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02 agosto 2025

Geografía básica de la Bahía de Kotor, una habitación con vistas en Krašići, embotar los recuerdos como cronopios (Balk1)

Sàbado, 12 de julio 2025, Barcelona-Tivat (Montenegro)


Hay un vuelo directo de Barcelona a Tivat, en la bahía de Kotor, muy pronto por la ma
ñana. Va muy bien el no tener que desviarnos hasta la capital, Podgorika, ya que nuestro plan es centrarnos en la costa de Montenegro -aunque parece ser que el interior también tiene un viaje, pero no hay tiempo. 

Amanece en el Prat

JAL -aka el ku
ñadísimo- es muy amable e insiste en llevarnos al aeropuerto a las 5:50 am porque "total, con Roc duermo fatal", pero soy yo la que me siento horrible de despertarle porque duerme con avaricia. Al llegar, pocas veces he visto este aeropuerto tan bloqueado de tráfico en "salidas", pero aparte de eso, sin novedad y, tras dos horas y media de vuelo en las que dormimos, llegamos a Tivat a las 10:30. 

Se trata de un aeropuerto pequeño, claramente sobrepasado por los diez vuelos que aterrizan justo a la misma hora: Alemania, Noruega, Dinamarca, Reino Unido... lo de siempre, los bárbaros del norte en busca de un poco de vitamina D que nos ayude a sobrellevar el resto del oscuro año. La fila para pasaportes es enorme, pero una lo abraza como "estamos en un país poco desarrollado, donde las cosas no funcionan con la precisición de un reloj suizo, y hete ahí parte de su encanto, y no pasa res". Esto lo pensaré varias veces durante el viaje, ya que alguien dice que los montenegrinos son "muy relajados". Creo que es la manera de viajar: adaptarse a los ritmos y maneras de estar en el mundo. 

A la salida hay un chico con el ansiado cartel: "Peda Vagando". Yo hace años siempre fantaseaba con esto: a la gente que les esperaban con una pizarrita debían ser importantes y los llevaban a un hotel de lujo. Hoy son pantallas de iPad y sé que son los de alquiler de coches: como dice Mini "aura, -200" [si ante algo que haces demuestras ser poco cool, Mini te dará una puntuación negativa en esto del aura, os voy avisando]. La última tal vez que tuvimos una "situación" en esto de alquiler fue en Antalya cuando aterrizamos a las mil y una, y no había nadie. Pero hoy el problema es comprar una SIM, y no hay en el aeropuerto: se les han agotado (otra muestra más de cómo están aún preparándose para esto del turismo), y un segurata me dice que probemos en una gasolinera. Es como la época sin googlemaps, y sin mapa de papel, pero por fin encontramos gasolinera, SIM y ya en marcha hasta nuestro apartamento. Sobre las carreteras: están todas en obras. Parece que la UE les ha soltado pasta para desarrollo y "están en ello". 



En el mapa se entenderá un poco la Bahía de Kotor [Boka Kotorska, coloquialmente Boka], que parece una mariposa y que tiene cuatro pequeñas bahías dentro: la de Herceg Novi, la de Tivat, la de Risan y la de Kotor propiamente. Digo pequeñas pero no lo son tanto: si vas con el coche por la orilla de toda la bahía son 107 kms, y se mete 28 kms hacia el continente. Incluyo foto aérea (tristemente, plagiada de quién sabe) y otro mapa para que se vea que está rodeada por montañas (son los Alpes Dináricos, que van más o menos paralelos al Adriático), y no sabéis cuánto me gusta el mar cuando tiene montes al lado... 




Nuestro apartamento está en la península de Krašići -en la guía aseguraban que era la zona "más tranquila". Yo lo que quería era vistas y que la zona se sintiera medio rural, y en ese aspecto acertamos: Krašići es un pueblito de calles empinadas, y estamos hacia arriba. Desde la terraza, da la impresión que estamos en un lago, ya que es tan cerrado. El apartamento, con las llaves en la puerta -nunca vemos a la duenia- es muy pequeño y abuhardillado, con lo que el Peda se pega continuamente en la cabeza y Mini dice "Aura=-500", pero está muy bien. 

Como país civilizado, el domingo están las tiendas cerradas, pero además hay dos festividades nacionales lunes y martes, con lo que tenemos que ir a comprar desayuno para tres días. Menos mal que las panaderías estarán abiertas porque, igual que en Grecia, en todos los balcanes -países del imperio otomano- existe el börek , unas empanadas saladas de espinacas, queso, o carne, que te solucionan el día en la playa. En el super compramos, por supuesto, sandía, yogur, muesli y otros básicos de los desayunos mediterráneos de los Pedalistas.


Así que comemos las empanadas en esa terraza -yo ya no hubiera salido de allí, además acababa de empezar un Olga (más de eso otro día)- y luego me echo la madre de todas las siestas. Ya casi no recordaba esas siestas de dos horas que te levantas solo haciendo acopio de extrema fuerza de voluntad, porque lo que te pediría es ya empalmar con la noche. Vamos, una siesta pesada.


Con ese cuerpo salimos a dar un paseo por el pueblo a las 1800ish, ataviados con nuestro instrumental de baño. Para el divagante acostumbrado a las playas de arena, esto sería una decepción, porque las playas aquí son rocas y muelles, como era también Croacia - y que a mí me encanta. Hay familias extensas, niños tirándose, barquitos al fondo de la bahía. Ha bajado la luz, dentro de un rato se va a poner el sol. A medida que se avanza hay menos gente, hasta que encontramos nuestro embarcadero (abajo), donde nadamos un rato. El agua está fresquita (si lo piensas, estamos bastante al norte, latitud de Perpiñán).


Las fotos de abajo son de Mini:




Me encantan las escaleras de piscina en el mar - esta, además, oxidada. Si esto fuera Italia o Francia, habría sido oxidada a idea, como cuando lijan un mueble blanco para darle un aire a usado; pero aquí esto es Fe2O3 como que me llamo Di.

Antes de subir a casa, cenamos en un restaurante llamado Wolfi,  ternura de nombre por mi amigo Wolf, y porque se llama así por su perro -del que os pongo una foto abajo. Es el primer día, estamos hambrientos, agitados, y acabamos pidiendo demasiada comida -además, las porciones son enormes. Para comprobar si la pasta frutti di mari es tan buena como a pocos kms al norte de aquí (la mejor que he probado nunca fue una que hacía una anciana en la isla de Hvar, en Croacia), pido un plato - bueno, y para alegrar a Elena Rius que siempre es fan de este tema. Sin embargo, he de anotar que está tirando a mediocre, y como el plato es monstruoso me la ponen en una cajita para llevar.


