Nos gusta la tirolina en Vetusta |
Nota: Tal vez esto ya haya dejado de ser un blog, que tienen su propia etiqueta (como la de extensión razonable, no superior a las tres mil palabras- a menos que seas Dominique Cummings con sus diez mil) y haya pasado a convertirse en tesinasbaratas.com. Entono un mea culpa pero en mi defensa diré que he puesto títulos a modo de boyas para náufragos, y que cuando se llega a la playa, se está muy bien. Ahora sí, ahí vamos.
Rooney: Se la suda caerte bien |
Connell habla con Marianne
cuando va a buscar a su madre, que está con guantes amarillos frotando alguna
superficie – con suerte no el baño. Así comienzan una amistad escondida, que
ella acepta sin ni siquiera plantearse que podría ser de otra manera porque,
como veremos durante la novela, la autoestima no es su punto fuerte. Connell se
da cuenta de que ella es profundamente libre, no como él, que vive a expensas
del que dirán, pero eso no cambia las cosas de cara a la galería.
La orquídea que me cargué, "enderezándola" |
Esta amistad pronto comienza a salpicarse con encuentros sexuales, que son los únicos para la solitaria Marianne pero que se convierten en los Únicos para Connell, no en el sentido exclusividad: Únicos con mayúscula. Me encanta cuando Rooney describe una de sus conversaciones después del sexo, en las que él se atreve a formular en palabras cosas que nunca había hecho antes, hablan sobre sus vidas, las cosas que les importan, las novelas que él lee, la investigación que ella hace, lo que pasa en el mundo, y todo eso con la conciencia de que dentro de un rato volverán a hacerlo y que eso hace la conversación mucho mejor, y el sexo también mucho mejor. “La mayoría de la gente pasan por la vida sin nunca sentirse así de cercanos con nadie”. Eso es algo que los rollos de una noche, novedosos y emocionantes, nunca podrán dar.
Nota:
Gran polémica con el contenido sexual en la serie de la BBC sobre la novela. No
la he visto, pero desde luego en la novela la frecuencia sexual es normal, solo ahí para que quede claro que hay entre ellos una conexión especial que es
comunicación y es magia y un componente clave de su tira-y-afloja durante los años.
Porque, aunque luego tengan otras relaciones -algunas incluso funcionales, en
el caso de él- ninguna llega a ese nivel. Como diría Lope, "quien lo probó, lo
sabe". Y hay gente que no lo prueba nunca.
Puede quedarse a estudiar
en una universidad cercana o ir a Trinity, que es lo que quiere Marianne. Si se
queda en la universidad de su vetusta, seguirá manteniendo su grupo de amigos,
se sacará un título normal, tendrá una buena chica como novia y la gente
pensará que le ha ido muy bien en la vida. En Trinity, acabará en cenas con
gente que hablan de política internacional, tendrá sexo con chicas que terminan
siendo bisexuales y nunca volverá a Vetusta, donde la gente se olvidará de él y
“el viejo Connell, el que la gente ahora conoce estaría muerto de alguna
manera, o peor, enterrado vivo y gritando bajo tierra”. Muchas veces
pienso que las decisiones que tomamos en la década de los 20 son para la mayor
parte de la gente las más decisivas de tu vida porque, como en el caso de
Connell, van a perfilar la clase de persona que vas a ser.
Enseguida se da cuenta de
la tremenda grieta entre él, que estudia, que lee, que prepara sus clases, y
los estudiantes de la clase media-alta (llamémoslos “white-collar”) que
aparecen en clase sin haber preparado nada, pero con su auto-confianza secular
no se preocupan por esto, o porparecer creídos o ignorantes. Las conversaciones
son abstractas, carentes de detalle… “van a la universidad cada día a
tener debates acalorados sobre libros que no han leído”. Esa gente que, dentro de su mediocridad, nunca tendrán ningún problema para encontrar trabajo porque luego “se ayudan entre ellos”, así son los ricos: hoy por ti, mañana por mí.
Connell sufre un ataque de la típica desconfianza en uno mismo de los blue-collar
(gente de clase trabajadora) entre los sobre-confiados white-collar. A
veces se siente tan mal que piensa que su personalidad “es algo externo a
él, manejado por las opiniones de otros”.
Connell va a
presentaciones de libros, y otros eventos, y este párrafo expresa de una manera
muy bonita aquello de la cultura como una representación más de clase social
(¿ya hablamos del “Distinción” de Bourdieu no?):
“He knows that a lot of the literary people in college see books
primarily as a way of appearing cultured. When someone mentioned the austerity
protests that night in the Stag’s Head, Sadie threw her hands up and said: Not
politics, please! Connell’s initial assessment of the reading was not disproven.
