20 febrero 2021

Serial 25. La Vía Láctea. La Teoría del Apego. Dejadnos en paz.

No es que la vida haya vuelto a una total normalidad -recordemos que hablamos de un asilo de lunáticos- con todo el mundo ya de vuelta de vacaciones, pero sí a algo parecido. Un martes por la mañana, un sobre me saca de la rutina:  es una nota de Middleton, el en teoría encargado de nuestro progreso académico, que me informa -no propone- de un cambio de planta temporal. Destino:  Marcé, la unidad de ingreso de psiquiatría perinatal, una de las pocas plantas psiquiátricas del país donde se ingresan a las madres con sus bebés. Existen desde los años cincuenta, para evitar la separación del bebé de sus madres cuando sufren un episodio de enfermedad mental, tan común en el puerperio. El residente que la cubre se ha tenido que ausentar, asunto familiar grave. En Kraepelin -más conocida como la planta de Cook-, estamos varios juniors (su corifeo griego y yo), por tanto se puede prescindir de uno, y me ha tocado a mí. Me intento convencer de que esto es positivo: es una rotación que tendré que hacer más adelante, qué más da. Librarme de Cook también tiene su atractivo, ¿o tal vez esto es Cook queriéndose librar de mí porque no me sale ser su palanganera? 

Mi nuevo jefe es un tal doctor Steen, sobre el que todo el mundo se muestra vago y neutro, incluso la gente que siempre tiene opinión de todo. Al menos carece de leyenda negra, sobre él no planea el mito, como con Cook. Parece ser que Steen a menudo no está en Banderley porque "hace mucho enlace en Whitby".  La psiquiatría de enlace consiste en evaluar pacientes en hospitales generales, en este caso mujeres en plantas obstétricas y hacer seguimiento, si es posible en consultas externas. Si no, el pequeño grupo de alto riesgo, tiene que ingresar. Eso sí, con su bebé.

El fin de semana antes de presentarme en la planta hago un clásico Calleja: me lo paso en la biblioteca. Cómo logro aprender nada en aquel lugar es un misterio: ensimismada con su belleza me siento en otra época y tal vez no otro lugar, pero con una labor importantísima entre manos. Soy Ramón y Cajal en el Paraninfo. Saco de la bolsa el cuaderno de notas y la estilográfica, mis regalos navideños, y me pregunto si habrá un halo de luz cayendo en mi cabeza mientras tomo notas sobre el cuero verde de los escritorios. Un tipo de sacrilegio: allí solo se debe poder escribir dignamente si eres Keats. 

Una pila de libros a mi derecha, el flexo individual a la izquierda. Comienzo con los “primeros principios”: me gusta estudiar el origen y los trompicones del camino por los que se llegó hasta aquí. Sé que no está de moda y conocer el contexto es irrelevante para los examinadores: una se debe centrar en los neurotransmisores, en las hormonas, incluso en lo social. Pero para mí esta comprensión del contexto me hará mejor psiquiatra, o mejor médica, o por lo menos mejor persona. Aprendo que la primera descripción de enfermedad mental en el postparto está descrita nada menos que por Hipócrates -el del juramento que no se hace, pero que todos tenemos impreso por algún sitio-, en el siglo IV a.C. La mujer de un tal Epicrates (para qué citar su nombre, aunque ella pariese, pudiendo ser "mujer de"), tras dar a luz a gemelos,  dejó de dormir, el sexto día estaba agitada, el día once, deliraba y el diecisiete, murió. Hipócrates ofreció dos hipótesis: la primera, que los loquios (líquido vaginal que se secreta tras el parto) se habían dirigido al cerebro y la segunda, que había un flujo de sangre al pecho. 

Parece increíble, pero hasta el Siglo XIX, el tema de la salud mental antes y después del parto no parece un tema de interés para la ciencia (en el medioevo con brujería los solucionaban todos), hasta que el gran psiquiatra francés, Jean-Étienne Dominique Esquirol publica su "Des maladies mentale" dedicándole un capítulo al tema. Su alumno Louis-Victor Marcé siguió escribiendo en (anoto el título con mi pluma, solo porque me gusta, solo por la experiencia sensual de hacerlo) "Traité de la folie des femmes enceintes, des nouvelles accouchées et des nourrices, et considérations médico-légales qui se rattachent à ce sujet". Y ya en el Reino Unido tenemos a George Savage, que describió las "psicosis del puerperio y lactacionales". Mira, Savage fue psiquiatra privado de Virginia Woolf, que hace una sátira de él en "La Señora Dalloway" con el personaje Sir William Bradshaw. Qué ganas de releer "La Señora Dalloway": anoto y subrayo en un margen de mi cuaderno. 

