20 marzo 2016

Es oficial: somos kawai (Tokyo, J3)

Sun, 20.03.16, Harajuku, Aoyama, Shibuya (Edificio Hikarie)

Una cosa es despertarse a las 11, y otra movilizarse y salir del apartamento-cápsula (aka habitación)... Hay que desayunar (viva! llevamos nuestro té! y unas galletas malas japos), meterse en el camarote de los hermanos Marx (hasta yo me pego con la cabeza en el techo, imaginad el Peda), salir ilesos, y preparar dónde vamos. El duenio del airbnb (sí, el joputa que apareció a las 20:15!!) nos ha dejado un wifi portátil... es una maquinita que puedes llevarte por ahí y tu teléfono (y todos tus devices) está permanentemente conectado a la red. Puede llegar a ser un vicio y un dolor para tu familia y amigos, porque en tus manos está freírles a fotos por WhatsApp en cada nuevo templo o restaurante. También podría ser la tortura de tus seguidores de Instagram, pero en esto último decido contenerme y hacer una selección más adelante, que una puede volverse mu loca.

Salimos hacia Harajuku, que es una zona cercana famosa por lo cool, y ser lo último en moda innovadora y tendencias rarunas. Lo del metro es bestial... la salida recuerda a Candem Town y sus hordas de turistas el finde. Al llegar tenemos enfrente la calle Takashaki, estrecha y en la que no cabe un alfiler, desde la entrada hasta el horizonte. Decidimos ir primero a la Meiji-jingu, el principal templo sintoísta de Tokio, que está enmedio de un parque importante.

Para llegar hay que pasar por un puente donde dicen que quedan las “Lolitas” o chicas que siguen alguna de las extranias modas de japonesas jóvenes. En ellibrodejuan ya explican las diferencias entre las “gals” (bandas de chicas “malas” vestidas a tono), las lolitas, las “cosplay” (personajes de manga, robots, esas cosas), las lolitas góticas, románticas (todas de rosa y encaje)... en fin, como unas maracas. Vemos un grupo en el puente, siendo fotografiadas por una mujer... todas hacen la “V” de la Victoria que es el ritual de los japoneses cuando se hacen fotos, y sonríen con sonidos tipo “iiii”. Cuando intentamos hacerles una foto y se dan cuenta (ya les había hecho alguna por detrás), todas cruzan los brazos, como una X que es NO (también nos lo hicieron en un restaurante para indicar cerrado). Así que nos vamos, con el sonido de la campana del monje que está a su lado y toca cada vez que alguien le echa limosna. Cada loco con su tema.



El paseo por el parque hasta el templo es bonito, más bien parece un bosque, y también hay mucha gente, que va y viene por el camino de tierra. Se pasa por un grupo de barriles de sake envueltos en paja y un grupo de barriles de vino, que lo introdujo Meiji en un siglo que no recuerdo. Cuando llegas al templo, está la fuente bajo un tejadillo para la purificación, necesario antes de entrar en zona sagrada. Se supone que tienes que beber agua poniéndola con los cazos de madera en tu mano, tragarla o bien escupirla. Todos los japoneses lo hacen: los turistas para la foto. Venden unos mensajes sobre la fortuna por unos céntimos (a Mini le dice que será muy feliz, me cuenta). Hay una boda: la comitiva se acerca delante del templo, la novia va con un kimono blanco bajo un paraguas de esos orientales rojo, da la manita con mucha ceremonia a otra mujer, la familia pasa en fila de dos: todo muy historiado.


