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20 junio 2025

"Deteminados. La vida sin libre albedrío" (III y último): Cambia el chip de "me lo merezco"; solo has tenido suerte.

Hoy se termina -en serio- esta serie sobre “Determined” el último libro de Robert Sapolsky. En la primera entrega hablamos de las bases biológicas del comportamiento, y cómo hay que remontarse desde el último nanosegundo hasta civilizaciones muy atrás para empezar a entender las influencias que han modelado nuestro cerebro para explicar un comportamiento ("It 's all turtles all the way down"). En el segundo se explicó por qué, aunque la mayoría pasara a aceptar que no existe el libre albedrío, no cambiaría nuestra vida: no pasaríamos a una continua “rave”, orgía o bacanal. En el de hoy vamos a ver las consecuencias de todo lo anterior, para lo bueno y para lo malo, en particular qué piensa Sapolsky que habría que hacer con la gente cuyas acciones afectan negativamente a otros, ya que su postulado es que no tienen responsabilidad de sus actos. Y qué hacer con los que, por la misma regla de tres, son los receptores de honores y premios, los que llamamos “triunfadores”. Pero antes, vamos a empezar con otro ejemplo de enfermedad sobre la que se ha culpado, y aún se culpa, a los que la sufren.

Un último ejemplo de otro enfermedad estigmatizada: la obesidad
En el divague anterior vimos cómo enfermedades neurológicas y del neurodesarrollo eran, antes de ser entendidas por la ciencia, explicadas como consecuencias de posesiones o de malasmadres. Pero no solo enfermedades neurológicas: recordemos los múltiples cambios de paradigma con las úlceras de estómago. Nuestros amigos los psicoanalistas lideraron el SXX con su interpretación de “es psicosomático”, hasta que en 1982 se descubre el Helicobacter pilori, la bacteria que causa la mayoría de las úlceras (luego hay un pequeño porcentaje de otras razones, pero ya me entienden). Para terminar con estos ejemplos que le sirven a Sapolsky para explicar el "hemos estado ahí antes" incluyo otro tema médico de rabiosa actualidad: la obesidad. 


Hasta hace nada, la mayor parte de la población pensaba que las personas que tienen obesidad eran vagos, sin disciplina, comían demasiado, no hacían ejercicio: “un puto gordo”, vamos. Como "no se cuidaban", eran los únicos culpables de su situación. De repente, bang, se descubre la leptina, una hormona que regula el almacenamiento de grasa en el organismo y que le dice a tu hipotálamo cuando estás llen@. Las personas con niveles bajos de leptina tienen poca capacidad para sentirse saciad@s, y esto empieza en la infancia. Una persona puede tener una variante de mutación de la leptina y de sus receptores y hay un montón de tipos. Y lo mismo para los centenares de otros genes que regulan el peso de una persona. Esto quiere decir que hay muchísimos factores biológicos envueltos en que alguna gente tenga este problema. 

Por supuesto, el ambiente también juega un papel fundamental, y si nos ponemos a tirar para atrás en la máquina del tiempo (lo que llevamos haciendo todo el rato en esta serie), sabemos que la propensidad para la obesidad en toda tu vida está influenciada por el tipo de embarazo que tuvo tu madre: si tuviste mala nutrición ya como feto, si te pasó sustancias porque fumó, bebió, tomó drogas, estuvo expuesta a metales, a infecciones, te transfirió ciertas bacterias intestinales y no otras. Y como siempre, recordemos que el "interruptor" genes, necesita de un ambiente que lo "presione": por ejemplo, hay una variante de estos genes que solo se activa si tu madre fumó en el embarazo. Otras que dependen de tu género, etnicidad. También hay genes que codifican si el ejercicio te ayuda o no a perder grasa (eso explica por qué hay gente que le cuesta mucho más perder peso con ejercicio).
 
Hace poco han aparecido los agonistas de la hormona GLP-1, que imitan su modo de actuación (regula la glucosa en sangre y reduce el apetito, aumentando la saciedad). La descubrieron estudiando la saliva de un pequeño reptil (1.6 kgs) norteamericano llamado el "Gila Monster" (en serio, el monstruo Gila, mirad abajo qué feo es) que podía pasarse largos períodos de tiempo sin comer. Una de las proteínas que detectaron fue un péptido parecido a la GLP-1 humana, pero mucho más potente debido a pequeñas diferencias estructurales. Una vez en el cuerpo, la GLP-1 se desintegra en 2 minutos, pero la del Gila Monster permanece estable dos horas. Así que modificaron este péptido para hacerlo más estable y potente y... voilá: Ozempic. 

Esto es como lo de la esquizofrenia: si la gente mejoraba al darles bloqueadores de los receptores de la dopamina, ¿no habría que sospechar que esto no es una madre cabrona lo que lo causa? Pues aquí igual: ¿debemos atribuir la obesidad 100% a que una persona "no tiene fuerza de voluntad" cuando, por deficiencia de leptina, le resulta muy difícil reaccionar ante la comida como alguien que la tiene normal? Y los tropecientos otros factores:  que si su intestino absorbe grasas más eficientemente, que si tiene más tendencia a acumular grasa o a movilizarla, y si lo hace en el culo o en el abdomen, que si las hormonas del estrés hacen más fuerte esa propensión, que si tiene más receptores del gusto que le hacen cierta comida irresistible, que si su sensación de hambre es mucho más aversiva que para ti, que si alto estrés le produce antojos de carbohidratos, que si cuántas neuronas de dopamina que anticipan el premio tiene, que cuántas neuronas se le activan por imágenes de comida... Y por supuesto, cómo de bien su lóbulo frontal (recordemos, el de las decisiones) regula las partes del hipotálamo relevantes al hambre, trayendo de nuevo el tema siempre presente de "la fuerza de voluntad". 

Pero, esperad, un momento: ¿he empezado esta sección sobre obesidad en pasado, diciendo que hasta hace nada la gente estigmatiza a las personas que sufren de obesidad? Mal usado: tristemente, y con toda esta información, esto sigue pasando. Y no es que hablemos de sesgos explícitos, sino también de implícitos, inconscientes: incluso las persona con obesidad tienen sesgos negativos hacia ellos mismos y hacia otras personas con este problema. Esto auto-desprecio no pasa en otras comunidades estigmatizadas. Es terrible: están siendo culpados por cosas sobre las que no tienen control. 



Y ahora ya terminamos con qué hacer con los "malos" y los "buenos". Ah, era tan fácil cuando existía Dios que "premia a los buenos y castiga a los malos"...

"El placer del castigo"
Así titula el capítulo en el que usa cuatro casos históricos para ilustrar que el pueblo disfrutaba -y disfruta- viendo cómo se castiga a un "malvado". Desde la Revolución Francesa -acabo de terminar una novela ambientada en la época y hay que ver qué obsesión con la guillotina en la plaza pública- hasta los ahorcamientos públicos en EE.UU. -que solo pararon en los años 30, no hace ni un siglo- pasando por, más recientemente, los condenados a silla eléctrica. 

Uno de estos, Ted Bundy, el asesino en serie aquel guapo, reunió durante su ejecución a un montón de peña a la puerta de la cárcel -se incluyen familias con niños- a cantar "Burn, Bundy, Burn" ("arde, Bundy, arde"). Cuando se confirmó lo esperado, todos gritaron y se abrazaron y fueron felices. Nota: lo de los asesinos en serie es demencial: desde las que les escriben cartas de amor y hasta se casan con ellos en la cárcel, hasta aquellos que hacen camisetas, barbacoas y echan fuegos artificiales el día de la ejecución: entre medio, debe haber un espectro de reacciones extrañas. 

