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16 septiembre 2025

Robert, el Brad de mi infancia

 Robert Redford era el Brad Pitt de mi infancia: así le he explicado a Mini quién era este señor que ha muerto hoy. Con esta idea fuerza y la de hacer un divague-haiku aniado esta entrada al distintivo  "Burla burlando" —título robado a Cortázar— que no es otra cosa que obituarios de gente que ha marcado mi vida, y ya hay unos cuantos.  

Como eso es un blog personal, se habla de lo que supuso esa figura para la bloguera en cuestión —en los periódicos contarán su vida, sus ideas, su apoyo al cine indie y todo eso. Así  que cómo no comenzar con que Robert era el guapérrimo por excelencia: para mí, incluso frente a otro guapo canónico, Paul Newman, ganaba él. Sé que esto puede generar controversia, pero yo era del Team Redford. 

Hay muchas pelis, pero creo que en la que más guapo está es en "The way we were" (Sydney, Pollack, 1974) ("Tal como éramos"): hace mucho tiempo que no la he visto, pero me parece un buen aviso para navegantes para jóvenes incautas que, bajo el txumani de endorfinas ese maravilloso, crean que una relación duradera con alguien en tus antípodas ideológicas pueda funcionar - se admite el crush tonto de verano: quien no haya caído, que tira la primera piedra. 



La otra es "The sting" (George Roy Hill, 1973) ("El golpe"). Esta cinta tiene una historia personal: cuando llegó el vídeo a mi casa, esta peli estaba por ahí y pasó a ser la favorita de Fashion. Tendría ella unos 7 años, y la vimos tantísimas veces que nos aprendimos trozos del guión de memoria: "trampeando por esos pueblos de inmigrantes, siempre con la policía pisándome los talones".  Luego hemos usado esa frase muchas veces en nuestra vida, sobre todo para reírnos de nosotras mismas: somos en realidad unas impostoras o timadoras como Paul y Robert. Ya se me ha pegado la banda sonora... 



Y cómo no, yo tenía 15 cuando se estrenó "Memorias de África" (Sydney Pollack, 1986). Con la banda sonora de John Barry que corrí a comprarme al salir del cine —también el libro de Karen Blixen,  que no terminé—, con esas imágenes de Kenia desde la avioneta y, por supuesto, con esa escena de lavado de pelo. Si lo pienso, esta peli significó mucho para mí en esos momentos en que estás decidiendo lo que quieres hacer con tu vida. La prota fue una inspiración: una mujer fuerte que saca una granja adelante ella sola -en aquella época no me planteé rollos coloniales, aunque es imposible que no te chirríe su relación con los trabajadores. Ella y muchas otras lecturas o pelis me dieron alas para viajar, para no quedarme en la ciudad donde estaba. Y como a esa edad todo es épico, me veía con "Médicos sin fronteras" á la "Historia de una monja" atea en esas sabanas salvajes salvando africanos (¿alguien dijo colonialismo?). ¡Atención, spoiler!: nada de esto ocurrió, ni tampoco me enamoré del prototipo Denys Finch-Hatton, el cazador británico que interpreta Redford, el típico Aquiles que nunca está ahí cuando se le requiere, como plantilla para mis futuras relaciones. Tuve una amiga que sí compró esa historia, y lo que sufrió la pobre—pero culparemos a su padre. Sobre el tema gorditos vs. malotes, se ha divagado aquí.


Un abrazo,  Robert, el Brad de los 80... 

13 septiembre 2025

Diario de una mujer horrorizada

Estoy terminando un libro titulado "el diario de un hombre decepcionado", y de ahí mi título. Nótese que me he llamado a mí misma mujer, cuando suelo pensar en mí misma como "chica", pero es que "el diario de una chica horrorizada" le quitaba gravitās. Así me siento últimamente, pero especialmente hoy, cuando 110.000 matones con banderas de St. George por capa han tomado las calles de la ciudad. Me enteré ayer, cuando una circular del curro avisaba al personal de diversidades étnicas varias que trabajaba el sábado que cogieran taxis -el trabajo correría con la cuenta- para evitar abusos y enfrentamientos en el transporte público. No podía dar crédito: que hayamos llegado hasta aquí. En la plaza del Museo Británico, en Russel Sq. comenzaba la mani de los antirracistas: 5000 personas. Recordé el millón que estuvimos en el no a la guerra en 2003. 


Odio las banderas. Hubo una época, cuando el PP inflamaba el souflé catalán, que estaba todo lleno de banderas colgando de los balcones. En Vetusta aún queda alguna tirando a deshilachada, pero la mayor parte se ha ido. Aquí, sin embargo, parece que están llenando Inglaterra de la bandera de St. George, la asociada a la extrema derecha. Es insoportable.


Este finde también empezaba Open House, el festival de puertas abiertas que todos los años suelo reportar aquí. Yo tenía planeado ir al Isokon Building en Hampstead, pero he decidido que tal vez no era buena idea meterme hoy por el centro de la ciudad. Así que ha venido a comer nuestro amigo David, con el que siempre solemos hacer Open House, y hemos hablado de la vida y del mundo. David es originariamente judío -aunque ateo- y le amenazaron de echarle del partido laborista por antisemita. Con él he estado en el pasado en una concentración apoyando a Palestina. 



El otro día, en la concentración por Palestina arrestaron a más de 900 personas, muchas de ellas jubiladas. Si llevas un cartel que ponga que apoyas a Palestine Action, eres terrorista. Porque Palestine Action lo es, según este gobierno, por usar métodos clásicos de desobediencia civil como hacer unos grafitis, ocupación de espacios y destrozos de mobiliario urbano. Vamos, que aplaudamos el coraje de las sufragistas que hicieron lo mismo, pero ahora ya tal. 

Cuando veo a esa masa de racistas ultraderechistas, extremadamente cabreados, me desespero. ¿Dónde estaban antes? Cada vez son más, en más sitios. Y cada vez habrá más porque las tasas de natalidad están cayendo mucho más rápido en la izquierda progresista que en los conservadores -estos últimos siguen teniendo el mismo número de hijos que hace décadas. Este es el gráfico del Financial Times de John Burn Murdoch. 


La gente de izquierdas también se define como menos felices que la de derechas. A mí me da para algunas conclusiones: cada divagante que saque las suyas. 

El que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo: como el SXX fue tan bien, volvamos a los años 30. Que es un poco lo que hicimos ayer, pero de otra manera: nos colamos en Du Cane Court, un edificio art deco maravilloso construido en 1937 en Balham. En su momento era el edificio con más apartamentos de Europa (676), vivían en él artistas del music hall, tenía sala de baile, bar de cócteles, billares, restaurante y otras zonas de socialización. También había radio en todos los apartamentos, y dicen que el director del edificio retransmitía durante el Blitz si "un apartamento en el piso 2 del bloque H" tenía las luces encendidas: ¡apáguenlas!  



