02 junio 2022

Serial 46: Puedes ser mi Doctor Watson, pero lee "Las flores del mal"

  Mark no me mira, solo toma notas. Está al otro lado de la mesa de la cocina en su casa, Stirling, haciendo de examinador. Yo, mirándole un poco disociada y presentando un caso clínico: el oral es ya la semana que viene. Me gusta esta solidaridad pre-examen, ese ayudarse mutuamente que hay en Banderley: he presentado historias a Yolanda, Morgana, y Richard, y cada uno en su estilo da buenas ideas. Cook, sin embargo, no tiene paciencia para esto y no sabe lo que buscan los examinadores del Colegio. Cuando le presento un paciente de la planta siempre terminamos, o bajando al barro de la clínica (le subo o cambio la medicación) o elevando los pies del suelo (sus conceptos filosófico-psiquiátricos).  Con los compas es todo más práctico: resume, habla más despacio, estúdiate aquello, no gesticules demasiado, mírales a los ojos, esa referencia está mal. Aquí estoy, teniendo todo eso en cuenta y mirando a Mark escribir. 

Flashback de hace casi un año, en esta misma mesa, presentando mi primer caso a Marla, cuando vino Mark. Recuerdo su belleza de estatua griega, el cuello, las manos, la boca.  Le he conocido más durante este año: es buen tío, te cambia las guardias si puede, no es complicado, sabe que está bueno pero lo disimula; eso y su vulnerabilidad por el fantasma de su hermana que murió por anorexia, que seguro le acompaña y no es carga ligera. Se ha agarrado al estoicismo para disfrazarlo: nada que no quiera me toca, pero todos sabemos que eso es mentira. No está en la camarilla literaria de Will e Isabel, y es de los pocos que no me ha hecho sentir como que hay un misterio en Banderley. Él solo piensa en hacer deporte y tal vez soy injusta si digo que la conversación con él es básica: trabajo, algún viaje, exámenes, Musonius o como se llamara aquel filófoso y por supuesto remo, rugby o lo que sea. No habla de política ni de su manera de ver la vida, si tiene. Supongo que con un padre juez y viniendo de Kent, será un conservador clásico, sin pasión; conservador en el sentido literal de la palabra, por que sigan las cosas igual que han sido por generaciones para él y los suyos. Intereses de clase: lo normal.  Se me escapa una sonrisa -da igual, no me mira, sigue escribiendo- recordando cómo pude tener ideas sexuales con él hace un año: ahora es todo neutro, no pienso en él así ya más. Asociación de ideas, entra Jack en escena. Jack, que me volvió a enviar otra cinta, solo con su nombre, y un beso, sin dirección en el remitente. Claro, si me esforzara un poco la podría conseguir, y así escribirle de vuelta, darle las gracias. Pero por eso mismo, no lo he hecho. Jack sí parece complicado. Pero no sé: ni eso, ni lo que piensa del gobierno, ni lo que lee, y seguro que me aburriría si me hablara en detalle del Cinco Naciones. Lo que sí sé: iba a reincidir en la pérgola de Hampstead Heath.

Ahí estoy cuando Mark deja de escribir y por fin levanta la vista del folio. Me empieza a dar feedback y yo -Mariona, eres un caso-, enfrascada pensando en tíos buenos. Tengo que salir más, céntrate, escucha, incluso toma tú notas también, todas esas cosas. Asiento y cojo el boli, ahora yo. Está hablando del diagnóstico diferencial, creo, y yo mientras preguntándome qué pasaría si de repente me levantara, apoyara los brazos sobre la mesa inclinándome hacia él, y le plantase un beso. Su cara de sorpresa, o tal vez me haría la cobra? Esta es una situación que nunca he vivido, ni por activa ni por pasiva, porque nunca he estado tan cerca de nadie si no hay ese tipo de sintonía. Cuando estás a tres cms, si te estrellas en su boca o él en la tuya, qué opción hay más que mordérsela? Mark sigue hablando y ahora me extiende el papel donde ha hecho un esquema, yo asiento superfuerte, un gato de la suerte chino - ah, no, que eso es con el brazo. Como hace un año, vuelvo a fijarme en las venas de esa mano y me pregunto si estaba en negación un párrafo antes pensando que no me tiraría a este tío. Y ahora hace círculos alrededor de algunas palabras. Igual debería, después de todo, intentar localizar a Jack. Hace un triángulo del que sale una flecha a la palabra dentro del círculo. Para darle las gracias por sus cintas. Y entonces me pasa el folio y dice:

-Ahora hazlo tú con tu ejemplo.

