Acabo de terminar "Madres e hijos", el libro de Theodor Kallifatides, autor griego asentado en Suecia. El otro día vi "The lost daughter" (en castellano "La hija oscura"), la primera peli dirigida por Maggie Gyllenhaall basada en un libro de Elena Ferrante. Y entre libro y peli, recordé el "Carta a mi madre", de Georges Simenon. Así que voy a meter todo esto en el turmix, y a ver qué sale. |
Llevo a Kallifatides de paseo |
Aunque hoy parezca increíble, hubo vida antes del blog: ya he contado aquí que "en el principio era el documento de word". Yo escribía en esos docus de word (o incluso en papel, esa cosa, pero no entremos ahí), que luego archivaba en esas carpetas amarillas. A lo archivado es relativamente fácil de acceder, aunque parezca imposible dado el título de algunas de ellas, e.g. "temas de interés" (un ex-divagante periodista que vino a cenar ya me alertó sobre lo absurdo del nombre: nos reímos mucho, tal vez fue el vino), pero la mayoría son más explícitas, e.g. “crónicas de libros”. Allí me he encontrado mi recensión (solitaria, por poco frecuentada ¿quién leía eso entonces?) del libro de Simenon, de 2006. Y no solo esta, buceando ya en simas abisales (2002!) también ha aparecido la de "Carta al padre" de Kafka. Un festival de la literatura de los progenitores.
Por un nanosegundo he sopesado colgarlas- no por sacar a la tarima a humillar a la Joven Di, sino por mi compulsión (ya diagnosticada y con código en el CIE-11) por el hiperenlace. Afortunadamente, esa idea ha sido observada y desestimada, y todo bien. Pero ha sido curiosa la lectura de ambas crónicas: en el caso de la de Kafka, la escribí con 31, y es doloroso constatar el combo
"complejo de Peter Pan" y "vómito adolescente". Os presento a la Joven Di que, en respuesta a que a Kafka le decían "ni
ño, no se contesta" escribió esto:
"A mí me me decían lo mismo, y si algún día tengo hijos nunca diré eso... porque querré oír sus razones, argumentaciones, debatir con lógica". Ni ni ni. En fin, corramos un velo. Atención al leve momento de introspección: "
No sé “en qué bando” se posiciona la gente que tiene hijos en edad de disentir al leer este libro. Si estoy algún día en esa posición, releeré". Ja, qué mona. ¿Será Mini la venganza poética de la providencia por esa crónica? Me pregunto.
Luego está el escrito de la "
Carta a la madre" de Simenon, de 2006 -o sea, aún pre-Mini, y aún azotada por "¿es esto de la
maternidad para mí?", que es una carta a mi suegra, que nos regaló el libro - supongo que la envié. En ella, anoto cosas como que a Simenon se le nota que estuvo muy enfadado con su madre, pero a la vez todo el libro es un esfuerzo por ponerse en su piel. Comprender el contexto histórico, social, familiar en el que ella nació, lo que la hizo ser Henrietta con sus virtudes y problemas. Parece que "la divulgadora en mí" ya se estaba gestando porque doy la chapa sobre lo que él llama “sensibilidad” y a mí me parece una tendencia hacia la enfermedad mental en la familia materna. A su tía se la llevaron al manicomio y su madre parece tener un trastorno de la personalidad. Simenon no superó lo que él percibió como una indiferencia de su madre hacia él,
"Mientras viviste nunca nos quisimos, bien lo sabes. Los dos fingimos. Hoy, creo que cada uno de nosotros tenía una idea inexacta del otro", concluye.
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Casa abandonada con mensaje, Oval |
Pero ya vale de espeleología en carpetas amarillas: hoy yo había venido a hablar del libro de Kallifatides, que es todo lo contrario a Simenon: un panegírico a su madre, en el que intercala un resumen de la vida de su padre, 24 años mayor, que nos lleva por historia de Grecia desde finales del Siglo XIX. Kallifatides narra la semana en la que visita a su madre desde Suecia, el país en el que lleva viviendo 40 años, donde se casó y tuvo hijos y nietos. Kallifatides tiene 68 años y su madre 92.
Aparte del tema principal, hay dos razones por las que a mí me toca personalmente: la primera, reflexiones sobre su condición de emigrante. Kallifatides dejó Grecia de muy joven, durante un tiempo -la dictadura militar de 1967 a 1974- no pudo volver y, como todos los que estamos lejos, se siente a menudo culpable, especialmente a medida que los padres van cumpliendo años. Es uno de esos que "envejecen en un país ajeno (..) que vuelan cada año de ida y vuelta incapaces de permanecer en el presente o regresar al pasado". En su caso, además, como está casado con una sueca, supongo que la grieta es mucho mayor: en ningún momento habla de terminar su vida en Suecia, que es ya su país. En mi experiencia, los emigrantes-de-larga-duración (otra cosa son los que vienen aquí cinco años a aprender el idioma y luego "se vuelven" - cobardes) no solemos querer terminar nuestros días en el país que sea. Idealmente querríamos "ir y venir", pero la pregunta es "de dónde". Y la siguiente “nos lo podremos permitir”.