Curiosamente, durante la Segunda Guerra Mundial no fue bombardeado, pese a que a 300 metros una bomba rompió un tubo que inundó la estación de metro de Balham en la que murieron ahogadas 66 personas, como recordará quien haya leído "Atonement" ("Expiación") de Ian McEwan (o visto la peli de Joe Wright). Hay varias leyendas sobre las razones: la primera, que Hitler lo quería como su base de operaciones tras la victoria; otra, que estaba llena de espías, pues durante un ataque se vio a un hombre flasheando una linterna, presumiblemente indicando algo a los pilotos de la Luftwaffe, así que podría haber sido un orientador para los alemanes. La tercera es que desde el cielo parece una esvástica, pero la verdad es que no. 

Allí me colé y en tu edificio art deco me planté

No es Open House en Du Cane Court, pero igualmente nos colamos, preguntamos a un recepcionista muy aburrido si podemos hacer fotos, nos subimos en los ascensores y llegamos hasta la planta séptima, desde donde se ve Crystal Palace y que está llena de pasillos interminables con moqueta roja, tal vez herencia de los artistas del West End que un día vivieron aquí. Cuando salimos, vemos alguna gente en bicis del alquiler eléctricas con la bandera de St. George: deben venir del centro. 



Tras horas de reunión con la cúpula editorial de D&D, he decidido no poner fotos de esta gente, ni de la manifestación, así que tal vez el lector se pregunte qué relación con este horror tienen las fotos que he incluido: son de la tienda de telas de las que ya no quedan a la que fuimos al salir de Du Cane Court. He pasado por ahí tantas veces y nunca se me había ocurrido entrar: a veces, la belleza pequeña está ahí delante y pasamos de largo. Se las dedico a mi amiga y divaganta Marisa, con la que aspirábamos a montarnos una mercería de barrio: quién nos iba a decir que teníamos una tirando a industrial cerca de casa. 

Cogiendo ideas para la mercería

Este sigue siendo el diario de una mujer horrorizada, que por un rato se ha refugiado en un edificio de casi un siglo, en una librería de segunda mano de Oxfam [de donde salí con cinco libros, pero esa es otra historia] y, por supuesto, en una mercería. 

30 agosto 2025

"El quinto hijo" de Doris Lessing: Tenemos que hablar de Ben


Cuando divagué sobre "Tierra de empusas" dije que la autora y Premio Nobel Olga Tokarczuk nos había gastado una broma subtitulando la novela como "historia de terror". Justo cuando lo terminé, me embarqué en otro libro que no llevaba ninguna advertencia, pero por los dioses, esta sí que resultó ser una historia de terror. Se trata de "The Fifth Child" ("El quinto hijo") , la novela corta de otra Premio Nobel, Doris Lessing, de 1988.


Este es mi primer libro de Lessing, supongo que es imperdonable. En mi defensa diré que empecé "The golden notebook" ("El cuaderno dorado") cuando estaba embarazada y lo dejé: seguramente fue por eso, porque dejé tres libros seguidos. Me recuerdo en la parte de arriba de un autobús cruzando Brixton con el libro abierto en mis manos y la mirada perdida en algún punto indeterminado del jaleo de ese barrio donde trabajaba. Claro que ahora leo en internet que Lessing dijo que el mayor tema del libro era "la fragmentación" e igual es que no hay por dónde cogerlo. 

Sin embargo, con "El quinto hijo" es muy fácil engancharse, identificarte o sentirte apelada o repelida por los personajes y su manera de ver la vida.  Tiene un comienzo perfecto:

"Harriet and David met each other at an office party neither had particularly wanted to go to". ("Harriet y David se conocieron en una fiesta de la oficina a la que ninguno tenía particulares ganas de ir").
Y enseguida te cuenta cómo son ambos, y por qué son una unión perfecta: "conservadores, chapados a la antigua —por no decir que han quedado obsoletos; tímidos, difíciles de agradar".  Ella quiere mantener la virginidad y, como son los swinging 60s, sufre comentarios  despectivos similares, pero en dirección opuesta, de los que recibían las "ligeras de cascos" unas décadas antes (qué duro es ser mujer, en serio). Pero menos mal que se encuentran: como dice la sabiduría popular, "para que se pierdan dos casas, que se pierda una". De entrada, ninguno de estos personajes me cae bien, lo cual es un punto positivo: ¿acaso no es la literatura un instrumento para conocer realidades o personas que no tendremos la oportunidad de conocer en nuestra vida? 

Por esta particular cosmovisión de ambos, lo que toca hacer nada más casarse es comprarse una casa llena de habitaciones con "columpio en el jardín" (metáfora sabiniana, no literal) y empezar a llenarla de niños. Llegan cuatro casi de golpe, todos perfectos. Durante todas las vacaciones, la casa está de "jornada de puertas abiertas" para la familia extensa y los amigos: gente entra, sale, hay mucha actividad, es pura vida. No se ve casi la tele. Esta gran familia requiere que me dibuje un genograma (árbol genealógico) para aclararme, porque ambos abuelos están divorciados y con nuevas parejas y es un jaleo.

Pero lo que es importante recordar es que el padre de él tiene pasta, y como Harriet y David no tienen suficiente para ese tren de hijos y vida, él les ayuda económicamente. Su madre está casada ahora con un académico de Oxford y consideran todo lo que pasa en esa casa "un exceso" —y a ellos no les gustan los excesos. Así como el abuelo paterno ha de ayudar financieramente, la madre de Harriet —el padre no aparece— es la que tiene que ayudar físicamente cada vez que esta se queda embarazada: en un punto le dice "Soy vuestra criada. Hago el trabajo de una criada. Sois unos egoístas y unos irresponsables".

Desde el principio, esta familia idílica me recuerda a la de Charity en "En lugar seguro" ("Crossing to safety") de Wallace Stegner: no puedo dejar de pensar en ese libro que leí el verano pasado. No es lo mismo, porque va de la amistad durante toda su vida de dos parejas de amigos, pero es ese ambiente de casa abierta de la clase media alta el que es muy similar.


Si empiezas a notar algún "crack" en lo idílico —por ejemplo, la irresponsabilidad de llevar una vida que no se puede permitir—, esto no es nada para lo que viene a continuación. Harriet se queda embarazada del quinto hijo y aquí comienza la historia de terror. Desde el principio, Ben, que así llaman al quinto niño, es excepcionalmente agresivo, hiperactivo, lleno de irritabilidad, angustia y vacío de toda empatía. ¿Ha dado a luz a un monstruo?

