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31 mayo 2025

"Los de Bilbao nacen donde quieren" de María Larrea: cuando la vida atropella y da marcha atrás para atropellar otra vez

El domingo vinieron a cenar unos amigos y Laeti, que es francesa, me trajo este libro. Estaba escrito originalmente en francés porque la autora, aunque nació en Bilbao -le hacen creer que sus padres vuelven solo para que pudiera decir que nació allí, yo conozco algún caso similar-, es en realidad parisina. Larrea viene a ser una Mini francesa, hija de españoles emigrados a Francia. En esta su primera novela -que ganó precisamente un premio por ello- cuenta, entre otras cosas, su experiencia de emigrante, de niña con pocas amigas, más morena que las demás, de lo que es ser "la española".

Esto daría por sí mismo para una novela entera, pero María Larrea mete eso y mucho más en menos de 200 páginas. Parece que pasa de puntillas, con levedad, sobre su autobiografía, que es muy densa, pero en absoluto. Cuando la termino -see lee en dos tardes- estoy medio en shock: he subrayado párrafos de belleza formal como no estoy acostumbrada a hacerlo en obras traducidas, a la vez que he leído retratos psicológicos magníficos-, a la vez que he llorado. También he de decir que hay expresiones que me han chirriado (sobre todo cuando usa la fisiología humana -"mezcla de apnea y espiración blanca", "la sangre me pasa trabajosamente por la coronaria y la aorta"- y al final en un punto explica que le interesa la medicina, igual es por eso). Pero los temas que toca están llenos de emoción para mí, no sé si de la misma manera que lo estarán para otros lectores: esa es la maravilla de escribir, tú lanzas algo y el resto hacen de él lo que sea. 

Sus padres chiflados
Ambos personajes me han conmovido a su manera. Ambos vienen de un pasado paupérrimo y marcado por el abandono y el abuso. Su madre, en una aldea de Galicia, es dejada con las monjas de muy pequeña por una madre atroz que la va a recoger a los 12 años para usarla como criada, ocupándose de la prole que ha ido naciendo, y para que la abuse sexualmente su padre. Es espantoso. El padre, hijo de una prostituta de Bilbao, dejado en "La Misericordia", el orfanato local, del que lo echan por blasfemar en la adolescencia temprana"Mis padres chiflados", los llama una vez Larrea, con cariño: cómo van a ser de otra manera, cómo culpar a la madre de sus rarezas y al padre de su adicción al alcohol. 

Cuando se encuentran y se casan (los dos son guapos, casi el único capital de los pobres) deciden emigrar a París, donde el padre trabaja cuidando un teatro y la madre limpiando, restregando. Así hasta que el padre pierde el trabajo y la madre se hace con una portería. El padre vivirá bebiéndose lo que la pobre madre intenta ahorrar. 

La mala suerte
Por si todavía no les habían ya tocado suficientes malas cartas en la vida, además no logran el embarazo -claro que igual esto fue su única buena suerte que evitó haber quedado encinta de su propio padre. Son los típicos emigrantes que vuelven todos los veranos un mes a Bilbao y ahí se dedican, cabezarrotas, a quemar el dinero ganado en Francia. El padre siempre ha de ser el "más rico entre los pobres", tiene una de esas personalidades que no puede tener un duro en el bolsillo: imprevisible y no-previsor, extrovertido, algo paranoide, feligrés del YOLO. 

En uno de esos viajes, quedan con unos amigos tan pobres como ellos. La descripción del grupo de Larrea me parece bestial por lo perfecta, por su carga, por todo lo que implica: "se ríen enseñando los huecos de los dientes que les faltan". Por lo gráfica, es que parece que los veo (más adelante describe a una mujer burguesa por sus perfectos dientes alienados de ortodoncista carísimo). Esa pareja desdentada les hablan de un ginecólogo y unas monjitas que pueden conseguirles un niño. Solo hay que pagar. Y ellos, como chorlitos, locos de la vida, tal vez sin demasiadas luces, lo hacen sin sospechar que el pago es algo extraño y tal vez no muy limpio. No tienen consciencia de que podrían estar haciendo algo mal.

Los niños robados del franquismo-y postfranquismo
Porque claro, en los 70 quién podría imaginarse que aquellos ginecólogos sonrientes y esas monjitas con bigote pero inofensivas estaban robando niños a mujeres de izquierdas, o "descarriadas", para vendérselos a "buenas familias" de derechas que les darían valores cristianos como Dios manda. De esto ya escribí en otro divague hace mil años y dije más o menos esto: si tuviera que hacer un ránking sobre historias que más horror y tristeza me causan tal vez ganaría esta: que le digan a una madre que su hijo ha muerto y se lo arrebaten. Por esto titulé el divague de la pelicula "Philomena", que va de este tema, pero en Irlanda,  "grados de maldad". No puedo imaginar crueldad mayor. 

Sin embargo, en el caso de Larrea no es así: ella a ratos se pregunta cómo pudieron dar una hija a una pareja como sus padres que hoy en día no pasarían los estrictos controles de servicios sociales, pero que entonces no eran el matrimonio bien de derechas al que vendían los críos. Y al final del libro descubres que la madre biológica no era tampoco el prototipo de arriba, así que por ese lado no rompe tanto el corazón. A mí también me tranquiliza que no sean padres "nostálgicos del régimen" que la vayan a educar en el facherío y el clasismo. 

Los genes, el ambiente... los genes crean  el ambiente
Como he dicho, Larrea nos hace una radiografía psicológica, un relato al óleo de sus padres adoptivos, esos "dos tarados a los que solo les darían un hijo en una adopción ilegal", pero también se desmaquilla ante el lector, exponiendo toda su vulnerabilidad, cuando habla de ella misma. Podría haberse escondido en su faceta de estudiante de la prestigiosa escuela de cine de París, su matrimonio y sus dos hijos, y sus cortos y pelis dirigidas. Nota: en esta novela he aprendido el concepto de "Künstlerroman", que me ha encantado, ya que es una variedad del Bildungsroman, la novela de crecimiento de la que somos tan fans aquí. Esto se refiere al "crecimiento del artista como tal" y no es que la autora lo comente, pero habla de uno de sus libros favoritos, Martin Eden de Jack London, que lo es. Veo que viene divague con los Künstlerromans que he amado y los que me quedan por leer.

