25 julio 2018

La gentrificación empalaga, como las baklavas (Sp12)

25.07.18 (miércoles)

Hoy dejamos Skopelos. Hay que empacar el lío (una se pregunta, oh cómo meteremos esto de nuevo en 3 maletas de mano cuando en una semana volvamos a Londinium) y vivir momentos de pánico cuando parece que nos hemos cargado el sistema de cama-nido donde dormía Mini, ya que ni Dora podía volver a meterlo. Aparece el duenio, un griego-tipo, que tiene tres hijas, una de ellas médica que va a hacer su especialidad a Suiza, y tampoco puede meterlo. No parece nada contento (qué habéis hecho!?), y me veo abonando una cama sin óxido y que corra normalmente pero no, el hombre hace magia y se arregla. Por los dioses, vámonos antes de que encuentren otro desperfecto...


Resturante de Donia Elena
Baklavas: love them or hate them

Llegamos al puerto una hora antes de que salga nuestro ferry para Patitiri en Alonissos, la isla más remota de las Spórades (bueno, aún hay otra , Skyros, que está mucho más al sur), por lo tanto la menos turística y, según nuestros amigos griegos, la mejor. Como tenemos tanto tiempo, nos damos una última vuelta por la Hóra de Skopelos, que sigue siendo un lugar bien chulo y que conserva aún espíritu griego. Pasamos por el restaurante de Elena Platanos, la seniora que limpiaba la iglesia.  Nos enfrentamos a bandejas de baklavas, que al Peda le gustan, pero solo un tipo, con pistacho y pequenias. A mí me suelen resultar empalagosas y con sabor pasado.  Iglesias, tienditas, calles estrechas. 













Skopelos Town desde el ferry


El viaje solo dura media hora y de nuevo reseniar el lío épico del desembarco. Ahí nos espera el tal Bill (que en realidad se llama Valissi), un chico joven que nos va a llevar a la casa del airbnb que hemos reservado. También coge a una pareja mayor en su coche a los que deja en Votsi, y nosotros le seguimos hacia el salvaje norte. 

Alonissos es alargada y sus dos tercios superiores son todo bosque, no hay pueblos. En la costa este hay carretera hasta un punto, y ahí sí que hay pueblitos frente al mar, mar tan tranquilo que suele parecer un lago, ya que enfrente está la isla deshabitada de Peristera. Hay también otra carretera que va por "arriba", por en medio del bosque, que es por donde seguimos a Vassili unos 20 minutos hasta nuestra casa que está en un núcleo (de unas 10 casas) llamado Vamvakies. Dos kms para el norte está la famosa playa de Agios Dimitrios y ya. No hay más. Esa sensación de estar remotos me encanta, claro que como aún sigo algo preocupada por los incendios, también me da algo de miedo. 


Al llegar, la casa me parece solo "bien". A ver, no hay que ponerse estupendos: somos los Pedalistas y no olvidemos en los agujeros que nos hemos metido (récord 80 pesetas en la India, 2002, baño en la -ehem- "habitación"!!!), pero este sitio, relación con precio, está solo "bien" (recordemos lujo asiático con Doña Concha, pero con bicho claro). Pasados los días nos hacemos más al sitio. Tiene una terraza genial al mar (o sea, al este), al que puedes bajar por una cuestecita en 2 minutos, pero no tiene piscina. Estamos un rato tirados y desde luego que una piscina se agradecería porque el calor es severo. Que sí, que tenemos el mar a 2 minutos. Malcriados.

Agios Dimitrios
Salimos a la playa de Agios Dimitrios, la playa que está en todas las fotos, que es una lengua -literalmente- de piedras blancas que sale de los campos de olivos. El escenario es impresionante. En el lado sur hay una pequeña taberna y han montado una especie de parque flotante para escalar, saltar de uno a otro, etc. A Mini se le salen los ojos de las órbitas. Estamos un par de horas y el lugar es increíble...





Vistas desde la carretera
Nos lanzamos hacia los pueblos al sur de nuestra base en busca de una tienda. Kalamakia, Steni Vala, y no encontramos, así que a Votsi (una que no nos gusta: quién se fiaría de un super donde venden marcos de fotos?) y por fin Patitiri (a esta hora esperábamos encontrar panaderías?).





La Horá, o pueblo viejo de Alonissos (Paleá Alónissos) estaba habitado hasta el terremoto de Marzo de 1965, que asoló a todas las Spórades. Poco a poco, cerrando el cole y dejándolos sin electricidad forzaron a la gente, sin ganas, a cambiarse a Patitíri, que está en el lado especular de la Hóra, pero al este. Esto quiere decir que la Hóra tienes las mejores vistas a la puesta de sol y realmente, está en un enclave espectacular. Obviamente, esto no pasó desapercibido años después a alemanes y británicos que comenzaron a comprar las casas derruidas "por una canción" (dice nuestra guía) y ahora lo han convertido en... Disneygriega.




Paseamos por sus callejuelas, como digo, llenas de encanto, pero que tanta gentrificación han conseguido que vayas con una mano en la cartera. Restaurantes, cafés, terrazas, gente, gente, gente, tiendas de recuerdos, galería de arte (Atención: Peligro, GON-GON-GON). Aparcamiento habilitado en la entrada. Pero en un punto: un oasis en el desierto del cartón piedra: una tienda de gyros!!!! Pillamos tres, extra de patatas fritas y, con el recuerdo de esa terraza en medio de la nada que tenemos esperándonos, decidimos volver a casa, en lugar de comerlos allí, con El Turista.

Está atardeciendo, y el camino de vuelta es una fiesta...





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