A partir de ese momento, Harriet se queda sola. No físicamente, sino emocionalmente sola: su hijo es extraño y hace daño a la gente. Parece que le da del todo igual hacer sufrir a los demás. Tiene una fuerza sobrehumana. Lessing lo describe físicamente como un "goblin", un duende. Esta descripción física es maravillosa:
"Ben came in from the garden and stood watching them, in his usual position, which was apart from everyone else. (...) Everything he wore had to be thick, because he tore his clothes, destroyed them. With his yellowish stubbly low-growing hair, his stony unblinking eyes, his stoop, his feet planted apart and his knees bent, his clenched held-forward fists, he seemed more than ever like a gnome".
Lo lleva al médico, a uno tradicional claro, que le confirma que es hiperactivo "así es como los llaman hoy en día, creo". Hay una pausa: "¿Qué quieres que haga Harriet, que lo medique a lo loco?". Harriet piensa, sí, es lo que quiero, pero le dice no, por Dios. O sea, hoy en día es hiperactivo, pero en el pasado, ¿cómo llamaban a esos niños, cuando no había ciencia para explicarlos? ¿Malos? ¿Poseídos? ¿Endemoniados?

La hermana de Harriet, Sarah, tiene una niña con síndrome de Down. Un día le dice a su hermana, en referencia a su hija y a Ben, "Madre mía, Harriet, qué mala suerte hemos tenido". Harriet se niega a verse como una víctima del destino: igual su hermana sí, con esa niña y el marido, pero no Harriet. Ella se pasa la mayor parte del tiempo intentando entender qué piensa, qué siente ese hijo. Con su sobrina es fácil: solo quiere agradar y ser querida. Con Ben, no tiene ni idea: ¿Tiene consciencia él mismo de su aflicción? ¿Le importaba? ¿Qué era Ben? Y este es un problema durante toda la novela: nadie entiende a Ben, ni profesionales ni, por supuesto, familia ni amigos, que van desapareciendo poco a poco. Nadie quiere ir a esas vacaciones a la casa abierta para ser testigo de esas escenas. Harriet es la única que, dentro de todos sus pensamientos terribles sobre el niño, sigue estando ahí. 


La genética, la psiquiatría infantil, el conocimiento del neurodesarrollo, de la neurociencia, han avanzado mucho desde 1988. Hoy está más claro que los padres no son 100% responsables ni de las glorias ni de los fracasos de sus hijos, por no hablar de sus enfermedades. Algun@s siguen intentando culparnos, particularmente a las madres, pero lo cierto es que Ben traía cosas ya desde su nacimiento con las que ni los padres con mayor habilidad en esto de la crianza podrían haber solucionado. Como he dicho al principio, no me caía especialmente bien esta pareja, con su guión de familia perfecta conservadora, pero al final, siento mucha empatía y compasión por ellos. Bueno, por ella. 

Todo lo que pide Harriet es una formulación, un diagnóstico que explique. Y por eso, cuando salen los hippies a decir que los diagnósticos son etiquetas que no sirven de nada, me dan ganas de gritar. Claro que son etiquetas que usan los profesionales para comunicarse, para investigar sobre causas y tratamientos. Y claro que madres como Harriet necesitan una explicación sobre lo que opina la ciencia de su hijo. Luego, al final, ella hace su propia formulación sistémica: ella ha roto su familia con su decisión de no abandonar a Ben —esto es parte de la trama, cuando la novela se torna distopía, historia de terror— porque nadie viene ya. Ni sus otros hijos, y su marido, con la excusa del trabajo, también ha desaparecido de la escena. 


Los paralelismos con la vida de Lessing la hacen aún más escalofriante. Era hija de padres ingleses, nació en 1919 en la entonces Persia y en 1925 la familia se cambió a la entonces Rhodesia. Trabajó como operadora telefónica hasta que se casó y tuvo dos hijos. Cuando se divorció,  los dos hijos se quedaron con el padre (¡imaginen el drama: malamadre!) y se metió en el "Left Book Club", una organización izquierdosa, donde conoció a su segundo marido con el que tuvo a su hijo Peter. Cuando se divorció, se fue a vivir a Londinium con Peter "dejando a los otros atrás", según leo por ahí. Esta es su cita, muy valiente:
"For a long time I felt I had done a very brave thing. There is nothing more boring for an intelligent woman than to spend endless amounts of time with small children. I felt I wasn't the best person to bring them up. I would have ended up an alcoholic or a frustrated intellectual like my mother."

Pero no es que se fuera de rositas: se llevó al hijo enfermo: Peter sufría de diabetes y esquizofrenia, y Lessing fue su cuidadora toda la vida. En "El quinto hijo" explora el mito de la familia ideal, y usa a Ben, el gnomo agresivo, el duende asocial, el gremlin de noche para explorar sus límites. El hijo que no encaja en ningún sitio, que no puede integrarse en la familia: ¿cómo lo hará en la sociedad? Y como siempre, es la madre la que, dividida entre el amor y el terror paga la factura. 

Es imposible no pensar todo el rato en otra maravillosa novela que explora muchos temas similares, "Tenemos que hablar de Kevin", de Lionel Shriver. En ambas son las madres las que purgan la desgracia de haber parido a hijos que fueron así, no por culpa de ellas, sino porque no podían ser de otra manera. Eso es lo que nos está diciendo la ciencia cada vez con más claridad y más alto, aunque haya muchos que sigan prefiriendo hacer lo de siempre: culpar a la madre. 

"Toda la culpa la tienes tú - y tu madre"

22 agosto 2025

"Libre" de Lea Ypi: Una novela de crecimiento en la Albania comunista maravillosa


Lea Ypi es profesora de Teoría Política en la London School of Economics (LSE). La primera vez que oí hablar de ella fue en el podcast "Past, present, future" en el que colaboraba de vez en cuando, en concreto en una serie sobre la "Historia de la Libertad". Yo no sabía nada de su libro, que llevaba un tiempo en casa, y había sido leído por el Peda, que no consideró una prioridad recomendármelo (o sea, no dijo nada). Así, pasó a la estantería de leídos y se podía haber quedado ahí. Imperdonable.

Pasaron los meses y cuando decidimos ir de vacaciones a Albania, me puse a investigar sobre autores albaneses, y así es como encontré el libro que me estaba esperando en la estantería. Me había quedado claro que el autor albanés más recomendado era un tal Ismael Kadare, que murió hace un año, pero ya que tenía a Ypi aquí, decidí empezarlo. Poco me imaginaba que este iba a ser para mí uno de los mejores libros del año -y estamos en agosto.

