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10 diciembre 2025

"Canciones de amor y de lluvia" de Sergi Pámies: Yo también quiero donar mi cuerpo a las letras

El padre de Sergi Pámies era de un pueblo cerca de Vetusta llamado Tauste, pero vivió en Cataluña, donde fue político comunista. Su madre era catalana, periodista y activista. La vida de su familia, el por qué su padre y su tío estuvieron tan involucrados políticamente (spoiler: su hermano mayor fue asesinado al principio de la Guerra Civil), el cómo se crece en una familia tan comprometida y cómo ha intentado educar a sus hijos sobre ese tema, la cuenta en un relato ("El nicho") hacia el final del libro que acabo de leer, "Canciones de amor y de lluvia" (2013), editado por Anagrama.


La foto de la portada es fea con avaricia, así que el resto de las fotos del divague no tienen nada que ver con el texto. Y no, no le han robado la contraseña del blog a Scrooge: pese a las imágenes navideñas, soy yo. Lo que ven es el resultado de entrar en plan curioseo a una iglesia que no conocía pese a estar cerca de casa y aún estoy perpleja ante el festival de árboles. El cotarro lo dirigía un número de personas de mediana y avanzada edad, muy ocupados preparándolo todo para una tarde de villancicos (aquí llamados carols) interpretados por niños del cole local, mince pies (pasteles típicos de la época), mulled wine (vino caliente con canela) y proselitismo. Uno me pilló por banda y me contó todas las veces que había estado en Ejpein, aunque, lo sentía, no en Vetusta. En 1966 vio la final del único mundial que ha ganado Inglaterra contra Alemania en un bar en Ibiza, lleno de ingleses y alemanes- "oh sí, el de Bobby Charlton", dije [de algo tuvo que servir el maldito examen de ciudadanía, ahora tengo ese dato ocupando sitio en mi cabeza]. Pero divago; vuelvo al libro.



Antes de llegar al relato autobiográfico con el que he comenzado, ya me había leído la wiki de Pámies y buscado su foto, porque la que ponen en el libro no sé si va en serio o es irónica: mira a la cámara con una cara, tal vez mueca, que yo solo pondría de risa. Mi conclusión es que es de broma, porque durante la lectura me ha demostrado que tiene sentido del humor. Hay mucha retranca o somarda, o como se diga eso, humor que a ratos puede llegar a ser negro. Me encanta reírme con la literatura y no es tan frecuente en castellano, siempre lo digo. Busco en mis notas y no encuentro ninguna precisamente de humor para intercalar aquí. Ah sí, ya: "en ese restaurante se junta la hipocresía de los clientes que fingen que allí se come estupendamente, y la falta de escrúpulos de los propietarios, que fingen saber cocinar".

Hay mucha metaliteratura: otro factor para decir sí. En "Dos coches mal aparcados", la madre escritora les dice a los hijos que "todo lo queráis saber sobre mí está en mis libros". No puedo evitar sonreír: alguna vez, ante alguna conversación, he pensado (o incluso he dicho, pero solo a alguna persona de extrema confianza) "escribí un divague sobre este tema". Puedo llegar a ver el día en el que remita a la gente aquí para respuestas. Como si hubiera alguna, solo hay preguntas y algunas mal formuladas. Pero además, Pámies habla de libros y del proceso de escritura muchas veces, por ejemplo, lo que nos pasa cuando releemos, que es como examinarnos a nosotros mismos en el pasado. 



Habla de un tipo de personaje que me recuerda a uno de Bryce Echenique (o tal vez a él mismo, no recuerdo): una persona cuyo objetivo es no molestar, pasar por la vida de puntillas. Así como hay narcisistas que siempre quieren ser el centro de todo, en el otro polo del espectro están estos. Yo conozco a alguno y también me ponen bastante nerviosa. Pero el prota de "La vida inimitable" no llora al nacer como un primer paso para pasar desapercibido en la vida. Para explicarte su manera de estar en el mundo, usa lenguaje tan chulo como este:
"nunca probó las drogas: intuía que los paraísos artificiales acaban siendo tan decepcionantes como los infiernos naturales".
Pámies es mayor que yo, pero como este libro fue publicado probablemente cuando él tenía mi edad, siento también cercanía en los temas generacionales: la inquietud por los hijos adolescentes que están de juerga por la noche ("Todo el mundo lo hace"), los padres que se hacen mayores, resacas que duran un año... Y en el lenguaje (¿alguien se acuerda de cuando a terminar una relación se le llamaba "cortar"?). 


