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15 enero 2025

Buscando a Felisa desesperadamente (II)

Cuando salimos de Santo Domingo de la Calzada ya es de noche, y en el trayecto hacia Burgos me siento como adentrándome en la boca de un lobo. Por un desvío de la E-80 que une Burgos con Palencia se llega a Castrojeriz, nuestro destino de esta noche. Cuando nos salimos de la general la oscuridad lo envuelve todo, imposible no recordar aquella vez en Rodas en la que pasamos tanto miedo. Cayó la noche y pensábamos que no nos llegaría la gasolina hasta el otro lado de la isla, era luna nueva y flasheamos a ciervos enormes -esos ojos- que se paraban en la carretera, pensando que nos íbamos a parar nosotros. Esto no llega a tanto, pero además de al Peda, objeto transicional anti-miedo donde los haya, llevo a mi padre, que pese a sus 84 es alguien que nunca dejará que me pase nada malo. Aún me hace sonreír que, hace muchos años en Egipto, estando yo absorta mirando una pirámide, me había rodeado una especie de enjambre de chicos locales; él me vio desde fuera, les pegó un grito y se fueron todos corriendo.

Cuando por fin llegamos a Castrojeriz nos cuesta un poco encontrar el apartamento que hemos alquilado, que es parte de un hotel. El apartamento está al fondo del jardín y tiene una de esas acogedoras estufas de pellets en el salón-cocina, pero no veo radiadores en ninguna de las dos habitaciones o el baño. Conjuro imágenes de meterme luego en esa cama con semi-horror. Este proceso lo sufro cada principios de enero cuando vuelvo a Londinium tras vacaciones de Navidad [lo de este año ha sido inenarrable, con la casa a 11 grados] y no lo aconsejo. Total que dejo la estufa a tope y nos vamos a cenar al único sitio que a esas horas -como 9 de la noche- tiene la cocina abierta. No tienen morcilla de Burgos que era el antojo del Peda - pero nadie dijo que esto fuera un tour gastronómico, aunque se ha comido "bacalao a la riojana" en Santo Domingo. El restaurante está bastante animado, pero a la vuelta la calle está desierta y, un clásico, nos equivocamosde puerta al entrar al apartamento. El meterme en la cama minutos después es el trauma esperado: las sábanas se sienten como mojadas y me pongo todas las mantas que ahí se ofrecen. 


Menos mal que desde la cama se ve la estufa de fondo, te da una alegría, pero dormir bajo una montaña de mantas (la última el revenant) es agotador. Por la mañana, añádase a la desolación que no hay agua caliente. Le pongo un mensaje al dueño: "deje el grifo abierto, que tiene que pasar por todo el jardín hasta llegar". Señorrr: la España seca, la España húmeda. 


Desayunamos tostadas con aceite, empanada de carne, café y yo Cola-Cao (lo abrazo como mi bebida del viaje). Entran unos peregrinos que parece que están subiendo al K2. Queda claro que llevan unas horas andando y que, ahí afuera, hace frío. Una viene de Alicante, pero no andando: van a hacer tramos por falta de tiempo. También hay un extranjero que va solo y que se santigua mientras cruza la puerta de salida. Aún hay gente que hace esto por motivos religiosos. 



Castrojeriz tiene ahora 803 habitantes y está a 804 metros sobre el nivel del mar. Es una de las paradas del Camino de Santiago Francés. Me he puesto a leer de los distintos caminos, las rutas, leyendas y lo que sea y me he tenido que contener para no meterlo aquí. Pero voy a poner los mapas porque me encantan y para que el divagante pueda localizar dónde estamos.




Corolario: tal vez un día, fuera de temporada, con bici y con muchos tiempo me veréis por aquí. Hay agencias que te lo organizan todo: qué rollo. Yo querría llegar a todos los sitios y encontrármelos como este pueblo: amaneciendo despacio mientras levanta la niebla, a rebosar de arte en cada esquina, y casi sin nadie. 

Por fin salimos a conocer Castrojeriz y esta es la Iglesia de Santo Domingo, que dentro tiene un "centro de interpretación del Camino", pero que estaba cerrada (tanto pedir que no hubiera gente, igual me he pasado). 


