11 agosto 2017

Quizás porque mi niñez sigue jugando en tus calles (Pirineos 1)

En la mesilla de noche de la casa que nos dejaron en Francia hay una pila de novelas, entre ellas "The Sea" de John Banville. Alguien ha intentado capturar su espíritu en la contratapa: "Cuando el historiador del arte Max Morden vuelve al pueblo costero donde una vez pasó unas vacaciones de su infancia, está escapando tanto una pérdida reciente como un trauma distante". Cliché, pensará el divagante. Pero donde pone "costero" pon "de montaña", y donde pone "un" pon "todos" y es mi historia. Este año, tras miles diciendo que iba a pasar, por fin hemos vuelto a Bellver. 

Pero empecemos desde el principio: este año para llevar a Mini a Vetusta, decidimos hacer un bucle y volar a Girona, donde alquilaríamos un coche y nos lanzaríamos a explorar las montañas, y en mi caso reencontrarme con lugares en los que pasé tantos veranos con la Yaya. Cuenta la leyenda que, el primer verano era tan pequeña (poco más de un año?) que cuando vinieron mis padres a pasar el finde tras una separación de una semana... les extrañé!

En el aeropuerto de Girona nos dan mapas y cogemos el coche: un Seat León, porque el Peda no se ha atrevido con más Chincués tras el abuso recibido en este blog en el pasado. Se pasa por Vic, Berga (no haré la broma, pobres bergaleses), se atraviesa el parque natural del Cadí, y se llega al famoso túnel de 5 kms del mismo nombre. Aún recuerdo cuando lo construyeron (1984), yo era peque, y a partir de entonces todos los barceloneses ("pixapins", que los llaman, "los que se mean en los pinos") podrían evitar la collada, típica zona de revueltas por 11 euros, que es lo que todavía vale el cruzarlo (no si vives en la Cerdanya, que es gratis). 


Entramos en Bellver por una carretera desconocida: claro, yo siempre he venido desde Vetusta, por el otro lado, por Martinet. No conozco  nada. Aunque la última vez que estuve aquí con toda la familia fue hace exactamente 10 años (recién embarazada de Mini, aquí se lo anuncié a Fashion), todo ha cambiado mucho. Ya lo había hecho entonces, y era más difícil encontrar el Bellver rústico de aquellos años, con tantas casas de payés y tiendecitas auténticas.  Yo siempre recordaba Bellver como madera y piedra, así son las casas y por lo menos, así han seguido la nueva construcción: no se han cargado el ambiente "suizo· del pueblo. Pero cada vez más y más chalets de la burguesía barcelonesa. 

La que regenta el hotel Bonrepós, amiga de Fashion y JAL, que van por allí frecuentemente, nos manda al registrarnos para el centro cívico (en serio? hay centro cívico?) porque hay jornadas musicales. Yo no quiero ir a ningún concierto, quiero ir a ver cada esquina y ver si se ajustan a mis recuerdos. 



Pero antes de llegar al centro aquel, mirad, Mini, Peda! Aquella es "Casa Joan"... que está bastante diferente también de la época en la que era nuestro "Airbnb". El tal Joan era un hombre mayor soltero ("conco", les decían en aquel pueblo, donde había muchos concos y concas) que tenía unas botas de agua gigantes en el cobertizo. No podría explicar en qué trabajaba pero sé que se iba al alba y venía a la noche, y quizás abría y cerraba compuertas de canales de riego. Llevaba siempre una gorra de chulapón, y justo hablaba castellano. Su cara tenía un gesto de sonrisa perpetua, no me queda claro si por el sol de la montaña. Juan nos alquilaba toda la casa con él dentro, que por los meses de verano se tornaba "casa tomada": Joan venía a dormir a su habitación cerrada y ya. Nos quería mucho y, cuando nació mi hermana, compró una cuna para ella. Como tardamos tiempo en subir, aquel verano Fashion ya no cabía en la cuna! Esta es una de las anécdotas que luego recordaríamos ritualmente cada año.

