26 julio 2021

Serial 33: No saber escribir sobre el único ámbito de mi vida en el que manejo el Mindfulness.

En el segundo día de curso no aparece ningún Jack, y los profes son todos ancianos venerables que nos aburren con sus "casos especiales", temas de competencia, responsabilidad penal y libre albedrío. Flashbacks de charlas con Cook; cosas que contarle si algún día me dejan volver a su planta. Dinámicas de grupo, hacer de expertos y todas esas cosas que los ingleses llaman "aprendizaje de adultos" - también conocido como escuchar opiniones que ni te van ni te vienen, tú quieres la del experto. En cada sesión de descanso nos reímos con el grupo que se ha formado, un grupo con autoconciencia de ser los guays del curso. Por supuesto, al terminar, hemos de ejercer nuestra condición de molones e irnos al pub, a cenar y a lo que surja. Que estando en esta parte de Londres, es Koko.

Koko

El que yo no haya oído hablar de esta sala mítica, a Wences le parece un escándalo, aunque las chicas de Birmingham tampoco la conocen. Koko está en Mornington Crescent y es la última encarnación de lo que fue el Teatro de Candem, que abrió en 1900. Luego pasó a ser cine, cerró en la Segunda Guerra Mundial y en 1945, lo rescató la BBC como estudio. En el 77, se abrió como sala de conciertos y fue un centro del punk: aquí tocaron The Clash y The Jam. En los 80, pasó a llamarse Candem Palace y tocó Madonna por primera vez en UK y bueno, todo el mundo desde los Stones hasta Iron Maiden. Esto me lo explica uno de los chicos, que toca la batería en un grupo, y que ha quedado con el bajo y el cantante luego en Koko. La noche promete.

 Lo confirmo pasadas unas horas en uno de esos momentos que se acaba en el baño, donde la luz del fluorescente te saca un poco del estado en el que te encuentras. Frente al espejo -un par de chicas se están arreglando el maquillaje; algo que nunca he entendido, a estas horas todos los gatos somos pardos-, me doy cuenta de que estoy pasando una de las mejores noches en mucho tiempo. Bueno, menuda sorpresa, dirá un observador externo: llevas meses viviendo en Banderley, pero es que además, Koko es un lugar con una vibración especial. Bailar en lo que fue la platea de un teatro espectacular, con los palcos, donde podrían estar Oscar Wilde o Tennyson, girando a tu alrededor. Y pasa como en las mejores noches de clubbing: aquellas en las que una especie de muelle te une y te separa de tus amigos, pero nunca estás sola. Bailas con desconocidos, pides copas para gente que no verás más, ellos te las traen a ti y llegas a una especie de estado ideal en el que por un rato, crees en la fraternidad y que la gente es, en líneas generales, buena. Wences, como era predecible, es la bomba en una discoteca, baila muy bien y con él terminamos saltando, gritando y jaleando al DJ cuando pone algo que nos gusta. Entonces, en el momento en que crees  que la noche que no puede mejorar, ahí está: Jack Buchanan.

Si tuviera que rodar este momento, lo haría en forma de una de esas escenas en las que se abre un pasillo de gente y él avanza iluminado por un cañón de luz, en cámara lenta, con su pastelada sonando de fondo - esto último indispensable para asegurar que todos entienden que el tono es irónico. El fantasma de Wilde que nos observa ya empezó a mostrar que era todo menos "guays" mostrarse demasiado "earnest", demasiado comprometido y desde luego vivimos en la era de la pretensión de la frescura: ante todo hay que ser cool, y el mostrar ciertos sentimientos o el esforzarse por gustar es anatema de lo cool.  En realidad, de repente le tengo delante y, por primera vez en la noche, las luces intermitentes me empiezan a molestar, la gente nos empuja y la música está demasiado alta. Está sonriendo y me planteo de nuevo que las personas más guapas siempre vienen de la mezcla -su padre es de origen caribeño, su madre japonesa, creo que dijo. Tiene los ojos algo orientales, con pestañas enormes y una boca que no es de este mundo.  