Y atención que hoy en día está todo digitalizado: lo siento, yo quiero llevar una libreta rizada donde me pongan sellos. 
Lo que más me llama la atención desde fuera es el osario, un recinto donde se echaban los huesos que se sacaban de sepulturas de la iglesia para enterrar a otros.  Incluyo abajo las dos calaveras con sus tibias con la leyenda "oh, Mors oh Eternitas". En la cenefa superior hay un mensaje del libro de Jeremías en latín: "Vosotros todos los que pasáis por el camino mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta con el que el señor me ha herido el día de su ardiente cólera".  Muy sencilla, Jeremías. 





Estas son casas en la calle Real de Ote.




Constanza de Castilla hija de Pedro I El Cruel nació aquí en 1354. Curioso que se casó con John de Gaunt, el tercer hijo del rey Eduardo III de mi isla de adopción, y fue así duquesa de Lancaster (murió en Leicester en 1394). De Castrojeriz a Leicester: y todo en carretas, que aún no estaba la Ranier. 


Me gusta hacer de turista en Ejpein porque siento la misma ilusión al ver cosas bonitas que si estoy lejos. 


 En la provincia de Burgos da gusto escuchar a las personas [siempre mayores] que encontramos por la calle: un castellano perfecto, sin una entonación ni acento de ningún tipo. Con esto no quiero decir que me disgusten los acentos (algunos me gustan más que otros), pero esta neutralidad también es bonita. 


En esta casa que se está cayendo quiero montar mi base lectora y bloguera.  Pero la acaba de comprar seguramente alguien que quiere hacer un albergue cuqui para peregrinos. 



En un punto de la calle encontramos una carnicería y comprarmos... bingo!: Morcilla. 



Al final de esa calle, que es muy larga, está la Plaza Mayor, que tiene arcos a un lado. A las 10:20 llamo al cura con el que había quedado para que nos enseñara los libros, y justo ahí enfrente está su casa -que es una antigua casa señorial donada por una mujer al fallecer y que hoy además alberga al consultorio médico y a la "asociación de amigos del patrimonio".


El caserón está bastante desordenado, lleno de polvo y cachivaches: más bien parece un almacén. Entramos en una sala en la planta primera con una gran mesa en el centro y el cura nos saca libros parroquiales del SXIX, a ver qué encontramos. 


Se trata de buscar si Felisa murió en el pueblo donde habían nacido sus padres, Castrillo Mota de Judíos, que está a 5 kms de Castrojeriz y es aquí donde se guardan los registros de los pequeños pueblos de alrededor. El Peda y mi padre a un lado de la mesa, yo en el otro con el cura: vamos pasando páginas y más páginas de grafía imposible escrita a pluma. Si no hubiera que descifrarla, sería un placer solo mirarla, como quien mira un cuadro. Aquí una página al azar.


No encontramos nada: una vez más, Felisa se nos escapa. El cura se va un momento y vuelve con otro cargamento. Esta vez son los censos, donde aparecen las familias listadas en sus casas: primero el padre -cabeza de familia, claro-, luego la esposa, y depués los hijos. Se puede ser seguir la trayectoria de las familias: quién nacía, quién se iba, quién se casaba y formaba otra familia. Aquí localizamos a los abuelos paternos y maternos, y al padre y a la madre de Felisa, pero no a ella [ya sabíamos que ella había nacido en Santo Domingo, donde emigraron sus padres]. Pensaba que sus tres hermanas mayores habían nacido aquí, pero no hay registro de que sus padres formaran casa aquí. 

Lo más curioso de estos censos es que, además del nombre y apellidos de las personas se indicaban otros datos frecuentes como su edad, su estado civil o su profesión. La gran mayoría eran "jornaleros" o "braceros", pero para nuestro shock había algunos de profesión "pobres" e incluso "pordioseros"-el cura nos indicó que eran los que pedían limosna "por Dios" para vivir.  Qué pobre ha sido España, qué dolor. Y eso que en estos pueblos se ven casas con escudos de armas y cierto abolengo: qué no sería en pueblos como Vetustilla donde, por no haber, no había ni "rico del pueblo". 

