30 agosto 2020

"El país del agua" ("Waterland") de Graham Swift: Cuando el escenario se hace protagonista

La mejor novela que he leído en lo que llevamos de 2020, la que más me ha gustado, ha sido "El domingo de las madres "(Mothering Sunday) de Graham Swift.  Así que mi segunda de este autor -ambas recomendadas por la divaganta Marisa- lo tenía difícil. 

Y como profecía que se auto-cumple, "El país del agua" (Waterland) (1983) me ha gustado menos, bastante menos, aunque he atravesado fases. La terminé hace quince días y no me lancé a la piscina del divague porque estaba entonces con las crónicas de la semana en Yorkshire. Esto ha contribuído a que la tenga aún más nebulosa que cuando la terminé, pero supongo que esto hará que me salga un divague mucho más acorde con el libro, que transcurre en una especie de cuento de hadas-y esa parte sí que me ha recordado a "Mothering Sunday". 

El libro ha sido por ahí clasificado de "enciclopédico", y a mí este calificativo para una novela siempre me recuerda a "Moby Dick", mi novela tótem, en la que Melville de repente se para un capítulo entero a hablar de la anatomía de la ballena, o del color blanco. Aquí Swift se va de la narración y nos habla del aparato reproductor de las anguilas, de la fermentación de la cerveza, o de la Revolución Francesa. Eso me gusta  (claro que ningún tema puede ser tan apasionante como la anatomía de la ballena, tenía que decirlo), sería terrible en un blog llamado divagando al cuadrado que no se aceptara el salirse del cauce y hacer extraños meandros. 

Fenland
Cuando escribo sobre libros, suelo intentar evitar la trama, y en su lugar elaborar sobre los grandes temas subyacentes, así como yo los veo. En estos momentos, no tengo ni siquiera claro cuales son estos grandes temas de "Waterland"; lo único que sé es quién es el gran protagonista: los Fens. Allí es donde está enmarcada la novela, en los Fens, o Fenland, una parte del este de Inglaterrra, zona pantanosa, que se ganó al mar hace siglos, como en Holanda, con un sistema de canales, esclusas, acequias y diques. El paisaje de la zona es peculiar y tiene una ecología interesante, no solo por los múltiples pájaros, peces y demás especies sino también por sus habitantes, cuyo modo de vida depende de que el mar no reclame lo que fue suyo. Por ejemplo, el padre del protagonista, cuida una esclusa como trabajo oficial, mientras que paralelamente, captura anguilas: todo gira alrededor del agua. En la introducción del autor de mi edición (2008), Swift comenta que antes de "Waterland" no consideraba la localización de una novela como algo de peso, y que lo que importaba era el drama humano. Sin embargo, con esta novela, se dio cuenta no solo del potencial del ambiente físico de los pantanos, sino también de su potencial metafórico. El había elegido los Fens arbitrariamente, como un no-lugar plano y desolado donde desarrollar su historia. Pero el no-lugar se le rebeló. Todos tenemos en mente novelas que son ciudades, o zonas fronterizas, o páramos, o el mar: son las mejores? Habrá de todo, pero estoy con él que (y lo he de poner en inglés, por el juego de palabras) "the apparent background became a foreground": el escenario se hizo protagonista.



Así que en esa casita en medio de una zona pantanosa (the cottage, "a boat that creaks and groans, seems more like a ship far out at sea that has lost its rudder"), viendo al vigilante, crece nuestro protagonista que cuenta su infancia, desde flashbacks del futuro, cuando es profesor de historia ya en Londinium, curiosamente en Greenwich, donde está el meridiano cero, una convención totalmente inventada por el hombre, en contraste con la fisicalidad real de las Fendlands (esta es otra reflexión del autor en su introducción de 2008). Me ha gustado esa introducción más que el propio libro: aquí se mete con su propio estilo, admite que el libro tiene mucho de presumido y pretencioso (show-off), pero en general, no se siente lejano a algo que escribió hace 25 años. Eso es un gran logro. Yo no quiero pensar cómo me sentiré dentro de tantos con respecto a este blog: ahora leo alguna entrada del principio y no es que me cueste reconocerme del todo, pero algo. Sobre todo en la extensión de los divagues: me he hecho desesperadamente pesada no sé si también en la forma pero desde luego en la longitud. 