 Dice algo pero no se oye nada y yo asiento sonriendo, como si hubiera entendido - este es mi estado basal en discotecas ya en mi idioma, no entremos en inglés. Así que me acerco a su oído para decirle algo, él al mío -sigo sin entenderle-, y así seguimos un rato, a saber qué decimos, da igual. Por el lenguaje corporal intuyo que ha ofrecido -y yo he debido aceptar- una bebida. Mientras le veo perderse entre la gente me planteo la siguiente idea enloquecida: ¿alguien antes habrá tenido una intrusión de “La Regenta” en Koko,? Sospecho que debo ser la primera y culparé a la conversación con Wences en el desayuno esta mañana (¿en serio? ¿Esta mañana o hace una vida?). El cura, el galán trasnochado, el marido... todos esos tíos alrededor de esa pobre mujer a la que eligen, ordenan, desean, usan. Pero ha pasado un siglo y yo no soy Ana Ozores, luego me acerco a la barra donde está esperando Jack mientras llego a una única posible conclusión: “YOLO, you only live once". Me planto ahí enfrente y vuelve a decirme algo que me hace cosquillas en el oído, pero no he venido a este jueguecito ahora. La siguiente ocasión que se separa para mantener un breve contacto visual todo asentimiento y sonrisas, esperando que yo pase a contestarle en este baile ridículo de proximidad y sudor y qué bien huele, lo hago: pongo mis manos en su cuello, acerco su cara a la mía, y abro mis labios sobre los suyos.

 El observador externo de antes podría describir a lo que eso parece con el sustantivo “beso”, si es lo suficientemente psicópata añadiendo una retahíla de adjetivos (describir es destruir). Pero sería engañoso: aquello no tiene nada que ver con ningún beso que yo haya dado antes. Esos labios son saltar en un castillo hinchable de colores, masticar sandía helada, comer algodón dulce, morder marshmallows-que en mi infancia se llamaban jamones, un nombre mucho mejor. Son seda, son sábanas de hilo recién planchadas, son nata montada. Y es imposible no morder, que es ya otro nivel. Él hace un movimiento monísimo como de “ouch”, ay, pero los dos sabemos que eso no duele, así que reincido. Pero alguien que pasa nos da un empujón, y sigue habiendo mucho ruido, y láser intermitente, y por ahí vienen algunos del grupo guay.

 Lo siguiente es la calle, las 3 de la mañana, andar sin rumbo en particular, con aquel ir desacompasados de cuando no estás acostumbrada a caminar al lado de alguien, cuando aún no se ha pillado el paso mutuo. Hablar como si fuéramos otras personas de los de hace un rato, como si aquello no hubiera pasado. "You must remember this, a kiss is still a kiss" - me temo que se me ha pegado una canción, a la vez que se me está bajando el pedo. Mis mejillas están de repente frías, nos chocamos de vez en cuando, hay luna llena. Hablar de la noche, y de Banderley, y de Londres, y que quiero ir a Parliament Hill, en Hampstead Heath, tal vez mañana, antes del tren.

La Pérgola de Hampstead

 "Ya es mañana: vamos", dice Jack, y a mí me parece la mejor frase de la historia. A kiss´ still a kiss, a sigh is just a sigh”. Ya es mañana, y seguimos cuesta arriba y Jack está ahora hablando de la Pérgola de Hampstead, donde vamos primero: una especie de jardín mirador bestial que se construyó un tal Lord Leverhulme en 1904 cerca de su mansión, para hacer allí fiestas de verano. El tipo había hecho su fortuna vendiendo jabón y se trajo la piedra de la extensión de la Northern Line del metro que se estaba construyendo entonces. Entre que murió y la Segunda Guerra Mundial, la Pérgola quedó abandonada y se transformó en un sitio encantado: las enredaderas treparon por las columnas, los arbustos se rebelaron, y poco a poco la vegetación fue cerrando lo que eran miradores y caminitos, y el musgo a cubrir los bancos de piedra para pasar a ser un sitio de opulencia decadente. Sin el brillo y grandiosidad de la época de las fiestas georgianas, hoy sigue teniendo las vistas y ha ganado en misterio, en atmósfera inquietante y en carácter.

 Mientras me va contando todo esto me planteo si las coincidencias existen: este chico no me conoce de nada, no sabe lo mío con lo gótico, con lo raro, con los sitios abandonados. Claro que sabe que vivo en Banderley, igual ha atado cabos. Cuando llegamos, el sitio es aún más fantasmagórico de lo que esperaba. “Moonlight and love songs: never out of date”, sigue en mi cabeza la misma banda sonora. La luna llena ha borrado las estrellas (¿habrá estrellas en Banderley este verano?). Madre mía, me encanta este sitio, muchas gracias por haberme traído. Caminamos en una parte del mirador que es un pasillo de columnas de piedra con jazmines como techo. Me paro en la balaustrada y lo vuelvo a hacer. Esta vez no dice “ouch”.