Cambio de libro de texto:  en este otro hay un capítulo dedicado al suicidio en estas etapas. Parece que a principios del Siglo XX, casi el trece por ciento de los suicidios en mujeres de edad fértil, eran de embarazadas. Afortunadamente, este horror cayó a 1.8% de 1943 a 1980, y 0.05% en 1991. Me quedo clavada a la silla ante esta estadística, que solo puede explicar la intransigencia, las actitudes sociales hacia las mujeres (embarazadas o no) en el pasado. Y esto aún sigue así para muchas mujeres del mundo, el lejano y el nuestro. Y siempre, indefectiblemente, los que les quitarían la capacidad de elegir son los que las machacarían por madres solteras. Sin embargo, sigo leyendo fascinada, aunque esto es el caso, hay mucho de puramente orgánico en la enfermedad mental perinatal, que iguala a la mujer de clase alta a la paupérrima, especialmente en las versiones más severas, las psicosis. 



Lunes por la mañana, me presento en Marcé una hora y media antes de lo esperado. Una enfermera que parece que sale de turno me mira sorprendida. Me disculpo, y cuando me pregunta de dónde vengo, lo entiende todo. Ah Cook, pero no, estos son los dominios del doctor Steen, que parece que es maravilloso -por primera vez, un token informativo sobre Steen-, aunque hoy no vendrá, tiene enlace en Whitby. Si tengo preguntas, las enfermeras -porque aquí son todas mujeres-lo saben todo.

Me indica el cajón de las historias clínicas, ya que insisto en quedarme, y le pide a una enfermera más joven que me dé un paseo por la planta- como quien entretiene a una niña en una sala de espera. Enseguida se me hace evidente que Marcé nada tiene que ver con el resto de Banderley: este lugar parece casi humano. Está decorado como si lo fuesen a disfrutar los bebés, que no se enteran de nada (criterio de ingreso: bebé menor de doce meses): ositos, atrapasueños, papeles pintados en cuadritos Vichy rosa o celeste. ¿Para quién es, en las familias, la parafernalia del bebé?: entra flashback de aquella prima del pueblo que compró una "cuna de princesa".

A la enfermera joven le cuesta un nanosegundo empezar con lo de la importancia de mantener a las madres con sus bebés, seguida de la palabra mágica, "apego". Llegamos a la cocina, pasamos a la sala de estar. Siempre me ha interesado esta teoría: el apego es puro darwinismo, un sistema con el que nacemos que se activa de los siete a los nueve meses, y que de puertas para afuera, se manifiesta con un bebé que protesta cuando se le separa de su figura materna/paterna (o quien sea su figura de apego), porque ha aprendido, vía innumerables interacciones, que cuando necesita algo (comida, calor, que alguien le alivie un dolor), hay una persona que viene y soluciona ese problema. El bebé aprende que en esa esa persona se puede confiar, que uno se termina calmando tras estar muy agitado, y que por extrapolación, el mundo es un lugar seguro y se puede confiar en la gente. Por eso es tan importante que el bebé desarrolle apegos, que aprenda que no está solo, aunque no todo está perdido por haber empezado mal en la vida: si no hay otras patologías, un niño que haya crecido en una situación de extrema negligencia (que no haya aprendido a activar este sistema de apego), podrá desarrollarlo luego con una familia que le quiera y que esté ahí para él. Sospechosamente, esta teoría la desarrolló John Bolwby tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los hombres volvieron del frente y las mujeres, que estaban entonces trabajando en las fábricas, sobraban en el mercado laboral: era mejor mandarlas a casa y la teoría del apego ayudó a devolver el "status quo" de hombre en la fábrica, mujer en casa. Años después, se demostró que el hecho de que la madre trabaje no afecta al apego del bebé. Pero esa es otra historia, que querría contarle a la enfermera joven, querría poder cogerle su cara con las manos y decirle: cuando te cases, no dejes tu trabajo, sigue en la planta aunque parezca que no lo necesites económicamente, aunque te gastes casi lo mismo en guardería, aunque ellos te intenten persuadir. Lo necesitas de otra manera, mucho más profunda e importante. Pero no digo nada, tal vez mejor no el primer día.

