30 diciembre 2021

Serial 39. Psicoterapia Nudista. Los psicópatas sueñan en blanco y negro. Archivo: Acceso restringido.

From: mcalleja@york.ac.uk
Sent: 22 September 1997 18:10
To: wlinares@kcl.ac.uk
Subject: Gracias y enseguida empiezo a estudiar

Hola Wences,

Ya sé que me has llamado un par de veces, pero las últimas semanas han sido demenciales. ¿Suena a excusa o solo a manera aburrida de empezar un email? Pues agárrate que sigo:  gracias por el paquete con apuntes que enviaste, tus esquemas de neuroanatomía son de gran ayuda (¿ya sueno inglesa?). Formalidades aparte: ya te dije que yo estudio dibujando porque soy como un tío, muy visual (sí, en eso también) y de una imagen detallada puedo sacar todos los síntomas de un desorden (basta!). 

Voy todas las tardes a la biblioteca, pero me resulta difícil concentrarme. Tengo la cabeza en otras cosas, a las que tal vez esté dando una significación sobredimensionada. Modo confesión: me ayuda escribirlas y la novedad es que he descubierto un desván donde lo hago. Te lo cuento a riesgo de que desapruebes -pero tú vas a psicoanálisis. 

Sé lo que estás pensando: que tengo los exámenes enseguida, que no estoy estudiando. Por una vez, t
e he hecho caso (pero no lo flipes) y he pedido la semana que viene de “study leave”. Sí, vale, cuando me lo dijiste no podía creerlo: o sea, que igual que te autorizan una semana para ir a un congreso, te dejan tiempo para que estudies donde quieras!!! Y gracias por la oferta, sois muy monos, pero vosotros más Londres no me sale más que cirrosis hepática. Me quedo aquí: a las 8 estaré en la biblioteca, a media mañana me iré un rato con la bici, y... vale, ya lo dejo.

¿Qué estás leyendo? Ja, yo también sé hacerte bullying, aunque si leyeras algo más que revistas médicas serías demasiado perfecto, y tienes novio.  Yo he terminado “La campana de cristal”, la novela de Sylvia Plath, y no voy a empezar nada más, hasta el maldito examen. A partir de ahora, solo solo solo examen. Prometido.

Un beso,

Mariona

Dr Mariona Calleja
Senior House Officer in General Psychiatry 
Kraepelin Ward
Banderley Hospital

Enviar. Click. Nunca hay mucha gente en la sala de ordenadores, aún no sabemos bien qué hacer con ellos: escribir emails (solo a Wences, aún ningún amigo del pasado tiene), usarlos como procesadores de texto y luego está internet, ese mundo, para las búsquedas de artículos en Ovid. Me exaspera el proceso: ese ruidito antipático de la llamada de teléfono (piii-piii-clonk-clonk), una espera no-apta para impacientes, la página en blanco durante minutos que se supone significa conectado, y por fin una pantalla fea con un montón de cajas donde teclear datos. Al final, el artículo que quieres nunca está en el catálogo de Banderley: pedido entre librerías vía el bibliotecario -paradójicamente, rellenar a mano formulario con más cajas- y esperar semanas. Hasta Job tiraría la toalla. Un ruido en la esquina me recuerda que yo me iba a estudiar: la impresora, ese sí que es un aparato del infierno, con sus atascos épicos, una máquina que aquí llaman “temperamental”-nunca escuché una mejor personificación. La que está recogiendo los folios que escupe en este momento es Yolanda. Me acerco a ver qué cuenta. Que está preparando otro artículo sobre sus psicópatas, que me invita a un té si me miro el principio de lo que ha escrito. En la cantina, y mientras pide, leo:

“Bob Hare, el padre de la investigación de la psicopatía, define a los psicópatas como depredadores que usan el encanto, la intimidación, el sexo, la manipulación y la violencia para controlar a otros y satisfacer sus necesidades. Carecen de empatía y conciencia, cogen lo que quieren y hacen lo que les place, violando normas sociales sin culpa ni remordimiento. Lo que les falta es precisamente las cualidades que hacen que la humanidad pueda vivir en armonía.

Fue el psiquiatra francés Philippe Pinel el que primero sugirió, a principios del Siglo XIX, que había una locura que no envolvía depresión, manía o psicosis, y lo llamó "Manie sans delire" (locura sin ideas delirantes). En 1891, el alemán JLA Koch publicó “Die Psychopathischen Minderwertigkeiten” y, con ello, bautizó a la psicopatía. Esta palabra es de origen griego, y viene de la combinación de psico (psykhe) que significa "alma, actividad mental" y pathos, "emoción, sentimiento, sufrimiento"”.