La ola de Kaganawa o mi mente

 
Nunca he sido buena en eso del Mindfulness, la atención plena. Me interesa mucho por sus beneficios en salud mental y lo que parece son efectos más que visibles en el cerebro. Pero no puedo, aún no he podido, desarrollar la habilidad de enfocar mi atención en lo que quiera que está ocurriendo en el momento presente, sin juzgarlo. Lo he intentado: aquellas sesiones en las que has de centrarte en la sensación de respirar por la nariz, o en los movimientos del abdomen, adentro, afuera, inspira y espira. Sobre todo, no trates de controlar tu respiración, simplemente sé consciente de tu proceso natural, de su ritmo. Si durante esto la mente se va por otros derroteros, solo nota pasivamente que lo ha hecho, que tus ideas se han desviado, y acéptalo, sin críticas, mientras que vuelves a enfocarte en la respiración. Otra técnica, el escanear tu cuerpo, consiste en poner la atención en varias áreas y notar las sensaciones que le ocurren en el momento. Aquí y ahora. Siente las plantas de tus pies, cada uno de los puntos que están en contacto con el suelo. Puedes fijarte en sonidos, sabores, olores que pasan en el presente. Ante todo, vuelve, si tu mente se va. Céntrate en un instrumento cuando escuchas un concierto, párate a sentir la textura, el olor, el sabor, el color de lo que comes. Siente la temperatura del agua cuando te duchas, huele el gel, siente la espuma sobre tu cuerpo. Siente el viento en tu cara al caminar, el sonido de tus pasos, los músculos de tus piernas. En fin, que soy terrible en esto porque centrarme en esos procesos me aburre, soy una adicta de las palabras y mi mente divaga, y entonces la tengo que recoger como si fuera un perro pastor a las ovejas, o con aquella técnica tan bonita del lago. Cerremos los ojos y veamos un lago en calma, plano. Si viene una de esas traicioneras ideas -pongamos que añado al cuadro abetos y un embarcadero- has de visualizarlas como una olita y tu tarea es domarla para que vuelva a la línea del lago inmóvil. Pero ¿cómo hacer eso cuando mi cabeza es constante marejada y además, lo que me gustan son las olas tipo la de Kanagawa?

 ¿Que nunca he sido buena en eso del Mindfulness? Lo retiro. Ni una sola idea se filtra en mi cabeza, ni una sola ola hace una crestita en el lago mientras me concentro en la boca, los labios, la lengua de Jack. Y en que esto no pare nunca, así en bucle, pero entonces me dice de nuevo cosas al oído que, he de admitir, la mitad no entiendo -así es la vida de la emigrante- y yo contesto, por supuesto, yesss, complementado por alguna cosa de esas que me han funcionado bien antes en castellano, y que no me molesto en traducir porque ya dice Yolanda que a los ingleses les pone mucho este acento. Efectivamente, las palabras mágicas nunca han requerido ser traducidas: lo siguiente creo -aunque ya es dificil discernir entre tanta mindfulness y la escasa afluencia de sangre a mi cerebro- que es que estamos sobre un banco de piedra lleno de hiedra y que esos labios van de mi cuello empezando a bajar hacia el esternón, poco a poco abriéndose camino hacia el sur y aquí me auto-congratulo: lo mío es meditación-trascendental-pura, nivel Dalai lama. Nunca he sabido cómo hacer lo del lago o lo del puntito luminoso ese, que has de visualizar entrando por tu frente y expandiéndose en tu cerebro; sin embargo, podría concentrarme en las cartas de navegación de loqueseaquemeestáhaciendoestehombre una vida. Y aunque hay algo más que hiedra porque algo me pincha en un lado, qué importa, lo siguiente soy yo cogiéndole de la cabeza -pura imagen de la avaricia- y dirigiéndole, como si eso fuera necesario.

 A toro pasado, cuando se está a muchas millas, la desazón al constatar que este es justamente el tipo el cosas sobre las que una no sabe escribir. Y lo que duele. Porque si se escribe para no olvidar, para atrapar el instante, para volver-y-volver, este es uno de los momentos que sé querría tener en mi montaña de diarios, notas, diagramas, mindmaps, para siempre. Pero debería asumir que, a partir de aquí solo quedará una proyección de diapositivas épica, de aquellas de clase a oscuras, con sus clack clack, y calidad claramente onírica: Jack mirándome con una mezcla de cara divertida y sorpresa cuando le pongo en contra de una de las columnas del Lord aquel -que tuvieron que ser concebidas para esto, fijo- y me subo a esos brazos que seguro se machacan con pesas más severas que mi cuerpecito -principalmente, porque durante todo este tiempo no debe regir la ley de la gravedad: levito.

 Bajamos la ladera agarrados, por fin acompasados: él sigue impecable, como si yo no le hubiera pasado por encima como un fenómeno meteorológico. Llevo la melena revuelta -me acabo de soltar el moño de emergencia que me he hecho con ese coletero que siempre hay que llevar en la muñeca- y debo tener el rímel corrido, dándome ese aspecto de adicta al opio en el Shanghai de los años 40. Dejamos la cara salvaje oeste por la cara este de la Heath, y nos sentamos en el césped: está amaneciendo. 

