20 agosto 2019

Los repelentes viajeros del "vivir la experiencia": dejar tu sujetador firmado en Ronnie's, nadar en aguas a -5 y comer avestruz (SA9)

Martes, 20.08.19-De Barrydale a Oudtshoorn (SA9)


El frío que hace en la granja de Barrydale esta mañana es de como de otra época y de otro lugar, en concreto de fin de semana invernal en casas de pueblo de la península en los 80. Puedes haber luego visitado Escandinavia, pistas de esquí, estepas rusas... pero en ningún lugar hace más frío que en esas casas de pueblo, porque representan el problema con mayúsculas: que no haya calefacción. Si la casa está toda caliente, ya puedes salir a las calles a lo que te echen, pero levantarte con la tristeza de tener que ir a ducharte con esa temperatura, que ya forma parte de tus huesos... eso es otra cosa. Así que la/el divagante avispad@ ya entenderá que esta mañana en la granja no soy feliz. 


Sin embargo, el desayuno me va cambiar de humor. Bertus nos da unos "vales" para ir a "la tienda". Resulta que en el otro lado del pueblo esta familia regentan un café donde además venden productos de la granja. Al llegar allá, nos encontramos con que es un sitio idílico. Hay un porche espectacular que da al campo, que está justo sobre un lago donde anidan unos pajaritos amarillos muy bonitos (han de serlo, para que yo lo diga), en los nidos más raros que nunca he visto. Tienen forma de corazón invertido, y de ellos están colgados, boca abajo, los pájaros. El lugar es la paz. 


Allí conocemos a Hannette, la madre de Bertus, que nos da la bienvenida y nos cuenta su vida. Una mujer urbanita que lloró cada día durante seis meses cuando se vino con su marido a la granja familiar en Barrydale. A los seis meses y un día, tiró los pañuelos y empezó a amar Barrydale. Su marido murió de malaria hacía 5 años, y entonces tuvo que reclutar a su hijo Bertus, que ya estaba independizado trabajando en un país de Oriente Medio, para que viniera a ayudarle con la granja. Su hija vive en Nueva York, y ella va a allí todo lo que puede. Le encanta el arte, el cine, la cultura, la política, todo eso lo echa en falta en Barrydale. Hablamos bastante rato de política: está muy al tanto de Brexit, Boris Johnson, aunque le pille tan lejos. También quiere visitar España, porque alguien le ha hablado de... hace ya más de un mes y no me acuerdo. 







Las cocineras (negras) nos traen el desayuno: un clásico de huevos, salchichas, tomate, tostadas... y un batido que nos encanta (cada uno un sabor, pero que no recuerdo, creo que el mío era de fresas y frutas del bosque). Hannette pone pan en la barandilla y vienen los pajaritos a comer. Mini lo echa al estanque y vienen peces de colores. Es como la nueva arcadia. 



Es un sitio donde podría haberme quedado todo el día leyendo y tal vez, quién sabe, mirando el infinito, ahora que me estoy entrenando con las ballenas. De salida nos encontramos con el colegio del pueblo, que me lleva a esa época en la que fue construido, cuando seguro que solo los niños rubios de los boer iban a las clases. "Hoerskool", podría poner "Boerskool".


Tiramos hacia el este por la R62 (la mítica carretera del Karoo) y al poco rato nos encontramos con otro mito, Ronnie's sex shop, que aparece en todas las guías como ese lugar improbable que de repente adquirió status de culto, y que ahora todo el que viene por esta zona ha de visitar. El gancho es lo de "sex", pero parece ser que es todo una coña entre amigos. La tienda de Ronnie (Ronnie's shop) no se comía un colín, y sus amigos, echando unas risas, le añadieron la palabra "sex" (hasta el más zoquete estudiante de marketing confirmará que sex y gratis son las palabras claves en toda venta) y voilá! Lugar de peregrinación friki, o en nuestro caso, de turista que pasa por allí. 


Sujetadores colgados

Lo cierto es que , sin añadirle el "sex", a mí el lugar, en medio de la nada del Karoo, ya me parece emblemático. Es como la peli "Paris, Texas". Tiene delante un tractor donde Mini se sienta para fotos y yo me meto a explorar. Hay una terraza con un par de parroquianos y el que a todas luces es Ronnie, un sexagenario con larga trenza blanca. Hay varias salas, y entro en una con una barra (el lugar no sé qué vende, parece todo bar), tras la cual hay una chica bajo multitud de sujetadores firmados. No sonríe, así que no me planteo preguntar si puedo hacer fotos, y tampoco dan ganas de tomarse nada. Los sujetadores los van dejando supongo turistas en un momento de "exaltación del viaje", en el que olvidas las horribles sesiones de decisión en los probadores de John Lewis, con la señora de mediana edad con un metro alrededor del cuello, sobándote con la excusa de los tirantes o el contorno, o si no llenas la copa, ella te trae la otra talla. 