-Muy buen comienzo. – le digo cuando vuelve - La definición, contundente, y luego la introducción histórica. Me encanta la etimología: Pathos es el concepto más bonito de toda la lengua griega... esto me lo dijo alguien que la conocía. Total que, etimológicamente, un psicópata es un “alma que sufre”.

-Más bien que hace sufrir -dice Yolanda- Si te lo planteas, el énfasis en esa palabra está en que es una “enfermedad interior, del alma” y esto chocaba frontalmente con la ideología liberal de mediados del Siglo XX, que tendía a buscar razones externas para los desórdenes sociales.

- Sigue igual ahora, a finales del Siglo XX; la ideología progresista liberal, me refiero - intento beber pero el té está demasiado caliente- ¿Se les puede convencer a ciertos progresistas que los genes importan?

- Ya, cierto, ¿y a ciertos conservadores que los genes no son todo? -pregunta retóricamente, y me redirige al artículo- emmm, mira, no sé si meter la historia de Oak Bridge. A mí me encanta, pero ocupa demasiado y voy mal con el límite de palabras.

-No la conozco, cuéntame.

-Ah, bueno, es un capítulo más de la historia enloquecida de esta disciplina nuestra. En 1960, un psiquiatra canadiense, Elliot Barker, montó en Ontario "Oak Ridge", una comunidad terapéutica experimental para criminales con desórdenes mentales. Barker había oído que en Palm Springs, en California, hacían sesiones de, atención- y abre mucho los ojos- “Psicoterapia Nudista”.

No puedo evitar una carcajada. Qué pedrada.

-Imagina: -sigue Yolanda- principalmente iban estrellas de cine, librepensadores de clase media-alta… ese rollo. Se sentaban en círculo en bolas y se lanzaban a sesiones de veinticuatro horas con el lema "la desnudez física facilita la desnudez emocional".

-Madre mía, como unas castañuelas – sigo riéndome.

-Ya te digo. El caso es que Elliott viajó por el mundo y en Londres conoció a RD Laing, el legendario psiquiatra anti-psiquiatría.

-Sí, entre mis regalos de Navidad estaba "El yo dividido", que aún no me he leído. Este era el que decía que si dejabas la esquizofrenia libre, "se quemaría por sí sola", ¿no?

-Este mismo -asiente Yolanda-. ¿Quién te regalaría eso, por favor? me lo imagino... bueno, es un clásico, conoce a tu enemigo y esas cosas. El caso es que Laing había montado una comunidad terapéutica en el este de Londres, Kingsley Hall, donde, escucha, "no había barreras entre médicos y pacientes" -y entrecomilla con un gesto- luego todos se convirtieron en pacientes.

Veo que entra Mark que nos saluda de lejos y va a por un sándwich.

-Total que, volviendo a Barker, decidió montar la primera maratón de Psicoterapia Nudista para psicópatas en su unidad en Canadá. Les daba LSD y las sesiones duraban "once días épicos", sin distracciones, ni tele, ni libros ni, por supuesto, ropa. La idea era que rompiesen los "constructos burgueses" -nuevo entrecomillado gestual- de la psicoterapia tradicional y los psicópatas, que habían cometido toda sería de tropelías, fueran los psiquiatras unos de los otros. 

-Creo que esto lo has de meter en tu artículo -le digo-, yo lo enfocaría como los desastres de probar intervenciones sin evidencia, al tuntún.

-Sí, porque poco a poco fueron saliendo y, si normalmente la tasa de reincidencia en crímenes de los psicópatas era del 60%, el de los que estuvieron en este experimento era del 80%. Uno de ellos, al salir mató a su psiquiatra "para ver cómo se sentía el clavar un hacha a alguien”.

- Tras la terapia que les daba, tal vez lo merecía -digo, y nos reímos

- En serio, el tío culpó a la intervención diciendo que todas esas charlas sobre empatía les enseñaron precisamente cómo fingirla, y aprendieron cómo manipular mejor.

- Genial, qué historia -le digo-. De verdad que se le quitan a una las ganas de seguir en este campo, ¿y luego que tenemos Síndrome del Impostor?

-No dramatices, se va avanzando… A Elliott le sustituyó un tal Gary Maier, que estudió los sueños y concluyó que los esquizofrénicos soñaban con colores vivos, y los psicópatas en blanco y negro. 

