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16 junio 2024

Hoy es Bloomsday en Dublín y el 15 de agosto es "El día del Watusi" en Barcelona [Buscando "Ws" de la mano de Francisco Casavella]

Hacía tiempo que no hablaba de libros: aquí están (casi) todas las razones, se
ñoría.

Buenísimas intenciones

Este divague, de una novela de 881 páginas, va a ser corto. Tiene que serlo porque no puedo hacer el desmenuzado de siempre, que suele acabar en 3000 palabras para novelas de 300 páginas. A ver, poder se puede, hasta podría salir una serie, ya que el libro es una trilogía, pero me espera un mes calentito en la vida 2.0, así que no. Hasta aquí mis buenas intenciones. 


Los múltiples caminos que te llevan a un libro

A "El día del Watusi" (el Watusi a partir de ahora) llegué yo sola en "La Central" de la calle Mallorca en Barcelona, ese pequeño paraíso urbano, hace unos años, cuando los Jekes aún vivían por allí. Me llamó la atención por su portada -una especie de groupie de los Beatles en plena acción- y sobre todo por su tamaño. Pasó el tiempo, y un "clásico moderno de culto", dijeron un día en la radio:  el empujón necesario para regalárselo al Peda en Navidad. Luego le veía reírse al otro lado de la cama, menos mal, y yo: "qué?" y él "este tío está loco". Y yo: "pero un ejemplo" y él: "no, no, has de leerlo". 

“De inmediato, o entrabas, o te quedabas fuera”

Casi dos meses me ha costado y sí, también me he reído en la cama: sin duda, lo que me atrapó desde el principio es su sentido del humor. Pero, a ver, no se lleven a engaño, no es una novela de humor... es una manera de ver la vida que, ocasionalmente se trasluce como algo que a mí me hace gracia, tal vez a otr@s no. Descripciones, observaciones: "en un estado (de colocón, aclaro) no registrado por la ciencia médica", "cincuentones asexuados de anacrónica indumentaria y dudosa higiene", "follar a las 3 am sin ser atleta", "el onanismo ese ridículo monólogo", “más que aplausos, parecen llamadas flamencas a los camareros”.  Una noche me poseyó un ataque de risa de esos que empieza como si nada y termina con lágrimas, y con ese cosquilleo tan chulo que se pone detrás del esternón. Supongo que había sido un mal día, o un día surrealista, o un día perfecto, no tengo ni idea, pero algo debía de ser, porque ahora he releído la página de autos y, aunque graciosa -describe el talante de dos altos cargos de un banco-, no ha sido para tanto. Tal vez no era para tanto: momentos vitales, yo-qué-sé. 


NáN

Otra cosa chula que me ha pasado es que la novela me ha recordado mucho NáN. Por contexto, NáN era un antiguo divagante, con el que aprendimos tod@s los de este rincón de la blogosfera un montón de literatura y de la vida. Fue el inventor de los conceptos literarios de los "ochomiles" o las "fulguraciones", la clase de persona que le decías "he visto un libraco en una peli con una tapa con nubes de un autor que se suicidó" y te decía "Infinite Jest". Bueno, pues ha estado presente porque Mo me dijo que a ella se lo había recomendado NáN, y mientras leía podía ver por qué y al terminarlo busqué sus comentarios en el blog de Mo. No es la primera vez, ni será la última que leo los comentarios que NáN fue dejando en los blogs -en particular en este, claro, y es siempre una gozada leerle. Nota: se quejaba de mis hiperenlaces - por las razones adecuadas.


“La gran novela de la transición”

El argumento del Watusi se resume en una frase: la vida de un tipo de Barcelona, Fernando Atienza, desde la infancia hasta la mediana edad con el trasfondo de la (santa) transición. Esto último es lo más importante ["la gran novela de la transición", dicen] y se puede considerar una metáfora de lo que pasó en este país, de dónde venimos, quién sabe si a dónde vamos. Yo la transición siempre me la he imaginado así: gente con ropa terrible, crestas punkies, seat 131 supermirafiori, heroína, noches de alcohol, Almodóvar, un apartamento en Torrevieja, Alicante, Alaska, Sabina... una generación por encima de la mía que cerraban los bares en un país, como dicen por ahí "adolescente", que despertaba después del criminal parón literal y cultural que sufrió la piel de toro durante tantas décadas. Casavella te va a contar eso, y mucho más.


