18 agosto 2019

En la favela: cuando el malo eres tú (SA7)

18.08.19 (domingo)-De Scarborough por False Bay a Hermanus (SA7)

Despertarse en la cabaña de Scarborough es una monada, aunque la bolsa peluda de agua caliente ya no lo es más. Hace mucho frío, y en la ducha en el caldero, con un sistema que coge agua de la lluvia o algo hippie así, creo que bato mi propio récord mundial-ducha-de nanosegundos-contra-la-sequía. Hablando de hippies, mientras me enjabono con la pastilla que me traje de Londinium porsiaca (también usada para las coladas en sitios menos amables que el loft) recuerdo los carteles en el baño del restaurante de anoche: hay en Scarborough una comunidad de señoras de pelo gris, rondando los 60, que hacen voluntariado ofreciendo clases de lectura. Hasta ahí todo bien, si no hubieran puesto fotos: ellas, descendientes de boers holandeses, todas ojos azules (y quien sabe si un arma bajo el colchón-esto es ironía, es que me dan miedo los boers), y los niños, negros y sonrientes como los del anuncio sesentero del cola-cao. Pienso en todas las madre voluntarias y voluntariosas que hornean bizcochos aquí en Londinium, lavando su conciencia con esta pequeña caridad en el tiempo que les sobra, creyendo que ponen su granito de arena a la vez que conducen un trasto enorme y su marido vende humo en la City. Es vomitivo, pero en Sudáfrica, además, el componente racial da al ojo. Hay una clase dominante y otra dominada, y todo está mal. 

Queda claro que yo no me hubiera ido de la cabaña, pero hay que seguir el lait motif pedalista vivo-en-la-carretera, y aunque me resisto haciéndole las trenzas a Mini en la terraza un rato, hay que despedirse de Scarborough. Eso sí, pasando por la playa, recomendación del Peda, que ya había estado corriendo a primera hora, por supuesto. Sigo creyendo que esta adicción al correr, en detrimento del dormir, no es buena. 

Para explicar el trayecto de hoy, incluyo una imagen espectacular, que dicen que es de satélite-a mí más bien me parece una maqueta. Se puede ver perfectamente la Península del Cabo: en la parte central izquierda está Ciudad del Cabo con el macizo que es Table Mountain y los 12 apóstoles. En la punta de la península, nuestro mítico Cabo Point y Cabo de Buena Esperanza, donde Eolos manda.  Hacia mitad de la península, en la cara oeste está Scarborough, y al salir lo que hacemos es cruzar hacia el lado este, a Simon's Town. 




Ya habíamos estado en Simon's town para lo de los pingüinos, recordemos, pero aún así nos damos una vuelta, flashbacks de Nueva Orleans. A mí, que como es sabido se me pegan canciones aleatoriamente (me las autoinflijo, tal vez), se me pega Sam's Town de los Killers, y así estamos todo el día, are we human, or are we dancers, una letra sin sentido, pero esto hace crecerse a la canción pegada en general. 





Hoy vamos a bordear la False Bay (Bahía Falsa). Si volvemos al satélite, queda claro cómo de cerrada es la bahía, y según la guía, queda claro que eso es un festival continuo de ballenas, y otra fauna marina, así que esperamos con ilusión poder verlas aquí, saltando y saludando, tipo Jacques Cousteau. 

Paramos en Kalk Bay, un pueblo de mar con todos los sospechosos habituales, incluido un bar de copas cubano. Hasta la victoria siempre.  Caminamos en dirección este, pasando una de esas piscinas de la marea, donde hay valientes bañándose.  Es curioso en este paseo que, entre la playa y la carretera, pasa el tren. Supongo que como pasajero es un viaje maravilloso, pero a los pobres residentes les tiene que hacer poca gracia. Han de cruzar por túneles bajo las vías, o bien algunos se la juegan por encima. Vemos pasar un tren y es esa sensación como de antaño, en las pelis, un tren a todo trapo ahí al lado. Solo falta una diligencia. 

Dalebrook Tidal Pool

Tren y playa

Por fin llegamos a San James: su playa famosa por los vestuarios coloristas, a lo Boo-Kap. Siento lo aburrido del divague hasta ahora, es que no pasa nada: simplemente llegamos, hacemos las fotos, Mini pone en orden unas conchas (que por supuesto, están ahora de decoración en mi baño) y poco más.



