"Las mañanas de París son preciosas", con esa sonatina me despierto, como siempre demasiado pronto - pese a la noche de ayer. El apartamento tiene una terracita alargada que lo recorre y esa primera noche no hemos averiguado que hay unas contraventanas exteriores para el sol. El Peda se va a correr y yo leo mi libro. El wifi "Char et Jul" no me funciona, solo a mí: va a la perfección en todo el resto de dispositivos y me pregunto si tendrá algo que ver con Apple (esto se desmiente en un nuevo posterior wa a la pobre Char que ya debe estar odiando el momento en que nos aceptó como inquilinos). Aún así, parece maja, y pasadas unas horas vuelve a escribir invitándonos a que reiniciemos el router, que está en otro armario a la entrada. Me subo en una silla y voilá, otro armario cerrado que huele igual de armariocerrado que el vestidor. Aún así, no me decido a reiniciar el router hasta pasado el cumple de Mini: sería terrible -quiero decir, me mata- que no tuviera mensajes para tan señalada fecha.
La primera actividad de la mañana es la visita al Louvre (nota: ¡Tenemos entradas! - sí, somos nosotros, alguien ha planificado algo). Al llegar tengo enormes flashbacks de mis previas visitas. Esto (mis reacciones emocionales al arte) ya lo he contado alguna vez, aunque sea de pasada, supongo. Yo no sé si es la edad (la primera vez acababa de dejar la adolescencia), o que vivimos en una época donde la "intensidad" así algo atacada es mirada por encima del hombro (quiero decir, no sé si es un factor personal mío o cultural de una época, o ambos), pero mi primera visita al Louvre con los otros escapados del "campo de trabajo" fue muy emocionante. Claro que también lo fue la primera vez que vi "Las Meninas" - un cuadro que los de las vetustas hemos visto mil veces en los libros y, de repente, entras en la sala del Prado y, buá, en realidad entras en la sala donde están los personajes. En el Louvre fue la impresión de la Mona Lisa, la Venus de Milo, La balsa de la medusa, La liberté guiando al pueblo y, sobre todo y con mucha diferencia, mi top, la Victoria de Samotracia. La verdad es que no sé si lloré de emoción, pero podría haber pasado: yo era como un intérprete de música clásica con poca técnica (al final, mi nivel era el de secundaria, y es el que sigue siendo, de ahí "cutrecrítica") pero mucho sentimiento. Yo-qué-sé, disculpadme, tenía 18.
Love it |
La Victoria de Samotracia me sigue hipnotizando, siempre |
Luego estuve otra vez, al poco de haber venido a UK, y no recuerdo mucho (?ocurrió la vida pre-blog?). Pero esta vez lo he disfrutado de otra manera. Por ejemplo, me paré mucho rato en unas salas con esculturas clásicas, maravillosas...
Catón el Joven leyendo "Sobre el alma" de Platón antes de suicidarse |
Este no sé quién es, pero su actitud promete |
....nos escandalizamos con "las habitaciones de Napoleón III" (que a Mini por supuesto, encantan), no las recordaba de previas visitas...
Sencillez napoleónica (lo mejor de Versalles es que lo quemaron todo) |
Tomemos el Palacio de Invierno |
Mini pudo ver en directo lo que quería decir Rigoberta Bandini con su canción "Mamá"...
Chicas, tomemos la ciudad, puro estilo Delacroix |
Porque yo lo valgo |
....aluciné una vez más con mi pintor favorito de todo tiempo y lugar (Francisco de Goya). Es curioso, vayas donde vayas, te metes en una sala española y sin saber los autores, los Goyas son evidentes, se salen del lienzo. No tengo que explicar lo que me pasó cuando vi por primera vez "Los fusilamientos" o las pinturas negras en El Prado (reaparece la Di plasta adolescente).
Increíble... |
Bueno, pues estas horas en el Louvre fueron eso, ver "los highlights" con Mini (la fila con separadores como de aeropuerto en la sala de la Mona Lisa es particularmente dolorosa, toda esa gente), y a la vez tropezarnos con cosas menos populares que nos encantaron. Eso sí, la experiencia caminar por museos es lo que cada vez me gusta menos -dame kilómetros con velocidad londinense (los turistas dicen que aquí se anda muy rápido)- andar despacio o los museos, agota.
Cola de facturación para la Gioconda |
Al salir hacemos unas cuantas fotos alrededor de las pirámides, incluída una réplica de una foto que me hizo el Peda en 1998 tomando el sol en el borde de una fuente con un vestido minifaldero de topos que aún llevo de vez en cuando. La gente se está haciendo de esas de perspectiva sujetando la pirámide y sí, hacemos esa foto y culparemos a Mini (de todos los desmanes de este viaje se culpará a la hija, y eso que aún no es su cumple, cuando el despropósito influencer llega a cotas indivagables).