¿Qué? ¿Hacer qué? Solo tengo dos salidas: o me estrello -déjalo ya, Mariona- o pregunto lo primero que me viene a la cabeza. 

-¿Puedo hacerte una pregunta? 

Cuando termino de formularla, no sé lo que voy a preguntar: así de loco es todo. Creo que él se ha dado cuenta de que no estoy en lo que celebro, o algo. Al final, solo hablará de deporte pero aspira a ser psiquiatra, algo le interesarán las mentes, digo yo. Claro que no hay que tener una tesis en mentalización para captar que estoy en otro sitio. Oigo el temor en su voz cuando dice:

-¿Personal?

Me entra una carcajada que logro domar como risa inofensiva, porque esa mirada y su pregunta de ratoncito asustado solo me dan alas. Y me quitan inmediatamente cualquier deseo de subirme en la mesa. 

-No, tranquilo, no va por ahí -si él supiera, o incluso si yo supiera, me digo- Mira, tú llegaste a Banderley hará dos años ¿no? 

-Ahá

-Por tanto no conociste a una chica llamada Sylvia Lannister ¿no?

-No... cuando yo llegué... no - dice, visiblemente azorado. Me encanta esta expresión "visiblemente azorado". Menudo cliché el "visiblemente azorado", pero lo cierto es que así, visiblemente azorado, es justo como está. Yo, por el contrario, soy Lady Godiva con caballo y todo. 

-¿Qué pasó? - pongo los papeles entre nosotros hacia un lado. 

-¿No sabes lo que pasó? - ha extendido las manos sobre la mesa y tras levantar la vista muy brevemente para mirarme, fija sus ojos en ellas. 

No, Mark, no sé nada. Llevo más de un año aquí y solo sé que está muerta porque he tenido que pedir a un amigo que llamara a un teléfono oficial con una historia inventada para averiguarlo. No, Mark, no sé nada, solo lo que me encuentro entre líneas en notas clínicas que llevo semanas buscando en archivos por las noches. Y me invento historias y sueño con ella, y me voy a meter en un lío y me estoy jugando mi carrera profesional por saber más de esta chica. No, Mark, no sé nada, y aquí hubo gente que estaba ya en Banderley hace tres años, gente que la conoció y que callan, o se van corriendo, o se ponen a llorar de repente. No, Mark, no sé nada, pienso, y tú, querido, tú que no estabas aquí pero que lo oíste al llegar vas a ser el que me lo cuente. Así que le digo, con la voz más dulce que puedo impostar:

-No, Mark, no sé nada. 

-Esta chica... yo no la conocí... pero cuando llegué... en fin, Mariona, fue un palo. No puedo creer que no lo sepas -sigue sin mirarme- Cuando llegué, hacía poco que se había suicidado. Aquí, en Banderley. 

En ese momento dejo de oir, o más bien le oigo muy lejos, como si me cubriera los oídos con cuencos. Todo se vuelve irreal, él, yo, la habitación. Suicidio: cómo no lo supe desde el primer momento. 

-¿Estás bien? Mariona, ¿quieres agua? - ya se está levantado y va hacia el grifo. 

