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19 septiembre 2025

"El diario de un hombre decepcionado" de WNP Barbellion: Un naturalista diseccionándose a él mismo

Más de un mes me ha costado leer este libro, que empecé en la Albania profunda, por aquello de que el tiempo que normalmente dedico a leer, en agosto lo paso escribiendo los diarios. Precisamente al ser fragmentos, ha sido fácil dejar y retomar, leer un poco una y tarde y nada la siguiente, beberme un año de golpe, y luego ir día a día. Ha sido curioso leer un diario mientras escribía un diario: ambos comparten ser clásicos (ji) no muy conocidos por el público. A mí me llegó gracias a la recomendación de la divaganta Daniela (gracias darling), pero hasta en la prensa titulan artículos así: "Barbellion: The greatest diarist you've never heard of".

Bruce Frederick Cummings nació en Barnstaple (Devon) en 1889. Desde los trece años empezó a escribir un diario y el libro comienza con una entrada a los 15 con una deliciosa voz infantil, pero en la que se resume su manera humorística de estar en el mundo: 
"Estoy escribiendo un ensayo sobre la historia natural de los insectos y he abandonado de momento la idea de escribir sobre 'Cómo pasan el tiempo los gatos'"
Porque este es un niño apasionado con la naturaleza: todo lo que ve a su alrededor le interesa, le fascina, le causa curiosidad. Cuando publica por fin, lo hace con el pseudónimo "WNP Barbellion" [antes muerto que sencillo]: Wilhelm Nero Pilate (quería las iniciales de tres hombres abjectos de la historia), y Barbellion, que era una tienda de caramelos que estaba cerca del Museo de Historia Natural, en Gloucester Road. Hay muchas entradas —tal vez las que menos he disfrutado yo— sobre historia natural: describe con "alegría furiosa", como dice él, nidos que se encuentra y todo tipo de animales que estudia. Tiene una pasión por la vida extrema, "un estado mental en ebullición", que le da pena irse a dormir por perderse la vida.  Así describe su borrachera de vida: 
“Youth is an intoxication without wine, someone says. Life is an intoxication. The only sober man is the melancholiac, who, disenchanted, looks at life, sees it as it really is, and cuts his throat. If this be so, I want to be very drunk. The great thing is to live, to clutch at our existence and race away with it in some great and enthralling pursuit”.
"La juventud es una borrachera sin vino, dijo alguien. La vida es una borrachera. El único hombre sobrio es el melancólico, que, desencantado, mira la vida, la ve tal como es y se corta la garganta. Si es así, quiero estar muy borracho. Lo importante es vivir, aferrarnos a nuestra existencia y escaparnos con ella en una búsqueda grandiosa y apasionante".


Sin embargo, Bruce es un niño enfermizo: con frecuencia se encuentra mal y se rebela. A medida que pasan los años se hace más evidente y sus reflexiones escuecen: "Vivo en una ciudad más grande y más sucia [que Londres]: la enfermedad. La enfermedad, cuando es crónica, es como una ligadura permanente alrededor de tu vida". A veces damos esto por dado, sin plantearnos la suerte que es tener salud y olvidamos que injustamente, también hay jóvenes que no la tienen. 

Desde el principio sabes que finalmente Barbellion morirá a los 30 años de esclerosis múltiple, pero este no es en absoluto el diario de una enfermedad. Solo al final descubre su diagnóstico -que su mujer conocía antes de casarse, y aún así siguió con el matrimonio- y no es hasta las últimas páginas en las que habla más del tema y de la muerte. No es una persona que inspire sentir compasión: no va de víctima y su personalidad no deja indiferente, pero en esas últimas páginas es tan bonito cómo lo escribe ["estoy haciendo tiempo en el borde de un precipicio"] y su descripción de todo lo que ya no hará [cuando una vez me vi en ese precipio -drama queen-, eso es lo que fastidiaba: todo lo que me quedaba por hacer] es tan amarga que es imposible no emocionarse. Los diarios  pasan a estar más vivos cuanto más moribundo está él. Como digo, no quiere nuestra pena, y esta es la rabia con la que se dirige al lector que pueda estar compadeciéndole: 
“I am dying, but you are already a corpse. You have never really lived … Do you think I would exchange the communion with my own heart for the toy balloons of your silly conversation? ... Or my present tawdry life for yours as polished and neat as a new threepenny bit?”

«Me estoy muriendo, pero tú ya eres un cadáver. Nunca has vivido realmente… ¿Crees que cambiaría el conocimento de mi propio corazón por la chuchería de tu tonta conversación? ¿O mi sórdida vida  actual por la tuya, tan pulcra y ordenada como una moneda nueva de tres peniques?»



Hay que considerar que este libro fue escrito a principios del SXX pero toca temas de actualidad, que todavía no hemos logrado resolver un siglo después [el otro día alguien dijo sobre un tema científico -no recuerdo quién ni dónde, lo siento-: "cuando se llevan décadas sin dar respuesta a un tema, es que no estamos formulando bien la pregunta"]. El tema sin resolver es, por supuesto, la muerte digna. Hay muchos momentos de estos diarios en los que Barbellion plantea cosas como "No es la muerte, sino las terribles posibilidades de la vida lo que es tan deprimente" o "No tengo miedo de la enfermedad en sí misma, pero tengo miedo de sus efectos en mi mente y mi carácter". Habría que escuchar más a personas lúcidas que han sufrido como él.

Pese a todo, es un tipo cargado de sentido del humor: en una visita al médico — "los hombres de Harley St.", los llama; esta aún es la calle donde hacen su agosto algunos médicos que practican la medicina privada—  que adopta una posición como de rezo, comenta: "cuando el médico reza por ti, mejor llamar al enterrador". O tras la conversación con un cura: "Conozco a algunas personas más entusiastas de pulgas y gusanos que este cura con Jesucristo".  O su cosmovisión: “Civilisation and top hats bore me” ("La civilización y los sombreros de copa me aburren".


