13 agosto 2021

"Los errantes" de Olga Tokarczuk: El objetivo del viaje es siempre otro viajero

Aviso para divagantes: el presente se me ha ido de las manos. Lo empecé en vacaciones y ahora, aterrizada en una isla inicialmente tormentosa pero en la que ahora brilla el sol, simplemente no sé enderezar el timón. Pero lo bien que me lo he pasado escribiéndolo. Así lo empecé: 

 La parte central de mi mes de vacaciones -julio- la pasé leyendo "Los errantes", premio Man Booker International 2018, de la escritora polaca Olga Tokarczuk, Nobel de literatura 2019, con traducción de Jenniger Croft. El tìtulo en el idioma del imperio es "Flights" y mi edición de Fitzcarraldo: una tapa sobria azul con el título en blanco, como todos (o su imagen especular) en esta editorial. Sin mapas ni dibujos en la tapa ni foto de la autora en la solapa: edición super-sobria, pero que tiene algo que cada vez considero más fundamental: varias (cinco! un festival) páginas en blanco al final del libro para hacer anotaciones. No puedo soportar los libros que terminan sin ni una sola página en blanco para respirar. 

Eso sí, hay mapas y dibujos intercalados durante el libro que no están relacionados en principio con el texto: ríos del mundo, plano de Nueva York, de Jesuralén, los viajes de Ulises. Decir que el libro es una "cartografía" ("nada cura la melancolía como mirar mapas"- ¿será por eso que algunos tenemos mapamundis colgados en alguna habitación de nuestra casa?) sería repetir lo que han dicho todos los que lo han intentado vender o los reseñistas que no he leído, así que lo ahorraré, porque aquí escribimos divagues, no recensiones ni reseñas ni trabajos de literatura de 2BUP (aunque a veces lo parezca); aquí hacemos miradas (de ombligo) sobre lo que supuso /supone el libro para nosotras (¿por qué estoy escribiendo con el yo mayestático? ya parezco Induráin).

"Tres Preguntas Viajeras: ¿De dónde eres? ¿De dónde vienes? ¿Adónde vas? La primera marca el eje vertical, las dos restantes, los ejes horizontales. Gracias a esta configuración logran crear una especie de sistema de coordenadas, y una vez situados todos en el mapa, se duermen apaciblemente".


Y mi contexto de lectura ha sido curioso, porque si el libro ante todo habla de la movilidad, del particular estado mental que esta crea en el viaje, ahí he estado yo, moviéndome y a la vez quieta, viajando aunque sin salirme de meridiano ni paralelo -  justo lo había terminado cuando crucé el de Greenwich de Vetusta a Barcelona. "La sincronía del viaje", dice la autora, es un concepto en la psicología dl viaje: por qué estaba yo leyendo ese libro justo en ese momento, o qué magia que cayera entonces en mis manos. Nota aparte sobre el meridiano (quien lo haya cruzado de noche por la autopista sabrá que es bonito; de día y en el AVE, como fue el caso, no hay arco que te lo recuerde). Resulta que ocurrió un "fenómeno extraño", tal vez paranormal, seguro que relacionado con este cruce de líneas imaginarias: mi teléfono se volvió loco y de repente, me situó en Shanghai. Así que me desperté al día siguiente en la condal y mi móvil estaba de viaje, por su cuenta, un montón de horas antes. Por supuesto, era una señal. Cuando volví a la isla, constaté que va por libre, y esta vez se negó a cambiarse a GMT (Greenwich Mean Time, ya sabéis, aquí al lado se hace el tiempo), y nuevamente tuve que hacerlo manualmente. Veremos dónde nos lleva esta historia. 

Pero divago: también viajé con "Flights" a través de las estaciones del año: desde el fresco tirando a frío en el norte a calor sahariano en Vetusta, lo que contribuyó a tirarme en un sofá de terraza y leer y leer. Y mientras, helados-por-un-tubo y globitos de agua y nota aparte-2, o nuevo aviso:  al comenzar a escribir este divague, encontré una página donde la gente iba subiendo citas. Algunas son irresistibles (quien logre llegar a ellas, lo confirmará), así que me he visto obligada a pegarlas y he perdido el control. 

Venga, empiezo.