Kallifatides plantea la dicotomía de vivir en dos sociedades: “en Suecia los hijos son educados para ser independientes cuanto antes; (...) los griegos son hijos de mamá, y los suecos hijos de su sociedad”. El autor se siente incapaz de elegir entre ambas "y eso creo mi incomodidad existencial". No entiendo esa incomodidad: personalmente encuentro puntos fuertes en ambas sociedades en las que me muevo y odiaría ser uno de esos españoles siempre añorando y mitificando la península, que los hay. Tampoco comparto esto con el autor: "Me preguntaba cómo sería mi vida si no me hubiera ido de Grecia (...) El mayor miedo del emigrante es haber perdido su vida". No me pregunto nunca esto, porque no tengo duda de que mi vida no habría sido mejor. Vivir a caballo entre dos sociedades ha contribuido a que yo sea quien soy y no temo haber perdido la vida que podría haber vivido allí porque, lo más importante, las relaciones, el amor por la gente de allá, lo he mantenido igual.
Pero divago. La segunda razón por la que la novela me debería tocar es porque se desarrolla en Atenas, donde "la vida cotidiana tiene una ligereza casi onírica", en concreto el balcón de la casa de su madre, desde el que hablan, toman café y miran la acrópolis. Sin necesidad de estar haciendo algo, "dejando que la vida transcurra sin mí". No es que quisiera cambiar el caos de Londinium por el de Atenas -para mí Grecia son las islas, la costa del Peloponeso, Pelion-, pero sí me ha encantado volver a los griegos, esos seres enloquecidos y entrañables, de los que la madre de Kallifatides es una representante clara. Ella es la "madre mediterránea" por excelencia: no le deja lavar los platos, continuamente le mima, se le llenan los ojos de lágrimas por todo (lo malo y especialmente, lo bueno) y le cocina cosas de nombres maravillosos: lukumás, keftedes, spanakópita, kurabiés, kadaif… Comida con la que le llenará al pobre la maleta (sufrimiento en el aeropuerto, tick) y que luego seguro no está tan buena: siento decirlo pero, pese a mi amor por el país, la cocina griega no tiene mucho allá (ahora se levantarán voces falaces a decir q no puedo opinar porque "allí tú solo comes yogur y sandía"). Las puertas abiertas de los griegos: "Así se ensanchaba la vida. Se contaban nuevas historias, nuevos cuentos, nuevos sueños" , y su madre, cuando él llega a casa "tenía la puerta abierta de par en par, como si quisiera ensanchar su abrazo", y describe así de bonito ese encuentro: "Su abrazo era siempre mayor que el mío, lo que significa que yo cabía en él, mientras que ella no cabía en el mío, y no era cuestión del tamaño del cuerpo." Y no puedo terminar esta parte sobre el país sin esta anécdota, cuya frase final totalmente suscribo: Kallifates se resbala y cae en la calle y el montón de gente que va a ayudarle termina interrogándole sobre las beldades de Suecia ("donde el dinero de los impuestos va a donde tiene que ir, las mujeres son bellas, la infidelidad no es un crimen", etc). Por fin uno se harta y dice: "Vale ya!, ¿nada en Suecia es malo?". A lo que el autor responde: "Sí, una cosa. Que no es Grecia".
El libro tiene muchas reflexiones que me han gustado, o interesado, incluso movido. Una vez le fueron a hacer un retrato y él se dio cuenta de que, en un punto, estaba posando. La pose es, al final, "adivinar lo que quiere el otro de ti para dárselo. Verte a ti mismo como te ve el otro". El con el libro no quiere que su madre pose, pero ¿Es posible ser escritor sin traicionar a alguien o algo? Vemos a la literatura y al arte como descriptores de nuestra vida, cuando en realidad la crean. Habla a veces de los mitos griegos, de cómo nuestra vida nos asigna un mito determinado. "Primero fue el mito, decían los antiguos, luego la lógica. Tiemblo ante la idea de un mundo sin lógica, como tiemblo por un mundo donde solo haya lógica". O, una de mis favoritas: “Es imposible ganarse el corazón de nadie. Simplemente a veces te lo regalan sin que hayas hecho nada, o quizá justamente por eso”.