It was culture as class performance, literature fetishized for its ability to
take educated people on false emotional journeys, so that they might afterwards
feel superior to the uneducated people whose emotional journeys they liked to
read about. Even if the writer himself was a good person, and even if his book
really was insightful, all books were ultimately marketed as status symbols,
and all writers participated to some degree in this marketing. Presumably this
was how the industry made money.”
Connell carece del
“capital cultural” de Marianne y en Trinity, el tablero cambia. Marianne, de
origen social parecido al resto en Trinity, encaja perfectamente cuando sus
opiniones cuentan e importan en los foros de la intelligentsia.
Tengo un par de historias
que, como esto es un blog personal y no The Londinium Review of Books voy
a contar (pero existe el scroll, para eso he puesto títulos), es mi
pequeña sección de agit-prop (en la que una vez más, echaré de menos a NáN). La
historia primera ocurre en el Reino Unido y viene de primera mano de un compa
de trabajo blanco inglés que no es que venga de la clase obrera manual (los “blue-collar”
antes citados)), pero sí de una familia de padres sin educación universitaria
ni dinero-de-toda-la-vida. El terminó en Cambridge (vía una “Grammar School”,
coles públicos de secundaria selectivos según resultados académicos, -no el
bolsillo de tus papis, que es el sistema actual-, que existían en UK en los 80.)
y me ha contado experiencias de inseguridad y “no pertenecer” muy similares a
las que he descrito de Connell.
La segunda ocurre en la
infame univetusta: en mi facultad había un grupo, los “hijos de-” de la
profesión que nos ocupa, que eran amigos de antes entre ellos, les conocían de
antes los profesores y luego, se casaron entre ellos. Y aquí es
cuando se pone todo shakespeariano con la tierna historia de amor de un chico
de barrio enamorado de la hija de una saga de generaciones al que los amigos le
decían “olvídate, no estás en su liga”. Y
atención: la liga no era que ella estaba demasiado buena, como solemos pensar
cuando se habla de “estas ligas”, sino la otra liga, la del estatus. Oh, hace 30 años de eso, Di, qué rollo eres…
pero puedo seguir con historias del rabioso presente en los coles de UK, donde las
cosas son mucho más sutiles en las formas, pero si rascas, no hay nada nuevo
bajo el sol.
Para explicarlas, habrá
que entender quién es Marianne, y aquí va la visión de ella de otro personaje,
Helen, la novia de Connell, una buena chica estudiante de medicina con quien
Connell tiene una relación saludable y funcional. Helen intenta ser agradable, por
ejemplo, elogiando su pelo, pero Marianne tras un gracias apresurado vuelve a
su “tema profundo” (pongamos la situación palestina) de turno, resultando casi
un poco autista. Helen la define como “self-absorbed” (totalmente centrada en
sí misma) y “attention-seeking” (que busca atención).
- “Pero no es una
snob, le interesan de verdad esas cosas, en el cole ya era así”, le
dice Connell.
- “Parece la típica
estudiante de arte, seguro q te parece super-chic” (…). “Está todo el rato
flirteando con diez tíos a la vez, buscando su aprobación” – es la
conclusión de Helen. Y Connell se da cuenta que Helen es la que le conviene,
con ella se siente seguro, es leal, es buena, saca lo mejor de él, con ella no
se siente nunca avergonzado ni dice cosas raras durante el sexo. Pero, ay, si
fuera tan fácil como querer lo que nos conviene…
Marianne, en lugar de
entablar relaciones con buenos chicos que le convienen, se lía con auténticos
gilipollas, pijos de libro de texto que presumen de loquesea sin darse cuenta
de que todos saben que es una fanfarronada. Uno de ellos es “the most effortlessly confident person that
Connell has met. Nada es un reto para él.
No parece que tenga capacidad para ningún conflicto interior”. Este tipo es
el primero de un patrón de novios de lo menos edificante, que son la
contraposición de Connell.
Y esta es la parte de la novela que me sobra.
Marianne viene de una
familia en la que fue víctima de abuso físico por parte de su padre y de su
hermano. Esto es formulado como la causa de su falta de autoestima y como la
razón por la que ella no puede permitirse una relación con alguien que la trataría
bien como Connell.
Según Rooney, Marianne, en
esa cuesta abajo y sin frenos del auto-odio y auto-desprecio termina no
solo en relaciones con gilipollas, sino que los tíos le pegan, humillan y sexualmente
viene siendo clásico sado-masoquismo. Personalmente, me parece simplista la
relación causa-efecto “mi padre me pegaba, busco ahora a novios que me pegan”.