Mi primera impresión al comenzar "Los errantes" fue, literalmente, deslumbramiento. Wow, guau, uala, o como se diga ahora. Y esta es una de las mejores sensaciones de la vida, que, cuando me ocurre, me siento con la necesidad de compartir lo que sea con quien sea  ("Un viejo conocido me ha dicho que no le gusta viajar solo. Aduce que cuando ve algo extraordinario, nuevo, bello, desea tanto compartirlo con alguien que se siente infeliz si no tiene con quién hacerlo. En mi opinión, no tiene madera de peregrino": ¿No tengo madera de peregrina, no estoy hecha, por mi necesidad de compartir, para viajar sola?).

La razón principal del uala es que el tema subyacente, El Viaje. [Otra nota, esta autoconfesión: ya en la página 78 la autora dice que "solo hay dos libros de viajes que una necesita leer en la vida". Obviamente, cuando uno de ellos no es otro es Moby Dick ya me tiene, para siempre, haga lo que haga en las siguientes 300 páginas]. Vale, es uno de mis temas, aunque, ¿no es tema de casi todo el mundo? ¿Quién, aunque no viaje, no ha soñado con hacerlo? ¿Quién, aunque no le guste viajar, no ha fantaseado con huir hacia adelante? El moverse literalmente no implica en todo caso viajar: hay gente que habrá viajado más con el cine, la literatura (
Balas de paja

"la gente que viaja a Marruecos con una peli de Bertolucci, a Dublín con Joyce"
) o con cartas, auto-notas ("esas notas que fueron escritas casi seguro como memorándum, más que para los ojos de otra persona, una ve en ellas la crónica de un tipo de viaje a una tierra desconocida y un intento de esbozar su mapa"), o con su cabeza ("más que navegador, hubiera preferido ser cartógrafo o astrónomo, alguien que alcanza más allá del espacio disponible para nuestros ojos y nuestros barcos") o con internet ("que es un fraude... te hace caer en una suerte de trance, de hipnosis... pretendiendo que tras esa pantalla plana hay un cosmos"), que muchos que se mueven como ovejas siguiendo al paraguas del guía para ver esas cosas que cada vez me interesan menos. Uno de los momentos que recordaré de estas vacaciones es una conversación con un payés en la que nos contaba cosas que en principio no nos tendrían que interesar  ("como si el objetivo del viaje no fuera sino otro viajero"),en un pueblo a 1500ms donde las vistas eran para morirse (y donde me subí a una bala de paja para ver el valle aún mejor). Aunque, como dice Tokarczuk, ya no se hacen fotos de esa maravilla de vistas, sino de los detalles. El mundo "a lo grande" es aburrido. A no ser que lo tengas delante. 

Como digo, las primeras treinta páginas son un tour de force en las que piensas "si las 400 son así, dejo de escribir ya para siempre". Hay escritores que te animan a escribir; hay otros al lado de los cuales te sientes tan pequenia, tan patética, tan sin objetivo, que no hay otra opción que prometerte no tocar un teclado nunca más. En este comienzo bestial, Tokarczuk habla de ríos, de que sus padres no eran del "tipo de asentarse" ("tejer es un arte de pueblos asentados"), de esa gente cuyos viajes "permanencen en la órbita metafísica del hogar, que no son verdaderos viajeros porque se van para volver, y que se sienten aliviados al volver, como si fuera un obligación que tenían que acometer", de que cuando te quedas bastante tiempo en un lugar empiezas a "echar raíces" y cómo ella no ha sabido nunca cómo germinar, incapaz de extrarer nutrición del suelo, cómo su energía deriva del movimiento.  

Olga Tokarczuk
"No era para mí. A todas luces yo carecía de ese gen que hace que en cuanto se detiene uno en un lugar por un tiempo más o menos largo, enseguida eche raíces. Lo he intentado muchas veces, pero mis raíces nunca fueron lo suficientemente profundas, y me tumbaba la primera racha de viento. Tampoco he sabido germinar, desprovista de esa capacidad vegetal. No me nutro de la savia de la tierra, soy lo contrario de Anteo. Mi energía es generada por el movimiento: el vaivén de los autobuses, el traqueteo de los trenes, el rugido de los motores de avión, el balanceo de los ferrys".

Y entonces, zas, psicología -Tokarczuk estudió psicología, terminó en la literatura. [Se nota que conoce al psicólogo clásico William James: "nuestra vida será aquello a lo que hemos prestado atención" cuando dice "uno se convierte en lo que uno participa. En otras palabras, soy lo que miro"]Pero no psicología en el plan palizas que el lector está pensando: comienza por una crítica filosófica al método, a la imposibilidad o más bien fatuidad de todo eso:


"En la facultad nos enseñaban que el mundo puede ser descrito, incluso explicado, con respuestas simples a preguntas inteligentes. Que el mundo es inerte y necesita ser explicado públicamente-si es posible con diagramas. 
Nos exigían experimentos. Formular hipótesis. Verificaciones. Se nos introducía en los arcanos de la estadística, creyendo que con su ayuda se podía describir a la perfección todas las reglas que gobernaban el mundo: que un noventa por cien era más relevante que un cinco por cien.