No he subrayado tanto como en otras novelas, pero sí que tengo frases e ideas que han gustado mucho y que no quiero olvidar, como cuando llama al psicoanálisis "una forma de magia todavía no inventada" (mientras relata una historia de sus antepasados), o "si construyes un escenario, el show debe continuar", o cómo, con ciertas pérdidas, "la vida se para pero tú debes continuar viviendo". O este canto a la curiosidad:

“Children, be curious. Nothing is worse (I know it) than when curiosity stops. Nothing is more repressive than the repression of curiosity. Curiosity begets love. It weds us to the world. It's part of our perverse, madcap love for this impossible planet we inhabit. People die when curiosity goes. People have to find out, people have to know.”

Porque en un punto el profesor de historia deja de enseñar la historia de los textos y se dedica a contarles su propia historia y la de su familia, que es también parte de la gran Historia. En inglés hay dos palabras: "history" (que es la historia de los manuales) y "story" que son las historias que nos contamos. Sus reflexiones todas me han gustado, y ha sido curioso leer ciertas cosas, como este párrafo sobre la fragilidad de lo que llamamos "civilización" en estos momentos de incertidumbre y colapso que nos encontramos: 

"Children, there's this thing called civilisation. It's built of hopes and dreams. It's only an idea. It's not real. It's artificial. No one ever said it was real. It's not natural, no one ever said it was natural. It's built by the learning process; by trial and error. It breaks easily. No one ever said it couldn't fall to bits. And no one ever said it would last for ever."

O el fin del mundo, que si no existiera, habría que inventarlo

"Once upon a time people believed in the end of the world. Look in the old books: see how many times and on how many pretexts the end of the world has been prophesied and foreseen, calculated and imagined. But that, of course, was superstition. The world grew up. It didn't end. People threw off superstition as they threw off their parents. They said, Don't believe that old mumbo-jumbo. You can change the world, you can make it better. The heavens won't fall. it was true. For a little while - it didn't start so long ago, only a few generations ago - the world went through its revolutionary, progressive phase, and the world believed it would never end, it would go on getting better. But then the end of the world came back again, not as an idea or a belief but as something the world had fashioned for itself all the time it was growing up. Which only goes to show that if the end of the world didn't exist it would be necessary to invent it".

En su introducción, Swift habla de sus fases escribiendo la novela, todas comunes a la mayor parte de los escritores: desde la desesperación hasta la excitación máxima, cuando el escenario se le proyectaba con tantas posibilidades, en las que confiesa que creyó que "I could get away with anything", que podría salirse con la suya, hacer lo que quisiera, que nada le pasaría factura. Ahí es donde personalmente ha hecho aguas la novela para mí: incesto, descubrimiento del sexo, locura... en algunas partes en mi opinión se pone ridículo, y da rabia porque ese escenario de las marismas, la infancia y el misterio no necesitaba tanto oleaje . El barco no se ha hundido, pero a ratos, para mí ha ido a la deriva. Lo que no quita que haya pasado buenos ratos sumergida en esta lectura.

08 agosto 2020

Volveremos alguna vez a Grimsby? Ultimo día (Y8)

Grimsby Hospital, hoy Lady Di Hospital

Sábado, 8 de Agosto de 2020

Este último día de las vacaciones es sobre todo un paseo por "Memory Lane", un concepto muy del inglés: "un camino imaginario a través del pasado recordado nostálgicamente"; hay hasta canciones. No sé si hay concepto equivalente en castellano, pero sí canciones... "la calle del olvido", "calle melancolía"... oh.

Pero antes: hay que dejar el cottage a las 9 am, para que Wicks pueda desinfectar con saña. Cuando estamos cargando viene hacia nosotros un astronauta vestido de blanco, como personal sanitario entrando en la peor sala de infecciosos. Es Wicks, armado de todo el equipo. Yo me voy muy tranquila de este sitio.

Hoy dormimos en casa, pero habíamos decidido bajar por otra ruta, por el este, y visitar "sitios del pasado". El Peda solía preguntar a veces: "volveremos alguna vez  Grimsby?" Pue sí, hoy va a ser el día que, 22 años después, volvamos a Grimsby.