Volvemos a casa, subiendo callejones en cuesta empinada que va bien para bajar la cena y terraza, lectura... la vida!


Nota: el punto ese luminoso en la montania de enfrente es un maldito crucifijo iluminado que ha hecho nuestras delicias estas tres noches... hemos tenido algunas reflexiones sobre el tema religioso particularmente en Albania.

Ayer escribí en los comentarios algunas de las razones por las que hay que escribir diarios [de viaje]. Hoy me he encontrado con este relato de uno de mis libros favoritos del Gran Cronopio [Historias de Cronopios y Famas], titulado "Conservación de los recuerdos" y he pensado en terminar con él. Porque intentar conservarlos, atraparlos, es por supuesto una de las razones, pero la principal para mí, como decíamos ayer, es el proceso de sedimentar lo que ha ocurrido... como dice Annie Ernaux: "hasta que no las escribo, las cosas no han llegado a término, solo las he vivido".
Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala con un cartelito que dice: Excursión a Quilmes, o: Frank Sinatra. Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y dicen: No vayas a lastimarte, y también: Cuidado con los escalones. Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.
Espero que estas crónicas sean lo más parecido a dejar los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos.

Pub: 02/08/25 @22:12

31 julio 2025

El viaje y sus dimensiones - especial mención a la cuarta, el tiempo (Balcanes 0)


 Ya de vuelta, tras casi un mes sin un teclado. Y sin reloj (se me rompió el segundo día), y sin acceso a emails del curro (los han capado en el extranjero), y sin whatsapp (más que lo mínimo), y sin muchas más partes de mi rutina que es precisamente lo que hace que el tiempo discurra de otra manera. Porque claro, está el "tiempo presente", que siempre permanece a la misma velocidad, y el "tiempo recordado", en el que sentimos que todo pasó más rápido.  No es que "esa semana se pasó volando", sino que no recordamos bien lo que hicimos durante ella, porque la memoria es nuestra manera de revivir las experiencias. Recordamos el tiempo según lo que estábamos haciendo, dónde, con quién, y con qué emociones. Cuantas más recuerdos tienes de una experiencia, más larga se siente en el tiempo. Así que si el tiempo = recuerdos, y queremos más tiempo, lo que necesitamos es más recuerdos. Pero al cebrero le gustan las rutinas y los patrones, porque una vez que ha hecho una cosa varias veces, necesita pensar menos -luego usar menos energía- para funcionar. Cuando eres peque, casi todo es información nueva, por eso se nos pasa el tiempo más lento. Y cuando viajas, todo es nuevo e intenso, y tu cerebro se agarra a ello, por si lo necesita. Y así tenemos la "Paradoja de las Vacaciones": el tiempo vuela cuando lo pasas bien, pero luego se siente como más largo. La monotonía es la enemiga de los recuerdos. 

Esto es exactamente lo que me acaba de pasar: he pasado tres semanas en tres países diferentes haciendo cosas variadas y, como en todo viaje, ha habido intensidad -tanto positiva como negativa- en muchos momentos. Cuando durante el viaje pensaba en el día que dejé Londinium, me parecía que hacía un siglo y es que se me han hecho larguísimas: sé que las tres semanas que tengo frente a mí se van a pasar en un suspiro. Eso sí, tendré la rutina que más me gusta -espero que diaria- de poder escribir. 

Llevo un rato divagando (lo habéis notado no?), y varios días perdiéndome por pasadizos de internet que me llevan a lugares en los que, de repente, paro y me pregunto: qué hago aquí, si yo lo que quería era entender la geografía de la península balcánica?



Porque sí, en este viaje se ha pasado de puntillas por ahí. De momento estoy fascinada por los límites de esta península, ya que nunca la había considerado como tal. Aprendo, en mis investigaciones que lo es porque está rodeada de agua en tres de sus cuatro parte: al oeste, el Adriático y el Jónico [💓], al sur, el Egeo [más 💕] y al este, el Mar Negro. Sí, puede parecer extraño que me ponga a investigar sobre una zona visitada no antes, sino tras el viaje. El caso es que no me gusta preparar viajes [y cada vez menos], sino procesarlos después con lecturas y sobre todo, con escritura (de ahí las series de viaje de este divlog). Las guías me aburren, y eso que están bien escritas - aunque hace tiempo que me di cuenta de que la Rough Guide siempre empieza diciendo: "No podrás descubrir todos los secretos de X en un viaje -y no sugerimos que lo intentes". Pero lo que pasa es que además, me gusta sorprenderme, descubrir, abrir la caja y encontrarme dentro el regalo. De vuelta a casa, me intereso por todo, y además lo puedo rellenar con lo que allí he vivido, con las fotos y, en ese proceso, crear un sitio  nuevo. Cuando me preguntan qué tal el viaje nada más volver, me doy cuenta de que tengo que asumirlo con todas estas técnicas, y con tiempo. 

Siempre digo que todo viaje tiene momentos duros en los que piensas "por qué no me quedé en la hamaca del jardín de Vetusta o en la terraza con vistas de mis suegros" (sí, P., ese edificio nuevo en el lateral no os quita las vistas!). En los momentos malos de calor (esperen a la entrada de la subida al castillo de Beret), tenía más cerca que nunca esas terrazas familiares porque la primera semana de vacaciones estuvimos de turné por las Ejpanias. Primero volamos a Vetusta el 5 de Julio: allí vinieron también los Jekes y pasamos unos días en bikini por el jardín de La Casa, jugando con Roc -que está estupendo y habla por los codos- a "hacer sopa" (balde con agua, palos, pétalos, hierbas),  baniándonos en su piscina de "estoy-con-toi") y con la manguera, cenando en la terraza. De allí subimos a la Vetusta del norte, al cumple de mi suegra, que coincidió con tres días en sanfermines: hacía la friolera de 20 años que no pasaba yo por ahí y este revival me hizo constatar lo mayor que estoy. Nota: a estas edades se queda para el aperitivo, comer y la tarde se elonga; de la madrugada, ni hablamos, a no ser que seas la divaganta Marisa que es mi faro y guía. 



De sanfermines pasamos a Barna donde cogimos un vuelo para Tivat, en el norte de Montenegro y ahí comenzamos la ruta, que culminó en un vuelo de Tirana a Londinium. Sí, era un sucedáneo de mis vacaciones griegas: Mediterráneo salpicado de algo de cultura, y habrá que leerse la serie para ver si quiero más a mamá o a papá. Montenegro han sido playas y nada menos que seis ciudades amuralladas y Albania, tal vez más interesante y -nunca pensé que escribiría esto- con muy buena comida (definitivamente: me hago mayor). 