El libro fue escrito en inglés en 2021, y su título completo es "Free. Coming of Age at the End of History", traducido al castellano como "Libre: El desafío de crecer en el fin de la historia" (ed. Anagrama), pero dejadme mi propia traducción: "Libre: una novela de crecimiento en el fin de la historia", porque una "coming-of-age" es lo que en alemán -y en teoría literaria- llaman un "bildungsroman", una novela que te cuenta precisamente eso, cómo ve el mundo una niña o adolescente mientras crece. Tengo que crear una etiqueta con ese concepto, pero de momento resumí unas cuantas leídas y divagadas en el primer párrafo de aquí

En todas las críticas de este libro te van a contar este planteamiento: Lea Ypi nació en Tirana en 1979, en pleno comunismo. La voz narradora es la de Ypi con 11 años y hasta su adolescencia, y nos va a llevar a través de los acontecimientos históricos de su país en esa época. 

Breve resumen de la historia de Albania
Estas memorias son, aparte de la mirada muy particular -y para mí, encantadora- de una niña, un libro de historia. Una historia que no se me había ocurrido contrastar nunca con los albaneses que he conocido hasta ahora: ni con Iris, una compañera de trabajo que tristemente falleció, ni con Sokol, un albañil que trabajó en casa. Nunca había leído un libro escrito por albaneses y hasta hace poco, interesado por el país. Mi única aproximación cultural a Albania era haber visto, cuando la estrenaron, "Lamerica", la peli de 1994 de Gianni Amellio (el sábado pasado la volví a ver). Esta es una de las mejores cosas de viajar: de repente, un país te coloniza. Así que voy a empezar con una breve intro histórica para quien, como yo hasta ahora, supiera casi nada de este país, porque me va a ayudar con el resto del diario de viaje para explicar cosas, y también en este divague.
  • Pasado remoto: Como todos los países de los balcanes, este es un país por el que han pasado muchas civilizaciones, desde los Ilirios a los romanos, los bizantinos, los eslavos, y finalmente los otomanos. 
  • Imperio otomano (desde finales del SXIV hasta principios del SXX): estos siglos explican que la mayor parte del país sea musulmana, aunque también hay ortodoxos y católicos. Tanto los nobles como gente corriente se fueron convirtiendo al islam, estos últimos para evitar impuestos a los cristianos. En conversación con el Náufrado Ro aprendí que el territorio donde hoy está Albania central (territorio del héroe nacional Skanderberg) había sido en su día parte de la Corona de Aragón: esta se habíá unido con el Reino de Nápoles en 1442–1458 y, vía ello, Albania central se convierte en territorio vasallo de la Corona de Aragón/Nápoles, a ratos compitiendo con Venecia. A finales del SXIX, el imperio otomano se iba debilitando a la vez que los sentimientos nacionalistas en Albania se hacían más fuertes. En las Guerras de los Balcanes de 1912-13, el Imperio otomano perdió la mayor parte de sus posesiones europeas. 
  • 1912: Declaración de independencia. La "Conferencia de Embajadores" en Londres delinea los límites de la nueva Albania independiente, dejando a muchos albaneses fuera. La siguiente década fue de gran inestabilidad, luchando por tierras en los límites. Todo esto también se vió afectado por la Primera Guerra Mundial.
  • 1925: Autodeclarada monarquía. Ahmet Zogu venía de una familia noble y ascendió pronto en política, finalmente coronándose a sí mismo como rey: "Rey Zog I". Sin sopresas si digo que gobernó autoritariamente, buscando balancear fuerzas con Yugoslavia e Italia, pero para los años 30, Italia ya tenía una gran influencia en Albania. 
  • 1939: Mussolini invade Albania, así que Zog tiene que exiliarse.
  • 1939-1943: Ocupación italiana
  • 1943-1944: Ocupación de la Alemania nazi. Para noviembre de 1944, el Movimiento de Liberación Nacional (LANC), liderado por los comunistas, con su habilidad en guerra de guerrillas y conocimiento de lo rural y las montañas,  poco a poco fueron tomando control y ya en 1944 habían liberado a casi toda Albania. 
  • 1946: Enver Hoxha y otros líderes comunistas tomaron el control y declararon la República del pueblo, un estado de partido único. Hoxha estableció una rígida dictadura estalinista hasta su muerte en 1985. Construyó miles de búnkers por todo el país, asustado de posible intervención extranjera.  Nacionalizó las empresas y para finales de los 40 los albaneses no podían tener ninguna propiedad, desde coche hasta gallinas. Se enfocaron en industria pesada para ser autosuficientes, a expensas de cosas del día a día, incluyendo comida. Hubo un gran desarrollo de los sistemas de la salud y de la educación, transmitiendo ideología marxista-leninista a los niños desde peques [de esto habla mucho Ypi en su memoria]. 
  • 1950-1960: Albania se va aislando de los países occidentales e incluso de anteriores aliados comunistas como la URSS, después de la muerte de Stalin. Hoxha criticó la de-estalinización de Khrushchev como "revisionista", y también se llevó mal con la Yugoslavia de Tito.  Por supuesto, artistas e intelectuales sufrieron represión y la voz más clara en oposición al régimen fue el escritor Ismail Kadare.
  • 1985: Hoxha muere, siempre un gran varapalo cuando hay mucho de "culto a la personalidad" y "amado líder" en un sistema. Miedo da el mundo de hoy.  El Partido siguió cojeando un tiempo, pero con los cambios que se venían en Europa del Este en los siguientes años, estaba claro que el sistema iba a caer. En diciembre de 1990, Albania vio su primera manifestación anti-comunista
  • 1991: El gobierno convocó las primeras elecciones con varios partidos que llevó a la formación de un gobierno democrático y la caída de los comunistas. El Partido Democrático de Albania ganó, pero pasar de una economia tan centralizada a un sistema de mercado es complejísimo. La privatización de las empresas estatales no se hizo sin corrupción, hubo mucho desempleo, hiperinflación. Los subsidios comunistas también se acabaron y la gente se tuvo que buscar la vida de mala manera, algunos como delincuentes. Los 90 fue una década caracterizada por el caos y la desilusión.
  • 8 de agosto de 1991: si tienes cierta edad, recordarás esta imagen de abajo. El Vlora partió de Durres hacia Italia con miles de albaneses desesperados. Se puede leer toda la historia aquí.  Ahí termina también "Lamerica".
  • Hacia 1995 surgieron sistemas piramidales de estafas en los que cayeron más de dos tercios de la población, que perdieron todo su dinero. 
  • 1997: Revueltas muy severas, en las que grupos armados llegaron a tomar partes de zonas rurales y el gobierno declaró estado de emergencia. La comunidad internacional mandó tropas para restaurar la paz.