Como casi todo ha sido ya contado en el divlog, esa aventura también, aquí. Pero para ahorraros el click en el hiperlink: el 17 de Junio de 1997, los Pedalistas (menos Mini) aterrizaron en esta isla. Tras alguna entrevista (las primeras de mi vida), el 6 de Agosto comencé mi primer trabajo en un pueblo perdido del noreste de Lincolnshire llamado Grimsby. Ya sabíamos que "grim" significa algo nefasto, gris, sombrío, pero aún así: juventuzzz osada. Sin embargo, -no nos juzguen- no nos enteramos: vivíamos en "alojamiento para personal", en unos bloques de tres pisos separados del verdadero hospital por una pradera enorme, y yo prácticamente no salí de allí en el año que estuvimos. Aparte del trabajo, tenía guardias una noche de cada cuatro mínimo y más de un fin de semana completo al mes. Pendiente del busca, preparada para en cualquier momento del día -y sobre todo de la noche- tener que salir. Cuando libraba, había que estudiar. Salía muy poco a Grimsby, los fines de semana que podía íbamos a un cine que improvisaban en un colegio mayor, donde hacían intermedio como en los años 50 para comprar helado. Recuerdo ver allí películas más inglesas que el té: "Keep the aspidistra flying", "The wings of the dove".  El Peda, que entonces estaba aprendiendo inglés, salía más "al mundo", pero nunca me contó lo que vio. En este día de paso estuvo tan horrorizado como yo y pasó del "cómo aguantamos un año aquí?" al "qué snobs nos hemos vuelto".

Humber Bridge, gran ganga
Pero no adelantemos acontecimientos: primero hay que despedirse de Yorkshire y su verde, porque a medida que avanzamos hacia el sur, este se va haciendo menos intenso. Cruzamos el estuario del río Humber por el famoso Humber Bridge (que nos parece baratísimo, £1,50- se hace extraño pagar, recordemos que en este país no hay autopistas de pago) y ya llegamos a una zona cuyos nombres nos suenan todos: "Barton! ahí es donde trabajé yo una semana para que me dieran el número de la seguridad social", dice el Peda. "Immingham! Quién vivía en Immingham?", el mítico "Cleethorpes, cómo olvidar que el Oso lo llamaba "Cleetoris" o el titular del periódico local, el Grimsby Target: "cada día, más británicos descartan el Caribe por Cleethorpes". Son recuerdos cogidos con hilvanes, la carretera de entrada no me suena, tras tantísimos años, y he de guiar al Peda con el teléfono. Primero vamos al hospital!


Ni el cartel han dejado...
A medida que nos acercamos, nos van sonando más las calles, por fin entramos y ahí está, el mismo edificio de ladrillo marrón de dos plantas. Entramos por la izquierda, donde estaba nuestro piso y, un momento: dónde está la pradera? En ella aprendimos lo que era la noche del 5 de Noviembre, allí hicieron unos mini-fuegos artificiales. Pero ya no está: hay una valla de obra y espera... es eso una excavadora, y donde está nuestro edificio? Y los de enfrente, y la lavandería y todo? 


Himno generacional
Nada: ha sido demolido. Encontramos uno de los carteles que llevaba a una de las callecitas, Laurel Close (en imagen), pero el de la nuestra, Juniper Way (6 Juniper way, DN33 2BQ, cuántas cartas me llegaron aquí, en aquella época pre-email) ni siquiera está. Nos quedamos sorprendidos, desolados, como si nos hubieran quitado una parte de nuestro pasado. Es extraño. Entonces vemos un edificio nuevo, hacia el otro lado, que es el nuevo alojamiento. Miro en internet y hay hasta un tour, para atraer a incautas médicas y enfermeros al lugar: deprimente. Supongo que nuestros pisos ya se habían quedado anticuados, pero tenían encanto para nosotros-encanto cuando le logramos sacar el intenso olor a curry que habían dejado los anteriores habitantes, se tuvieron hasta que llevar las cortinas. Tenía un dormitorio, el baño separado del cuarto de baño (en cuya bañera no había ducha, solo una especie de fonendoscopio de goma) y una cocina americana que comunicaba con el salón. Allí teníamos colgado un mapamundi, y un mapa del Reino Unido (como hace todo el mundo nada más llegar) y fotos de la familia y amigos, y recortes de algún periódico y muchas más cosas-todas con blue-tack (el celo británico), como si fuera un piso de estudiantes. Algunos de nuestros amigos o conocidos entonces se estaban casando e iban a pisos todos montados, pisos "de mayores". No estábamos en ese rollo: no sé en qué punto llegó el famoso poster de "Choose Life" de Trainspotting (peli de 1996, un añito justo antes de que viniéramos, recuerdo verla en los Golem Yamaguchi y salir flasheada) que estuvo con nosotros un montón de años, porque era una especie de himno, en lo que no nos queríamos convertir. Aún debe estar enrollado por ahí. "Choose DIY and who the fuck you are on a Sunday morning". 



