24 abril 2024

"El nombre de la rosa" décadas después (o palpitaciones en reencuentros con viejos amantes)

Hace unos meses cayó en mis manos un librito de Umberto Eco titulado "Apostillas a El nombre de la rosa". Que el autor de uno de tus libros idealizados de la adolescencia te explique (destripe) su proceso escritor es un regalo, pero que además sea con una novela que va, entre otros temas, del amor por los libros, es que te toque la lotería (resumen = me encantó). 

Tanto que  la última vez que estuve en la península me traje "El nombre de la rosa", con intención de releerla y entonces me di cuenta de que tal vez cerraba un ciclo [otra manera de estudiar una parte de tu biografía -o menos ambiciosamente, una época- sería con los libros que una ha leído] de novelas de detectives, desde "la primera" hasta "la clásica" pasando por Ripley. Ahora quedaba ver si un amor idealizado de juventud seguía en pie: esto siempre da mucho miedo. Cuando pienso en algunos libros que algún día releeré me da cierta ansiedad, temor a que no me gusten tanto. Uno de ellos es "Rayuela", y lo digo porque leí la mayor parte de Cortázar en mi veintena, y cuando ya en la era divlog pillé "62 Modelo para armar", no fue lo mismo. Nunca he hecho un divague de una relectura (en realidad, no he releído muchos libros en mi vida), pero como diría Mini, "vamos p'allá!". 

Introducción bibliófila: de relecturas, de saber los finales, de peli vs. libro
Creo que mi primera lectura de “El nombre de la rosa” fue de prestado pero no sé si aquella famosa primera edición blanca con la rosa-laberinto en el centro, u otra con una rosa en un claustro. Luego compré una edición horrible de tapas duras que tiene algún trozo subrayado (releí? no sé). Dice el Peda que cuando vinieron los iratis a visitarnos a Grimsby, corría 1998, lo trajo Marisa y yo se lo quitaba y leía trozos. Así que por partes o entero, este ha sido un libro que ha pasado varias veces por mis manos. Sin embargo, aunque he desarrollado muchos rituales de lectura durante los años, en aquella época ni subrayaba ni anotaba ni ninguna de esas obsesiones posteriores con lo cual, poco podré decir de mis impresiones de entonces (aparte de, resumen = me encantó), todo está a merced de esa mentirosa, la memoria.

Nuestro lovely NáN siempre decía que él se leía lo primero las últimas páginas de los libros para quitarse la ansiedad de la trama y centrarse en la forma. Puedo entender lo que quería decir, pero yo con esta novela me pregunto con envidia cómo será leerla sin haber conocido la historia- sin saber quién es el asesino, cómo mata, solo al final darse cuenta de las pistas que Eco va dejando ya desde el principio. Siento envidia porque fui de las que tuvo la mala suerte de ver la peli de Jean-Jacques Annaud de 1986 antes de leer “El nombre de la rosa”. Estábamos en el Cine Fleta (o era el Coliseo?) con una amiga que sí lo había leído y me susurró en la oscuridad: "¡va todo de un libro!". 

El mayor problemas de ver una peli antes del libro (y me ha pasado otras veces) es que ya han hecho los escenarios para ti, y les han puesto las caras a los personajes. En este caso, no me molestó demasiado tener a Guillermo de Baskerville prefabricado, porque el personaje parece escrito para Sean Connery: maravilloso. Parece que Eco se quejó de lo grotescos que el resto de los monjes habían aparecido en la peli, y a mí el que más me impactó siempre fue Berengario, que en la novela no es descrito con el claro Síndrome de Cushing con el que aparece en la peli. No recuerdo si en mi primera lectura me imaginé la abadía como la representa Annaud, pero en esta, como hace años que no veo la peli, la he creado espero casi totalmente de mi imaginación. 


Empecemos por el principio: el título
O por el final: el libro termina con el hexámetro latino: "stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus" ("de la rosa, solo nos queda su nombre") de un benedictino del siglo XII llamado Bernardo Morliacense, que compuso variaciones sobre el tema del "ubi sunt" (pregunta retórica sobre dónde están los que faltan), saliéndose del topos habitual (los grandes de antaño, las ciudades famosas, las bellas princesas, todo lo traga la nada) y añadiendo la idea de que, de todo eso que desaparece, sólo nos quedan meros nombres. 

En "Apostillas" (y de ahora en adelante todo lo que explica Eco es de este librito), dice que un título es por definición una clave interpretativa de la obra. Entonces, ¿por qué un autor haría eso de titular, si precisamente una novela es una máquina de generar interpretaciones?  Esta idea siempre me ha encantado, el hecho de que cuando se publica algo, ya deja de ser tuyo.

Lo más neutro sería titular una novela con el nombre del prota, y sopesó llamarla "Adso de Melk", pero sus editores no le dejaron. También consideró -atención- "La abadía del crimen" y también se rechazó porque tal vez atraería a "los lectores equivocados" (nooo). “La abadía del crimen” me lleva directamente a título de libro de aeropuerto, nada que ver con la clase que tiene el título final. Me he reído cuando dice que titulando, podríamos ser "honestamente deshonestos", como Dumas, que llama a su obra "Los tres mosqueteros", cuando en realidad se habla del cuarto.

Esto de los títulos me parece un tema fascinante. A veces he descubierto que las novelas con los mejores títulos son trozos de poemas o versos de Shakespeare. Bajando a la  blogosfera, yo siempre lo pongo cuando he terminado de escribir el divague - comienzo con uno provisional. En este mundo, un buen título es lo que lleva a algun@s a pinchar y un mal título (ahora, definir lo que es eso daría para otro divague) en teoría aleja porque no provoca aquella magia llamada curiosidad. Pero es difícil titular, y a veces lo hago rápido y mal, porque solo quiero ya darle a publicar. Si los títulos de los divagues son “máquinas de interpretaciones” o no,  lo dejo al divagante.