Sex Shop de Ronnie



Con esos flashbacks salgo yo de Ronnie's y, con la luz de la calle en los ojos, me doy cuenta de que mis compas han desaparecido. No están ellos, no está el coche: qué clase de broma es esta? Y aquí no hay pérdida: es un desierto y no se ve nada a kms a la redonda. Como soy un poco dramas, me dedico a pensar qué ha podido pasar, todo de lo más despatarrante, y que por tanto ahorraré a la osada divaganta que haya llegado hasta aquí. Por fin aparecen, que estaban "aprendiendo a conducir", algo que Mini siempre pide en los descampados: cómo no les leído la mente? 

Enseguida llegamos a Warmwaterbergspa, un pequeño balneario en el que planeamos darnos un baño. Nada más llegar, me doy cuenta que tendríamos que haber pasado una noche aquí: os imaginais ver las estrellas de anoche desde la piscina? El balneario es, además, un sitio muy básico, destierren todas las ideas de "spa" de lujo, o incluso de la Montaña Mágica. Es muy pequeño, en realidad una granja con varias casetas alrededor, y tiene dos piscinas muy calientes y otra... no hay palabras para lo fría que está. Las calientes tienen tantos minerales que parecen marrones (pero el agua está limpia). Allí coincidimos con un grupo de boers muy simpáticos, él tiene casi problemas para hablar inglés, tal es el acento Afrikaans. Como hace ya más de un mes, no recuerdo el contenido de la conversación: inconvenientes de no escribir el blog On the Road. El Peda y Mini se han metido brevemente en la piscina a la que drena directamente la Antártida, y no voy a ser menos ("it's the experince that counts", que dicen los ingleses-es la expericia lo que cuenta, ja).  Decido entrar a ese cubito de hielo gigante por el lado opuesto de la piscina caliente, y salir por el cercano, para saltar en ella como quien se mete bajo un edredón (con manta eléctrica, estamso en karoo). Al entrar, intento nadar pero creo que mis brazos no responden, me siento como espasmódica. No sé ni cómo llego, salgo como puedo y vuelvo al barro.


De nuevo en la R62, hacia el este, paramos en un pequeño pueblo que tal vez fuera Ladysmith a tomar algo, pero el único café está cerrado y acabamos comprando unas latas en un super medio desabastecido. Aprovechamos para re-arreglar los bañadores mojados en el salpicadero de delante, que es donde da el sol (una ya es una profesional).




En el coche, de nuevo a empaparnos con la inmensidad del Karoo...









Calitzdorp es un pequeño pueblo desde el que hay que desviarse para hacer el valle de Groenfontein, que deja a las montañas de Swatberg al norte. Comenzamos el desvío y, de nuevo, carretera de ripio. Hacemos unos kms de lo que  la guía define como "uno de los mejores drives que harás en Sudáfrica", pero la gravilla otra vez toca nuestra moral. 70 kms así: no podemos encararlo. Así que nos damos la vuelta y tiramos por la R62 hacia Oudtshoorn. Ripio 2, Pedalistas 0. 


 Oudtshoorn es la capital mundial de las avestruces y esta noche vamos a dormir en una granja, afortunadamente no de avestruces (aunque tienen dos por eso de los turistas, imagino). Hay que tirar hacia el norte de este pueblo, y luego desviarse por un camino. Cuando llegamos, hay una de esas iglesias boers que de nuevo dan pavor, con la puesta de sol detrás: Dios existe!



Una vez en al granja, la amable señora blanca de recepción nos da la bienvenida y nos presenta a Emily y King George, las avestruces. A mí, claro, me parecen bichos espantosos, pajarracos gigantes, pero debo ser yo, que tengo problemas.  En la foto de abajo podéis ver la cara de pocos amigos del tal Rey Jorge, bajo el triángulo invertido está Emily, incubando esos huevos gigantes que están por toda la granja, y la casita del fondo es nuestra habitación. Que nos encanta porque no solo tiene manta eléctrica (se confirma: accesorio de primera necesidad en el karoo), sino albornoces, secador, florecitas de lavanda en el sellado del rollo de papel higiénico. Iba decir spray de baño (desodorante), pero esto es algo que hemos visto en todos y cada uno de los baños de Sudáfrica: estan muy preocupados por ese tema. Y por si alguien se pregunta, no, no es un spray blanco con una rosa dibujada, suelen ser botellitas con líquido transparente.  con la habitación, que me despisto: tiene también un ala donde hay una cama extra para Mini, que está toda acristalada, con vistas a los cultivos (zona libre de avestruces) y por la mañana con el sol ahí se está en el cielo. Al final de la cristalera hay una cocina que no usamos porque mis compas, claro, quieren salir a restaurante a comer avestruz. 




Este es el restaurante que nos ha recomendado la de nuestro hotel, y para el que hay que coger el coche y salir a la carretera principal, y tirar para el norte. Se llama The Old Mill en boer y cuando llegamos, noche oscurísima, me parece que los que lo atienden son indios. Hay una gran sala inicial fea, que parece decorado medieval, lo opuesto a acogedor, pero nos pasan a otra donde por lo menos hay una chimenea, pero sigue siendo oscura y con acumulación de objetos a modo de museo del horror en una pared (una mecedora, una vieja prensa de vino, no sé... todo cosas que potencialmente pueden ser chulas por separado, pero que ahí no tienen sentido). 