Volvemos al ala D donde trabajaba, y estaban las plantas, la D2, la D3, la D4...Hoy es una unidad de diálisis, no hay ni rastro de lo que fue. Una ambulancia aparcada y dos conductoras en un banco: me miran alucinadas cuando hago una foto a semejante lugar. Luego vamos a la puerta principal, donde esta urgencias (A&E): oh, cuántas noches me pasé aquí. El hospital ha cambiado hasta de nombre, hoy se llama como Lady Di (que murió cuando llevábamos dos meses aquí, recuerdo muy bien aquella mañana), y no en honor a mí, pero quién sabe. Entro al baño y no reconozco absolutamente nada. El Peda recuerda una zona al fondo, con una chimenea donde hicimos mis fiesta de despedida: nada.


Ni la compra de nuestro edredón pudo evitar su cierre
Espantados, vamos al centro, dejamos el coche en el centro comercial "Freshney Place" que es tan horrible como cualquier otro centro comercial del mundo, pero además en Grimsby. Eso sí: no hay gente, lo que hace sus pasillos casi tolerables. Y salimos a la calle. Mini y el Peda quieren el famoso Fish & Chips que no pudieron cenarse anoche, así que damos una vuelta buscando uno. En ese proceso agridulce descubrimos que el Pizza Hut donde solíamos ir a al "buffet libre de ensaladas" (donde, como buenos estudiantes, logramos la ingeniería de meter más cosas por bol de ensalada) sigue abierto. Sin embargo, el "House of Fraser" donde compramos nuestro primer edredón nórdico, sabanas, cobertores ha sido recientemente cerrado. Las calles son muy feas, las tiendas, del horror, la gente, la parada de los monstruos. 


El horror se llama Grimsby


estilo victoriano industrial, love it
Salimos a la zona del río y nos sentamos en unas mesas en el exterior de un barco-restaurante. Les cuesta siglos venir con la carta, y coger el pedido. Más y más gente fea viene a las mesas: todos llevan tatuajes, hablan con un acento sórdido y tienen dientes negros. Se confirma: soy una snob, estos fueron mis pacientes un día. Dejo a mis compas en la mesa y me voy, río abajo a hacer fotos. Ahí está el Saisnbury's donde a veces veníamos y cargábamos con bolsas en el bus (el 9, el 9N), porque no teníamos coche. El barco-museo que uno de esos fines de semana visitamos (qué pequeño se ve ahora). Llego a un puente y al fondo hay una edificio alto de ladrillo rojo maravilloso, que a saber qué será- o mejor dicho, qué fue. 

Cuando vuelvo, aún no ha llegado la comida. Hemos estado esperando una hora. Le comento a la camarera que "estamos en ruta" y dice que "ahora se ponen con lo nuestro". Y que "si no nos va bien", porque nos devuelven el dinero dado que "esto no es un comida rápida". En serio? Nos vamos a un Fish & Chips de enfrente, de esos auténticos. No hay nadie, ni una sola persona en la parte de arriba donde comemos. Las patatas vienen en "fuentes": una barbaridad. Pienso en que si no puedo terminar, me pondrán una bolsa de takeaway, pero parece que no conozco a las dos hienas con quienes viajo. Dejar patatas fritas, ellos? Un acierto no habernos quedado en "cocina lenta". 

Aún conocemos a gente que vive aquí, de esos años (Pam, la que se quería comprar una caravana para dormir la mona cuando fueran a visitar pubs de la campiña), pero por el tema pandemia ni se nos ocurre llamar. Pero sin pandemia, que les íbamos a decir? "Siento que vivas aquí?" Nos vamos de Grimsby en estado de semi-shock. Ya se ha hecho tarde y nuestro siguiente destino en Lincoln. 