Construir un mundo
Eco tuvo una idea ("quería envenenar a un monje") y entonces paró un año. En ese tiempo se dedicó a "construir el mundo" que rodea a "El nombre de la rosa" así que, pese a ser medievalista y sabiendo mucho de la época, estudió el siglo XIII, que no era el de su especialidad,  delimitó la arquitectura de la abadía, y conoció a todos los monjes - incluso los que no iban a aparecer en la novela [esto me recuerda aquella leyenda que ya conté: parece que Visconti obligaba a tener llenos los armarios, aunque no se fueran nunca a abrir] y suma y sigue. De esta manera, dijo, "las palabras vendrán casi por sí solas. Rem tene, verba sequentur. Al contrario de lo que, creo, sucede en poesía: verba tene, res sequentur". 

Sagra di San Michelle, en la que se inspiró Eco
Aquí se ve por dentro: espectacular

Y así fue: ese mundo creado es el que le dijo cómo debía proseguir la historia. Me encanta que fuera un escritor-brújula, o sea, que no sabía qué iba a pasar con su historia. Para ilustrarlo dice por ejemplo [atención super-spoiler!!] qué él no sabía que Jorge de Burgos iba a ser el asesino: "Por decirlo así, todo lo hizo él solo" (oj! maravilla).   A Eco solo le parecía que el que un ciego custodiase la biblioteca era una buena idea narrativa y Jorge le llevó de la mano:  "Lo que sucede es que los personajes están obligados a actuar según las leyes del mundo en que viven. O sea que el narrador es prisionero de sus propias decisiones iniciales". Nota: muchas veces le preguntaron si el malvado Jorge era un homenaje a Jorge Luis Borges, y él solo dijo que ciego más biblioteca sale el argentino. 

Un poco más sobre los personajes: Guillermo de Baskerville y Adso de Melk
grr: el otro día estuve en Oxford
y no vi a Roger Bacon!
Eco sabía que su detective iba a ser un inglés lógico, observador, deductivo (a alguien le suena esto a homenaje?- “los libros hablan entre sí”) y esto, 
post-Bacon, solo se encontraba en los franciscanos. 

Roger Bacon era un filósofo franciscano de Oxford -no confundir con el también filósofo Francis Bacon siglos después (o con el también Francis pintor!)- que puso gran énfasis en el empirismo. Nació alrededor de 1220 y le llaman "Doctor Mirabilis". 


Pero dicen por ahí que en quien se inspiró Eco para su personaje es William of Ockham, otro franciscano, este nacido en 1287 en ese pueblo al sur de Inglaterra (en la novela todos los monjes se llaman así: nombre propio y el lugar de donde vienen). William era otro filósofo e igual suena lo de "la navaja de Ockham": "en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable".

William lo dijo primero:  "vamos, no te líes"

Me hace mucha gracia cómo Eco habla de ciertos rasgos típicamente británicos en Guillermo. Por ejemplo, Adso describe como hace una serie de ruiditos (los llama "gemidos", supongo que es una mala traducción del italiano) antes de empezar a hablar, tan típico- pensemos en Hugh Grant en cualquier película. También describe su sentido del humor como chocante (al menos para un alemán!): "Yo no sabía nunca cuándo estaba bromeando: en mi tierra cuando se bromea se dice algo y después se ríe ruidosamente para que todos participen de la broma. Guillermo en cambio solo reía cuando decía cosas serias y se mantenía serísimo cuando se suponía que estaba bromeando". 

Adso es el Watson de Guillermo, el novicio alemán adolescente que observa los terribles sucesos de la abadía y los narra en su vejez. Eco habla de que "quizás al escribir estaba transfiriendo a Adso muchos de mis terrores de adolescente" y de la complejidad de narrar desde alguien que vivió hechos que no entendía en su juventud y los registra, ya más sabio, en su vejez:  la dificultad de "que se entienda todo a través de las palabras de alguien que no entiende".

Guillermo, que en su día me pareció un anciano, tenía mi edad
Crear al lector
Este trozo es maravilloso, cuando Eco habla del concepto de "construir al lector": 
"Se escribe pensando en un lector. Cuando la obra está terminada, se establece un diálogo entre el texto y sus lectores (del que está excluido el autor). Mientras la obra se está haciendo, el diálogo es doble. Está el diálogo entre ese texto y todos los otros textos escritos antes (sólo se hacen libros sobre otros libros y en torno a otros libros), y está el diálogo entre el autor y su lector modelo"

Esta frase tiene un metadivague ella sola [me podría ir a Carmen Martín Gaite: "Se escribe y siempre se ha escrito (…) al encuentro de un oyente utópico"], porque los blogueros a menudo decimos que "escribimos para nosotros mismos", sin pensar en el lector, pero Eco me va a ayudar a matizarlo. Pongamos que los escritores de best-sellers escriben poniendo todos los ingredientes que harán que sus libros se vendan bien (en aeropuertos, ja), por supuesto que tienen a su lector (sus hordas de lectores!) en mente. Luego están los autores que escriben para pocos, que saben que su "Lector Modelo" no es la gran mayoría (las razones serían interesantísimas de analizar, yo me aventuro a que se aferran a que el suyo es un estilo complejo, con cierta "calidad", de dificil acceso). Luego está lo que hizo Eco, escribir para un lector que aún no existe, y que va a ser creado por el autor. Los absolutos genios son aquellos que saben captar el "zeitgeist", el espíritu de una época y se lo muestran al mundo, que aún no sabía qué quería ese tipo de literatura.