En estas semanas también he leído, e iré intercalando los divagues de libros entre los diarios:
  • "Libre" de Lea Ypi, precisamente una "coming of age" sobre crecer en un país comunista  (Albania!) en los 80.
  • "Tierra de Empusas" de Olga Tokarczuk
  • "El quinto hijo" de Doris Lessing
  • "Diario de un hombre decepcionado" de WNP Barbellion - este aún no terminado, recomendación de la divaganta Daniela. 
También me he horrorizado con la prensa y he escuchado podcasts. En ninguno de los dos coches alquilados hemos logrado conectar los teléfonos para escuchar música juntos: una pena porque hay viajes que recuerdo claramente con banda sonora. Así que Mini se ponía sus cascos detrás y el Peda y yo llegábamos a la intersección de los dos conjuntos (aún no disjuntos...) que somos y escuchábamos a la vez -parándolos muchas veces, porque siempre instigan la conversación. Me he mandado notas a mí misma para irlas insertando aquí -si es posible coincidiendo con la fecha en la que lo envié. Porque un viaje no consiste solo en las observaciones que haces allí de allí, sino también de todo lo que intenta distraerte de lo que tienes delante. Antes, cuando tenías que buscar un internet café o una cabina y se contaban los minutos, el foco en el "aquí" era máximo, pero esto ha cambiado desde que estamos hipercomunicados. Así que muchas de las ideas sobre las que escriba tal vez me hayan llegado de las antípodas de la península balcánica.

Me espera otro mes de viaje -nos espera, a los valientes que vengáis- este de coordenadas mucho más limitadas: desde mi sofá. Al resto, os veo en los recesos literarios o cuando sea que vuestro reloj interior os diga que ha pasado demasiado tiempo- eso serán siempre buenas noticias. 

Love

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04 julio 2025

Aquí, procastinando con un montón de temas en lugar de empacar. Nos vemos, divagantes.

 Mi última semana antes de vacaciones, esa en la que hay tanto por hacer que no hay tiempo para lo mejor, divagar algo coherente que requiera al menos una relectura. Así que aquí va un nuevo gazpacho en la batidora como despedida. Lo sé, divagantes, va a ser duro estos dos meses sin el "nihilismo-en-fascículos" (citanto a un@ Anónim@: gracias, quienseas), opiniones indocumentadas, dilentancias a granel. Y son dos meses porque recordad que las tres semanas que siguen estaré viajando y a la vuelta, otro mes o dos escribiendo mi diario de viaje que nadie lee. 

Empecemos este totum-revolutum con algo sacado de la sección "diarios de bicicleta" del divlog: esta luna gigante exhibida en la cumbre (o por lo menos así se sintió pedalear hasta aquí) del cementerio de Norwood (sí, se puede ir en bici por el cementerio). Dicen que por la noche se iluminaba, y mira qué bonito debía ser pero, aunque ya se sabe que fui gótica espiritual en otra vida, llegarme de noche aquí arriba no lo vi practicable. 


El sábado estuve por el centro haciendo recados de esos pre-viaje. Con todo el facherío mundial que nos entra por las pantallas, está bien bajar a la vida real y ver Regent's St hasta arriba de banderas LGBTQIA+. Noto que han añadido el círculo amarillo de la comunidad intersexual. 


Y el otro día estuve con mi amiga Mónica en la presentación de "La mala costumbre" en inglés, con Jorge Garriz, del Cervantes, entrevistando a Alana Portero. Fue muy emocionante (ahí estaba yo, como una groupie en primera fila) porque la novela lo es, aquí constaté que no soy la única que lloré con ella. Alana fue lista, divertida, cañera- habló del "turismo de clase", y ella no es ninguna turista.


Hicimos la fila para que nos firmara y le ilusionó que Mónica fuera de Móstoles (ella vive allí) y creo que también ver mi libro todo anotado y subrayado. Nos dió abrazos, nos hicimos fotos, y ya en ese momento de exaltación le terminé contando que tenía un blog y que había escrito sobre su libro -no, no fui tan pesada de meterle el enlace por los ojos-, y que escribía, así en general. Me encantó su cercanía, lejos de las divas que he conocido en el pasado. Me firmó así:


Y me alegró el sábado pasado ver su libro justo a la entrada de Waterstone's Picadilly: "Bad habit" lo han titulado en inglés. Nota: sobre el título, cuando estuve en un club de lectura sobre la novela (aquel en el que "se abrieron melones"), Jorge preguntó qué nos sugería el título, y yo dije que me sonaba mucho a "La mala educación" de Almodóvar. Cuando le preguntaron, lo confirmó: yeah. 


Y también en la entrada de esta librería icónica me encontré el último libro que he leído, que escribió un ex-compa mío de trabajo. Después de considerarlo, decidí no hacer divague sobre él, y si explico las razones me saldría otro divague, así que ni lo intento. 


En el sótano de Waterstone's, aparte de las guías de viaje, tienen una sala dedicada solo a los premios Booker, unos de los más prestigiosos en inglés, desde 1969. En algunas de las plantas superiores aún puedes encontrar algún sofá, pero en el sótano no hay ninguno, lo cual es un drama: en esta sala de los Booker podría yo pasar un fin de semana entero decidiendo cual llevarme. 


No solo están los ganadores, sino los finalistas de cada año: ay, pasearse por los libros que nos han hecho felices es de lo mejor de la vida. Allí estaban "The sea The sea" (1978), claro que empezamos mal porque este no me gustó. Pero luego la maravillosa "Possession: A romance" (1990). "Paddy Clark Ha Ha Ha" (1993) -leído al poco de llegar a UK, no hay divague. "El dios de las pequeñas cosas" (1997) [maravilla de libro, año que llegué a UK, también pre-blog], "Disgrace" (1999), "El asesino ciego" (2000), "The sense of an ending" (2011), "The sellout" (2016).

Y finalistas: "Waterland" (1983), "The Handmaid's Tale" (1986), "The book of evidence" (1989), "Alias Grace" (1996) [menuda historia con este libro, tenía el divague listo, se me borró, y no lo pude recuperar], "Atonement" (2001), "How to be good" (2001, longlist), [también pre-blog, cuánto me reí], "El curioso incidente del perro en la noche" (2003, longlist), "Arthur & George" (2005) [de mi época Barnes], "On beauty" (2005), "In the fold" (2005), "Saturday" (2005), "My name is Lucy Barton" (2016, longlist), "Normal people" (2018, longlist).

En fin, que me lo he pasado en grande solo viajando en mi memoria y en el blog sobre lo que he leído de este premio... en la sala, con un sofá, habría sido épico. 