Enmedio de los planos de los Fens (y pronto haré un divague de un libro ambientado en ellos, "Waterland"), surge Lincoln y su impresionante catedral, que comenzó a ser construida en 1072. Lo que es esta ciudad lo van a explicar mejor las fotos. Era el lugar donde traíamos a todos los que nos visitaron en Nottingham (a Grimbsy no vino nadie más que el Oso, Marisa y Fashion: me pregunto si sabían algo que nosotros no), y a todos enamoraba. Pasamos una tarde muy agradable, con los cuartos, las medias, las horas de las campanas, comiendo helado, haciendo fotos y envidiando la lavanda del personal.














Al salir de Lincoln, sobre un puente bajo el cual pasa el tren, oímos un ruido metálico monstruoso que parece que sale de Wolfy. Será posible que el pobre haya aguantado como un jabato todas las vacaciones y que aquí, sin cuesta ni nada, tire la toalla? Paramos en una explanada y no: el ruido se ha ido. Ay Mr Renno, será el embrague? Pero ya no se oye... y así hasta Londinium. 

Albert Bridge, eres fotogénico
Ciudad a la que me declaro incapaz de entrar yo sola, nunca. Carriles, carteles, rondas, tráfico... yo hubiera acabado de vuelta en la M1, hacia el norte. Como el primer día. Pero afortunadamente no voy sola, y una vez pasado el flyover de Hammersmith,  ya huele a sur de Londinium, y ahí está el Albert bridge, con sus lucecitas, y una vez cruzado el Támesis, ya estamos en casa...

Y aquí es donde volvemos a cerrar al círculo del principio de esta serie de divagues: estamos en Londinium, de vuelta de ese país extranjero, Inglaterra. Los tres sentimos y compartimos una especie de energía al entrar y toparnos con la vida (disminuída, está claro, pero aún así) de Fulham, o con la imagen desierta de una de mis calles favoritas de Battersea (en imagen). 

Y hoy me siento afortunada de haber tenido aunque fuera esta semana bajo los elementos y de tener divagantas que lo han leído. Gracias, a todas. :)

Esta cuesta, con sus casas en hilera, es una de mis favoritas

















07 agosto 2020

Mi baño en el Mar del Norte y otros ejemplos de auto-flagelaciones (Y7)

Viernes, 7 de Agosto de 2020


Ravenscar
Junto con el de las abadías, creo que este fue el mejor día de esta semana atípica, turisteando por la isla en la que llevamos trajinando media vida. Todos los profetas de la metereología aseguraban que este día iba a ser "de verano", con altas temperaturas y solazo, así que los Pedalistas, soñando hacer un sucedáneo de su rutina vacacional griega, salieron con los bañadores por debajo!  


Acantilados: Ravenscar

Pero como "soy una mujer nueva" (desde Gandalf), lo primero que hacemos es dirigirnos a unos acantilados que parten de Ravenscar para hacer una caminata. ?Qué se puede decir, que el divagante no sepa?: un día impresionante, con el vientecillo en la cara, el mar abajo del precipicio, y al otro lado del camino, praderas con vacas, ovejas... es una maravilla.  Lo único reseñable de estos momentos gloriosos (ya decía Wilde o otro que no hay nada más aburrido contar la felicidad: quién aguantaría una novela o peli viendo a la gente permanentemente en este estado?) es que en un punto del camino descubrimos unas construcciones que bien podrían ser establos antiguos, pero ahí había radares construidos en 1941 y usados en la Segunda Guerra Mundial.  Robert Watson-Watt había desarrollado el radar en los años 30, y gracias a esta nueva tecnología se podían detectar barcos o aviones alemanes sin esperar a escucharlos o verlos. Imagino mañanas soleadas de verano como esta en aquella época, con gente viniendo a este lugar precioso a vigilar, tal vez en bici, con sombrero y seguro en sepia, como salidos de la película del "Imitation Game", los que intentaban descifrar el código de Enigma. 







mmm... scone
Lo siguiente (para aliñar lo de la felicidad ininterrumpida) es que, en un flashback cruel del primer día, nos caen unas gotas agresivas, y parece que se va a poner a llover severo. Aquí sí que no hay solución: no hay ni un árbol, no llevamos (por supuesto) ningún tipo de capa amarilla, el coche está lejísimos. Vamos: es el fin. Pero de repente, igual que ha empezado, para. Y entonces descubrimos que hace rato que nos hemos salido del camino, que deberíamos haber vuelto hace mucho y vamos, lo de siempre (senderistas de tres al cuarto). Cuando por fin -eones después- llegamos al pub desde donde salimos, los ancianos -verdaderos senderistas- que pueblan las mesas del exterior, lo que ven es llegar a tres zombies de Romero. Luego nos tranquilizamos, comemos algo, incluidos unos scones (en imagen), una especie de pasta que se come con nata y mermelada de fresa (pronto "mermelada gótica", será un bombazo). Por supuesto, con todo encima de la mesa y a punto de empezar, nuevo estertor amenaza de lluvia, con la que Mini y yo terminamos bajo la mesa. Pequeñas diferencias con el día vacacional griego.