Esto hizo Eco, y se mantuvo en sus principios: por ejemplo, se negó a hacer  más asequibles las cien primeras páginas como le aconsejó su editor porque "si alguien quería entrar en la abadía y vivir en ella siete días, tenía que aceptar su ritmo. Si no lo lograba, nunca lograría leer todo el libro. De allí la función de penitencia, de iniciación, que tienen las primeras cien páginas; y, si a alguien no le gusta, peor para él: se queda en la falda de la colina". 

La clase de lector que él quería es el que se puede tragar ese primer centenar de páginas, el resto -los del aeropuerto- no le interesaban. Ole tú, Umberto: en el fondo nos has definido a esta especie que vendríamos después,  los blogueros sin éxito - algunos porque escriben mal y cosas que a nadie interesa, pero otros porque escriben demasiado, o demasiado esotérico, o demasiado profundo. Cuando decimos que "escribimos para nosotros mismos", en el fondo lo que pensamos es que escribimos para esa lectora que te va a seguir a los mismos sitios a los que tú quieres ir, aunque conlleve riesgos. Da igual que sean pocas y pocos: como Eco, buscamos "cómplices que entren en el juego". 

Nov-ensayo
"El nombre de la rosa" es lo que yo llamo un novensayo (novela + ensayo) y Eco llama "tono didáctico". Lo justifica con que ése era el estilo del cronista medieval, deseoso de introducir nociones enciclopédicas cada vez que mencionaba algo. Yo ya he contado alguna vez que me gustan las novelas que cuentan sus historias a la vez que dan mucha información extra sobre la sociedad, cultura, ideología o el tema que sea (no solo de ballenas vive la mujer, pero si es de ellas, mejor) y en "El nombre de la rosa" se aprende mucho durante las conversaciones -y algún monólogo- entre los personajes de algunos temas: filosofía, política, historia, género humano, amour (!) (ver todo más abajo). 

Solo incluyo una cita del prólogo sobre el momento histórico porque, aunque corría el SXIII, lo podríamos aplicar perfectamente a este 2024 que vivimos en estado de continua perplejidad:
“La juventud ya no quiere aprender nada, la ciencia está en decadencia, el mundo marcha patas arriba, los ciegos guían a otros ciegos y los despeñan a los abismos, los pájaros se arrojan antes de haber echado a volar, el asno toca la lira, los bueyes bailan, María ya no ama la vida contemplativa y Marta ya no ama la vida activa, Lea es estéril, Raquel está llena de lascivia, Catón frecuenta los lupanares, Lucrecio se convierte en mujer. Todo está descarriado”.

Los libros 
Pero la inmensa bibliofilia que destila la novela es mi tema favorito, y seguro que me sentí así cuando lo leí de adolescente. Es precioso ver a Guillermo absolutamente maravillado cuando por fin puede entrar en la biblioteca. Eco dice cosas muy bonitas de los libros en la novela, pero en las apostillas también algo muy sabio: "que los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado. Lo sabía Homero, lo sabía Ariosto, para no hablar de Rabelais o de Cervantes". Así que su historia sólo podía comenzar con un manuscrito reencontrado.

Los libros representan el saber, y en la pugna con su opuesto, la oscuridad, está también el espíritu de la novela. El saber es mercancía de intercambio en la abadía. Al querer saber, lo llaman lujuria: “para el monje la tentación es la seducción del conocimiento” o “Bencio es víctima de una gran lujuria, y que no es la de Berengario ni la del cillerero, sino la de muchos estudiosos: la lujuria del saber. Del saber por sí mismo”. La ciencia, por tanto, es interpretada como una “acción del diablo” y es usada no para iluminar, sino para ocultar. Guillermo representa las antípodas de ese pensamiento porque él enseña a su discípulo el contraste entre lo observable (o sea la naturaleza, los hechos, la ciencia) y lo inventado, y ataca la ocultación del saber para controlar, el gran tema: 
"El bien de un libro consiste en ser leído. Un libro está hecho de signos que hablan de otros signos que, a su vez, hablan de las cosas. Sin unos ojos que lo lean un libro contiene signos que no producen conceptos y por tanto es mudo quizás esta biblioteca haya nacido para salvar los libros que contiene, pero ahora vive para mantenerlos sepultados".

El miedo
El miedo está muy presente en toda la novela. Los poderosos usan la superstición para controlar ahora y por supuesto, entonces.  Están convencidos de que "el mal existe y de que esto conforta a la gente" [esto aún es así, y en lugar de intentar desentraniar los mecanismos de ese mal para acabar con él, se mira otro lado y se le llama "El Mal", dando soluciones simples a problemas complejos]. “¿Qué les contaremos a los pecadores si quitan el infierno?”, se preguntan en la novela [hoy podría ser cualquiera de esos senuelos que nos ponen para distraer de lo importante]. En realidad, son los inquisidores los que crean a los herejes: si no, se les acaba el chollo [lo de justificar la existencia de tu rol sinsentido vía reuniones vacías vive su máximo apogeo en mi curro, donde hay más gestores que médicas]. Los simples siguen las herejías porque les sugieren la posibilidad de una vida distinta, porque para ellos el infierno existe, ya en la tierra [qué hay más actual que esto?].

Pero como digo, lo que más aterra es el miedo al saber: al final, va todo de ocultar libros para que el resto no sepan. En oposición a estas fuerzas del mal tenemos a Guillermo, que dice cosas como estas: "Nadie nos exige que sepamos Adso. Hay que saber, y eso es todo, aún a riesgo de equivocarse".