Pero "Los de Bilbao" no nos habla de su crecimiento como artista per se (claro que todo lo vivido contribuirá al arte), sino que nos muestra su trayecto de niña pobre peluda inmigrante, sobreprotegida, a la que los padres no dejan ir a las excursiones "por si hay un corrimientos de tierras o pedófilos", y reina de la casa absoluta, toda forrrada con fotos suyas, a adolescente enloquecida que bebe y toma drogas, que roba maquillaje en los grandes almacenes, que tiene que reírse -porque es lo que hay que hacer- con los dientes apretados de las bromas de los otros adolescentes, que si tiene pelos, que si se llama como su asistenta: "Yo domesticaba todo aquello riéndome con ellos, enterrando mi verguenza en un pozo. Pero me lo tenía que comer igual". Odiosa la gente bien que nunca han entendido nada. 

Y lo que más me ha chocado: que recurra al tarot para que le aclare la vida. Esta parte, demencialmente, juega un papel importante en el comienzo de la búsqueda obsesiva de su familia biológica, cuando se entera que es adoptada. Los del tarot le dicen "y lo que te ahorras en psicoanálisis": pues sí, la verdad, pongo ambas "disciplinas" exactamente al mismo infranivel, y por lo menos el tarot será marginalmente más económico. Es una pedrada total, pero también me habla de Larrea, del estar perdida, de necesitar algún tipo de ancla. Yo creo que básicos del funcionamiento de la mente humana se deberían dar en el colegio; pero claro, qué voy a decir yo. 

La sima
Ah sí, claro, que no lo he dicho: el último tabú, ocultarle a un hij@ que es adoptad@. Por supuesto, esto fue consejo, tal vez orden, del ginecólogo de los bolsillos llenos que aún los quería llenar más, de la monjita que seguía los planes del Señor. Esto se hacía en el pasado pero hoy cualquier especialista en adopción te dirá que es una idea fatal: imaginemos no la garganta o el barranco, sino el Gran Cañón del Colorado, la sima profunda de desconfianza que se tiene que abrir cuando se descubre. Y claro, cuando en una carambola Larrea destapa que es adoptada entra en bucle, en obsesión, y esa búsqueda se convierte en su vida. 

En mi experiencia, los niños adoptados reaccionan de distinta manera ante la idea de la adopción y sobre sus padre biológicos, obviamente muy influenciados por la narrativa que se les ha dado desde peques. En su mayoría suele ser "tus padres te querían pero no podían mantenerte segur@ porque estaban enfermitos". Hay críos que reaccionan con la idealización ("a los 18 querré conocerles"), otros con ira, los menos con indiferencia. En todos los casos da mucha pena que piensen que son culpables de alguna manera porque sus padres no pudieran hacerse cargo, y que lo conceptualicen con el verbo "abandono". De nuevo en mi experiencia, la mayoría de estos padres no eran terribles, sino que la vida les había llevado a lugares espantosos. Ellos mismos habían sufrido negligencia, abuso, tenían problemas psiquiátricos, o de addiciones. Son dignos de compasión más que de odio.

La madre me provocó tanta ternura
No voy a hablar de la biológica, sino de su madre real, la que le compró los zapatos y estuvo al pie de su cama cuando tenía fiebre (por eso la llamo solo su madre, sin adjetivo). Su nombre es como una mala broma, tras su vida: Victoria. 

A mí Victoria ha sido el personaje que más me ha conmovido, al que más veces he querido abrazar. Una mujercita guapa de piel perfecta y no lo sabe, pequeña, siempre esperando a que opinara y decidiera su marido, como tantas de la época, sobre todo si tenías un marido expansivo y personalidad "A" para lo malo, como el suyo. Una mujer que se dedicaba a trabajar como una burra para ahorrar dinero que se bebía el muy cabrón, y que se drogaba con valium del baño de los señores donde limpiaba. Larrea lo describe todo mucho mejor que yo: "la vida la había atropellado y luego había dado marcha atrás para atropellarla otra vez". Esta frase me escuece. 

Una mujer que, cuando llega a abuela, como todas las abuelas españolas, les da 50 euros recién salidos del banco a los nietos. Las abuelas son mucho de efectivo: aún recuerdo a las mías. Mi abuela V. aún me daba la paga cuando yo volvía de vacaciones a Vetusta desde aquí. Me azoraba que una jubilada le diera dinero a una joven profesional: "abueeela, que ya gano yo suficiente". Le daba igual, yo siempre sería su nieta. 

Ser grupi y bloquearte
Larrea va a una presentación de libro de Jean Winterton, la autora de "Las naranjas no son la única fruta" (1985), donde nos narra también su adopción, también con otros padres enloquecidos, pero estos peor, religiosos extremos. Yo lo divagué aquí, pero "Fruta prohibida" (atención: esa fue la traducción al castellano) no me gustó tanto como este. La autora hace fila para que Winterton le firme su libro, comparten unas frases. Larrea describe "un malestar de grupi a la que no se le ocurre nada brillante": me siento muy identificada, me pasó con Maruja, me pasó con Almudena. Ya me da miedo conocer a mujeres que admiro porque me vuelva a pasar lo mismo. 

Me encantaría conocer a Larrea, contarle que, aunque ni de lejos lo mismo, yo tambien busco a una tal Felisa desesperadamente (no así, pero ese adverbio siempre me sale ante el verbo "buscar"-es una referencia cinéfila que si tienes cierta edad y sabes que Madonna "actuaba" conocerás), que he conocido a muchísimos niños adoptados a los que he tenido el honor de intentar ayudar, que en muchas familias hay "Secretos del corazón", como en la peli de Armedániz. Y que me encantaría que, con su sensibilidad, dirigiera la peli de alguna de mis historias. 

Seguramente me bloquearía como buena grupi empanada, aunque llevaría el dedo entre dos de las páginas hacia el final donde ella ha escrito una de esas frases que me han hecho empañar los ojos y dar un salto al corazón:
"... mis rústicos padres, los que no tenían nada y me lo dieron todo. Quiero protegerles de los juicios apresurados sobre sus ignorancias, sus torpezas, y su pobreza. Mi única herencia fue su amor".

23 mayo 2025

Lo onírico

 Ya dijo Chuck Palahniuk en el punto 3.8. de su libro de consejos para escritores: SUEñOS NOCuando lo ví me pareció una gran verdad, y eso que aún no había leído a Mircea Cărtărescu. Hoy, se confirma: no me gusta lo onírico.