-Espectro de hoja, espectro de pájaro / Rodeo los árboles retorcidos. Soy demasiado feliz”, cita Jack, y termina: “Esto es Parliament Hill”. Me acuerdo de Will, que me dio el poema y de repente todo Banderley cae sobre mí. En unas horas, el tren de vuelta me sacará de este cuento: cuando llegue allí, pensaré que ha sido un sueño.

 -¿No me vas a pedir mi dirección, o el teléfono? - aquí Jack me devuelve al mundo de la gente normal.

 -No pensaba - contesto. "Treat them mean, have them keen", aprendí hace poco el dicho inglés, pero la verdad es que siempre he sido así. 

 -Te daba la oportunidad de tomar la iniciativa; ya veo que te gusta.

 Le cantaría el verso de la canción que toca Sam, la que llevo pegada desde que salí de Koko-"It's still the same old story/A fight for love and glory"-, o le diría lo de Rick, pero vale de referencias, de juegos de palabras, de Lo Cool. Sonrío.

- "Querría pedirte otra cosa".

8 comentarios:

  1. ...y por fin hubo intercambio de fluidos. A destacar la elegancia y ternura del asunto. Pobres aquellos que pretendían procacidad y sordidez, no nos olvidemos que estamos en serial. Así pues, hoy es día de celebración entre sus innumerables lectores.

    Felicidades dra. calleha, sólo ha necesitado un mestizo, mulato, oriental, cachas, un cambio de país, una lengua extranjera, una residencia psiquiátrica remota, una estancia en londres, unos nuevos amigos chupis, una discoteca ideal de la muerte, 4 ó 5 copas para el primer beso y un entorno gótico para el resto de la faena (...intuimos)



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  2. Gracias ANONIMO de las 12:48, sé q a los innumerable lectores de Serial (os reís, pero yo no titulo esto "Sexo sórdido en la Pérgola" pq aún habría más fans y esto sería inmanejable) no os gusta la acción y este capítulo ha sido trepidante.

    Detecto cierta crítica velada pq Calleha solo ha necesitado 33 capítulos para lograr q se alineen los planetas para el tema? :):):)... había q poner contexto!! :):)

    Grache mile

    di

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  3. También me parece elegante y tierno. Y a veces humorístico, quizás para no ser intenso, que no se lleva mucho hoy.
    Es difícil, supongo, escribir en equilibrio casi constante entre ser intenso y disculparse, o yo lo veo así, al momento siguiente. Bueno, a mí me ha gustado.
    Un abrazo

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  4. Muchas gracias ANDANDOS, me costó mucho escribir este capítulo, así q vuestras palabras me hacen mucha ilusión. Es muy complicado incluso para escritores "de verdad"... a mí pocas veces me han gustado estas descripciones. Y tienes razón con lo de la intensidad, hoy en día está mal visto.. es curiosa la evolución q ha dado esto en los últimos anios. Lo de humorístico, no sé si es por eso... a mí me encantaría escribir con humor, ironía y auto-escarnio siempre, pq son las lecturas q más disfruto. No spr lo consigo, así q lo hayas visto aquí me gusta :)

    Abrazos

    di

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  5. ¿Por qué no lo haces, lo de escribir siempre "con humor, ironía y auto-escarnio"?

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  6. Buf, supongo q porque no es fácil. O a veces igual lo hago y no llega... por ej, tú lo has encontrado aquí y eso está muy bien, auqnue igual no exactamente por las cosas q a mí me parecían humorísticas. El humor es complicado, por ej a mí en este capítulo me hace mucha gracia el rollo de la mindfulness mientras tiene sexo y gente "del ramo" tb podrá captar la auto-ironía, pero me doy cuenta q no todo el mundo, supongo.

    Pero bueno, escribiendo no es tan malo como in situ. No hay nada peor q soltar bromas cuando estás dando una clase y q nadie se ría. A veces doy clase en un máster donde la mayoría de los estudiantes son extranjeros y me siento bastante sola viéndoles escribir sin levantar la cabeza y ahí yo colgada con mi chorrada... Escribiendo es mejor, no ves al receptor :), así q gracias por decirme q llega...

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  7. Seguramente que llegue o no depende mucho de la "cultura general" del receptor, y de su pertenencia o no a la misma generación que el emisor. Y también de la universalidad de ese humor, ironía o auto-escarnio. Y que no es fácil, desde luego. Tampoco es fácil escribir sin "referencias", hacerlo todo de manera universal y atemporal. Mucho pedimos, me temo.

    Un abrazo

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  8. Cierto ANDANDOS, y si hay una palabra importante en el humor es "contexto". Lo es todo. Y cosas básicas como no golpear hacia abajo, siempre hacia arriba, o a una misma...

    Besos

    di

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