an

14 diciembre 2024

"La mala costumbre" y "Emilia Pérez": El enemigo del feminismo es el patriarcado.

El enemigo del feminismo es el patriarcado. Pero de un tiempo a esta parte hay un grupo de personas que creen que hay otro enemigo y, en nombre del feminismo, buscan que una minoría que ha sido marginalizada y discriminada desde siempre (las personas trans) siga igual. 

El otro día leí una entrevista a Judith Butler -la famosa teórica del género- que atacaba a estas feministas anti-trans. Ayer, un artículo de Najat El Hachmi llamándola por ello manipuladora. Otro día, otro artículo en el que Owen Jones era atacado por Suzanne Moore, una histórica feminista a la que yo leía y admiraba en The Guardian, pero que lo dejó precisamente por no estar de acuerdo con la línea editorial del periódico sobre este tema. De ahí pasé a un podcast entrevista con dos Julies, a las que también yo leía y de las que aprendí: Bindel y Burchill, y a JK Rowling, que está también en esa misma línea. Son todas mujeres a las que respeto y que me influyeron: qué desastre todo. Y luego el congreso del PSOE, quitando letras  al LGTBQ+ por lo mismo. 

El enemigo del feminismo es el patriarcado, y nos hemos distraído. El enemigo se frota las manos: divide y vencerás.

Estos últimos días he terminado un libro y he visto dos pelis: "La mala costumbre", "Emilia Pérez" y la segunda la omito porque sería spoiler. Claramente "el género" (no sé cómo llamarlo) es El Tema últimamente. En este divague voy a hablar sobre todo del libro, pero creo que quien se anime a leerlo debería mirar antes el divague titulado "Los complejos factores que influyen en nuestras preferencias sexuales y nuestra identidad sexual". Sé que las personas trans no quieren ser medicalizadas, pero entender la biología no es medicalizar. A mí no me gusta el picante, el ruido y soy impaciente y todo eso tiene componentes biológicos como lo que mido, que tengo pelo liso y el color de mis ojos. Dediqué a las bases biológicas del comportamiento una serie llamada "Unique: La Nueva Ciencia de la Individualidad Humana"  el pasado noviembre que solo leyó Muinovello. 

Me pregunto si todas esas mujeres del primer párrafo conocen algo de las bases biológicas de nuestros comportamientos, en particular de la identidad sexual ("las feministas que creemos en la existencia del sexo", dice El Hachmi), y/o se molestan en leer libros como del que voy a hablar.  En fin, empiezo:

~~

Alana Portero
"La mala costumbre" es la primera novela de Alana S. Portero, una mujer trans a la que escuché en Carne Cruda hace un tiempo y, aparte de por recomendaciones de un par de amigos, por esa entrevista decidí leer su libro. Me gustó cómo articulaba un pensamiento de izquierdas muy claro ("clase obrera" decía!) no meramente el tema identitario enmarcado en novela-de-crecimiento, que ya daría como gran tema solo para una novela. Pero no: Portero creció en 
tremenda precariedad pero con la suficiente inteligencia como para no tragarse los discursos de la derecha de que otros (e.g. los inmigrantes) son los causantes de su miseria. Ella sabe quienes eran los culpables en su infancia y quienes lo siguen siendo ahora: con el gran éxito de su novela, ha salido de los contratos basura pero sigue volviendo a su piso de alquiler en Móstoles en metro + bus, tras haber estado en un photocall con Almodóvar y Dua Lipa. 

Un ejemplo de lo cañera que es la autora políticamente es la descripción de los padres de Alex, la niña trans protagonista de "La mala costumbre": son clase trabajadora de los que se han deslomado currando desde los 10 años. Metiendo horas en la fábrica sin conocimiento -y privándose así de tiempo con sus hijos- y fregando y restregando la mierda de una familia bien. Alex no esconde la rabia por esto, y por cómo llegan a la vejez, sus cuerpos destrozados y ella señala sin dudas: el responsable es el capitalismo. 
... [mi padre] proviene de generaciones enteras de hombres y mujeres que se han dejado el cuerpo en la faena. Sus piernas delgadas también contaban la historia de la malnutrición endémica de las familias que no han conocido otra cosa que trabajar así.
Nadie puede salir indemne de una vida entera dedicada a reventarse el cuerpo para mantener un hogar en pie. 
Eso sí, les queda el amor: durante toda la novela queda claro cuánto los quiere, y cuánto la quieren. Aunque esto no facilita que les diga lo que le está comiendo por dentro y destrozando la vida: Alex es a la vista de todos un niño, pero se siente niña. Sus padres tal vez hayan hecho alguna vez algún comentario despectivo sobre los homosexuales o similar, y Alex sabe que eso no es algo que pueda comentar con ellos. Ni con nadie: y ese es el problema. Que la "oscuridad, me iba creciendo dentro".

Verdaderamente hay que leer la novela para entender lo de "se siente niña": si al leer esto piensas "tonterías, una moda", seguramente es porque no has vivido un caso similar de primera mano, y que no te has molestado en vivirlo de segunda [e.g. ver "20 mil especies de de abejas" de Urresola, leer "Middlesex" de Eugenides, o a Jan Morris...]. Esta cita es de Morris:
Tenía 3 o 4 años cuando me di cuenta que había nacido en el cuerpo equivocado, y que debería ser realmente una niña. Recuerdo el momento bien, es el primer recuerdo de mi vida.
Todo lo que nos haga ver otras perspectivas, nos abre la mente, y de esta manera nos ayuda la ficción a vivir más vidas que la que nos ha tocado en (mala) suerte. Si cuando piensas en "se siente niña", automáticamente te viene a la cabeza "Frozen" y otras princesas, lazos, rosa y vestidos, no estás sol@. Pero la autora no se explaya en esto -aunque habla de su gusto por Madonna y demás- pero sí en un tema mucho más bonito: la sororidad. 

Pastas griegas
Alex crece en el barrio obrero de San Blas y allí asiste a las relaciones, que en muchos casos son redes de apoyo, que montaban las
 vecinas de su alrededor. Hay una escena salvaje que describe las reacciones de las mujeres de la escalera tras una de las palizas de un tipo a su familia: sabiendo de la indiferencia de la policía, cuando el bestia se iba, ellas pasaban a llevarle un caldito, a sentarse un rato con ella, a estar. Para Alex, las mujeres tenían una manera distinta de estar en el mundo y con la que ella claramente se identificó desde el primer momento. Esta sororidad es uno de los ejemplos que usa Portero para explicar la disforia de la protagonista; las razones son muchas más y mucho más complejas, pero siempre terminan en una: esto no es un capricho de un rato, esto no es un juego, ni siquiera es una elección. 