Creo que esta debe ser la razón por la que no me he enganchado nunca a Borges. No me interesan esas escenas descriptivas de imaginería extraña, pobladas de enredaderas de hojas que gotean, babosas que dejan un camino brillante por el que transitan arañas esbeltas, maliluminadas escaleras de caracol sin pasamanos, jarras de cristal con fenomenales fetos no-viables de pájaro. Me aburre hasta conjurar las escenas para escribirlas.

Empecé "Nostalgia", que está compuesta de varias pequeñas novelas como de cien páginas, y la primera, "El ruletista", me gustó bastante. Al principio me engañó el truqui de la metaliteratura, un gancho fácil para atraparme -aunque no estoy de acuerdo: afirma que la literatura no es el medio para decir algo real sobre una misma... anda que no. Mircea: en ficción se pueden contar cosas que igual no se contarían de otra manera, y lo sabes. Y luego con metáforas interesantes como "la literatura es teratología". Nota: la teratología es la rama que estudia las malformaciones congénitas y esto me trae una instrusión del obispo ese que ha dicho que "los niños que nacen con discapacidad física o intelectual o psíquica, esto ya es herencia del pecado y del desorden de la naturaleza". En serio, dijo eso y a mí me dan ganas de despertarme, porque se verdad que solo puede ser una pesadilla esto. Varios exabruptos que empiezan por "grandísimo" vienen a mi cabeza, pero ninguno hace justicia a lo que ese individuo es: lo dejaré pasar. 



Volvamos, que divago: en "El ruletista" ya aparecen "ovillos de harapos y cartílagos" e "infinitos témpanos de brea" pero aún no me aburro. Me presenta el concepto de "Agartha", según la tradición brahmánica, un reino construido por galerías subterráneas que se extienden por toda Asia, que me parece interesante, supongo porque lo deja ahí, porque no se mete a describir seres fabulosos que vagan por esos pasillos. Pero la historia es interesante por mórbida y macabra [un hombre que juega a la ruleta rusa consigo mismo, ante espectadores], y sobre todo por sus simbolismos [una sociedad opresora -el partido comunista lo censuró- y la la la]. 

Más fotos oníricas: Pero quién pudo
llamar así a una guardería?
"Traiga a su bebé bajo su propio riesgo"


Pero luego paso a la segunda, "El Mendébil" y me aburro muchísimo, y luego a "Los gemelos" que aunque al principio me interesa vagamente, cuando se pone con los flashbacks de la adolescencia, necesito gritar. La visita al museo de los horrores (es como un paseo por el Hunterian Museum) es la guinda final: no sigo con el resto. Le pongo nombre (sí, onírico), decido que no es lo mío, lo hablo con Daniela, que lo ha leído en original y me confirma, y ya lo dejo, tranquila. Dejo los libros si me aburro, sin ningún problema, no me flagelo. 


Siguiendo con lo raruno, el otro día bajé a una cripta. Podría haber hecho una entrada onírica al respecto: sé hacerlo, remito al párrafo dos. Pero me aburro y hay otra gran verdad de la escritura: si quien escribe se aburre haciéndolo, nunca podrá no aburrir al lector. Verbo aburrir usado tres veces en la misma frase: querido Watson, saque conclusiones. 


Volvamos a la cripta con voz Di Vagando (que por cierto, la pregunté a una IA cual era, y me dijo unas cuantas cosas, entre ellas "lírica/reflexiva" y luego le pregunté qué paleta de voces tenía y, claro, se sintió pillada: "muy buena pregunta", y me dio como 7-8 que debe tener ahí almacenadas). Era una jornada de puertas abiertas en el cementerio de Nunhead, en el barrio de Peckham. Es el día en el que van todos los góticos a encontrarse, pero también gente aburrida, tipo familias. A mí me costó tanto decidirme a la maternidad por culpa de esas familias que pueblan los "open days". Luego, me lancé al vacío, fui una de ellas (sin tonterías, ya hay blog de esa época) y ahora ya se ha pasado y me parece otro mal sue
ño. Yo, repartiendo "party bags" a una hilera de mocosos histéricos. Las pesadillas, de nuevo. 


Pero divago, volvamos a la cripta, que es la estrella de la visita: está debajo de lo que son las ruinas de una iglesia muy chula (el "Strawberry Thieves Choir" estaba cantando), me llevó un poco a los páramosde Yorkshire donde, aparte de rodarse Serial, pasamos por un montón de esqueletos de abadías. Nos abre la puerta un voluntario que explica un poco la historia y la verdad es que es un sitio muy tétrico: no hay lápidas delante de los nichos y directamente se ve madera, tal vez ataúdes. Hay uno de plomo, parece que los ricos victorianos creían que así se conservarían. Hay otros cubiertos de tela. Las bóvedas son muy chulas. 
Me extrania que, a estas alturas, no hayan hecho ahí una cafetería, como en St Paul's -donde te puedes casar, alucina- o en St Martin's in the Fields



Bueno, no solo la cripta merece la pena en este cementerio, también caminar por entre las tumbas: te puedes encontrar de todo. Es uno de los "Magnificient Seven" cementerios de Londinium, este en concreto comenzó alrededor de 1840. Hemos hablado aquí por supuesto del de Highgate (tenemos a algunos de nuestros mitos allí, e.g. George Elliot y Karl Marx), el de West NorwoodKensal Green, Abney Park, Brompton (donde está enterrada otro mito personal, Emmeline Pankurst), Tower Hamlets, y este, el de Nunhead. Abajo está la capilla que fue quemada en un ataque en los 70, y la cripta fue vandalizada - y por vandalizar se refieren a "sacar los cuerpos". Hablando de pesadillas.




Y para un divague titulado "lo onírico", qué mejor para terminar que esta foto que me encontró cuando me perdí en el bosque que es Nunhead: las raíces del árbol que abrazan feroces, avariciosas, a la lápida de una tumba. Tal vez impidiendo dejar escapar a la energía que intentaba forcejear contra su destino mineral. A veces la realidad supera a la ficción. Borges, Cărtărescu y demás escritores flipados, no hay nada nuevo bajo el sol: la naturaleza lo ideó antes. 



15 mayo 2025

Yo, fuera de contexto

Situación fuera-de-contexto 1: Yo, en una quedada de jueces, o abogados cristianos.