Hablando de género, cuando leí "Vanity Fair" [null es el nuevo hiperenlace, cuando blogger se pone tonto-debe ser una maldición de Nán] me encantó el que algún crítico listo había calificado a Becky Sharp como un ejemplo de la picaresca - nunca se me hubiera ocurrido, en una novela con vestidos de época. Con el watusi era mucho más predecible: Atienza es claramente otro de los muchos pícaros de la literatura española que narra en primera persona su azarosa vida, cuyos avatares son lo de menos, y el escenario lo de más. 



Empieza la trilogía: “Los juegos feroces”

El primer libro tiene un gran título, "Los juegos feroces" y a mí es el que más me ha gustado. Me ha trasladado a Juan Marsé (sí, soy muy original), con esa descripción de la Barcelona del pijoaparte, el chabolismo de Montjuic, con el parque de atracciones de fondo, donde “las sirenas de la noria  y de los autos de choque marcarían el paso del tiempo, extraño relevo de las campanadas de una iglesia”, de las infancias de esa época sin supervisión -entre otras cosas porque su madre viuda está fregando oficinas, de las madres aspiracionales que continuamente dicen "estudia!", la única vía de movilidad social que ella y la mayor parte de la gente trabajadora concebía para el progreso. Tan equivocados, pobres, porque hay otras más efectivas, como la que le ocurre a Fernando de carambola: estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, y hacer contactos. Pero “en las chabolas nunca se habló de política”. 

El 15 de agosto del año que nací yo, 1971, dos críos de 13, Atienza y su amigo, Pepito el Yeyé - un personaje entrañable, un gitano fantasioso y con bota ortopédica-, están pescando en una zona que antes era un vertedero, pero donde hoy se erige el famoso hotel "W" (vueltas da la vida, o tal vez metáfora del whitewashing de la ciudad). De repente, un cadáver flotando boca abajo que no es un cadáver cualquiera: lleva una cazadora con la W cosida, tiene que ser el Watusi. Quién y por qué lo mataron lo vamos a averiguar durante la trilogía, porque lo que ambos niños descubren en ese día tal vez no sea la realidad de ese ser mitológico que se dibuja en la mente de Atienza con la ayuda de Pepito, que seguro exagera, fantasea, mitifica. 


-¿Sabes quién es el Watusi?
-No -yo pensaba en mis cosas: un yate, circular con mi deportivo bajo la luna llena, mujeres sofisticadas…
-Pues yo lo conozco, chaval. Un montón.

La primera novela transcurre solo en ese día, que será el hilo conductor, el leitmotiv de Atienza a lo largo de su vida, el que le ha marcado, de esos tras los cuales la gente comienza las pelis con una voz en off que dice "ya nada fue igual desde aquel verano". Es un bildungsroman”, [null, otra vez el amigo blogger] una novela de formación, que te lleva a plantearte cuál fue tu día del Watusi, si pudieras delimitar cuándo cambió todo, perdiste la inocencia y diste ese paso de la infancia a la adolescencia, y ya todo fue una cuesta abajo y sin frenos. 

A partir de ese día, Atienza empieza a encontrar pintadas de la W por toda Barcelona, que él relaciona con el Watusi, un mito en el barrio de las chabolas, un tipo que hoy llamaríamos "cool" que "tenía ritmo, caminaba como si bailara, era radiante", pero sumamente elusivo: un Banksy setentero y charnego, una especie de mago que viaja en la noche con su estarcido y bote de spray negro. 