En fin, que no me ha quedado breve -sorpresa- pero es que este recorrido es fundamental para entender el libro, y también para dar contexto al resto de nuestro viaje por este país, desde por qué canta el muezín* igual que en Marruecos, hasta la arquitectura bizantina, pasando por gastronomía otomana. Cuando empecé a escribir el divague iba haciendo ideas sueltas y era complicado de entender, así que a medias decidí añadir la cronología de arriba y ordenar cosas que me han interesado de la memoria de Ypi históricamente. Así que eso me obliga a empezar con el pasado, con su abuela.

(*) Nota: En un momento del libro Ypi pregunta si el muezín realmente canta o es una grabación, que tienen una apuesta en el colegio. Me he visto en shock cuando he descubierto que es una grabación. Toda la vida imaginando a ese anciano vestido de blanco subiendo lentamente las escaleras de caracol de los horribles minaretes -parecen cabezas nucleares- al alba para cantar... y es una grabación! 

Nini, la abuela
Para mí, el mejor personaje de estas memorias es la abuela paterna de Ypi, Nini, que le hablaba en francés y decía cosas como "no llores, haz algo!". Había nacido de Tesalónica y cuando se deshizo el imperio otomano y se creó el estado de Albania (recordemos, en 1912), muchas familias de la diáspora que se habían movido por todos los Balcanes volvieron a Albania. Ella pertenecía a la élite, y al llegar a Tirana fue de las pocas mujeres que trabajaron en la administración y fue invitada a la boda del Rey Zog. Allí conoció a su marido y abuelo de Ypi, que fue luego encarcelado durante 15 años cuando llegaron los comunistas, por haber pertenecido a la clase alta (hay en el libro fotos de ellos esquiando: quién esquiaba en Albania en esa época?). 

Nini sabía del privilegio con el que había crecido, y sospechaba de la retórica que lo había justificado. No pensaba que "consciencia de clase" y "pertenencia a una clase" era lo mismo. Creía que no heredamos nuestras ideas políticas, pero que las elegimos libremente, las que suenan bien, no las que son más convenientes o van con nuestros intereses. "Perdimos todo, pero no nos perdimos a nosotros mismos, nuestra dignidad, que no tiene nada que ver con dinero, títulos, honores". O sea, esta es una mujer que ha crecido como aristócrata, luego llega el comunismo que despoja a su familia de todas esas cosas, y luego ve caer el comunismo y llegar el caos. Nunca tuvo fe en "recuperar sus propiedades" , pero aún así hacen un viaje a Tesalónica en el que la acompaña Ypi, que da para un capítulo agridulce.

Con todas las diferencias, ese capítulo me ha llevado a un viaje que hice con la yaya a Barcelona cuando tenía más o menos la edad de Ypi. En aquella visita creo que estuve en un hotel por primera vez, paseé por una gran ciudad por primera vez y fuí a un parque de atracciones -el Tibidabo- aunque esto no fue mi primera vez! Y en esto hay una similitud con Ypi, claro que para ella todo fue aún más salvajemente nuevo porque Albania había estado completamente aislada del mundo durante el comunismo, mucho más que otros países que habían vivido regimenes opresores- cuando llega allí los niños locales que no saben quién es Apolo y Afrodita, pero le hablan de un tal Micky Mouse.  Es la primera vez que sube en avión [nota: mi primera vez en un avión fue a los 19] donde ve por primera vez una bolsa de plástico de colores y donde se sorprenden de que les den comida (ah! esa época) - en cajas de plástico, con sus cubiertos, que ellas no se comen porque ya llevan sus byreks envueltos en papel de periódico (esa abuela me representa) -claro que se las llevan "por si tienen hambre luego".   

Sus descripciones de "primera vez" que anota en su diario -idea de Nini, viva Nini- son maravillosas para entender lo que era la vida en un país comunista, y la grieta comunista-capitalista:
(...) "fue la primera vez que sentí aire acondicionado en la palma de mi mano, que probé plátanos, que vi semáforos, que llevé vaqueros, que no tuve que hacer fila para entrar en una tienda, que crucé un control de fronteras, que vi una fila de coches en lugar de de humanos, que me senté en un baño en lugar de ponerme en cuclillas, que vi a gente siguiendo a perros con correa en lugar de perros vagabundos siguiendo a gente, la primera vez que me dieron un chicle en lugar de su envoltorio, que vi cruces encima de las tumbas, que vi paredes cubiertas por anuncios en lugar de propaganda anti-imperialista, la primera vez que vi la Acrópolis, pero solo desde fuera porque no teníamos dinero para pagar la entrada".

Progaganda en la escuela 
La vida colegial de Ypi en la albania comunista de los 80 no era muy diferente de la mía con las Madres del colegio del paseo de los pájaros que cantan bien en esa misma época, empezando con cosas prácticas como que se dividían en grupos de cuatro para limpiar la clase y siguiendo por las sesiones de propaganda ideológica.  Ella tenía una profesora, Nora, que era la divulgadora de una ideología y de su amado líder, Hoxha, y  nosotras teníamos a las monjas, un curso tras otro hablando de lo mismo: Jesús, María, Dios, el Demonio (personalificado, cuando éramos más mayores, por el PSOE, entonces en el gobierno). De todo esto ya habló Pilar Palomero en "Las niñas", basándose exactamente en MI colegio de Vetusta.

Voy a incluir unas citas de lo que les decía Nora, la profe fanática, que siempre tenía "respuestas claras, sin ambiguedades" a cualquier duda, porque espero que ilustren el contenido de unos principios -en este caso, marxistas-leninistas- y los contrasten con los que me dieron a mí:
"La profesora Nora nos explicó en el pasado la gente se congregaba en unos sitios llamados iglesias, sinagogas, mezquitas para cantar canciones o recitar poemas dedicados a algo o alguien llamado Dios. (...) Explicó que había habido disputas entre los grupos para ver cual de sus profetas tenía razón. (...) Entonces había llegado El Partido, y cuanta más gente había aprendido a leer y a escribir, y a entender cómo funcionaba el mundo, más se daban cuenta de que la religión era un ilusión que creaban los ricos y poderosos para dar falsas promesas a los pobres de que tendrían justicia y felicidad en otra vida. (...) No hay vida tras la muerte -explicaba Nora-, es una manera de hacer que la gente deje de luchar por sus derechos en la única vida que tienen, para que se beneficien los ricos". 
"Nora explicó que el socialismo no es perfecto, es una dictadura, la del proletariado. Es diferente, y por supuesto mejor que la dictadura de los burgueses que opera en estados imperialistas occidentales. En el socialismo, el estado está controlado por los trabajadores, no por el capital, y la ley sirve a los intereses de los trabajadores, no aquellos que quieren incrementar sus beneficios. Pero la lucha de clases no había terminado: tenían enemigos externos, como la URSS, que había dejado atrás las ideas del comunismo y se había convertido en un estado imperialista represor, e internos, como la gente que había sido rica y había perdido sus propiedades y privilegios, que seguían intentando socavar el gobierno de los trabajadores".
"Fuera de Albania, la gente nunca sabía los nombres de las personas que manufacturaban las cosas, de los trabajadores. Solo se recordaba los nombres de las fábricas donde se hacían, y de sus dueños, y de sus hijos".
"En el colegio nos enseñaban a pensar en término evolutivos. Estudiábamos la naturaleza con los ojos de Darwin y la historia con los de Marx. Distinguíamos entre ciencia y mito, razón y prejuicio, duda saludable y superstición dogmática. Nos enseñaron a creer que las ideas buenas sobreviven como resultado de nuestros esfuerzos colectivos".
Estos son los principios que se machacaban a los escolares en un país último bastión del comunismo rabioso y, sinceramente, no puedo más que suscribir uno tras otro. Compara esto con el Cordero-de-Dios, el "hubo atrocidades por las dos partes" y la asignatura "Hogar" para chicas solo.