Las últimas columnas tampoco tenían desperdicio: si estaban bautizados, confirmados y en las observaciones, en algunos ponía "no cumplió". El cura nos explica que era obligatorio comulgar para Pascua, y de quien no lo había hecho... se tomaba nota.  Hay que recordar que no son censos del franquismo, estos son de principios del SXIX, y anotaban este tipo de datos en el censo civil. Ahora que he visto sus nombres, me cuesta imaginar que mi tatarabuelo nació cuando estaba pintando Goya a la familia de Carlos IV.


Cuando cerramos los libros, a la impresión de qué pobre era España se suma la de qué pena ser mujer. Aún los hombres eran braceros, pero ellas? Invisibles. Imposible no recordar a Virginia Woolf:
“La historia de Inglaterra es la historia de la línea masculina, no de la femenina. De nuestros padres siempre sabemos algún hecho, alguna distinción. Fueron soldados o fueron marinos, ocuparon ese puesto o hicieron tal ley. Pero de nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras bisabuelas, ¿qué queda? Nada, si no la tradición. Una era hermosa, otra era pelirroja, a otra la besó una reina. No sabemos nada de ellas, excepto sus nombres y las fechas de sus matrimonios y el número de hijos que tuvieron”.

Por eso quiero encontrar a Felisa: saber siquiera dónde está enterrada, aunque no sea mucho.

Pasamos allí más de dos horas y media. No nos quitamos los abrigos porque hace más frío que en la calle, pero le damos al final muchísimas gracias al cura por su amabilidad: no solo nos ha dejado mirar, sino que nos ha ayudado él mismo. No quiere venir cuando le invitamos a un café porque "están preparando un recital de villancicos" -esa debe ser la vida de un cura en esos pueblos. Nos pregunta si vamos a acercarnos a Castrillo,  por supuesto que sí. 




Pero antes de irnos paramos en la Iglesia de Nuestra Señora del Manzano, también muy impresionante-también cerrada. Al castillo arriba en la montaña no subimos: la próxima vez. 





Y termino con unas cuantas fotos del pueblo de mis antepasados, Castrillo Mota de Judíos, que se llama así desde 2015. Antes era Castrillo Matajudíos y hay varias explicaciones de lo misterioso de su nombre hasta en la wikipedia. Probablemente el "Matajudíos" no fuera antisemita al final (se dice que venía de "arboleda", hay muchos pueblos que empiezan con "Mata" indicando eso) pero ahora hay un museo homenaje a la cultura sefardí-que también está cerrado. Pero la torre de la iglesia del pueblo me parece muy diferente de lo que llevamos viendo estos días. Más bien parece de una iglesia europea, tal vez.


Con mi imaginación calenturienta, me lleva a un ala del Castillo de Bran, el de Drácula -salvando todas las distancias. Hasta me sale una foto con pájaros ominosos sobrevolándola, y me siento un poco en Transilvania. 


Pero estamos en mitad de la meseta, a muchas leguas de donde dormiremos esta noche y por lo que parece, aún a muchas más de encontrar a Felisa. 








12 enero 2025

Buscando a Felisa desesperadamente (I)

La familia paterna de mi padre siempre ha sido un misterio. Solo conocemos a mi abuelo A., que era riojano y le pilló el golpe de estado del 36 en zona facista. Empezó con ellos la guerra pero luego desertó y la terminó luchando con la República en el frente de Aragón, donde conoció a mi abuela V. Se casaron y él, al terminar la guerra, mantuvo un perfil bajo hasta que por un accidente le detuvieron; sería 1944. Mi padre recuerda ir a visitarlo con una carta de mi abuela metida en el calcetín: tenía cuatro años. Como venían las Navidades, les dieron un juguete a cada hijo de preso.  Tras un juicio en el que declararon "su buen carácter" diversas personas, le dejaron libre a los cuatro meses; luego tuvo que presentarse regularmente durante un tiempo. Pasados los años, cuando mi padre ya era un joven con coche, fueron los dos a su pueblo natal, Santo Domingo de la Calzada, a ver que había sido de sus padres. De un hermano llamado Adrián que se había ido en un barco de nombre extranjero, como en la copla, no esperaban encontrar nada, aunque la leyenda familiar dice que mi abuelo y su padre fueron a verlo una vez que atracó en Vigo. Pero en Santo Domingo, nadie sabía nada, nadie quiso "remover", nadie quiso hablar. 