Pero esto de disfrutar con el castigo ajeno no es solo educacional o cultural. Como Sapolsky es primatólogo, ha hecho estudios con monos y los ha comparado con niños pequeños, encontrando que ambos están particularmente interesados en ver el castigo de un compañero que ha sido malo con ellos. Os ahorraré lo que pasa el cerebro cuando “disfrutan del castigo”, pero si alguien se acaba de leer la primera entrega, igual se anima a predecir que es el circuito de la dopamina implicado en la recompensa a lo que le salen lucecitas. Vamos, que ser altruista nos hace sentir bien, pero castigar a alguien que ha hecho algo que percibimos como terrible nos hace sentir realmente bien. Hemos evolucionado para hacer que el castigo de un malo sea una recompensa visceral para el resto.


Pero volvamos a Bundy y los niños comiendo las "Bundy-burgers" de una food truck a pocos metros de la sala de ejecución y comparémoslo con la reacción de los noruegos con uno de sus casos más notorios. El supremacista ultraderechista Breivik asesinó a 77 jóvenes en una isla cerca de Oslo y dejó al país y al mundo en estado de shock. Tras el juicio, lo enviaron a una de sus "cárceles" por lo máximo que establece su código penal: 21 años. El entrecomillado viene porque no son los lugares sórdidos de castigo a los que estamos acostumbrados, sino lugares “neutros” donde hay ordenadores, gimnasio, cocina. Breivik hasta pidió matricularse en la universidad (eligió ciencia política, igual un poco tarde) y le dejaron ser alumno a distancia (aunque leo que su ideología no se ha movido un ápice pese a ello). En teoría, si cuando cumpla los 21 años allí demuestra no ser un peligro, lo dejarán libre. Qué diferente es esto del "que se pudra en la cárcel" al que estamos acostumbrados. Pero en Noruega la sociedad respondió a esta pesadilla reforzando sus valores de la manera más fuerte posible. No le iban a dar el gusto de cambiar al modelo de sociedad autoritaria y cruel que le gustaría a Breivik. 


Ponerlos en cuarentena
Para ver qué hacemos con la gente que comete crímenes, Sapolsky apoya un sistema parecido al noruego, uno que él llama de "cuarentena". Sigue los mismos principios de una cuarentena médica: es posible que alguien tenga una enfermedad que ponga en riesgo a los demás; no es su culpa, pero para proteger a la comunidad, en un acto de autodefensa, es lícito limitar su libertad; eso sí, lo mínimo para no dañar a los otros, nada más. Todos hacemos esto todo el rato: si tu niña tiene un virus, ese día no va a la guarde para no infectar al resto. Pues aquí, lo mismo. Y habrá gente que seguirá siendo tan impulsiva, carente de empatía, incapaz de ponerse en la piel de otro y loquesea, que no podrán salir nunca. Pero por protegernos al resto, no porque disfrutemos viéndoles "pudrirse" en una celda. Resulta difícil de digerir, pero si pensamos en potenciales factores y empezamos a tirar para atrás, la conclusión es que estos individuos tuvieron muy malas cartas con las "tortugas que les tocaron en la vida". 


El teatro del mundo judicial
Esto, una vez que se ha establecido que son un peligro para la sociedad. Pero antes, para llegar a esta conclusión, Sapolsky aboga por un mundo en el que ya no haya más juicios, con su parafernalia y sus representaciones, donde tanto la defensa como la acusación buscan ganar su caso, independientemente de la verdad (esto lo he visto claro cuando he estado dando declaración como experta, las preguntas no eran para intentar entender, sino para hacerme decir lo que sustentaba su caso). Propone que lo que debería haber son meramente investigaciones para averiguar quién hizo qué, y en qué estado mental. Sin jueces moralizantes que suelten una chapa desde su púlpito al final. 



Los triunfadores
Alguien se acuerda del capítulo de aquella serie tan chula, "Unique", en el que explicábamos que Michael Phelps, por ejemplo, tiene extremidades muy largas y pies enormes? ¿O el esquiador inlandés que tiene una variante genética que le hace más resistente al frío? En realidad muchos deportistas de élite a menudo tienen raras variantes genéticas que contribuyen a su rendimiento. ¿Cómo puedes competir tú con ellos? ¿Tienes "lo que hay que tener" para sufrir como un corredor de maratón? ¿O él se esfuerza más que tú? Y si alguien tiene predisposición a las adicciones, tiene los mismos retos en un bar para parar de beber que alguien a quien el alcohol no le sienta muy bien? 

Y no solo son los atributos físicos que se ven como arriba, luego está la inteligencia: la sociedad te premia según el número de títulos que tienes y tu Coeficiente Intelectual. Se cree que esa  persona se merece todos esos honores y a veces dinero porque es tan lista, se lo ha currado tanto. Parece de cajón que esto es preferible que el “hijo de”, que practica el nepotismo ilustrado. 


Pero Sapolsky opina que no hay justificación en el "merecer": no tienes más derecho a que se cumplan tus deseos que ningún otro ser humano porque tengas alto CI, pies grandes, resistencia al frío, o cara bonita.  Puedes pensar lo opuesto porque no puedes asumir "lo de las tortugas", todas las distintas causas bajo la superficie que te hicieron tú. Te permites el lujo de decidir que el esfuerzo y la auto-disciplina no están hechos de biología. 

La suerte
¿A dónde llegamos con todo esto?  Las características de tu biología te llegaron por suerte: buena o mala. Eres alt@ y delgad@ como tu madre, moren@ sala@. O puedes ser todo lo contrario. Asumimos esa suerte en el físico, un poco en el intelecto, pero aún pensamos que “el esfuerzo” viene de la magia (o sea, es inexplicable por genes + ambiente + su interacción). 

También nos cuesta asumir que hay gente que humilla o abusa a otra por rasgos que son manifestaciones de la biología. Deberían apretar los dientes desear muy fuerte no ser así, y conseguirlo. Y hay gente que lo hace, pero eso son aún otro tipo que los que al final vemos actuando de una manera negativa. Pero al final, dice nuestro científico, deberíamos terminar dándonos cuenta de lo absurdo que es odiar a alguien por algo que ha hecho. 



Corolario
Habrá gente que diga que todo lo que hemos descrito en estos tres divagues (y créeme, en el libro hay mucho más) son sólo propiedades estadísticas de poblaciones que no pueden predecir comportamientos a nivel de los individuos, pero lo cierto es que cada vez tenemos más datos que nos hablan de lo que les pasa de adultos a los niños abusados, de que puedes tener una diferencia de esperanza de vida de 30 años según en qué país nazcas, que la biología de tu córtex prefrontal explica por qué hay gente que sistemáticamente toma la decisiones equivocadas. Y suma y sigue. 

Si hay algo claro tras ese libro es que todo es "esto pasó por lo que pasó antes, y esto antes y esto antes (tortugas y tortugas). Pero no busques más explicaciones ni “sentido”. No hay nada, na-da, aparte de un universo indiferente en el cual, ocasionalmente, los átomos se juntan para formarte a ti. No somos los "capitanes de nuestras naves", como en el poema "Invictus": nunca hubo un capitán al mando. Pero mejor no lo digamos mucho: en 2016 el filósofo Stephen Gave escribió un artículo titulado "No hay libre albedrío, pero estamos mejor creyendo en él de todas formas", replicando un poco lo que dijo la esposa de un obispo anglicano cuando se empezó a difundir la teoría de la evolución de Darwin en 1860: "Que los humanos descienden del mono! Esperemos que no sea verdad, pero si lo fuera, que no se entere la gente". Podemos vivir “sin saber”, pero en el divague anterior ya vimos los beneficios de entender que los comportamientos son complejos y no nacen de la nada, que se lo digan a las personas con epilepsia, esquizofrenia, autismo…

En el futuro, dice Sapolsky, cuando vean nuestros juicios, nuestras prisiones, nuestras ceremonias de premio nobel, nuestras olimpiadas, nos verán como nosotros vemos a los que hacían exorcismos con los enfermos que convulsionaban, oían voices, o lo que sea. Tal vez lo pongan en contexto histórico y vean que fue solo a finales del SXX y principios del SXXI cuando empezamos a conocer más de genética y epigenética, y que nos costó todavía unas décadas llegar a la misma conclusión a la que se llegó antes con tantas otras enfermedades y comportamientos. 