La risa
Muy unido al miedo está la risa, porque lo ahuyenta. La risa es mala porque fomenta la duda. Me encantan cuando Eco “se deja ir” y habla de este tema, porque creo fervientemente que vinimos a este mundo a reír. Un día sin risa es un día peor y aprender a reír del absurdo y sobre todo, de nosotras mismas, te da muchos puntos para aquello del “vive y deja vivir”. Incluyo parte del famoso discurso de Jorge en contra de la risa, que describe perfectamente el espíritu de la novela, y el de la tradición judeocristiana, tan llena de calvarios, de culpa, de manolas, de cilicios, y que se comenta a él mismo:
"La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto y por tanto controlable. Pero este libro podría enseñar que liberarse del miedo al diablo es un acto de sabiduría. Cuando ríe, mientras el vino gorgotea en su garganta, el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación. Pero este libro podría enseñar a los doctos los artificios ingeniosos -y a partir de entonces ilustres- con los que legitimar esa invención. (...) La risa distrae por unos instantes al aldeano del miedo. Pero la ley se impone a través del miedo, cuyo verdadero nombre es temor de Dios. Y qué seríamos nosotros criaturas pecadoras sin el miedo tal vez el más propicio y afectuoso de los dones divinos"
La pobreza, vestigios de capitalismo
Eco, que era además de especialista en semiótica era medievalista, invierte muchas páginas en que el lector entienda el momento histórico que vivía la Iglesia con un potencial cisma entre dos de sus facciones (de hecho, hay un encuentro de ambas en la abadía y Guillermo es el "facilitador").

El segundo día por la mañana (Tercia), Guillermo le explica a Adso que en sus respectivos países, Alemania e Inglaterra, la ciudad no está desarrollada como lo está en Italia, donde han comenzado a tener más importancia que el emperador o los reyes. En las ciudades se comercia, se toman decisiones y el verdadero rey es el dinero -mientras que en Alemania e Inglaterra el trueque todavía funcionaba; pero en Italia, son los bienes lo que se utilizan para obtener dinero.
“Así se explica que la rebelión contra el poder se manifieste como reivindicación de la pobreza, y se rebelan contra el poder los que están excluidos de la relación con el dinero, y cada vez que se reivindica la pobreza estallan los conflictos y los debates, y toda la ciudad, desde el obispo hasta el magistrado, se siente atacada directamente si alguien insiste demasiado en predicar la pobreza (...) todo ha cambiado y para ello la abadía tiene que cambiar. Y como hoy este país no se domina con las armas ni el esplendor de los ritos, sino con el control del dinero, se quiere que la abadía -incluida la biblioteca- se convierta en un taller, en una fábrica de dinero”.
Lo diré de nuevo: es todo tan actual. Si pensabas que el sistema económico del medievo era el feudalismo, ya puedes ver brotes de capitalismo ahí. 

En las conversaciones sobre la pobreza, debatían los franciscanos (team-pobreza, no hay más que ver sus túnicas) vs. los benedictinos, que aseguraban que “Cristo tenía una bolsa”.  ¿Era Cristo pobre? ¿Importa?  Me pregunto cuál será la respuesta de un no-católico a la lectura de este libro, supongo que le será mucho más difícil de entender. A mí me tocaban las discusiones político-religiosas de ambas facciones, y tomaba parte, tal vez porque como ex-católica he conocido las incoherencias de la iglesia de cerca, y he visto -cosas que no creeríais- La Oscuridad.

Debate sobre la pobreza:
antes muerta que sencilla


El amor
Es curioso porque dentro de su faceta novensayista, en "El nombre de la rosa" habla mucho del amor, a tenor de la noche de pasión de Adso. No todo iban a ser aburridos debates sobre si Cristo era duenio de la ropa que llevaba. Como las tenía subrayadas del pasado y seguro que me impresionaron en mi primera lectura adolescente, incluyo un par:

“Debes aprender a distinguir entre el fuego del amor sobrenatural y el delirio de los sentidos (...). Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechosa como el amor, pues este penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más el corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas”

“el goce, llama, la llama muerte, la muerte abismo, el abismo perdición, la perdición delirio y el delirio pasión”

Adso termina enamorado del amor y dice cuando piensa que no va a volver a ver a su amada: “era como si toda la creación me hablara de ella y deseaba así volver a verla pero también estaba dispuesto a aceptar la idea de no volver a verla jamás y de no unirme más a ella siempre y cuando pudiese sentir el gozo que me invadía aquella mañana y tenerla siempre cerca aunque estuviese por toda la eternidad lejos de mí".

De esta noche voy a vivir toda mi vida, baby

El cuarto día después de completas Adso se pone a buscar en los libro sobre el mal que le aflige, y Eco sigue con su ensayo sobre el amor, vía los libros que lee nuestro protagonista:

“Ibn Hazm describe el amor como una enfermedad rebelde que solo con el amor se cura. Una enfermedad de la que el paciente no quiere curar, de la que el enfermo no desea recuperarse (...) al parecer el amor entra por los ojos y quien padece dicho mal demuestra como síntoma inconfundible un júbilo excesivo y al mismo tiempo desea apartarse y prefiere la soledad, a lo que se suma un intenso desasosiego y una confusión que impide articular palabra… me estremecí al leer que cuando se le impide contemplar el objeto amado el amante sincero cae necesariamente en un estado de abatimiento que a menudo lo obliga a guardar cama y a veces el mal ataca al cerebro y entonces el amante enloquece y delira”.

“Avicena define el amor como un pensamiento fijo de carácter melancólico que nace del hábito de pensar una y otra vez en las facciones, los gestos o las costumbres de una persona del sexo opuesto. No empieza siendo una enfermedad pero se vuelve enfermedad cuando al no ser satisfecho se convierte en un pensamiento obsesivo que provoca un movimiento incesante de los párpados, una respiración irregular, coma y risas y llantos intempestivos y la aceleración del pulso. Para descubrir de quién estaba enamorado alguien, Avicena recomendaba un método infalible que ya Galeno había propuesto: coger la muñeca del enfermo e ir pronunciando nombres de personas del otro sexo hasta descubrir con qué nombre se le aceleraba el pulso. El remedio que Avicena sugería era unir a los amantes en matrimonio con lo cual el mal estaría curado en breve”.