Porque soy horrible, no me quiero nada, lo merezco, es lo que he conocido… o
cualquier otra razón de chamán psicoanalista. Sí me interesa, desde el punto de
vista de la psicología, por qué la gente elige (¿o termina en?) relaciones
sado-masoquistas. Querría saber qué compleja combinación de biología y ambiente
te llevan a querer obedecer a alguien que te manda comer comida de perro de un
bol (uno de los relatos más perturbadores que le leído nunca está en “Ventajas
de viajar en tren” de Antonio Orejudo, sobre una mujer que se acaba
convirtiendo en “el perro de su dueño”) o similar. Lo del dolor se podría
explicar porque terminaciones sensoriales de placer y dolor sean las mismas
pero la formulación “todos los que se expresan con masoquismo fueron traumatizados en la infancia" no es la explicación siempre y en todos los casos. Pero la
investigación es parca en respuestas.
Esta parte sobre su
correspondencia me encanta. Connell escribe a su novia terminando con “te
quieros” sin complicaciones ni conflicto, y a Marianne, emails cada vez más
largos, que lee y relee antes de enviar. Le escribe sobre las ciudades por las
que pasa, sobre su experiencia de escribir - atrapar sus experiencias en
palabras, sobre que estaba escribiendo relatos. Y Marianne: los quiere leer,
porque “si son tan buenos como tus emails, serán estupendos”. Y Connell: “No
son tan buenos como mis emails”. El contenido de sus emails es diferente: ella
quiere saber sus opiniones sobre las cosas, tiene curiosidad por su vida y su
visión de algo cuando ella tiene un conflicto. El, sin embargo, escribe sobre
que está de su lado, que sufre con ella si ella sufre, que la entiende y
empatiza.
Porque Marianne nunca
había “visitado el país del trabajo remunerado, en el que se cambiaban bloques
de su extremadamente limitado tiempo en la tierra por esa invención llamada
dinero. (..). El tiempo es pura física, el dinero es un constructo social”.
Y una de sus amigas, que tiene que trabajar le dice que “ella también
está viva mientras trabaja, viviendo experiencias. Tú no estás trabajando, pero
el tiempo también pasa para ti. No lo tendrás de vuelta”. Marianne no
compra la moralidad del trabajo.
Y no es hasta la página
173 (de 266) cuando Marianne y Connell hablan de que la
madre de Connell limpiaba su casa, y Connell le pregunta si no le considera
“su amigo de clase trabajadora”, como quien tiene un amigo gay, y uno negro.
Otra excentricidad. “Supongo que venimos de unos pasados muy diferentes,
en el aspecto de clase”, le dice él, y Marianne contesta: “No
pienso mucho en ello”. Claro.
Me gusta su sutileza y me descubro ante el Daily Hell, que ha llegado hasta esta página y realizado la importante labor social de alertar a la población de los peligros de esta propaganda comunista y bolivariana.
Donde -tranquis -no se cuenta el finalY lo que pasa al final,
en el último párrafo, me llegó tan de sorpresa, tan sin esperarlo (esperaba un
final de esos modernos abiertos, vagos) que cerré el libro y por primera vez me puse a llorar,
con lágrimas y ruido, como si estuviera sola en casa-que lo estaba. Es un final
tan triste, tan bonito, tan perfecto, y tan imposible de explicar para quien no
lo lleve dentro, que solo lo puedo resumir con una frase que no es mía, sino de
Gloria Fuertes que dice:
"Amar es
llevar a quien amas a donde quiere ir"
Me encantan estos posts con sólo un par de ideas clave, sencillos, concisos, breves. ¿Estás de vacaciones y ociosa?, confiesa.
ResponderEliminarLiteratura, marxismo, ascenso social, amores de aulas, pijería y proletariado, ....what else?, que diría el guapo del nescafé del XXI. Sí, es verdad que pelín "clásica" eres: sin acrituT
Y también de esnobismo hablas, y no estoy de acuerdo con lo que dices, eh!, sin complicaciones ni conflictos, simplemente desacuerdo.
Eres un poco miserias, por cierto, ya puestos podrías haber destripado hasta el final la novela que, lo siento, no voy a leer. Está muy mal eso de dejar al sufrido lector a medias, que lo sepas.
no olvides llevarte una rebequita que en el extranjero refresca por las noches
anónimo glez
Cómo está, Glez? Me alegra verle por aquí, captando la vibración vacacional...