Pero hoy sé algo a ciencia cierta: quien busque un orden, que evite la psicología. Más vale que opte por la fisiología o la teología, así tendrá al menos una base sólida, ya sea en la materia o en el espíritu; no tropezará con la psique. La psique es un objeto de estudio muy resbaladizo".

Una provocadora: Teología. A menudo me pregunto cómo se enseña eso aún en las universidades, ¿Imaginamos acaso una cátedra de astrología? Aunque quien sabe lo que llegaremos a ver en este mundo de estupidez, en qué viaje nos llevarán esos embriones de negacionistas y demás iluminados si se les deja. Yo diría que, quien busque orden o un nivel superior de certidumbre o ciencia pura, que se estude Físicas o Exactas. La Fisiología aún no está a ese nivel, aunque es lo que un día tal vez dé respuestas a los mecanismos psicológicos (mecanismos de defensa) que describe luego:

"Si no fuera por la racionalización, la sublimación, la represión y los demás trucos con que nos dejamos hacer a nosotros mismos, si se pudiese mirar al mundo sin protección alguna, valiente y honradamente, se nos partiría el corazón.

Lo que aprendimos en la facultad es que estamos hechos de defensas, escudos y armaduras, que somos ciudades cuya arquitectura se limita a murallas, torres y fortificaciones: un país de búnkeres".

Es todo un ejercicio observar los mecanismos de defensa de los demás. Mecanismos de los que ellos en muchos casos no son conscientes. El autoengaño es desenfrenado  veces.  Los nuestros, las propias defensas, algunas las conocemos, pero obviamente no nuestro autoengaño, esto es lo que tal vez nos dejaría en bragas, haría daño y se está mejor en el búnker. "Borro de mis mapas todo lo que me hiere. Los lugares donde tropecé, caí, fui golpeada, humillada, ofendida, ya no aparecen, han dejado de existir". Pero es todo fisiología, tío Sigmund: tus mecanismos ya pronto estarán obsoletos. 

Sobre escribir, tengo que pegar este párrafo. Son tal vez cosas mías y con los años me he ido calmando, pero siempre me han podido las metáforas dramáticas, con sangre, vísceras y cuchillos que abren en canal. Supongo que viene de la tradición judeocristiana, el amor como enfermedad, un estado que rompe tu homeostasis y te parte en dos y de ese desasosiego solo se puede salir malamente. Son cosas mías, tal vez tuyas, o tal vez tú, lector, has madurado y "moved on" que dicen los ingleses, en cuyo caso, sáltate el párrafo: "Todo aquel que en algún momento haya intentado escribir una novela sabe lo duro que es este trabajo, sin duda una de las peores formas de autoempleo. Hay que quedarse permanentemente encerrado en uno mismo, en una celda individual, completamente a solas. 

Es una psicosis controlada, una paranoia obsesiva esposada para trabajar, completamente carente de las plumas, los bullicios y las máscaras venecianas que normalmente asociaríamos con ella, vestida en cambio con un delantal de carnicero y botas de goma, con un cuchillo de eviscerar en la mano. Apenas se puede ver desde ese sótano de escritor los pies de los que pasan, escuchar el golpeteo de sus tacones. De vez en cuando alguien se detiene, se inclina y mira a través de la ventana, y luego vislumbras un rostro humano, tal vez incluso intercambias algunas palabras. Pero, en última instancia, la mente está tan ocupada con su propio acto, una obra representada por el yo para el yo en un gabinete apresurado e improvisado de curiosidades poblado por el autor y el personaje, el narrador y el lector, la persona que describe y la persona descrita, que los pies, los zapatos, los tacones y las caras se convierten, tarde o temprano, en meros componentes de ese acto ".

Y esta frase: "ni la derrota ni el gran éxito te llevan a escribir"

Retomo el divague, y me doy cuenta de que tal vez esté de alguna manera (inconscientemente, arghh) emulando la fragmentariedad de "Los errantes"- diría "la novela", pero no tengo claro que lo sea. Tal vez es un blog: imagino a Tokarczuk sentándose a escribir divagues (o posts, o entradas, dice la gente): un día le sale de diez líneas, sobre los trenes nocturnos, "trenes para cobardes". Otro día, veinte páginas, sobre la desesperación de un hombre cuya pareja e hijo pequeño desaparecen como por arte de magia en una isla croata. Y así va tejiendo un blog que un buen día cierra, envía al editor, y él acepta y voilá, le ha salido esta nivola. No hay viaje del héroe, no hay noche oscura del alma, no hay punto de inflexión. Pero no importa: (casi) todo te envuelve, te perturba, te hace "viajar los mares dentro de ti misma", viajar desde tu metro cuadrado de existencia. 