Una vez atravesada una primera estancia, hay una separación con unas puertas con rejas que dan a un patio al que no se puede acceder: los japoneses se paran allí, se inclinan dos veces, dan dos palmadas, rezan, se inclinan y dos palmadas de nuevo. Es la tradición. Pienso que yo no soy de esa gente fan de las tradiciones. No me metería en un espectáculo de geishas tocando el shamisen, igual que no me dicen nada las gaitas escocesas o las jotas. Puedo ver lo “étnico” un rato, imaginar ángulos de fotos, pero no pasarme horas mirando un espectáculo típico, a no ser que me guste por alguna razón su motive principal (e.g. tambores, batukadas o ahora pienso en las procesiones de Semana Tonta que están pasando por las Vetustas mientras escribe y eso sí es algo con lo que disfruto-tanto por tambores, como por su estética siniestra). Pero divago: más actividades “tradicionales” del templo: se pueden escribir unas tablillas con tus deseos que se cuelgan debajo de un árbol, o bien agitar un cilindro, del que sale un palo, y con él un número, que llevas a una gente vestida con traje típico (escribo esto varios días después, vestida con un kimono que nos ha dejado en el ryokan-lo cuento entonces), por supuesto, y te dan un nuevo papelito de la fortuna. Todo esto hay que pagarlo, unas moneditas. Por último, lo más chulo (para los frikis de la escritura y todo lo que sea de escritorio) puedes comprar un librito en blanco para hacer la ruta de los templos: en cada uno, otros seniores en kimonos te inscriben el nombre del templo, es muy bonito. Mientras el Peda y Mini hacen esto, yo me dedico a hacer fotos a una nueva fuente purificadora de salida, y a unos novios que se están subiendo a un coche que es... un taxi londinense! El mundo está loco.

Cuando volvemos hacia el Puente de las lolitas oímos una música muy alta... la seguimos y en una explanada hay como 10-15 tipos vestidos todos de vaquero, con tupés tipo Elvis y una chica vestida de los anios 50. Están bailando como locos Rock&;Roll... a ratos se agachan y uno va al centro y todos les jalean... cuando acaba las canciones yo aplaudo, pero casi nadie más. Son otra cultura.

De allí vamos tirando de paseo hacia Aoyama, que es el barrio siguiente, según la guía “zona de glamour y lujo” (asiático). Las hordas bajan por la calle, que esta vez es enorme, y nos metemos por una lateral para comer algo. Acabamos en un sitio muy pequenio donde sale un chico joven. Le decimos lo que queremos y nos indica que pulsemos la petición en una máquina que hay en la pared, que nos escupe un ticket, y él se lo da al camarero. Atravesamos un pasillo estrecho, que deja a un lado la cocina y llegamos al comedor donde solo hay tres mesas, dos de ellas ya ocupadas. En una hay gente fumando! Hemos descubierto que aquí dejan hacerlo en restaurantes, lo que me parece tercermundista... se me hace muy raro. No se puede fumar por la calle, pero hay unas “reservas” donde los tienen a los pobres ahí juntos ... al pasar al lado del área acotada, es como entrar a un salon de jazz de New Orleans en los anios 50: hay una al lado del perrito de Shibuya (una estatua de bronce que hicieron en 1954 an honor a un perrito llamado Hashiko que se perdió de su duenio y se quedó siempre allí esperándole. Murió un anio después de que le hicieran el homenaje). El pobre perrito está ahora ahumado.

Volviendo al restaurante: en la mesa de al lado hay 4 adolescentes que se ríen tímidos cuando nos sentamos. Se nota que quieren entablar conversación. Mini entonces les dice “Konichiwa” (hola) y se vuelven locos, risitas entre ellos como si fueran ninios pequenios. Mini se lanza, le doy la guía y se pone a leer cosas de la parte de “japonés de viaje” : “me llamo Mini” y esas cosas. Ellos encantados... quieren que nos hagamos fotos de grupo (que nos hacemos). Es curioso verles comer ramen (típica sopa de noodles, cerdo, verdura, huevo duro japonesa)... ponen la cabeza incinada y los van succionando: yo había visto las fotos de Wagamama (una cadena de restaurantes orientales en londinium) donde parece que hacían eso para la foto, pero aquí lo he visto in motion!! Nosotros pedimos dumplings, para untar en salsa de soja (a Mini no le gustan), ramen (sopa de noodles que ellos pronuncan “lámen”), y arroz con cerdo muy rico (a Mini tampoco gusta, se come el arroz y algunos noodles fuera de la sopa).