Portero es también muy feminista, y describe muy bien las humillaciones y desprecios que sufrimos las mujeres en el día a día, que a ella creciendo como niño le dolían: desde cosas pequeñas, como atiplar la voz para imitarnos diciendo algo de contenido bobo, o temas más bestias como un grupo de tipos que dicen que "preferirían un disparo a que se la metieran por el culo": "a todas las mujeres nos explotaba un desprecio así en la cara de vez en cuando, ese desdén por el individuo al que se penetra entendido como femenino y débil, dando a entender que era preferible morir que rozar la feminidad". Es jodido ser mujer: imagina mujer trans. 

Vivir en el cuerpo equivocado supone un sufrimiento continuo. Eso, antes de que nadie lo sepa: mirarte al espejo y odiar lo que ves, y es otro nivel de si no te gusta tu nariz o tus orejas. Odiar a nivel de identidad. De niña Alex empieza a jugar a maquillarse, siempre bajo cerrojo en el baño, con el temor de que alguien quiera entrar. "Vivir en el armario", como ella dice, lo hace todo mucho peor, pero cuando decide salir vestida de mujer en ámbitos donde nadie le conoce, entonces se lleva el tortazo de la sociedad. De toda su vida ha visto en el barrio a mujeres trans mayores que no se han podido dedicar a nada más que a trabajos marginales, generalmente la prostitución: ya he visto cómo las tratamos. El dolor que siente Alex está tan bien contado que no creo que ninguna de esas personas que las detestan y que hasta hacen monólogos de humor de ello no pudieran entenderlo si leen esta novela: 
La tristeza era cada vez más honda (...) no dejaba lugar para nada más. En los estudios era brillante, en todo lo demás un desastre. Imaginaba más que vivía pero no tenía dotes artísticas para sacar la pena, ningún desahogo me asistía, no sabía pintar mi desgracia ni se me ocurría escribirla para no dejar pruebas. (...) Escapaba sobre todo a través de la literatura, del cine y de la música. Era una espectadora de todo pero no podía a tocar nada.
No es un juego: hoy en día sabemos que los adolescentes con disforia de género tienen el más alto riesgo de suicidio. Van a tener que hacer ese viaje interior que no es nada fácil, pero si la sociedad continúa solo dejándoles únicamente los márgenes de la prostitución o el esperpento para vivir, va a haber más en las vías del metro:
Solo era otra maricona amargada, otra transexual derrotada demasiado pronto, otras travesti trágica, otra historia sin importancia a la que nadie querría ni sabría ayudar. Carne de las vías del metro. 
A la vez que trágica, la novela tiene momentos graciosos, sobre todo por las expresiones de la autora, que no sé si son suyas, o parte de cierto argot que desconozco: "maquillada como una capilla" , "la movida madrileña, esa cosa que daban por la tele" o "lo que la noche quiera hacer conmigo y yo con ella", y momentos formales muy bonitos, porque Portero viene de escribir poesía, y se nota:
de su inconmensurable desgracia hacían una caldera de furia 
vivo entre dos mundos, sin que nadie me espere en ninguno de los dos 
con la confianza propia de quien adora su cuerpo 
recorría las posibilidades de mi cuerpo de la peor manera 
Una frase que en su tranquilidad puso un clavo más en el armario y una costura más en mi cadáver andante.

Portero deja claro que las personas trans, como no podían (ahora pueden?) contar abiertamente a su familia lo que les comía por dentro, bien por miedo al rechazo o por "dar el gran disgusto" ("no le digas papá, que sabes que está del corazón"-esto es verídico), terminan haciendo familia con quienes creen que les van a aceptar como son. Se lo dice un camarero que conoce de adolescente: "estas son las fotos de mi familia, la que yo escogí, como vosotros tendréis una que ya os está buscando por ahí afuera". En el caso de nuestra prota son tres mujeres trans mayores del barrio, muy castigadas por la vida, pero a la que Alex miraba con fascinación y de las que aprendió muchas cosas, no solo prácticas, sino también emocionales. El cariño con el que Portero habla de esas mujeres que un día fueron prostitutas y luego fregaron escaleras -esos son los tipos de trabajos que les dejamos- es enternecedor. Y muy bonito cómo la protagonista cuida a la mayor de ellas en sus últimas semanas, con amor y gratitud. Al fallecer, le lava el cuerpo, le pone crema hidratante... me ha llevado a un momento personal y a la escena que mejor recuerdo de "La casa de los espíritus" de cuando una de las protagonistas hace estos rituales de la muerte con la tía Férula, que su marido -hermano de Férula-, había echado de casa. Esa es otra historia de sororidad y a modo de homenaje, Férula se llamó el personaje de uno de mis relatos.

La novela se escucha, y no solo por la música que le gusta a Alex, sino por "la eterna radial de fondo de los barrios obreros", y dice Portero que la novela no es estrictamente autobiográfica, pero todas escribimos desde lo que hemos vivido, en primera, o en tercera persona, del singular o plural. Yo querría pensar que lo que le pasa a Alex no le ha pasado a la autora, porque rompe el corazón desde la primera página, pero mucho me temo que sí. Y si no a ella, a gente con la que se ha cruzado por la vida. 

La combinación de la experiencia de Alex con el fuerte componente político es lo que más me ha gustado: Portero tiene la carga de rabia adecuada para escribir sobre este tema, que considera aún más importante que el tema de género: por ejemplo, habla de cómo la heroína destruyó su barrio en los 80, una manera de control más desde el poder hacia la clase trabajadora: "Varias generaciones de criaturas de la clase obrera crecimos así, imaginando mundos enteros en las nadas que podían terminar siendo nuestros lechos de muerte".

Y de la heroína que mató a muchos jóvenes de una generación al capo de un cártel de la droga en México, que tampoco se ha encontrado nunca en su piel, y que contrata a una abogada para que le ayude a un cambio de sexo. Este es el punto de partida del argumento -que sé suena enloquecido- de "Emilia Pérez", la última peli de Jacques Audiard. Y no solo eso, aún hay más: es un musical. 