Ahí va la cita de un juez de cuyo nombre ni me acuerdo que acaba de ser absuelto por decirla ante la ley, pero no ante la editorial de este blog:
“De repente se creyeron que estaban enseñándonos el mundo. Nos intentaron explicar qué es consentir... A un jurista, que llevamos desde el Derecho romano sabiendo lo que es el consentimiento. Y el expreso, y el consentimiento tácito, y los actos consecuentes. Y mil cosas más que nunca aprenderá Irene Montero desde su cajero de Mercadona, ni nos podrá dar clases a los demás”.
No puedo esperar a que nos juzgue la IA: no es ninguna boutade. La IA ya está diagnosticando mejor que los médicos y seguro que puede aplicar la ley mejor que sinverguenzas como este. A mí me dan miedo los jueces, generalmente una panda de privilegiados a los que sus familias han podido pagar varios años de ir a cantar un temario a otro privilegiado, por su distancia con la realidad - y tendencia al facherío. Ahora, cuando son tan payasos y tan burdamente muestran su clasismo, me dan ganas de que nos tomen las máquinas, de una vez por todas. 

El lunes reflexionando en el parque
sobre esta gran verdad


Situación fuera-de-contexto 2: Donde se dice "voy a abrir un melón"
Esta fue culpa de mi falta de comprensión lectora: pensaba ir a un encuentro con autora y me presenté en un club de lectura -sin autora claro- donde una señora -que, atención, no había leído el libro- dijo dos veces el sintagma "yo ahora voy a abrir un melón" -para por supuesto pasar a verter en ambas ocasiones ideas caducas, ofensivas y rancias en contra de unos cuantos colectivos oprimidos (algunos presentes). 

No me fui por esto mío del estudio de los "tipos humanos" (o pájaros de exótico plumaje)-por eso mismo sigo en el grupo de whastapp de la facultad, que me da algún soponcio de vez en cuando. Pero en general, esto de irse pronto de los sitios es muy mío. Escucho una entrevista en un podcast a Enric González que se titula así, y me siento muy identificada. No sé por qué, pero cuando estoy de cena o salida o reunión de algo, siempre soy la primera que dice eso de "bueeeno, pues ya me voy despidiendo". No porque me lo esté pasando mal o me aburra: simplemente, es así. 



Situación fuera-de-contexto 3: Comités del curro
Cuando era joven, me metía en esas historias. Pero enseguida se aprende que son inasumibles para las mujeres de acción: darle vueltas a los mismos temas, gente escuchándose, y nunca pasa nada. La semana pasada decidieron cerrar mi equipo: parece que no somos "viables financieramente". Sí, como lo leen, en la Seguridad Social. Si alguien ha oído campanas de cortes "impensables" en la Seguridad Social, aquí tenéis a una de sus víctimas. Casi me da más miedo como paciente. Vienen cambios. No estoy contenta. Me pregunto si haberme sentado en esos comités me habría salvado, pero era un precio demasiado alto que pagar. 



Habiendo dicho lo de arriba, YO ahora querría disparar a ciertos pájaros de exótico plumaje. No, juez X, es una metáfora: no me emplume. Pero, oh, a propósito, aprendí que en los escuadrones de fusilamiento ponían una de las pistolas sin cartucho para que los que disparaban pudieran esperar en su mente que ellos no habían matado al condenado. Con las inyecciones letales, parecido: dos que apretaban, y dos inyecciones, y así no sabían quién exactamente. Cosas que nos contamos para tragar.  

Situación fuera-de-contexto 4: Yo, en christian mindfulness (meditación cristiana)
Sí, estuve en eso el otro día. Arrastré a un par de inocentes a St. Paul's Catedral, donde se casó Lady Di, porque quería ver la escultura de la Virgen y el bebé de Henry Moore "Mother and Child: Hood"). En venganza, me hicieron ir a mindfulness, que todo divagante que se precie sabe que no sé hacer. En la cripta, y encima iba de Dios. Pero no se entendía nada, así que cerré los ojos y me concentré en las plantas de los pies tocando el suelo y los glúteos (culo) la silla. Así 20 minutos, con el mundanal ruido de la cafetería de fondo.



Es duro esto del ateísmo: descubro que está prohibido en 52 países, castigado con prisión o con pena de muerte. Se pasan, no? En otros somos solo una minoría, y como tal se nos mira mal: por ejemplo en los EE.UU son 5% y tienen más posibilidades de estar deprimidos que el resto. Los escandivamos, sin embargo, altamente seculares, los que tienen más tasa de depresión son las personas religiosas. Igual es que no es cómodo estar en minoría. El caso es que se descubrió que en EE.UU., la distribución de una marca de zapatos alemanes llamada "atheist shoes" llegaban siempre más tarde: parece que eran boicoteados por los carteros. Me he metido en la web de los zapateros ateos estos y me ha encantado: pequeña empresa que no tiene ningún interés en crecer, solo en seguir como están. Y qué cool tiene que ser llevar en la suela el "Ich bin atheist". Pero no me gustan los modelos, qué rabia. 



Ah, y no sabía que Pretty -vuestro presi- es ateo. Parece que es "el primer presidente del gobierno ateo". Antes de serlo dijo: "soy ateo y creo que la religión no debe estar en las aulas, tiene que estar en las iglesias. En las aulas se tiene que formar ciudadanía, no gente con creencias religiosas. Eso corresponde al ámbito privado".  Con un par: ya se sabe que un gobernante ha de decir que cree en Dios para que le voten -yo ya tuve un momento de duda con Obama y otro autolesivo cuando Aznar & Co. iban a rezar juntos cuando la Guerra del Golfo. 

Situación fuera-de-contexto 5: Sarao de cosmética
La divaganta R. me llevó a un sarao que organizaba una amiga suya: era algo de cosmética en un club de esos tan chulos de esta ciudad. Tras saber por Fashion lo que cuesta meterse en el "Polo" de Barna, las tarifas del Lansdowne Club me parecieron razonables. Había "dress code" y todo: al entrar vimos una mesa con unos 7 bombines y sus paraguas. Viaje en el tiempo.  Aquí un par de robados del club, donde la gente paga por socializar. Nunca llegaré a nada.