Joan tenía un pequeño huerto a la izquierda de la casa, donde hoy, los nuevos dueños, han puesto una carpa para sentarse y "chill-out". Joan tenía animales por detrás, conejos, algún pollo, y hoy han hecho una pequeña extensión. En el patio frontal de la casa la Yaya ponía todas las mañanas un barreño (que me parecía) inmenso lleno de agua "para que se calentara con el sol". Tras mucho preguntar (Yaya, ya?), a mediodía me dejaba entrar en aquella "piscina" improvisada. Siempre me ha encantado el agua, pero ahora me admiro por aquellos baños de agua-seguro-congelada, que terminaban siempre conmigo dentro volcándolo y viendo escurrirse el agua por el patio. 

Aún está la ventanita de la cocina donde dejábamos las llaves bajo una piedra plana. Parece que estoy viendo las llaves, de aquellas grandes. Te podías ir a donde fuera, que siempre podrías entrar. Esa confianza de los pueblos siempre me ha gustado: en Vetustilla las puertas siempre están abiertas: abres y llamas a quien sea. Muchos años después oí que habían entrado a robar a Joan, en una de estas, y lo de la llave cambió. Pero creo que esto fue cuando ya dejamos de ir regularmente. 


Llegamos al "centro cívico" que es enorme y muy civilizado y que está delante de un parque infantil, que antes eran prados. En Bellver, todo antes eran prados. Sigue habiendo, pero verlos urbanizados y estabulados, ordenados con aceras en lugar de las paredes de piedras apiladas que eran sus límites no me gusta. Tanta civilización, no. Dejo a Mini y al Peda allí, porque quiero ir a ver otras calles, donde estaba el cine donde vi "Excalibur" o "El lago azul", y sobre todo la plaza donde estaba la tienda de Nansi, que sigue allí. Antes, era un colmado tradicional, donde vendían un poco de todo. Hoy se ha transformado en un horno medio gentrificado, donde creo conocer a una de las dependientas. Justo entonces suena el teléfono y los jekes (Fashion, JAL y su perra Nara) han llegado desde Barcelona, y están ya con Mini y el Peda. Les busco y les traigo aquí de nuevo, y JAL compra coca (así llaman aquí a las tortas, buenísimas) en el horno, y yo me lanzo a identificarme a la dependienta, que enseguida me conoce. Sus padres tenían la "tripería" (así llaman allí a una mezcla de pollería y más cosas que no queréis saber) de al lado. Yo era amiga de su hermana, Mariangels, que es maestra en Girona, me cuenta. Sus hijos deben ser muy mayores, porque cuando íbamos a la trastienda los ponían a jugar al "juego de la manteta", que consistía en poner una manta en el suelo con cuatro juguetes, y ale (yo me planteaba que era como un "parque", aquellas pequeñas cárceles de nuestra época donde nos ponían nuestros padres y hoy se consideraría anatema, pero un parque libre, sin barrotes).


Subimos al pueblo viejo: la Formiga, la calle de la Amargura, Casa Patanó, y por fin la Iglesia en la plaza que es preciosa, toda piedra con arcos. Hoy está llena de sillas porque hay otro concierto por la noche. Paseo al mirador. A esa zona casi no veníamos cuando era peque: nuestro mundo se reducía más a San Roc (donde Casa Joan), el Segre y a la plaza de la tienda de Nansi. No recuerdo ni haber ido a misa a esta iglesia, donde se casó la Yaya. 


Los jekes, que son regulares de la zona, se conocen los buenos lugares y vamos a cenar a la Fonda Biayna, donde la Yaya celebró su boda. Es un sitio con mucho encanto, lleno de antiguedades (como todas las casas de la Cerdanya, creo que es de aquí de donde viene mi afición por rescatar todo lo antiguo de mi familia), suelo de azulejos con margaritas como de escolar, y poca gente. Los dueños abrazan a los jekes y pedimos lo que nos aconsejan la pareja que se saben la carta: arroz de la montaña, bacalao con ali-oli y demás. De postre, mel y mató ("y una jarreta de mel y mató", como dice la nana de la que ya hablamos aquí), aderezada con estofado (broma interna, agradeceréis que no la cuente). Están en otra mesa los de la orquesta del centro cívico de la tarde, que parece que hablan inglés y otras lenguas. Mini se niega a ir a saludarles en su lengua natal, pese a nuestra insistencia. 