Pero, milagrosamente, funciona: es una de esas pelis vibrantes, llenas de energía, con coreografías espectaculares, y un par de panoramas nocturnos del DF, "la ciudad de la eterna primavera", por las que merece verla. Y luego está el contenido, todos los temas en los que te hace pensar además del más aparente-en este caso los desaparecidos en México. Las feministas del primer párrafo dicen que las mujeres trans son impostoras que lo que quieren es meterse en cárceles de mujeres para seguir violando: aquí tenemos a una mujer trans que podría querer un cambio de sexo para cambiar su identidad para protegerse, y sin embargo, lo quiere porque, igual que Alex, igual que Jan Morris, y tantas otras, "es el primer recuerdo que tiene de su vida".

"La mala costumbre" y "Emilia Pérez" son ambas piezas políticas: combinan contarte el sufrimiento personal de dos personas que no han elegido y por tanto no tienen ninguna culpa de su situación, con otros asuntos más claramente sociales, en el caso del libro usando conceptos para algunos tan anticuados como "clase obrera". Lo personal es político, como decían en la segunda ola del feminismo, porque todas nuestras decisiones son, al cabo, políticas. 

Y el enemigo del feminismo es el patriarcado. 

07 diciembre 2024

"Mañana y tarde" de Jon Fosse: Una voz que es llovizna, pienso, y que es luz y que es, al cabo, arco iris, pienso.

"Mañana y tarde" de Jon Fosse -Nobel 2023- es una "novella", que es como llaman en inglés a las novelas cortas, de la que es imperativo hablar sin contar un punto clave de la trama. Y no es porque hacerlo sería un "spoiler" tipo "el asesino era Jack El Forastero", no: sería mucho peor que eso. Hay algunas novelas en las que hay sorpresa más allá de la mera lectura, por ejemplo pasa con "La mancha humana" de Philip Roth o "El camino de Ida" de Ricardo Piglia. Con este párrafo lo que vengo a decir es eso tan de moda de "la experiencia": tienes que vivirla. Yo no te la voy a chafar- pero cuidado con las críticas, que en una he leído el spoiler en el titular.

Jon Fosse es noruego y me lo imagino viviendo en una cabaña como la que encontraron a Ted Kaczynski, el Unabomber [si no has visto la serie "Manhunt: Unabomber", ya tardas], ahí perdida en un bosque de abetos. O en "la casa más solitaria del mundo", esa que yo pensaba que estaba en las Islas Faroe, pero buscándola acabo de descubrir que está en una islandesa llamada Elliday. Acabo de averiguar cosas sobre ella, pero eso sería irme aún más de tema, pero tengo que poner las fotos:




Pero dice la wiki que Fosse tiene una casa en Bergen, ese no-lugar donde atracan los horribles "cruceros por los fiordos escadinavos" y donde te atracan £15 por una birra [la birra más cara ever, y hace diez años]. No sé si escribe allí, entre gaviotas y turistas españoles, pero mientras leía me imaginaba al prota de esta novela, Johannes, en este pueblo, este sí, de las Islas Faroe.


Una parte que no encajaba entre la concepción del escenario y lo que Fosse me contaba es que el protagonista y narrador es un pescador jubilado que sale de su casa, baja al muelle, un rato va en barca... y como se puede apreciar en la foto, el pueblo está rodeado de acantilados y difícil será para un anciano el bajar al agua, pero así son los mundos que nos construimos cuando leemos. Y en el resto del divague voy a incluir fotos de las Faroe, porque son maravillosas -una amiga estuvo allí hace poco, lo confirma- y porque imaginarme a los personajes en esos enclaves aún hace que la novela me guste más.


A las afueras de este pueblo vive nuestro protagonista al que, por cierto, hemos visto nacer en las primeras páginas en las que su padre, Olai, le pone el nombre de su abuelo, Johannes. Y poco más, esta parte es breve, pero habla de llegar a este mundo, de nacer: "y este probablemente sea uno de los mayores esfuerzos que tiene que hacer una persona en su vida, el de salir de su origen en el vientre de su madre y entrar en su propia vida". No recordamos nuestro parto -aunque conozco a una persona que asegura que sí- pero debe ser un proceso, si no tan duro como para la madre, también intenso para el bebé: ese navegar el canal del parto sin cuaderno de bicátora para salir al mundo frío y clínico que es el quirófano, y luego ya solo frío, que es la vida. De repente, en una ffwd bestial, nos reecontarmos con Johannes, el anciano pescador que ocupa la segunda parte de la novella. 



Antes de nada, una novedad para quien me haya leído sobre libros antes: es de los pocos en los que la traducción no me ha chirriado. Su estilo es tan especial, tan corriente de conciencia y pensamiento circular, que se asume bien desde el principio ["¿no está pinchada una de las ruedas? pues sí que lo está, piensa, mira qué mala pata, piensa"]. Hay poca frase bonita formal [e.g. "una felicidad recorre todo lo suyo y se le sale por los ojos en forma de lágrimas"], pero es más el tono, el hacerte sentir verdaderamente dentro de la cabeza de ese anciano lo que hace la magia. 

Utiliza mucho -porque supongo que es así como pensamos- la repetición de una frase a modo de letanía, que recorre toda la novela. ¿Alguien recuerda el divague del libro de consejos de escritura de Chuck Palahniuk? Palahniuk sugiere insertar un coro (griego) que repite una máxima durante el libro, acorde al personaje. En su famoso y maravilloso Fight Club la frase es “La primera regla de Fight Club es que no se habla de Fight Club”. Pues aquí hay muchas, desde referirse siempre a personajes con todos sus adjetivos: "la vieja matrona Anna", "la vieja señorita Pettersen, ya sabes, la vieja señorita Pettersen", hasta frases simples como "la hija le salió buena", o "eso no hay quien lo niegue".

