Qué pena me ha dado que se haya ido Diane Keaton. Como el otro día me pasó con Robert Redford, no hay nada que pueda decir de su carrera, de su estilo, de su personalidad que no se haya escrito ya por ahí, así que hoy solo quiero anotar eso, lo mucho que lo he sentido y que yo quiero envejecer como ella: con ese estilo, sin cirugías y con su glamour tan personal. Me gustó siempre su manera de vestir -parece ser que era su propia ropa la que llevó en Annie Hall- y su vis cómica. Era la clase de persona con la que me iría a tomar un té.
Sé que hizo un montón de pelis fabulosas, pero si me tuviera que quedar con una, esta sería "Misterioso Asesinato en Manhattan" (1993). Hay muchas razones, la principal es que me lleva al epicentro de una época en la que vivía con Fashion y la vimos tropecientas mil veces. Como con "El golpe", nos sabíamos trozos de memoria: "Encerrados en un ascensor con un cadáver... ¡el colmo de un neurótico!". También me identifico plenamente con su personaje, Carol Lipton: ya conté que me sentía como ella cuando inicié investigaciones en mi edificio a tenor del tarado que tenía Rose en su apartamento en el semisótano - el Peda hizo el mismo papel de Woody Allen en esa peli, sin darle crédito a su mujer, que -spoiler alert- acaba teniendo razón. Menos mal que Allen rompió con Mia Farrow —permanentemente acatarrada— porque no la veo en este papel, que era para ella.
Gracias por todos los buenos ratos, Diane. Yo, de mayor, quiero ser como tú.
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