En resumen = me encantó
Y volví a tener el corazón a mil al leer la última escena:
qué más se puede pedir a una relectura?
A veces creo que Eco puso todos los ingredientes en la olla para que “El nombre de la rosa” fuera tan importante para mí: es mucho más que una novela de detectives, pero tiene una intriga magistral -pero como hemos dicho quien vaya solo a por eso no podrá con el resto, porque lo que tiene es múltiples digresiones (divagues!) sobre lo divino y lo humano. 
Tan espectacular es el final que, pese a conocerlo tan bien, en la escena última de la biblioteca me ocurrió algo inusual leyendo -pero que este año la he experimentado dos veces, la otra al final de Ripley-:  palpitaciones. Todos sus temas subyacentes siempre me han interesado -como he ido explicando.  Es prácticamente una "novela de campus": encierra a sus personajes en una abadía -ambiente más opresivo solo se encuentra en manicomios victorianos los páramos de Yorkshire- en un contexto histórico que me encanta, el medievo (dame más oscuridad, superstición, brujas!). Y no puedo estar más de acuerdo con su filosofía, en decadencia en el mundo en que vivimos. Por ello termino con una de las citas que la resume, y a la que le tengo particular cariño porque me la encontré copiada - entre pegatinas de “Intsumisioa” y “A's” encerradas en círculo- en una de las páginas de la carpeta clasificadora de un chico alto con el que por entonces empezaba a salir. 
"Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia y a veces en lugar de la propia. Quizá la tarea del que ama a los hombres consiste en lograr que estos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad".
Nelson Mandela dijo aquello de "no hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta de cuánto has cambiado tú”. Me ha encantado volver a este libro tantos años después y comprobar que, sin importar lo que yo haya cambiado,  mi pasión por él -y las ideas que aprendí de él- sigue igual.

23 abril 2024

Este libro cumple hoy cien años (Feliz Sant Jordi!)

 Querid@s divagant@s,

Como tod@s deberíais haber leído "The ragged trousered philantropists" ("Los filántropos en harapos") de Robert Tressell, y hoy justo hace cien años de su publicación (y además es el Día del Libro!), aquí va un haiku para recomendarlo una vez más (click aquí para convenceos). 

Y para mandaros un beso y una rosa 🌹. Feliz San Jorge, Sant Jordi, St George...





16 abril 2024

Improvisar tu tiempo libre (vs. el quedar, el reservar, el planear, el agendar)


Odio planear el tiempo libre. Sí, a veces igual es imposible no hacerlo, pero si puedo, lo evito. Eso de tener que abrir la agenda para quedar con gente ya no es para mí. 

Nota: las fotos de este divague son de mis paseos en bici, como habré dicho ya, el ejemplo máximo de esa libertad de irte de casa y hacer lo que surja, sin plan previo. Solo hay dos de este finde (Támesis arriba, hacia el oeste), el resto son del finde pasado (Regent's Canal y Támesis abajo).

Y digo "ya" porque cuando Mini era peque, los fines de semana eran un rosario de actividades planeadas de las que recuerdo con particular horror los "malditos cumpleaños" (si sabes a qué canción me refiero, estás fked) prácticamente semanales que habías puesto en tu agenda meses antes -junto con la nota mental de la compra de regalo. 

De fondo, el puente de Chiswick

Ahora, lo mejor que me puede pasar cuando me preguntan en el curro el viernes "qué planes tienes para el finde", es que la respuesta sea "ninguno". Hay que decir que algunos, pobres, se sienten claramente incómodos, y siendo ingleses amables intentan rellenar por ti: "ah qué bien, relajarte", dicen, creyendo que te sacan de un pozo. Y yo les miro, sin coger la mano metafórica y pienso: ¿tú me conoces mínimamente? Yo, ¿relajarme? 

Si con lo de "no planes" alguien se ha podido llevar al error de "Di es una chica mediohippie, tal vez moderna del rollo perdamos el tiempo", les saco de su error. No va de eso: aspirar a no tener que planear el ocio no significa no hacer. Yo nunca puedo parar, tengo un motor dentro. Siempre hago cosas y si se puede, varias a la vez. Nunca jamás salgo sin un libro a la calle, por lo que pueda pasar. Si no me estoy concentrando, escucho música o radio o podcast. Solo pongo atención plena cuando la cosa -suele ser persona- lo requiere (los del mindfulness lloran). No podría pasarme una tarde sin hacer nada -aunque luego igual me daba para divagues buenos (lo dudo, estar sola en mi cabeza pueder ser un mal viaje)- y una sensación que abomino es el aburrimiento. Si sueno insoportable, lo soy.
Te da felicidad? NO, pero tirarlo también me agobia
(esta también soy yo: como dice el Peda "qué duro es ser tú")

Como digo a estas alturas de la vida, lo que no me gusta es planear también los findes, a menos que sea absolutamente necesario.  Por ejemplo: tengo unos amigos con los que querría ir a una "80's silent disco" (te dan unos auriculares y bailas a tu bola) en un sitio muy chulo (un antiguo teatro) pero me he negado a comprar la entrada -que ellos tienen desde febrero- porque es a finales de junio. Yo veré la semana de antes si queda sitio (probablemente no, esta ciudad), pero mientras tanto, quiero tener la posibilidad de ir a ver a Roc si cuadra, o simplemente tener el horizonte limpio de esos findes con actividades que para mí son ruido mental. Bastante tengo con tener los findes de guardia en el calendario, a meses vista. 