La foto de abajo es Finsbury Circus Gardens, una de esas placitas Londinenses que los turistas no conocen, pero si buscas una buena experiencia de la ciudad, es el lugar para venir a la hora de comer: te encontrarás, igual que hace un siglo, a un montón de trabajador@s de la City, que bajan a comer aquí sus sandwiches, o su ensalada prefabricada (se llama "meal deal") si no llueve. Yo estuve a las 8:30 un domingo, como una pro (parte del distinttivo "diarios de bicicleta") y solo había un paseador de perro y otro colgado. La acaban de reabrir tras 10 años cerrada por la construcción de Crossrail (la nueva línea de metro podemita -es lila-, la Elizabeth Line).



Ahora voy a sorprender: lo de abajo no es Londinium, sino Manchester. El sábado era "Jornada de Puertas Abiertas" en la Uni, y allí que se fue Mini con una amiga. Fue a unas cuantas charlas (aún no sabe que estudiará) y vio los "digs" (residencias de estudiantes). Volvió moderadamente positiva. 


Creo que ya he contado que una de las asignaturas de "A" levels que hace Mini es Historia. El texto de abajo es de uno de sus libros y, al leerlo, pensé que se podría cambiar el nombre de Hitler perfectamente por el de otro líder mundial actual y funcionaría perfectamente. Traduzco la primera línea: "La personalidad de XXX era extremadamente nada-atractiva. Era un individuo cambiante y malhumorado, excesivamente vanidoso, lleno de orgullo arrogante y ambición, no sin habilidad intelectual pero superficial en sus juicios y firmemente convencido de su propia infalibilidad (...)"



El otro día oí en el "Nadie" que los Beatles dejaron de tocar en directo porque la gente no paraba de berrear las letras (qué puede haber más de subidón que ser músico y poner el micro hacia el público y que cante?). Pues bien, estos divos tocaron por última vez en el terrado de esta casa en Central Londonium. Me recordó a aquellos Stay Homas de la pandemia, aún siguen?


Esto es la Royal Academy -mejor dicho, su bar-, pero como siempre me encantan las paredes donde hay un montón de cuadros encajados, pues ahí van las fotos. 




Otro momento de la sección "diarios de bicicleta": el finde pasado hizo calor pero se pudo ir en bici, y voy a terminar este batiburrillo de hoy con unas fotos en las que podáis ver lo que se hace en la city, donde el calor siempre es mucho más calor por la humedad, por las ventanas enormes sin persianas, por las moquetas, por el no aire-acondicionado (estoy describiendo mi piso). El martes fue horroroso, 33.6 grados: nunca había pasado tanto calor en esta ciudad. 


Esto es el Southbank Centre que tiene también una terraza de azotea muy chula (veis que voy dejando consejos para turistas de lugares que no conocen los turistas- oh, quién pillara este blog de cada ciudad del mundo, jaja) donde estuve con la maravillosa divaganta Raquel et al y luego volví a casa por el río. Mientras escribo recuerdo un divague de hace un par de veranos que titulé "
Calor y calor y surfear las orillas del Támesis". Ahí hablaba de la parte oeste del río y esta es más hacia el centro. Han abierto un paseo por delante del MI5 (el mítico edificio de los espías en Vauxhall) y aquí tenéis otro par de evidencias de que, muy cerquita del barullo (lo que se ve al fondo de la foto del banco es la Abadía de Westminster, al ladito del Big Ben), puede no haber nadie.



Mejores versiones de la foto de abajo (la famosa piscina colgante) ya las he puesto otras veces - espero que se aprecie que estaba hasta arriba de gente. Está tomada desde el río, donde hay una pequeña acampada en apoyo a Palestina: "Nadie es libre hasta que todo el mundo es libre", dice el cartel (curioso que estoy leyendo "Libre" de Lea Ypi: cuando divague a la vuelta hablaré de las interesantes reflexiones de la autora sobre el concepto "libertad"). El miércoles fui a una charla sobre el impacto de opresión continua en la salud mental de los gazatíes y me impactó de una manera distinta -pero igualmente poderosa- de cómo impacta lo que vemos todos los días en la prensa. 

Aún así, nos iremos tres semanas de vacaciones como si esto no estuviera pasando, y algún rato -en mi caso probablente nadando o mirando el mar preferentemente desde una altura-, creeremos que el mundo es chulo y que lo podría ser no solo para unos pocos si se hicieran las cosas de otra manera. Cuidaos y nos leemos.





26 junio 2025

"El siglo de las luces" de Alejo Carpentier. A riesgo de caer en el cliché: huracán de novela

Alejo Carpentier es otro de esos clásicos que no había leído y fue recomendación del Náufrago Ro -que si no lo pongo, me lo recuerda-, aunque su favorito es "Los pasos perdidos" que también leeré en unos meses.  Lo tenía por casa desde hace mucho: en realidad, no sé por qué me compro libros porque con lo que tengo sin leer podría pasar solo leyendo varios
(maravillosos) años

Carpentier nació en Suiza en 1904 y murió en París en 1980, pero era cubano. Me parece fascinante este dato: su padre, arquitecto francés, tenía interés por "la cultura hispánica y ansias de habitar en un país joven que le permitiera escapar de la decadencia europea", y por ello se fue con su mujer rusa y su bebé a La Habana. Crecer en ese "crisol de culturas" explica mucho de esta novela; tener un padre que quería vivir en un país joven con todo lo que conlleva de construcción e ilusión versus decadencia y cinismo, también.

"El siglo de las luces" (publicado en México en 1962) es geográficamente el Caribe y temporamente, el SXVIII, durante la Revolución Francesa. Nunca se me hubiera ocurrido hacer esa conexión pero ya me parece, antes de ponerme, interesantísima: cómo influyó ese huracán metafórico en el corazón de Europa en una zona donde los huracanes son reales. Porque sí, además de una novela de ideas, que es lo que a mí me gusta, es una novela de ambiente, en la que tienes que andar con machete para avanzar ante una vegatación salvaje que va creciendo de nuevo a medida que tú pasas. Al leerla pienso todo el rato en Ro, y su amor por esta esquina del Atlántico -todas las fotos del divague de hoy son mías, del Caribe Colombiano-, este mar que siempre ha sonado a exceso y lujo - "me voy al Caribe". En fin, que la exuberancia de la naturaleza y el estar continuamente a su merced es una constante en la novela: en cualquier momento puede llegar el huracán que se lleve, literalmente, todos tus planes por delante. Curiosamente ayer escuchaba con Mini en el coche un podcast sobre el portorriqueño "Bad Bunny" (adivinen quién va a ir el año que viene al concierto; y no, no soy yo, que he sido excluida tras mi actuación en el de nosequé pavo el año pasado) y comentaban que los conciertos en su isla natal son impredecibles precisamente por eso.

