09 enero 2010

Mientras duermes



Me despierto a las 5 de la mañana con la intención de seguir durmiendo pero no puedo. Hay días en que las preocupaciones de la jornada vuelven a por ti cuando menos te lo esperas e intentan cogerte desprevenida, indefensa, sola, para que les dediques toda la atención que no les has prodigado durante el día. Se la merecen y han venido a por ella.

Tras intentarlo en vano, no consigo volver a los brazos de Morfeo. Así que enciendo la luz y miro a mi alrededor. Consuerte duerme, ajeno, sumergido en un plácido sueño. Tiene facilidad para dormir profundamente. A veces le envidio, otras seguramente provocada por la envidia, siento hostilidad, querría que se despertara y me tranquilizara, pero duerme y además se lo merece. Así que comienzo a divagar, a rumiar, a dar vueltas. Cojo un libro, leo la introducción. No estoy preparada para una inmersión, me falta oxígeno, sosiego y al final me levanto.

Me preparo un café y enciendo el portátil. Fuera está helando y el café me reconforta. A medida que recibo la dosis de cafeína mi mente va repasando los acontecimientos de las últimas semanas, de los últimos días, de las últimas horas y sin darme cuenta me pongo a escribir…

Una ha tenido la suerte de tener sus necesidades cubiertas básicas y acceso a educación (como dice Di en su entrada anterior que devoro a horas intempestivas). Aunque me hubiera gustado hacer más cosas y otras las haría de diferente manera, no me puedo quejar, soy una afortunada. A día de hoy tengo cierta independencia económica y buena salud. Aunque la vida me ha dado alguna, me considero privilegiada y por ende mal acostumbrada. No estoy preparada para lo que se avecina.

Últimamente y de manera involuntaria me he ido topando con ese lado de la vida que le da su razón de ser: la muerte. Y la verdad es que no me está gustando nada. Ya sé que es inevitable, ya se que es de ley, ya sé… Pero no me gusta. Que uno tarde o temprano tiene que dejar de ser, es así y menos mal. El problema además de el “qué”, es el “cómo” y el “cuando”.

Y es que es muy duro ver como la gente a tu alrededor se va apagando. Su luz que, hasta hace poco te iluminaba, se extingue creando sombras en ti, en los seres queridos. Personas fuertes, inteligentes, activas, generosas, con su carácter, se convierten en pergaminos de lo que eran, en personajes del Greco. La vida, con mala leche, va esbozando cada día su caricatura y la sobrepone sobre la persona que es, que ha sido, resaltando en ella aspectos que sería mejor obviar y que no han sido los mejores o acentuando su ternura hasta un punto intolerable al corazón, porque se te rompe.

Ellos, si son conscientes, tienen (yo tendría) miedo. Se les nota. Se miran al espejo y no se reconocen. A veces, tú tampoco los reconoces y entonces el miedo te invade.

Ayer no reconocía a mi padre.

9 comentarios:

  1. Buena entrada. Duele.

    Hay momentos en la vida que hay que dejarse querer, y otros que hay que querer. En nuestros padres, cuando llegan a cierta edad, es lo que toca: quererles, y ellos dejarse querer.

    ResponderEliminar
  2. Hi Diva:
    Yo antes era como Consuerte, dormía a pierna suelta y no me enteraba de nada. Sin embargo, en los últimos tiempos soy de los tuyos, despertándome temprano y preguntándome por qué Morfeo se fue.
    No sé si es la edad, los tiempos que vivimos y que nos afectan en el trabajo, familia, ... Hay quien incluso puede pensar que no tenemos la conciencia tranquila. No es mi caso (y por lo que veo tampoco el tuyo).
    En esos momentos, sólo los seres "inanimados" nos pueden hacer compañía: café, libro, ordenador, música, radio. Hasta tal punto que merecen pasar a la categoría superior de "animados".
    A veces, mientras permanezco inmóvil en la cama, llego a pensar que hay algo que no estamos haciendo bien. Hemos quebrado las leyes de la naturaleza, donde el sobrevivir y la paz y la tranquilidad del descanso conviven de forma fluída.
    Y esto enlaza con la segunda parte de tu entrada. Sí, es cierto, nos encoge el alma ver como nuestros seres queridos, en mi caso mi madre, se están haciendo mayores y "ya no son lo que eran". Pero una vez más, nos queremos enfrentar a la naturaleza. Quizás somos animales demasiado "inteligentes" o nos lo hemos creído. Pero el ver hacerse mayores a lo que más quieres tiene su parte positiva: todo lo que has convivido y aprendido de esa persona. Y eso...no tiene precio.
    Pero yo también tengo miedo, miedo a perder la gente querida y miedo al dolor, al sufrimiento, al qué ocurrirá mañana.
    Ante esto sólo me queda aplicar esa frase que tanto me gusta: "El ayer es pasado, el mañana es futuro, el hoy es un regalo, por eso lo llaman presente"
    Bye.

    ResponderEliminar
  3. Diva: ¡Cuánto dolor en tu comentario de hoy! Considero que ha
    sido escrito tan desde el fondo del corazón que ha removido en mí todas las aguas que estaban por ahí aquietadas.
    Ese párrafo "Y es que es muy duro, etc ...personas fuertes, inteligentes... se convierten en pergaminos de lo que eran, en personajes del Greco, etc." Se puede decir tanto en tan pocas líneas...?

    Me gustaría tener la capacidad de saber expresarme para poder llevar al papel toda la emoción que tu escrito ha producido en mí.
    Sólo puedo darte/daros las gracias por el blog y por las cosas tan bonitas que dejáis en él

    Un beso

    ResponderEliminar
  4. Querido Anónimo,

    Gracias a ti por leernos y por dejar constancia de tu paso por el blog.

    Muac.

    ResponderEliminar
  5. Suso,

    De acuerdo contigo. Es muy difícil. Estamos acostumbrados a esconder el dolor, a no querer verlo, a encerrarlo en hospitales y residencias. Y cuando te encuentras con él cara a cara... te sacude.

    ResponderEliminar
  6. Querida Old Hippie:

    Desde luego que no hay nada mejor que crecer con los tuyos, mayores y pequeños. Hay gente a la que la vida se las ha jugado muy malas desde muy pequeños. Yo me considero afortunada y como tu dices trato de vivir el presente. Sin embargo, hay cosas que durante el día no digieres bien y que por eso salen a la luz en la noche. Cuando por fuerza tienes que enfrentarte a ello.

    ResponderEliminar
  7. Gracias Divagueando. Estoy animada.
    Es sólo una indigestión. Hace falta muchos malos tragos para que me desanime.

    A las penas, ¡puñaladas!

    ResponderEliminar
  8. Querida Diva,

    Me ha gustado tanto tu post, y lo dices tan bien... Lo he leído antes de salir, y me ha emocionado: se ha quedado conmigo todo el día. Ahora, vuelvo a casa y leo lo que nuestros amigos Divagadores/ Divagantes han escrito, y pienso, sin conocerlos, qué suerte tenemos con ellos.

    Tu padre la tiene también contigo.

    Un abrazo sentido,

    Di

    ResponderEliminar

Comenten bajo su propio riesgo, sin moderación. Puede ser divertido.