Y ahora, en teoría (cuántas palabras llevo?) y según he planteado al principio del divague, aún me queda por hablar de la película, protagonizada por Olivia Coleman (actriz que me encanta). Pero en son de paz y por no abusar del divagante (cómo si eso te importara, pensará el que haya llegado hasta aquí), no me voy a meter en analizar la peli. Únicamente, para cerrar esta tesina-papilla sobre las madres, comentar el titular de un artículo de The Guardian -escrito por un tío- que postula que esta peli toca uno de “nuestros más persistentes tabús culturales: que las madres no puedan querer a sus hijos". Me pregunto si yo he visto la misma película que el autor de ese artículo. El que una mujer con dos hijas pequeñas tenga ansias académicas (que incidentalmente, es su trabajo), necesite leer y, lo que viene siendo “una habitación propia”: ¿es eso no querer a tus hijas? A mí me parece lo deseable. O será que el feminismo ha llegado demasiado lejos. Es complicado. Como decía Oscar Wilde, “Los hijos empiezan amando a los padres, cuando crecen les juzgan… al final, algunas veces les perdonan”. Aún no hemos llegado a esa fase pero mientras…
...siempre nos quedará Grecia.
Que placer el haberte hallado tienes un blog diferente a los que conozco Intelectualmente me gusta como escribes saludos desde el mar y la playa en Miami
ResponderEliminarMuchas gracias, Recomenzar, el placer es mío... y quién estuviera ahí en Miami en la playa + descubriendo todo el Art-decó q tenéis q me encanta.
EliminarBesos
di
Yo también he leído "Madres e hijos" hace relativamente poco. He de decir que, aunque en general me gustó, algunos pasajes incluso mucho, al final me supo a poco, será que esperaba más profundidad o algo así (me doy cuenta de que mi comentario es de lectora principiante, pero para explicarlo mejor igual tendría que escribir un divague más largo que el tuyo). Me anoto la peli de la Coleman, gran admiración por esta actriz. Habrá que verla también para comprobar si es cierto lo que dice el comentarista.
ResponderEliminarY, por supuesto, no se admite que critiques la gastronomía griega, teniendo en cuenta que al parecer lo único que consumes en restaurantes de ese país es pasta frutti di mare.
Lo apunto, leí hace poco Otra vida por vivir y también, como a Elena éste, me supo a poco. Pero apuntaba muchas reflexiones como las que comentas. A mí la idea de haber vivido una vida q no te corresponde (por emigrar o por vivencias muy potentes q truncan una trayectoria y fijan otra) sí me hace pensar en lo que no ha sido, en eso coincido con él. No con melancolía pero sí con curiosidad.
ResponderEliminarComo sabes soy del club de las madres reguleras, pero querer tener vida propia no niega el amor a los hijos, q tontería es esa? Apunto la serie también
Muxus
Queridas ELENA y MARISA,
ResponderEliminarQué curioso lo q ambas decís (con lo q estoy totalmente de acuerdo): se encuentran reflexiones interesantes, pero no sé si es pq era traducción q formalmente no le veía nada y a mí a ratos me aburrió. Como digo, había dos grandes temas (aparte de su madre) q a mí me tocaban (emigración y Grecia), pero es q si no hubiera sido por esto, lo habría dejado. Y de momento, no me han quedado ganas de leer más de él, ni lo recomendaría (de hecho, en la entrada no lo he hecho, he contado los temas q a mí sí, pero he sido incapaz de terminar diciendo "leedlo", aunque tampoco "no lo leáis".. no sé). Os acordáis de la frase de Kafka q dice q solo deberíamos leer libros q "nos hieren y nos apuñalan?" Bueno, pues este no lo hace conmigo...
Lo de Coleman es una peli, no una serie (no tengo compromiso para series, solo "miniseries" y ni eso). La base es un libro de Ferrante q, bueno, yo lo veo todo exagerado, esa culpa por lo q pasa (q no desvelo) la veo desmesurada... ya me diréis. Mi punto es q por no ser una plasta del "hornear con tus hijas" no eres malamadre, ni nos sentimos culpables por ello. Le enseñé a Mini el chiste q he puesto del niño q dice "antes horneaba con mi madre, ahora tiene un blog y más o menos me educo a mí mismo" y me dice: "me identifico con eso, solo q nosotras nunca horneamos". Esto me tranquilizó: una hija q diga esto quiere decir q algo estoy haciendo bien. :)
Los frutti di mari!!!! Elena, ayyy que mala eres! Los tenía bloqueados, en negación, pensaba q ibas a salir con la sandía... ahora los has traído y ahora tendré q volver a Grecia este verano sí o sí...
Besos darlings
di
Es que, para mi gusto, la Ferrante tiende a ser muy exagerada (como se ve, soy del club de bichos raros que no babean con la Ferrante).
ResponderEliminar.. pertenezco a ese club tb: solo leí el primero... :)
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