Es un lugar común decir que las buenas descripciones te llevan al epicentro del lugar que les ocupa, pero es así y para demostrar con una todas esas imágenes del Caribe que se han clavado en mi retina durante la lectura, aquí va una: 
"Había playas negras, hechas de pizarras y mármoles pulverizados, donde el sol ponía regueros de chispas; playas amarillas, de tornadiza pendiente, donde cada flujo dejaba la huella de su arabesco, en un constante alisar para volver a dibujar; playas blancas, tan blancas, tan esplendorosamente blancas que alguna arena, en ellas, se hubiese pintado como mancha, porque eran vastos cementerios de conchas rotas, rodadas, entrechocadas, trituradas —reducidas a tan fino polvo que se escapaban de las manos como un agua inasible". 

 
Ah, la naturaleza. Pero aún hay otra imagen más poderosa con la que me quedo de la novela: "La Máquina" en la proa del barco. La Máquina, que viene de Francia como símbolo de la libertad que va a traer a estos pueblos de salvajes. La Máquina que será usada como en ultramar, el pos de las ideas de la Revolución. Rodarán cabezas; eso sí, como decía Khrae "con el chic de lo francés". Esta imagen resume una de las grandes contradicciones que plantea la novela: para hacer una tortilla, ¿hay que romper unos cuanto huevos? -citando al clásico. Recuerdo aquellas conversaciones con un viejo anarquista que decía aquello de "estamos en contra del derramamiento de sangre-reivindicamos las sogas!". Todos nos reíamos por la boutade, ese tipo de violencia patibular es tan obscena que es fácil asumirla como broma -otra cosa es el otro tipo de violencia al que todos asistimos desde nuestro sofá sin inmutarnos. Pero es risa incómoda, porque "el Terror", cuando viene de mano de la Ilustración, las razón, las luces del título, es tremendamente incómodo. 
"Al Tiempo de los Árboles de la Libertad había sucedido el Tiempo de los Patíbulos. Hubo un momento impreciso, indeterminable, pero tremendo, en que se operó un trueque de almas; quien la víspera fuese manso, amaneció terrible; quien no había pasado de la retórica verbal empezó a firmar sentencias. Y se llegó al Gran Vértigo —vértigo tanto más incomprensible, al ser evocado, cuando se pensaba en el lugar donde se había suscitado: precisamente donde pareciera que la civilización hubiese hallado su equilibrio supremo; en el país de las serenas arquitecturas, de la naturaleza amansada, de las artesanías incomparables; donde el idioma mismo parecía hecho para ajustarse a la medida del verso clásico. Ningún pueblo podía ser más ajeno a una escenografía de cadalso que el pueblo francés". 


 Y al final, ¿todo esto, para qué? Pregunta que se ha debido hacer tanta gente a lo largo de la historia: los que mandan a sus hijos a una guerra en la que creían fervientemente, no sé, había que matar al comunista del Viet Cong, había que terminar con los que tenían "Armas de Destrucción Masiva", y luego va y se los devuelven en una caja que sale de las tripas de un avión militar. Pero en "El siglo de las luces", cuando todo termina, cuando la ilusión de una sociedad nueva se difumina y vuelven los curas, los esclavistas, los de siempre, es especialmente doloroso.

 "Allá podrá usted ver a todos los señores del gobierno con sus mejores uniformes, agachando la cabeza bajo los latines eclesiásticos: Preces nostrae, quaesumus, Dómine, propitiatus admitte. ¡Y pensar que más de un millón de hombres ha muerto por destruir lo que hoy se nos restituye!"

"Hubo un inmenso regocijo de propietarios, hacendados, terratenientes, prestamente enterados de lo que les interesaba —tan prestamente que los mensajes habían volado por sobre los barcos—, al saberse, además, que se regresaría al sistema colonial anterior a 1789, con lo cual se acababa de una vez con las lucubraciones humanitarias de la cochina Revolución. En la Guadalupe, en la Dominica, en la María Galante, la noticia fue dada con salvas e iluminaciones, en tanto que millares de «ci-devant ciudadanos libres» eran conducidos nuevamente a sus antiguos barracones, bajo una tempestad de palos y trallazos. Los Grandes Blancos de antaño se echaron a los campos, seguidos de jaurías, en busca de sus antiguos siervos, devueltos a los caporales con cadenas al cuello".

Es doloroso porque cuando se cometen errores (ehem, La Máquina) en nombre de la liberté, la egalité y la fraternité no es lo mismo. Cuando es la razón, en lugar de la superstición, cuando es el progreso en lugar de la tradición, cuando es la ciencia en lugar de la religión... es terrible cuando todo eso lo fastidian unos cuantos porque rompen el sueño de muchos (el sueño y la realidad, que se lo digan a los esclavos liberados). Cuando los que se mueven solo por intereses personales lo fastidian... bueno, los seguidores, qué esperaban? Lo otro escuece más. Pero antes del desastre, Carpentier describe muy bien la ilusión inicial, el motor de todo ello: 
"Dos días transcurrieron en hablar de revoluciones, asombrándose Sofía de lo apasionante que le resultaba el nuevo tema de conversación. Hablar de revoluciones, imaginar revoluciones, situarse mentalmente en el seno de una revolución, es hacerse un poco dueño del mundo. Quienes hablan de una revolución se ven llevados a hacerla. Es tan evidente que tal o cual privilegio debe ser abolido, que se procede a abolirlo; es tan cierto que tal opresión es odiosa, que se dictan medidas contra ella; es tan claro que tal personaje es un miserable, que se le condena a muerte por unanimidad. Y, una vez saneado el terreno, se procede a edificar la Ciudad del Futuro".

 Carpentier simpatizó con la Revolución Cubana, criticó el colonialismo, el imperialismo y creo que fue comunista. Curioso que usara los títulos de las láminas de los "Desastres de la guerra" de nuestro Goya como epígrafes de muchos de los capítulos. Esta intertextualidad tal vez funcione mejor en ediciones ilustradas en los que se puedan ver los grabados -yo he buscado algunas pero no todas -bastantes distracciones tenemos ya leyendo! Goya pintó los Desastres tras el impacto que le causó la Guerra de la Independencia: otro "woke", que le llamarían hoy, "afrancesado", entonces, que, como Carpentier, plasmó este en sus lienzos la sinrazón. 