"No te metas en política"
En el cole de Ypi les preguntaban si tenían algún miembro de su familia que hubiera luchado en la resistencia al fascismo durante la ocupación. Por supuesto, estar relacionado con los terratenientes y ricos de siempre que habían abrazado el fascimo era vergonzante y los niños llevaban orgullosos ejemplos de familiares partisanos. Conociendo de dónde venían no es difícil imaginar que cuando Ypi preguntaba a sus padres, después de pensar mucho salían con "el tío abuelo del primo segundo de la esposa de mi marido", cosas así. También hablaban entre ellos de miembros de la familia que estaban "en distintas universidades". 

O sea,  en su casa ocurría aquello que pasaba en muchas casas españolas, incluida la mía, en las que "no se hablaba de política". Yo tenía solo cuatro años cuando se murió Franco, pero a medida que iba creciendo me di cuenta de que en mi casa no se hablaba de franquismo, ni para bien ni para mal. Fue solo cuando le empecé a preguntar a la yaya "preguntas cerradas" sobre el tema que me empezó a contar cosas, tanto del franquismo como de la guerra. Pero la consigna general era siempre por parte de la yaya "no te metas en política".

La niña Ypi se creía todo lo que les contaba la profe Nora a pies juntillas como la niña Di lo de Madre Celsa, Madre Antonia, Madre Petra: con la furia de la infancia queríamos ambas que nuestras familias fueran más papistas que el papa. Mi familia era creyente, pero relajada: la yaya siempre me contaba historias veladas con un trasfondo "cuida con el clero", por ejemplo que una de sus monjas les decía (hablamos de Barcelona en los años 20): "niñas, no os hagáis nunca monjas", o que el cura tal les decía "haced lo que digo, no lo que hago". A Ypi le hubiera gustado que sus padres (y su abuela, que también vivía en la casa) tuvieran la foto de Hoxha que la mayoría de los albaneses tenían en el salón. Pero no.

Los tumultuosos 90 
Como he explicado en la sección histórica, no fue nada fácil esta transición a una economía de mercado cuando cayó el comunismo. Ya sabemos que el lenguaje es un arma poderosísima de cambiar el mundo, y Ypi nos cuenta cómo de repente todo el mundo comenzó a hablar de "la sociedad civil", más o menos sustituyendo a "El Partido" de antes. Otros nuevos términos: "liberalización" (que sustituyó a "centralismo democrático"), "privatización" (que sustituyó a "colectivización"), "transparencia" (que sustituyó a "autocrítica"), "luchar contra la corrupción" (que sustituyó a "lucha anti-imperialista"). Todas estas ideas eran sobre libertad, pero no la libertad del colectivo -que se había convertido en una palabra sucia-, sino la del individuo. 

Y luego está el de "reformas estructurales". El padre de Ypi consigue un trabajo en esta nueva sociedad como director general del puerto de Durres, el mayor de Albania. Les pusieron teléfono en casa y al padre chófer. Pero claro, había que empezar a "cortar costes" en aras de la productividad y el primer objetivo eran los trabajadores menos cualificados que llevaban allí una vida, en su mayoría de origen gitano. Esperaban en la puerta de su casa: "buenos días, jefe, eres un buen hombre jefe, tengo tantos hijos, jefe, solo un par de años más, por favor, llevo aquí desde los 13, no he robado nada, de verdad, es por el alcohol, ya voy a beber menos". Pero hay que "modernizar" y el padre no puede verlos como máquinas: "míralos, son personas, tienen lágrimas en los ojos". En esta parte del libro a mí también me dan ganas de llorar. 

La madre de Ypi -un personaje en contraposición al padre en el que no entro- dice en un punto que los países que fueron comunistas la gente no es de izquierdas o de derechas, sino que se dividen entre "comunistas nostálgicos" o "liberales esperanzados". Bueno, eso es lo que yo llamo izquierdas y derechas. 

Al final, por qué fueron tan agitados los 90? La comunidad internacional se dedicó a repetir el mantra del "polvorín de los Balcanes", con tantas religiones, grupos étnicos y diferentes maneras de ver la vida. Sin embargo, Ypi tiene claro que es que el colapso del sistema económico (mírese arriba en historia el timo aquel de los sistemas piramidales que arruinó a tanta gente), las diferencias de clase, no el acento o la manera de vestir de la gente lo que causó el derrumbe de esta sociedad. Sí, es la economía, idiota que le dijo James Carville a Clinton en 1992. 


Libertad
Este es el título de esta memoria y un concepto sobre el que la autora, profe de filosofía, vuelve una y otra vez. Quien esté preparado para un podcast de alto nivel -y en inglés, sorry-puedes escuchar la serie de "Past, present, future" en el que Ypi es la invitada titulada "Historia de la libertad".  Voy a terminar con un par de ideas sobre este tema, que sobrevuela toda la memoria. 

Volviendo a la infancia, cuando era peque, Ypi no se planteaba lo que era la libertad: en lo que a ella concernía, era libre. Un día en 1991 cuando vió una manifestación de jóvenes (a los que llamaban "hooligans") exigiendo "libertad", no entendió nada. Cuando tras la caída del Muro de Berlín oyó a sus padres decir que iba a haber "elecciones libres" en Alemania del Este, ella preguntó, perpleja: "qué se elige en elecciones no libres?" (esto también recuerda a las votaciones que organizaba Franco, que siempre ganaba su moción por el 99%). Sus padres parecieron incómodos y desviaron el tema: "No te alegras de que Mandela ha sido por fin liberado?" le dijeron.