Para volver al coche regresamos por otra parte del acantilado, allá al fondo vemos Robin Hood's Bay, aquel pueblo del primer día. Nos hacemos unas fotos en esta valla tan fotogénica, y luego le pregunto a una entrañable ancianita qué playa recomienda, porque estamos determinados a usar el bañador (cómo dejar así a las divagantas, tras el primer párrafo?!). Sandsend (al norte de Whitby) o Filey (al sur de Scarborough)? La delicada Miss Marple no entiende cuando pronuncio /Failey/, y entonces digo /Filey/ y ella, ah, sí, Filey! O tal vez fue al revés, pero una maldice de nuevo esta estúpida lengua donde alguien un día llamó /Failey/ o /Filey/ a un pueblo que se escribe "Filey" y ya. No hay reglas. 




Ceda el paso a las gaviotas
Por fin vamos a Sandsend. Aparcamos en la calle que baja a la playa, pero la máquina no funciona. Entonces llega una familia que tenían aparcada ahí su furgoneta, y claramente parece que se van. Como me había fijado que habían pagado hasta las 9 am del día siguiente, les pregunto si no les importa darnos el ticket, que no podemos pagar. Me miran un poco raro, pero con todas las precauciones covid, me lo dan. La vida me sonríe! La playa tiene una especie de gradas con escaleras de cemento y bajamos por allí. Caminamos un rato hasta encontrar el lugar adecuado. Entonces descubro que se me ha caído una bolsa, y les digo a mis compas que voy a por ella, enseguida vuelto. La encuentro ahí esperándome, la vida me sigue sonriendo. Decido volver siguiendo las escaleras de cemento (esta playa es mezcla de arena y piedras). En un punto me resbalo y me pego un tortazo de esos de payaso. Gran ridículo, di que hay poca gente, pero tres me preguntan "are u allright", y yo, sí, sí, tranquilos, está resbaladizo, mientras me sangra la muñeca y el antebrazo. La vida no me sonríe. 

Mis compas de viaje alucinan cuando me ven llegar como de la batalla. Tal vez he exagerado, no estoy sangrando tipo torniquete, simplemente unos rasguños dolorosos, y por suerte no me he roto la muñeca, que ya a estas edades el caer no es como el tuyo, Mini, y otras frases de abuela. 

Casita del harponero
Ahora nos vamos a bañar, ya vale de marear la perdiz. Serán las 5 de la tarde, hay una luz preciosa, y al fondo a la izquierda, tras el acantilado de aquí, se ve un trocito de la abadía de Whitby, que claramente se verá del todo una vez en el agua. Cuando me meto, desconozco que el agua en esta playa en Agosto puede estar entre 14 y 17 grados (gracias, google posterior). Solo sé que no me he bañado en una latitud más norte ni en un agua tan helada jamás. No es dolor, es una sensación como de que no puedes respirar porque se tensan hasta los músculos respiratorios. Pero lo cierto es que una vez que te "acostumbras" es una especie de euforia extraña que no se siente en las amables playas en las que solemos nadar. Hago el muerto, y al girarme veo toda la abadía: en estos momentos creo que nunca he visto nada tan bonito en un baño. El agua me debe de estar desinfectando las heridas (aunque el Peda dice que agua marina con menos sal nunca probó), la vida me sonríe de nuevo. Lo mejor es que al salir, no corre el aire, con lo cual ni me seco. Me voy a andar hacia el acantilado, mientras Mini se queda haciendo sus bailes de TikTok y el Peda leyendo. Como siempre, el acantilado está demasiado lejos, y no puedo llegar. Pero esta vez, a la vuelta, no me caigo: Go Di!

