30 noviembre 2015

Divagar guardando secretos: Quién quiere jugar? ("La mancha humana" de Philip Roth)

Coleman Silk tiene un secreto. Es enorme y es El Tema (o uno de los más importantes, porque hay muchos) de "The Human Stain" ("La mancha humana"), la novela de Philip Roth. Por tanto, no va a poder ser un divague al uso, sobre los temas subyacentes, porque si lo hiciera arruinaría para el divagante unas de las mejores 100 páginas iniciales que he leído últimamente: Roth juega con el lector. Y como es imposible pensar en los juegos en literatura sin citar al Gran Cronopio, el rey de la cosa, aquí una concluye que Roth puede ganarse el título de, al menos príncipe de los trucos. Porque empiezas a leer una novela, muy bien escrita, con una historia que te interesa y, de repente, cae la bomba. Y hasta aquí puedo leer. Y a lo que me refiero con esta bomba solo se entenderá si, en primera persona, se experimenta. Los que lo han leído lo saben... los que no, me dan envidia. 

Pero por encima del tema intocable, el gran tema de "The human stain" son los secretos: por qué elegimos ciertas cosas para ocultárselas al mundo, a parte del mundo, a nosotros mismos, tal vez. Nada une más que un secreto, una especie de acuerdo tácito en el que siempre hay uno que tiene más que perder. Y ahí entra el poder: el aparentemente más débil puede ser aquí el más fuerte. El secreto de Coleman, que tiene ahora 71 años,  le da libertad "free to go ahead an be stupendous" (me encanta esta frase), pero a su vez descubre que ésta es peligrosa. Muy peligrosa. "Don't most people want to walk out of the fucking lives they have been handed? But they dont, and that's what makes them them, and this was what was making him him" ("No quiere la mayor parte de la gente huir de las jodidas vidas que les han dado? Pero lo no hacen, y esto es lo que les define, les hace ellos; pues esto es lo que hace de Coleman, él"). Su secreto acaba por ser él, toda su vida es el secreto: esa mentira le define tanto como lo que muestra. Y cuando el narrador del libro descubre él mismo lo que Coleman esconde, reflexiona: "no podría imaginar nada que pudiera hacer a Coleman más un misterio que esta quitada-de-máscara". Roth utiliza una técnica común en su bibliografía, el "framing" o enmarcado: el narrador (casi omnisciente) es un vecino de Coleman, que tiene tal vez en algún punto demasiada informacion, y al que Coleman le pide al principio del libro que escriba su historia.

Aparte de la mirada de este vecino-narrador-Roth, la novela tiene un segundo marco: ocurre durante el escándalo Clinton-Lewinsky, y una no puede evitar que le resuene el título mientras recuerda aquel vestido con aquella mancha. Hay una conversación salvaje sobre el tema que el protagonista oye en el campus universitario donde trabaja entre tres tíos. La línea es (menores, sáltense estas líneas): "Si se la hubiera follado en el culo esto no habría pasado". "Her loyalty would have been earned by fucking her in the ass. That should be the pact. That should seal you together". Su tesis es que el sexo anal habría sido humillante, luego un secreto que verdaderamente merece la pena guardar bajo siete llaves. 

-No es esto lo que hace la mafia? Le das algo a alguien de lo que no puede hablar. Entonces, les tienes. 
-Les envuelves en transgresión mutua, y obtienes corrupción mutua. Exacto.
-Así que su problema es que (Clinton) no es lo suficientemente corrupto
-Oh sí, absolutamente. Y poco sofisticado (...)
-Una vez que dices "hasta aquí", dejas claro que estás asustado. Y cuando estás asustado, estás acabado

Luego siguen hablando de Hillary, a la que definen como "una total de-transgresora, alguien que podría incluso hacer el adulterio aburrido". Este tipo de conversaciones pasan en el libro. No para los pusilánimes, pero no tenéis derecho a quejaros, que ya os avisé en el divague del hilarante "Portnoy's complaint".


Pero divago: estábamos en que Coleman le pide a su vecino que escriba su historia. Su historia aceptable y visible, no la otra. Un chico listo que crece con un padre viudo, y que a fuerza de trabajar duro toca el American Dream, he makes it: termina de catedrático de clásicas en la universidad. Antes ha conocido al amor de su vida, que nunca es con la que te casas, sino Steena, una rubia de veinte que no tendrá que pasar el test de los 30 años al otro lado del sofá: atención a lo que ella le escribe, sospechando que igual no está a su altura: "I would do anything I could think of not to bore you, including dropping out of contact, if necessary, so as to avoid the risk of becoming boring" ("Haría lo que fuera por no terminar resultándote aburrida, incluso perder el contacto"). Brutal, pero qué sabia: la mejor manera de permanecer siempre en el podium que nadie nunca podrá alcanzar. Pero en realidad yo creo que las cosas terminan por una ramificación de El Secreto. A Coleman le rompe su corazón de veinteañero, pero marca el pistoletazo para una nueva vida, la vida adulta, la de las "cosas serias, donde las Steenas se han terminado" ("The serious life dedicated to serious things. The Steenas were over".)

