloso: yo quiero aprender a hacerme (o por lo menos a hacerle a Mini!) trenzas así, a lo Frozen, pero con florecitas, perlas y esas cosas insertadas.

Comenzamos lo que hace a este templo especial: un paseo de 4 kms de pasillos de toris rojos que suben hasta la cima de la montaña. Los toris son los emblemáticos pórticos japoneses generalmente rojos. En este templo hay uno tras de otro, de tal manera que parece un pasillo, y van subiendo hasta arriba, con paradas donde hay pequeños templetes. El zorro es el mensajero de ese dios en concreto, y por eso hay tantos. Los toris son muy fotogénicos, y nos ponemos hasta arriba de hacerles fotos, solos, con nosotros, con chicas en kimono que no se enteran (y que si lo hacen, nunca se enfadan o te piden que las borres). Subimos y subimos: en un punto hay un mirador. Cuanto más nos acercamos a la cima, se hace evidente que no había que luchar con las hordas: por arriba hay mucha menos peña. Luego hay que bajar y vuelta a la estación de Inari, y de allí a Kioto Station.


Creo que ya dije ayer que es una estación inmensa, y que se confunde (merge) con un centro comercial. Es raro porque entras por lo que viene siendo la zona perfumería de cualquier centro pijo, luego subes por las escaleras automáticas y vas pasando planta señora, caballero, niño... pero seguimos subiendo porque en la planta 10 está el “ramen alley” (el pasillo/callejón del ramen). Es curioso llegar allá porque de lo selecto del gran almacén pasas a estar en un barriobajo de una peli de Ang Lee. Hasta los techos son más bajos, haciéndolo apropiadamente claustrofóbico, y allí hay restaurantes para parar un tren. Antes, eso sí, hay que pasar por una zona en la que venden bollería, también con ese talante de mercado de barrio, mucha gente, muchas filas... y todo lo que venden pinta muy bien. Tengo que hacer una mención a las tiendas de dulces o bombones selectas en Japón: para ellos el empaquetado es muy importante (esto ya lo he dicho), y a mí me vuelve loca (soy eco-warrier): empaquetan en celofán hasta las naranjas individuales (que por cierto, son amargas! Malísimas: compré 4 en un ataque de ilusión al ver fruta-casi no se ve-y luego no hay quien las coma). Pues eso, que ni imagino la cantidad de papel y cartón que se devasta en este país: se comen el bento en unas cajas preciosas y elaboradas y luego, las tiran! Ni que decir que no te cobran las bolsas en el super para incentivar que la gente se lleve su bolsa de tela (esto es ya por ley en UK, no sé en otros países).

Sigo divagando: estábamos en el ramen alley, elegimos un sitio, pagamos en la máquina como se hace siempre aquí en este tipo de locales, y una chica muy simpática nos indica donde sentarnos. Comemos lo de siempre: gyoza (dumplings), ramen, y arroz (mini). Como creo que ya dije, esta comida me gusta, aunque me suelo quedar muy llena, como hinchada... y tampoco es tanto. No sé.

Al salir de allí, nuevo bus y por la tarde vamos al “paseo del filósofo”, que es eso: un paseíto al lado de un canal jalonado de cerezos que están empezando a florecer, pero solo empezando. Hay toda una ciencia en esto de la predicción de la floración: los primeros brotes se llaman kaika, y la floración ya abierta que se llama mankai ocurre una semana después. Y una semana tras el mankai las flores se caen y voilá! Está atardeciendo y el frío es intense. Hay unos cuandos espanioles también por ahí. Creo que más o menos en este punto mi turbante entra en acción, para horror de mis compas de viaje (particularmente Mini).

Mi turbante? Bien, por la maniana, al salir de casa ya salía convencida a comprarme un gorro (maldición! con los que tengo en casa!), tras la experiencia burka de la noche anterior. Sin emnargo, mientras empaco la mochila una luz de hace en mi cabeza: pling! Las medias de Mini!!! Traje una 3-4 leotardos azul marino, de esos de algodón y lana o lo que sea, muy calentitos, John Lewis (cadena de centros comerciales dodne los compro) te amo. La técnica es la siguiente: tú te pones los leotardos en la cabeza, yc laro, te salen dos antenas (las piernas), que te las cruzas por delante y en occipucio te las atas. No se nota en absoluto que son medias (da igual lo que diga una nina de 7 anios que quería subir en un cisne) y hacen su función: genial. Nada odio más que consumir a lo tonto.