-Yo sueño en colores: la sangre es bien roja en mis asesinatos rituales sádicos. 

-Yo también, Maier impostor -dice, terminando su té- Pero luego llegó Hare, con el que he empezado el artículo, que dijo claramente que los psicópatas no los crean los padres débiles y las madres controladoras: nacen así – aunque bueno, es complicado, también hay más en familias que pasan de ellos. Y estableció que son incurables, y que lo que hay que hacer es aprender a identificarlos, no intentar cambiarles. A ver, lee este párrafo y dime si lo dejo o lo quito:

“Bob Hare, que había hecho su tesis sobre el tema “respuesta al castigo”,  cuando llegó a la prisión de Vancouver se dio cuenta de que algunos internos no respondían al castigo y comenzó a comparar internos psicópatas y no psicópatas. En su primer estudio, que hoy es un clásico, hacía a los participantes mirar la cuenta atrás de un reloj que terminaba en una descarga eléctrica, sin consecuencias para su salud, pero dolorosa (esto ocurría antes de los comités de ética, se prohibió a principios de los 70). Les ponía un electrodo en el dedo que medía el sudor: la gente normal perspira antes de que llegue la descarga, en anticipación. Sin embargo, descubrió que los psicópatas no: o sea, no anticipaban el castigo. 

Recordemos el sistema límbico cerebral que contiene la amígdala, el hipotálamo y el hipocampo. La amígdala es la parte del cerebro que anticipa el dolor, normalmente manda señales de miedo al sistema nervioso central en esos casos, pero Hare descubrió que la amígdala de los psicópatas no estaba funcionando correctamente. Cuando repetía el test, los sicópatas seguían sin anticipar nada, sin mandar señales de miedo: no aprendían. Por eso es tan probable que re-ofendan, porque no aprenden de las consecuencias. Concluyó que los cerebros de los psicópatas eran distintos, al menos en esto.

En otros experimentos como el “Startle Reflex Test”, les hacía mirar imágenes gore terroríficas. Mientras que los no psicópatas se estremecían, los psicópatas no se horrorizaban y permanecían fascinados con las imágenes. Cuando se estudiaron desde el punto de vista de la psicolingüística, se dieron cuenta de que los psicópatas procesan palabras emocionales en otras partes del cerebro. En lugar de mostrar actividad en el Sistema límbico, el clásico centro de procesamiento de emociones, los psicópatas mostraban actividad solo en la zona frontal del cerebro, en el centro del lenguaje. Es como si solo pudieran entender emociones lingüísticamente, no sintiéndolas”.

-Tengo que cortar algo, o no me da el espacio para el caso clínico- dice Yolanda- Son muy estrictos con el límite de palabras.

-¿A dónde lo mandas?

-Bueno, idealmente a “The Journal of Forensic Psychiatry & Psychology”, pero ya veremos si lo aceptan…

Se acerca Mark, que se alegra de vernos, que se va a correr, que si le puedo cambiar una guardia. La semana que viene imposible, me la he cogido libre para estudiar. Los dos alucinan con que me quede en Banderley: todos se van a sus casas en "study leave". Me pregunto si aquí habrá el equivalente de los monasterios peninsulares donde la gente se retira a preparar oposiciones, a escribir, a superar un fracaso amoroso. Mark, todo perceptivo, se ha debido dar cuenta que no puedo coger un tren a casa como él, y me sugiere un pequeño hotel al norte de Whitby, antes de llegar a Saltburn, frente al mar. En esta época no habrá nadie, he de pedir la habitación del último piso, mover la mesa frente a la ventana y acampar allí. Otro tío dando consejos. Y mientras se levanta: me dejará el teléfono en mi casilla de la planta. Yo asiento intentando que no lea en mi cara la duda que me azota: ¿Mark ha ido a este Bed & Breakfast a estudiar? Really? Cuando se va, Yolanda me mira a los ojos y al techo en un movimiento rápido que supongo significa que ella no tiene duda.

A la salida, biblioteca. Hoy voy a trazar un plan de estudio para la semana que viene, en serio. Se está haciendo de noche, no hay casi nadie a esta hora y no me extraña: es tan difícil estudiar aquí, es tan precioso este recinto... Solo querría escribir, cualquier cosa: por ejemplo sobre ese hotel de Saltburn en el que no he estado. Cualquier excusa es buena. Céntrate. Lunes por la mañana: desórdenes alimentarios. Lunes por la tarde… voy mirando el temario, creo que se me ha echado el tiempo encima. Me entra un cosquilleo por la espalda: voy retrasada, tantos paseos bajo las estrellas, noches en Serotonina, remo, desván… Odio este ramalazo de culpa católica, pero estoy agobiadísima, me digo a mí misma. Intento hacer algo de comecocos: venga, Mariona, tienes una semana entera por delante, luego las tardes, y el finde antes del examen. Vas a poder, ya verás. Qué simpática esta animadora grupal.