Es noche cerrada, pero qué mágicas las noches de la península: nunca es tarde, ni con niños (aún recuerdo en un restaurante de Brujas que unos ingleses de la mesa de al lado nos "llamaron la atención" por estar con una niña a "altas horas"-siendo Bélgica serían las 9 de la noche). Los adoquines de las calles empinadísimas están iluminados por faroles de LED, pero siguen siendo tenebrosas, encantadoras. En la plaza unos gallegos tocan música tradicional (nunca ha sido mi pasión) y lanzan conceptos como "Non é necesario falar en castelán como nos solicitaron unha vez en Galicia para os turistas porque nos entendemos perfectamente nesta noite fermosa".

Es fermosísima, quizás porque mi niñez sigue jugando en las calles de piedra de este pueblo de la Cerdanya, porque estoy con la gente que más quiero, y porque en el Bon Repós, la habitación con litera donde dormirá Mini es la de los jekes... 


Bona nit y bona hora 

Fins demá si Deu vol!

19 comentarios:

  1. ¡Qué barbaridad! Di, empiezo a pensar que viajáis tanto para no tener que tributar en Inglaterra o algo así.

    A mí, que tengo nostalgia hasta del futuro, estas entradas no me sientan bien. Me tocan sin aviso la escondida fibra y me salta al instante el resorte de la defensa propia más fácil: ponerme cínico.

    Entonces, escribo, por ejemplo: «¿Casa Joan? ¡Suena a Falcon Crest (Joan Collins) Ja, ja, ja!»; es decir, retorcidos comentarios con pretendida gracia.

    Pero hoy no lo haré. Abriré mi corazón.

    Yo también tuve en mi infancia un Joan, sólo que se llamaba Matilde y todos los hermanos la llamábamos Tía Mati.

    Antes de tú nacer (ahí se nota lo joven que eres, Di), los títulos de Tío y Tía se otorgaban con prodigalidad y al margen de genéticas. De ser tú mayor, a Joan le hubieses llamado Tío Joan: ¡¿Cómo no llamar Tío Joan a quien compra una cuna a tu recién nacida hermana?!

    Yo tuve, ya lo he dicho, una Tía Mati, pero también un Tío Pepe, una Tía Teresa, una Tía Bárbara, un Tío Diego, una Tía María… Muchos tíos y tías que no eran carnales; era gente que, por una cosa o por otra, entraba en la casa de mis abuelos paternos (que era nuestra casa de verano) con carta blanca. Que si una quedó huérfana de bien pequeñita, que si otro estaba así (un poco retrasado mental) por un aire, ay, que le dio, que si otra en la Guerra Civil no sé qué… Tíos todos. Aquella casa, si se me permite la expresión, era el coño de la Bernarda, pero también lo más humano que yo viviré.

    Pero hoy quiero hablar sólo de Tía Mati.

    A Tía Mati, soltera, la visitábamos todas las tardes. El motivo lo entendí muchos años después: estaba deprimida (siempre lo estuvo). Había, pues, que visitarla todos los días. Y allí que íbamos.

    Tenía Tía Mati seis o siete pelos en la barbilla (recias cerdas levantiscas que hoy le confiscarían hasta en el aeropuerto más relajado) que nos faquirizaban con inconsciente saña en los besos del hola y del adiós.

    También tuvo un novio al que «me lo mató el Moro en el Desastre del Annual» y todas, todasss, las tardes nos enseñaba tres fotos (siempre las mismas) de él (ninguna con ella). Él aparentaba, diría yo hoy, dieciocho o diecinueve años; cuarenta u ochenta, hubiese calculado entonces. Iba vestido de militar, pero muy emperifollado, lo cual no sé qué significa (sé lo que significa emperifollado, claro, pero no sé si lo estaba por ser capitán general de algo o primer premio en unos carnavales locos-locos de pueblo). Ella entones lloraba; nosotros, serios, aguardábamos que se repusiese y cambiase de tercio, cosa que siempre ocurría. Y tocaba jugar a vaciar calabazas para decorarlas a lo Halloween (sí, sí, a lo Halloween aunque aquella palabra no existía entonces para nosotros) o a las cartas, parchís, o se ponía a peinar a mis hermanas mientras los varoncitos cazábamos moscas que había que, vivas, meter en un bote…

    Cuatro y cinco veces durante aquellos veranos no sólo pasábamos con ella un buen rato de la tarde sino que almorzábamos en su casa; siempre lo mismo: arroz caldoso.