Al no desvelar el tema principal, voy a escribir de otros también importantes. Uno de los que me ha tocado particularmente es envejecer ["Qué pena da envejecer, dice entonces Johannes"]. Me voy dando cuenta de que, desde hace unos pocos años, con los amigos de mi edad comenzamos a hablar de esto con cierto tono jocoso: "yo ya no aguanto una noche de fiesta como antes", "claro, con 20 hoy no tiene resaca y nosotros estamos muertos". De momento estamos aún en esa fase: solo la fiesta, ni siquiera hemos entrado a deporte, porque ciertos hitos deportivos, quien los quiere, los hace [el otro día estuve con un amigo del Peda que se hace 25 mil kms al año en bici, e hizo una carrera de montaña más de 300 kms en un día]. A veces bromeamos con la "gente joven" del equipo o nuestros hijos para que hagan algo en el ordenador porque ya saben más de tecnología, pero no nos lo tomamos demasiado en serio: no somos aún como la generación de mis padres que solo se defienden, la mayoría. Pero a veces el Náufrago Ro habla de "la primera segada" de la de la hoz, que se lleva así como quien no quiere la cosa a alguien de nuestra edad, o nos da un susto de salud. Por supuesto, y dado mi historial, no soy hipocondríaca pero el tema salud me da particular miedo: menos mal que se va a legislar aquí en UK sobre la muerte digna, yo no quiero vivir a cualquier precio [el que quiera, adelante, que se lo ofrezca a Dios Vuestro Señor, pero a mí me dejen en paz].

Siguiendo con Dios, parece que Fosse se convirtió al catolicismo en 2012 y asegura que le ayudó a combatir sus problemas de adicción al alcohol. Antes era ateo, y siempre me parece curiosísimo que alguien que un día no creyó, de repente cambie [estoy calentita, que ayer vi "Cónclave" de Berger]. Sé que esa regresión puede pasar con los ancianos, a medida que se acerca el momento, así que estad atentos a este blog a ver si me ocurre, pero ahora me parece imposible que alguien con dos dedos de frente pueda llegar ahí. Los personajes de Fosse hablan bastante del tema y piensan cosas como "en este mundo manda Satanás tanto como manda el buen Dios" pero también como "pero que Dios lo decida todo y que todo lo que ocurre tenga un sentido divino, eso no se lo traga". Me hizo gracia esto del "tragar", porque ni con los niños a veces este pensamiento mágico cuela: el Peda, poco antes de la primera comunión, cuando su madre le explicó que en la consagración, “el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesucristo", él hizo un corte de mangas a la vez que un "y yo que me lo creo!". Es curiosa esta "religión a-la-carta", como la de la Yaya: no entiendo por qué no se dan de baja de todo el club, aunque a nuestro protagonista le sirve, ante todo, de consuelo:
"poco a poco se fueron haciendo a la idea de que no tendrían más hijos, así es la cosa, es lo que nos ha tocado, se decían, y daban gracias a Dios nuestro Señor por haberles dado a Magda, porque sin ella la vida habría resultado algo triste allí en el Islote al que se fueron a vivir".


 Pero el pensamiento recurrente de Johannes que más me ha dado que pensar es su viudedad. Su mujer, Erna, ha muerto hace poco y por sorpresa, él siempre pensaba que le tocaría primero y ni se había planteado lo que iba a ser la vida en soledad. Todas estas partes, que están narrada con esas mismas letanías circulares son tremendamente nostálgicas. Y a la mitad del mundo que siga en pareja le va a tocar ajustarse a eso,  un día. Observo cómo reacciona alguna gente a mi alrededor, "no me acostumbro", "nunca me acostumbraré". Cuando roté seis meses de residente por psicogeriatría escuché muchas historias: un hombre may mayor, que había vivido una vida entera, viajado por el mundo y esas cosas con su mujer que había fallecido unos meses antes, que decía "no veo la razón de seguir", y cómo no entenderle. Aquí Johannes dice cosas que parten el corazón porque, lejos de ser una pareja de Disney -como todo ciclo de relaciones, ya estaban aburridos, y a veces se peleaban- cuando vuelve de su paseo piensa cosas como "si Enna viviera, sería un verdadero gusto llegar a casa". Esto es bonito y debería ser un aviso para lo que damos por hecho. 

Porque Johannes se ha de forzar a salir pues, "ay qué pena, piensa Johannes, qué lástima da quedarse solo, es una verdadera lástima, piensa Johannes, será mejor que vuelva a salir enseguida, piensa, en casa ya no hay quien pare, piensa Johannes".

"solo que ahora ella se ha ido
para siempre
Así es la cosa, dice Johannes"
La sensación de vacío, que no se llena con todos los kilowatios del mundo-pongamos que tengas suerte y no estés en pobreza energética, como muchas familias y ancianos hoy en día:
"pero por mucho que calentara la casa nunca llegaba a calentarse del todo, y por muchas luces que encendiera tampoco llegaba a iluminarse del todo, de modo que si por eso fuera, podía quedarse en la cama holgazaneando tanto como aguantara, solo que tampoco podía darse por vencido (...) En fin, dice. Así es la cosa, dice. Tengo que ponerme en marcha, dice".
Y ver su fantasma.
"Y Johannes piensa en lo bien que estuvieron los últimos años que vivió Erna, sin apuros de dinero, sin trajines ni fatigas de ningún tipo, vivieron en paz y tranquilidad, pero de pronto un día Erna amaneció muerta en su cama ahí arriba en la guardilla, piensa Johannes, y mira hacia la ventana de la cocina donde solía apostarse Erna y ahí no hay Erna ninguna, no hay más que suelo vacío, piensa Johannes" .


Y la de "de he hacer algo", "he salir de esta cama aunque no quiera". Porque lo que de verdad quiere es morirse. Porque total, ya nadie le necesita
"pero será lo que tenga que ser, tampoco tiene mayor importancia, ahora que Erna está muerta y los chicos ya hace tiempo son mayores, no sería un drama que acabara alimentando a los cangrejos, piensa Johannes"
Esto es tristísimo y he estado en conversaciones en las que las personas mayores dicen algo de este estilo, "ya no sirvo para nada". Y qué? Las personas no estamos para servir para nada. La muerte digna nada tiene que ver con "no ser productivo", "no ser un estorbo", a la que se referían en el debate del parlamento los oponentes a la ley. No han entendido nada. 

A veces pienso en las cosas que nos sobrevivirán, en los objetos. Tengo a ratos problemas para deshacerme de ciertas cosas -no me gusta comprar y este es un factor contributivo- que considero con "valor sentimental". Esto me está llevando a acumular algunos trastos en el desván y a menudo, cuando subo, me pregunto, "quién tirará todo esto, a qué contenedor irá". Fosse también lo toca:
"basta con pensar en todas las veces que Erna usó esos barreños, cuántas coladas no haría en esos barreños antes de tener su lavadora, pues unas cuantas, y ahora Erna ya no está, mientras que los barreños siguen aquí, así es la cosa, las personas desaparecen mientras que las cosas permanecen" 

Supongo que ese pensamiento de dónde irán mis cosas es también envejecer, aunque me haga 30 kms en bici y el cuerpo más o menos aguante. Pero no hace falta tener cierta edad para leer esta novela, aunque leerla con 20, cuando se es inmortal, no debe ser lo mismo. Aún así lo recomiendo porque aunque llueva, a ratitos sale el sol: solo hay que saber encontrar el arco iris...