-Gracias

La trae. Bebo. Cuando logro reaccionar le doy otras vez las gracias, porque es quien por fin me ha contado esto. Ahora entiendo el misterio, que nadie quiera hablar, mucho menos quienes la conocieron. Yolanda, Morgana, no-querrás-que-se-entere, Richard, Will, esquivando y negando, y por supuesto, Isabel. Debe ser re-traumatizante para ellos recordar aquello: los días que siguieron, las noches sin dormir, ser el centro de la investigación, la culpa. Todo. Pero Mark aún no había llegado y aunque afectado -imagino que el fantasma de la pérdida de su hermana le visitaría un par de noches-, está a millas emocionalmente en comparación con el resto. 

-Vamos a dar un paseo, te tiene que dar el aire.

Ya es de noche, finales de otoño. Salimos a la pradera, y de allí por la puerta lateral que da al bosque. Vamos por la senda que lleva a aquel mirador que me gusta. Hay luna llena, huele a césped. No estoy preparada para lo que viene y Mark desconoce todo lo que yo llevo invertido en Lannister. No sabe que la quiero porque me colgué de sus poemas, de su salvaje manera de mirar, de su desazón. Ahora, sabiendo que se mató, todos sus textos cobran otras tonalidades mucho más oscuras y yo no puedo pensar. 

No estoy preparada para lo que viene porque es imposible estarlo. Mark dice que la investigación no llegó nunca al fondo de las razones, tal vez estrés por la vida aquí, el trabajo, los exámenes... tal vez estaba deprimida, tal vez se deprimió. Solo sabe que poco a poco iba sacando pastillas de antidepresivos tricíclicos -no sé si dothiepin o amitriptilina- del carrito de la medicación. Por supuesto sabía que son cardiotóxicos y fatales en sobredosis. La encontraron una mañana, tras mucho buscarla, en un cuarto subterráneo que hay en los túneles.  Mark no sabía si yo estaría al tanto de la existencia de un sistema de túneles en los que en teoría solo los de mantenimiento pueden entrar. 

-Sí, bajé un día con Will - le digo.

-Will, Isabel... ese grupo... -dice Mark, y hay una leve duda, un segundo en el que no sé qué cara pone, porque seguimos caminando- se reunían en la habitación que la encontraron. Tenían un grupo de escritura, o lectura, o esas cosas. Ellos lo pasaron particularmente mal en la investigación, los pobres no imaginaban nada. 

Mi mente va a explotar. Tras mi llegada, yo queriendo montar un grupo de lectura, o escritura o lo que fuera y ellos, o tal vez alguna autoridad del hospital, quitando mis carteles, pero sin decirme nada. Empiezo a pensar en modo irracional, a sentirme culpable de que Lannister se matara, a decidir que tengo que hacer algo por ella, como si la muerte tuviera remedio. Caminamos en silencio un rato, me caen unas lágrimas enormes, sin hipos, sin ruido. El no me ve. Nos damos la vuelta. 

-¿Estás llorando? -dice- Lo siento.

Llegamos a mi casa. Aún no he podido hablar. Solo me sale decirle la verdad:

-Tengo miedo. ¿Puedes subir para ver si hay alguien?

Yo, que he recorrido ese archivo por las noches, que he descubierto esos túneles, que me he quedado dormida en el desván tras escribir, que he oído ruidos de tuberías y portazos metálicos a las 3 am, estoy muerta de miedo. Al llegar arriba no hay nadie: Sandip está de guardia, Richard en un torneo fuera, Morgana de vacaciones, Duncan… no sé.

-Me quedo un rato. 

Nunca se lo podré agradecer lo suficiente. Tengo un terror tan grande que cuando se pone a preparar un té, me quedo a su lado, incapaz de ir al sofá amarillo, al otro lado de la estancia.

Cuando nos sentamos, le empiezo a contar mi historia con Sylvia, simplemente porque en esos momentos creo que se la debo. Cuando le describo cómo fue la primera historia clínica suya que leí de aquella paciente con trastorno de la personalidad límite, y lo que parecía una conversación que establecía con su consultant, cuando le cuento la poesía que le había escrito a otra mujer, y todo lo demás, no tengo ni idea que Mark va a querer ser mi Watson. No pensaba pedirle ayuda a nadie porque ya estoy acostumbrada a torear sola en Banderley. Mark no ha leído a Sylvia Plath, ni sabe quién era Anne Sexton, aunque está interesado en la prevención del suicidio, había publicado un artículo del tema antes de venir a Banderley. De hecho, cuando quiso continuar con su investigación aquí, se lo desaconsejaron porque estaba todo demasiado caliente, la herida sin cerrar, tras el suicidio de Sylvia Lannister. Y luego, claro, está su hermana.