En un punto del libro, ya no sé cual, cita esta frase tan de sueño americano: "No es tu culpa si naces pobre, pero sí si mueres pobre". Es mala suerte si naces pobre y también si no cuentas con el ambiente ni los rasgos de personalidad y neuropsicológicos para salir de ahí. Cuando se puso de moda en las universidades eso de “check your privilege” (estáte atent@ de tus privilegios) no solo se deberían referir a tu raza, género, clase social, sino también a todas esas “magias” que aún no entendemos y que son otro regalo. Si has llegado hasta aquí, me atrevo a decir que tienes muchas de esas“suertes”: la capacidad de concentración, la curiosidad, el interés por temas que puedan incomodar, la capacidad de tal vez, moverte de tu baldosa ideológica un centímetro. Enhorabuena.  

Robert Sapolsky


17 junio 2025

"28 years later", dirigida por Danny Boyle. "28 años después", divague de Di.

 Hoy hace 28 años que unos ingenuos Pedalistas -que aún no se llamaban así- se lanzaron a la aventura mayor de su vida: venir a vivir al Reino Unido. No todos los años hago divague de tamaña efeméride -la última vez en 2021, cuando hacía 24-, y en el del 23 hice una pequeña auditoría de los años que sí, y se ve que es algo totalmente aleatorio, aunque en el 23 hablaba de "coincidencias extrañas".

Más coincidencias: ante no tener fotos, siempre
van bien los geranios,me digo. Pues bien, qué peli anuncia
el bus que pasa de fondo? Respuesta al fin del divague

Hoy hay otra de esas coincidencias y por ello va el divague. Danny Boyle es uno de mis directores favoritos, aparte de caerme muy bien -recordemos cómo filtró propaganda progre (hoy dirían "woke") en la ceremonia de apertura de las olimpiadas del 2012. Le conocí en los Golem Yamagutxi de la Vetusta del norte en 1996, justo antes de venir a la isla con "Trainspotting", basada en el libro de Irvie Welsh. De la energía de esa peli, de su "Lust for life", de cómo tuve el poster con el primer párrafo del libro en mi cocina mientras vivíamos como estudiantes ya he hablado mucho. Luego al llegar a la isla ya vimos su primera, también muy recomendable, "Shallow grave" en un cine que habilitaban en un colegio en Grimsby, o "The beach", basada en el libro de Alex Garland, con una amiga de Jon en Nottingham (a partir de la cual el Peda le cogió miedo, como la mayor parte de los tíos, a la maravillosa Tilda Swinton).

En 2002 nos vinimos a vivir a Londonium. Al principio vine yo de avanzadilla y estaba sola -literalmente, solo había dos tipos más- viviendo en las residencias de personal de un hospital victoriano en Sutton, a las afueras. Un fin de semana me fui al centro a pedir "una mesa para una" en Zizzi, una pizzería y luego al cine a ver "28 days later", la peli de terror post apocalíptico de zombies con guión de Alex Garland en la que se vio una de esas imagenes improbables: el puente de Westminster sin gente con Cillian Murphy con ropa de quirófano. Aburriéndome como lo hago con las pelis de pura acción, esta me gustó porque los visuales de Boyle siempre me gustan. 

Pongo el cartel de la primera peli
porque el de las otras dos son indigeribles

En 2007 dirigió "Sunshine" y por eso fue solo el productor de "28 semanas después", y lo hizo Juan Carlos Fresnadillo. También recuerdo dónde vimos esta peli: el el Vue de Picadilly, donde estábamos solos y fue lo más parecido a verla en el hortera cine privado que se monta en el sótano un millonario. No recuerdo nada de la peli, pero sí que en el baño había piedrecitas transparentes en la que caía el agua de lavarte las manos. Mi vida, pese a los cinco años de diferencia entre las los pelis no había cambiado demasiado, tal vez solo en el aspecto laboral, en el que por fin había terminado el proceso de aprendiza de bruja para ya ser bruja titular. Aquel año se puso en marcha Mini, pero cuando vi la peli, aún ni eso. 

Un montón de años después estrenan el 20 de junio la tercera entraga de la saga, otra vez dirigida por Boyle y guionizada por Garland "28 años después". En este lapso sí que han pasado cosas en mi vida, pero sobre todo, le han pasado al mundo, y no buenas. La peli es de nuevo otro terror post-apocalíptico que en el pasado veíamos como ciencia ficción, pero que hoy se aprecia desde otro ángulo - tamizado según cada cual vea el futuro que se nos viene encima. Yo no sé, sufro de un optimismo irracional al que mi yo-pensante llama idiota, porque el presente es dantesco y abrir las noticias un día tras otro me hacen pasar de la perplejidad al horror en nanosegundos. Total, que he decidido que no voy a ver la peli, igual que no volvería a ver o a leer "The road"que tanto me marcó en su día. Pero, la coincidencia de nuestros 28 años aquí, justo hoy, me ha obligado a abrir blogger y escribir. 

Porque como decía Sábato, "las casualidades no existen". Ojalá, cuando en años sucesivos escriba esta entrada y estemos en otro mundo -mi yo irracional optimista ataca-, pueda hacer una crónica boba de la peli y contar cosas irrelevantes sobre lo que ha supuesto vivir tanto años en esta isla. 

Evidente: "28 years later"


13 junio 2025

"Deteminados. La vida sin libre albedrío" (II) de R. Sapolsky: llenar la ignorancia con dioses, brujas o madres nevera.

El otro día escribí la parte más dura de "Determined" de Robert Sapolsky, y hoy pensaba terminar con la parte divertida, la que debates con tus amigos en una cena. Pero, ay, como siempre, todo me parecía apasionante y me he alargado. Con lo cual, habrá tercera (y prometo, última) parte.


Recapitulando la primera parte con un ejemplo
Ayer hablamos de la biología del comportamiento: qué ha pasado desde el segundo antes que tú levantas la mano en clase, hasta la cultura de la que vienes (pasando por los minutos, horas, días, etapas vitales, embarazo de tu madre, los gametos que te formaron...). O sea, los determinantes biológicos de nuestro comportamiento se extienden en el espacio y en el tiempo, y responden a lo que pasó frente a ti en este instante, pero también a lo que moldeó a tus ancestros siglos atrás. Como estas influencias son complejas y no están ahí, a simple vista, llenamos el vacío con historias de "agencia" (ie. somos sujetos agentes, vs. sujetos pacientes). Pero en realidad, solo somos la suma de aquello que no pudimos controlar: nuestra biología, nuestro entorno y sus interacciones. 