He empezado la casa por el tejado porque si se piensa en la novela cronológicamente, tendría que haber comenzado con Sofía y Carlos, hermanos recientemente huérfanos, y su primos Esteban viviendo como náufragos -ellos también- en esa casa varada -o tomada, pero no al modo cortazariano, sino tomada por juegos, por carreras por las escaleras, por arcones llenos de disfraces y pereza. Los tres son adolescentes tardíos y como todo adolescente que se precie, duermen de día y vagan por la casa de noche . Este comienzo de la novela es magnífico y a mí no me hubiera importado, con la prosa bestial de este autor, haberme quedado allí. Porque parecía una "novela de casa", de esas que me encantan (las Bronte, Jackson, Du Maurier..), pero luego salen- vaya que si salen. Unos siglos después, tenemos también a otro trío que llevó Bertolucci al cine ("The dreamers"), que también viven ensimismados en su casa, y que al final salen al Mayo francés.  De aquí solo pongo tres citas con las que Alejo describe el cambio de ritmos circadianos en los tres primos, para ilustrar el nivel fomal del que hablamos:
"una mañana, en el medio sueño de su incipiente noche";
"un crepúsculo invertido que se llenaba de maitines y pregones"
"puesto en el patio, el reloj de sol se había transformado en reloj de luna, marcando invertidas las horas"

Pero entonces llega el elemento disruptor a romper la homeostasis y la inocencia: Victor Hugues. Aquí la ficción se entremezcla con la historia con mayúsculas, porque Hughes existió, y quien quiera saber de su vida, su auge y caída y cómo llevó la Revolución a la isla puede leer la wikipedia. A la isla y al corazón de estos tres chavales: de su mano se suben - nos subimos- al caballo del cambio y la ilusión. De su mano también se caen -nos caemos-, como el santo. Llega, de nuevo, como un huracán (no puedo dejar esta metáfora, es así)  y cuando se extingue, deja similares destrozos. Pero mientras tanto, cuántas noches sin dormir hablando de esto...
«Hemos rebasado las épocas religiosas y metafísicas; entramos ahora en la época de la ciencia.» «La estratificación del mundo en clases carece de sentido.» «Hay que privar al interés mercantil del horroroso poder de desatar las guerras.» «La humanidad está dividida en dos clases: los opresores y los oprimidos. La costumbre, la necesidad y la falta de ocios impiden a la mayoría de los oprimidos darse cuenta de su condición: la guerra civil estalla cuando la sienten.» Los términos de libertad, felicidad, igualdad, dignidad humana, regresaban continuamente en aquella atropellada exposición, justificando la inminencia de un Gran Incendio que Esteban, esta noche, aceptaba como una purificación necesaria; como un Apocalipsis que estaba radiante de presenciar cuanto antes, para iniciar su vida de hombre en un mundo nuevo. 

La novela es tan monumental que, si hago eso de ir a mis anotaciones, me saldría otra serie como la que acabo de terminar. Así que lo voy a dejar aquí, deseando que la disfruten, porque es prosa, es contenido, es viaje, literal e interior, es, y disculpen el cliché, como no podía ser de otra manera viniendo del Caribe, un huracán.

20 junio 2025

"Deteminados. La vida sin libre albedrío" (III y último): Cambia el chip de "me lo merezco"; solo has tenido suerte.

Hoy se termina -en serio- esta serie sobre “Determined” el último libro de Robert Sapolsky. En la primera entrega hablamos de las bases biológicas del comportamiento, y cómo hay que remontarse desde el último nanosegundo hasta civilizaciones muy atrás para empezar a entender las influencias que han modelado nuestro cerebro para explicar un comportamiento ("It 's all turtles all the way down"). En el segundo se explicó por qué, aunque la mayoría pasara a aceptar que no existe el libre albedrío, no cambiaría nuestra vida: no pasaríamos a una continua “rave”, orgía o bacanal. En el de hoy vamos a ver las consecuencias de todo lo anterior, para lo bueno y para lo malo, en particular qué piensa Sapolsky que habría que hacer con la gente cuyas acciones afectan negativamente a otros, ya que su postulado es que no tienen responsabilidad de sus actos. Y qué hacer con los que, por la misma regla de tres, son los receptores de honores y premios, los que llamamos “triunfadores”. Pero antes, vamos a empezar con otro ejemplo de enfermedad sobre la que se ha culpado, y aún se culpa, a los que la sufren.

Un último ejemplo de otro enfermedad estigmatizada: la obesidad
En el divague anterior vimos cómo enfermedades neurológicas y del neurodesarrollo eran, antes de ser entendidas por la ciencia, explicadas como consecuencias de posesiones o de malasmadres. Pero no solo enfermedades neurológicas: recordemos los múltiples cambios de paradigma con las úlceras de estómago. Nuestros amigos los psicoanalistas lideraron el SXX con su interpretación de “es psicosomático”, hasta que en 1982 se descubre el Helicobacter pilori, la bacteria que causa la mayoría de las úlceras (luego hay un pequeño porcentaje de otras razones, pero ya me entienden). Para terminar con estos ejemplos que le sirven a Sapolsky para explicar el "hemos estado ahí antes" incluyo otro tema médico de rabiosa actualidad: la obesidad. 


Hasta hace nada, la mayor parte de la población pensaba que las personas que tienen obesidad eran vagos, sin disciplina, comían demasiado, no hacían ejercicio: “un puto gordo”, vamos. Como "no se cuidaban", eran los únicos culpables de su situación. De repente, bang, se descubre la leptina, una hormona que regula el almacenamiento de grasa en el organismo y que le dice a tu hipotálamo cuando estás llen@. Las personas con niveles bajos de leptina tienen poca capacidad para sentirse saciad@s, y esto empieza en la infancia. Una persona puede tener una variante de mutación de la leptina y de sus receptores y hay un montón de tipos. Y lo mismo para los centenares de otros genes que regulan el peso de una persona. Esto quiere decir que hay muchísimos factores biológicos envueltos en que alguna gente tenga este problema. 

Por supuesto, el ambiente también juega un papel fundamental, y si nos ponemos a tirar para atrás en la máquina del tiempo (lo que llevamos haciendo todo el rato en esta serie), sabemos que la propensidad para la obesidad en toda tu vida está influenciada por el tipo de embarazo que tuvo tu madre: si tuviste mala nutrición ya como feto, si te pasó sustancias porque fumó, bebió, tomó drogas, estuvo expuesta a metales, a infecciones, te transfirió ciertas bacterias intestinales y no otras. Y como siempre, recordemos que el "interruptor" genes, necesita de un ambiente que lo "presione": por ejemplo, hay una variante de estos genes que solo se activa si tu madre fumó en el embarazo. Otras que dependen de tu género, etnicidad. También hay genes que codifican si el ejercicio te ayuda o no a perder grasa (eso explica por qué hay gente que le cuesta mucho más perder peso con ejercicio).
 