Un ruido como de agua en radiadores me rescata de esa cinta de moebius. Y ahí está, al fondo, el señor Foster drenándolo o lo que sea, con el tintineo de las mil llaves que le cuelgan de la trabilla del pantalón azul azulete - nunca me ha gustado ese color. No me ha visto, o por lo menos no me ha saludado, pero eso no me arredra: cualquier excusa para levantarme de esta mesa.

-Hola, señor Foster, ¿se acuerda de mí?

El hombre no pega un saltito ni nada.

-Ah hola, sí… eres la de la buhardilla de….

-…Drummond -me apresuro-, la casa amarilla.

-Eso, eso… nunca me he aprendido el nombre de las casas, gracias a los colores las distingo – y se ríe.

Me río con él. Estoy determinada a caerle simpática. 

-¿Y le falta mucho para terminar hoy? -madre mía, mi patetismo con la conversación de ascensor -small talk que se le llama aquí.

-Neh, terminar de dar vuelta a unos cuantos radiadores... estos tan viejos siempre nos dan dolores de cabeza… y entonces, al pub! -nueva carcajada- Ahora bajaré un momento al archivo, esos sí que están hechos polvo…

El archivo.

Alguien abre la puerta, mira en la sala y al no encontrar a quien busca, se va.

El archivo. El tiempo parece que pasa en cámara lenta, pero debo reaccionar enseguida:

- Emmm, señor Foster… ¿le importaría si bajo con usted al archivo? Estoy escribiendo un artículo sobre… historia de la archivística psiquiátrica en el Reino Unido en el SXIX- me descubro ante mí misma: sinceramente, no sé de dónde he sacado esto. 

El hombre deja lo que está haciendo y me mira. Para rellenar el silencio, sigo:

-Los archivos de lo que se llamaba “manicomios de lunáticos” no están centralizados y muchos están todavía en sus hospitales…

-Sabes que es confidencial todo lo que hay allí- dice, con lo que me parece una mirada de sospecha.

-Sí, sí, claro, no soñaría con mirar ninguna nota de pacientes. Pero me serviría ver el lugar para describirlo.

Sigo a Foster como si no nos conociéramos por el pasillo principal. Disimulo como en las películas: hago como que busco algo en los bolsillos cuando viene un enfermero que ni me ve, que pasa de largo. Foster se ha metido por una puerta que he visto mil veces en la que pone claramente “No entry”, prohibido el acceso. Qué bien sienta siempre atravesar algo con un “prohibido” a su entrada. Dentro, parece zona de mantenimiento, bastante destartalada, si la comparamos con el pasillo imponente del que venimos, con sus baldosines de colores y detalles de escayola en techos y lámparas. Aquí los techos son más bajos y hay cuartos pequeños cerrados, un baño de esos con lavadero y fregonas. Tengo un flashback de uno de los gimnasios de mi colegio, en un semisótano donde estaba el cuarto de calderas. Una tarde lluviosa, aburrida, a alguna, la más traviesa - la más cabrona-, se le ocurrió la gran idea de encerrar al pobre trabajador. Al fondo, está la escalera que Foster ya está bajando. Oigo los puñetazos de aquel hombre en el cuarto de calderas: la mala era yo. Y ahora voy medio de puntillas, haciéndome la santita. No sé quién ni cuánto tardaron en encontrar al hombre. Nunca nos descubrieron. 