Menos mal que no fui en la bici y sudada, como suelo: en el sarao había mayoría de mujeres "altamente producidas" (se puede decir esto en castellano? María Moliner, manifiéstate!) con la cabeza cubierta por una tela (me niego a aprenderme los nombres de eso) muy preocupadas con el tema belleza. R y yo nos mirábamos, qué hacemos aquí. Había una modelo que estoicamente aguantaba las pinceladas bajo un foco casi quirúrgico con la que nos explicaron cómo usar los productos (que obviamente, no compramos). También explicaron cirugías estéticas y me repetía que debo dejar de juzgar eso, y que cada uno haga lo que quiera, aunque cuando veo ciertas caras de trucha me da grima. 

~~~

Os preguntaréis, hija, pero cual es tu contexto? Eso para otro día.









11 mayo 2025

"La ciudad de los vivos" de Nicola Lagioia: Bajar al pozo para intentar encontrar un atisbo de luz

Leer "La città dei vivi" ("La ciudad de los vivos") de Nicola Lagioia en un receso de la lectura de "Determined: The science of life without free will" ("Decidido: La ciencia de la vida sin libre albedrío") de Robert Sapolsky es toda una experiencia. A ratos, abrumadora, desesperante, aterradora. Los detalles del crimen que narra -una historia que "conmocionó a Italia" en 2016- podrían por sí mismos llevar al lector a agujeros bastante oscuros, pero no es solo eso lo que da miedo: hay mucho más.



De cómo llegué yo aquí, tan tarde
Aunque había oído hablar de él [se publicó en 2020], llegué a esta novela de no-ficción de refilón, leyendo sobre otro libro. Hace unas semanas hubo cierta polémica sobre la publicación de un libro que también versaba sobre un crimen real (de un autor que no he leído, Luisgé Martín) por Anagrama, que al final no ocurrió. Los críticos ponían en duda la calidad literaria y periodística de ese relato de un horror que aún está muy caliente en el imaginario colectivo español. Contraponían obras clásicas del género como, claro, "A sangre fría" (1966) de Truman Capote, "La canción del verdugo" (1979) de Norman Mailer y "El adversario" (2000) de Emmanuele Carrére. La de Capote la leí con unos 20 años (lo siento, no había blog), recomendada por un tipo que me quería convencer con esa historia de las bondades de la pena capital- leímos distintas novelas, porque no le sirvió. La de Mailer la tengo ya en mi lista de próximos y de "El adversario" ya escribí: un buen relato periodístico e interesante para mí, que me interesa todo esto de "El Mal", pero ya dije en ese divague que si eso "no es lo tuyo", a mí no me cambió la vida. 

Historias que nos contamos para justificarnos
Pero, ¿por qué esto es "lo mío"? Mira a la parte derecha del blog, donde están las etiquetas y verás, junto con hobbies confesables e inofensivos, uno llamado "psicopatía", mi interés por intentar entender un poco a ese 1% de la sociedad. Si se hace click ahí, se encontrarán mayoritariamente divagues teóricos sobre el tema, pero también alguna obra de ficción, como Kevin. Sin embargo, a ratos me planteo si este interés mío por formular las acciones de los malvados (intentar entender de dónde vienen) es simplemente una excusa que me vendo a mí misma para adentrarme sin complejos en el morbo, como hacen millones de otras personas a las que les atrae lo que hoy se llama "True Crime", y que en el pasado eran los sórdidos "sucesos".  Me he debatido a ratos sobre este tema durante la lectura. 

No es lectura piscinera
No es un libro complejo en a nivel lectura (digamos que no es Rulfo): te engancha y no te suelta. Cuando a las pocas páginas has decidido que va a ser una crónica periodística muy bien escrita -á la "Say nothing" de Keefe- pero no exactamente un libro literario (además, qué pena, traducido), de repente te sorprende con reflexiones muy profunda, o descripciones espectaculares (mis favoritas, las de la ciudad de Roma), o metáforas que me encantan. 

Pero sin embargo, es una lectura que no ha sido fácil al nivel emocional ni intelectual. Sobre el primero, es un libro durísimo y no para los pusilánimes: cuando estás frente a una peli gore puedes cerrar los ojos, pero aquí hay que seguir leyendo. Los detalles del asesinato en sí son monstruosos -y ahora solo espero que se vayan pronto de mi cabeza-, pero cuando además piensa en el impacto en las personas te llena de furia y de dolor y de tristeza. 

Pero lo peor es el tercer nivel, el intelectual: aquí es devastador. Yo me adentré a leer esto esperando poder entender la motivación de lo que se decía era un "crimen sin motivo", basado en la personalidad de los dos asesinos, en su historia, algo. Pensaba, claro, que para hacer algo así se tendría que tener rasgos de frialdad, manipulación, irresponsabilidad, objetificación (en una palabra, psicopatía). Pensaba hacer un puzzle en el que me encajaran todas las piezas y ha sido más complicado que eso. De eso voy a escribir.

"Monk by the Sea" de Caspar David Friedrich

La historia
Dos chicos de la clase alta romana, Prato y Foffo [nótese que les llamo por su apellido, en un intento de distanciarme, mientras que al chico asesinado le llamo por su nombre de pila, Luca], se conocen en una fiesta y unos meses después, tras unos días de desfase (alcohol y cocaína) se dicen aquello que tú, en una noche de juerga, has podido decir a un colega: ¿qué es lo más salvaje que no te has atrevido y querrías hacer? 

Pero nota antes de darte la respuesta: tus noches locas probablemente incluyan unos G&Ts de más, correr descalzo por el césped del parque, coger a un miembro del grupo entre dos diciendo que le tiráis a una fuente (al final no), y tal vez terminar vomitando y prometiendo nunca más volver a beber al día siguiente, con manzanillas e ibuprofeno. Pero ten en cuenta que noches de desfase donde se gasta 1.800 euros en cocaína es otro rollo. Son noches que, a saber si tú, divagantem las has vivido, yo no. 

Así que volvamos a la pregunta: ¿qué es lo más salvaje que no te has atrevido y querrías hacer?  Y la respuesta es "violar". Y risas, y vamos, y otra raya y otro vodka. En esa especie de delirio ponen mensajes a unos cuantos amigos y conocidos para que se unan a su fiestuki -que convierte al piso de Foffo en un estercolero, el autor lo describe muy bien. Un par pasan por ahí pero tienen las suficientes tablas para no quedarse. Por fin, Prato da con la víctima adecuada: Luca Varani, un chaval de 23 años siempre corto de dinero que a ratos se prostituía por eso mismo.  Le prometen 150 euros y a las 9 am Luca se presenta allí: lo ven en la puerta y ambos lo saben: "es él", se dicen. Lo que sigue, esencialmente la humillación y degradación que culmina con su asesinato es totalmente insoportable. Leer que Foffo declara: "sufrió muchísimo", porque pese a su bestialidad no lo lograban matar y murió desangrado es uno de los momentos que no me saco de la cabeza. 