Voy a incluir un ejemplo que da Sapolsky para ilustrar las "tortugas en acción" (hay que leer el principio del divague anterior para entender esta metáfora). Imaginemos dos de sus alumnos en su oficina teniendo el debate del libre albedrío. Uno de ellos quiere demostrarle que está equivocado, que el libre albedrío existe, y para ello va, y coge un boli. "Voilá, lo acabo de decidir". Por supuesto, aquí se habla siempre de la media, de lo más frecuente, pero Sapolsky se lanza a especular que es más probable que el que dice eso no haya comido aún, que no durmiera bien la noche anterior, que sea hombre (si la otra es mujer), y que sea hetero si quiere impresionarla. Que sea extrovertido. Que tenga los andrógenos elevados. Es más probable que sea de una familia acaudalada que lleva generaciones yendo a la universidad (un alumno de clase trabajadora que es primera generación en la uni es menos probable). Y si es emigrante, es más probable que sus padres decidieron emigrar por razones económicas vs. refugiados. Más probable que haya retado al catedrático si viene de una cultura individualista vs. colectivista. Y así con muchísimos factores que nos hacen nosotras. Espero que con este ejemplo se entienda mejor lo de "son tortugas todo hasta abajo".



Zajando la primera parte (confesión) e introduciendo la segunda

Si se piensa que lo de ayer fue un mazacote, solo anotar que se me debería agradecer que no me he metido en otros capítulos de la primera parte en los que explica la "teoría del caos", la "complejidad emergente" y la "indeterminación cuántica". Bueno, menos medallas: confieso que me hubiera sido imposible porque no he podido con ellos. Mi mente ya no da -el hecho de que hiciera física en COU es un ejemplo vivo de cómo el/mi cerebro degenera, porque no me veo capaz de estudiar esa asignatura de nuevo. El no haber entendido esos conceptos no me ha impedido seguir con la segunda parte, pero si alguien está interesado, he enlazado las referencias. 


Todo el mundo acepta que el color de los ojos, del pelo, etc, es algo biológico, es algo que la ciencia nos ha enseñado que es así y que se transmite asá. Sin embargo, nuestro carácter, nuestra resiliencia, nuestra motivación, nuestra fuerza de voluntad... esto sin embargo es algo mágico que unos llaman "alma" y otros superego. Nunca llegaremos a predecir nuestro comportamiento al 100%, pero mientras escribo esto se está descubriendo un nuevo gen que actúa sobre el cerebro que da un poquito de luz sobre el tema.



Pero, que una sociedad aceptara que no tenemos libre albedrío podría tener terribles consecuencias, ¿no? Esto es lo que vamos a ver a partir de ahora: ¿Será esto una bacanal constante? ¿No podremos castigar a los que antes eran "los malos"? ¿Nadie reconocerá todo lo que he ganado "con el sudor de mi frente"? ¿Seré lo mismo que esos pobres, que lo son por vagos?


Como digo, pensaba hoy cubrir todo pero me he quedado solo en la primera pregunta:


¿Nos volveremos todos locos?

 Si todo el mundo pasamos a creer que no somos responsables de nuestros actos porque no existe el libre albedrío, ¿se irá la sociedad a la porra porque todo el mundo actuará como enloquecido? 


En primer lugar, la mayoría de los estudios no han podido demostrar que la gente se vuelve menos ética una vez que asume que no hay libre albedrío. Y un metanálisis (que es un estudio de estudios, en este caso incluyó 145) de 2022 probó justo esto. Como vale, igual no hay grandes cantidades de estudios sobre este tema, vamos a ver qué pasa -en esto hay muchísimos- cuando la gente deja de creer en Dios.



Yo esto no lo sabía, pero la invención de Dios para comportarnos éticamente no viene de tiempos inmemoriales. El Dios que juzga, castiga, el de la moralina que nos es familiar es un invento relativamente reciente. Los cazadores-recolectores tenían dioses a los que hacían sacrificios, que tal vez aspiraban a responder por qué ahí cayó un rayo, pero estos dioses no estaban interesados en que fueran "buenos los unos con los otros". Los dioses moralistas no comenzaron hasta que la gente empezó a agruparse en poblaciones más grandes, donde no todo el mundo se conocía (porque "ser malo" enseguida te pasaba factura en una comunidad pequeña donde terminabas con mala reputación), luego se necesitaban un par de ojos celestiales para controlar al personal. 


Pues bien, los estudios comparando los comportamientos de ateos y creyentes no muestran ninguna diferencia en cuanto a altruismo, cooperación, prosocialidad, agresión. Y además, que, en esto de la bondad, los creyentes tienden a ser buenos con los de su grupo, no con el resto. 

Nota: este capítulo tiene muchos más puntos que no incluyo, como aquello de "los extremos se tocan", atención: hay más similitudes psicológicas entre extremos -ateos beligerantes y religiosos fanáticos- que con los que Sapolsky llama "apatheist" (apáticos que van con la corriente), pero algo sobre la discriminación que sufrimos los ateos -como minoría- lo conté en un divague sobre varias cosas aquí. 

Ejercicio: dime si la protagonista de este caso era responsable de sus actos (o sea, tenía libre albedrío)

En 2018, una mujer con un diagnóstico de epilepsia estaba conduciendo en Brooklyn. Trágicamente, tuvo una crisis convulsiva tónico-clónica que le hizo perder el control al volante y mató a dos niños, dejando a sus dos madres y a otros heridos. Fue acusada de homicidio y, ocho meses después, mientras esperaba su juicio en la cárcel, se suicidó. Qué injusto, pensará el divagante: esa mujer no era responsable de sus actos, tenía una enfermedad. ¿Por qué homicidio?


Ah, pues porque a esta mujer le había avisado el médico de que no debía conducir (y no solo a ella, Sapolsky cita varios otros casos exactos con esta misma tesitura).  ¿Qué piensas ahora?  ¿Era responsable de no tomar la medicación? Aquí entra Sapolsky y ya nos imaginamos qué va a decir: el acabar conduciendo cuando sabes que no debes es el resultado de un montón de decisiones. Como cuando decides tomar café en lugar de cola-cao, o mirar tu teléfono en lugar de leer - o mientras conduces. Y como todas las decisiones, es tan biológica como cuando te rascas-solo que un mucho más compleja en cuanto a sus interacciones con el ambiente. La tesitura es: "¿conduzco sin medicación, o hago lo más costoso?" (tomar la medicación, coger el bus). 



¿Y quién decide hacer los costoso y quién es negligente? Volvamos a las tortugas: ¿Cómo de bien están trabajando las neuronas de tu PFC (el córtex prefrontal, recordemos, el de las decisiones) la mañana que decides coger el coche? ¿Qué efecto tiene tu enfermedad (en este caso, epilepsia) y la medicación que tomas (a ratos) en tu juicio? (o sea, en tu PFC) ¿Está este un poco lento porque no has desayunado bien? (luego le falta glucosa). ¿Cuales eran tus niveles de esteroides (e.g. cortisol) esa mañana? ¿Ha afectado el estrés que llevas sufriendo las semanas anteriores la neuroplasticidad de tu PFC? ¿Tienes una infección de toxoplasma latente en tu cerebro? ¿Tuviste una infancia ridículamente feliz o terrible y desgraciada? ¿Bebió tu madre alcohol durante tu embarazo? ¿Qué variante de receptor de la dopamina D4 tienes? ¿Vienes de una cultura individualista, de una que valora seguir las reglas, de una que llama valientes a los que toman riesgos? Todo esto son factores biológicos que esculpieron un cerebro sobre el que la persona no tiene control. 

Donde Sapolsky nos lleva es a un lugar incómodo: si pensabas que es injusto que se condene a epilépticos por una convulsión, ¿qué piensas de la que condujo en contra del consejo médico? Igual aún crees en la magia, en que esa mujer, de la nada, un día se miró a los ojos en el espejo  y decidió no tomar la medicación, luego para ti es culpable. 