Y aquí termina la historia que siempre se ha contado en mi familia. Mi padre dice que al suyo no le gustaba demasiado hablar del pasado: ninguna novedad en el país del "de esto no se habla" o "no te metas en política" que me decía la Yaya. Cuando les visitaba de pequeña, mi abuelo siempre estaba escuchando la radio y hablaba de la Guerra Civil como los libros de texto, del General Miaja y de brigadas y cosas así. Por la Ley 37/1984, de "reconocimiento de derechos y servicios prestados a quienes durante la guerra civil formaron parte de las Fuerzas Armadas de la República", le dieron una pequeña cantidad que distribuyó a partes iguales entre sus nietos. Lo más personal que recuerdo que me contó fue que se le perdió la cartera en el frente y ahí llevaba la foto de su madre. Un soldado joven se ofreció a ir a buscarla y él no le dejó: era demasiado arriesgado. 

Mi abuelo murió en 1993 y todas esas conversaciones yo nunca las escribí. Me da tanta rabia: lo que no se escribe se olvida. No recuerdo, por ejemplo, si le pregunté por qué no íbamos en ese mismo momento a ver quién quedaba en su pueblo, o por qué no volvió mucho antes, cuando dejó de estar de incógnito.   

Hace un par de años, en la estación de RENFE de Pamplona, el Peda tuvo una conversación con mi padre en la que le contó lo de arriba. Yo ya se lo había contado antes, pero algo hizo click aquel día. Me gusta que empezara todo en una estación, porque aquel día comenzó mi viaje en búsqueda de esa familia perdida. ¿Dónde están mis bisabuelos? ¿Tal vez en una cuneta?  ¿Dónde el misterioso hermano Adrián? [por culpa de él, hubieran llamado así a Fashion, de haber sido niño]. ¿Habrá descendientes de su rama de la familia en Santo Domingo? ¿O en el pueblo originario de mis tatarabuelos, uno muy pequeño en la provincia de Burgos?  

Llevo estos dos años haciendo una investigación amateur, consiguiendo partidas de nacimiento, certificados bautismales, archivos de combatientes, y he conseguido un árbol genealógico de esa parte de mi familia que va hasta finales del SXVIII: los tatarabuelos de mi abuelo. Carlos, Isabel, Juan, Basilia, Pedro, Bonifacia, Joaquina, Martín, Teodora, Marcelo, Eusebia, Félix, Antonina, Juana, Candelas, Donato, Concepción, Avelino, Eugenia, Purificación... nombres antiguos, feos para nuestro oído, aunque recuerdo uno curioso, de la tía de mi bisabuela, Zoa. 

Mi bisabuela era Felisa, tenía como ocho hermanos. Encontré su partida de nacimiento en Santo Domingo de la Calzada, pero allí no figura su defunción. ¿Dónde murió? Como he estado en contacto con diversas personas de la zona (un escritor, un investigador) sugirieron que debería ir a ver los libros de los registros civiles y parroquiales en el pueblito de Burgos, por si Felisa hubiera huido allí, y ese era el objetivo principal del viaje que hicimos mi padre, el Peda y yo estas Navidades. El día de San Esteban nos pusimos en carretera, siempre al oeste,  y llegamos a Santo Domingo. 


Lo primero que hicimos fue visitar la catedral, que es preciosa y famosa por la leyenda que ha dado lugar al adagio:  "Santo Domingo de la Calzada, que cantó la gallina después de asada". Lo de abajo es un gallinero en plena catedral, donde siempre hay un gallo y una gallina blancos: es una pena que al haber tanta luz dentro no se ven, pero confirmo que lo que vimos tenía un tamaño descomunal. 


