Yo creo que, cuando partiendo de una tradición literaria en castellano, más adelante lees a los anglosajones, sufres una pequeña crisis. En castellano, todo es frecuentemente tan solemne, se toma tan en serio a sí mismo, es tan desgarrado, que cuando vuelves, tras mucha lectura de los Roth, de los Wilde, de los Foster Wallace... buah, es complicado. Poca cosa, aparte de los de toda la vida, te mueven como antes.
Una noche, cenando con un antiguo divagante, Justanotherspy, le pedimos consejo sobre literatura en castellano, y nos habló de Jorge Ibargüengoitia, un mexicano que falleció en el vuelo de Avianca que se estrelló cerca de Madrid en 1983. Su manera de ver la vida, desde la más absoluta ironía y cachondeo, son únicas, nos dijo. UN Evelyn Waugh mexicano, leímos. Así que nos lanzamos en su búsqueda, nada fácil, y que al final localizó Fashion en La Central de Mallorca. "Revolución en el jardín" es el título de un compendio de sus artículo, en edición horrorosa -para mí, que odio las tapas duras y las páginas que brillan-, cara e incómoda de leer. Pero bueno: una está dispuesta a luchar contra los elementos.
En el prólogo de Juan Viloro, este habla de que la innovación del autor tiene menos que ver con aspectos formales que con su "manera de mirar", y da en clavo. Hoy en día, solo quiero leer una de esas dos literaturas (si es combinado, mejor), el resto no me interesa. Pero encontrar a alguien cuya manera de mirar te abra otros mundos, empieza cada vez más a ser una gesta. Dice que su humor deriva de "actuar con sensatez en un mundo absurdo" (no es esta la base de la mayoría del humor?) y de cómo este humor nunca se entendió en México, donde-al final hablamos el mismo idioma-el humor también se considera banal, superficial, y que una obra literaria con mayúsculas tiene ser intensa y tomarse a sí misma muy en serio. En ese sentido Ibargüengoitia es muy poco mexicano, aunque como dice, "repudiar las raíces es artificioso, ya que somos todos sitios arqueológicos" -me encanta esta metáfora- "pero también lo es interpretar nuestra conducta a partir de señales sacadas de la noche de los tiempos".
El libro viene a ser extractos de un blog: crónicas de la vida cotidiana (y tres apéndices de listados que no sé por dónde cogerlos-si alguien tiene a bien explicármelos, quedaré agradecida), observaciones, notas mentales que se hace una a sí misma. Por unos segundos pienso... imagina que dentro de 40 años, alguien descubre este divlog y hace una antología de unos cuantos divagues, y... vale, ya me despierto, no soy Ibargüengoitia, y además, qué mas da, si estoy se hace "just for fun", o para cubrir cada uno su necesidad personal, la que sea. En uno de sus divagues, él habla de cómo en algún momento de su vida, por un breve periodo cuando sacaba un libro y le entrevistaban, creía que "me estaba volviendo famoso", pero luego, el souflé bajaba, y ya estaba otra vez en lo de siempre.
No todos los divagues son igual de graciosos, pero con los que me he reído, lo he hecho a carcajadas (el Peda, o La Esfinge, a mi lado, seguía leyendo lo suyo indiferente, pero imposible no distraerle para contarle o leerle el párrafo que fuera. Y muchas veces se reía, cosa que tampoco es fácil-el Peda ríe como sabemos á la Santa Klaus, ho ho ho, muy fuerte, pero cada vez es más selectivo. O me parece a mí, que le recuerdo riendo el 100% de mis gracias en el noviazgo, y cuando le confrontas, anota, hierático "te estaba trabajando").
Pero divago: hablaba de cuánto me he reído con este hombre, aunque alguna vez le he querido abofetear. Porque está claro que ha sido siempre un integrante de la clase acomodada, rodeado de servicio, y para mí ha sido imposible no tener flashbacks intensos de "Roma" la última peli de Cuarón, donde el ver el día a día de las criadas, en una casa que no es ni siquiera abusiva, desgarra. Y no he visto en él la mala leche y la ironía de Bryce cuando hablaba de la "sección servidumbre" en la maravillosa "Un mundo para Julius", no: para Ibarguengoitia parece que lo del servicio es algo normal, aunque alguna anotación muy velada hay en un momento en el que el dueño de una casa, marxista, presenta a su criada como "una colaboradora". Pero la mejor es cuando describe el terror que le da a él su mucama (esta palabra la aprendimos viajando por Latinoamérica-se usa en diversos países, pero no México; sin embargo, se quedó en nuestro vocabulario como una palabra "cargada" con los mismos sobreentendidos que "servidumbre").