Como se puede apreciar en imágenes, hace un tiempo espectacular, pero esto tiene una explicación, a saber: en el aeropuerto de Barcelona, no hará un mes, me compré unas gafas de sol que no gustaron a nadie. Eran lo más parecido que he encontrado a unas que tuve hace muchos años y se me llamó desde "Soldado de asalto de Star Wars" hasta Bono de U2. Lo más dramático es que hasta el Peda, al que le suele gustar todo o no tiene opinión, expresó su disgusto. Bien: pues estando en el tema fotos me doy cuenta de que se me ha soltado (y perdido) un tornillo con lo que cae la pantalla frontal, y al rato se cae el otro. Esto significa que voy a estar todos los días sin gafas, luego garantía matemática de que habrá solazo sin parar. No falla: los días que yo olvido este complemento brilla el sol y cuando las saco, se nubla. No sé si es prueba de que Dios existe y obviamente le caigo mal o algún otro algoritmo.
Hola, soy (era) Bono |
Volviendo a las calles, nos encontramos ahora tomando algo en una de esas encantadoras terracitas parisinas en la Ille de France, se llama algo de Cluny, con un camarero simpático - yo tenía peor recuerdo de los parisinos. Eso sí, constato que aún tienen un problema severo con el tabaquismo: todo el mundo fuma, jóvenes, glamurosas, mendigos, en grupos, solos, da igual. Es incluso peor que en España (aquí en UK es carísimo, intervención más efectiva que mil campañas de salud pública - epidemiólogos, desistid de razonar, lo que funciona se llama "fricción"). Recuerdo lo mismo en Japón. En las terrazas es super molesto.
Franceses en sus terrazas al borde del enfisema |
Seguimos caminando y terminamos en "Shakespeare & Co", la librería de títulos en inglés que, pese a lo famosa, me sigue encantando. Además, siempre la asocio a "Before sunset", la peli de Linklater en la que Julie Delpi y Ethan Hawkes se pasan las dos horas hablando mientras caminan por París- es mucho mi tipo de peli, guión guión y un escenario maravilloso (como el divagante sabrá, la tercera, "Before Midnight" es lo mismo pero el escenario es Peloponeso-qué puedo decir, Linklater, me conoces?). Esta vez no entramos porque hay una cola enorme. La última vez me compré aquí "To kill a mockingbird" y una postal que aún guardo de su pasillo con una frase que me gusta: "No seamos poco hospitalarios con los desconocidos, por si acaso son ángeles disfrazados"
...soy un ángel enmascarado: tratadme bien |
El sistema de metro de París es muy complicado para los que venimos de fuera (no tanto como en Tokio, lugar en el que me reconocí negada- ?por qué es el metro de la ciudad donde vivo el más claro del mundo?). Aquí al bajarte, no sabes hacia qué lado ir, y como el sistema de trenes se entrecruza, ya es otra fantasía. Yo aquí desconecto, que inventen otros.
Esta estación, á la Blade Runner, The Road o cualquier otra distopía me gustó |
Los asientos no son solo bonitos de ver, son una "experiencia": no veáis cómo recogen el culo |
Trenes de dos pisos: cuando lo cuente en Vetusta |
No hace falta ponerle título al siguiente destino. Nos tiramos en los Campos de Marte a ver la vida pasar un rato. Sociodemográficamente, el perfil viene a ser exactamente el mismo que puebla el parque frente a mi casa los días de sol: gente de 20, o 30, bebiendo en grupos, modernos, diseniadores, bohemios, sin preocupaciones... ese rollo. Efluvios de marihuana. alguna paloma perdida, hombres indios o argelinos vendiendo cerveza con cubos de hielo. En el parque enfrente de casa, pese a romper la media de edad, me siento "parte de" (tal vez porque empecé a bajar a ese parque los días soleados cuando estaba aún en la horquilla), aquí no. Además, no tengo gafas de sol y la gente se cree que les sonrío por poner los ojos pequenios (si fueran ingleses, sonreirían de vuelta, que es lo que me pasa en la bici cuando me estoy esforzando). Sin gafas de sol, no se puede ser cool. Vuelve, Bono.
El siguiente destino es La Défense, el barrio ultramoderno (o tal vez solo moderno, recordemos que ya estaba aquí en mi primer viaje-el Arco fue inaugurado en 1990), el paralelo a Canary Wharf aquí en Londinium. Mini no tiene demasiado interés, pero el hecho de que esté lejos es un incentivo: te metes en uno de esos trenes de dos pisos y puedes leer un rato. A mí siempre me ha gustado la Grande Arche y espero al menos un wow de Mini al salir del metro, que obviamente no obtengo. Doh. Comemos un snack antes de mentalizarnos para la vuelta a nuestro barrio a cenar, que está en la otra punta. Charlotte ha recomendado un restaurante "coqueto y local" (el paraíso de un woke), con la carta solo en francés (larguísimas descripciones, esto parece una boda). Solomillo a la pimienta, al rochefort (franceses, maestros de las salsas), Steak Tartar (para los que odian a su estómago), lo-que-sea con mantequilla y bechamel. El párrafo que pide Mini resulta ser una especie de estofado que le encanta. Vamos, que le dan ganas de seguir yendo de "pequeños restaurantes atmosféricos" todos los días, pero mañana es su cumple y, el deber la llama: nos esperan restaurantes instagrameables llenos de influencers veinteañeros. No adelantemos acontecimientos, solo abrochémonos los cinturones.