Pues bien, en el paseo del filósofo, en serio que se necesitan las medias y todo lo que te echen. Cuando descubrimos un arbol tímido que quiere echar flor, venga a hacerle fotos! Y tras 2 kms de eso, nos encaminamos a una parade de bus. Ah, llegando allá miro el móvily me están llamando mis padres por skype! Una ilusión verlos allí (y a ellos ver a Mini, ya sé que los demás no contamos...).

Ya ha anochecido: esta vez el bus no lleva a Pontocho, una zona de noche donde dicen que tal vez se pueda ver a las geishas (o a las aprendizas, maikos), yendo a una de sus citas. No vimos ninguna. Todo el tema geisha me causa salpullido: imagina que eres japonesa y trabajas en un bufete, hospital, agencia (aunque en el librodejuan dicen que muchas mujeres al casarse se pasan al petardeo de grillo del hogar) o lo que sea, y que tu hija te dice: “ma, que quiero convertirme en aprendiza de geisha, quiero decicar mi vida a entretener a hombres, cantando, tocando instrumentos para ellos, dándoles conversación...”. Hara-kiri como única opción?

Al lado de Pontocho está Kawaramachi, que es una zona tipo centro de una gran ciudad: tiendas, bares, restaurantes, gente, pachinkos (estos son los locales de máquinas tragaperras con dolorosas luces de colores que pueden causar una convulsion epiléptica al más pintado)... Vamos buscando un café para tomar un té con pasta, y solo vemos un “Excelsior” que el Peda se va a explorer mientras Mini y yo miramos la tienda Disney con las mismas cosas que en cualquier otro punto del planeta. Mini sigue quejándose por mi turbante. Entonces llega el Peda yq ue ha descubierto en los grandes almacenes de enfrente... un Starbucks! (ya dije que nuestra política boikot se ve alterada en situaciones de extrema necesidad como esta).

Ah, qué maravilla ver la calle desde el sillón de Starbucks, donde me tomo un chocolate caliente con nata, hago WhatsApp con diversas víctimas, miro el email... Pasamos allí un buen rato y a la salida dos temas a tener en cuenta y que tienen por protagonista a Mini:

1. Mini insiste en echar 100 yenes a una de esas máquinas que tú mueves como un gancho y coges un peluche de abajo.Ya ocurrió en Santa Fe y le dijismo que nadie nunc agana nada en esa historia. Pero ela tiene claro que ganará el horrible peluche. Su padre le hace firmar un contrato por el que después de esta vez, ya no lo pedira nunca más. Mini firma. Mini pierde. Mini lloriquea y pide otros 100 yenes! Está convencida que etsa vez ganará! Zzz

2. He explicado más arriba el ciclo de la floración del cerezo. No he explicado aún en este blog el ciclo de reprucción del parásito rey en el cole de Mini también conocido como piojo. Mini había sido infectada -una vez más- hará 3-4 semanas, aplicamos el tediodo tratamiento (que envueleve buscar con ese horrible peine etc) y Mini quedó-en teoría-libre de los infames nits. Bien, pues este díá comenzó a decir que le picaba la cabeza, y como la pobre ya tiene el master, se autodiagnosticó. Mi única explicación es que le quedaran huevos que han nacido, aprovachando la floración. Terrible. Bien, pues al salir del Strabucks , en una esquina del amacén vemos una farmacia. Ahora, tengo una pregunta: cómo os haríai entender, queridos divagantes, cuando no habláís el mismo idioma y todo lo de los botes qu ete ensenian está en japonés? Muy mal. Hago gestos de champú (me lleva a la sección champú), hago gestos de ninio (me lleva a la sección infantile), hago gestos de rascar y digo “bugs” (bichos)... pero la pobre está a cuadros. Nos tenemos que ir con las manos vacías. Hoy sé que piojos se dice “shirami” y más cosas, pero eso os lo contaré otro día...

Porque este está terminando ... que es un decir porque ahora nos queda la travesía del 26... y maniana nos vamos a pasar el día a Nara...

3 comentarios:

  1. En el arte del envoltorio yo colocaría en el top y con muchísima diferencia al Japón, y luego a Suecia. España estaría sólo asín-asín.

    En cuanto a lo de los piojos, no me sorprende que no os entendiesen. Lo que me sorprende es que fueseis capaces de reconocer que eso, ¡eso!, era una farmacia.

    ResponderEliminar
  2. Di, compra aceite de árbol de té, fulmina a los piojos.
    No tendrás que hacer mucho más
    Besis

    ResponderEliminar
  3. Tienes que ir a Matera. Vas a flipar.

    Y con el turbante estás ideal. Adoro a Mini pero no tiene criterio, va con vestido de verano en noviembre en Londres.

    ResponderEliminar

Comenten bajo su propio riesgo, sin moderación. Puede ser divertido.