Para terminar el día, entramos en Whitby: volvemos a intentarlo tras el primer día y la lluvia torrencial. Esta vez, ni tenemos que pagar el aparcamiento porque llevamos el ticket de los de la furgo, pobres. Al final del divague incluyo un montón de fotos de la abadía porque me he sentido incapaz de seleccionar: era la puesta de sol, con la perfecta combinación de nubes y claros, y el lugar es simplemente mágico. 

St Mary's
Drama!

Pasada la abadía, está la Iglesia de St. Mary, de cuyo camposanto comentamos el otro día se caían huesos por el acantilado, y de la que "fueron prohibidos los góticos" en 2011. Me imagino que por ir de negro y haberte pasado con el eyeliner no te echarán (esa puedo ser yo cualquier día de trabajo), pero tal vez molestaban las quedadas.   




Camposanto de St Mary, en el acantilado
Whitby desde St Mary
Desde allí arriba, para bajar a la ciudad no hay funicular como en Saltburn, sino una escalera de 199 escalones. Las calles, una vez abajo, me gustan: para ser un lugar más o menos turístico, no tienen ni ese preciosismo exagerado ni esa horterez de las arcades. Ah, error, cuando llegamos al puente, descubrimos que en la otra parte del río se ondea esta bandera: hay feriado, tiendas luminosas, y mini-casino. No cruzamos, y nos comemos un helado épico, aunque mis compas, que son los connoisseurs, dicen que como Nardulli's, cerca de casa, nada. 

Es la última noche, y los gourmets deciden que hemos de terminar con un fish & chips. Pero no lo quieren coger aquí porque "si no queda frío", así que de vuelta a casa paramos en Pickering donde, a estas horas, está todo cerrado. Sí, es un viernes de agosto, y son las 8 pm. Pero es Inglaterra, ese otro país que no es Londinium donde, a partir de las 5 pm, todo está kaput.  El Peda se maldice por haberlo olvidado. Y para los que se preguntan "qué cenarían los pobres esa última noche"... pues quedaba algo de pasta en casa, con un improvisado pesto, del que hasta la mayor fan de la pasta, Mini, se está empezando a aburrir. 

Como todas las noches, vamos a la piscina y el jacuzzi, esta vez a despedirnos. Aj, qué temperaturas: no dicen que esos cambios son tan saludables? Y entre burbujas me auto-hago la ola por haberme metido en 14 grados, exactamente 24 menos que el jacuzzi. Todo sea por la salud. 















06 agosto 2020

Desidia (victoriana) al borde del mar (Y6)


 
Estación de Hogsmead, digo de Goathland
La estación de Goathland, por donde pasa el "Tren histórico de los Páramos", recibe más visitas de las esperadas porque es un centro de peregrinación de fanes de Harry Potter. Aquí se filmaron las primeras películas de la saga, y esta estación reproduce la de "Hogsmead".  Al llegar al pueblo -este es nuestro primer destino del día- vemos un montón de coches,  que nos lleva a aparcar en un campo a la salida, pero luego en la estación no hay casi nadie: no entendemos nada, dónde está toda esa gente? Hemos de volver páramo-a-través, y acceder a la estación por el lado opuesto de la entrada principal. Eso sí, es encantador leer que si tras tu paso "cometes la negligencia" de no cerrar la puerta, hay multa de £2! Tal vez tampoco te den "cerveza de jengibre" como castigo después- me siento como en una novela de Enyd Blyton. 

Cierre o multa de £2!



Todas sus necesidades en uno

Nos damos una vuelta por Gothland el pueblo, qué gran nombre para una zona tan gótica como esta (aprendiz, Gotham City). Pero su mayor interés y tal vez única aportación al género es un establecimiento que hace las veces de mini-market, gasolinera y funeraria.  El planteamiento solo da ya para concurso de relatos, pero yo lo me pregunto es porqué tienen lo de funeraria tan aparente. Quiero decir, los del pueblo ya lo sabrán, y acudirán cuando sea la triste ocasión. Por qué no ahorrar al niño o al friki que va a ver lo de Harry Potter, que van de paso, esta información?



Seguimos hacia la costa, el plan es comenzar por el extremo norte de Yorkshire, Redcar, separada por el norte de Northumberland por el estuario del río Tees. De esta zona solo recuerdo haber visitado en el pasado Durham y su preciosa catedral (sí, aquí también se filmó parece Harry Potter). Nota exculpatoria: así como desconocía hasta ayer el nombre del "anciano del palo", Gandalf, tampoco he visto una sola peli de ese niño mago, pese a que todas ellas han sido reproducidas en mi hogar repetidas veces.


