04 diciembre 2021

Serial 38. Un diván en el desván, un Goya en la National Gallery y la terrible brecha entre "en frío" y "en caliente".

A media mañana, cuando termino el ingreso, vuelvo un momento a casa. Tengo supervisión con Cook en un rato y me he olvidado el cuaderno con la revisión de la literatura que me pidió. Los actos fallidos, ¿eh, Herr Freud? Sister Harding, serán 10 minutos, y ella amaga una sonrisa. Al llegar a casa, la puerta abierta. Dejo los zapatos abajo en el recibidor, y al final de la escalera está uno de mantenimiento. Septiembre: revisar las tuberías para poner a punto el sistema de calefacción que, en realidad, nunca se ha apagado del todo. Se necesita algunas noches: así es la vida en el norte. Ruido de radiadores, huele a algo químico, su colega está arriba, en la buhardilla.

No sabía que había acceso a la buhardilla. Desde fuera, la casa parece que tiene solo un piso: los bajos son un almacén donde guardamos bicis, equipo deportivo, las maletas. En el primer piso hacemos la vida. Pero si te alejas un poco en la pradera, se ve el tejado inclinado que, hoy descubro, tiene dentro vida propia. Cómo no me di cuenta que el pasillo del fondo, el que no lleva a ningún sitio, tiene en el techo una trampilla. De la que, veo ahora, sale una escalera desplegable.

¡Hola!, digo desde abajo. Subo varios peldaños y otra vez, esta interrogativa: ¿hola? Una voz grave grita, adelante, dándome permiso para sacar primero la cabeza y por fin subir. Tal vez soy una persona impresionable y predispuesta a maravillarme por tonterías o por lo menos, por ciertas tonterías: me quedo anonadada. Se trata de una gran estancia -su extensión es como la de toda la casa, aunque solo en el centro se puede caminar de pie. Tiene varias claraboyas que la llenan de luz. Un espacio diáfano prácticamente desamueblado si no es por lo que parece... ¡un diván!

-Pasa, pasa - me dice el hombre al que he visto otras veces arreglando cosas por Banderley, un señor de ojillos brillantes que debe estar a punto de jubilarse.


Diván de Sigmund Freud,
en el Freud Museum,
Hamsptead, Londinium
No puedo disimular la emoción que me causa aquel lugar, ni lo intento. Me mira extrañado. Cuando llego al diván, le pregunto si le puedo quitar la sábana que lo cubre. El diván es, ahí afuera, el símbolo universal del psicoanálisis, después de que Freud lo usara para invitar a la "asociación libre". No debería yo seguirle el juego pero, algún día, cuando tenga casa, tendré un diván. Por supuesto, irónicamente.  Nunca me he sentado en uno como paciente, ni nunca sentaré en uno a ninguno de los míos, pero este es una maravilla. El hombre no sabe cómo ha llegado hasta aquí: a las buhardillas solo acceden ellos, que él sepa, y lleva por los menos tantos años como él en Banderley. Echa una carcajada, son unos cuantos, créeme, entré de aprendiz con 16. Doy la vuelta sobre mí misma mirando hacia el techo, como en las pelis de Navidad cuando nieva: este lugar es perfecto, solo falta una luz de pie al lado del diván. Mi “habitación propia”, mi cobertizo del jardín, mi casita de árbol. Escribir. Pero no le digo nada, vuelvo a cubrir el diván, muchas gracias, me voy. ¿Cómo se llama? Y le extiendo la mano. Mr. Foster, Phil Foster. Mientras bajo pienso que el señor Foster no se ha movido de esta zona del mundo en su vida, casi medio siglo en Banderley. El otro hombre está en el almacén cuando me marcho. Al llegar a la entrada principal de Banderley-C, obviamente no he cogido el cuaderno para el que había vuelto. ¿En serio Mariona? Desando el camino por la pradera, y de lejos veo a los hombres salir. Cojo el cuaderno y voy al pasillo del fondo, como para asegurarme que la trampilla al desván está ahí. Efectivamente.