Esto es noreste, el Regent's canal cerca de Victoria Park
(aún no hay turistas)

Esto de la planificación y la reserva era antes algo cultural, muy de ingleses y catalanes [nota: la Yaya debiò de ser precursora de todo esto cuando me decìa "ya veremos, de cara a la primavera"]. Ilustro: yo la última vez que viví en Ejpein fue en Vetusta y era estudiante, así que estas mamonadas no existían,  te podías pasar por un bar -y en Vetustilla por la casa de la gente- o llamar a ver qué hacían. Pero al poco de terminar la carrera, una amiga se fue a vivir a Barcelona y me transmitió su sorpresa: "alucina, has de quedar con varias semanas, nadie está libre". Luego Fashion lo corroboró y amplió: en Catalunya casi todos están metidos en un programa de actividades tradicionales estacionales (comer calcots, comer bolets, comer -y pillar, espero- castañas, comer butifarra, comer panellets, comer loquesea en playa en verano que hace calor y en montaña en invierno que hace frío), y andan liadísimos. En Londinium, son ingleses, reyes del protocolo, y hay que estar "extremely busy" para demostrar al mundo que el mundo te quiere. 

Luego salí a Tower of London con esas filas y pensé:
qué idiotez el turistear (y entono un mea culpa)

El problema es que esto que era un fenómeno cultural se ha extendido y ha llegado la peste hasta a Vetusta. Cuando vuelvo y quedo con amigos, ya hay que reservar para cenar porque aseguran que no encontrarás una mesa en ningún sitio -que no sean Los Santos Lugares, para los no-iniciados "El Calamar Bravo"- y será un peregrinaje triste que terminará en El Calamar Bravo (para mí, final feliz). 



Soy la única a la que fastidia este status quo? Soy La Resistencia? Así es como lo hago (con variable éxito): en mis paseos en bici de los findes recorro la ciudad sin plan alguno, y si paso cerca de casa de algún amigo, a veces se me ocurre que les podría poner un whastapp y ver si están libres para un té. No lo suelo hacer porque sé que la gente cortocircuita, pero a veces experimento. Un día, por ej, mandé mensaje desde un semáforo. Mi víctima (oh-my-god-cómo-es-posible-esta-loca) contestó algo tipo "sorry, estoy ocupado". Yo, tan tranquila, emoji de ok, se pone verde, sigo pedaleando. Siguiente semáforo: plink, mensaje: "venga, he hecho un hueco" [luego supe que se iba al gimnasio, qué hueco ni qué hueco]. Esa persona se vió ante la presión social de tener que hacer la pequeña performance del "estoy ocupado" (que = "soy importante"), pero luego me vió. La realidad es que si de verdad quieres ver a alguien, y justo merodea por tu barrio, a menos que tengas [cada uno inserte aquí su algo importante cerrado], bajas media hora y la ves. Puedes incluso bajar en pijama (en Londinium: sí, se puede!). 

Os lo aseguro: es Londinium
(pagoda del Victoria Park)


Hoy ha sido uno de esos días: por casualidades de aquellas de la vida, he visto con poca planificación a una divaganta que hasta hace poco no conocía con la que me ha hecho mucha ilusión vernos. "El domingo estaré por casa" me dijo, y yo le contesté, "no dejes de hacer nada por mí, si llego, llego" -nunca se sabe si el día amanece lloviendo, o Mini me requiere para la meiosis o Plinio, o me despierto demasiado tarde, o si fenezco a medio camino, o simplemente me despierto y no me apetece. Pero nada de esto ha ocurrido, así que me he plantado en su casa a desayunar y no hemos parado de hablar en tres horas y media. En serio. Ha sido muy chulo y si lo pienso, siempre es así con los pocos divagantes que he conocido a través de los anios (nota al desfase temporal, esto lo escribí el domingo por la tarde). Alguien que te lee y que te quiere conocer deberá ser alguien afín -solo una vez conocí a una chica (que además era colega y quedamos para ir a una de esas manis pro-NHS) y no hicimos "click". No puedo explicar por qué, fue alquimia sosa, fue falta de química. Pero a esa chica la conocí en Twiter, cuando yo aún miraba aquello, y concluyo que el blog es algo distinto a todas las demás redes sociales. Tiene un grado de profundidad, de intimidad, de alquimia buena, que no tiene ninguna otra.

Así de cerca de Canary Wharf, el distrito financiero
en el este, acabé el otro día

Aquí en el blog también improviso. Hoy he empezado a escribir sobre el intento de secuestro de nuestro tiempo libre por las agendas y he terminado con alguien que me ha dejado precisamente improvisar. Gracias R., por el croissant, los tés, la conversación, por presentarme a M. y por entrar en mi mundo de "vamos a vernos pero sin quedar".

13 abril 2024

Querid@ esquirol, falta de cultura política y otras razones para quemar las calles

 El divagante que lleve aquí unos meses recordará que las médicas y los médicos hemos estado de huelgas en esta isla. Comenzaron los júnior en la primavera de 2023 y luego seguimos los de provecta edad. Hay dos divagues explicando las razones y cómo seguimos adelante cuando el gobierno se negaba a negociar.  Esto cambió y por fin volvieron a la mesa de negociación y tras meses, los séniors hemos votado y aceptado la oferta del gobierno (los júniors todavía no lo han conseguido y habrá que seguir apoyándoles). Esto quiere decir que no volveremos a la huelga y que ha merecido la pena luchas juntos.

Esto último es un discurso muy de este blog: en contra del individualismo, porque a los que luchan separados se les vence juntos, lalala. Todo muy viejuno para el mundo en que vivimos, pero tremendamente eficaz, por eso estoy aquí escribiendo para recordarlo. Es una victoria (peque
ña, la gente se seguirá yendo a la privada porque se gana más y el NHS se sigue desangrando), pero como dice Mini "a win is a win".