Su historia aceptable y visible: una vida perfecta de hombre casado con cuatro hijos y profesionalmente exitoso que, al final de su carrera, la trituradora de carne cruda que es la política interna del mundo académico, se lleva por delante, usando unas (falsas) alegaciones: Coleman ha sido racista. Y este parece ser otro tema de la novela: la convención, lo correcto, las apariencias.  "The benign despot that is convention, the unstable illusion of stability". Hay un párrafo perfecto en la página 154 en la que describe las atrocidades que estaban pasando en el mundo en 1998, y ese mismo mundo está preocupado, escandalizado, ocupando demasiado tiempo en asumir que el Mr. President hiciera cosas con un puro y una becaria.

"A century of destruction unlike any other in its extremity befalls and blights the human race—scores of millions of ordinary people condemned to suffer deprivation upon deprivation, atrocity upon atrocity, evil upon evil, half the world or more subjected to pathological sadism as social policy, whole societies organized and fettered by the fear of violent persecution, the degradation of individual life engineered on a scale unknown throughout human history, nations broken and enslaved by ideological criminals who rob them of everything, entire populations so demoralized as to be unable to get out of bed in the morning with the minutest desire to face the day . . . all the terrible touchstones presented by this century, and here they are up in arms about Faunia Farley.  Here in America either it’s Faunia Farley or it’s Monica Lewisnsky!  The luxury of these lives disquieted so by the inappropriate comportment of Clinton and Silk!  This, in 1998, is the wickedness they have to put up with.  This, in 1998, is their torture, their torment, and their spiritual death". 

Su historia aceptable y visible: además del affair Lewinsky, el pequeño universo que es la Universidad de Athena, donde Coleman Silk fue rector, está escandalizadísimo porque Coleman, tras dejar la universidad por las alegaciones y ya viudo, inicia una relación con una limpiadora la mitad de su edad. Una mujer a la que la vida ha maltratado sin cuento, y que está tan cabreada con todo y todos como él. Esa ira vital, existencial de ella se extiende en cierto modo a él, porque ambas injusticias no pueden compararse ("That is what she hates about him-the privilegendness of his suffering"): él pierde injustamente su carrera a los 71, ella nunca ha tenido nada, o si, por unos breves momentos pareció que lo tuvo, esa alucinación duró lo que un pestañeo. El enfado de ambos hace que el sexo sea espectacular, analiza ella ("That is what makes for great fucking, Coleman. The rage that levels everything. So dont lose it"), una conexión cósmica improbable que hace desmontar todo lo que han tenido con otros amantes hasta entonces. Es la mala hostia, dile ella, y a su pregunta sobre quien es, ella contesta: "soy lo que quieras que sea" ("Who are you? I am whatever you want"). Porque en esa relación ya nadie tiene nada que perder, no se juegan nada... es un naufragio y ni siquera se trata de salvar cuatro cosas, sino de disfrutar del caos del hundimiento  ("He is free to be abandoned because there is nothing at stake. Because there is no future. He is in it not for the learning, not for  the planning, but for adventure; he is in it (...) for the ride"). No hay futuro: se está ahí por el momento, el carpe diem más salvaje, porque vivir o morir, qué más da.  

Nadie le apoya, como suele pasar en estas cazas de brujas locales de las que, una piensa con cierto terror, nadie estamos libres. No des un paso, no des un mal paso (esta es una escuela del horror), porque el mundo entero te dará el dedo anular, incluso tus propios hijos.  Duele ver cómo Colema piensa en sus propios vástagos, educados para ser los seguidores de su estela liberal, aquellos que esperamos sean más y más para hacer el mundo algo mejor. Pero ellos son tan provincianos como la Universidad de Athena, como New England, como los EE.UU., como la gran mayoría del mundo. "If anybody's children  should be able to understand this, shouldn't his? (...) All the reading to them (...) The dialogues at dinner (...) All this stuff we did and then to come back at me with this mentality? (...) Never alloweds to watch TV and you manifest the mentality of a soap opera. Allowed to read nothing but the Greeks or their equivalent and you make life into a Victorian soap opera." 

Su historia aceptable y visible: no le parece tan aceptable a su némesis académica, Delphine Roux.  Racista, abusador de mujeres oprimidas, de eso le acusa la académica francesa brillante, que tiene una Misión: terminar con Coleman. Y aunque es un personaje secundario en la novela, no puedo sino acabar con ella, porque Roth le dedica lo que bien podría ser un "estudio en profundidad" al final del capítulo 4. Ha sido uno de mis personajes favoritos: al principio del libro, esto es lo que sabemos de Delphine Roux, y la odiamos, evidentemente.  En las últimas 100 páginas, como digo, Roux reaparece con todo su contexto, y aunque Roth decide al final empañárnosla de nuevo, yo no puedo evitar enternecerme, entenderla, y en algunos aspectos identificarme. Emigrante, europea, feminista... en lo malo no...:)

Roux viene de una familia aritocrática francesa con una madre que ha sido lo más en lo suyo, su origen es un clan de siglos sobre cuya estela debe ser fácil cabalgar, pero... cuánto odia Delphine a esa panda provinciana privilegiada, todos cortados por el mismo patrón, tradición, tradición!