Cook me está esperando: que llego tarde, que habíamos quedado a y media. No, era a en punto. No, era a y media. No, a en punto, y abro mi diario. El, sin datos, no puede contratacar y se sienta como un niño cabreado. De todas formas, está mucho más accesible desde que volví de Marcé, gran contraste con Steen. Steen, el ausente, el encantador de enfermeras, el pequeño Napoleón: ya me he olvidado de él. Cook es un viejo gruñón aburrido cuya única novedad son, cada seis meses, los distintos residentes a los que calentarles la cabeza con sus intereses académicos tipo “el género humano”. Al principio impresiona mucho: cómo olvidar el terror en esas sesiones de supervisión, sometida a interrogatorios, sin saber por dónde me daba el aire. Ahora, desde que estudio para los exámenes, estoy más al día de la última evidencia que él. Y se ha dado cuenta. No le fastidia, es más, me utiliza para saber por dónde va la investigación en campos que él no se ha molestado en leer desde hace décadas. Uno de los primeros días de esta segunda fase juntos le pegué un repaso a propósito de la heredabilidad de la esquizofrenia, y se dio cuenta de que yo ya no era la que me había ido. Igual estoy siendo injusta, tampoco es que él esté anclado en "la madre esquizofrenogénica". El balance de nuestro poder, por tanto, ha virado un poco: seguimos jugando el papel de que él es el que maneja el arte, el viejo zorro que se sabe todos los trucos clínicos, y yo la ciencia, con todos esos artículos de los que él mismo admite, solo se lee el resumen porque ya no entiende nada de la estadística de la sección resultados. Cómo este hombre sigue haciendo investigación es un misterio: bueno, no lo es, está claro que se lo hacen otros. Así es este mundo en el que aspiro a ingresar con el examen dentro de un mes.

Nada más entrar, cuando le quiero hablar de mis planes con un par de pacientes que no responden a la medicación, me desvía descaradamente. Quiere hablar del paciente pintor, y me mira divertido. Le han llegado noticias de la terapeuta ocupacional, me imagino. El pintor es un hombre de unos 60 con un Trastorno Afectivo Bipolar ingresado por una fase maníaca, ya estabilizándose: pronto le daremos el alta. Me encanta escucharle, es una enciclopedia de arte, y siempre terminamos hablando de Goya: a ambos nos entusiasma. Con dolor me cuenta que nunca ha estado en El Prado, es su asignatura pendiente. Ver las pinturas negras: ¿qué debe ser eso, cuando se está en la fase depresiva de sus ciclos? Me pregunta si creo que Goya estaba deprimido cuando los pintó. Él se puede identificar plenamente con el Goya exiliado, gruñón, desencantado cuando está hundido (como su "Perro semihundido", ¿lo conoces?). Pero ahora no, ahora acaba de estar en la cresta de la ola, aunque va de bajada, nuestros antipsicóticos mediante-y me hace una mueca. No le importa admitir que disfruta de sus fases maníacas, por lo menos de las hipomaníacas, cuando aún no ha perdido la introspección, el contacto con la realidad, y está simplemente llenándose de energía, que le sale por todos los sitios. Energía creativa, todo son ideas y proyectos y planes, aunque tiene claro que nada se materializa de esos estados- esas cosas solo le pasaban a William Blake, se ríe. Me intenta explicar cómo se siente la hipomanía: es como estar enamorado, ¿sabes? Porque tú sabrás lo que es eso ¿no? Intento desviar la conversación: primeros principios, no dar información personal. Pero él siempre me acaba trayendo otra vez: ¿por qué me gusta Goya, por qué precisamente "Los Fusilamientos del 3 de Mayo"? Es un cuadro que a él le ha obsesionado toda su vida. Me habla de rasgos técnicos, de que es la primera obra de arte contemporáneo, le brillan los ojos, y me deben brillar a mí cuando le hablo de la crítica a la guerra subyacente, del hombre de la camisa blanca. No me extraña que le hayan dicho a Cook que paso demasiado rato con él.