También escribo a modo de pataleta: en mi departamento, casi nadie fue a la huelga. No tengo datos porque ha habido cierto secretismo, pero podría decir que de unas 40 personas, que yo sepa la hemos secundado dos (hablo de los séniors, los júniors eran más). En las reuniones se hablaba de "cubrir el trabajo de los que estaban de huelga" y se hacían listados de gente que iban a cubrir las emergencias. Hay que anotar que los que cubrían el trabajo de los que no estábamos cobraban un extra por hacerlo y que a los que íbamos a la huelga se nos deducía dinero de nuestro salario. En esas reuniones la línea editorial parecía ser -aunque se admitía el derecho a la huelga, solo falta- de molestia de tener que cubrir a esos cuatro (como digo, dos) revoltosos que luchaban por todos, y continuamente se elogiaba y daba las gracias a los sufridos compañeros que, por dinero, cubrían en el caso de que alguna emergencia ocurriese. 

Oda al esquirol que se beneficiará
de los logros sin haber arriesgado nada-
en este caso, habrán hecho caja

El otro día, cuando en esa misma reunión se anunció que se terminaban las huelgas de los séniors porque el BMA (sindicato médico) y el gobierno habían llegado a un acuerdo, la misma persona que había mantenido esa línea editorial, siguió para adelante, sin caérsele la cara de verguenza con el "veréis la subida salarial en vuestras nónimas en mayo". Y por supuesto tuvo unas nuevas palabras de agradecimiento "a los compa
ñeros que cubrieron las emergencias", pero ni una mención a los que fuimos a la huelga y conseguimos que ahora todas y todos tengamos una restauración salarial (no iba de subida la cosa) y otros puntos que se pedían con esa huelga que se reflejarán en que el NHS sea un lugar menos malo para trabajar (aunque nunca tan atractivo económicamente como la privada, insisto). 

Durante la semana hablé por separado con el único colega que sé fue a la huelga. El pobre estaba pidiendo que alguien le cambiara una guardia en mayo porque tuvo un covid de los chungos hace poco y aún se está recuperando. Le dije que me parecía el colmo que tuviera él, desde su enfermedad, que encontrar a alguien que le hiciera la guardia a cambio de que él se la haga de vuelta en unos meses, pero esto ilustra la ideología de nuestros gestores. Hablamos también de los resultados de la huelga y calificó mis ideas de "refrescantes". Claro, no las ha oído nunca en este maldito departamento. No hay ninguna cultura social, es auténtico analfabetismo neoliberal.


Dan ganas de raparse el pelo, ponerse una balaclava (pa
samontañas, pero cliquen en el enlace para unas risas si saben lo que es la baklava) y salir a la calle con cierta munición. Yo me siento así constantemente, por ejemplo el otro día tras escuchar el programa de Carnecruda titulado "Los ricos no pagan, los ricos facturan" en el que entrevistan a Carlos Cruzado, técnico de hacienda, que ha publicado “Los ricos no pagan IRPF”(Capitán Swing) ni otros impuestos. No es que lo dijera Zapatero, es que el programa empieza con que Aznar -ese rojo peligroso- lo dijo ya hace más de 20 años, y las cosas siguen sin cambiar. Los ricos, a todos los niveles, usan todo tipo de estrategias para no pagar. Y digo a todos los niveles porque no solo es Amancio Ortega: yo descubrí ya en los tiernos años de segundo de BUP que existían "sociedades" para evadir impuestos. El padre de una amiga -la única que tenía piscina privada en aquella época en el jardín de su casa- tenía "sociedades" donde figuraban hasta el perro. Hablamos de un alto funcionario de mañana que por la tarde tenía un estudio con varios empleados de su profesión liberal y especulaba con propiedades: esta persona, aún quería más tarta de este pastel de la vida. Nada es suficiente. 

Hoy tenemos a los youtubersque que se van a Andorra, a las Shakiras "que desvían un avión para darle un beso a su novio", a los que nunca veremos su cara ni su nombre, a los imbéciles que siguen pensando que "donde mejor está su dinero es en su bolsillo". Claro guapi, así tú puedes comprarte la sanidad privada porque el NHS está colapsando. Sanidad privada que te dará la patada el día en que te quedes sin trabajo y les pidas si pueden seguir manteniendo a tu bebé aunque a ti te congelen la póliza hasta que enuentres curro (spoiler; la respuesta es no, no interesa, con los críos solo no hacen caja, siempre están malitos). O a aquellos que dicen que mira cómo son estos rojos, que no hacen reverencias al susodicho Ortega por su limosna de nosequé scanner, cuando si fuera tan altruísta y no una lavada de cara y de capitales podría muy bien hacerlo anónimamente. Todo apesta: lo que queremos es justicia, que pague sus impuestos en España y se meta su scanner por el orto, como dicen los argentinos. 

Mi discurso refrescante:
métase su caridad por el culo


Volvemos a cerrar el círculo: hemos empezado con la importancia de la unión, con un ejemplo de la sanidad pública británica, y terminamos con la necesidad de que los scanners de la sanidad pública española se paguen con los impuestos, también de los que los evaden. Seguro que no es tan complicado de entender? 

09 abril 2024

"Kill your darlings" (o edita con machete, escritorzuela!). Vuelta al medievo un domingo en Oxford.

