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07 marzo 2011

"La tejedora de coronas", un libro Patrimonio de la Humanidad

Para Rogelio.

“La tejedora de coronas” del colombiano Germán Espinosa fue un regalo de Navidad traído directamente de Santa Marta. Dicen que si es la novela colombiana más grande tras “Cien años de soledad”, y ha sido reconocida por la UNESCO como “Patrimonio de la Humanidad”. Hace poco lo terminé y es uno de esos libros en los que me enfrento al blogger en blanco con mi mente precisamente del mismo color. Es tan abrumador que te deja con esa sensación mejor explicada por la onomatopeya “WOW”.



En primer lugar, la logística de leerlo: se trata 555 páginas divididas en diecinueve capítulos de una media de cuarenta hojas cada uno, en los que no hay un solo punto y seguido (por no hablar de aparte, claro: hay dieciocho en todo el libro, los que separan los capítulos). Ello quiere decir que cuando te lanzas de cabeza en un capítulo es como tirarse en un río de montaña por los rápidos y no saber por dónde vas a salir: porque la vida generalmente nos demanda para esas cosas mundanas como bajarnos en la siguiente parada, y no hay otra que parar, así, como quien contiene la respiración, sin saber cuándo vas a volver a respirar. Esto lo hace duro al principio, y tienes que aprender a leer de otra manera, sin desesperarte por retener todos los datos porque no van a ser imprescindibles para que Espinosa te siga llevando por sus rápidos sin piedad porque, al llegar al remanso, con suerte tendrás una idea de lo que ha supuesto el viaje. Difícil de explicar, eso sí, porque tiene mucho de confuso, onírico y de blogger en blanco, que es lo que estoy tratando de divagar hoy.
Las primeras páginas del libro son para llorar de emoción por la belleza formal, apabullante: simplemente no puedes creerte que vayas a tener 555 páginas de lo mismo sin parar, te hace replantearte qué va a ser de tu vida en las siguientes semanas, y si los subrayados en rojo van a tener sentido, cuando todo está subrayado. Memorables son muchos comienzos de novela, memorable me parece éste:

“Al entrarse la noche, los relámpagos comenzaron a zigzaguear sobre el mar, las gentes devotas se persignaron ante el rebramido bronco del trueno, una ráfaga de agua salada, levantada por el viento, obligó a cerrar las ventanas que daban hacia el occidente, quienes vivían cerca de la playa vieron el negro horizonte desgarrarse en globos de fuego, en culebrinas o en hilos de luz que eran como súbitas y siniestras grietas en una superficie de bruñido azabache…”

La primera escena nos presenta a Genoveva Alcocer, la tejedora de coronas (este es el significado de su nombre), en la bañera, o bañadera como dicen en Cartagena de Indias, ciudad donde se desarrolla la infancia y primera juventud de la protagonista, con cuyo acoso por la flota de Luis XIV de Francia comienza la novela. La sensualidad del libro está patente desde la primera página:

“sería mejor llevar la camisola al meterme en la bañadera, pues ir desnuda era un reto al Señor (…) y quedé desnuda frente al espejo de marco dorado que reflejó mi cuerpo y mi turbación, un espejo alto, biselado, ante cuyo inverso universo no pude evitar la contemplación lenta de mi desnudo (…) pensaba que la belleza era garantía de felicidad, aunque los mayores se inclinaran a considerarla un peligro”. (1)

No sólo por el párrafo anterior, que resume su manera de entender la vida -un carpe diem de los sentidos-, Genoveva es una adelantada de su época, una criolla de finales del Siglo XVII que se enamora de un aprendiz de astrónomo que bautiza a un nuevo planeta con su nombre y, desde la astronomía (denosta la astrología) y el hedonismo, desde la ciencia pura y la no-superstición se enfrenta a una sociedad donde el Santo Oficio domina las pesadillas diarias de la mano de España, esa nunca-madre-siempre-madrastra patria, que Espinosa describe con una crudeza totalmente comprensible:

“unos habitantes que uno sabía torturados por todo género de presentimientos infernales, de bajísimas chismografías, de miedos incomprensibles, pues casi todo allí era considerado pecaminoso, las mujeres sometían a los maridos a larguísimas continencias sexuales, los varones vivían al acecho de rendijas donde atisbar las intimidades femeninas, las iglesias permanecían repletas de personas q se golpeaban espectacularmente el pecho, una epidemia de ceremonias eclesiásticas callejeras estorbaba el libre tránsito, los señores arrastraban la capa a fin de hallar pretextos para estoquear a quien las pisara, otros en cambio arrastraban cadenas y se cubrían con capuchas negras para hacer, como flagelantes después de la Peste Negra, penitencia publica lacerándose con disciplina y fajas de cerdas, los hedores se amazacotaban en todas partes…".

Una no puede más que replantearse que de esos polvos vienen los actuales lodos. Pero la superstición y la negrura hispánica del párrafo anterior contrasta poderosamente con el siglo de las luces francés, ya que Genoveva cruza el Atlántico y se instala en Francia, donde, como muestra, conoce a Voltaire y Diderot y se impregna de todo el Enlightement y el enciclopedismo del siglo, que han de terminar en la Revolución Francesa.

