02 abril 2018

Primera entrega del anti-viaje: (A veces, cambio de plan) Galicia 1 (G1)

Sábado, 24 de Marzo de 2018

La verdad es que no sé cómo enfocar esto: normalmente, durante o al terminar cada viaje, sin ningún tipo de remordimiento, someto al pobre divagante a series interminables que vienen a ser los cuadernos de bitácora que antes escribía en cuadernos de espirales. Afortunadamente para el mundo, en aquella época no existía nada como esto, y nadie jamás ha hecho mención de querer leerlos-ni yo misma (algún día, jubilada frente al Egeo?). Pero ahora no sé cómo enfocarlo porque esta última semana ha sido tan caótica que llamarlo "viaje" me parece directamente arriesgado, así que me quedaré con anti-viaje, y comenzaré con contexto-una cucharada de azúcar ayuda a que entre la medicina, que decía esa bruja de Mary Poppins.  

Hace año y medio J. vino a Londinium. Quería ver los museos y constatar que, tras más de 20 anios sin vernos, yo existía y no era una suerte de bot de esos que producen hoy en día las máquinas. J. es el mayor ludita que conozco y el tiempo le está dado -y sospecho que le dará cada día más -la razón. Ro me decía ayer que cada vez más los ejecutivos piden el Nokia ladrillo que me dio No (tras perder el anterior ladrillo en el Trápalas con ella y Txelos) para uso en la península. En la isla tengo uno de esos llamados "inteligentes" pero me jacto de no haberme comprado nunca un móvil: o rescato viejas glorias de familia y amigos o me los dan en el curro-no me engaño, para que trabaje más-y por supuesto lo consiguen.

Pero divago: J. vino a Londinium un Noviembre y nos pasamos un fin de semana de peripatéticos, no por aristotélicos sino por nuestro caminar conversando por la ciudad. Prometimos no dejar pasar otros 20 y así surgió el embrión de mi retorno a Galicia tras décadas (qué vieja me siento, qué vieja soy). Di strikes back por cuarta vez. 

Mi primera vez fue el verano mítico de 1986, campamentos en Porto do Son; tan flipada quedé de aquella tierra que al verano siguiente repetí quincena, esta vez acampada en las maravillosas Islas Cíes, donde conocí a J. y a otra tanta tropa de chavales de Vigo y algún que otro portugués. En 1989 estuve en Santiago con un grupo de creyentes para ver si Voytila me daba un impulso en eso de la fe que hacía aguas a lo bestia por aquellos 18 años míos (visualícese a la joven Di intentando achicar cerrando los agujeros del barco-obviamente infructuosamente). 

Y esta era la cuarta: Mini y yo (el Peda no pudo unirse) cogíamos un avión muy tarde un sábado hacia Santiago de Compostela, donde nos esperaban unos días más de peripatetismo por las Rías Baixas. Pero justo al principio de esa semana me habían elegido los virus para dejarme muy tirada, y hacia el final Mini eligió a los suyos a fuerza de ir desabrigada en el "campamento de aventura", en el que estuvo 4 días antes con el cole. Así que nos metimos en ese avión ciertamente con "espíritu de aventura".

El aeropuerto de Santiago me impresiona por grande y moderno y por el desparpajo del personal. El poli de seguridad lee el nombre de Mini con un leve interrogante, o será el acento de la tierra. "Sí, es griego", dice mi hija, y él le enseña la parte frontal de su muñeca donde está tatuado su mismo nombre, en masculino. "Te llamas así?", "No, es mi hijo el mayor, si llega a ser chica le ponemos como a ti". Confraternizando con la madera,  lo que faltaba-parece que oigo a su padre. 

Al salir nos espera J., gran alegría, y al salir-salir, llueve, cómo no. Hay 80 kms de Santiago a Vigo por la autopista, y J. nos ha traído una bolsa enorme llena de bocadillos, fruta y galletas. "J. te dije un bocata para Mini y una fruta para mí". Mini sentencia: "es un festín", mientras recorremos el diluvio universal.

J. vive en un pueblo enfrente de Vigo, al otro lado de la ría. Se cruza por un barquito si no se quiere rodear por el puente de Rande. Su apartamento es muy mono, típico de artista, sus paredes forradas de cuadros o de carteles de películas. En nuestro cuarto está el de "The tribe", la peli de 2014 de Myroslav Slaboshpytskiy. Mini se hace con la litera de arriba: estamos agotadas, debe ser mucho más de la media noche (hora de las meigas), pero encima cambian la hora, así que a la mañana siguiente el jet-lag se hará notar: vamos con 2 horas. 

La humedad del mar y la lámpara que cuelga como de camarote me hace sentir en un barco. Me cuesta muchísimo dormirme, pese al cansancio.


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Una semana después, conversación:
-Peda, esta semana ha sido tan rara que no sé si hacer divagues separados para el diario de viaje como siempre, o todos en uno. 
-Todos en uno.
-Vale. 

Un rato después, en la semana después: "Publicar".  Yo me entiendo: ha sido todo tan caótico en este anti-viaje, que nada tendrá sentido. Mejor en breves dosis. Supongo. Haikusdivagues. Eso. Nos vemos. O no: quién os puede culpar?

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