Hace poco han aparecido los agonistas de la hormona GLP-1, que imitan su modo de actuación (regula la glucosa en sangre y reduce el apetito, aumentando la saciedad). La descubrieron estudiando la saliva de un pequeño reptil (1.6 kgs) norteamericano llamado el "Gila Monster" (en serio, el monstruo Gila, mirad abajo qué feo es) que podía pasarse largos períodos de tiempo sin comer. Una de las proteínas que detectaron fue un péptido parecido a la GLP-1 humana, pero mucho más potente debido a pequeñas diferencias estructurales. Una vez en el cuerpo, la GLP-1 se desintegra en 2 minutos, pero la del Gila Monster permanece estable dos horas. Así que modificaron este péptido para hacerlo más estable y potente y... voilá: Ozempic. 

Esto es como lo de la esquizofrenia: si la gente mejoraba al darles bloqueadores de los receptores de la dopamina, ¿no habría que sospechar que esto no es una madre cabrona lo que lo causa? Pues aquí igual: ¿debemos atribuir la obesidad 100% a que una persona "no tiene fuerza de voluntad" cuando, por deficiencia de leptina, le resulta muy difícil reaccionar ante la comida como alguien que la tiene normal? Y los tropecientos otros factores:  que si su intestino absorbe grasas más eficientemente, que si tiene más tendencia a acumular grasa o a movilizarla, y si lo hace en el culo o en el abdomen, que si las hormonas del estrés hacen más fuerte esa propensión, que si tiene más receptores del gusto que le hacen cierta comida irresistible, que si su sensación de hambre es mucho más aversiva que para ti, que si alto estrés le produce antojos de carbohidratos, que si cuántas neuronas de dopamina que anticipan el premio tiene, que cuántas neuronas se le activan por imágenes de comida... Y por supuesto, cómo de bien su lóbulo frontal (recordemos, el de las decisiones) regula las partes del hipotálamo relevantes al hambre, trayendo de nuevo el tema siempre presente de "la fuerza de voluntad". 

Pero, esperad, un momento: ¿he empezado esta sección sobre obesidad en pasado, diciendo que hasta hace nada la gente estigmatiza a las personas que sufren de obesidad? Mal usado: tristemente, y con toda esta información, esto sigue pasando. Y no es que hablemos de sesgos explícitos, sino también de implícitos, inconscientes: incluso las persona con obesidad tienen sesgos negativos hacia ellos mismos y hacia otras personas con este problema. Esto auto-desprecio no pasa en otras comunidades estigmatizadas. Es terrible: están siendo culpados por cosas sobre las que no tienen control. 



Y ahora ya terminamos con qué hacer con los "malos" y los "buenos". Ah, era tan fácil cuando existía Dios que "premia a los buenos y castiga a los malos"...

"El placer del castigo"
Así titula el capítulo en el que usa cuatro casos históricos para ilustrar que el pueblo disfrutaba -y disfruta- viendo cómo se castiga a un "malvado". Desde la Revolución Francesa -acabo de terminar una novela ambientada en la época y hay que ver qué obsesión con la guillotina en la plaza pública- hasta los ahorcamientos públicos en EE.UU. -que solo pararon en los años 30, no hace ni un siglo- pasando por, más recientemente, los condenados a silla eléctrica. 

Uno de estos, Ted Bundy, el asesino en serie aquel guapo, reunió durante su ejecución a un montón de peña a la puerta de la cárcel -se incluyen familias con niños- a cantar "Burn, Bundy, Burn" ("arde, Bundy, arde"). Cuando se confirmó lo esperado, todos gritaron y se abrazaron y fueron felices. Nota: lo de los asesinos en serie es demencial: desde las que les escriben cartas de amor y hasta se casan con ellos en la cárcel, hasta aquellos que hacen camisetas, barbacoas y echan fuegos artificiales el día de la ejecución: entre medio, debe haber un espectro de reacciones extrañas. 

Pero esto de disfrutar con el castigo ajeno no es solo educacional o cultural. Como Sapolsky es primatólogo, ha hecho estudios con monos y los ha comparado con niños pequeños, encontrando que ambos están particularmente interesados en ver el castigo de un compañero que ha sido malo con ellos. Os ahorraré lo que pasa el cerebro cuando “disfrutan del castigo”, pero si alguien se acaba de leer la primera entrega, igual se anima a predecir que es el circuito de la dopamina implicado en la recompensa a lo que le salen lucecitas. Vamos, que ser altruista nos hace sentir bien, pero castigar a alguien que ha hecho algo que percibimos como terrible nos hace sentir realmente bien. Hemos evolucionado para hacer que el castigo de un malo sea una recompensa visceral para el resto.


Pero volvamos a Bundy y los niños comiendo las "Bundy-burgers" de una food truck a pocos metros de la sala de ejecución y comparémoslo con la reacción de los noruegos con uno de sus casos más notorios. El supremacista ultraderechista Breivik asesinó a 77 jóvenes en una isla cerca de Oslo y dejó al país y al mundo en estado de shock. Tras el juicio, lo enviaron a una de sus "cárceles" por lo máximo que establece su código penal: 21 años. El entrecomillado viene porque no son los lugares sórdidos de castigo a los que estamos acostumbrados, sino lugares “neutros” donde hay ordenadores, gimnasio, cocina. Breivik hasta pidió matricularse en la universidad (eligió ciencia política, igual un poco tarde) y le dejaron ser alumno a distancia (aunque leo que su ideología no se ha movido un ápice pese a ello). En teoría, si cuando cumpla los 21 años allí demuestra no ser un peligro, lo dejarán libre. Qué diferente es esto del "que se pudra en la cárcel" al que estamos acostumbrados. Pero en Noruega la sociedad respondió a esta pesadilla reforzando sus valores de la manera más fuerte posible. No le iban a dar el gusto de cambiar al modelo de sociedad autoritaria y cruel que le gustaría a Breivik. 


Ponerlos en cuarentena
Para ver qué hacemos con la gente que comete crímenes, Sapolsky apoya un sistema parecido al noruego, uno que él llama de "cuarentena". Sigue los mismos principios de una cuarentena médica: es posible que alguien tenga una enfermedad que ponga en riesgo a los demás; no es su culpa, pero para proteger a la comunidad, en un acto de autodefensa, es lícito limitar su libertad; eso sí, lo mínimo para no dañar a los otros, nada más. Todos hacemos esto todo el rato: si tu niña tiene un virus, ese día no va a la guarde para no infectar al resto. Pues aquí, lo mismo. Y habrá gente que seguirá siendo tan impulsiva, carente de empatía, incapaz de ponerse en la piel de otro y loquesea, que no podrán salir nunca. Pero por protegernos al resto, no porque disfrutemos viéndoles "pudrirse" en una celda. Resulta difícil de digerir, pero si pensamos en potenciales factores y empezamos a tirar para atrás, la conclusión es que estos individuos tuvieron muy malas cartas con las "tortugas que les tocaron en la vida". 