A veces voy a verlo a la sala de Terapia Ocupacional, y me enseña sus lienzos. Ahora están llenos de brillo, de colores cálidos. Reconoce que son un poco excesivos, los empezó antes de que la medicación le bajara de la nube: entonces le parecían geniales, ahora una mierda. Quiere saber si tengo vena artística, cambio de tema. Querría dibujarme, cambio de tema. Quiere saber si echo de menos a mi familia, cambio de tema. Me dice que no va a dejar de preguntar, pese a que yo abiertamente cambie de tema. Sabe que no tengo otra opción, no se lo toma personal. Quiero darle de alta, pero a la vez quiero seguir hablando con él.

"El hechizado por fuerza",
Francisco de Goya, 
National Gallery
Me habla de los Goyas que hay en el Reino Unido, un puñado, estos sí que los ha visto. Ha pasado horas muertas en la National Gallery, donde están casi todos. Su favorito es "El hechizado por fuerza” o “La lámpara del diablo”, lo conozco? No. Pues he de ir. Es uno de los seis cuadros de brujerías que Goya pintó en 1798, como siempre cargando contra la superstición ligada a la incultura de la época. Cierra los ojos, me dice, y me lo describe: imagina una estancia como de las pinturas negras, tenebrosa, sucia, que te da miedo. Asiento. En el centro hay un personaje miserable, que representa todo lo que Goya odiaba: la tacañería, la gula, la superstición. Un cura. A su lado, el demonio, representado como siempre por un cabrón, con sus cuernos rizados y las cuencas de los ojos vacías, sujetando una lámpara. El cura se tapa la boca para que el diablo no entre en su cuerpo, a la vez que llena con aceite la lámpara que sujeta Satán. La pared me apasiona: tres burros, la ignorancia, bailando. Tienes unas pestañas muy largas, doctora Calleha, dice tras una pausa. Abro los ojos, me tengo que ir.

No le digo estos detalles a Cook, a saber lo que le han contado los de enfermería. Me intento escapar con un par de lugares comunes del tema artístico para quitármelo de encima, e intento pasar al tema medicación. Pero menudo es Cook para que le cambien de tema, debería aprender de él. Empieza su monólogo y, sus opiniones del mundo del arte son, cómo decirlo, muy Cook. El arte contemporáneo es la nueva religión de la clase media-alta liberal; los museos, sus nuevos templos. Los feligreses acuden, incluso sin disimilar, los domingos: en Londres, le han contado, es escandaloso. Si vas de viaje, son las nuevas peregrinaciones. Me echo para atrás en la silla, lo que viene siendo el "ponte cómoda", porque veo que esto va para rato: inútil resistirse. Un tío me va a explicar algo, otra vez.

Cook cree que el arte es el producto de adaptaciones evolutivas. Partamos de que lo que hoy nos da placer es lo que promovía la salud y desarrollo, lo que les hacía más aptos a nuestros antepasados: la comida, el sexo, y la seguridad. Sobre esto último, todo empieza con el placer estético de experimentar objetos simétricos, el ojo humano ama la simetría. Y algo que nos da "placer visual" (me mira por encima de sus gafas como si pusiera un entrecomillado) en entornos naturales, puede también promover salud y supervivencia. Por ejemplo, si hemos captado patrones de simetría en la sabana, somos menos vulnerables a depredadores.