Yo no voy a hablar de las distintas historias (divagues) que toca: para qué, están en la contratapa. Solo quiero escribir, como llevo haciendo desde hace ya unos días, del viaje, de mapas, y ahora de anatomía. Sin haber leído, estoy casi segura que los sesudos interpretarán el rollo anatómico como "un viaje interior", nuestro cuerpo como la última frontera, esas cosas. La autora ya habla de los anatomistas como "dibujantes de mapas". Si en psicología huyo de las interpretaciones, ¿por qué no en estas pequeñas comidas de coco que nadie lee? (hola darling, si estás ahí ;)) Me lanzo: ¿Por qué no la autora ha escrito páginas y páginas sobre anatomistas del SXVII, personas disecadas, sobre mecanismos de conservación de cadáveres, plastinización y demás, porque le interesaba leer sobre el tema, y por lo tanto luego asumirlo, hacerlo suyo dándole su mirada y su voz, y luego compartirlo? No es ese exactamente el proceso pre-escritura de ciertas entradas de blog? Lo que quiero decir es que tal vez el proceso haya sido el inverso: no que ella haya pensado "la metáfora del cuerpo, voy a leer sobre la plastinización" ("
escribir es plastinizar, sumergir palabras y frases en formaldehído") sino que ha leído y ya tal. 

Me planteo las reacciones de variados lectores a la parte anatómica de "Los errantes". Entusiasta por el grupo atraído por lo morboso (como ella misma, que reconoce en algún punto: "me atrae todo lo defectuoso, imperfecto, roto. Me interesan las formas amorfas, los errores en la obra de la Creación, los callejones sin salida") pero, ¿el resto? Yo pertenezco a un tercer grupo: ya en la infancia del divlog conté ("Y cuando no recuerdas, significa que nunca pasó") mis aventuras por las salas de disección -siempre en semisótanos sórdidos- de la univetusta en el divague "Impresionable" No es que disfrutara estudiando anatomía -llega un punto en que decides que el grado de detalle requerido es superior a tu interés, te resistes a que tu disco duro se llene de esos datos- pero leyendo sobre este tema de esta manera me ha interesado. He recordado aquellas clases en las que la profesora, hermana e hija de anatomistas de esa gran -ehem- institución se pasaba las clases dibujando con tiza en la pizarra, comenzando por un puntito y terminando con enormes embriones o lo que fuera. Tokarczuk habla de un anatomista que no sabía dibujar y cuyo método de trabajo consistía en notas hiper-detalladas, que cuando las relee, todo vuelve a aparecer delante de sus ojos, aunque "Dibujar no es nunca reproducir-para ver, tienes que saber cómo mirar, y tienes que saber qué estas mirando", el anatomista como dibujador de mapas. El grupo de lectores no morboso y sin horas en el semisótano, estos capítulos/entradasdeblog, ¿cómo los encontrará? ¿El haber tenido que meter el dedo por el conducto inguinal te hace más interesante la autodisección de la pierna de Philip Verheyen? ¿El dato "la lengua es el músculo más fuerte de todo el cuerpo" -falso, por cierto, la lengua es un conglomerado de ocho músculos- evoca lo mismo en quien no la ha visto rodeada de flechas que nombran en un atlas? 

Pero volvamos al viaje, el tiempo circular que vivimos los sedentarios versus el lineal de los nómadas. Sinestesia espacio-temporal, cómo no recordar esa elipse que me persigue. Imposible no pensar en la rueda donde corre el ratón, huyendo de nada, hacia ningún sitio. Anhelar la visión del nómada, sin final ("el deseo indica dirección, no destino"): punto de vista que he experimentado algunas veces y que es desconcertante, para lo bueno y para lo malo: cuando viajé seis meses sin billete de vuelta, cuando decidí no mirar más al fin de la pandemia. Este pasado mes de vacaciones, las primeras semanas "no veía" el final en mi mapa mental, y me gustaba más. "Nuestro sentido del espacio proviene de nuestra habilidad para movernos; nuestro sentido del tiempo del flujo de los cambios". ¿Y qué pasa con el tiempo cuando subimos en un avión en un día a una hora y llegamos a un destino en el que es el mismo día, la misma hora? Pero la autora lo cuenta mucho más bonito: 