También hay mucha reflexión sobre el proceso de la escritura -siendo un diarista, qué esperar: a todos los que escribimos blogs nos encanta hablar -aquí tenemos hasta un distintivo, se llama "metadivagando"- de esta especie de esclavitud o droga ["caigo en este diario  como otros caen en el alcohol"] que ahora veo recomiendan por ahí los gurús de la salud -"journaling", le llaman. 
"He pasado un rato feliz leyendo viejas entradas del diario. Me entristeció y sorprendió ver cuántas cosas había olvidado. Olvidar el pasado tan rápido se me antoja como ser poco leal con uno mismo. Estoy tan egoístamente absorbido en mi yo del presente que me he acostumbrado a que los yo del pasado no me importen un pepino: esos queridos caballeros muertos que han estado alquilados en el templo de esta carne y que han pasado el testigo de mi vida y mi identidad personal antes de arrastrarse hacia la salida en silencio para modestamente descansar".

Impresionante: nunca había pensado en mis distintos yoes muriendo y pasando un testigo, pero es una imagen muy potente. Lo que sí que a menudo he pensado es lo de "ese bebé (Mini) no existe ya", y cuando miro sus fotos, supongo que como cualquier madre o padre. 

Barbellion comparte lo terrible que sería para él perder sus diarios: "¡Estos preciosos diarios! ¡Imagina que los perdiera! No puedo imaginar la angustia que me causaría. Sería la muerte de mi yo real". Igual termina algo dramáticamente, pero compartimos esa angustia por perder lo escrito, porque equivale a perder gran parte de la memoria. Que será fabricada y falsa, pero sigue siendo, en estos momentos, lo más parecido a lo que de verdad ocurrió. 



La Primera Guerra Mundial, de la que él es eximido por sus problemas de salud, está de fondo en gran parte de sus escritos. El autor explica cómo ha cambiado su identidad: en el pasado era un "inválido interesante" y ahora es un "perro con suerte". Antes "era una estrella con tragedia; ahora, estoy ahogándome y siendo ignorado". Cuando escribe  "¿Cómo puedo excusarme por seguir escribiendo sobre asuntos propios o zoología durante la mayor guerra de todos los tiempos?" me recuerda a mí misma, cuando pienso cómo, con el mundo en ebullición [y nosotros las ranas dentro del agua acostumbrándonos poco a poco a las temperaturas] sigo escribiendo miradas de ombligo extremas, como libros o mercerías art-decó. 

Su profundo antimilitarismo  -esto no se comenta en ninguna crítica de este libro- es de lo que más me ha gustado, y está presente cada vez que habla la guerra. Si le hubiera tocado ir, nunca hubiera aceptado ser un soldado, matar a otros. Denosta a los periodistas a los que se les llena la boca de lo "grande" que es, el drama, la inmensidad, la catástrofe sin parangón. "¿Por qué llamar a esta vergonzante basura con frases grandilocuentes, como si fueran una tragedia de Eurípides? Deberíamos encubrirla, no presumir de ella, mencionarla con sonrojo".

No hay nada nuevo bajo el sol: ¿Alguien se acuerda del "saldremos mejores" de la pandemia, que resultó ser un bluff? Pues esto ya estaba inventado: Barbellion reflexiona sobre lo que hace la guerra en la gente: 
The War is searching out everyone, concentrating a beam of inquisitive light upon everyone’s mind and character, and publishing it for all the world to see. And the consequence to many honest folk has been a keen personal disappointment. We ignoble persons had thought we were better than we really are. We scarcely anticipated that the’ War was going to discover for us our emotions so despicably small by comparison, or our hearts so riddled with selfish motives. (...) We are like a nest of frightened ants when someone lifts a stone. That is the world just now.

La guerra nos está buscando a todos, concentrando un inquisitivo rayo de luz  en la mente y el carácter de cada uno, y publicándolo para que todo el mundo lo vea. Y la consecuencia para mucha gente honesta ha sido una profunda decepción personal. Nosotros, personas innobles, nos creíamos mejores de lo que realmente somos. Apenas previmos que la guerra nos descubriría nuestras emociones tan despreciablemente pequeñas en comparación, o nuestros corazones tan llenos de motivos egoístas. (...) Somos como un hormiguero asustado cuando alguien levanta una piedra. Así es el mundo ahora mismo
¿No es maravilloso? Y tan actual, sin falta de estar en guerra. 

Barbellion publicó su diario anunciando que había muerto el 31 de diciembre de 1917, aunque era mentira: cuando se publicó en marzo de 1919 aún estaba vivo, pero murió seis meses después. Dijo que estaba de acuerdo con los críticos que decían que era un buen libro, que él era un arrogante o que estaba loco. También que "ningún escritor se atreverá a estar vivo después de escribir semejante libro".

Y es cierto: a ratos Barbellion exasperará al  lector, a ratos se verá reflejado (estos pueden ser los peores momentos porque dice cosas que no te atreverías a decir): su honestidad es brutal. En todo momento, cualquier lector, hasta el que no lo hace, subrayará o anotará sin parar porque es imposible arriesgarse a olvidar esa frase, cualquiera, "Lo único que puede hacerme la muerte es matarme", o "Hope thou not much; fear thou not at all" ("No esperes demasiado, no temas nada"). 

En un divague, por largo que sea, no podría explicar lo que lo hace especial estos diarios de un hombre enfermo: paradójicamente, su vitalidad. 



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