Bullingdon Club, Oxford:
"The Theory of the Leisure Class"
Pero pero pero, lo que a él le parece lo más interesante en esto del arte es la "psicología del gusto". Se para un momento, como para que yo me dé cuenta de que ha dicho la palabra "psicología", así que no estamos tan lejos de una supervisión. Yo me cambio de pierna -las tengo cruzadas- cuando en realidad querría ponerlas sobre la mesa, o sentarme encima de una y agarrarme la otra, doblada. Y sigue: nuestros gustos artísticos reflejan una búsqueda de estatus. Como no podemos ver las cuentas corrientes de nuestros vecinos, una buena manera de evaluar cuánto tienen, es estudiar en lo que tiran el dinero. Y entiéndame, estoy siendo provocador, pero es que el arte no "sirve" -nuevas comillas- para nada. Esto no es mío, dice, ¿ha oído hablar de Thorstein Veblen? No. Me mira con cierto escándalo. Veblen era un sociólogo y economista americano, el que escribió "La teoría de la clase ociosa". Me sigue mirando, esperando que asienta, yo sigo en blanco. Veblen habla de que la psicología del gusto está impulsada por los tres "cánones pecuniarios": consumo ostensible, ocio ostensible y malgasto llamativo. Por empezar con el consumo, estaremos de acuerdo en que los símbolos de estatus están hechos con materiales difíciles de conseguir y por personal muy especializado. Yo intento el duro equilibrio de no asentir demasiado, o no saldré nunca de aquí, a la vez que no resultar maleducada: de vez en cuando hago un ruidito que suena como un ahá sin entusiasmo. El arte es un ejemplo de consumo ostensible o llamativo: no tiene función práctica y los artistas han de tener una técnica o habilidades especiales, que son admiradas por el resto. Esta virtuosidad artística es sexy, algunos piensan que en el fondo, el impulso de crear arte es una técnica para ligar, usted qué piensa, que aún es joven. Yo no tengo ni idea qué pienso (¿no es la pura selección de los mejores rasgos que va a asegurar la supervivencia de nuestros genes lo que atrae?), pero eso no es problema: pregunta retórica y él sigue con su conferencia. No: él piensa que el arte va de impresionar a otros dejando claro tu estatus social. El ser un " connoisseur" de obras culturales inaccesibles te hace miembro de ciertos estratos de la sociedad. Y cuanto más inaccesibles, mejor. ¿Ha leído usted a Pierre Bourdieu? De nuevo: no. De nuevo, pequeño teatrito del escándalo. Tiene que leer "Distinción", si le interesa entender algo de este tema: no es lectura fácil, pero merece la pena. Ningún juicio de gusto es inocente ni puro: cada día elegimos entre lo que encontramos estéticamente agradable y lo que consideramos de mal gusto. Bourdieu se centra en la burguesía francesa, pero se puede extrapolar a cualquier sociedad occidental: nuestras elecciones estéticas están hechas en oposición a las de otras clases. Estas pequeñas distinciones de gusto son simbólicas y se convierten en la base del juicio social. Todos somos snobs, doctora Calleha.

Me separo del respaldo de la silla, pongo las manos en el borde de la mesa y le planteo si leer un ensayo de un oscuro crítico del capitalismo de 1899 sobre el consumo ostentoso, o el de un francés sobre una crítica social del gusto, publicado hace 20 años no es el equivalente de alinearte con cierto arte así llamado elevado para querer pertenecer. Con la narrativa es diferente, dice, porque hay contenido, no solo simbolismo. Llaman a la puerta: es Sister Harding, toda sonrisas, que quiere que le firme unas recetas.