“Viento y joyas”

La carambola del progreso ocurre en el segundo libro (el  título, convendrán conmigo que es  mucho menor), cuando Fernando empieza de botones en un banco, con “untuosos empleados” y “padres de familia cargados de problemas venerables” pero cae en gracia a uno de los jefecillos y ahí se mete en un mundo surrealista para ti y para mí, pero que así debe ser la política, la formación de partidos -el "Partido Liberal Ciudadano"-, los tejemanejes para llegar al poder, las puñaladas por la espalda, las farras, los clubs que son “capas de anatomía en distintos estados de auge y decadencia”, la cocaína, esas cosas del día a día. Los que fueron franquistas y presidentes de banco, luego se suben al caballo de la democracia -otro blanqueo, como el del puerto- montan un partido, y siguen de dueños del banco. “No hay fortuna que pueda presentarse limpia a una auditoría moral”. 



Y el tercero

En el tercero (ya ni me acuerdo del título, lo miro: "El idioma imposible"), Atienza vive más o menos de incógnito -asustado por las represalias de los de "Viento y joyas"-,  se relaciona con la burguesía catalana, pasando su vida laboral de traficante de medio pelo a escritor de guiones para el manga japonés y aquí y allá, siempre con la banda sonora de los martillos demoledores de fondo: es la Barcelona pre-olímpica, donde se está dando el blanqueo del “Barrio Chino al Raval” - y esa limpieza que es siempre de personas. 


Lo que menos me ha gustado del libro es su tratamiento de las mujeres: desde su publicación en 2002-3 ha llovido y afortunadamente ya a muchos nos chirrían misoginias que se aceptaban entonces. Mi mayor pero es que hasta esta tercera novela, en el elenco de personajes, la única mujer que no es prostituta es su madre. Desde la francesa que le hace una felación de niño en la famosa noche del Watusi hasta la "de lujo" del dueño del banco en el segundo, es terrible. Tal vez los estudiosos encuentren metáforas o simbolismos, me da igual (la de lujo, como los franquistas, se blanquea al final en empresaria de nosequé). Pero en la tercera parte, aunque siguen las prostitutas, el resto tampoco sale muy bien parada: su enamorada, Elsa, es una chica enganchada a la heroína, una especie de Maga cortazariana yonqui, de la que supongo que los tipos que no se han dado cuenta del tema género que anoto en los dos primeros se habrán enamorado también. Por último, hay una pija galerista de la burguesía catalana que ofrece una mirilla para ver de qué va este grupo que políticamente están al sol que más calienta, fachas o indepes, la pela es la pela. Esa novia que en conversaciones grupales “le pasaba pelotas fáciles para que se luciera” y que le presenta a un yanqui que viene a invertir en arte y Casavella dice una de esas frases suyas por las que merece la pena seguir con el tocho: “venía a explotar el complejo de inferioridad de los nativos y su auténtica inferioridad”.


Casavella, calavera

Una se pregunta todo el rato cuánto de autobiográfico tiene la novela. Porque el autor, Francisco Casavella también empezó de botones en "La Entitat", y también era un crápula de la noche como Atienza; alguien "que no confundía la literatura con la vida literaria", según dijo de él Marsé. El pobre murió en 2008 de un infarto a los 45 -alguno dirá que se ha convertido en autor de culto por este giro de guión, pero no estoy de acuerdo. En el epílogo de mi edición escribe Miqui Otero sobre la placa de Petri de la societat civil catalana que apareció en su funeral. He intentado averiguar más de su vida, porque siempre me fascinan las trayectorias personales de los escritores, pero he encontrado muy poco. 


Intentando transmitir su voz

No me está gustando este divague, porque no creo que esté logrando transmitir bien la novela. Siempre critico a los críticos que resumen las obras y, vive Dios, que esto no es un resumen, pero se siente como uno. Por tanto voy a incluir algunos de mis subrayados, por si alguien ha llegado hasta aquí -sin autolesionarse o recurrir a estimulantes- y sigue sin saber de lo que hablo. La primera es un párrafo sobre el temor. Las siguientes son frases sueltas, fuera de contexto, pero que darán más idea de lo que es Casavella que todo este texto mío…


"Y me asusto. Me asusto. Andrónico de Rodas clasificó trece tipos de temor. A mí, sin pensarlo mucho, me salen más: temor a la libertad, temor a estar siendo otro, temor a estar siendo demasiado uno mismo (y estar vacío), temor a la locura de los demás, temor a la propia locura, temor a la carne, temor a la paranoia, temor al temor, temor a la falta de temor (el mal presagio), temor al temor de los demás, temor al dolor ajeno que pudiera volverse propio, temor de que la vida no se parezca a nada (porque es todo, y lo idéntico que es todo a ese todo), miedo a ser, miedo a dejar de ser, temor al pasado agotado y, aún mayor, temor al pasado inagotable, a los secretos de familia, a los propios secretos, a lo que puede dar de sí un día. Son dieciséis."