"los pueblos sedentarios, agrarios, prefieren los placeres del tiempo circular en que todo suceso vuelve necesariamente a su inicio, un retorno en bucle al embrión para repetir el proceso de crecimiento y muerte. En cambio, los nómadas, los mercaderes, al emprender viaje, se vieron obligados a inventar otro tipo de tiempo, más acorde con el hecho de viajar. Es un tiempo lineal, más útil, porque permite medir el proceso de ir acercándose al destino y llevar la cuenta del beneficio. Cada momento es diferente y nunca se repetirá, por lo que anima a correr riesgos y tomarlo todo a manos llenas, a no desperdiciar ningún instante. Pero, en el fondo, fue un descubrimiento amargo: cuando el cambio en el tiempo es irreversible, la pérdida y el duelo se convierten en algo cotidiano".

Más fragmentos, más piezas de puzzle: la oscuridad, la materia oscura, que sabemos que existe por cálculos matemáticos, pero a la que no podemos acceder con los instrumentos que tenemos. "La cegadora blancura de los inviernos. La blancura y los límites afilados de la luz en el exilio. Semejante blancura existe para crear un armazón para la oscuridad, de la que hay más". Y la noche: siempre en algún sitio es de noche y tal vez adentranos en ella es un viaje que podermos realizar cada día, porque verdaderamente es otro país, otro continente. Me ha encantado lo que propone la autora: viajar por las noches circunvalando el planeta con los canales de la tele-solo imagino este ejercicio enmedio de la noche misma, probablmente en un hotel de paso, en el que estoy sola:

"La noche no termina nunca, extiende siempre su poder sobre alguna parte del mundo. Se la puede seguir con un mando a distancia, se puede buscar emisoras que trabajan en las zonas de sombra, en la cóncava parte oscura de la palma de la mano que sostiene la Tierra, para, hora tras hora, desplazarse hacia el oeste, país tras país".

Y llegada a este punto, lo bonito -si no predecible- sería decir que aquí concluyo mi viaje, o que en esta playa te dejo varada o varado, divagante que te has atado al mástil para no escuchar los cantos de las sirenas y abandonar.  Pero solo hasta el próximo porque, si el objetivo del viaje es siempre otro viajero, el objetivo de todo divague eres siempre tú.



4 comentarios:

  1. Lo apunto, aunque me queda por saber cual es el segundo libro de viajes que hay que leer. Vale, lo descubriré si lo leo, pero adelántemelo porsiaca...
    Yo viajo mucho leyendo y últimamente me muevo
    a sitios conocidos tratando de verlos de otro modo. Me pasa como con los libros, otro momento implica otra mirada, me gusta. Pero me reconozco enraizada, cada día más...
    Muxus

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  2. Marisa!!! ... el otro gran libro indispensable de viajes es ‘Nueva Atenas’ de Benedykt Chmielowski, cura católico de la primera mitad del SXVIII, la primera enciclopedia polaca. Es otro de mis libros de cabecera, en polaco.

    Yo tb estoy viajando con mis libros: esta mañana he terminado uno en Buenos Aires y París y el q he empezado, en los Pirineos orientales. Y físicamente, hoy he cruzado el río y he descubierto un parque q no conocía, donde he viajado a la India (había un grupo de chicas con sus saris de fiesta haciéndose fotos) y a Marte (lo q supongo era una "influencer" de esas de Instagram poniendo caritas postcoitales a un sufrido fotógrafo).

    Muxus darling

    di

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  3. Hola Di:
    Por una vez creo que he leído Un artículo sobre LOS ERRANTES tan largo o más que tu divague. Me ha resultado curioso leer los dos esta misma tarde y comprobar que, siendo el mismo libro, y distinto el comentario, habéis coincidido en que a las dos, más que una novela, os parece un blog.
    Habrá que leer LOS ERRANTES, sin duda.

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  4. Gracias ANONIMO de las 23:37... pero NO PUEDE SER!!! una entrada más larga q esta??? jajajaja. A veces cuando me paso mucho me dice el Peda "gracias, esto me cuenta como libro leído? :):) Pero sí, entono un mea culpa pq me están quedando unos divagues demasiado largos últimamente (qué me pasa?). Intentaré moderarme... No he leido resenias así q en lo de q el libro podría ser un blog hemos coincidido..

    muxus

    di

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