Desandamos el camino de vuelta Kalk Bay, y decidimos parar a comer en Live Bait, restaurante recomendado por X y R, donde comieron unos míticos frutti di mari. Ya sé que los frutti han causado cierta controversia antes en el divlog, pero he de salir del armario: reincidimos. Eso sí, no es fácil: al llegar al restaurante, han reservado? (en serio?). Claro que no, y hay tropecientos sitios libres, senior, pienso. Lo que digo es: "pensamos en hacer una comida rápida" (vivimos en la carretera), no somos como esos pesados locales que han reservado para los que esto es la actividad lúdica de la semana, y se van a pasar allí media tarde. Así que el hombre se apiada de nosotros y nos dice que le sigamos por la escalera. En el piso de arriba pasan dos cosas: la primera es que hay manteles de tela, que ignoramos (los olvidos fallidos). La segunda, y más bonita, es que de repente, nada más llegar, oímos un ruido, y como un "ahhh" y en el mar un chapoteo gigante y: por Dios!!! Eso era una ballena. Qué ilusión. Nos las prometemos muy felices, pensando que las ballenas se van a agolpar para saludarnos en esta Garden Route que nos espera. 

Los tagliatelle frutti di mari están buenos, pero hechos con nata, como si fueran una carbonara. En fin, la anciana de la isla de Hvar (donde fuimos tres noches seguidas), sigue sin paragón. Cuando viene la cuenta, resulta que este era otro restaurante del Live Bait de abajo! Al ver la cuenta nos damos cuenta-valga la redundancia- de que los manteles son de tela, y que la ballena saltarina también debe ser un extra del restaurante. Por supuesto, no quedaré callada, estas cosas son retos personales míos, así que llamo al senior que nos ha subido y bueno, que lo soluciona. Al final nos cobra algo intermedio, y me imagino que es por la ballena. Bien pagado. 


En la guía habla de la carretera escénica "Boyes drive", que parte de Kalk Baby, trepas por la montaña, y vas paralela al mar, como el tren, pero en lo alto, con grandes vistas. Termina en la playa de Muizeberg, otro ejemplo de playa sudafricana espectacular, que estoy documentando espero suficientemente en este viaje.


Muizeberg Beach

Como diría Mini, "aquí viene cuando la matan". Hay una zona llamada Kayelitsha, clasificada en la guía como "barrio de Ciudad del Cabo" que es básicamente una township (favela), que nos pilla de paso de camino hacia Hermanus, nuestro destino final hoy. La razón para parar en este barrio suburbial es "El Rey de la Espinaca" (Spinach King), que nos ha sido introducido como lo más por la revista de viajes de National Geographic. En serio, yo me traje un recorte de la revista desde Londinium, porque el autor explicaba lo vibrante de esta favela, donde el 40% de la población es menor de 19 años, y donde hay un espíritu emprendedor responsable de establecimientos como El Rey de la Espinaca. Así que entramos en la favela, porque tal vez como un guiño a nuestra Grecia querida, nos encantan las cocas de espinacas y feta.

Cuando nos desviamos de la maravillosa Boyes Drive, con sus perfectas playas salvajes, nos damos cuenta de que entramos en un territorio comanche, más salvaje aún. Las calles no están asfaltadas, hay pocas señales, las casas son muy pobres. Comenzamos a dar vueltas, porque el amigo googlemaps asegura que sabe dónde está el Rey de la Espinaca, pero pese a estar casi tocando,  no hay nada. En un punto terminamos en el aparcamiento de un Spar que da pavor. Está desierto, hay una valla con alambrada, que lo separa de una especie de mercado callejero, y unas escaleras que cruzan una calle, o vía. Hay un guarda en una casita, que nos deja pasar, pero a saber si de ahí se entra en el supermercado o qué. Salimos por pies. Por fin, asumimos nuestra derrota, e intentamos salir a la carretera. Sin espinacas. 

En un semáforo viene un hombre joven con claras intenciones de limpiarnos el parabrisas. Le hacemos exagerados signos de "no! no!" porque lo cierto es que justo entonces, no llevamos nada de dinero. El hombre nos ignora, y sigue a lo suyo y me siento fatal: en primer lugar porque no le daremos nada. En segundo, por sentir una especie de miedo: estamos en medio de un township, rodeados de negros paupérrimos, que entendería perfectamente se liasen a palos con nosotros, por lo que representamos. En esos momentos me planteo que subir la ventanilla del coche sería una descortesía, sería un acto simbólico asqueroso, pero a la vez entiendo que este hombre, cuando venga a pedir dinero se cabree muchísimo. Aún así, no subo la ventanilla, y como predije, cuando ve que no tenemos nada para él, el hombre se enfada y se pone a gritar. Le entiendo perfectamente. Mira nervioso dentro del coche, y en ese nanosegundo veo que quiere llevarse algo, fruto de la desesperación y la frustración. Tengo la cámara en mi regazo, y el móvil también. En lugar de tirarse a eso, mete la mano hacia el lateral, estira, y saca del bolsillo de la puerta un folleto-mapa  de Ciudad del Cabo, que se rompe mientras se va llevándoselo, creyendo que se lleva algo bueno. Cuando está a unos pasos y se da cuenta de que se ha llevado una mierda, lo tira al suelo, y el semáforo se pone verde, y salimos como en las películas, quemando rueda. 