Al volver a casa no hay nadie. Se ha puesto a llover. Verano: game over. Hay una nota en el imán del frigo, “estamos estudiando neuro en la biblioteca”. Es la letra de Sandip: qué social, quién le habrá hecho escribir esto. Debería coger los apuntes y reunirme con ellos, estudiar algo. Es tan duro esto: todo el día trabajando, algunas noches de guardia y, las que no, memorizar. Paso unos segundos sintiendo pena de mí misma, pero enseguida me aburro: no tengo paciencia ni para eso. Mis pies me han llevado al pasillo trasero donde está la entrada al desván. Estoy sola, cómo desaprovechar este momento. Abrir la trampilla, subir unos peldaños, solo sacar la cabeza a ver si está todo como por la mañana (¿cómo va a estar?). Pero antes, cojo el cuaderno y la pluma, y ábrete sésamo, y ya estoy arriba. Rasss, descubro el diván. Con la espalda apoyada en el respaldo, y el cuaderno sobre las piernas dobladas comienzo a escribir. Y me sale todo, como en trance: la conversación con el pintor, que no se me olvide nada, algunas de las frases efectistas de Cook, e ideas mías intercaladas. Me encanta este lugar, necesito encontrar una pequeña luz lateral y ya. Me debato si debería decirles a los demás que lo he encontrado.

Llego a la biblio llena de energía: en una zona del fondo, alrededor de una mesa están Duncan, Yolanda y Sandip. Atlas de neuroanatomía abiertos, notas, mindmaps. Llevan ya un rato y están aburridos del sistema límbico. Todos menos Sandip, que anota interesadísimo hasta el último detalle: me pregunto por qué no se habrá hecho anatomopatólogo. Yolanda y Duncan, los dos aspirantes a psiquiatras forenses, están hablando de juicios, sobre las valoraciones del jurado y la validez de las sentencias de jueces. Porque, dicen, todos ellos están, en frío, determinando cómo tratar a gente que, la mayoría de las veces actuaron en caliente. A no ser que te toque un psicópata, que actúa en frío- y es evidente que esta es la parte de la conversación que a ambos obsesiona.

Yo no había oído nunca hablar de "la brecha de la empatía en frío-en caliente" (“hot-cold empathy gap”). Al menos con ese nombre, y con los estudios asociados: ya tengo algo para contarle a Cook el próximo día. Algo que te pone en contacto con el "extraño que llevas dentro", porque a todos nos pasa: cuando estamos "en frío", no nos reconocemos en algunos comportamientos de cuando estábamos "en caliente". Estos estados pueden ser fisiológicos (como frío, o dolor, o hambre, o excitación sexual), o una emoción muy fuerte (como miedo, o ira, o enamoramiento) y cuando no los estás experimentando, cuando ya se te han pasado, te cuesta imaginarte a ti mismo en esa situación. Cuando estamos "en frío", somos lógicos, prudentes y no entendemos como "en caliente", nuestras emociones nos sobrepasan. Esta falta de empatía hacia nosotros mismos es la brecha a la que aluden, que tiene además un vector temporal: la brecha retrospectiva, esa mañana siguiente que no nos explicamos la noche anterior, pero también hacia futuro, porque olvidamos que, cuando volvamos a estar en un estado "en caliente", no podremos acceder a nuestra lógica de "en frío".

Pero, además, la brecha no solo nos hace llegar a conclusiones equivocadas con respecto a nosotros mismos, nuestras acciones y motivaciones, sino que también nos hace jueces implacables de los demás. Y es difícil entender el comportamiento de otra gente que está actuando bajo la influencia de emociones que nosotros no estamos experimentando. Duncan vuelve a la impotencia que siente un experto de nuestro ramo en un juicio, cuando estas cosas no se tienen en cuenta. Al final, todos menos Sandip, que sigue enterrado en los atlas, estamos de acuerdo en que un primer paso para solucionar esto es que políticamente se legisle para hacer más fácil que "en caliente" tomemos las mismas decisiones que tomaríamos "en frío", por ejemplo: los condones deberían ser accesibles de una manera fácil. También para ralentizar nuestras decisiones, más ejemplos: no es buena idea el fácil acceso a armas, como en EE.UU. La salud pública va de poner barreras, y funciona.