04 diciembre 2024

"La vegetariana" de Han Kang: tu cuerpo como arma

Algo me dice que hoy me va a salir un divague raro: va sobre "La vegetariana" de Han Kang, la coreana que solo tiene un año más que yo y ya acaba de hacerse con el premio Nobel de literatura, la muy odiosa. Lo presiento raro no porque la novela sea rara y esto un homenaje, sino porque rehúso contarla [ohmygot cuántas críticas, hasta en el Guardian que he dejado en el segundo párrafo porque veía que la resumían: críticos, get a grip, una review no es un resumen]. Intento no hacerlo nunca -y si se me escapa, aviso-, pero es que en este caso ni siquiera puedo hablar de sus temas [tal vez se entenderá luego].  Aspiro a que esto sea una anotación para recordar que leí "La vegetariana" -serlo es algo a lo que también aspiro, pero oh, la carne es débil- aunque me encantaría que me saliera algo oscuro y extraño, como le salió a Han Kang. Pero para eso hay que valer, me falta tormento y tontería: veremos. 

Antes, una cosa: toda la familia de Kang está relacionada con la literatura: son escritores su padre y sus hermanos, crítico su ex, con su hijo tenía una librería en Seúl. Esto solo lo digo por la ilusión que les habrá hecho a todos este premio, apuesto a que no lo esperaban, aunque este libro ya había ganado el Booker Internacional 2016. Y debe ser muy merecido, a tenor de lo exaltada que está la crítica [aunque generalmente solo resuman], pero yo solo digo que no me ha pasado como con Olga Tokarczuk (Nobel 2019) y "Los errantes": con este inmediatamente entendí. Y me reafirmé con "Sobre los huesos de los muertos". Aquí, no sé, pero no voy a ser tan ingenua de pensar que estas cosas se deben a razones únicamente literarias. 

Y ya por sacarme esto de encima cuanto antes: la traducción es a killer. En serio: es insportable leer traducciones y no me cansaré de decirlo y me podéis llamar loquesea y trolearme en vuestras mentes. Un ejemplo: "trasero". ¿En serio? O sea, es un libro lleno de drama, bilis, oscuridad, simas, color violeta, cuerpos, y para describir donde la espalda pierde su nombre se dice "trasero"? No voy a hacer yo de traductora, pero es que hasta culo hubiera quedado mejor, por no hablar de nalgas y hasta glúteos: ¿no sabe el traductor que "trasero" es irónico en castellano?

Sensación "otro planeta" me pasa con los orientales, tal vez por eso he leído pocos. No me gustó Murakami, y en el divague de "El templo del pabellón dorado" de Yukio Mishima lanzo la hipótesis de por qué tengo buenos recuerdos de otro libro suyo (resumen=la edad, estaba en mi veintena) y con el del pabellón se vuelve al estado natural de las cosas: me ha vuelto a parecer una jirafa cuadrada. Pues bien, Kang es marciana, como se esperaba. 

No voy a hablar de temas subyacentes porque serían muy manidos, casi da verguenza [que si patriarcado feroz, que si capitalismo extremo, que si Greg Samsa, que si Bartleby]. La percha que usa es para mí extra dolorosa, porque leer el tratamiento de la enfermedad mental en literatura lo tiende a ser, aunque esta frase me gusta: "irse sola al otro lado de los límites tras haber hundido su vida en un lodazal.". Hay gente que lo hace bien, no sé, Plath, Franzen, o Foster Wallace -el pobre, tan en primera persona, y también Sylvia, pero no es fácil. Y me exaspera lo del trauma: debe ser terrible tener una enfermedad mental hoy en día y que no te hayan abusado de niño, porque parece que todo se explica por esa palabra, "el trauma". Es perezoso hacerlo y da mucha pereza leerlo -o verlo en el cine, ay, pobrecito Joker. Dejad de hacerlo, ya hay suficientes: escribid de alguien neurótico hasta la médula nacido en una familia que se quiere, de un psicópata más frío que el pescado cuyos padres eran buena gente, de alguien con depresión clínica al que todo le fue bien. Existen, de verdad. Y sí, da mucho más vértigo asomarse a esas mentes, porque plantean dudas mucho más incómodas. Pero va, dejad el trauma, que ya aburre. 



No ha sido todo el rato así: tiene tres partes y en la primera [채식주의자] leo intentando abrazar la marcianidad con algo parecido al interés. Un personaje -sorpresa, un señoro- es desagradable, y se le enseña, como corresponde, el dedo corazón: bien hecho, aplaudo, hay que sacar más ese dedo a pasear sobre todo metafóricamente.  Y sí, lo compro: el propio cuerpo puede ser un campo donde luchar ciertas batallas, lo saben muy bien las anoréxicas que ya existían antes de Instagram y la tele: antes eran monjas iluminadas. Mi cuerpo contra__________ (añádase aquí lo que convenga). En esa parte frases como estas me animan a seguir leyendo: "¿Qué es lo que cortaré con mi cuerpo que me estoy poniendo tan afilada?" o "Tu propio cuerpo es lo único a lo que le puedes hacer daño. Es lo único con lo que puedes hacer lo que quieres. Pero ni eso te dejan hacer". 

En la segunda [몽고반점] ha sido algo mucho más visual ["Más que despertar deseo, era un cuerpo que apetecía quedarse contemplando"], un recreo de imágenes que he construido en mi cabeza con las pinceladas que da Kang y me ha quedado bastante bien. Igual estaba aún bajo el influjo de Garro y sus  "lianas y hojas carnosas", pero ha sido un festival, algo así como el invernadero de nenúfares que hay en Kew Gardens mezclado con chocolate que se derrite sobre una fresa. Debo estar muy mal porque el sexo descrito, supongo que con intenciones de asquear y sentir rechazo, medio me ha puesto. 

La tercera parte, [나무 불꽃],ya con el tema sanatorio á la Cucko's nest se encuentra con "La mujer habitada" de Gioconda Belli, como que no, claro que hay perlas como el psiquiatra que se enoja con los pacientes que no evolucionan como él querría: me he reído y es que hay pacientes que solo van a fastidiar. 