El verbo “impregnar” me traslada a las múltiples descripciones bastantes explícitas de los intereses y actos sexuales de Genoveva durante su vida, sin importarle género, condición, edad o incluso el que la estén violando, que aprovecha para disfrutar. Ya he divagado alguna vez sobre la particular visión de los hombres al describir en profundidad a las mujeres, y, si bien es cierto que para de meterte en la piel de un personaje hay que -antes que pertenecer a un género u otro-primerísimo, ser un observador obsesivo y luego, tener la técnica y el corazón de saberlo poner sobre el papel o la pantalla, no sé porqué, tenía la sensación de que era un erudito con perilla el que estaba describiendo el placer último tras ser forzada por un pirata repulsivo, o la atracción sexual por una niña que había medio adoptado, y no una mujer equivalente.

Espinosa era una enciclopedia de saber él mismo, y durante la novela abundan los datos históricos, geográficos y científicos. Personalmente, me ha abrumado en algunos puntos, donde la belleza formal del principio se combina con un tratado especialista. Todos esos datos se olvidan tan pronto como has pasado la página, cuando has superado la número cien. Pero, como decía la monja de historia: “el saber es lo que queda cunado se ha olvidado todo”. Al terminar “La tejedora de coronas” te queda un poso de historia de la colonización, el Siglo de las Luces, la masonería, la Inquisición… todo ello con el marco de fondo de los colores insultantes del maravilloso Caribe colombiano (toma Caribe!).


Y antes de terminar, le debo a Espinosa no sólo ideas de las que hacen volar, sino frases perfectas y una imagen que siempre estará conmigo, cuando vuelva a flotar como Federico sobre el mar:

“se arrojó otra vez al agua desde las rocas ásperamente labradas por (…) la jaiba azul del Caribe para nadar hasta cierta distancia y permitir a su cuerpo flotar como una balsa, la espalda sobre el agua, y el pecho apuntando al cielo claro (…), para caer en la cuenta que flotaba sobre el traicionero precipicio marino, sostenido en mero equilibrio mecánico y zarandeado por las corrientes que evidentemente lo habían arrastrado…”


Y tal vez sólo el que haya leído el libro vea el traicionero precipicio marino como si de un mapa físico se tratara, porque la manera de ver el mundo de sus protagonistas del lado de la luz es así, una mirada cartográfica, telescópica o microscópica si fuera el caso, una que intenta entender el mundo usando la razón. O tal vez el que haya nadado en aquel mar cuya belleza es indecente, cuyo azul me acompania como la imagen. Sabía que la ciudad de Cartagena de Indias era Patrimonio de la Humanidad, pero desconocía que lo pudiera ser un libro. Y ahora entiendo porqué “La tejedora de coronas” lo es.




(1) Curioso que mientras escribo esto leo Wide Sargasso Sea” (Ancho mar de los Sagarzos) de Jean Rhys, y justo me encuentro con esta frase: “The smell of soap as you cautiously soaped yourself under the chemise, a trick to be learned, dressing with modesty, anoher trick”, de nuevo pronunciada por una criolla, Antoinette Cosway, ésta en Jamaica en los 1830s, confinada en un convento. Dicen que las casualidades no existen, pero ha sido casual (o no?) que haya elegido este clásico moderno que llevaba ya un tiempo esperándome en la estantería.

19 comentarios:

  1. Pues me lo apunto en la lista (otro más).

    Una cosa, que parece que tú te lo tienes más estudiado, pero en la página esa que has mandado de la Unesco aparece el libro en una lista de orientación de traductores. ¿Es eso lo mismo que ser patrimonio de la humanidad? porque yo ahí no lo veo. Es curiosidad, eso no afecta a que sea bueno o malo, por supuesto.

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  2. Ya no necesito forum para decidirme. Está dedicido...será uno de los libros que lea a corto plazo..y sabiendo lo que voy a encontrarme.
    Gracias Di!
    Besis

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  3. Tiene razón el nene infeliz. Yo mismo aparezco 350 veces en una página de esas de la Unesco (347, para mi vergüenza), lo que no quita que lo que más tenga es patri-amonio.

    Me temo que este libro, que desconocía, va a ir a la par con Paradiso, de Lezama Lima, cuya lectura fue lo más parecido a un orgasmo de esos que te fallan las fuerzas y de pronto las encuentras. Un combate largo en el que pierdes tantas veces como ganas; pero al final todo es ganancia.

    Lo coloco, pues, como un imprescindible que requerirá una cuidadosa elección del momento.

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  4. Buena pinta tiene, si se desarrolla en Cartagena de Indias para mi ya es un aliciente.
    La ciudad me encantó, me pareció una novela en si misma, salteada de esculturas de botero y esquinas coloreadas, ventanas enrejadas y esa muralla que parece una separación de la realidad (quizá penosa realidad de las afueras).

    También recuerdo la guagua que da la vuelta a la ciudad, mientras te endulzan con ritmos caribeños, te van inyectando alcohol de baja calidad en vena y te arrojan luego al desenfreno nocturno...pero esta es otra historia.