Me quedo pensando en los que vendrán con "su libertad", sin tener ninguna evidencia de que eso sea mejor para el colectivo. Individualismo y los EE.UU., siempre de la mano. Entonces Yolanda termina con otra idea que me deja aún mucho más pensativa: a veces los estados "en caliente" no nos impulsan a hacer cosas, sino que nos paralizan, con emociones como la vergüenza o el miedo. Y añade que esto es lo que les pasa a mujeres que han sido acosadas en el trabajo: los incidentes se repiten y aunque ellas luego, en frío, se dicen que no va a volver a ocurrir, que la próxima vez le pararán los pies al acosador, cuando están en la situación, no lo hacen. Yolanda cita un estudio en el que se demuestra que cuando se encuesta a la población femenina en general, en frío, sobre cómo se sentirían en una circunstancia de acoso, la mayoría dicen enfurecidas. Pero cuando son acosadas, "en caliente", el proceso es más complejo: pasa inicialmente por interpretar ese hecho como acoso, y luego, en décimas de segundo, analizar si merece la pena confrontar. Y durante todo este proceso, lo que las mujeres reportan es miedo. Y bloqueo. 

Nunca me había planteado el acoso sexual como algo así. El hecho es que se culpa a las mujeres por seguir ahí, por no denunciar, por no irse. Claro que me había planteado la situación de no poder irse por motivos externos, económicos, de vergüenza, todos perfectamente racionalizados y pensados. Pero no por esa brecha del no-volverá-a-pasar, yo-puedo, "en frío" y el darse de bruces con la imposibilidad cuando se está en un estado “en caliente”.

Se ha hecho muy tarde ya. Salimos de la biblioteca hacia casa. Mi mente está en llamas. Me pregunto si ponerme a escribir ahora, "en caliente", será buena idea: en todo caso, lo podrá analizar esa extraña, la Mariona de la mañana, "en frío".

12 comentarios:

  1. Hay ciertas decisiones en ciertas personas, da igual el género, que nunca podrán tomar ni en frío ni en caliente según mi humilde opinión.

    Otra delicia

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  2. :) Gracias ANónim@. No recuerdo si en "Serial" han hablado de la Pirámide de Maslow (en otras entradas del blog sí): hay gente cuya única preocupación es sobrevivir día a día y poco pueden decidir. Pero sí, hay gente q, teniendo los medios, parece q no deciden activamente, dejándose llevar en la vida - claro q no decidir ?no es tb una manera, aunque pasiva, de tomar partido? En todo caso, las Grandes Decisiones mejor tomarlas en frío... si se puede :)

    Un abrazo

    di

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  3. Sim mejor decidir en frío.Pero parece que tras cada decisión, icluso en la más racional-fría, hay una (cálida) emociòn, o algo así dice Damasio.
    Me gusta tu serial.
    Nati

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  4. NATI, me alegro de verte :) y gracias por traer a Damasio. Yo lo entiendo como q la emoción es algo biológico, adaptativo evolutivamente, luego ignorarlas sería desastroso en situaciones de supervivencia (tomar la decisión de echar a correr tras las palpitaciones, temblor, etc q nos ha causado una serpiente). Ahora, en decisiones complejas, con distintos niveles cognitivos, condicionantes sociales, etc, es posible q esa emoción inicial nos lleve por el camino adecuado, pero tal vez no. La casuística será variada....no sé si habrá datos.

    Esto, y decir q l@s que leéis Serial me alegráis el día (analiza mi emoción, Damasio ;)).

    Gracias :) y muxus

    di

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  5. Bien este serial. Estás en racha pero no parece que el asunto avance nada de nada. A saber: un paciente al q le mola goya, hook divagando sobre el arte y el estatus (todos somos un poco snobs?, o mucho?), un diván y actuación en caliente vs en frío.

    Y lo que viene siendo sexo salvaje con hook?, asesinatos y mutilaciones cometidas por el poco sospechoso y entrañable señor del mantenimiento?, constitución de un grupo armado revolucionario-pijis-british por la argentinidad de las falkland ? ....einh?

    ....y, ahora que recuerdo: hasta que no desveles quién miraba a calleha nadar en la piscina voy a boicotear serial: primer aviso.