“ese tedio sublime que llamamos felicidad”


“la torpe imitación de normalidad”


“una luz venenosa a la que nombran el día”


Congo, “lo pintoresco y musical de esa palabra”


“la mecánica del cuerpo dominó donde el fracaso del deseo era evidente”


“modos de vivir que basan su aceleración en no pedir ni dar explicaciones”


“cuando me dormí, ya hacía rato que fingía dormir”


“desde la tolerancia de una úlcera incipiente”


“soportar tanto presente” 


“tanta juventud me está matando (se cierra el mercadillo filosófico)”


“las arañas de cristal de la lámpara ocultan verdaderos arácnidos”


“contagiado del espíritu “emociones a flor de piel””


“furor por la simetría pero también por el caos”


Celebremos el día del watusi

Como digo, no es un libro para todo el mundo, y lo explican mejor que yo el del prólogo y el del epílogo.  Zanón escribe a propósito de ese "conectar" que yo hice vía el humor: "De inmediato, o entrabas, o te quedabas fuera. Y si optabas por lo primero lo hacías porque habías conectado con su dial -verborreico, inteligente, callejero, divertido, melancólico, personal e intransferible- y ya, allí mismo, todo urgencia, le hacías capo, honda de David, ídolo de cócteles y futbolines, para siempre, nen" . Y Otero, en el epílogo, nos recuerda que Elsa, cuando sube a la azotea con los vecinos del edificio a ver los fuegos artificiales de la Noche de San Juan "mira cómo esos espumillones luminosos cambian a las personas que los miran" (así como Amélie se daba la vuelta en el cine para ver la cara de la gente): como Casevella, ella mira lo que los demás no miran. Qué más se le puede pedir a la lectura?


El 15 de agosto se celebra, aparte de las fiestas patronales de la mitad de los pueblos de Ejpaña, el día del Watusi. Como Bloomsday en Dublín [más carambolas: hoy es Bloomsday, divagantes!] es ya una fiesta de guardar literaria en la condal: no sé exactamente qué se hace, pero seguro que no se comen riñones como en Irlanda - tal vez pan'tumaka. Claro, algún año me gustaría ser una de las peregrinas del watusi, con hombreras y pendientes de aros, pero de momento me conformaré, el finde que viene, con ir buscando "W"s grafiteadas por las paredes o los contenedores. Larga vida al watusi, que camina como si bailase.

Mientras tanto, también ha pasado
el Watusi cerca de casa...


11 comentarios:

  1. Este año el Watusi se me apareció en forma de obra de teatro. Como la/s novela/s era un proyecto muy ambicioso. También brillante y excesivo … mis respetos para el protagonista y el resto del elenco así como para el director. Me dio ganas de releer al menos la primera parte.
    Si estás en Barcelona han abierto de nuevo el paseo del rompeolas junto al hotel Vela (que luce una gran W, ironías del destino).
    Nada queda del espíritu de Loquillo y de la Barceloneta canalla.
    Nos hacemos viejos y todo nos parece ajeno.

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    1. Hola Anónim@ 12:10.... sí, un amigo me envió el enlace de la vanguardia de la obra, veo q te gustó. Me explota la cabeza de cómo han metido eso en una obra...

      Estuvimos con las bicis en el paseo del hotel del watusi (déjame llamarlo así) en octubre... aún no me había el libro asíq no me imaginé todavía a Atienza y al Yeyé pescando ahí, pero te ahora en adelante, como el hotel, serán la "W".