    Ella, como Joan, también criaba animales: gallinas, conejos, pavos… Y moscas, muchas moscas.

    Y entonces, antes de preparar el almuerzo, venía el temido ritual. Nos llevaba a todos los hermanos a las jaulas para que eligiésemos la gallina que considerásemos más bonita… Efectivamente, ésa que luego nos encontraríamos descuartizada en el plato. Aquello era como La decisión de Sophie pero en versión campera; en fin, muy fuerte para unos agilipollados niños de ciudad.

    Recuerdo a las gallinas mirándome siembre con espanto y de lado; con pavor egipcio, digamos. Y moviéndose como por entrecortados fotogramas, precediendo de forma elemental a lo que años después se llamaría break dance. Ahora las detesto. Supongo que desarrollé el conocido Síndrome del verdugo (si es que existe tal síndrome) para así (odiándolas) justificar mi urbana crueldad.

    Pero eso no era lo peor.

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    1. Lo peor venía al sentarse a la mesa. A mí, como benjamín, me tocaba indefectiblemente (me argumentaba Tía Mati sotto voce y guiñándome el ojo) lo más sabroso: la cresta, el culo… y algo de arroz, verduritas y el callado escarnio de mis hermanos.

      La cresta tenía un pase porque con la cuchara la paseaba yo de un lado al otro del plato como sibarita que se reservase el mejor bocado para el final. En realidad, claro, aguarda el momento de cogerla y marcarme tres puntos encestándola en la parra que nos cubría. Pocas veces siquiera pude intentarlo. Con el culo jamás lo intenté: imaginaos que, por el peso, hubiese vuelto a la mesa: hubiese sido el escándalo de todos los siglos.

      El culo. El culo del pollo, dada su predominante presencia en el plato, no lo podía escamotear; aquel volcán picado, aquella lúgubre puerta, aquel vengativo gurruño…¡Cuántas veces deseé ser primogénito!

      Una vez me armé de valor y en un aparte le pedí probar otras partes de la gallina. Me tocaron las patas, y, otra vez, el sordo escarnio de mis hermanos. Volví dócilmente a la cresta y al culo.

      Pasaron los años y llegó el verano en que nuestra Tía Mati ya no estuvo. ¡Pues lo que son las cosas, salvando las comidas, la echo de menos! Era rara, pero muy cariñosa. Era de otra época que, en parte, pero sólo en parte, también fue mía.

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  2. Nosotros también tuvimos nuestro Joan (o nuestra tía Mati) Se llamaba Simón y había sido pastor en Montana antes de poder tener su propio caserío. Hablaba Euskera e inglés y un poco de español. Tenía siempre unos perros listísimos con los que se entendía por silbidos y que hacían todo lo que él quería. También sabía dónde encontrar las mejores setas y debajo de qué piedras del río estaban los cangrejos más gordos. Hacía casas en los árboles para cazar palomas y nos enseñó a comer mazorcas de maíz asadas, como se hacía en américa. Por lo visto, debe ser cierto eso de que en la infancia se vive y después...se sobrevive

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  3. DEar LUX... estoy medio en trauma... yo q te iba a contar q Joan hay q pronunciarlo Yuán, igual así se veía todo más claro... pero vas y nos cuentas esto de la cresta y el culo... y de verdad, me has matao. Yo no sé si he contado q desde hace unos anios no como pollo (aves, antes la única ave era el pollo). Tras un artículo q leí en el Guardian dije, no más, sto tomás. Ya era finolis y solo comía pechuga, comerme una pata con tu hueso, tendones, venas, me hubiera matado... pero cresta y culo??? eso tiene q ser inventado!!! yO NUNCA HE visto comer cresta, y he visto-atención-comer las patas con las q anda (ainsss qué asquísimo). Pero no cresta. Y lo del culo es imposible, te referirás a la parte de músculo por ahí abajo? ay no sé pq te pregunto porque no quiero saber.. no quiero! no quiero! Tia Mati Mala.