La playa de Redcar es maravillosa por desierta (nadie quiere sufrir una hipotermia de buena mañana) e inmensa. Sin embargo, en el lateral izquierdo, dentro del mar, unos molinos de viento. A mí me encantan estos molinos por las montañas pero en el agua, no señor. Tal vez porque estoy traumatizada con lo que el Peda llama "ninguna playa sin su cementera", pero es que hemos visto en nuestra trayectoria tantas playas fastidiadas por la revolución industrial... cómo olvidar la maravillosa "Playa de los muertos" de Almería y su fábrica al fondo, o Santa Marta en Colombia, con una plataforma petrolífera en medio de la bahía, o más recientemente en Malta, o monstruosa central térmica a orillas del Atlántico en Marruecos.

Playaza de Recar: casi 13 kms

Donde aparcamos hay enfrente unas rocas llenas de verdín, pero aparte de eso, todo arena. Comenzamos a caminar y pasado mucho rato, el acantilado del fondo, hacia el que tirábamos, sigue estando lejísimos. Tras algún debate desistimos y empezamos a volver (luego nos damos cuenta de que esta playa tiene la friolera de casi 13 kms: Palo, dónde estás?). En todo este tiempo, ha subido mucho la marea, ya no están las rocas con verdín. Luego ya en el coche tiramos un poco para atrás, y allí descubrimos la parte "pueblo playero hortera británico", categoría a la que definitivamente pertenece Redcar. Todo esto no se ve desde la playa que nos hemos caminado nosotros, pero no le falta su "arcade", feriados y gente fea. Pero además, Redcar no está en su apogeo, no sé si por covid, o por decadencia general, pero hasta alguna arcade está cerrada, por no hablar de tiendas, heladerías... como el cielo está gris en este momento, la sensación de desolación es terrible. Y la ansiedad que siento del mundo que viene, tras esta pandemia, que tal vez no haya sido mi temida "The Road", pero sinceramente, Redcar lo parece.




A partir de aquí, queda poco que decir del día, y lo harán tal vez mejor las imágenes. El siguiente pueblo hacia el sur se llama "Markse by the sea", del que no recuerdo nada, salvo que miramos aquí algún alojamiento que luego no se materializó. Me alegro ahora, no habría sido lo mismo estar en la playa que en los páramos. Y el siguiente "Saltburn by the sea", donde de repente sale el sol y el miedo y el planteamiento del día cambian. Mini pasa de bajar a dar una vuelta, y se pierde un sitio muy agradable, que a mí me hace sentir dama decimonónica, porque me pasa como en los páramos: las puedo ver pasear por aquí. Distinto tipo, estas son matriarcas con parasol, con senior con bigote ("whiskers" como dicen en la novela que estoy leyendo ahora), y con nannies de negro y con cofia llevando el cochecito inmenso del bebé. En oposición a Redcar, con su playa a la altura del pueblo, lo que nos encontramos yendo hacia el sur son playas allá abajo, con su acantilado y el pueblo allá arriba. Por ello los victorianos inventaron unos funiculares comunican ambas partes, y que aún funcionan, pero que ahora estaba cerrado por tema virus.




Saltburn by the sea


Siguiente pueblo es Staithes, este del tipo "encantador pueblo de pescadores", donde de nuevo me acuerdo de Mr Renno el del taller, porque mi kamikaze compa decide bajar en Wolfy hasta la playa, con la consabida pendiente tremenda, y oraciones/ofrendas necesarias a la subida.


Staithes
Staithes
Así son las pendientes en estos pueblos


Y el último y también encantador, se llama Runswick Bay. Todas las casitas son como de juguete. Una en concreto tiene todo blanco y azul, desde las cortinas, las flores del jardín y el menaje de la cocina! (puerta abierta). Disculpas por el publirreportaje, bienvenidas a Di, agencia inmobiliaria:





Y ya que estamos de fotos, terminemos con unas pocas de la vuelta a nuestro cottage por los moors y páramos de los que, si se nos da una semana más, nos consideran ya locales.  


Por ahí va Jane Eyre


Heathcliff enfurecido-entra metáfora

Sol, pero ni un cielo sin sus nubes




Alguien preguntó: aquí nuestro cottage


Que no falte su iglesia para los 4 feligreses del pueblo del cottage