El sábado, con el acto consumado, tengo una fiesta "irónica" post-brexit. Vamos a llevar tortilla de patata y champán francés, y chocolate belga y Gorgonzola y loquesea. Los que la dan son el típico perfil de "Remoaners" (así llaman a los partidarios del "Remain", del "Quedarse", con el juego de palabra que supone el "moan", quejarse: los quejicas que se querían quedar en la Unión Europea): abogados, progresistas, viajados, leídos, en fin.
En el pasado, en la universidad, yo también hablé de la "Europa de los Mercaderes", con carpeta del Che Guevara. Me hago cargo de que Europa ha sido un campo de batalla, sangre en lanzas y ametralladoras durante casi toda su historia. Sé de sobra que el Mediterráneo es ahora un cementerio de ahogados, que como peces muertos nos miran con los ojos abiertos. Pero ahora, pese a que aún tengo todo eso muy presente, Europa me parece hoy El Mal Menor. El último residuo de una manera de entender las sociedades que demuestra un mínimo de compasión por sus más vulnerables, con los (decrecientes) estados del bienestar. Me considero privilegiada de haber nacido aquí.
Al frente, está el resto del mundo: capitalismo aún más salvaje, individualismo aún más rampante, seguros privados o muérase usted, pagarse seguridad privada y poner alambradas eléctricas alrededor de tu casa, porque al otro lado están Ellos. De injusticias sociales aun más abismales. Ese mundo es América, es Asia, en Africa ni entremos. De desigualdades obscenas, que averguenzan.
También soy privilegiada porque trabajo en el sistema público únicamente y desde siempre he pensado que, a menos que no me den otra opción, seguiré porque no concibo mi profesión de otra manera. Luego, no me interesa ir a vivir a ningún sitio fuera de Europa donde tenga que trabajar para los que tienen seguro. Una compa siguió a esos cantos de sirena, cómo ha terminado la cosa... pero eso es otra historia. Poder elegir seguir en lo público, me pregunto por cuántos años.
Cuando llegué aquí, tenía que trabajar por la noche, por si pasaba algo, una de cada cuatro. Y fines de semana enteros, uno de cada cuatro. Y al día siguiente de esas noches, a menudo en blanco o con pocas horas de sueño, ir a trabajar mis ocho horas. Una directiva europea cambió eso: ahora no esta permitido. Pero ahora los brexiteros se quieren ver libres de esto, entre otras cosas, quieren "take back control" ("retomar el control"), maldito Dominic Cummings. Los brexiteros creen que es mejor que los profesionales estén agotados, que así seguro llevarán mejor los aviones, los trenes, operarán las emergencias, apagarán los fuegos... todo mucho mejor. Por qué Europa nos tiene que decir las horas de descanso de un profesional? Por qué tienen que inmiscuirse con los derechos de los trabajadores? Venga ya, queremos ser libres! Pobres idiotas: eso si, abrazados, como todo buen idiota, a su bandera.
En estos años, no me ha dado para salir de mi espanto: desde el divague pre-votación, aún con la música energética de The Clash (Should I stay or should I go), hasta el despertarme aquella aciaga mañana del 24 de Junio de 2016 con el careto del oligofrénico Farage llamando a la fecha "Independence Day", pasando por leer, ir a charlas, ir a manis, ver docus, rellenar encuestas... Pero hoy es diferente.
Porque luego llegó Diciembre y sus elecciones, y ahí me me cayó verdaderamente el alma a los pies: no había nada que hacer. Les habían mentido, habían votado bajo falsas promesas, se probaron, pero aún así, siguieron apoyando este proyecto abismo.
Uno de los divagues que colgué en un momento bajo incluía una frase del poeta Michael Rosen que es lo que no me deja dormir ahora por las noches, o más bien, lo que me despierta a as 5:30 cada madrugada: "Algunas veces temo que la gente cree que el fascismo llega como gente grotesca o monstruos que llevan disfraces, como han sido representados infinitas veces los nazis en el imaginario colectivo. EL FASCISMO LLEGA COMO TU AMIGO".
El brexit es la punta de un iceberg que me aterra. En toda Europa están creciendo los nacionalismos, y hay gente aplaudiendo lo que dicen los de Vox, de las mujeres, de los gays, de los inmigrantes. Estoy leyendo un libro ambientado en la Segunda Guerra Mundial (en las paginas del Blitz, lloré), el otro día fueron los 75 años de la liberación de Auswitch (escuché un podcast y lloré), hoy he visto el ""Auld Lang Syne" del Parlamento Europeo, y he vuelto a llorar.
Hazte el pasaporte, Di, por lo que pueda pasar. Mira, es que si eso-lo que sea que estés pensando- llegara a pasar, no quiero estar aquí. Tampoco quiero saber nada mañana de los fuegos artificiales, ni el desfile liderado por Farage ni las proyecciones de la puta (excuse my french, hoy merezco jurar) Union Jack sobre las Casas del Parlamento. Pero, JA! por lo menos no será sobre el Big Ben que se va a pasar 5 años de obras: parece como si el mayor símbolo de este país se hubiera puesto una sábana encima para no ver.
Como yo. No quiero ver. God fuck the queen.