Las paredes del local están grafiteadas por los clients que han pasado por allí y a Mini le dejan un boli con el que escribe “delicious”. El camarero también quiere hacerse fotos con nosotros, nos cuenta que tiene un hijo de 8 anios, y que Mini es muy cute (mona). Kawai? Le digo, y él, sí, sí, kawai!!! Este es un concepto del librodejuan.

Kawai es muy importante en Japón, quiere decir “mono”, y quien conozca Hello Kitty ya sabe entonces lo que es kawai: rosa, sonriente, ojos grandes, sin boca... muchas chicas quieren ser kawai (de ahí las que visten de rosa, de una manera infantil). Escribo esto en el tren que nos lleva de Odawara a Kioto, ya llevamos casi una semana en Japón, y son unas cuantas las veces que a Mini la gente le ha dicho “kawai”: en ascensores, trenes... En el ryokan de hoy, al irnos unas senioras se lo han dicho y el recepcionista, que estudiaba espaniol, nos ha traducido “chica guapa”.

Vamos a pasear por la calle principal de Ayoama, ya es de noche y la sensación es estar paseando por una calle de tiendas caras de Nueva York, ni siquiera Londinium, sino algo más grandioso. Están todas las marcas pero a lo bestia: Gucci (creo, o Dior, quién sabe), tiene un edificio blanco iluminado, como una caja, entero, por ejemplo. Todas esas marcas de pretendida “exclusividad” están ahí, lo mismo que en París, Los Angeles o Dubai, así que la calle no tiene ningún interés. Entramos en una tienda de juguetes con muchas plantas “Kiddiland”, con sus secciones globalizadas de Hello Kitty, Star Wars y otros bichos que afortunadamente no conozco. Durante un rato por la calle jugamos a “it” (tú la llevas) que le encanta a Mini, y por fin torcemos por una lateral estrecha para terminar en la calle que por la maniana se veía desde la estación en la que no cabía un alma. Ahora esta más transitable. Mini lleva dando la brasa un rato que quiere un pancake, o crepe, y hay una tienda que los sirven como si fuera un cucurucho. Finalmente llegamos a la estación y volvemos a Shibuya.


Antes de ir a casa salimos en Shibuya para visitor el Shibuya Hikarie, un edificio enorme que tiene de todo, tiendas, oficinas, restaurants y lo mejor: vistas. “Parecen hormigas!”, dice Mini de la gente y los coches. Alrededor de sus paredes acristaladas hay muchas grúas, porque parece que aún van a hacer otro rascacielos, más luces de cartees, y trenes que pasan continuamente. La planta 4 es un buen punto ara hacer fotos con el tren pasando. Subimos hasta el sky level, aún la ciudad desde más alto. Como hay wifi torturamos a la family con alguna foto, debe ser por la maniana en Euro(pa). Intentamos toma runa cerveza en un bar de craft beers, pero hay fila... entablo conversación con una australiana que me ensenia sus fotos del teléfono y me asegura que enseguida veremos los almendros florecer (aún no ha comenzado la explosion). Salimos y compramos una especie de scones (dulces) en el centro comercial.



Al llegar a casa compramos algún frito en un local takeaway. Descubrimos el 7-11 donde ... hay yogur! Y en casa comemos algo y... nos caemos de suenio.

2 comentarios:

  1. ¿Galletas malas japonesas? ¡Por dios, si alguna vez he estado a punto de llorar de placer al tomar una galleta es con las que nos trae Miz de allí. Es fácil encontrarlas: si el precio no es astronómico, no son ésas.

    Siempre que pasa por Londi, la Otra come en un Wagamama. Y el Heredero, lo mismo de lo mismo. Si coinciden los dos, creo que enlazan la comida con la merienda y la merienda con la cena.

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  2. Muy bien esta crónica pormenorizada y al minuto....te dispersas menos. Una curiosidad ¿lo vas apuntando todo o lo memorizas??

    Estoy con Juan por aquí asi que le paso tu crónica para que vaya viendo que le hiciste caso con ellibrodejuan.

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