      Yo "conocí" la Barna canalla de principios de los 80: iba con la Yaya ocasionalmente y me llevaba al Tibidabo, a Colón, a las Ramblas con los pájaros, a las iglesias, al Corte Inglés!!! (en vetusta no había entonces, época dorada). Recuerdo mucho "el pueblo espaniol" y un senior q soplaba cristal y me compró un colgante q simulaba un racimo: con 11 anios me parecía lo más. En aquella época ni a los de Vetusta nos parecía Barna un destino turístico. Fíjate si somos viejos...:)

      besoxx

      di

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    2. En realidad el antiguo Rompeolas está más cerca de la ciudad. El paseo que está alineado con el hotel Vela es más reciente.
      En Noviembre o así lo han vuelto a abrir por la copa America. En una zona proyectan fotos antiguas de como era.

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    3. Ahhh, vale.. no conozco el rompeolas... aparte de por la canción :) A ver si me paso...

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  2. Lo tengo desde hace años en espera. Me has animado.
    Bss

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    1. Vale, a ver... he empezado uno de John Banville q me sonaba q te gustaba y lo he buscado en tu blog y no me sale. De momento (llevo poco) mi análisis se lo diré en dos palabras: es pectacular...

      muá

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    2. Negativo, John Banville es otro de los autores que tengo permanentemente a la espera al igual que Patricia Highsmith así que si me dices cual te has leido me arranco con ellos.
      Bsss

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    3. Acabo de empezar, así q ya te diré cuando avance. Pensé en ti pq escribía novela negra con seudónimo (Benjamin BLack), y como eres fan... en un artículo decía q ya no lo usaba más, me encantó: "ya no necesito a ese rascal"... :)

      https://www.nytimes.com/2020/10/01/books/john-banville-snow-benjamin-black.html

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  3. Una pena no ser contemporáneo del NáN... pero lo del Watusi me suena a Broma Infinita... o a Generación Nocilla.

    Bicos massai...

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    1. Sííí...sé q descubriste a NáN en tus espeleologías por aquí :)

      Precisam vi un artículo de uno q decía q no podía con "la broma infinita" y q releía cada verano el watusi. Yo tampoco pude con la broma, pero una cosa rara, pq me encantaba, pero lo fui dejando, se cruzaron unas vacaciones (es tan tocho q no es práctico) y no lo retomé. Tienes razón q puede q sean similares pq no son libros q se lean de corrido, tienen tramos duros, aburridos, densos, idas de coco del autor, pero te vas encontrando esas perlitas y vas siguiendo. La Nocilla no la he leído, pero me chocó q una editorial q respeto aquí (Fitzcarraldo, los de los libros azules o blancos q editan a Olga Torcastku-o como se escriba) es la q lo ha traducido al inglés...

      bicos esquimales

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    2. Releido lo de transición (santa), se me ocurre divagar un poco. Porque ya estoy hasta el arco del triunfo que los boy scouts, que plantaron su tienda de campaña en la plaza del pueblo, pero no visitaron un jodido monte en su vida, se hayan explayado con esa siliconada indignación, en contra no solo de la casta burguesa, sino de una supuesta casta poco eficiente, de militantes antifranquistas, que estuvimos poco indignados y solo pudimos conquistar una mediocre transición política… que realmente le hicimos el juego a la burguesía nacionalcatólica (pero menos) española, para así traer una democracia de pacotilla…
      Sin tener en cuenta su poderío real y que por la izquierda se descolgó la socialdemocracia alemana (fuertemente anticomunista), haciendo que el felipismo despanao acabara con el asociacionismso vecinaly la administración llena de socialistos de carnet (en la boca)...

      En fin, ya me desahogué. No merecen estos perroflautas (al final el término peyorativo del PP se lo ganaron a pulso) más de mi saliva tecleada.

      Sí, de santa tiene muy poco, pero fue lo que se consiguió conquistar (no regalaron nada) a base de mucho sudor y, a veces, perdiendo de vidas humanas, o desgraciando la mente. Durante la lucha o durante la movida contracultural que vino después, tan cargadita de caballo, después del porreo bendecido por el Viejo Profe en Madrid… que ya antes se había difundido, como indignados antisistemas, en Barcelona, con la gauche divina y una combinación lineal de nacionalismo y maoísmo, que tiraban para atrás, cualquier pensamiento crítico, “con posibles”...

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