Hay varios relatos que son existencialismo en vena (tal vez no lo que necesito en este momento vital): como olvidar  uno estremecedor titulado engañosamente "El tiempo", porque en realidad va de matar el tiempo (un dolor para los que no soportamos aburrirnos). Primero matas una hora o una tarde, y luego ya pasas a matar los días o las semanas.  O de "donar tu cuerpo a las letras": esto hace quedar al donarlo a la ciencia en una vulgaridad utilitaria.

Pero uno de sus temas fundamentales son las relaciones de pareja: la crudeza con la que se aproxima al tema pone los pelos de punta. Hay una pareja que no tiene nada que decirse que busca un destino vacacional sin ningún interés, y Pámies acepta resignado: "si no fuera transitoria, la pasión no existiría". Habla de gente de belleza tan espectacular que perderla con la edad resulta traumático, del idealismo como método de supervivencia, de gente cohesionada por la euforia de la indignación, de que es mejor ser esclava de tus vicios que de tus virtudes. 

Termino con la mejor: "Lo que ocurre a partir de ese momento parece mentira, y por lo tanto es mejor contarlo como si fuera verdad". Qué grande, pero también está el reverso: con la ficción, se pueden contar más verdades que con un ensayo, o documental, o entrada de blog personal.  Tal vez tenga que añadir esta frase a la cabecera de metaliteratura del divlog, donde todo se cuenta como si pareciera verdad, o volver a los relatos o seriales y que se cuentan como si fuera mentira. 








08 diciembre 2025

Dieciséis años divagando

 Hoy cumple este blog 16 años. Quien quiera historia, resúmenes, reflexiones sobre la fugacidad de los blogs, por qué sigo escribiendo y todo eso, lo puede encontrar en entradas anteriores de este mismo día, o en el distintivo "metadivagando". Hoy solo voy a contar una breve anécdota.

En el mes de octubre leí "La canción del verdugo", un true crime espectacular, y me dije: "Tengo que releer a Capote". Había leído "A sangre fría" aún en Vetusta y en castellano, y me parecía fundamental revisarlo en inglés, treinta años después. Lateralmente, le cuento al Peda que voy a comprarlo como siguiente paso en mi plan. Parece que no escucha, pero al rato vuelve con el siguiente anuncio semi-triunfal: "tengo una mala noticia", a la vez que me enseña el libro en inglés que acaba de sacar de la estantería. En concreto, su última página: en verde, como siempre, está su firma y la fecha en la que lo terminó.  Debajo, en rojo, como siempre, está la mía y una fecha: 23 de junio de 2009, cuando lo terminé. 


No recordaba en absoluto haberlo releído: era un blanco total en mi memoria. La tentación es culpar al "brain fog" (¿cómo llaman esto en castellano? ¿La niebla mental?) de la menopausia, pero ya con 20 compré "Las manos sucias" de Jean Paul Sartre - cuando lo tenía leído y subrayado en casa. Mi conclusión es clara: necesito desesperadamente este blog como almacén de memoria. No es casual que releyera este libro el verano antes de comenzar D&D; si hubieras estado aquí, divlog, no habría ocurrido. 


No digo que recordarlo todo sea ideal: igual de cruel que es olvidar, lo es no poder olvidar. La memoria nos juega buenas y malas pasadas todo el rato, y supongo que escribir un blog (o un diario) es una manera de controlar lo que no queremos olvidar. Y si además, hay aunque sea una sola persona al otro lado, ya merece la pena compartirlo en lugar de dejarlo en carpetas amarillas. 

Nota: hoy he leído una de esas Newsletters (los nuevos blogs que te inundan esa cuenta de correo que tienes para ese efecto) que, con 11.000 seguidores, anunciaba que lo dejaba entre otras razones, "en ese momento alto, antes de que el engagement empezara a morir poco a poco". Y he pensado que la gente que escribe y lanza estos mensajes en una botella al océano de internet tiene motivaciones muy distintas. Las mías no han cambiado desde hace mucho tiempo —no voy a decir 16 años porque justo cuando empezamos, no tenía ni idea de lo que era esto. Solo sabía que me gustaba escribir. Con los años he descubierto yo sola que me ayuda a pensar, y gracias a gente como Annie Ernaux que me ayuda a que las cosas lleguen a término: "si no las escribo, solo las he vivido". Otros, como Capote con el que he empezado esta reflexión, me han dado esta frase a la que siempre vuelvo:
“Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse. [...] La diferencia entre escribir bien y el arte verdadero es sutil, pero brutal".