Me quedo hecha polvo, y literalmente temblando un buen rato. Podría haberse llevado la cámara y no lo hizo. Hemos sido unos blancos en un Volkswagen refrigerado pasando por una favela, hemos sido los malos de esta película.




En el resto del  camino hasta Hermanus, capital de las ballenas, no podemos quitarnos al hombre limpiador de cristales de la cabeza. Ni la inmensidad africana del paisaje, que incluye el impresionante Paso de Houwhoek logra distraernos. 
Inmensidad africana

Siempre con sus montañas de fondo



Antes de llegar a Hermanus entramos en un supermercado. Tal vez hoy haya suerte y logre convencer a mis compas de cenar en casa. El alojamiento de hoy lo ha reservado el Peda, es un Airbnb en un sitio que realmente pone el broche a un día como hoy, y que forma parte, creo hoy, de la experiencia de visitar Sudáfrica. 




En primer lugar, al acercarnos, siguiendo la bolita azul, nos damos cuenta de que, de nuevo, estamos en medio de otra township, hilera tras hilera de favelas de uralita oxidada que una solo puede aventurarse a imaginar lo que serán en verano. No entendemos nada, pero la respuesta está al final de la calle (esta vez asfaltada): ahí tenemos la entrada un tanto grandilocuente de lo que en Brasil se llamaba "condominio", y que no es otra cosa que una urbanización con seguridad propia y alambres de espinos. Recuerdo que en Brasil las casas de los condominios eran lujosas. Aquí son edificios de tres plantas de apartamentos normales: el nuestro está bastante bien, pero no dejan de ser 40 m2. O sea, gente que vive en estas dimensiones tienen que pagar seguratas 24 horas al día para que los de la favela nos les invadan. A mí lo que me invade es un escalofrío y una sensación de tristeza muy amarga. Me planteo la suerte que tenemos en la mayoría de Europa de no tener que pagar nuestro propia seguridad, no porque no haya desesperación, sino porque es a otro nivel. Y aún puede un pobre ir a un hospital y que le atiendan (aunque dales tiempo). Aquí hay miles de habitantes de estas townships que no están ni siquiera censados, ni siquiera sabe el gobierno que existen. Nacen, mueren, a nadie le importa. 

Cuando preguntamos a los guardas si podemos ir caminando hacia el centro de Hermanus nos dicen que sí, pero que "no salgamos de la playa" (el condominio tiene una zona de playa que solo es para ellos). Caminamos un rato, está atardeciendo, y vemos más y más casas de lo más mediocre, parte del mundo que requiere protección. Vemos las olas chocar contra las rocas y tras un rato volvemos por donde hemos venido, a saber a cuánto estará Hermanus andando. Cogemos el coche y ya es noche cerrada: Hermanus es un pueblo fantasma, no hay ni un alma. Tampoco (esto es normal) en el puerto del que salen los barcos para ver ballenas, y en el que planeamos estar a primera hora de la mañana para embarcarnos. 


Dado que Hermanus-la-nuit es un moridero, mis compas acceden ir a cenar a casa, y a mí se me abre el cielo.  Llamarlo cena tal vez sea aspiracional, pero Mini se toma sus británicas baked beans (algo caliente, no marquen a servicios sociales aún). Hace mucho frío y medio me abrazo al triste radiador eléctrico. Por la noche, cuando me intento dormir, tengo un pensamiento dulce al que agarrarme en un día en el que tanto se me ha revuelto: por lo menos no le subí la ventanilla al hombre mientras nos limpiaba el parabrisas.  

13 comentarios:

  1. Di, muy fan de tus relatos de viajes. De todos, pero este de Sudáfrica me está flipando muchísimo.

    Keep going please!

    Anna

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  2. Anna, pero qué ilu, madremía! No son solo Mo y Elena leyendo!?? :)

    MIl gracias!

    di

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  3. Varias cosas de este divague tan amargo:

    - Tu península tiene dos lados oeste, aclara esto por favor.
    - ¡Como no os dais cuenta de que os han dado otro restaurante? ¿No miráis el nombre en la carta? ¿Como de caro era el restaurante para que protestaras tanto?
    - Flipo con la playa gigante, flipo. Es enormeeeee.
    - Necesito explicaciones de porqué era tan buena el rey de la espinaca.
    - ¿Como es posible que no llevéis dinero, vosotros viajeros experimentados?
    - Quiero foto del condominio.