Con esta frase, que no sé de qué parte es termino: "El tiempo, que es un torrente ecuánime hasta la crueldad, se llevó en sus aguas su vida". Y con su título: es tan bonita esta grafía que estoy considerando leerlo en coreano...


 채식주의자 

01 diciembre 2024

"Los recuerdos del porvenir" de Elena Garro y vino especiado en el Foyles de Charing Cross Road

En Foyles
En un año en el que he leído varios libros que me han encantado, decir que
"Los recuerdo del porvenir" es mi mejor libro del año es decir mucho. No había leído nada y apenas me sonaba su autora, la mexicana Elena Garro, que lo escribió en 1953 - aunque fue publicado por primera vez en México en 1963. Creo que la primera vez que se publicó en España fue en 1994 y el pasado septiembre la reeditó Cátedra, que es siempre un festival de anotaciones y con introducción de Yannelys Aparicio y Ángel Esteban (111 páginas).  Este mismo año otra mexicana, Jazmina Barrera, ha publicado un libro sobre la autora titulado "La reina de espadas", que no he leído, pero sí que me he empapado de todo lo que ha caído en mi mano sobre Elena Garro. 

Sin embargo, cuando me he puesto frente al divague, me he dado cuenta de que no podía escribir sobre la autora y sobre el libro, porque recordemos qué paso con el divague de Charmian Clift, hace unos meses - al intentar hablar de su libro "Mermaid singing" y su vida tan llena de, precisamente, vida-, o con Shirley Jackson y "We have always lived in the castle", o incluso Patricia Highsmith y "The talented Mr Riley": en todos los casos la cosa se fue de mano y me salieron divagues tirando a tesinas -solo que sin supervisión. 

Así que hoy voy a hacer todo lo posible para no escribir sobre su biografía (ahora, en relectura, me doy cuenta que he fracasado, aunque hey, hay que valorar la intención), pero enlazo un podcast en el que hablan de su "azarosa" vida [nota: todo en este podcast llamado "Grandes infelices" es deprimente -por lo menos no engañan con el título-, no solo por su contenido, sino por la forma: atención a la música, el tono y las inflexiones de voz del narrador] y un documental "La cuarta casa". Tras verlo, confieso que me ha hipnotizado totalmente esa ancianita frágil que me acababa de dejar KO con la lectura de su novela, diciendo cosas como - con ese acento delicioso-, "si pudiera le daría un borrón a toda mi vida, ¿no has visto que solo hice tarugadas?". Me ha recordado a aquel otro documental literario sobre otra ancianita de manos expresivas, "El centro cederá", Joan Didion. Me ha enternececido muchísimo -mirad el tráiler abajo y me entenderéis- a la vez que me ha costado encajar a esa persona con todo lo que he leído sobre ella después, que me ha llevado a pensar que todas esas "tarugadas" a las que se refería eran tal vez la expresión de un trastorno de la personalidad límite (no me hagáis entrar en qué es eso, pero pobre: cuánto sufrimiento), que encima se casó con un piezas como el poeta y Nobel Octavio Paz, según todas mis lecturas un ser tirando a deleznable: machista, controlador, mentiroso, tirano -no será casual que un personaje de la novela diga: "No me gustan los poetas, no piensan sino en ellos mismos". Mi conclusión es que chocaron dos asteroides en llamas y de ahí salió lo peor de cada uno.

Hall de Foyles,
Charing Cross Road

Antes de comenzar con el libro, una nota aparte: las fotos de hoy son de una tarde esta semana en Foyles, una de las librerías fantásticas en las que me encanta perderme. Era una evening de música, "mulled wine" (vino especiado caliente), "mince pies" (unos pastelitos que, como el mulled wine, son aquí típicos de Navidad) y un montón de autores firmando libros esparcidos por rincones de sus cinco plantas. Me llevó a varias reflexiones: 1. con lo duro que es que te publiquen y luego puedes estar ahí sentado esperando tú sola (esos autoresm me daban pena, y después de un par de encontronazos intenté evitar contacto visual o hubiera acabado comprando el libro para animarles), 2. la fila que daba varias vueltas era para una chica joven que había escrito algo titulado "Todo lo que sé sobre las fiestas, citas, amigos, trabajos, vida, amor" (sin palabras) y 3. me topé de frente con Rick Astley, que debía ir al baño y está con el mismo tupé que en los 80 pero ya no pelirrojo. Se cierra el inciso, rebobinemos 70 años y volvamos a México. 


Esta es la autora por la que siento profunda envidia
no-sana, dada la gran fila de chicas que quieren
conocer todo lo que ella sabe del amor, fiestas y citas.

Como decía, Garro escribió "Los recuerdos del porvenir" en 1953, durante una enfermedad en la que empezó a recordar su infancia en Iguala, ciudad a unos 200 kms del DF: alguna vez dijo que le costó un mes (alucino). Muchos la consideran una de las precursoras del realismo mágico, término que no le gustaba, le parecía una estrategia comercial; y mejor no entremos en el concepto del "Boom", un club solo de señoros. Esteban y Aparicio cuentan en la introducción que hay una diferencia clara de estilo en García Márquez pre y post "Cien años de soledad", la novela paradigmática del realismo mágico, publicada en 1967. Las anteriores ["La hojarasca" (1955), "El coronel no tiene quien le escriba" (1961), "La mala hora" (1962)] no tienen elementos mágicos y la hipótesis es que Gabo leyó "Los recuerdos del porvenir" que había sido publicada en 1963 y le influyó en su literatura posterior.  Yo no me acuerdo mucho de "Cien años de soledad"  -y eso que es de los pocos libros que he releído- aparte del mítico principio y Rebeca [no Amaranta, eskerrika asko Nati por la correción y por esto, que me ha dado ganas de volverla a leer: "llegó a Macondo con un saco que contenía los huesos de sus padres muertos y les contagió la enfermedad del insomnio"], la niña que tiene pica, que en aquella época yo todavía no sabía que se llamaba así ni que podía ser indicativa desde de déficits de micronutrientes hasta otros desórdenes: en esos momentos para mí solo era una niña rara que se comía la cal de la pared. Re-escribo: Yo no me acuerdo mucho de "Cien años de soledad"  porque en aquella época no tenía blog, ni existían los docus de word y no escribí sobre ella como estoy haciendo ahora, pero para eso están los académicos: para explicar que Dorotea, uno de los personajes al que desde que los zapatistas le quemaron la casa, se le queman los frijoles o las nubes de mariposas amarillas que cruzan los jardines, son precursores de cosas que pasan, 14 años después, en la novela del colombiano. Hasta Ixtepec es visto como el origen de Macondo. 