Capote se obsesionó con el asesinato de la family Clutter, Lagioia con el de Luca
Lagioia se pasó cuatro años investigando este crimen que paralizó a la opinión pública italiana porque nadie entendía la motivación: ¿simplemente tener un rato de diversión a costa del sufrimiento ajeno? Por contraposición de lo que hizo Luisgé Martín, que solo entrevistó al asesino, Lagioia entrevistó a todo el que pudo, porque si algo puede dar una mínima luz es esta visión de 360 grados.

Además, en un punto el autor se abre en canal para explicar el porqué de su obsesión con este asesinato: cuando era joven, tuvo también una época de salir de fiesta tirando a enloquecida. Una noche se dio cuenta de que podría, sin intención, haber matado a una persona: borracho, en drogas, tiró una botella a la calle desde la terraza de un ático. Al poco rato subió una mujer fuera de sí diciendo que casi le dió: un paso adelante, y la podría haber matado. Además de eso, la vida de Lagioia hubiera sido totalmente diferente. Esta situación da que pensar no porque tengan una similitud en cuanto a intencionalidad con Prato y Foffo, pero sí en cuanto a cosas que podemos hacer o dejar de hacer en momentos como esos, con consecuencias terribles. Cuántos "near misses" tenemos en nuestras vidas?




El libre albedrío
Cuando digo que leer este libro a la vez que el "Determined" de Sapolsky es un "tour de force" es precisamente por eso: Sapolsky, en ese ensayo -del que no sé cómo voy a divagar cuando lo termine porque es monumental- sostiene que en realidad no tenemos libre albedrío y que nuestras acciones son el resultado de una constelación de factores biológicos, psicológicos y socioculturales que nos hacen nosotros. Nuestros genes, hormonas, rasgos de personalidad,  contexto... todo condiciona nuestro comportamiento. Tu grado de empatía, de narcisismo, de búsqueda de experiencias novedosas, tu capacidad de sentir culpa, cómo te influyen tus pares. 

En el caso de Foffo y Prato, su contexto de clase privilegiada (e.g. la sensación de que tienen derecho a todo o "entitlement", su falta de entendimiento de lo que es vivir como la mayoría de la gente) interacciona con ciertos rasgos de personalidad (e.g. tendencia al aburrimiento, impulsividad, poco miedo al riesgo) que les abocan a las noches desfasadas en las que se sobreestiman las capacidades propias (de hecho, por eso hay gente que conduce bajo los efectos) y en las que no se miden las consecuencias como cuando sobrio. Y dentro de ese grupo de niñatos romanos habrá una ínfimísima parte que pensarán que violar o asesinar es la última frontera, y que quieren probarlo.



Di, cazadora del psicópata
Ya he explicado que yo me esperaba encontrar todos los factores contextuales de arriba y, al final, dos psicópatas. Porque a menos que alguien tenga la capacidad de tratar a otra persona como un objeto para utilizarla como un medio para su fin, no veo posible infligir el dolor al que sometieron a Luca. Y cuál ha sido mi conclusión?

Prato me parece -todo basado en un libro de 400 páginas, no es esto un informe clínico- un caso bastante claro de "charming psychopath": extremadamente vivaz, con un gran dominio del lenguaje, brillante, persuasivo, excesivo. Uno de esos personajes "larger than life" que se quedaba con todo el mundo y al que describen como "con una rara sensibilidad; percibe en ti lo que a otros se les escapa; terminas contándole secretos que no le habías dicho a nadie". Esta última faceta es preocupante en un tipo como él y explica cómo logra embaucar a Luca, cómo lo elige, igual que elige al resto del mundo para que hagan lo que quiere: es un manipulador de libro. Incluso cuando está en la cárcel lo transfieren a otra por utilizar su vieja técnica: identificar los puntos débiles de algunos presos para asumir el rol dominante. 

Otro ángulo de Prato es su homosexualidad ("pero no normal", dice, "me gustan los hombres heterosexuales"), había salido muy joven del armario, cosa que no había sido bien recibida en su familia, especialmente su madre. Luego dice que en realidad lo que le pasa es que se siente mujer, y quiere una operación para transicionar de género. Esto es mala suerte porque JK Rowling con su antorcha y todo el resto del mundo que cree que las personas trans no deberían salir de casa, tal vez se agarren a esto como posible explicación de todo lo malo que tenía esta persona. Pero la psicopatía y el ser trans no están relacionados, qué le vamos a hacer, JK. En este caso, a saber si verdaderamente sería trans, o qué pasaba por su cabeza. Lo que está claro es que usaba a la gente y era incapaz de asumir ninguna responsabilidad de sus acciones: llega a decir que "todos tenemos un lado oscuro, solo que el mío salió a la luz". Prato, en serio: todos tenemos un lado oscuro, pero no tan oscuro. 

Foffo es el "seguidor": con ese nombre, en castellano conjura imágenes de gordito benévolo, pero nada de eso. Segundo hijo de un padre dueño de una cadena de restaurantes, el tarambana frente al hermano mayor responsable que ya está casado y con dos hijos, y que sigue madrugando para el negocio familiar. Así como Prato culpa a la madre, Foffo es al padre. Bostezo. Un dato de este tipo que ilustrará un rasgo de su carácter: en un punto se preocupa de que la gente va a pensar que es homosexual - lo del asesinato importa menos. 

Habría mucho más que decir de Prato y Foffo (senialé con corchetes los pasajes que se podrían usar para historia clínica), pero lo resumiré con una frase: me río de todas esas crónicas que decían que esos chicos eran personas "absolutamente normales". No lo eran. Lo de "te podría pasar a ti" hay que cogerlo con muchas pinzas: te puede pasar una desgracia en una noche como la que le podría haber pasado a Lagioia, pero dudo mucho que la mayoría de la población, aún drogada, llegara a la ferocidad de aquella noche atroz.



El Mal, el Demonio, Satán