Está claro que durante el comunismo no había libertad pero, cual es la libertad en el capitalismo?: "No es que a los pobres no se les dejen  hacer todas las cosas que los ricos pueden hacer; es que no las pueden hacer, aunque les dejen", dice su padre. 

Cual es la libertad que tienen los albaneses cuando cae el comunismo, les quitan las ayudas, la sanidad y la educación? Sí, pueden ahora emigrar -como de hecho hicieron muchísimos, la misma Ypi primero a Italia y ahora vive aquí en Londinium- pero, quién los quiere? Lo que ocurrió con los albaneses fue un piloto de la represión y el temor al inmigrante que vemos hoy en día. 
"Antes, uno habría sido arrestado por querer irse. Ahora que nadie nos impedía emigrar, ya no éramos bienvenidos al otro lado. Lo único que había cambiado era el color de los uniformes policiales. Nos arriesgábamos a ser arrestados no en nombre de nuestro propio gobierno, sino en nombre de otros estados, los mismos gobiernos que nos habían instado a liberarnos. Occidente había pasado décadas criticando a Oriente por sus fronteras cerradas, financiando campañas para exigir libertad de movimiento y condenando la inmoralidad de los estados empeñados en restringir el derecho a salir. Nuestros exiliados solían ser recibidos como héroes. Ahora eran tratados como criminales.

Quizás la libertad de movimiento nunca había importado realmente. Era fácil defenderla cuando alguien más se encargaba del trabajo sucio del encarcelamiento. Pero ¿qué valor tiene el derecho a salir si no hay derecho a entrar? ¿Eran las fronteras y los muros reprensibles solo cuando servían para mantener a la gente dentro, en lugar de mantenerla fuera? Los guardias fronterizos, las patrulleras, la detención y represión de inmigrantes que se implementaron por primera vez en el sur de Europa en aquellos años [1990] se convertirían en práctica habitual en las décadas siguientes. Occidente, inicialmente desprevenido para la llegada de miles de personas que ansiaban un futuro diferente, pronto perfeccionaría un sistema para excluir a los más vulnerables y atraer a los más cualificados, al tiempo que defendía las fronteras para "proteger nuestro modo de vida". Y, sin embargo, quienes buscaban emigrar lo hacían porque se sentían atraídos por ese modo de vida. Lejos de representar una amenaza para el sistema, eran sus más fervientes defensores"
Termino con esta reflexión, que dará una idea del tono y nivel del libro. Con él se aprende historia -Ypi describe acontecimientos locales como las primeras elecciones en Albania y acto seguido abre el zoom y te cuenta que hacía poco habían matado a Ceausescu en Rumanía cantando La Internacional, la guerra del golfo acababa de empezar y en las tiendas de souvenirs empezaban a vender trozos del Muro de Berlín-, y además se disfruta de una voz narrativa deliciosa, que a ratos te hace reír, otros llorar y siempre pensar. No puedo recomendar más este libro. 



09 agosto 2025

"Tierra de empusas" de Olga Tokarczuk: Buenísimos ingredientes para un guiso que personalmente me ha desilusionado


"Tierra de empusas" es una de esas novelas que cojo con muchas ganas: en primer lugar es de Olga (Tokarczuk), de la que me quedé flasheada por su "Los errantes" y "Sobre los huesos de los muertos". Segundo, por su subtítulo: "una historia de terror en un sanatorio". Tercero, porque es un homenaje a "La montaña mágica", uno de esos libros fundacionales. O sea, pensaba que tendría calidad literaria garantizada por la autora y luego, qué me puede gustar más que una "novela de campus" (gente encerrada en un sanatorio para tuberculosos en la naturaleza centroeuropea), donde encima hay miedo ("horror story!"), y además la posibilidad de que me devolviera a los 23, que es cuando leí "La montaña mágica" . Este dato lo recuerdo porque es la misma edad que tiene el prota, Hans Castorp "al que una arruga en el puño de cualquiera de sus camisas de color causaría verdadera indisposición". Nota: esta descripción de Hans la escribo de memoria -su tono de persona con monóculo nos hacía mucha gracia en la época-  para ilustrar la plasticidad de la memoria de esos (maravillosos) años.

Con estas alforjas y sin ninguna referencia lo compro y me lo llevo ilusionada a mis vacaciones: empiezo con él ya en el metro camino del aeropuerto, y luego está anotado en distintos medios de transporte y lugares variados donde me he parado a leer. Pero, ay, mi análisis en una palabra: desilusión. Tal vez lectores que vengan sin mi mochila la disfruten más, no lo sé. Para desilusionarte tienes que haber tenido una expectativa, como la tenía yo. 


El planteamiento es el mismo de "La montaña mágica": un joven con tuberculosis -la enfermedad romántica por antonomasia a la que se llamaba "consumption", que mató desde Yeats hasta Orwell, pasando por las Bronte, Kafka, Balzac y Bécquer- llega a un sanatorio en las montañas - era la única manera de paliarla en la época, hasta que Robert Koch encontró su bacilo. Bécquer tuvo en Bellver de Cerdanya su propia montaña mágica y la historia de cómo en mi infancia me creía a pies juntillas que en cierta mesa de una antigua fonda se sentó el autor, tal vez a escribir "La cruz del diablo", ya lo conté aquí. 

En el sanatorio, que está en los Beskides de Silesia (Cárpatos entre Polonia y Chequia), el protagonista de nombre impronunciable e indeletreable va a aprender por exposición a otros pacientes mayores que tienen largas conversaciones entre ellos. O sea, combina dos géneros que amo: el bildungsroman o novela de crecimiento y lo que yo llamo novensayo, aquel que, enmedio de la acción (o no acción, porque suele pasar poco), los personajes introducen ideas. Ni que decir tiene que a mí no me importa que no pasen cosas si el contenido de las conversaciones es bueno. Aparte de "La montaña mágica", otro novensayo ochomil (hola NáN) es "Moby-Dick", lleno de disgresiones (e.g. un capítulo hablando del color blanco, otro de ballenas...) que la hacen, además de una novela aventuras, pura filosofía existencialista. Y otro con el que siempre me lo paso fenomenal y releí hace poco "El nombre de la rosa".