A Eudoxia, que así se llamaba su mucama, me la imagino como una de esas mujeres silenciosas con toda la rabia de generaciones (las mismas que los Ibargüengoitia llevan usándolas para que les preparen el cóctel de las 13) acumuladas detrás de los ojos, a los que el señorito tiene pavor. Cuenta cómo a él lo llamaba "joven" y a su mujer (pintora inglesa, para más datos), "Señora", y que tenía el poder de "gritar quedo". Cuando se va "a su tierra" por tres semanas, redescubren la libertad de su propia casa, se sientan bajo la bugamvilla del patio a leer, en lugar de irse a dormir la siesta, práctica que, el autor reflexiona, comenzó por temor a encontrársela por el patio a "hacer un mandado". Es este esconderte de la mucama la mala conciencia? No sé, yo solo animo a las mucamas del mundo a mirar como lo debía hacer Eudoxia: no hay nada que me espante más que el servilismo.
No a propósito de Eudoxia, pero en uno de las crónicas que habla de la cortesía mexicana, vuelve a anotar cómo un mexicano pediría a su criada que le traiga el salero durante la comida: "óigame: cuando tenga un ratito, me hace favor de traerme un salero, si no le es molesto" (todo muy británico). Y añade: "Un español, en el mismo caso diría: "Un salero!". Tan cierto: somos así. Aunque yo siempre pensaba que el ser rudos estaba imbricado en nuestro idioma-contrastándolo con el inglés, donde nos salen los pleaseandthankyous por todos los lados-, pero aquí me he dado cuenta que no. Aunque el resultado sea el mismo: que la mucama te traiga el salero. Pero la cortesía mexicana llega a extremos cuando, el "esta es su casa", termina con salto mortal y triple pirueta en "qué le parece si un día cenamos en su humilde casa?", que quiere decir, en TU casa, pero claro, a un español nos sonaría confuso (que te autoinvitas a MI casa a cenar?). Viene a ser el muy inglés "you must come for dinner" que, como todos los que vivimos aquí sabemos perfectamente significa: "estoy siendo amable, pero no tengo ninguna intención de que vengáis a cenar".
Otro Gran Tema que yo pensaba que, o yo había inventado, o era una creación reciente: los refritos. Pues no: Ibargüengoitia ya nos habla de los "regalos perfectos", que son aquellos que nadie quiere y se van pasando de uno a otro. En mi caso, en un tiempo fueron velas: por qué había tantas velas aromáticas en mi casa? Una que venía en una cajita, y con inciensos y aceites le cayó a una de esas aprendizas jóvenes que rotan por el equipo cuando el Amigo Invisible (con amigos así, quién necesita enemigos-visibles o no), y ... parece que le gustó! Es una posibilidad porque, cuando una está montando una casa, siempre le van bien las velas, no? A mi edad ya no: no me deis más velas, ffs. Yo me parto con el "regalo perfecto" de Ibargüengoitia: se trata de una "plataforma de terciopelo sobre la cual hay una serie de objects d'art", "ejemplo de los extremos a los que puede llegar la ociosidad". Alguien puede imaginar un avechucho semejante? Propongo que nos regalemos todas estas mierdas cuyo objetivo es simplemente volver a regalarse, concepto también conocido como "token". Se haría mucho por el planeta, uno de mis temas. Se pensará, parece una guerra de regalos, pero el autor también tiene con sus amigos una "guerra de recomendados": uno te recomienda un plomero (me canta esta palabra, ecos del plumber claro) y resulta ser nefasto, así que cuando luego te piden un hotel en Praga, les mandas a la cadena Kotva (donde te registran como "španělsky"). Y sigue la espiral de la venganza.
El libro no es para los que busquen información, sino para los que compartan la extrañeza de cosas asumidas por todos como apropiadas, o rituales que repetimos sin que nadie se haya planteado porqué. Ibargüengoitia observa que las Navidades son esas fiestas en las que todos están alegres menos los latinos, a los que nos embarga la melancolía... echamos de menos a un amigo que se mudó a Navojoa, y en el que no pensamos en todo el año, "pero en Navidad, nomás para estar triste, nos hacer falta". Hay mucho de los españoles aún en México, que les hacen parte de quienes son, "no fuimos conquistados por una país de comerciantes y agricultores, sino por uno de militares y sacerdotes", pobres.
Es un libro para el que se sienta interpelado por ideas como "si nos ponemos a hacer memoria, todos encontramos en nuestro pasado a una tía, diciendo: el mar y el fuego, producen fascinación" (yo tengo a esa tía, se llama El Peda, y no puedo explicar la dificultad que tuve para leerle esa frase porque la risa me lo impedía). Para quien no haya tenido, real o vicariamente, esa tía universal, o que no entienda el cinismo de alguien que, al ver a Neil Armstrong y su solemne (parece espaniol) "un paso para un hombre etc", diga, "la luna se ha transformado en uno de tantos lugares a los que no pienso ir", tal vez este mexicano enloquecido e irreverente no sea lo suyo. El se consolaría diciendo "Vox Populi Vox Bruti".
Pero a los que por este divague, les haya llamado su "manera de mirar", pistoletazo a la aventura de, en primer lugar, de encontrarlo en librerías espaniolas. Si hay algún divagante de México, sortudo, que nos haga alguna senial.