-Espera, ¿dices que crees que se comunicaba con su consultant vía las notas clínicas?

-No sé, es complicado, tal vez sea mi imaginación. A mí me parecía su estilo no propio de un un historial, muy poético, como arrebatado. Pero luego vi que no estaba sola cuando le leí a él, que seguía este mismo estilo... 

-¿Quién era el consultant? -me pregunta.

-Steen… trabajé para él unos meses que me enviaron a perinatal y… no sé, es un tipo extraño. Y mira que decir esto con psiquiatras es tela…

Se ríe. El nunca ha trabajado con Steen, no sabe mucho de él.

-Nunca hice click con él, no podría decir por qué. Las enfermeras le adoraban, era como un pequeño emperador en la planta... cuando estaba, claro. Un día fuimos a hacer supervisión por el paseo del bosque. Sabe mucho de neuroendocrinolgía, me interesa mucho que...

-Creo que deberíamos bajar a los archivos -me interrumpe, le brillan los ojos- a seguir buscando notas de Lannister, a ver qué encontramos. Ahora seremos dos leyendo. 

-Hoy no, porfa, tengo mucho miedo. Porfa. 

-¿Qué le dirías a un paciente que tiene miedo? Principios básicos: exposición.

-Este es un miedo abstracto, Mark. He bajado varias veces sola, tienes que entender que estoy muy disgustada…

-Venga.

No es tan tarde como otras noches, pero está todo igual de tranquilo. Cruzamos la pradera y nos distribuimos las plantas en las que pretenderemos estar de guardia si nos encontramos a alguien por los pasillos. Pero, frente a la puerta del archivo, maldición: han cambiado el código. Ahí estoy, decepcionando a mi público: Mark estará pensando que todo esto es mi imaginación. Pero la chica de recursos renace: vamos a entrar por el almacén de debajo de mi casa, y seguiremos por los túneles. Ah, que no sabe lo del regalo anónimo, con mapa, y candado. Ni que hay una entrada a los túneles desde cada casa, y que encontré la de Drummond, la mía, la casa amarilla, una noche. Ni que me hice con la lista de las pacientes que estuvieron en la planta de perinatal en el tiempo de Lannister. Hay tanto que ponerle al día.

No puedo parar de hablar en todo el rato, y él se ha quedado mudo: primero de ver el mapa, luego la trampilla del almacén, que está muy dura y medio enmohecida y al final, cuando ya estamos en el túnel, cada uno con nuestras linternas, de descubrir que soy mucho mejor orientándome que él. Casi sin mirar el mapa tengo como un radar que me lleva: a la izquierda, seguir adelante, a la derecha, hay puertas, esta debe ser la confluencia central y por fin, ahí está la puerta que lleva al archivo, que se abre sin código. Estamos en ese lugar mágico que me está quitando literalmente el sueño, que huele a papel viejo y polvo y que es la llave, supongo, para algo que aún no sé: el archivo.

Tres horas después, hemos peinado un montón de notas de las pacientes de mi lista. El primero en encontrar más prosa inapropiadamente poética para unas notas clínicas es Mark: como un niño al que han dado buena nota viene al pasillo donde estoy yo escaneando y me lee, del puño y letra de Lannister, que tan bien conozco. Son las notas de una paciente que se llama Lisa Warburtons. Como casi todas las de Marcé, está ingresada por una depresión postparto  y según ha leído Mark, el padre del bebé, un hombre casado, no quiso responsabilizarse. Sylvia escribe medio folio de sesión de terapia que termina con partes de un poema precioso que ni Mark ni yo conseguimos identificar. 