No pidan hoy relación entre el texto y las fotos:
no me da la vida (solo va la autora con éxito
saber de parties o qué?)

Ah sí, Ixtepec (qué nombre más bonito, sera porque tiene "x"?) es el pueblo donde transcurre la acción y que además es el narrador de la historia. Y describe nada menos que así:
"Mis casas son bajas, pintadas de blanco, y sus  tejados aparecen resecos por el sol o brillantes por el agua según sea el tiempo de lluvias o de secas. Hay días como hoy en los que recordarme me da pena"
"La noche estaba inmóvil, se oía el respirar pesado  de las montañas secas que me encierran, el cielo negro sin nubes había bajado hasta tocar tierra, un calor tenebroso volvía invisibles  los perfiles de las casas". 

 "Los reflejos alargaban el tiempo. En los rincones se instalaron  formas extravagantes y el olor de las cucarachas gigantes llegó a  través de las rendijas de las puertas. Una humedad viscosa se untó a las paredes y a las sábanas. Afuera se oían caer las hojas podridas  de los árboles. El ir y venir de los insectos produjo un ruido  sofocante. La noche de los trópicos devorada por miles de alimañas  se agujereaba por todos los costados y los esposos oían mudos la  invasión de agujeros".

 ...y el verbo "recordar" de la primera frase (que es del potente primer párrafo del libro), nos avisa de uno de los temas de la novela, también explícito en el título (recuerdos y porvenir), que sugiere un tiempo circular: "Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga". Tantas veces luego hemos oído o repetido versiones de esta frase para indicar que ese ser querido que nos ha dejado seguirá vivo mientras le recordemos. El tema del juego entre tiempos y espacios (que mis académicos llaman "instancias cronotópicas") es constante: "cargado de recuerdos no vividos", "¿Y si estuviera viviendo las horas de un futuro inventado?", o...

Algunos de esos días  habían quedado aparte, señalados para siempre en la memoria,  colgados de un aire especial. Luego el mundo se volvió opaco,  perdió sus olores penetrantes, la luz se suavizó, los días se hicieron  iguales y las gentes adquirieron estaturas enanas. Quedaban todavía  lugares intocados por el tiempo como la carbonera con su luz negra.
Aquí ya me había fundido la mince pie, 
pero el vino estaba infumable

Aunque Ixtepec es un narrador masculino, las mujeres tienen un papel muy importante en la novela: Julia Andrade, guapísima, distante, inalcanzable: "No podían perderla: bastaba seguir la  estela de vainilla dejada por su paso. En vano la condenaban cuando estaban alejados de ella, pues una vez en su presencia no podían escapar al misterio de mirarla. (...) Las noches en que Julia no salía de su hotel, la plaza languidecía". E Isabel Moncada, rebelde, independiente,  con facilidad para "improvisar la alegría", desafiante de la sociedad patriarcal: "A Isabel le disgustaba que establecieran diferencias entre ella y sus hermanos. Le humillaba la idea de que el único futuro para las  mujeres fuera el matrimonio. Hablar del matrimonio como de una  solución la dejaba reducida a una mercancía a la que había que dar  salida a cualquier precio". Los estudiosos han comparado a Isabel con la Virgen de Guadalupe, por lo de etérea y admirada, y a Isabel con la Malinche (la intérprete y luego amante de Hernán Cortés, vista por algunos como la traidora máxima y por otros como la madre del mestizaje mexicano), por un giro de guión que no desvelaré. Cuando me he enterado que Garro dijo que su obra no era feminista y se declaró anti-feminista en alguna ocasión, no me lo podía creer: la novela fue escrita hace 71 años y es adelantadísima en ese aspecto . Claro que en otra entrevista dijo que si una mujer es rebelde, es feminista, y que los personajes de sus novelas lo son. Como ella misma, que fue siempre a contracorriente, no solo de la sociedad, sino de la intelligentsia de la época, con la que se enfrentó tras la Matanza de Tlatelolco (esto daría para otro divague, está en el podcast). 

A la salida del metro en Tottenham Ct. Rd. han puesto
unos cubos con proyecciones: me encantaron


En primer lugar, Garro venía de una clase acomodada, y en algunos lados he leído que era políticamente conservadora, muy opuesta al comunismo a la vez pero una gran luchadora por los derechos de los campesinos, los indígenas y los oprimidos en general, lo que queda clarísimo en "Los recuerdos del porvenir" y es parte de lo que, en cuanto a contenido, la hace tan atractiva (dice un personaje: "Hay que ser pobre para entender al pobre" o "Los  pobres, «montoncitos de basura» como los llamaba Dorotea, se  contentaban con la generosidad de los balcones abiertos y ansiosos recogían los pedazos de la fiesta").  Garro no era popular con los intelectuales que hoy llamaríamos "woke": en 1937 estuvo en una conferencia en plena guerra civil en Valencia, junto con muchos intelectuales, como "esposa de" (Paz) y no encontró su sitio: le parecían de una hipocresía terrible, supongo que para ella el defender ciertas ideas debía conllevar vivir en un barril á la Diógenes Laercio. Fue simpatizante de revoluciones como la cubana inicialmente, pero luego se decepcionaba (la realidad es lo que tiene, nunca puede llegar al nivel del sueño).  Además, era católica, de misa en latín y creyente en los milagros -me pregunto si esto puede perdonarse por el contexto mágico latinoamericano que dio lugar precisamente al realismo mágico. 



La Guerra Cristera forma el fondo de la novela: en 1926 comenzó esta guerra porque el entonces presidente, Plutarco Díaz Calles, quería ejercer control sobre los bienes de la Iglesia y establecer el número de curas por circunscripción. Para ello clausuraron iglesias y conventos, las gente se revolvió y murieron unas 70.000 personas. Se hace rarísimo leer que los militares llegan a Ixtepec a intentar poner en práctica este control, cuando al menos en España, estos dos estamentos, iglesia y ejército, siempre van de la mano. Así llega el implacable general Francisco Rosas con su séquito de militarzuelos de distintos rangos y sus "queridas" (así llaman a las amantes de esta panda, muchas de ellas prostitutas que se alojan en un hotel, donde la vida es "apasionada y secreta") a Ixtepec. Militares que están, como siempre, en contra del pueblo, pero choca que estén persiguiendo a los curas.