Siempre que pasan cosas como esta, hay gente que habla de la existencia del "mal en estado puro", incluso "el demonio". Esa debe ser la explicación. Un cura, famoso exorcista describió esto como "de la mano de Satán", pero lo más preocupante es que un psiquiatra llamado Emilio Sevardio dijo "cuando vemos la maldad alcanzar niveles que no son humanamente explicables, ahí yo veo la acción del diablo".  El problema de ese análisis es que impide la investigación de lo que les pasa a esos individuos, y lo que le pasa a la sociedad, que contribuye a la creación de esos individuos. Antiguamente se creía que las crisis epilépticas eran demostración de posesión diabólica: si se hubiera dejado así, nunca se habría llegado al tratamiento y desestigmatización de los pobres pacientes. El abogado de uno de ellos dice que "los monstruos no existen; creamos monstruos nosotros mismos de vez en cuando para limpiar nuestra conciencia". Es bonita como cita, y mejor que la del cura o el psiquiatra -no era difícil-, porque habla del contexto y del potencial de todos de acciones más o menos negativas, pero sigue sin explicarlo todo.

Sapolsky dice que enfurecernos ante la imagen de estos individuos en la pantalla e insultarles desde nuestros sofás no tiene sentido [aunque sea más que entendible, sobre todo en personas que quisieron a la víctima], porque "no pudieron evitar" ser así (me recuerda a lo que dice el vizconde de Valmont, otro psicópata clásico, a su amada en "Las amistades peligrosas": "no pude evitarlo"). Como el epiléptico al que unas luces estroboscópicas le desató una crisis. Esta es una idea controvertida y sé que a mucha gente le incomoda. Pero aún hay más. 

Y es que el bueno de nuestro biólogo rechaza el castigo per se, ya que su única finalidad es aplacar nuestra ira. El "que se pudran en la cárcel" debería ser, en su lugar, "que vivan en un lugar donde no sean más un riesgo para la sociedad", sin calificativos morales. Pone el ejemplo de un niño con catarro al que los padres no mandan a la guardería ese día porque puede infectar al resto, no porque sea culpa suya lo que le pasa. 

Ya he escrito mucho en este blog sobre la psicopatía y ahí les refiero, pero por resumir hallazgos neuropsicológicos, este 1% de la población no tienen la misma capacidad de sentimiento que el resto, son más lentos (y hacen más errores) al reconocer la angustia de los otros, y no pueden identificarse con ella, toman decisiones impulsivas y no les importan las consecuencias. 

La específica trayectoria del desarrollo de cada individuo está determinada por una compleja interacción entre estas propensiones genéticas y el ambiente que seleccionamos (cada uno selecciona, modifica y crea el ambiente que vaya con nuestros rasgos, es la "correlación de genes-ambiente") en base a esas propensiones que constriñen cómo la genética es expresada. Había dicho que no me iba a enrollar con este tema, y ahí estoy. Ya lo dejo.


Oh La Roma!
Roma, la ciudad eterna: por ella hemos ido en vespa con Audrey y Gregory, o nos hemos bañado en la Fontana de Trevi con Anita y  Marcello. El Coliseo está magnético en tu nevera, hemos ido a fiestas de la toga y tenemos por ahí el diccionario de latín de hoy innombrable marca. Con sus descripciones de la cittá  ["caótica, vital y tremendamente cínica"], Lagioia quiere explicarnos parte del contexto de este crimen, pero al final le queda un poco "carta de amor desesperado": no puede disimular su pasión por Roma, por muy mal que ponga a este lugar donde nada funciona, la gente se insulta a gritos desde las ventanillas de sus coches, las ratas campan a sus anchas, y todos están desquiciados. Pero Roma ha existido durante 2700 años, lo ha visto todo, estaba ahí antes y estará después, y allí todo está suspendido entre "armonía y caos, belleza e indiferencia, socialidad y disolución". A mí me han dado muchas ganas de volver a Roma. He de poner una cita:
"Una ciudad en la que todo había pasado ya. Al cabo de una semana de estancia aquí en Roma, el presidente de Estados Unidos se convertiría en un gilipollas cualquiera. Quien sienta necesidad de tener ilusiones, es mejor que evite pasar largas temporadas en la ciudad. En Roma, los poderosos se miran al espejo y ven una calavera, la conciencia de que estamos todos destinados a ser sombra. Que después de Augusto está Tiberio. Que todo hombre tiene un precio. Que la carne es débil. Que en la intersección entre vía di Porta Maggiore y viale Manzoni trabaja un limpiacristales con un solo brazo".


 

El circo mediático
Hay una parte del libro que es casi igual de terrorífica que gira alrededor del circo mediático que se monta a partir de este caso: las reacciones de los afectados se convierten en entretenimiento nacional. Los italianos inventaron la palabra paparazzi, así que una solo puede empezar a imaginar lo que fue aquello. Y no solo por los buitres parapetados tras sus zooms kilométricos, es que hoy tenemos redes sociales, y cuando por ejemplo, la novia de Luca pone una frase en su Facebook tras la tragedia y obtiene miles de "me gusta", esto obviamente la refuerza a seguir posteando. Es lo que Lagioia llama "la máquina simplificadora de la narrativa pública".

Los padres de los distintos actores  también "performan" según su estatus social o intelectual: la familia de Prato permanece más o menos discreta, la de Foffo intenta defender a su hijo y el que es devastador es Giussepe Varani, el padre de Luca. Este hombre vive en un barrio pobre de la periferia de Roma y vende chucherías con su carrito ambulante. El y su mujer adoptaron a Luca cuando era un bebé: con ello no quiero decir que lo quisieran más, pero conozco muy de cerca la montaña rusa emocional de las familias que por infertilidad adoptan a un hijo. Primero han de afrontar la pérdida de su propio hijo biológico, tras muchos intentos a veces. Luego, adoptan y lo intentan hacer lo mejor que pueden y en este caso era su único hijo. La prensa carroñera se da cuenta de que el señor Varani les va a llenar muchas páginas y horas de tele: entra en cólera ante los medios de comunicación, ganándose fama de irascible y exaltado, grita y el regidor le dice al cámara que se quede quieto en el primer plano. La manipulación a la que es sometido este hombre, al que entiendo profundamente, es otra de las muchas cosas que dan ganas de vomitar. 

Otros análisis de la prensa "más respetable": algunos enfocan el tema como una nueva "lucha de clases": dos jóvenes ricos usan a un chico de la periferia para su diversión. Se aprovechan de su desesperación (en este caso económica) para sus fines. Ya sabíamos que Prato tenía un máster en identificar la debilidad de las personas y cabalgar sobre ella. Luego están los de ultraderecha que echan la culpa al colectivo gay, aunque un amigo homosexual de Lagioia le plantea la contradicción: "recordemos que parte de la cultura gay va hacia la derecha ahora, confunden el culto al dinero con el culto a la belleza. Quieren yates, lujo, vacaciones en el trópico. Cualquiera que no vive esa vida no merece existir". Es complejísimo a quién apuntar en este circo sin que se te vea el plumero. 