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  6. Oh ANONIMO, gracias por tus giros de guión. Te lo vas a tener q leer de corrido para q veas q el q tú llamas Hook (capitán Garfio?) es Cook y es un anciano venerable q no tiene un pase para la prota, una chica "joven y dinámica" q se acaba de tirar a un jugador de rugby negro en Londres.

    Los asesinatos tienen su público (estás compinchado con gente q tras cada publicación dicen "cuándo sale el muerto"?) y lo del grupo armado no lo había pensado pero me gusta...

    Y lo de la piscina me alegro q me lo recuerdes pq es un cabo suelto q dejé, q me olvidé, y q un editor de pro me aconsejaría eliminar si no voy a tirar por ahí... pero veo q hay interés... hmmm,,, igual lo revisito :)

    Grache mile! Y sí q avanza!

    di

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  7. Bueno, un comentario general, antes de ir al particular. Aprecio más las entradas de serial que las demás, porque hablan necesariamente de ti, si las leo bien y con cuidado. Me parece más fácil, más útil, menos comprometido, te puedes enmascarar mejor si quieres... en otras entradas que en serial. Ya está, lo he dicho. Cuando pueda voy al particular, algo de lo que, ya se supone, no tengo casi ni idea.

    Un abrazo

    Ayer estuvimos en una exposición en tu Vetusta. Conocía a otras, de cultura general, pero no a esta:
    https://pioneras.unizar.es/concepcion-diego-rosel/

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  8. Cómo te vas escondiendo por los divagues, Andandos, algún día no te voy a encontrar! :)

    Ya sabes la ilusión q me hace q me digáis q os gusta Serial. Gracias.

    Y sí, es mucho más fácil escribir las otras q Serial.. por eso alterno.

    Una cosa: INMENSAS GRACIAS por el enlace, qué guay, qué pagina espectacular... me la voy a mirar bien y voy a hacer una entrada de la q me envías cuanod pueda, pq si hice una de E Blackwell, la primera inglesa médica, pero q estudió en EEUU (1847), cómo no hacer de la primera de la unizar? solo 50 años después... para lo retrasada q estaba la península, no está tan mal.

    http://divagandodivagando.blogspot.com/2014/03/elisabeth-blackwell-la-primera-medica.html

    Muchas gracias.. los divagantes spr hacéis este blog mejor :)

    UN abrazo

    di

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  9. Normalmente comento desde el "frío", bueno, en "frío". Y el piano no me da para más. Esta vez muy breve. Este pensamiento de Mariona: "Un tío me va a explicar algo, otra vez", creo que ha servido para escribir muchos libros.

    Un abrazo

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    1. Bueno, es el "manexplaining", pero no tengo claro q fuera algo articulado hasta hace poco. No te parece q es una de esas cosas de las q se habla ahora, pero antes pasaban igual y no nos lo planteábamos? NO sé...

      Y sí, lo primero es el piano... aquí estamos siempre.

      abrazo

      di

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  10. Desde el punto de vista de mi hija, que es como de manera inconsciente lo he leído, viene a decir: "un tío condescendiente mayor que yo me va a dar la chapa un buen rato, y yo, como soy educada y cortés, me dejo. Y porque soy mujer lo hace". No sé si hace falta decir que ese tío a veces soy yo y mi hija la que no solo lo piensa sino que me lo dice. Es que ya es mayor y argumenta muy bien, te lo aseguro.
    Lo del piano, o lo de la música, es que a veces ocupa más tiempo
    del que había previsto y aparco lo demás. Siempre comento con bastante retraso, pero para leerte voy al día.

    Un abrazo

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  11. ahhh pero es q desde el punto de vista de tu hija... eres su padre! NO aplica exactamente al caso de tío q te explica... los padres sois así. :)

    Y está bien aparcar todo por la pasión de un@... como spr, gracias por leer! :)

    abrzos

    di

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