Así es para la mayoría porque, ¿por qué va a saber el público general todo esto que está pasando en oscuros laboratorios, si además hemos crecido en una cultura en la que el esfuerzo, la motivación, la resiliencia, la generosidad, y suma y sigue, se cree que son decisiones de las personas en lugar de procesos biológicos que interaccionaron un múltiples ambientes para hacerte tú?

Hemos estado ahí antes

El desconocimiento llena sus vacíos con lo que sea, y la historia de la medicina está llena de ejemplos en los que se buscaban respuestas culpando a los enfermos (bueno, no hace falta irse a la medicina, las tormentas eran dioses enfadados). Hoy vamos a terminar con ejemplos de enfermedades neurológicas y del neurodesarrollo que fueron interpretadas de manera enloquecida, y cómo se movió la sociedad hasta aceptarlas en lo que eran: la epilepsia, la esquizofrenia, el autismo.... y el síndrome de estrés postraumático de regalo.


  1. Epilepsia
Resumamos la historia de esta enfermedad con la frase de un neurólogo: "la historia de la epilepsia se puede resumir como 4000 años de ignorancia, superstición y estigma, seguidos de 100 años de conocimiento, superstición y estigma". El autor describe muy bien lo que tuvieron que sufrir las personas aquejadas del “grand mal”, pero yo solo citaré un ejemplo ilustrativo: un par de curas en el SXV publicaron un libro titulado "Malleus Maleficarum", con su guía paso-a-paso para reconocer a las bruja así en general y, sí, las convulsiones eran uno de sus síntomas. 

No voy a entrar a explicar que la epilepsia es un desorden neurológico porque, aunque siga existiendo estigma en ciertas partes del planeta hacia las personas con epilepsia, doy por sentado que quien llegue aquí no está en esos grupos. 

  1. Esquizofrenia
Demos un salto a los cazadores de brujas del SXX: que pasen los amigos de los niños, los fkin psicoanalistas. Sí, esta panda que atribuía (culpaba) a las madres por la esquizofrenia de sus hijos ("madre esquizofrenógena" decían, los simpáticos). Edificante, verdad? Luego que me cabreo cada vez que escribo sobre ellos y de todas las terapias kumbayá: al final, una puede entender que en el SXII llamaran anticristo a uno que convulsionaba, pero es que de esto, querid@s divagantes, no hace tanto. Lo que me aterra es que aún hay gente que a día de hoy se forma en este timo de terapia e interpretan tu comportamiento con su bola de cristal. Y que otros estén dispuestos a pagarles por eso.


>>Causas

Porque hoy sabemos que la esquizofrenia es un desorden del neurodesarrollo con fuertes bases genéticas. No es una enfermedad en la que un gen va mal (pongamos enfermedad de Huntington o fibrosis quística, sino que viene de la combinación de variantes de un número de genes, todos relacionados con neurotransmisores y desarrollo cerebral. Nota importante: no es que esos genes causen la esquizofrenia, es que quien los tiene, tiene más posibilidades de tenerla. Porque desarrollar la enfermedad implica tener estos genes más haber estado expuesta a un ambiente determinado. O sea, los genes te ponen en un precipicio, y factores externos te empujan. Algunos ejemplos de esos factores externos:
  • Durante la vital fetal, que la madre estuviera expuesta a virus, protozoos (toxoplasma gondii), que sufriera diabetes gestacional, sangrado de placenta, malnutrición (esto se vio en la Hambruna holandesa de 1944).
  • En el periodo perinatal, que tuviera un nacimiento prematuro, bajo peso, menor circunferencia de la cabeza, hipoxia durante el parto, cesárea de emergencia, haber nacido en el invierno.
  • En la infancia, separación de los padres, muerte de uno de ellos, vivir en malas zonas urbanas, haber sufrido situaciones potencialmente traumáticas, migración…

>>¿Qué pasa en el cerebro de estos enfermos? 

En primer lugar, hay un exceso de dopamina (*). Sí, ese neurotransmisor del que todo el mundo habla, aquello de lo que tenemos un pico cuando pasa algo chulo, luego queremos más (hay un libro titulado "Dopamina: la sustancia del MAS"). La dopamina es ante todo el neurotransmisor de la "salience" (prominencia), o sea, te hace prestar atención a algo importante. Recibes un premio inesperado y piensas: "guau! ¡Qué chulo! qué tengo que hacer para que se repita?", o recibes un castigo y "ouch, qué tengo que hacer para que pare?". Bien, pues las personas con esquizofrenia lo que tienen son descargas aleatorias de dopamina, sin premios ni castigos asociados. Así que si tienen una descarga en el metro y se cruza su mirada con otra persona, le buscan significado: "por qué me está mirando, me persigue, es el FBI".

O sea, la esquizofrenia es una enfermedad de "aberrant salience", o sea, algo está terriblemente mal en las cosas que se le presentan como importantes a esa persona durante el día. Esto también se refleja en las alucinaciones: la mayor parte de nuestro pensamiento es verbal, cuando pensamos “nos vamos contando cosas”, pero las personas con esquizofrenia le dan preponderancia a ese discurso y "lo oyen". Espectacular que personas sordas de nacimiento con esquizofrenia cuando alucinan lo hacen visualmente viendo lenguaje de signos. 


(*) Ah, y obviamente, la medicación que ayuda con los síntomas de esquizofrenia es aquella que bloquea los receptores de dopamina, porque necesitas bajarla. Y esto es de cajón: si tomas medicación que sube drásticamente  la dopamina como las anfetas, terminarás con un episodio psicótico. En la enfermedad de Parkinson, lo que tenemos es lo contrario: poca dopamina en determinadas áreas del cerebro, así que la medicación que se les da es L-Dopa, para que suba la dopamina. Y si tratas el Parkinson con demasiada L-Dopa, aumentas el riesgo de psicosis, claro. Y lo mismo con la esquizofrenia: si te pasas con los bloqueadores de dopamina, desarrollarán síntomas parkinsonianos. En serio, hay algo más biológico que el que haya pacientes que responden a medicación así? Mejor echarlos en el diván a culpar a su madre, claro. 


>>Macroscopia

También hay cambios estructurales en los cerebros de las personas con esquizofrenia: la corteza cerebral es anormalmente delgada, sobre todo en el córtex frontal donde hay pérdida de dendritas y axones (los "cables") que comunican las neuronas. Por eso suele aparecer en la adolescencia o principio de la edad adulta, ya que es la época en la que está ocurriendo la mayor parte del cableado en el lóbulo frontal, como venimos explicando. 


>>Corolario

Aunque no lo he hecho con la epilepsia, he entrado en detalles con la esquizofrenia porque me encanta meterme con los psicoanalistas… no, va... para que se entienda que es una enfermedad, con base biológica. Esto no va de demonios ni de madres que lo generan. Gracias a la investigación, hemos logrado quitar la culpa a un esquizofrénico que tristemente hace algo malo. Y ahora vamos al último ejemplo…


  1. Síndrome del espectro autista

Aquí, las madres eran “refrigerador” (gracias, psicoanalistas, ahora, si me queréis, irse!). Sapolsky nos habla del infame Bruno Bettelheim, el de “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”, del que hemos hablado ya desde los albores del divlog, diciendo que el desencadenante del autismo es “el deseo de sus padres de que no existiera”. Alguien se imagina el dolor de tener un hijo en el espectro y que te digan eso?