"How Delphine hated all those families, the pure and ancient aristocracy of the provinces, all of them thinking the same, looking the same, sharing the same stifling values and the same stifling religious obedience. However much ambition they have, however much they push their children, they bring their children up to the same litany of charity, selflessness, discipline, faith, and respect — respect not for the individual (down with the individual!) but for the traditions of the family. Superior to intelligence, to creativity, to a deep development of oneself apart from them, superior to everything, were the traditions of the stupid Walincourts! It was Delphine's mother who embodied those values, who imposed them on the household, who would have enchained her only daughter to those values from birth to the grave had her daughter been without the strength, from adolescence on, to run from her as far as she could. The Walincourt children of Delphine's generation either fell into absolute conformity or rebelled so gruesomely they were incomprehensible, and Delphine's success was to have done neither.

 Roux no quiere vivir de rentas, Roux quiere superar a su madre, Roux quiere hacerse a ella misma, con su esfuerzo, y que mejor país para ello que los EE.UU. Así que deja su vida trillada de privilegio en Francia y empieza de cero en una universidad americana. Para qué? Para volver como los emigrantes de antaño, cubierta de gloria, para ser admirada, para que todos digan lo consiguió? Para ganarle a su madre. 

"She just did it as the next step of her ambition, and not a crude ambition either, a dignified ambition, the ambition to be independent, but now she's left with the consequences. Ambition. Adventure. Glamour. The glamour of going to America. The superiority. The superiority of leaving. Left for the pleasure of one day coming home, having done it, of returning home triumphant. Left because I wanted to come home one day and have them say — what is it that I wanted them to say? “She did it. She did that. And if she did that, she can do anything".  

Pero esto también pasa factura, como sabemos todos los emigrantes: sigue siendo una outsider. Y sigue sola. Es guapa, delgada, lleva vaqueros ajustados y chaquetas vintage Chanel (por lo que la odian las gordas brujas anglosajonas, con sus vestidos florales)... en fin, tiene el chic de lo francés. Pero está sola. No entiende a los tíos... los tíos no la entienden: todos esos años en las bibliotrecas y no es fluent en inglés. Que lo es, por supuesto, en inglés académico, y claro que entiende el de la calle... lo que no pilla son los detalles. Los entrelíneas y entrecomillados que, a veces, se los escapan a los extranjeros. Hay un punto en el que Roux hace una clasificación mental de los tipos masculinos que la rodean, y te ríes (por no llorar). Están los "sensibles", esos odiosos compañeros de departamento que están casados, con hijos pequeños, y que no tienen más que palabras de admiración para su esposa, y que "ayudan", y "quieren compartir las responsabilidades de la paternidad" y que están en la Liga de la Leche y que son un rollo patatero. Quien no los conozca, que diga. Oh, hombres "sensibles". Luego estan "Los sombreros". Estos son los escritores residentes, que dan clases de vez en cuando, y se caracterizan por llevar un tipo u otro de cosa en la cabeza: boina, gorro, lo que sea. Por ultimo, "los humanistas", descritos como "uncool and tweedy", pero al final, el mal menor, "the old fashioned tradicionalist humanists who have read everything". Ella misma. 

Roux acaba comiendo con un catedrático visitante de unos 60 que aparece por Athena de vez en cuando, porque la estimula intelectualmente. El tipo, conservador, vale, pero se ha leído todo Marx y Engels, y ella quiere a alguien con quien hablar de eso.  De las comidas en la cantina se pasa a las cenas, y el señor quiere hablar en francés, y luego ya de sexo. Ella le dice claramente que nunca tendrá sexo con él, y la razón es "porque es mi manera de ver la vida: es quien soy". Y a lo que se refiere es que ella, Delphine Roux, no va a ser la amante de un catedrático de setenta. En contra de lo que las brujas gordas de los vestidos florales piensan y cotillean por la sala de juntas. Delphine Roux rechala vida regalada aristocrática francesa porque era un regalo: va ahora a aceptar la duda personal de que un solo escalón escalado había sido resultado de tirarse a un catedrático? Tal vez una mujer así pueda ser mala, pero con este abanico de grises que nos pone Roth en la paleta al final del libro, el personaje es otro, que seguro a nadie deja indiferente. 

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Yo pensaba que este divague me iba a quedar sucinto, porque no iba a hablar del Tema. Una vez más, me equivoqué.  Sucinto y yo no vamos juntos. Eso, o estaba jugando con vosotros... tal como hace Roth con esta espectacular novela que recomiendo encarecidamente.