Ella sigue hablando, esta vez de las rutinas de la planta, y cómo esperan que las madres, tan pronto como mejoren, se hagan cargo lo más posible de sus hijos. Gran parte del papel de las enfermeras es observación, primero de si van remitiendo los síntomas, para contárnoslo a nosotros los médicos, que somos los que creemos tomamos las decisiones. Luego, cuando mejoran, ver cómo interactúan con los bebés. Y hoy tenemos precisamente un ingreso: una mujer que ha evaluado el doctor Steen a primera hora de la mañana en urgencias de Whitby. Creo que se le ilumina un poco la cara al nombrarle: ¿están todas enamoradas de él o qué? Enseguida me trae el fax:

Primípara añosa. Cinco días port-parto. Presenta en urgencias con su marido, confusa, no comunica. Viste en bata de estar por casa, va despeinada, desaliñada. Tiene los brazos extendidos hacia los lados, le ha dicho a su marido que es Jesucristo en la cruz. Inmediatamente tras el parto dejó de comer, y empezó a decir que había un grupo intentando robar a su bebé. Plan: Ingreso de emergencia en Marcé.

La primera enfermera debe notar mi palidez. ¿Qué antipsicótico le voy a poner a esta mujer cuando llegue? ¿Está catatónica? ¿Viene con el bebé? Dónde está el famoso Steen, no he hecho esto en mi vida. Me trae una taza de té, la solución inglesa a todos los males, y me sugiere que vaya a pasar planta, que aún tardará en llegar. Puedo empezar con la paciente de la siete, se llama Olympia Olsen, una depresión postparto severa cuando ingresó. Buena conversadora.

¿Me habrán puesto a una actriz para darme ánimos? No es posible que nadie se llame Olympia: cómo me gustaría tener el valor para llamar así a mi hija. Cuando llamo a su habitación está mirando por la ventana, su bebé despierto en la cuna, moviendo los brazos y las piernas, monísimo, pero sin público.

– Buenos días, ¿Señora Olsen? - muy despacio, como si le costara la vida, se vuelve.

– Buenos días, ah, ¿la nueva? ¿tampoco está hoy el doctor Steen? -se levanta, es muy alta, delgada, el embarazo no ha pasado por ella, me indica un sillón -Siéntese por favor.

– El doctor Steen está fuera y yo cubriré en la planta hasta que vuelva el otro residente. Su niño es precioso- digo, por decir algo, porque ¿no son todos iguales?.

– Gracias. Sí, todo el mundo lo dice, que es precioso. Está bien que me lo recuerden: yo no siento nada... ¿cómo dice que se llamaba?

– Ah, Mariona Calleja, doctora Calleja. Perdone, no se lo había dicho.

– No recuerdo nada, de todas maneras, así que no se preocupe -se me queda mirando; ojos tristes, vacíos.

– ¿Cómo se llama el bebé? -digo, intentando aligerar el ambiente, construir algo de aquello llamado "rapport".

– Troy, se llama Troy.

– Como la ciudad... suena muy bien y tengo que decirle que me encanta su nombre también... ¿Olympia? - intento adivinar cómo se dice esto en inglés.

– Sí, lo pronuncia bien. Mi padre es catedrático de Clásicas en la Universidad de Durham. Se casó con una "Helen" a la que llamaba "Helena", y yo he tenido la poca originalidad de llamar a mi hijo Troya.

– Me parece una historia bonita.

– No me he salido del camino familiar ni un centímetro: también tengo un doctorado en estudios clásicos. Inevitable: pasábamos todos los veranos saltando entre pedruscos, e incluso vivimos allí un tiempo, cuando mi padre estaba visitando universidades. Como puedes ver, afortunadamente mantengo mi memoria a largo plazo, la única - y hace un ruido con la nariz que intenta parecer una risa.

– ¿Estaba trabajando antes de tener a Troy? - no suele haber preguntas sin búsqueda de significados ulteriores, en este caso potenciales factores precipitantes. Pero ella cambia de tema:

– ¿Ha venido a hablar de mi medicación? El antidepresivo con el que llevo ya más de un mes no hace nada, necesito otra cosa. Es un tricíclico, es antiguo - me mira y me pregunto si está probando con la nueva algo que Steen no aprueba.

– Podríamos cambiar a un SSRI pero la razón de los tricíclicos es que...

– Sí, sí, lo sé -interrumpe, mirando hacia el techo como si tuviera audiencia- Con los tricíclicos puedo seguir dando el pecho... pero es que eso me da igual. Lo que quiero es dejar de querer morirme.

Se hace un silencio, solo los ruidos del niño de fondo y los radiadores, que tienen que ser purgados. Lo siento mucho, me dan ganas de abrazarla. La entiendo, solo un hombre puede seguir insistiendo en que dé el pecho alguien que no ve un mañana.