Y después de esta Madre de Todas las Miradas de Ombligo, como esto se está poniendo muy serio, terminemos con una nota irónica pero totalmente real: a quien sea que lea esto, da igual que solo hoy o que desde hace un tiempo...

Agradecida y emocionada
Solamente puedo decir
Gracias por venir

No sería lo mismo sin ti. 

Love

di





03 diciembre 2025

Es la época de los monstruos

El viejo mundo está muriendo. El nuevo tarda en aparecer. Y en este claroscuro nacen los monstruos.” ['"Il vecchio mondo sta morendo. Quello nuovo tarda a comparire. E in questo chiaroscuro nascono i mostri.''].
Antonio Gramsci 

Esta frase del filósofo y político italiano tendrá un siglo, pero es perfectamente aplicable al día de hoy. Los monstruos de su época los conocemos perfectamente: Hitler, Stalin, Mussolini, Franco... y los de la actual, también. Las casualidades no existen [gracias, Sábato], pero en los últimos días mis páginas y mis pantallas se han llenado de monstruos góticos o victorianos. De la literatura gótica en general ya hablé aquí. Hoy me voy a centrar en la segunda ola, con los escritores románticos (1798-1824), que son los okupas que se han infiltrado. 


Pero antes: no sabía lo que eran los "inviernos volcánicos" hasta el otro día. Se trata de una reducción de temperatura por la presencia de ceniza volcánica y partículas de ácido sulfúrico en la atmósfera que obstaculizan el paso de los rayos del Sol. Tampoco que 1816 fue el llamado "año sin verano" por las erupciones del volcán Mayon en Filipinas en 1814 y rematadas con la del monte Tambora en Indonesia en 1815 (la más grande en 1300 años). Esto además coincidió con la década final de la Pequeña Edad de Hielo, un enfriamiento previo que venía produciéndose periódicamente desde mediados del siglo XIV.

Hubo muchas consecuencias de este verano tormentoso y desapacible -los que más lo sufrieron, como siempre, los pobres- ya que se vieron afectadas entre otras cosas las cosechas, pero la que nos interesa hoy es lo que les ocurrió a un grupito de privilegiados que trataban de veranear en el lago Lemán. Dos poetas, Lord Byron y Percy Shelley, un joven médico, John Polidori y la hija de la sufragista Mary Woolstonecraft y el filósofo anarquista William Godwin. Ella era Mary Godwin, más conocida por Mary Shelley, con esa maldita manía de los europeos de cambiarse el apellido -esa gran parte de tu identidad- por el del marido. Pero en el no-verano que nos ocupa, Mary todavía no estaba casada con Percy, que era un seguidor de su padre y sí estaba casado y con dos hijos. Cuando volvieron de esas vacaciones, Mary estaba embarazada pero no se casaron hasta que la mujer de Percy se suicidó enseguida (algo más romántico que eso?). Hay mucho más de esta historia aquí, pero yo voy a volver al lago Lemán. 

Villa Diodati

Lord Byron -ese malote de la poesía, para más datos aquí-  había alquilado una mansión con Polidori, que era su médico personal, llamada Villa Diodati desde junio a noviembre de 1816. Percy, Mary y Claire Clairmont (la hermanastra de Mary con la que Byron había ya tenido un affair en Londinium, por supuesto; me encanta cómo otra de sus múltiples amantes dijo que Byron era “mad, bad and dangerous to know”) estaba en una casita cercana llamada "Maison Chapuis", pero se pasaban bastante por Diodati a tener conversaciones literarias y darle al láudano. Parece que durante tres días de lluvia incesante a Byron se le ocurrió la famosa proposición: vamos a contarnos y a escribir historias de fantasmas.