    Ni un hug puedo mandar

    di

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  4. Qué fina te veo Di, a mi del pollo esas cositas me dan asco también pero de otros bichos me lo como todo, todo. pero las crestas de gallo eran un plato muy, pero que muy famoso, milenario del pelo de la aleta de tiburón diría yo. aunque gallos con cresta ya no veo por las tiendas y yo no los como. El culo, ya es otro cantar. La tía Mati nunca te dijo si eras de otra camada o algo, Lux?
    Qué buena imagen la de los tíos que no lo son del todo, pero ejercen como los que más. Yo también tenía una tía así que en realidad era la mejor amiga de mi madre. Tere y su marido Antxoni fueron para mis hermanas y para mí más que tíos poruqe al morir mi madre se hicieron cargo de mi hermana pequeña durante un tiempo hasta que todo se normalizó un poco. Tenáin un puesto ambulante de chuches (el carro de Antxoni)en el pasábamos grandes ratos. Dulces ratos.
    Besos

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  5. Di, es difícil prever en qué derivarán tus post ... y suelo "abrir" los comentarios con la misma emoción que veo que hay un post nuevo.
    En la casa de mi abuela el culo del pollo siempre estaba en el arroz, no sé quién se lo comía.
    Y moscas ....cada vez hay menos moscas!!!

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  6. Bon jorno divagantes,

    CESI, pero el Tío Simón es The Real Thing!!!! es como de las pelis.... los mejores cangrejos!!! (con lo q me gustan, los de río), las setas!!! ... y hablaba.. euskera e... inglés??? ay q me parto... y no habia oido lo de "en la infancia se vive y luego se sobrevive"... la verdad es q muchas veces una se siente solo sobreviviendo...

    MARISA, otros tíos apegados insuperables... con un carro de chuches!!! pero de qué vais? Afortunadam tampoco veo gallos con crestas en las tiendas, pero en mi barrio hay una carnicería de esas pijas donde en navidades he visto pavos con plumas en alas o no sé dónde con el oscuro objeto de hacerlos "bonitos" (vamos, me imagino, dada la presentación), y así poder clavar un poco más a los q lo compran q luego... lo tienen q pelar encasas?(arhggh)

    ANONIMO de las 8:07, como siempre, qué ilu me hace q digáis q os gusta q haya publicado y, como siempre digo, lo mejor son las derivaciones enloquecidas en las q termina cualquier divague... sí, la cresta y el culo del pollo... yo no lo hubiera imaginado. Es lo chulo. Lo de las moscas, aquí en UK siempre ha habido pocas, pero el otro día viendo vacas de cerca en la cerdanya, mini se escandalizó de las moscas q tenían en la cara... luego vimos un anuncio de queso o algo q salía una vaca reluciente y mini dijo, mira esta no tiene moscas...en todo caso, bien q vayan desapareciendo! SIguiente objetivo: los mosquitos!

    Besos

    di

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  7. Si, de jovencitos, fuisteis de hacer campamentos recordaréis un pasatiempo nocturno en torno a la fogata que consistía en que, formando todos en corro, el que arrancaba el juego le susurraba al oído del que, por ejemplo, tuviese a su derecha un mensaje. Éste, a su vez, con discreción le repetía lo más fielmente posible el mesaje al que estuviera a su derecha y así sucesivamente hasta completar el círculo. Entonces, el último en haber recibido el mensaje lo cantaba en alto y, a continuación, el primero que emitió el mensaje lo repetía también en alto. Y entonces toooda la chiquillería gritábamos al unísono: «¡No es lo mismo (y coreábamos el primer mensaje) que (y coreábamos el último mensaje)!».

    Y así, que yo recuerde: «¡No es lo mismo “Un metro de encaje negro” que “Un negro te encaje el metro!”»… Y no te veas las risas y esparcimientos (Franco aún vivía he de aclarar para que no se me tome por loco).

