En Londininum hay una librería dedicada únicamete a viajes: Stanfords. Solía estar en Long Acre y se cambió a una placita doblando la esquina en 2019 - no es lo mismo. El edificio donde estaba acoge hoy a una marca de ropa de las que le gusta a Mini, y aún tiene "Stanford" grabado sobre la puerta (en imagen, abajo). Es la mayor tienda de mapas del mundo.
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La antigua Standords-detalle |
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A mí me gustaba más el edificio de Long Acre |
Edward Stanford, su fundador, empezó trabajando en una tienda en la que se vendían mapas en Charing Cross Road. Era plena época victoriana, con sus avances tecnológicos y exploración de otros continentes. Con el tiempo se hizo con la tienda y la expandió, siendo el único proveedor de mapas del colonialismo británico. Igual que Hatchard's, también les dieron el título de "Catógrafos de la reina", un royal warrant de esos que tanto gustan a los ingleses.
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Stanford's en Long Acre en 1901 |
En 1873 seguía creciendo y se cambió a otro número en la misma calle pero la imprenta se situó en 12-14 Long Acre. Como digo, en 2019 se cambiaron a este nuevo sitio (servidumbres de los alquileres de Londinium, me imagino - muchas de las tiendas del centro "son de la reina", o de su momia). Y de esta tienda voy a poner las fotos, aunque como estancia no tiene nada de particular: nada que ver con la antigua (en imagen arriba), en la que una puede de verdad imaginar a gente como Florence Nightingale y el Capitán Scott, asistiendo a la reapertura tras una remodelación (o al doctor Watson buscando un mapa en "El perro de los Baskerville").
Empezamos con la siguiente imagen: por si a alguien no le ha quedado claro, se llama Stanfords, y ha estado ahí desde 1853. Por esa escalera se baja al "basement" (sótano), que es donde se corta el bacalao:
Arriba hay algún libro, muchas cosas de regalo relacionadas con viajar y un café, para quedar con tu amiga e ir a planear vuestro viaje.
Esto es el "suelo de vinilo" del sótano con mapa. En la antigua había un mapamundi en el suelo de la planta calle, en el sótano era del mapa de Londinium y en el primer piso del Himalaya.
Aquí eunas fotos de la sección de mapas. Como el "the world’s largest map retailer", tienen de todo y "si no lo puedes encontrarlo ahí y existe, te lo consiguen". A mí me fascina la máquina de cortarlos: me lleva a otra época, a esos viajes verdaderamente de aventuras, que iban allí a que les cortaran su mapa. Hoy, quién irá a eso? Si hasta Fransesc, que pasa bastante de la tecnología, lleva las cartas de navegación en el ipad.
Luego, claro, además de todas las guías de viaje que puedas imaginar, también hay mesas con tanto ensayos como novelas de viajes. Esto también lo hace en Waterstones Picadilly, que en el sótano donde está "Travel" no solo tienen las guías bajo el nombre del país, sino literatura asociada: maravilla. Los de esta mesa debe ser más o menos recientes, porque no encuentro clásicos maravillosos como "Pasaje a India", "Diarios de motocicleta", "El cielo protector" o, bueno, el mayor libro de viajes nunca escrito del que solo diré que aparece una ballena. Aquí hay una
lista de estos libros y de esta mesa que quedo con "The Virago book of women travellers" (ed. Mary Morris), con trozos de escritura de viajes por mujeres durante 300 anios.
Entonces, como las casualidades no existen, me visita una conversación que tuve justo esta la semana, tema: "encrucijadas de la vida". Yo ya he dicho muchas veces que si tuviera otra vida, querría ser escritora de viajes: en qué momento estuve en esa encrucijada, bajo ese poste con flechas y varias direcciones en mi vida, no lo sé: creo que en muchos casos para la mayor parte de la gente ni siquiera existe, no hay opciones. Pero esta conversación es uno de esos casos: una persona de veintimuchos de mi profesión que se encuentra ahí, y en un estado de gran desazón: odia nuestro trabajo, cada maniana es para ella "un martirio" (sic) y lo quiere dejar. Yo al principio pienso lo típico: esta chica se ha deprimido aquí, tan las antípodas del sur, tanto cielo encapotado, tan lejos de casa (síndrome de Mariona), en un servicio horrible donde no le dejan hacer nada. Pero explorando (sin mapa) me encuentro mucho más, la cosa viene de lejos: alguien que estudió la carrera por presión (ah, esas sagas familiares) y que continuó por inercia, pero que ahora se ha dado cuenta que su pasión es otra (los ninios, ser profe de primaria) y que quiere, no sin miedo, dar el salto.
El problema en estas encrucijadas siempre es el mismo: la persona se suele plantear dejar una carrera de más prestigio y mejor pagada para lanzarse a algo donde siempre habrá incertidumbre (en la otra dirección, no habría problema). Por tanto, tu círculo se opone, es "una locura". Una amiga mía, allá por los veinte, que estudiaba una carrera también por presión familiar (y no era la mía), quería salirse del camino trazado por otros y para aclararse leía. Uno de los libros que leyó (y luego me regaló -sigue siendo el único libro que he leído de Sánchez Dragó) fue "El camino del corazón", porque su premisa ("sigue el camino que te dicte tu emoción, no la cabeza") es lo que ella quería hacer. Al final, siguió a su cabeza (o a la de su padre, en concreto). Pero esa es otra historia.
Yo podría contar la mía -pero esto es un divague de bibliofilia, tranquis- y se la conté a esta chica de la encrucijada, pero cada uno tendrá la suya particular, y no sirven para nada las recetas. Con lo que sé ahora, yo diría que no hay que cerrar puertas, sino abrir todas las que puedas: que se vaya un anio a un cole a Vietnam o a México y luego, que repiense.
Parcialmente relacionado con esto, el otro día leí algo de "qué le dirías a alguien que está diez anios por detrás en tu carrera profesional". Es tan complicado, por lo de las recetas, que tal vez solo me atrevería a pensar en lo que me diría a mí misma de hace esos anios, o quizás más. Aún así, no puedo quejarme: he tenido mucha suerte con mi trabajo, aún me gusta ayudar a la gente y me interesa aprender más del tema... aunque no quita que lo que yo querría hacer es dar saltitos con un portátil por las bolas estas de abajo:
Cómo de cool tiene que ser tener una bola de Stanfords? Yo me conformo con un mapamundi colgado en la pared. Creo que siempre he tenido uno, desde casa de mis padres en Vetusta, pasando por mis periplos por el UK (cuando se llega, se pone también uno de la isla, para ir entendiendo dónde está la siguiente entrevista de trabajo a la que vas), proyección de Peters, proyección normal, con chinchetas, con celo, con blue-tack, con lo que sea. Hoy lo tengo en la habitación de Mini, y le ponemos flechas pegadas con los lugares que queremos ir. Ha sido y sigue siendo mi forma de viajar cuando estoy en casa, igual que lo son los libros, o pasarme por Stanford's donde es imposible, por una rato, no sentirte Phileas Fogg.