Intentar culpar a Luca
Guapo, carismático, trabajaba en un taller, tenía una novia de toda la vida. Y una adicción al juego, y tal vez otros problemas de salud mental, quién sabe, pero lo que es evidente es que si un profesional hubiera identificado esa adicción y la hubiera tratado, tal vez Luca no se habría visto en esa crónica necesidad de conseguir dinero por donde fuera y no hubiera acabado prostituyéndose. 

Sí, Luca tenía una doble vida que nadie conocía (imaginemos el estupor de sus padres, de su novia, de su comunidad) pero eso no debería en ningún caso usarse como justificación incluso parcial del asesinato. "Ah, fue voluntariamente, se estaba prostituyendo": qué asco de análisis. Y por supuesto, esto se hizo.  

Pero los amigos del barrio de Luca rechazan de plano esta explicación, aunque fuera cierta, porque es la narrativa que se han creado los poderosos para "poseer el relato". Es para ellos una explicación "sin honor" porque pone a Luca y a los que le han ejecutado en el mismo plano: "no solo la verdad de los hechos contaba, sino la manera cómo era narrada, la retórica que la sostenía". Laioia reflexiona que esta narrativa de la doble vida de Luca fue increíblemente nociva porque era un truco retórico, que contribuyó a manchar su nombre y que solo podría haber tenido interés para sus padres y novia, pero no para el resto de Italia, sentada en las gradas del coliseo esperando sangre y vísceras. 

La complejidad hoy en día del concepto "clase"
Este es un tema que me apasiona, como vieja marxista que ha de escucharse que todos esos conceptos están caducos. Los amigos de Luca, del barrio de Battistini, hijos de electricistas y peluqueras, no toleran los círculos progresistas ilustrados a los que pertenecía Prato. Odian a los buenistas, a la cultura LGTB (con su vida de lujo a la que ellos no pueden acceder), lo políticamente correcto, la ostentación de la virtud de ciertas clases dominantes. Estos chavales no tienen largas conversaciones sobre política, como en las sobremesas de las cenas de la intelligentzia de izquierdas, porque no leen, no han superado la educación secundaria en la mayoría de los casos,  y tienen trabajos manuales.

Este grupo me interesa particularmente porque es el que hemos perdido la izquierda y el que está dando el poder a toda esta panda de líderes que van a llevarnos a todos al caos. Me gustaría poder culparlos y llamarlos idiotas, decir que votan en contra de sus intereses y todo lo demás. Sin embargo, me interesan igual que me interesa la psicopatología de Prato y Foffo y la podredumbre de la sociedad en la que vivían: para poder intervenir. Qué podemos hacer: no lo sé. 

"Poligoneros, chavs, rednecks..."


Al final, el cuerpo
Cuando leo tomo notas, algunas de las cuales desarrollo luego en los divagues. En este, casi ni las he tocado y cuando he abierto las dos páginas de anotaciones a la vez que he "escroleado" para arriba para ver la extensión del divague me he venido abajo: no puedo ahora seguir con las ideas, o absolutamente nadie llegará al final. Así que voy a terminar ya, pero con una cita que me ha encantado: es una adaptación de algo que le oí en mi adolescencia tardía al antropólogo Manolo Delgado, gran mentor intelectual mío en aquella época: "los pobres solo tienen su cuerpo" [concepto marxista, el cuerpo del obrero como fuerza de trabajo]. Es el cuerpo como herramienta y como arma, y aquí me lo ha traído de nuevo Lagioia, al hablar de los chavales de clase obrera amigos de Luca. El esfuerzo del cuerpo del trabajador que usa el empresario para enriquecerse. El cuerpo que ofrecen para el placer de otros los desesperados. El cuerpo que pone el soldado en la batalla mientras otros firman contratos y acuerdos en sus despachos. Por algo se dice "Carne de cañón".
"Los jóvenes del centro mostraban sus ropas bonitas, los jóvenes de Battistini a menudo tenían cuerpos bonitos. Entre sus padres no había abogados, periodistas, jefes de fundaciones, sino fontaneros, peluqueros, tenderos. No vivían en casas bonitas, no podían permitirse coches caros, se enfocaban en sus cuerpos: lisos, duros, musculares, agresivos, mejorados en algún caso por algún tipo de cirugía estética, que mostraban en la calle y en las redes sociales. Los cuerpos eran su patrimonio y su venganza. Eran impúdicos, exuberantes y  navegaban la adolescencia con la sospecha de que ni la adultez ni una dosis normal de buena suerte los libraría de su condición".


El tedio de la vidas que se venden al límite
En algún punto, cuando se describe con mucho detalle la vida de la noche de los asesinos siento una sensación extraña que me cuesta identificar, y a la que por fin llego: es aburrimiento. Y recuerdo uno similar, con Patrick Bateman en "American Psycho", otras noches de cocaína y sinrazón: titulé el divague "El aburrimiento se llama Patrick Bateman". O el de "On the road" de Kerouac. O el de "Fear & loathing in Vegas". Leer, ver a esta gente drogándose me aburre inmensamente. 

Y no he vivido nunca esas vidas pero ahora entiendo que yo ahí me habría aburrido muchísimo -volviendo a la interacción entre genes y ambiente: no es un ambiente que mis genes buscan. Lagioia describe el tedio así de bien: "Empezaron a planear de nuevo. Cada vez se deslizaban más y más en el delirio. El efecto era como el de un vinilo en el que la aguja todo el rato iba por el mismo surco, pero cada vez a mayor volumen ya  mayor velocidad".



¿Es este libro para ti?
No lo sé. Es oscuro y te lleva a zonas muy incómodas, claro que de eso va el arte ("la ciencia, tranquiliza, el arte perturba"). Solo con análisis profundos como este se puede empezar a atisbar de lejos una lucecita muy tenue para empezar a entender, siendo que aún estamos muy lejos de saberlo todo. Pero hay que recordar que hasta hace nada se consideraba que las personas con epilepsia estaban poseídas por fuerzas del mal. Hubo gente que siguió investigando para encontrar otra explicación. "El crimen que conmocionó a Italia porque no tenía explicación" sí la tenía: el que no tengamos todavía todas las piezas del puzzle no quiere decir lo contrario.