Arthur Quiller-Couch, en su libro "El arte de la escritura" (1916)  se inventó la frase del título. La cita entera: 

"Mata a tus chiquitines, incluso cuando rompa
tu egocéntrico corazoncito de escritorzuela"
"Si quieres un consejo práctico mío, una regla, aquí está: Cuandoquiera que sientas un impulso de perpetrar una pieza de escritura excepcional, obedécelo - con entusiasmo - y luego bórralo antes de enviar tu manuscrito a  la prensa. Asesina a tus  pequeñines"

Me gusta la frase por lo que tiene de cachondeo: tú pensando que tienes algo buenísimo que has de escribir y, en fin, en tu cabeza será espectacular, pero solo ahí. Pero lo de la revisión de lo escrito -por lo menos en momentos de alta emoción- me lleva a mi época adolescente, cuando todo era tan intenso y dramático (sí, Mini, no has inventado nada). Por la noche, con el adagio de Albinoni de fondo describías con sumo detalle cómo el mundo se desplomaba por cualquier razón de peso -e.g. el chico que te gustaba se había enrollado con otra. A la mañana siguiente, cuando ya brillaba el sol y sonaba de fondo tal vez Queen o Status Quo te ruborizabas leyendo tamaña idiotez, e iba a la basura, donde pertenecía. Estos fueron mis primeros -y pocos- pinitos en esto del "Kill your darlings" voluntarios. Luego, en la vida, hay demasiadas ocasiones en las que hay que escribir con corsé, o bien usando una jerga-gremial de la que no te puedes zafar, o bien por el límite en el número de palabras, o por lo que sea, como para cuando escribes únicamente por diversión andarte con esos debates.
 
El otro día estuve en una exposición titulada "Escribir, cortar, re-escribir" que iba precisamente de eso. Fue en Oxford, en una de sus 26 Bodleian Libraries donde tienen un archivo con cantidades industriales de manuscritos - y había algunos tras el cristal dignos de reverencia (recordemos hace unas semanas similar experiencia en la British Library). Así que hoy solo voy a poner alguna mala foto que tomé de las vitrinas, siempre con un señor uniformado respirándome en la nuca, que desde el principio dejó claro que las que tenían un icono con lo que parecía una cámara de principios de siglo tachada no eran fotografiables. En serio? No lo hubiera pillado si no me lo dice- aún así se dedicó a perseguirme y repetírmelo a intervalos regulares.




Por liaros, este es de otra exposición
sobre Chaucer que estaba al lado

Aquí empieza la de la edición con un manuscrito
de John Le Carré: no era metafórico aquí el cortar!!!


Los manuscritos de Jane Austen no se  conservan porque no era
costumbre en la época guardar los borradores. Lo que ha sobrevivido 
son material abandonado, como lo de arriba ("The Watsons")


Raymond Chandler -del que divagamos hace poco- tenía una lista
de símiles y si las usaba, apuntaba en qué novela


Atención a esta maravilla: el cuaderno de notas de
George Elliott cuando viajó por España en 1867. 
Los llamaba "sus minas". A la vuelta escribió 
el poema "La gitana española".



Esto es uno de los famosos moleskines de 
Bruce Chatwin -el de "In Patagonia"


Nada menos que "Frankenstein":
Mary Shelley tenía 18 cuando empezó la novela y
le hacía de editor Percy su marido. Aquí le sugiere
cambiar "handsome" por "beautiful" cuando
describe al monstruo


En la segunda edición del "Retrato del artista adolescente",
 Joyce hizo varios cambios, incluyendo quitar una coma
(que como sabemos puede cambiar todo el sentido a una frase)


Y como hace tanto que no salgo de la city -malditos GCSEs-, termino con unas fotos de la ciudad en la que por una vez no fui una más de las hordas de turistas (o eso me hice creer): fui invitada a una comida en uno de los colleges. Un college es el equivalente a un colegio mayor, donde no solo se alojan los estudiantes, sino que viven en una especie comunidad donde tienen tutores adscritos al centro (hablé con uno,  profe de latín, que me contó cómo él no vive en campus pero  al menos un día a la semana va a cenar allí con los estudiantes) y un programa lleno de actividades culturales y deportivas. Esto me recordó cuando en la uni iba al Pedro Cerbuna, el colegio mayor de Vetusta, a ver pelis, a conferencias o a tener conversaciones que me impactaron como aquella con un compa que tenía a su familia engañada sobre cuántas asignaturas tenía colgando y para pagar re-matrículas se alimentaba solo de lentejas. Las habitaciones tenían un armario de doble puerta que contenía un lavabo (esto me fascinó), el resto era comunitario. No estuve en el comedor, que seguro no tenía nada que ver con este (imágenes abajo): algunos de los colleges en Oxford datan del siglo XIII y son espectaculares. Casualmente, estaba yo releyendo "El nombre de la rosa" y podía ver a Guillermo de Baskerville -que se había formado aquí, como Guillermo de Ockham, el filósofo franciscano real en el que Eco inspiró- paseando por los claustros. 

Tenía muchas más fotos, pero aquí sí que he tenido -como siempre, con dolor- que "Kill my darlings": ahí van. 

Pequeño drama: Pret ha cerrado el grifo de la suscripción,
ya no vale el pantallazo del QR.


Alguien ya inventó llamar a un pub como un neurotransmisor;
aquí a una pastelería llaman "Endorfinas" (les pido derechos?)


El menú de este café está en guineas

Esto es el patio de un college


Y otro


Oxford in the bloom

Pongamos que monísimos diablillos
custodian tu casa


Todo puertas así, de todas tus asignaturas favoritas


Refectorio donde comimos y
comen los malditos alumnos a diario


Capilla del college donde estuvimos

Un poco más, y creo

Me pregunto qué pensará Vox sobre
que esta bandera presida una iglesia


Esta es la más famosa de las Bodleian libraries,
a la que no nos dio tiempo a entrar-volveré solo por esto


Termino con imágenes de un Pret cualquiera...

Sí, hasta los Prets son de época...

El sauce llorón, muy de ciudad universitaria,
ya de camino a la estación