Luego llegaron los que creyeron (no sé por qué hablo en pasado, aún están entre nosotros) que los niños desarrollaban autismo por la triple vírica. El pediatra que sacó ese estudio es una persona con rasgos claramente psicopáticos: podéis escuchar este podcast (Dr Anti-Vax) que pone los pelos de punta. Pues bien, todos esos padres tan hippies y concienciados, con sus ideas delirantes basadas en un estudio que probó ser falso (y de hecho Wakefield ya no puede practicar la medicina), no vacunan a sus hijos y te hacen sentir mal si tú tienes un hijo vacunado con autismo, porque esa era la causa. 



  1. Síndrome de Estrés Postraumático
Había ciertos veteranos de Vietnam que volvieron, por decirlo científicamente, kukut. Revivían los horrores de la guerra en forma de intrusiones, flashbacks, pesadillas; evitaban ciertas situaciones, estaban en estado de hiperalerta constante. Al principio fue interpretado como “exagerados”, “que se fingían enfermos”. Con el tiempo, se empezaron a identificar las tortugas de este desorden: predisposiciones genéticas, soldados que habían tenido infancias abusivas, rasgos temperamentales… y así todo. 

Vamos a ir terminando, que igual esta gente se quiere ir a dormir
Hoy lo que he querido es sembrar la duda: parto de que la mayoría, al empezar a leer esto, tenía muy claro que quien mata accidentalmente por una crisis convulsiva no es responsable, pero quién sabía que tenía que tomar la medicación y “decidió” no hacerlo, sí. Para ello hemos usado no solo todos los principios de formulación de lo que puede haber detrás de un comportamiento, sino también ejemplos de enfermedades y desórdenes que un día se pensó que eran responsabilidad del enfermo. 

Mañana terminaremos la serie con las implicaciones en cuanto a castigo y nuestra propia identidad, que nos esforzamos tanto y merecemos todo lo bueno que nos pasa… no como a otros que no tienen buenas notas, ni buen trabajo, ni dinero, ni una casa, ni lo que sea… porque no se lo han currado.





06 junio 2025

"Deteminados. La vida sin libre albedrío" de R. Sapolsky. Primera parte (la durilla)


Hace unos días terminé "Determined. Life without free will" ("Deteminados. La vida sin libre albedrío") de uno de mis héroes, el primatólogo y neurocientífico Robert Sapolsky [divagué de su anterior libro "Behave" hace un tiempo], y estoy todavía como el conejo que cruza la carretera de noche y le dan las luces. Shock no empieza a describirlo: no por el mensaje, sino por cómo voy a escribir de este libro monumental de 400 páginas, cómo recomendarlo a lectores sin base científica, cómo abarcar lo esencial. 

Qué ha determinado que haya terminado
con una puerta con pegatinas de floripondios
en mi casa?

Cuando digo que es uno de mis héroes es porque creo que si todo el mundo se enfrentara al mundo con la inteligencia y la compasión de Sapolsky, este sería otro. Hay muchas veces en la lectura en las que he sentido hasta ganas de darle un abrazo (además con ese pelo y esa barba que me lleva, que parece un abuelito benévolo), de darle las gracias, y de decirle: "a saber si todo lo que explicas será así (*), pero tienes el corazón en la lucha adecuada". 

(*) Esto es porque él mismo recuerda la famosa cita de Max Plank: "La ciencia progresa de funeral en funeral" ("Science progresses one funeral at a time"). De esto hicimos una entrada en casi en la prehistoria del divlog para que quedara clarísimo (esta vez citando a Karl Popperlo que no podría ser nunca una ciencia (e.g. el psicoanálisis, porque una teoría que no se puede refutar, no es científica). O sea, lo que dicen los estudios en los que se basa Sapolsky puede que se mueva en unos años, o décadas. Pero así se avanza. 

Tenía buenas intenciones y no quería hablar de la primera parte del libro, que es tirando a seca (en inglés se dice "dry"). De verdad que no he incluido demasiado, pero necesitaba explicar, aunque fuera por encima, algunas de las bases biológicas del comportamiento (de las que, por otro lado, ya hemos hablado aquí antes). De otra manera, parecería que algunas de sus reflexiones en la segunda se las está sacando de la chistera. 


Ahí vamos...

Son todo tortugas de aquí para abajo (It's turles all the way down!!!")
Quiero empezar con esa anécdota seguramente leyenda urbana que es bastante conocida en el mundo anglosajón (no sé si en la península), como metáfora para ilustrar un punto fundamental del libro. Su equivalente existe en otras culturas, pero el protagonista siempre es un hombre docto que está dando una clase y la que interrumpe una mujer mayor (mmm un hombre nos explica cosas, otra vez?). El hombre puede ser Bertrand Russel, William James o similar, y está explicando la naturaleza de la vida y del universo. Entonces la mujercita le interrumpe y dice: "Se equivoca, Mr Russell, las cosas no son como dice: el mundo descansa sobre el caparazón de una tortuga gigante". A lo que él contesta: "puede ser, pero dónde descansa esa tortuga?". Y ella: "en la espalda de otra tortuga". Y él: "vale, y esa segunda tortuga, dónde descansa?", a lo que la mujer triunfalmente concluye: "no insista Mr Russell, son todos tortugas hasta abajo!".


La razón por la que Sapolsky empieza su libro con la famosa anécdota de "It's turtles all the way down!!!" es precisamente porque su libro nos va a explicar que absolutamente todos nuestros comportamientos -generados por el cerebro- se pueden explicar por algo que pasó antes. Algo que le precedió causó este comportamiento: son todo una tortuga encima de otra, no una tortuga flotando sin causa aparente. Sapolsky explica cómo la biología -sobre la que no tenemos ningún control - interacciona con el ambiente -sobre el que tampoco- para hacerte tú. Si la gente llama a un comportamiento sin causa (aparente) "libre albedrío", es porque no entienden los múltiples determinismos debajo de un comportamiento.


Uno de los conceptos principales cuando se piensa si alguien es responsable de sus actos es "si tenía intención de hacerlo". Para entender si hay intención deberemos entender qué pasaba en tu cerebro los milisegundos o segundos anteriores, o a las horas, a los días, a tu adolescencia, infancia, a ti como bebé, y aún diré más, al espermatozoide y óvulo que se unieron para formar tu genoma, y a los ancestros que desarrollaron la cultura en la que vives, y a la especie a la que perteneces hace millones de años (tortugas, de nuevo). Vamos a desgranarlo, ¿Qué ocurrió antes de tu intención para un comportamiento? 


El córtex prefrontal

Ya sé que cuando empiezo con neuroanatomía pierdo a la mitad de los divagantes, pero es esencial para entender la intencionalidad y finalmente, esto del libre albedrío. Les presento al lóbulo frontal, que es la última parte del cerebro en madurar (no termina hasta la mitad de la veintena): ha tenido 25 años de influencia del ambiente durante su desarrollo -por eso es tan importante lo que pasa en esos años.


Dentro de este lóbulo, la parte más interesante es el córtex prefrontal (lo llamaremos PFC a partir de ahora), que es vital en la toma de decisiones (función ejecutiva, que se le llama), en concreto las decisiones más duras cuando tenemos ahí una tentación. En ello están implicados parámetros como el posponer la gratificación inmediata, el planear a largo plazo, el control de los impulsos, la auto-regulación emocional. Imagina que tienes una comida ultra procesada ahí delante que te encanta (no sé, gominolas de coca cola), pero sabes que es mala para tu salud. Tu cuerpo te pide "gratificación inmediata" (mmm qué bien sabrá cuando se deshaga el sidral -picapica- bajo tu paladar), pero entonces entra nuestro superhéroe PFC que controla los impulsos, te indica que a largo plazo hacer esto continuamente no te ayudará, y lo dejas. A alguien le sonará tal vez el ego y superego freudiano? Bueno, pues algo así, pero con base científica. 