Bajamos y hay otro pasillo largo, amarillento: la luz del fluorescente no ayuda a disimular la decadencia, que cada vez es mayor según nos adentramos en las tripas de Banderley. Si me lo planteo, ya he estado en los subterráneos de este hospital, pero en sus satélites: los túneles de Serotonina, cuya dirección no podría localizar desde aquí. Necesitaría una brújula y un mapa. Qué imaginación: esto del estudio me está afectando; lo del no-estudio, me refiero. Las llaves de Foster hacen ruido, el fluorescente hace ruido, mis botas hacen ruido. Ya no huele a hospital. En realidad, solo las plantas huelen en Banderley a hospital, el resto es una mezcla a viejo y comida de comedor escolar. Huele a cerrado y a polvo y a sudor de Foster, que no es malo, algunos sudores de tío no lo son. Está delante de una puerta que pone “Archivo. Acceso restringido”. Cómo me pone toda esta parafernalia, restringido no es prohibido, pero también mola. Tiene una manilla con código. Se da la vuelta, con movimientos lentos, para comprobar que no estoy mirando: yo pretendo admirar un cuadro con motivo de caza, espantosamente inglés. Intenta tapar con su mano los botones metálicos, pero el orden es el mismo que en la piscina y el código está claro 172337XW. Lo repito en mi cabeza 172337XW. La memoria de trabajo nunca ha sido mi fuerte, pero 172337XW. Ya lo tengo, todos son primos, y la X y la W, dos de mis letras favoritas. Foster hace un ruido con la garganta mientras busca el interruptor.

-Voy a comprobar estos radiadores… puedes mirar por los pasillos. -no las tiene todas consigo- Por favor, no toques nada.

-Por supuesto, señor Foster, muchas gracias, de verdad.

Clonkkkk: son las las luces cuando las da, y se ilumina la estancia, a la izquierda y a la derecha enormes pasillos con estanterías hasta el techo llenas de notas clínicas. Si esto fuera una peli, la protagonista caminaría despacio, maravillada, dejándose hipnotizar por el olor a papel viejo e imaginando las historias personales que habrá dentro de esas miles de historias clínicas. Pero no tengo tiempo que perder: hoy necesito familiarizarme con el sistema que usan para ordenar. Hay historias tan antiguas como del Siglo XIX, solo unas pocas, conservadas en unas librerías de cristal, bajo llave. Supongo que todo esto debería estar en un museo, o que algún día, con el desarrollo de la informática que acaba de empezar, serán todos digitalizados.

Tras un cuarto de hora metiéndome por el laberinto de esos pasillos me queda claro el sistema, que es alfabético, no por plantas: si supiera el nombre de un paciente, podría entonces acceder a sus notas. Mi problema es que no sé el nombre de nadie, aparte de Scarlett Harridan -nunca olvidaré ese nombre- que estuviera en la planta de perinatal cuando estuvo Sylvia Lannister. Y no puedo ponerme a buscar al azar: aquí hay miles y miles de notas.

-¿Dónde estás? ¡Ya he terminado! -Grita Foster desde la entrada.

Salgo a toda prisa, toda sonrisas.

-Perfecto, vamos, muchas gracias señor Foster. Esto me ha ayudado mucho… para mi artículo.

-¿No habrás tocado nada?

Salimos de la misma manera que hemos entrado: por separado, como si estuviéramos haciendo algo malo.

172337XW mientras cruzo la pradera hacia la casa. 172337XW. 172337XW. 172337XW. Ahora tengo que volver a Marcé a por esa lista de pacientes: ¿en todas y cada una escribiría Lannister con ese arrebato suyo? 

172337XW. 

4 comentarios:

  1. Este rato leyendo esta historia me traslada a un teatro de hace muchos, muchos años y a la intensidad desde tu butaca viendo una gran obra. Igual exagero.

    Brindo por Mariona.

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  2. Querid@ Anónim@, qué amabilidad la tuya, muchas gracias :) Y claro q exageras, pero no veas el bien q me hace ahora q, aunque me encuentro bien, acabo de hacerme otro test y sigue dando positivo... No me voy a poder ir a la isla...

    UN beso grande, pásalo bien y todo lo mejor para 2022...

    di

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  3. Supongo que el campo de la siquiatría está lleno de recovecos, de experiencias fallidas, otras acertadas también, y la evidencia científica es difícil.
    Trabajar menos horas y ganar más dinero, emplear el tiempo en cosas que desees hacer quizás mejoraría la salud mental de todos. Se habla mucho ahora de la salud mental y en tu post la parte divulgativa ocupa, o me da la impresión, más espacio que la novelesca, pero me han gustado ambas.
    Un abrazo

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  4. ANDANDOS, la evidencia cietífica es más difícil q en otras disciplinas pq es más difícil cuantificar, pero es posible.

    Y sí, tienes razón, tengo q meterle el turbo a la novelesca o no lo terminaré nunca... lo q pasa es q me pongo a escirbir sobre "la divulgación de turno" y ya se me han ido tres mil palabras...:) "EStamos trabajando en ello" :)

    UN abrazo

    di

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