    Y me meo con Mini y su "aqui es donde la matan". Y Sudáfrica sigue pareciendome permanentemente como de periferia, más que por lo que parece por la sensación que transmite.

    Espero que para dormir te pusieras el revenant.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Yo te leo siempre!
    Y sólo a veces, para sentirme menos stalker, asomo la cabeza.
    Como dice Sting, I'll be watching you. Pero de buen rollo todo. :-)

    Anna

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  6. A ver, MO:

    -Dos lados oeste? qué quieres decir? Si miras la foto, hay una parte q da al Atlántico (cara oeste) y otra al Indico, a la bahía (este). Igual no 100%, igual hay angulaciones, necesitas coordenadas con grados y tal? :)

    -Restaurante.. no sé, es q estaba como comunicado... yo creo q debía ser el mismo pero uno la versión pija y otro la populacho, donmde pertenecemos. Dice el Peda q el precio era como el doble, tampoco muchísimo... pero lo de protestar es pq el hombre nos deberia haber dicho mira aqui no os meto, si queréis arriba, pero es más caro.

    -NO puedo contarte las beldades del Rey de la Espinaca, pq como sabes, no lo encontramos. En la NG lo ponían bien, y nos pareció una buena opción para llevar para cenar (yo tenía mi plan secreto de cenar en casa).

    -Corrección: llevábamos dinero en billetes enormes metidos en la faltriquera en mi caso (ese cinturón de viaje se se lleva escondido).. no era cuestión de emepzar a desnudarme allí y sacar £50 allá...

    -NO tengo foto del condominio! Solo el mar q es la ultima q he puesto. Era tan feo, unos edificios grises sin más.

    Lo de periferia, aquí nunca mejor dicho, pq Kaleydisha o como se escriba, q está bien lejos de Cape Town, dicen q es un barrio!

    Al Revenant le di descanso nocturno.. bastante hace! :)

    hugs

    di

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  7. Anna, pero yo no tenía ni idea de q leías en la sombra, y además no me suena q hayas comentado como Anna!! Cuando estaba en la uni hacía un programa en una emisora pirata. Me llevaba a amigos y hablábamos como si estuviéramos en un bar... no tenía la sensación de q nadie escuchara. Luego resultó q sí, q alguna gente les dijo a mis padres, e incluso a mí... Ahora, sigo con esa impresión: siempre creo q solo leen los q comentan (o sea, dos. ja ja), así q está genial q ensenies la patita de vez en cuando.

    Muchos besos!

    di

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  8. Si alguna vez tuve tentaciones de ir a Sudáfrica (nunca hasta ahora, en realidad) se me han quitado todas con tu relato de las aventuras en la favela.
    En asuntos gastronómicos, observo que seguís con la obsesión de la pasta frutti di mare. ¿Pero es que no hay más tipos de pasta? Tal vez es que me he saltado el post donde confesabas que tu religión solo te permite comer de esa pasta. En cuyo caso, nada que decir, claro.

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  9. ja ja elena... no importa, porque solo recibo bonificaciones del gobierno griego por mandar turistas. LO del frutti di mari se explica fácil: es algo q nosotros no sabemos hacer y, aparte de en Italia y Croacia, no he estado en ningún sitio q lo hagan bien. O incluso q lo hagan, por lo menos q yo lo haya visto. En Grecia (como me lean los agentes gubernamentales...) los suelen hacer mal. En Espania, yo es algo q no suelo ver en las cartas.

    MI religión tiene muchos otros puntos de obligado cumplimiento... pero no ese :)

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  10. «En la punta de la península, nuestro mítico Cabo Point y Cabo de Buena Esperanza, donde Eolos manda. Hacia mitad de la península, en la cara oeste está Scarborough, y al salir lo que hacemos es cruzar hacia el lado oeste, a Simon's Town. »

    Ahí hay dos lados oeste.

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  11. Qué haría yo sin ti!!! Ya corregido :)

    PS. Es q pensaba q te referías al mapa... Hay otros errores parate de las usuales erratas, lo sé, por ejemplo "las olas q se chocan con las olas" en lugar de rocas. Soy un chorlito!

    xx

    di

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  12. Bueno, Di, la próxima vez que vengas a BCN te llevo a un restaurante napolitano donde hacen unos linguini con marisco (sin crema de leche ni horteradas por el estilo) para chuparse los dedos.

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  13. ELENA! AHora veo esto.. o sea... te gustan los frutti di mari! Te tomo la palabra.. :)

    xx

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