Rubens: "Nacimiento de la Vía Láctea"


– Hera, una de las doce deidades del Olimpo, esposa de Zeus, estuvo enfrentada con Heracles ya antes de nacer, de hecho mandó dos brujas para impedir su nacimiento; falló y luego envió dos serpientes para que lo matasen en su cuna, pero él las destruyó -Olympia mira otra vez por la ventana, como si estuviese dando una de sus clases- La historia es mucho más larga, pero la parte que nos interesa aquí es que Zeus la engañó para que diese el pecho a Heracles. Cuando se dio cuenta de quién era el bebé al que amamantaba, se lo quitó de golpe y la leche salpicó en el cielo y formó lo que hoy llamamos la Vía Láctea. Bueno, esta es una versión, hay muchas más, otra es que se lo pusieron en el pecho cuando dormía, y el niño le mordió. -por fin se da la vuelta y me mira-, en definitiva, no es una buena idea obligar a una mujer a estas cosas.

– Doctora Calleha, perdone que interrumpa - esta era la enfermera joven, en la puerta- Tiene una llamada del doctor Steen, ¿puede venir? 

Lástima, Olympia me estaba llevando al mismo terreno que mi profesora de latín de los dieciseis,  cuando nos dejaba en paz con las declinaciones y nos contaba historias mitológicas: yo nunca quería que terminaran. 

-Gracias Señora Olsen, me ha encantado hablar con usted. Volveré. 

Pero ella ya me está dando la espalda, mirando por la ventana otra vez. 


10 comentarios:

  1. Mucha ilu y más gracias, Anónimo :)

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  2. Caramba, se queda uno en la esperanza de ver a Cook tocar la rodilla de Calleja y , alehop, pasamos a maternidad. Es un sin vivir Serial.

    Qué es un atrapasueños? no habrás metido algo de H.Potter sin querer ?

    Lus

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  3. Hola Lus, bienve al divlog.

    Jo, pues me alegro q saques lo del atrapasueños pq no sé cómo se dice eso en castellano (en inglés es "mobile"). Me quiero referrir a esas cosas que se cuelgan del techo cerca de la cuna para los bebés. Es una palabra q le oí a una amiga y creí q se refería a eso, y ahora q lo dices, lo busco, y me sale una cosa esotérica con plumas. Lo quitaré si no encontramos la palabra adecuada...

    Lo de "tocar la rodilla" no es rancio, sino lo siguiente. Claro q tienes tu punto, eran los 90, aún no se les llamaba a las cosas por su nombre. En todo caso, sin ánimo de hacer spoliers, yo a Cook no lo veía por ese lado, pobre: él solo quería hablar de la naturaleza humana y no inhalaba.

    Hugs

    di

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  4. móvil. Kandinsky era bueno en eso. ...lo de la mano en la rodilla ere ironía; yo nunca he visto a cook por esos derroteros

    l u s

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  5. Gracias lus por lo de "móvil", no lo había oído nunca, claro q el mundo del bebé en castellano no me ha pillado cerca. Igual lo quito, me suena raro.

    jajaja nos encanta la ironía por aquí, pero poniéndonos psico-algo, anotar q "nada hay más serio que el humor" o q "usamos el humor cuando si dijéramos de verdad lo q pensamos, se nos comerían". No, tú sigue, es broma... solo hay q aprender a disfrutar de los mordiscos. :)

    di

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  6. Muy buena la clase de mitología con Hera, Olimpia, Zeus, Heracles...

    Y la joven enfermera ¿te hizo caso con lo de "no dejes de trabajar cuando te cases aunque no lo necesites económicamente...?"

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  7. Gracias Anónimo... Sois muy malos: yo no soy Mariona Calleja, aunque esté en primera persona!!! Así q no, no le he dicho eso nunca a ninguna enfermera (aunque igual lo haya pensado, ja ja). Lo q sí he vivido es ayudar a evaluar (yo era muy junior) a una casi Medea... Próximanente...

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  8. Me ha gustado también la parte académica. El Paraninfo. Creo que escribió un libro de cuentos quizás fantásticos, no estoy seguro, además de otro sobre el mundo visto a los 80.
    Un traslado cambia el capítulo, por el tema de la salud en un contexto de maternidad.Has nombrado, y me alegro, esa manera de saber fragmentaria, tipo zapping, ahora ya normalizada en tantas disciplinas o saberes.
    ¿Cómo son ahora los centros psiquiátricos?
    Panero creo que vivía en uno, quizás fuera solo sanatorio.
    Bueno,no sé si este comentario es, en general, pertinente.
    Un abrazo

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  9. Gracias ANDANDOS! Menudo maratón te has pegado... y has salido ileso! (más o menos) Sí, Panero y Manolo Kabezabolo estaban en centros psiquiátricos, este último en Vetusta...

    Salud

    di

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