Hacer lo adecuado requiere dos habilidades separadas por parte de este PFC: 1. mandar la señal de "hazlo" a la parte motora y más importante 2. mandar la señal de "y NO lo hagas" (aunque sea a lo que estás acostumbrada). O sea, inhibir el camino fácil. Si esto es así en decisiones como comer una gominola, imaginemos su importancia en el tema social (de hecho, esta parte del cerebro ha estado evolucionando durante milenios para darnos una ventaja social). El PFC es el centro de nuestro cerebro social y cuando más grande es nuestro grupo, más grande es.


Recordemos un momento la amígdala -de la que hemos hablado mucho en este divlog- esa estructura parte del sistema límbico clave para el procesamiento de emociones (especialmente ansiedad, miedo). Imagina que no eres racista y te enseñan imágenes de gente de distintas razas: un montón de estudios han replicado que en el 75%, la amígdala se activa (alerta! alerta!) en menos de una décima de segundo. Entonces llega nuestro superhéroe el PFC porque te sientes mal, tú no eres racista y la desactiva (en los abiertamente racistas, contentos con su actitud, no se desactiva).




Cuando el PFC está dañado (por ejemplo por accidentes, para un clásico véase lo que le pasó a Phineas Gage, o por demencia), ocurre el síndrome de desinhibición frontal: gente que dice y hace lo primero que le viene a la cabeza, sin filtro. Cuando alguien con 90 años se empieza a masturbar en la sala común de la residencia, llaman al neurólogo;  cuando lo hace alguien de 40, llaman al psiquiatra o a la policía, cuando en ambos casos hay una razón orgánica que ha de ser investigada y tratada. Hay un alto porcentaje de presos por violencia que han tenido antes una contusión cerebral y terminan con algo que por lo visto en US llaman "sociopatía adquirida", caracterizada por desinhibición, conducta violenta, comportamiento antisocial. Todo por dañar al PFC ¿Te da que pensar?

¿Por qué acaba de ocurrir ese comportamiento? (¿Por qué narices has hecho esto?)

O... más científicamente, ¿por qué el PFC funcionó de la manera que lo acaba de hacer cuando has hecho esto?


El segundo antes

Aquí hablamos de neurobiología pura y dura. Neuronas más o menos excitables, potenciales de acción... Neuronas que se despolarizan cuando pasan cositas. Cuando una neurona "dispara" hay potenciales de acción que dan lugar a iones que van a través de la membrana neuronal... esto puede pasar cientos de veces por segundo. 


Los segundos o los minutos antes

¿Qué información sensorial estaba llegando a tu cerebro que provocó que el sistema nervioso produjera ese comportamiento? Este es el mundo de los estímulos sensoriales, tanto exteroceptivos (lo que vemos, olemos, oímos, etc) como intraceptivos (información que viene de dentro del cuerpo: hambre, frío, nervios, etc) muchos de ellos percibidos inconscientemente. 


El PFC es la parte que más energía consume de nuestro cuerpo (en forma de glucosa). Cuando tiene déficit -y también de oxígeno- no funciona bien. Por ejemplo, esto puede ocurrir cuando estamos muy estresadas y toda nuestra energía va "para el pánico", o cuando estamos cansadas, o cuando estamos hambrientas. ¿Alguien recuerda el estudio de los jueces? Pues sí, que ponen sentencias más duras antes de comer. Esto está replicado en los juegos económicos: la gente es más generosa si no tiene la glucosa en sangre baja. Y todos sabemos cómo de irritables se ponen algunos cuando tienen hambre.



 


Minutos o días antes 

Aquí tenemos actuando a las hormonas: si googleas te saldrán como 75. Cada una se secreta a distinto ritmo y afecta al cerebro de distinta manera, porque hay distintos tipos de receptores para ellas. Todo por supuesto fuera de nuestro control o consciencia. Veamos algunos ejemplos:


1. Cortisol (un glucocorticoide), la hormona del estrés. 

Los glucocorticoides empeoran tu control de los impulsos, tu función ejecutiva, hacen menos probable que cambies de estrategia. Cada uno tenemos distintas variantes genéticas que afectan la producción y degradación de los glucocorticoides, y el número y la función de los receptores de glucocorticoides en el cerebro. Pero además, este sistema se habrá desarrollado de diferente manera según otros factores, como la cantidad de inflamación que sufriste como feto, el nivel socioeconómico de tus padres, etc. 


2. La testosterona 

Hace a la gente más impulsiva, con más autoconfianza, más proclives al riesgo, más centrados en sí mismos, menos generosos, menos empáticos y, en contra de lo que se cree, no crea agresión de la nada, sino que hace patrones preexistentes de agresión más posibles (o sea, más probable que reacciones agresivamente ante una agresión). La testosterona te hace ver caras neutras como agresivas.


3. La oxitocina

Aumenta la confianza, el ser social. La hormona de l'amourrrr (pero solo con los de tu grupo).


4. Estrógenos

Aumentan la función ejecutiva, la memoria de trabajo, el control de los impulsos, mejora el cambiar de tarea.


¿A dónde quiero llegar con todo esto? Todas estas hormonas afectan al PFC y dependen de mil factores fuera de tu control (qué momento del día es, si alguien se te cruzó en tráfico, si te dieron un abrazo justo antes, si habías comido, en qué día de tu ciclo estás...). Tu PFC actuará distinto según todo eso.



Meses y años antes

La experiencia y el medio ambiente han ido cambiando el funcionamiento de las neuronas del PFC, causando que crecieran ciertas conexiones y vías neuronales. Si tienes una larga historia de depresión y ansiedad, el PFC se atrofia (más cuanto más tiempo). Pero no es solo esto, hay una lista larga de reguladores que actúan durante los años: quita estrógenos y neuronas del PFC morirán, abuso de alcohol hace que se encojan ciertas áreas, uso crónico de cannabis que baje la sangre y la actividad... 


La adolescencia

Que es la época de la vida en la que una termina pareciendo físicamente adulta, pero en la que el lóbulo frontal todavía no ha terminado su desarrollo [hasta los 25!!!!]. El córtex frontal, al ser el último que se desarrolla, es el que menos influenciado por la genética está y más por el proceso de socialización y aculturación [asimilación de elementos culturales]. Y ha evolucionado así, madurando tan tarde precisamente por eso: para que aprendamos las leyes de la sociabilidad en grupo. 


Recordemos lo que hace el PFC, y pensemos en un pobre adolescente: Lleva el control de los impulsos, la regulación emocional, la función ejecutiva, el planear a largo plazo, el posponer la gratificación. En una palabra, son los "frenos" de ese vehículo con el que nos estamos tirando cuesta abajo. Y claro, los teens aún lo tienen en desarrollo (cuántas veces pienso esto cuando Mini da un portazo). Pero además, no olvidemos que en la adolescencia, a la vez, comienza un tsunami hormonal: estrógenos, testosterona, glucocorticoides,... imaginemos el reto. 


Qué ha pasado en tu adolescencia, cuando esa "obra del Pilar" de construcción estaba teniendo lugar es obviamente importante y variaciones en esa experiencia dará lugar a variaciones en el PFC del adulto que eres. Y entonces, tus comportamientos serán herederos distales de aquello. Pero el adolescente que ha crecido con terrible estrés, tendrá menos sinapsis, mientras que el que viva en un ambiente estimulante tendrá cambios en la regulación genética en el PFC, produciendo más factores de crecimiento neuronal como el BDNF. La buena noticia es que si la infancia fue mala, aún hay posibilidad de revertir algunos de sus efectos con una buena adolescencia (gracias, madres  y padres adoptivos).