No es amor el amor

que cambia cuando un cambio encuentra

o que se adapta a la distancia al distanciarse.

¡Oh, no!, es un punto de referencia fijo

que contempla la tempestad y nunca siquiera tiembla,

El amor no es un capricho del tiempo, 

no se altera con sus breves horas o semanas,

pero se confirma hasta en el filo de la muerte.


Mark me pasa las notas y seguimos leyendo. Pasadas diez páginas de resultados y cambios de medicación hay una entrada de Steen, el consultant. Miro a Mark: es el mismo patrón que en aquellas otras! Los dos leemos con nervios, casi sin respirar lo que ha escrito Steen, que describe brevemente el estado mental de Lisa, el cambio de medicación y una página entera de rollo psicoanalítico que ni Mark ni yo podemos seguir - de hecho, a mí me cabrea, qué pérdida de tiempo. Pero al volver la página, ahí está esperándonos, aunque disfrazado de prosa, sin cambio de líneas, ha escrito un trozo en francés, y este sí que lo reconozco: Baudelaire, el Himno a la belleza,  Las Flores del Mal.


¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,
Belleza? Tu mirada, infernal y divina,

tus besos son un filtro y un ánfora tu boca

siembras al azar la dicha y los desastres,

y todo lo gobiernas sin responder a nada.

El amante jadeando inclinado sobre su bella

es como un moribundo que acaricia su tumba.


¿Y qué más da que vengas del cielo o del infierno,

¡oh Belleza! ¡monstruo enorme, espantoso e ingenuo!,

si tus ojos, tu sonrisa, tus pies, me abren la puerta

de un infinito amado que nunca he conocido?


De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel o Sirena,

¿que importa, si tú haces -hada de ojos de terciopelo,

ritmo, perfume y luz, ¡oh, tú, mi única reina!-

más cortos los instantes, menos horrible el mundo?


Mark no entiende nada. Yo creo que sí. De Satán o de Dios, ¿qué importa? Estoy agotada, Mark: volvamos. Pero él no quiere, claro, él quiere seguir buscando. La addición de este juego la conozco, pero no es un juego. La última vez que encontré versos de Sylvia Plath o de Mary Oliver en sus notas no sabía que Lannister se había quitado la vida. Me encuentro mal, tengo ganas de vomitar. Mark está ya en otro pasillo. Me siento en el suelo otra vez, tengo las piernas dobladas y los brazos extendidos frente a ellas. Meto la cabeza ahí, un rato, un minuto solo, quiero irme a mi casa. A la otra casa: quiero coger un avión y salir de ahí para siempre y no volver jamás. De Satán o de Dios, ¿qué importa? Belleza: tu mirada, infernal y divina.

7 comentarios:

  1. Inconmensurable.
    Me encanta ver a Mariona tan humana y a esa alma cándida que es Mark. Queremos más :)
    Abrazo fuerte
    vi

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    1. jajaja, gracias Vi! Pobres Mark del mundo, todos necesitan una Mariona en su vida, aunque sea un ratito...

      Y esto se acaba... quedan dos, como mucho tres... me va a dar hasta pena...

      Beso grande

      di

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  2. Intrigado, esa es la palabra que define cómo me he quedado. O has dejado.

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    1. Qué bien, Andandos. Yo también lo estoy, tengo una vaga idea del punto final, pero no de cómo voy a llegar ahí... :)

      hugs

      di

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  3. Cuando iba poniéndome al modo Conan Doyle llega el Baudelaire y lo caotizaa todo (o intenta)... menos mal que tienes a un Mark que te acompaña en modo Twain por eses pasadizos tan "poéticos"...

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    1. Bueno MV, esto siempre fue una nivola de detectives, no te habías dado cuenta? Mariona Holmes se defiende sola, este es como dice vi un alma cándida aspirante... ya verás qué le pasa... uuuu

      bicox

      di

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    2. PS> Los pasillos poéticos: el primer poema es una adaptación del shakesperiano Soneto 116

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