Rosas tiene por "querida" a la guapísima Julia Andrade, claro, y está locamente enamorado, pero ella pasa millas y muestra una indiferencia que para mí es más dolorosa que el rechazo frontal («Mientras más la quiere, ella se le va más lejos. Nada la entretiene: ni las alhajas, ni las golosinas. Anda ida. Yo he visto sus ojos aburridos cuando él se  le acerca. También lo he visto a él sentado al borde de la cama, espiándole el sueño»). Por supuesto formas de violencia que hoy nos parecen intolerables son presentadas con total naturalidad (recordemos, escrito en 1953): una de las queridas le dice a su amante que ojalá que Rosas le "dé una buena" porque "Es muy rejega. Merece unos fuetazos y luego su azúcar, como  las yeguas finas". Y cuando él le pregunta por qué a Julia no la quieren las mujeres dice, con amargura "tal vez porque a ninguna de nosotras nos quieren como a ella". Mentira: hemos crecido con ese cuento, pero quien bien te quiere no te controla, no te monta números, no se hace el atormentado... si lo está, es su tema, nada tiene que ver contigo. Dijo Garro que Julia, rosa de hielo, era su personaje favorito de todos los que escribió en su vida: "Se le  escapaba brillante y liquida como una gota de mercurio y se perdía  en unos parajes desconocidos, acompañada de unas sombras  hostiles. (...) Julia no andaba en este pueblo. No pisaba tierra. Vagaba  perdida en las calles de unos pueblos que no tenían horas, ni olores,  ni noches: ".

Como no voy a contar  la trama de la novela, no diré lo que pasa con esa relación, aunque los estudiosos han podido ver metáforas con la historia de México (a veces me pregunto si muchos autores no se sorprenden cuando leen lo que la crítica literaria hace de sus textos-en algunos casos seguro que ha sido muy planeado, pero en otros, cuando los análisis son psicoanalíticos, me echo a temblar), pero sí quiero explicar que los militares no salen precisamente bien parados en esta novela. Decir militares siempre es volver a lo funesto, lo desagradable, lo que queremos lejos, pero en Latinoamérica mucho más. Aquí no es diferente y Garro lo describe a la perfección:
Así volvimos a los días oscuros. El juego de la muerte se jugaba con minuciosidad: vecinos y militares no hacían sino urdir muertes e intrigas.

Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de calores de que están hechos los colores.

La muerte de los demás es un rito que exige una precisión absoluta. El prestigio de la autoridad reside en el orden y en el despliegue de fuerzas inútiles.

«Se lo llevaron» era peor que morir
 La noche avanzaba difícilmente, llevando a cuestas los crímenes del día. 
 ¿Te acuerdas del tiempo en que no teníamos miedo?
«No todos los hombres alcanzan la perfección de  morir; hay muertos y hay cadáveres, y yo seré un cadáver», se dijo con tristeza; el muerto era un yo descalzo, un acto puro que alcanza el orden de la Gloria; el cadáver vive alimentado por las herencias, las usuras, y las rentas. 

 He puesto todas estas citas porque creo que reflejan mucho mejor de lo que pueda explicar yo el ambiente de la novela. Si la estoy recomendando encarecidamente por ahí no es por la historia que cuenta Ixtepec, que puede interesar más o menos, sino precisamente por esa manera de contarla, tan maravillosa. He subrayado tanto el libro, he puesto tantas "d" metidas en un círculo (que es la manera como me digo que ahí hay una descripción) que me resulta imposible explicarlo con mis propias palabras que se quedan tan pequeñas, tan mediocres a su lado.

Un nuevo ritmo presidía la casa: el aire estaba hueco, los pasos inaudibles de las arañas se mezclaban al impasible tictac que corría sobre la cómoda. Una presencia inmóvil dejaba quietos los muebles y muerto el gesto de los personajes en los cuadros.

En el salón las consolas quedaron en suspenso y los espejos impávidos se vaciaron de sus imágenes. Nunca más la casa de los Moncada escaparía a ese hechizo. El tiempo sin pianos y sin voces empezaba. En la cocina los criados velaban al silencio con silencio.

De  noche la sierra es estrecha y no deja pasar a los fugitivos, lanza  rocas a los caminos y las almas en pena se pasean aullando por sus  crestas negras. 
La tristeza de Julia pareció contagiarse a todo su grupo y de allí  extenderse a la plaza entera. En los rostros de los militares, repentinamente tristes, los encajes negros de las sombras de las  ramas escribían signos maléficos.  Grupos de hombres vestidos de blanco, recargados en los  troncos de los tamarindos, lanzaron ayes prolongados que  desgarraron la noche. Nada más fácil entre mi gente que esa rápida  aparición de la pena. A pesar de las trompetas y los platillos que  estallaban dorados en el kiosco, la música giró en espirales  patéticas.

Esto ya es paseando por Londinium-la-nuit

No sé si he leído por ahí, o es cosa mía lo de que la novela es profundamente sensorial: «¡Ah, no estar nunca más  en el olor de este cuarto!», dice un personaje. Pero eso es mucho más que una descripción sensorial, es demasiado potente para ser solo eso. O lo visual: "y el cuarto se llenó de lianas y de hojas carnosas": cómo, por qué no se me ha ocurrido eso nunca a mí? Qué preciosidad es esa, que me transporta a esa misma estancia, con toda su opresión que es gelatina que se me pega por todo el cuerpo. 



"«¡Qué vida, mejor se acabara!» y caminábamos los días que ya no eran nuestros", dice otro de los personajes, y me recuerda a la ancianita que se duele de todas las "tarugadas" que hizo en el video de abajo. Antes, otro hace una pregunta que "venía de un mundo en el que todavía contaban las acciones y existía la esperanza", un mundo que desaparece y la desolación parece que se intuye, es salvaje: "Sin saber por qué, les dijimos adiós como si se fueran para siempre".

La cita del principio "Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga" enlaza perfectamente con esta otra de más adelante en la novela: "Cuando llega el olvido es que ya acabó la vida". De nuevo, el tiempo circular, que a través de las décadas ha traído a mi vida a esta autora,  como uno de esos terremotos mexicanos. Como una ola, la describió Octavio Paz, "que sube y baja, que viene y va, incontrolable, y a la que no hay que preguntar el origen y sentido de sus vainenes", analizan los críticos; como un txunami, Elena Garro, llegó tu escritura a mi vida.