ResponderEliminarEstoy en un grupo de wa familiar en el q dos personas se quejaron de la longitud (el Peda dijo "yo me estoy leyendo el libro, q es más corto"), encima q os pongo títulos. Ya no sé qué más hacer por vosotros: me decís si eso.
Y no voy a contar el final pq creo q la tendrías q leer. Esta y Bourdieu. Pero así sois, solo leéis los periódicos q os reafirman en vuestras ideas... suspiro.
En el extranjero hace niebla: para eso he logrado -nunca mejor dicho- escapar de Londinium? que me devuelvan mi dinero.
di
Bueno, está claro que le has sacado mucho partido al libro de Sally Rooney (muchísimo, incluso... tiendo a estar de acuerdo con el Peda, quizás acabaríamos antes leyendo la novela que tu divague :)). Más que yo, desde luego, que lo dejé a medias porque no lograba interesarme. Pero eso es lo bueno de la literatura, cada cual hace una lectura distinta de la misma novela.
ResponderEliminarELENA, yo creo (con esta narrativa mía de "no leo apenas contemporánea", q igual tengo q revisar si miro mis lecturas de este anio) q es de la poca "literatura millennial" q he leído.
ResponderEliminarRooney habla de un círculo sociodemográfico muy concreto q, si solo apela a ese mismo grupo, entonces en mi opinión algo falla, pq los Grandes Temas son universales, da igual q te los cuente una victoriana anémica q un senior del Río de la Plata. Tal vez a mí me haya interesado más por su lado político y el hecho de q vivo inmersa en la cultura anglosajona ya un ratito y sé lo q me trata de decir la autora con cosas como "salt & vinegar crisps". No sé.
Pero gracias por leer y, siguiendo lo q me dice algún desaprensivo por aquí: "si me leo tu divague, me cuenta como libro leído?", te lo puedes aniadir a tu lista de terminados! LOL
Hugs
di
Bien, bien, bien. Tenía curiosidad por ver que había escrito la Rooney que te habia gustado tanto y veo que es la misma tontería que en la novela que leí yo. Siempre escribe la misma novela lo que no es malo en sí mismo porque lo mismo hace Roth, o Ford o cualquier otro, lo malo para mí es que la novela que escribe está llena de personajes completamente idiotas llenos de ínfulas de misterio, significado y trascendencia y no me creo nada. No es ya que no me los crea es que me caen tan mal que me cabreo según voy leyendo.
ResponderEliminarYo conozco también historias de parejas de diferente clase social. Una de mi adolescencia, una amiga mia (clase media española) se hizo novia del carnicero de Los Molinos, un chaval maravilloso, encantador, educado, estupendo. Sus padres, los de mi amiga, pusieron el grito en el cielo y ella acabó, con el tiempo, casándose con un auténtico gilipollas de su misma clase social. El carnicero sigue siendo encantador y maravilloso, bien por él por librase de ella aunque en su momento no lo percibiera así.
En fin, que no me has convencido para leer a la Rooney aunque se que me daría para un fabuloso despelleje.
Estaba pensando q como me pille Random House, igual me hacen una oferta para q no vuelva a escribir de sus novelas pq, atención: tres de tres q no van a leer el libro! jajaja. No diría tampoco q me ha gustado "tanto",la parte del masoquismo me parece innecesaria y desviadora, pero tiene una sensibilidad y percepción para mí notables, q son difíciles de describir.
ResponderEliminarAh me gusta tu historia MO, la del carnicero de LM. Mi teoría es q cuando estas cosas pasan, suele haber un desequilibrio en otros dominios. Así como aquí hablábamos del "capital social" de Connell en el instituto y ella, cero, estas relaciones ocurren pq el de clase alta es "superior" potencialmente en recursos/tradición/consideración etc, pero el de clase baja suele ser guapo o guapa de morir, superlist@, encantador/simpátic@. La balanza así se equilibra, y parece el caso de tu ejemplo. Me alegro por el carnicero: qué rollo vivir con esos estirados.
Besos!
di
Muy de acuerdo con Moli, me pasó lo mismo, los personajes me cayeron mal desde el principio. Definitivamente, la Rooney no es para mí.
ResponderEliminarELENA, sabes q siguiendo tu consejo editorial soy la nueva Bookstagramer influencer por antonomasia de la red no? Bien, pues allá ya hay una persona q ha comentado lo mismo q vosotras... jajajaj. No caerá ningún fan por aquí? yo solo conozco a dos personas q lo han leido: 1. compa de curro (el q pongo como ej de cambridge) al q le encantó.y 2. Una amiga madrilenia q vive allí como yo "q no se acuerda", y el Peda q se lo está leyendo (esperando su veredicto)...
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