La leyenda dice así: en el libro quinto del Códice Calixtino, escrito en el SXII, se recomienda pasar por Santo Domingo cuando se hace el Camino de Santiago. Me hizo mucha gracias ver las notas en inglés en la catedral, en las que lo llaman "Saint Dominic of the Way". Sí, el santo "did it his way" como Sinatra, y sustituyó la antigua calzada romana por otra mejor para los peregrinos, junto con un puente, un hospital y un albergue. En el siglo XIV, Hugonell, un peregrino alemán y sus peregrinos padres pararon a dormir en una posada en este pueblo. Por supuesto, y siendo una leyenda para mayor gloria de un santo católico, atención, spoiler, la mala es una mujer: la hija de posadero, afrentada porque su amor no era correspondido, le pone al alemán una copa de plata en su zurrón (la mochila de la época) y voilá, enseguida lo acusan de ladrón. Como todo era muy razonable en la época, al pobre teutón lo condenan a muerte, pero ni con la horca se muere (o resucita, no me queda claro, pero lo que sea lo hace Domingo con su buen hacer de santo). Sus padres, locos de alegría, van a una autoridad a decírselo y el tipo, que según la fuente o bien tiene un pollo en el horno o bien en el plato dice: "Venga ya! Si eso es cierto, que cante esta gallina!». Y efectiviwonder [no estoy muy puesta, no eran los gallos los que cantan?], colorín colorado, "cantó la gallina después de asada". 

Bromas aparte, la catedral merece mucho la pena y la visita es muy interactiva. Mi padre la recordaba muy oscura y lúgubre de aquella visita hace más de 50 años... bueno, aún conservan algún detalle oscuro como esto:


Me encanta, que conste, para gótica yo. En fin, lo que me impresionó fue semejante iglesia en un pueblo relativamente pequeño, aunque si una cosa me he dado cuenta en este viaje es que esto es la tónica. Hemos pasado por otros lugares incluso menores con maravillas similares. Y es que claro: es el Camino de Santiago. Más mañana sobre esto, pero adelantar que si ya quería hacerlo antes (en bici, eso sí), ahora aún tengo más ganas. 


Seré un guiri más con mi sombrero ese de todos los viajes, pero intuyo que el problema será, como siempre ya en todas partes -menos en Vetustilla, véase ayer!-, la masificación. No solo porque está de moda: he podido ver estos días por la Rioja Alta y por Castilla cómo de a rebosar de albergues, hoteles y casas rurales está hasta el pueblo más pequeño: esto en verano debe ser como Salou. 


La primera persona que conocí que hizo el Camino fue cuando yo hacía 2BUP (~1986). Un amigo que acababa de terminar primero de historia se fue con dos colegas suyos. Les costó un mes, a 30 kms diarios. En aquella época, debió ser una experiencia realmente chula -y eso que ya había guiris con los que compartían habitación. Pasados los años también lo ha hecho mi suegro [por etapas], y cuando nos habla me da la impresión de que es uno de los recuerdos de su vida-dice que lo quiere repetir. 


Aquí en el claustro hay un olivo, y como era Navidad, había por dentro belenes de todo tipo-se incluye uno enorme de Playmobil.


Ah, y el gallo, el que canta, aquí de plata, con la Iglesia hemos topado...


La torre "exenta" de la catedral es otra peculiaridad: a la primera torre que hicieron la partió un rayo, a la segunda le pasó un arroyo por debajo, así que decidieron hacer la tercera, para que fuera la vencida,  separada... y así lo está. 


 Esta es la plaza del ayuntamiento, toda con piedrecitas. Hacía mucho frío. Y niebla. 


Y esta maravilla era el antiguo hospital de peregrinos, hoy un Parador Nacional en el que quedamos con el investigador que me está ayudando a tomar un café. Nos explicó que entre esos arcos dormían los peregrinos: los hombres a un lado, las mujeres a otro. 


Yo tenía tanto frío que me tomé un Cola-Cao. Eso, y viniendo de las partes góticas de la catedral, me elevaron...


En este rincón han adaptado unos confesionarios... 


Cuando haga el Camino, me quedará a dormir aquí [el resto iré de albergues, ji], pero esta noche teníamos que ir a domir a... Castrojeriz, Burgos.



~~Continuará~~

Mientras, os dejo con el horario de misas de un convento que visitamos a la salida, donde también había, cómo no, exposición de belenes [y los Cristos con falda y mazados que colgué ayer]. 


Hacía frío, pero no tanto: esta foto es de santodomingoturismo.es