"Y así se romperá el corazón,
pero roto seguirá viviendo"

Mary escribió un relato que luego daría lugar a una de las novelas góticas más épicas de la literatura en inglés: "Frankenstein o el nuevo Prometeo".  Creo que ya he comentado que Mini está haciendo la comparativa de este libro con "El cuento de la criada" en el A Level (~COU) de Literatura: temas como poder, control y el uso de la opresión, la política del cuerpo, el ser un "outsider", responsabilidad y consecuencias, el "unreliable narrator"... [cómo se enriquecería este blog si yo cursara esa asignatura]. Yo este libro lo leí en Uruguay (o sea, en ese no-tiempo cuando no existía el divlog), así que tristemente (para mí, felizmente para la lectora) no tengo para enlazar. Pero el fin de semana vi la versión cinematográfica de Guillermo del Toro en el que los 197 cms de Jacob Elordi (ou mama) encarnan a La Criatura. Los visuales son muy del Toro (cómo olvidar "Pan's laberynth" o "Crimson Peak") y la historia, rabiosamente actual: Victor Frankenstein (Fronkonstín!) juega a ser Dios, es el "creador" que no se hace responsable de su creación y pasa lo que pasa. Se podrían establecer paralelismos con la IA, que está siendo desarrollada sin frenos ni tener en cuenta posibles consecuencias, y de cómo innovación sin ética nos lleva al desastre. 


El doctor Polidori tampoco se durmió en los laureles, y en esos días escribió su novela corta "The vampyre" que terminé el otro día. Los vampiros son mi figura del terror favorita: que se quiten los zombies lentos o rápidos, el hombre-lobo o los gremlins. Pero además, este texto inspiró luego a Bram Stoker para su "Drácula", una de mis novelas tótem. Aquí, el vampiro glamouroso es un tal Lord Ruthven -cuyo físico parece inspirado en Byron- y tiene todas las características de seductor irresistible -"con una sonrisa de exultante malignidad sobre sus labios"- que tanto nos gustan. 



Y por fin, ha querido el azar también que, terminando un libro que iba leyendo a trompicones, me haya topado con el último monstruo de estos días: Jack El Destripador. El libro es "Historias de Londres", la compilación de retazos de esta ciudad que escribió el periodista Enric González (también autor de "Historias de Nueva York" y de Roma, el muy sortudo con sus corresponsalías). Sí, parece increíble que todavía no hubiera leído este libro, obligatoria para todo espanis en Londinium y que lo tengo en casa por duplicado: a nuestra copia reglamentaria se unió en 2008  otra, regalo de una amiga que ahora vive en Nueva Zelanda a una Mini de dos meses, prometiéndole que disfrutaría algún día mucho de este ciudad -como sin duda ha hecho. Mini se ha intentado resistir a casi todas nuestras recomendaciones y pasiones, pero a las de viajar, Grecia y Londinium, como al vampiro Ruthven, no se ha podido resistir. 



La lectura de este librito ha sido agradable -aunque varias veces me he encontrado no estando de acuerdo- y aún he aprendido de rincones de la ciudad que no conocía -y que contaré en próximas entregas; el distintivo "Londinium" no se acaba nunca. Un detalle me ha llevado a la conclusión de que llevo tantos años que ya soy parte de las "fuerzas vivas ejpañolas"  es que conozco a uno de los personajes que se pasean por el libro: el corresponsal Iñigo Gurruchaga. Un donostiarra con sentido del humor inglés, que aún se está riendo de mis carpetas amarillas de Windows donde clasifico mi vida -mención especial a la titulada "temas de interés". Pero aquella cena me llevó a una reflexión profunda y terminé cambiándole el nombre. 

Pero divago: yo quería hablar de Jack el Destripador y las historias que de este monstruo victoriano cuenta González. Así como hay mucha gente que cree que Sherlock Holmes existió, hay otros que creen que Jack el Destripador fue una leyenda, pero no. Jack creó el terror en la zona de Whitechapel, una zona paupérrima del este de Londinium, mientras que el tío Karl escribía "El manifiesto comunista" en un cuchitril del Soho. Todos los fantasmas de las clases acomodadas victorianas estaban allí. Conan Doyle dio su opinión sobre quién podía ser, pero nadie estaba preparado para un asesino en serie: eso es un concepto moderno, yo diría casi norteamericano. Por cierto, el FBI ha hecho un "profiling" sobre la clase de persona que era Jack, y no, no era un miembro de la familia real, ni un anatomista, ni es bisnieto de Aníbal Lecter. Nos gustan nuestros monstruos con caché, pero frecuentemente, ya ves, no lo tienen. 

Es la época de los monstruos: llenan las páginas de los periódicos a diario. Y no tienen el caché de un anatomista delirante, de un conde seductor, de un monstruo que solo quiere que le quieran. Es la época de los monstruos y nuestro deber es desenmascararlos.