Está la personalidad anankástica y luego estoy yo. Me encanta esa palabra, que como el nombre de mi polluela viene del griego (anankastikós) y quiere decir algo así como algo que es obligatorio, coercitivo. Y es que la gente con este trastorno de la personalidad (también llamado obsesivo) están siempre plagados de indecisión y dudas.
Soy indecisa. No hasta extremos patológicos, pero en diversas facetas de la vida, odio tomar decisiones. Compras, o el horror. Porque últimamente, un nuevo factor de dificultad se une a tener que decidir si esto o aquello realmente te gusta, o si lo que parece una buena idea frente al espejo de la tienda, luego va a ser una patochada total frente al de la entrada de tu casa. Ese nuevo factor es la talla.
Hace varias semanas veo un abrigo en Peter Jones, la sucursal de John Lewis en Sloane Square. Me gusta Chelsea, no puedo evitarlo. Me encanta la arquitectura de las viviendas por casi cualquier lugar de Londres, pero Chelsea es lo más. No es snob ir a ese John Lewis: los precios son los mismos allí que en Inverness. Pero divago: decía que es lo que (aprendo) se llama un “fitted coat” (ajustado por el tórax), me lo pruebo. Ay, me queda bien, pero estoy incómoda, aprieta. Me pruebo la otra talla, y estoy más cómoda. Pero no me ajusta tan bien. Mi amiga corrobora lo que pienso. Lo dejo en la percha.
Luego pienso, de verdad lo necesito? Tengo uno que está bien pero tiene un problema serio en un abrigo: no abriga. Y luego tengo el abrigo de mi vida que está, como me dijo Aurora “que ni en Oxfam lo quieren”. Lleno de bolas. Total que la conclusión de la ruminación es: sí, lo necesito.
Que nadie cometa el error de pensar que este proceso dura lo que cuesta leer esta entrada. Son varios días. Y luego pitos, y luego flautas, este sábado tenemos que ir a cualquier otro lugar que no envuelve mi amado Chelsea, y aquel otro hay comida con los Marshalls.
El sábado pasado, y armada de mi fashion gurú y hermana, nos encaminamos, como buenos asesinos, al lugar del crimen. Y típico: ya no está la talla mediana. Sólo la pequeña. Me la pruebo, sí, te queda bien. Pero es que me aprieta, y hago el gesto de abrazar (que coincide con el de sacar a un polluelo de su silleta). Entonces, dilema: andar embutida siguiendo aquella máxima incalificable por el momento de “para presumir hay que sufrir”? O tal vez optar por la opción cómoda que te hace parecer una ecologista de los 80 con un jersey tres tallas mayor?
Qué pasa por la cabeza de Di, frente al espejo? Cómo califica Di esta máxima? Qué opción tomará?
A mi es que eso de que algo te vaya "preto" que dicen en mi tierra como que no me va. Yo apuesto que tu apuestas por la comodidad, ¿qué te apuestas?
ResponderEliminarqué vicio más feo maña... lo de irte a Chelsea.
ResponderEliminarConfieso que es la parte de London que más me gusta y no me sonrojo de afirmar que por dos veces he estado alojado ahí.
como dicen en Mallén, la que quiere presumir tiene que sufrir. Es el sino de la mujer no liberada, la otra es ir a lo mecagüendiez, pero me temo que no te va.
Severan kisses.
Quiero saber si te compraste el abrigo....:D
ResponderEliminarSi uno le da a "contestar" en email-seguimiento no sale aquí. Lo acabo de descubrir. Decía q hay parte II, con tipo de un estilo al tuyo...
ResponderEliminarAcabo de leerlo...como eres madre la mediana!!!...jajajajaja
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