La infancia

Esto no es una obra en la que faltan los últimos retoques, como en la adolescencia: esta obra está en su comienzo. Todo tu cerebro se está construyendo, creciendo circuitos neuronales, ocurriendo la mielinización, etc. Y en la infancia pueden pasarte cosas en un rango, desde buenísimas, como venir de una familia con recursos y amor, hasta terribles, en lo que hoy se llama ACEs (Adverse Childhood Experiences), como negligencia, abuso, problemas en la familia, y suma y sigue.  Cuantos más ACEs, más posibilidades de que la amígdala (recordemos, emociones, sobre todo ansiedad) haya crecido y que el PFC no se haya nunca desarrollado por completo.




Sabemos que tener alto estatus socioeconómico predice el tamaño, el volumen, y la materia gris del PFC ya en la guardería. ¿Cuáles son los mediadores? Como media, cuanto mayor nivel de glucocorticoides (cortisol, estrés, recordemos), menos nivel  de actividad en el córtex prefrontal y a los 6 años, esto ya se ve (y recordemos, cuanto más cortisol, menos actividad en el PFC). Y no solo en la pobreza de sus padres, sino en el barrio donde viven, porque el estrés elevado es la causa. Pero además, la pobreza predice un ambiente menos estimulante para el niño (pensemos en una madre soltera trabajando todas las horas del mundo que está agotada para leer a sus hijos cuando llega a casa). A los 3 años, un niño rico ha oído una media de 30 millones de palabras más que uno pobre. En un estudio, la relación entre estatus socioeconómico y actividad del córtex prefrontal estaba parcialmente mediado por la complejidad del lenguaje usado en casa. Dan ganas de gritar de lo injusto que es todo (esto lo podría decir yo, pero lo dice Sapolsky!)


Haber sufrido abuso produce niñ@s con PFC más pequeños, con menos materia gris y con menos comunicaciones entre las subregiones del PFC. Esto se ve ya a los 4 meses. Seguimos queriendo gritar.


El feto

No hay sorpresas aquí: lo que circulaba en la sangre de tu madre, circulaba por la tuya (hormonas, factores inmunológicos, moléculas inflamatorias, patógenos, nutrientes, toxinas, alcohol, drogas... ). 


Tomemos como ejemplo otra vez la hormona de moda, el cortisol: si tu madre estaba estresada durante el embarazo [o tomaba corticoides, ya sabemos que el cortisol es un glucocorticoide] esto predice que el niñ@ luego tenga problemas cognitivos, menos materia gris en el PFC, una amígdala hiperreactiva y cuando crece, como adulto, una respuesta hiperreactiva al estrés. Ah, y mi chapita política: ¿por qué se estresan las madres en el embarazo? Miles de razones pero una importantísima es de nuevo el bajo estatus socioeconómico: la pobreza. Pero tal vez son malos momentos históricos para escribir esto. 


Los genes

Y sigamos tirando para atrás (¡venga, tortugas!): los genes que heredamos claro que condicionan nuestro comportamiento. Pero este tema es fascinante y en absoluto lo que parece: "tienes gen X, luego serás violento" (recomiendo volver a la serie "Únic@, sobre cómo influye la biología en nuestro comportamiento, en concreto el capítulo de los genes para desarrollo sobre esto). 

Si pensamos en el ADN, sólo el 5% son genes: el 95% restante va de regular esos genes (Sapolsky los llama "interruptores", porque encienden o apagan los genes). Un gen se activa en un determinado ambiente, y la misma variante de un gen actuará distinto según el ambiente. Estamos interesadas en las variantes que explican por qué dos personas difieran en su comportamiento. Así que no puedes decir lo que un gen "hace", únicamente lo que hace en el ambiente que ha sido estudiado. De un par de hermanos ambos creciendo en una familia abusiva, uno se recupera y lleva una vida más o menos funcional y el otro no: este puede ser el principio de la explicación. 

La ciencia hoy sabe cómo algunas de esas variantes genéticas se relacionan con el PFC: por ejemplo, algunos están relacionadas con el neurotransmisor serotonina. Hay una versión de gen que influencia cuánto se relacionan el PFC y la amígdala y una variante determinada aumenta la probabilidad de comportamiento impulsivo y arriesgado que otra.

La cultura en la que naciste

Distintos medios ambientes también producen distintas culturas, y todo tiene siempre una explicación lógica. El que vivamos en un patriarcado y que hayamos sufrido una religión monoteísta no es casual. Por ejemplo, los que viven en selvas tropicales son más politeístas, mientras que los que viven en el desierto, monoteístas. Estos últimos son más guerreros y conquistadores que los de la selva tropical, y no es coincidencia que las tres religiones monoteístas sean ideas delirantes de pastores de Oriente Medio.

Esencialmente, mi edificio


Uno de los contrastes culturales más estudiados es el de culturas individualistas vs. colectivistas. El mejor ejemplo de individualistas son los yankis, porque es un país de emigrantes, proceso que en sí mismo selecciona a la población: aquellos que están dispuestos a dejarlo todo atrás. El colectivismo asiático también se explica con ecología: cultivar arroz ha llevado milenios construyendo terrazas, sistemas de irrigación: una labor que requiere cooperación. El cerebro (luego el PFC) de los niñ@s educados en estas dos distintas culturas serán distintos. 


Las culturas colectivistas e individualistas difieren en la incidencia de variantes genéticas relacionadas con la dopamina y la norepinefrina, variantes que quitan serotonina de la sinapsis y variantes de receptores de oxitocina. Ya sé que este párrafo es un rollo y no hace falta que lo entiendas, pero está aquí para que se vea que hay coevolución  de frecuencias de genes, valores culturales, prácticas del desarrollo infantil, reforzándose unas a otras durantes generaciones, dando forma a cómo el PFC será. 

Todo esto sigue afectando a la manera cómo percibimos el mundo. Los valores de tu cultura hace que seamos "el tipo de gente que venimos de tal sitio". De esa manera, tu cerebro refleja quiénes y cómo eran tus antepasados, y qué circunstancias ecológicas les llevaron a inventar los valores que te rodean. 

Corolario

 O sea, de dónde vino la intención de tu acto X?  De lo que vino antes. Y esto? De lo que vino antes. Y esto? Ya sabes la respuesta: son todo tortugas de aquí abajo... y con todos estos datos, sigues pensando que puedes juzgar a alguien que hizo lo que sea, desde dar una limosna hasta una torta, sin haber entendido todo lo que le pasó antes?


Es imposible hacer a alguien "tener más fuerza de voluntad" (venga, ánimo, hazlo!) si no lleva la combinación adecuada de tortugas en su historial. Por mucho que admiremos a la gente que demuestra altos niveles de resiliencia, coraje, determinación, tesón, firmeza, valor, no son admirables, solo tuvieron suerte. Pero esto es provocativo porque es justo lo contrario de lo que estamos acostumbrados: vivimos en una sociedad que premia esos valores, sin tener en cuenta la mala suerte que tuvo el vago, el agresivo, el impulsivo, el inatento... de nacer así.

Este divague ha sido tal vez árido, pero espero que con él haya sentado las bases del siguiente en el que hablaremos de conceptos que antes trataba la filosofíá: si realmente eximimos a las personas de su responsabilidad, nos volveremos todos locos y haremos maldades? ¿Qué pasará con los asesinos si no es culpa suya el comportamiento? Y mucho más...