El teatro del mundo judicial
Esto, una vez que se ha establecido que son un peligro para la sociedad. Pero antes, para llegar a esta conclusión, Sapolsky aboga por un mundo en el que ya no haya más juicios, con su parafernalia y sus representaciones, donde tanto la defensa como la acusación buscan ganar su caso, independientemente de la verdad (esto lo he visto claro cuando he estado dando declaración como experta, las preguntas no eran para intentar entender, sino para hacerme decir lo que sustentaba su caso). Propone que lo que debería haber son meramente investigaciones para averiguar quién hizo qué, y en qué estado mental. Sin jueces moralizantes que suelten una chapa desde su púlpito al final. 



Los triunfadores
Alguien se acuerda del capítulo de aquella serie tan chula, "Unique", en el que explicábamos que Michael Phelps, por ejemplo, tiene extremidades muy largas y pies enormes? ¿O el esquiador inlandés que tiene una variante genética que le hace más resistente al frío? En realidad muchos deportistas de élite a menudo tienen raras variantes genéticas que contribuyen a su rendimiento. ¿Cómo puedes competir tú con ellos? ¿Tienes "lo que hay que tener" para sufrir como un corredor de maratón? ¿O él se esfuerza más que tú? Y si alguien tiene predisposición a las adicciones, tiene los mismos retos en un bar para parar de beber que alguien a quien el alcohol no le sienta muy bien? 

Y no solo son los atributos físicos que se ven como arriba, luego está la inteligencia: la sociedad te premia según el número de títulos que tienes y tu Coeficiente Intelectual. Se cree que esa  persona se merece todos esos honores y a veces dinero porque es tan lista, se lo ha currado tanto. Parece de cajón que esto es preferible que el “hijo de”, que practica el nepotismo ilustrado. 


Pero Sapolsky opina que no hay justificación en el "merecer": no tienes más derecho a que se cumplan tus deseos que ningún otro ser humano porque tengas alto CI, pies grandes, resistencia al frío, o cara bonita.  Puedes pensar lo opuesto porque no puedes asumir "lo de las tortugas", todas las distintas causas bajo la superficie que te hicieron tú. Te permites el lujo de decidir que el esfuerzo y la auto-disciplina no están hechos de biología. 

La suerte
¿A dónde llegamos con todo esto?  Las características de tu biología te llegaron por suerte: buena o mala. Eres alt@ y delgad@ como tu madre, moren@ sala@. O puedes ser todo lo contrario. Asumimos esa suerte en el físico, un poco en el intelecto, pero aún pensamos que “el esfuerzo” viene de la magia (o sea, es inexplicable por genes + ambiente + su interacción). 

También nos cuesta asumir que hay gente que humilla o abusa a otra por rasgos que son manifestaciones de la biología. Deberían apretar los dientes desear muy fuerte no ser así, y conseguirlo. Y hay gente que lo hace, pero eso son aún otro tipo que los que al final vemos actuando de una manera negativa. Pero al final, dice nuestro científico, deberíamos terminar dándonos cuenta de lo absurdo que es odiar a alguien por algo que ha hecho. 



Corolario
Habrá gente que diga que todo lo que hemos descrito en estos tres divagues (y créeme, en el libro hay mucho más) son sólo propiedades estadísticas de poblaciones que no pueden predecir comportamientos a nivel de los individuos, pero lo cierto es que cada vez tenemos más datos que nos hablan de lo que les pasa de adultos a los niños abusados, de que puedes tener una diferencia de esperanza de vida de 30 años según en qué país nazcas, que la biología de tu córtex prefrontal explica por qué hay gente que sistemáticamente toma la decisiones equivocadas. Y suma y sigue. 

Si hay algo claro tras ese libro es que todo es "esto pasó por lo que pasó antes, y esto antes y esto antes (tortugas y tortugas). Pero no busques más explicaciones ni “sentido”. No hay nada, na-da, aparte de un universo indiferente en el cual, ocasionalmente, los átomos se juntan para formarte a ti. No somos los "capitanes de nuestras naves", como en el poema "Invictus": nunca hubo un capitán al mando. Pero mejor no lo digamos mucho: en 2016 el filósofo Stephen Gave escribió un artículo titulado "No hay libre albedrío, pero estamos mejor creyendo en él de todas formas", replicando un poco lo que dijo la esposa de un obispo anglicano cuando se empezó a difundir la teoría de la evolución de Darwin en 1860: "Que los humanos descienden del mono! Esperemos que no sea verdad, pero si lo fuera, que no se entere la gente". Podemos vivir “sin saber”, pero en el divague anterior ya vimos los beneficios de entender que los comportamientos son complejos y no nacen de la nada, que se lo digan a las personas con epilepsia, esquizofrenia, autismo…

En el futuro, dice Sapolsky, cuando vean nuestros juicios, nuestras prisiones, nuestras ceremonias de premio nobel, nuestras olimpiadas, nos verán como nosotros vemos a los que hacían exorcismos con los enfermos que convulsionaban, oían voices, o lo que sea. Tal vez lo pongan en contexto histórico y vean que fue solo a finales del SXX y principios del SXXI cuando empezamos a conocer más de genética y epigenética, y que nos costó todavía unas décadas llegar a la misma conclusión a la que se llegó antes con tantas otras enfermedades y comportamientos. 

En un punto del libro, ya no sé cual, cita esta frase tan de sueño americano: "No es tu culpa si naces pobre, pero sí si mueres pobre". Es mala suerte si naces pobre y también si no cuentas con el ambiente ni los rasgos de personalidad y neuropsicológicos para salir de ahí. Cuando se puso de moda en las universidades eso de “check your privilege” (estáte atent@ de tus privilegios) no solo se deberían referir a tu raza, género, clase social, sino también a todas esas “magias” que aún no entendemos y que son otro regalo. Si has llegado hasta aquí, me atrevo a decir que tienes muchas de esas“suertes”: la capacidad de concentración, la curiosidad, el interés por temas que puedan incomodar, la capacidad de tal vez, moverte de tu baldosa ideológica un centímetro. Enhorabuena.  

Robert Sapolsky