Pero divago, y volviendo a esas conversaciones vespertinas de  los señoros que se alojan en la "Residencia para Ídem" (la autora lo llama "Casa de huéspedes para caballeros"), el principal problema que le encuentro a "Tierra de empusas" es que esas charlas nunca llegan a ser demasiado interesantes para mí. A ver, tengo subrayados, anotaciones varias, incluso algún asterisco... pero en absoluto me parece que las conversaciones de los personajes, en especial las de un tal August August, humanista y socialista (trasunto del Setembrini de Manns, mi personaje favorito) y Longin Lukas, católico y tradicional, den el nivel de una "novela de ideas". Por ejemplo, pasan tres páginas hablando del diablo, que podría ser apasionante... pero no. Tal vez es que han pasado 30 años y naturalmente, cosas que entonces me parecían novedosas, hoy ya no me aportan nada nuevo (o será que llevo toda una vida profesional intentado entender "El Mal" para dejar de llamarlo "el diablo"?), pero con "La montaña mágica" el poso que me queda es que el sanatorio representaba simbólicamente el estado de Europa, sus tensiones y zozobras políticas justo antes de la Primera Guerra Mundial, con reflexiones que a mí en ese momento me aportaron. Eso sí, no es que Tokarzcuk no haga de vez en cuadro un óleo del momento político actual, lo hace -y dejo aquí un ejemplo: aunque el libro está ambientado en 1913, no me digan que esto no es rabiosa actualidad: "su padre pensaba que la culpa de los desastres nacionales y los fallos de la educación venían de una crianza blanda que animaba la feminidad, la sensiblería y la pasividad, hoy modernamente referido como"individualidad". Lo que contaba era la hombría, la energía (...)". ¿Suena esto como un discurso familiar? Mi corolario de este párrafo es que igual cada novela tiene su edad y su momento. 


Aquí la mayoría de las conversaciones terminan en el mismo tema: la mujer. Los se
ñoros son una banda de misóginos desaforados, y cuando al principio lees un par de comentarios en la línea "a los hombres, la fuerza de voluntad les puede ayudar a vencer las tentaciones de la locura, pero las mujeres prácticamente no la tienen, con lo cual, no tienen armas para luchar" piensas, ah, esta es Olga, o "tuvo el valor de morirse en el parto!" (dice uno de ellos, irritado de que su mujer le dejara colgado con el bebé) y ya piensas, esto es doble Olga: feminismo y sentido del humor. Yo iba poniendo el símbolo feminista cada vez que salía alguna de estas conversaciones y está el libro lleno. Pero en un punto, cobran un sentido totalmente distinto: se me ocurre mirar el final y hay una "nota de la autora" en la que explica que todas, to-das, las citas del libro sobre las mujeres son literales y tomadas de autores como Ovidio, Platón, Darwin (sí, parece que escribió que las mujeres "representamos un estadio pasado, inferior de la evolución": y yo como un groupie ante su tumba!!), Freud (sin sorpresas aquí), Schopenhauer (ídem), San Agustín (ay), Nietzche (ya dejo los comentarios), Yeats, Conrad, Burroughs, DH Lawrence, Somerset Maugham, Durkheim, Kerouac... y suma y sigue. A toda esta peña, algunos que conformaron el pensamiento occidental y otros a los que probablemente hayamos leído y admirado, los pone la autora frente al espejo: de ahí venimos. 

El feminismo que destila la novela está hasta en su título: las empusas son unas criaturas de la mitología griega, malévolas y seductoras, que cambiaban de forma presentándose como distintos animales y si no existiera el riesgo de que el divague se me fuera de las manos ahora me metería con que eran hijas de Hécate y demás, porque documentándome llevo ya 12 páginas abiertas. Pero no: considero la posibilidad, respiro, la veo pasar, y ya. Por supuesto también se habla de brujería, y anécdotas que, como lo de las citas de los sesudos escritores e intelectuales, temo que estarán bien documentadas y no serán ficción: aquella en la que había tantísimos juicios por brujería que no había pasta para todo ese aparato, y se lo hacían pagar a sus maridos, otras en las que las mujeres de un pueblo se fueron a los bosques como consecuencia, y el pueblo se vino abajo (quién lo mantenía a flote? eso). Ideas como que el cuerpo de la mujer pertenece a la sociedad (qué actual eh? que se lo digan a los antiabortistas que creíamos era una batalla ganada). Y mucho más. Aquí abajo, la empusa:



 Si todo lo de arriba te parece suficiente para que la novela se merezca el subtítulo de "historia de terror", no estás desencaminada. Es una vez más el humor de Tokarzcuk, porque si lo que se espera leer es un clásico "whodunit" á la Agatha Christie, esto no se lo va a encontrar aquí - mientras leía pensaba que la razón por la que me gustan este tipo de novelas podría ser porque en el fondo, lo que se hace es ahondar en la psicología de los personajes. Como no tengo a nadie con quien comentar el libro, miro en aquella web de libros y mucha gente enfadada porque el asesino no es el ama de llaves.  Como digo, entiendo que esto son bromitas de Olga y no me importaría,  si no fuera porque el tema sobrenatural a mí me aburre: quién pillara asesinos concretos como el gran Jorge de Burgos! Eso sí hay imágenes potentes en la novela entre las que destaco el asco que da una sopa de sangre llamada czernina o uno de los personajes clavándose agujas en el culo mientras se masturba.


 
Espero no dar la impresión de que esta novela es fallida, aunque yo no la haya disfrutado todo el rato, hay muchos momentos en los que la autora muestra su músculo de narradora y voy a terminar con una de sus metáforas para ilustrar esto, en las que además se nota que estudió psicología: cuando habla de las vulnerabilidades humanas, del punto de "menor resistencia" de cada persona lo compara con la formación de las perlas: "así como cuando entra un granito de arena en un mosculo, este lo neutraliza con nácar formando una joya, todas las líneas de desarrollo de nuestra psique se formarán en torno a nuestro puto más débil. Cada anomalía estimula una actividad mental particular (...) lo que es débil en nosotros nos da fuerza. Este esfuerzo constante por compensar nuestras deblidades gobierna toda nuestra vida. Mira Demóstenes, era tartamudo y terminó siendo el mejor orador. No a pesar de ello, sino por ello" . No digo que esté totalmente de acuerdo con el contenido, pero la metáfora es potente. 

Ah, y casi me olvido del giro de guión final, muy en sintonía también con los tiempos en que vivimos. Esta sorpresa, que sí que no me la esperaba, está bien, pero el hecho de que me haya acordado ahora, así, al final, precipitadamente, indica el limitado valor emocional que supuso para mí -recordamos lo que nos mueve. Anoche logramos convencer a Mini para ver otro clásico del feminismo con nosotros en el proyector y seguro que nadie se olvidará nunca de su final: dos mujeres símbolo de las mierdas que las mujeres teníamos que sufrir en los 90, y sque seguimos sufriendo ahora, pisando el acelerador y diciendo: que os den. Que es un poco lo que dice Olga siempre con sus libros, y solo por eso, sigue siendo una maestra.