    Que bueno volver a verlo señor NaN.

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  5. Habiéndolo leído me queda la triste sensación de no saber venderlo como lo vendes tu, Di.
    Imprescindible, como también lo es "El siglo de las luces" de Alejo Carpentier.

    Y sí, TOMA CARIBE!!!

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  6. Estoy en éxtasis tras entrar aqui y ver: 5 divagues!!!! Esto hay q entenderlo en el contexto comentario matutino del Peda: "No esperarás q nadie se lea ese ladrillo no?" Y yo: "pues lo he dedicado, por lo menos él tendra que reerlo". Pero nooooo!

    Sobre temas UNESCO, NINIO y NAN: yo nunc ahabía oído antes q un libro lo fuera, pero al comentármelo quien em lo regaló lo miré en Mr Gugel (puedo estar equivocada, ésta no es mi área así q puedo mirar en sitios no fiables) y hablaban de q en 1992 la UNESCO le había dado el título de "Obra Patrimonio d ela Humanidad". No se qué implica exactamnete, ya nos contarás, NAN. Parece q el libro ha sido mucho más leído en Francia donde se titula "La Carthageniense".

    Me ha gustaod tu descripción de "Paradiso". Tengo una edicion muy fea, y simepre he medio mirado al primera página con altos planes de futuro. Hablando de Cartagena TXELOS me ha dado una idea: debo comprar ya un vuelo a La Habana para este verano, y agenciarme una hamaca y una proveedor de mojitos (con fresas), la música la pondrán ellos de fondo y no moverme de allí hasta q lo termine (ahh qué verano sería ese!!!!)

    Y sí, TXELOS, estoy contigo en q Cartagena es como de peli... por ej, la foto d ela seniora con las frutas en cabeza, q podría parece run montaje, es simplement euna seniora q pasaba por ahí, mientras mi cámara guiñaba a los enrejados.

    NO, me alegro de haberte animado, para eso divagamos-bueno, y para sacar todo esto de dentro!, y ANONIMO, por ser vos quien sois, te dejo q uses mi divague para futuras ventas, siempre que nos guardes un sitito en la hamaca para el futuro...

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  7. Con el Peda, Basaja y demas vascuences estoy enfadado...les dedico cantos populares de su pueblo dentro de las musicas minoritarias de mi blog y pasan de hacer un mísero comentario al respecto.

    Dura vida la del bloguero minoritarioo!!!

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  8. Ay qué risa... es q no se lo has dedicado con todas las letras, será por eso. Es una pena pq estas músicas son motivo de mucha juerga en nuestra casa (le dije al Peda: mira, mira lo q ha puesto TXELOS) y él "déjala un poco más" y yo... CERRAR.

    No me gusta la música "étnica" por llamarlo de alguna manera... ni las jotas, ni las gaitas escocesas o gallegas, ni el flamenco... estaría el country dentro de "música étnica"? Pq ese si q me gusta. Pero para de contar. En mi experiencia esta música en el País Vasco es todo menos minoritaria.

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  9. Joder me meto con rubalcaba y lo ingresan en la uci, me siento culpable, espero que no sea por mi comentario Rubalcaba

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  10. Tu tiroteas el sicoanalisis pero esta animadversión a lo local/rural yo creo que tiene origen en alguna frustración infantil...¿A ti en vetustilla te quitaban el bocadillo de mortadela y te lo tiraban a los charcos No?

    Yo no tengo más pueblo que san josé aunque ahora me encuentre en la diáspora de la almozara.

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  11. Pero el libro ¿te lo has leído?

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  12. Ja, já, el PEda no nos conoce a los frikis de la literatura.

    Si duda, Txelos. No se podía esperar tal cosa precisamente de ti.

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  13. TXELOS, saint Joseph no es nada, en Vetustilla harías tú novelas policiacas... bueno, q no digo nada querido El Chico De La Consuelo (con el debido respeto), q tras lo de Rubalcaba, etc.

    ABABOLI!!! Ya sabes que no, son las mejores crónicas

    NAN, el Peda es un frikilit tambien, pero le puede meterse con este blog... si supieráis el abuso q tengo q soportar cada cena... estoy por echarle a Txelos y q le haga un Rubal (de susto solo eh?)

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  14. yo no sabía que quería decir "obra de arte" cuando de libros se trata. Cien años es una obra preciosa, El quijote, monumental, Borges, un universo... La tejedora es una Obra de Arte... en mayúsculas...

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  15. Hola Oscar! Bienve al divlog. Hacen ilu estos comentarios de entradas pasadas... me alegro q disfrutaras también. Es un libro enorme y creo q poco conocido.

    Besos

    di

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  16. En la Universidad lo leímos, es un reto para aquellas personas que leen obras que esperan que sean muy obvias, es una obra para exigir al cerebro a entender que todo no es lineal.

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  17. En la Universidad lo leímos, es un reto para aquellas personas que leen obras que esperan que sean muy obvias, es una obra para exigir al cerebro a entender que todo no es lineal.

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