Con la carta frente a mí, siento el corazón caer a mis pies: no hay nada que quiera comer en este lugar. El Peda, venga valiente, se pide el filete de avestruz y Mini la hamburguesa de ídem, según ella no porque le apetezca sino "por la experiencia" (digamos todos a una: "it's the experience that counts"). Yo ni recuerdo lo que pido, creo que un bobotie que me como con aprensión. Tenemos una ensalada al centro que, tras pedir el consiguiente aliño, está comestible. En aras de "la experiencia", le digo al Peda que voy a probar un bocado de su avestruz. Ni que decir tiene que está el Rey Jorge mirándome fijamente a través de sus pestañas L'Oreal mientras lo mastico. No podría explicar su textura: yo esperaba que sería tipo pollo, aunque dicen que es más tipo carne roja, pero ni lo uno ni lo otro: es lo más parecido a masticar un neumático que espero hacer. Mis compas lo comen, sin entusiasmo aparente.  

Por no terminar con la bajona de la avestruz, incluyo unas fotos del paseo que damos por la granja  antes de salir a cenar... esta es la clase de experiencia que me gusta a mí.





7 comentarios:

  1. Mini no puede ser más inglesa.

    Me fascina que nunca encuentres nada para comer.

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  2. ja ja ja.. pues yo soy la aventurera de mi familia de origen... a mi hermana la llamamaos "menú infantil" :) DE mi otra familia, ya se ve q no...

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  3. A mí también me ha encantado el Sex Shop de Ronnie. Un lugar absolutamente original, por lo que parece.
    Moli, habiendo leído ya unos cuantos diarios de viaje de Di, sospecho que encontrar comida no está dentro de sus prioridades. Y, para colmo, las pocas veces que van a un restaurante más o menos normal, piden pasta frutti di mari, que -creedme- salvo en lugares de máxima confianza es casi un fracaso seguro. Es como andar por el mundo pidiendo paella: a no ser que tengas mucha suerte -o una recomendación sólida-, vas a comer mucha bazofia. Recuerdo una vez que, en un restaurante de la Alemania profunda, mis hijos se empeñaron en pedir gazpacho porque lo vieron en la carta. Intenté disuadirles, pero nada. Aún se acuerdan de lo asqueroso que era el mejunje color naranja que les trajeron...
    ¡Pero los pedalistas lo resisten todo, está claro!

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  4. Sí, ELENA, lo de Ronnie era en sí mismo una chulada, una pequenia construcción encalada en medio del desierto del Karoo-realm no hay nada alrededor. El primer escritor de Guía de Viajes q la encontró fue el q mayor subidón tuvo, seguro. Ya sabes la frecuente (auto)crítica de los viajeros, en búsqueda de lo "auténtico". CReo q debo hacer un divague de por qué casi no he hecho fotos de gente en este viaje... a ver si me acuerdo.

    Estoy totalm contigo de no ir jamás a restaurantes no-locales o pedir pizza en la India, a menos q estés muy desesperada (pongo este ejemplo pq en la India un día, ya sin poder más-no me gusta el picante- acabamos en una pizzería y, adivina... era tb picante!!!). Pero yo spr pensaba q el frutti di mari era una posible ocurrencia cerca del mar. Los amigos q llevaban un mes por Sudáfrica nos dijeron q aquí hacían bueno el frutti, y me pareció lógico, mar, mtal vez emigración italiana. Pero vamos, q estaban los tres q tomamos buenos!! Yo he dicho q donde no los saben hacer es en Grecia. Por cierto, acabo de empezar "Mani: Viajes por el sur del Peloponeso" de Patrick, para deprimirme leyendo verdadera literatura de viajes (bueno, para aprender). Ya termine el de Malan (MY traitor's heart) q lo recomiendo mucho, aunque es del todo "harrowing"...ya haré un divague.

    Besos!

    di

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  6. Di, ¿qué tal Mani? Yo me he dedicado el verano a su travesía por Europa en los 30 y en fin, cómo lo he disfrutado y qué envidia me ha dado escribir así.

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  7. Acabo de empezarlo esta maniana, MO... anoche leí una página y le dije al Peda: "lo malo de esto es q me van a dar ganas de volver a Mani enseguida". Tiene buenísima pinta... esa época en la q para llegar a esta península, conocida por lo "agreste" de sus hbaitantes, habia q cruzar una montanias (el Taygetus) y en este momento q leo están "descartando las mulas" pq no pueden cruzarlo... imagina.. esa época donde viajaban tramos en mula, para llegar a sitios recónditos, y esto lo era tanto q ni con eso! Otra época, otro mundo... es lo q qquerríamos hacer nosotras, primero escirbir así y luego viajando... ya os iré contando

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