    Pues aquí pasa igual. Mantengo que nuestros mensajes (sea la entrada, sean los comentarios) se distorsionan por múltiples factores: que si la obligada discreción que este peligrosísimo medio impone, que si el consecuente y prudente anonimato, que si Di nos oculta (ignoro la intención) que Joan era chino, que si, dice C. S., Simón anduvo por Montana (cuando, en realidad, se llamaba Dionisio y lo hizo por el estado vecino de Idaho), que si, dice Marisa, «de otros bichos me lo como todo, todo» (?), que si, dice Anónimo, «Y moscas ....cada vez hay menos moscas!!!» (sin medir el daño que un comentario tan imprudente puede producir en el lector medio), que si NáN no se pronuncia (aumentando así, deliberadamente y con saña, las suspicacias)… Y, claro, al final pasa que todos dudamos de todos. Medias verdades… ¡Mentiras completas!

    Tengo informes, dosieres y dictámenes de peritos que atestiguan lo que anteriormente he afirmado. Yo no hablo por hablar.

    Para no aburriros , para no, en realidad, avergonzaros con vuestras descubiertas artimañas, sólo me detendré en dos casos.

    «Joan [Yuán] tenía un gesto de sonrisa perpetua no me queda claro si por el sol de la montaña». Ya, ya, claro, la montaña… Y yo me chupo el dedo. ¡¡Yuán era chino, hablemos claro!! (Yuán, perfecta transcripción fonética en hànyǔ pīnyīn o sistema de romanización estándar del chino de 员). Y yo me pregunto: ¿Por qué nos ocultó Di ese dato desde el principio? ¿Prejuicios quizás, rabiosa xenofobia para con los chinorris?

    De la misma forma, C. S. nos quiso, inocentemente, confundirnos llamando Simón a Dionisio cuando basta un elemental googleado para dejar en evidencia las malas artes de C. S. y, por qué no decirlo, sus prejuicios contra los idahoanos (que si Montana, que si Montana…). Vergüenza.

    Y al final, paradojas, dudáis, desconfiáis, del único que, corazón en la mano, os confesó algo con pelos (plumas) y señales, sin doblez alguna: ¡¡A MÍ DE CHICO ME ECHABAN PA’ COMER EL CULO DEL POLLO!!

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    1. Algo incompleto el docu, Lux. ¿Es que nadie recuerda esos partidos de la NBA de los 80 en los que el público, enfervorizado, jaleaba desdede las gradas "¡Aguaia! ¡Aguaia!" a un pedazo de jugador negro de los Dallas Mavericks? Aunque ahora que lo pienso...igual por eso no lo han puesto los de ETB en el docu: porque no se molestaron en leer la camiseta, en la que, en letras enooormes; ponía: Aguirre.

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  8. Pues en Yugoslavia teníamos a Tito, que compartíamos todos y conseguía que los distintos primos nos lleváramos muy bien y no nos pegáramos unos con otros.

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  9. LUX, demasiadas coincidencias: la moneda de china, el Yuan, y nuestro Airbnb, el Joan (pronunciado, cómo? Yuán). Pero a mí me has abierto los ojos tú, lo aseguro!!! Jo, me sé un chiste superracista q me hace reír horrores sobre chinos... os lo cuento? me siento fatal?

    En el hospital:
    -Su padre está muy mal, todo hinchado, ictérico (amarillo), no abre los ojos...
    -MI padre es chino
    -Pues eso es lo que le va a salvar

    SOrry... entono un mea culpa... Ellos también dicen q nosotros todos tenemos la nariz grande!!!

    LO del tío de CESI en Wyoming.... muy fuerte. CESI, tenías un tio rico en américa!!! (o se fundió todo lo de los móviles antes de morir??) Igual, como yo lo de Yuan chino, no lo sabías... gracias a Lux, q nos ayuda con nuestros rompecabezas diarios

    NAN... mientras, el Peda con 9-10 anios, siguió muy de cerca la agonía de Tito desde el Wyoming peninsular...

    Besakos

    di

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    1. - Camarero, ¿de qué era la carne tan rica que me ha servido?
      -De lata.
      -¿Lata? Pues sabía fresquísima.
      -Glacias.
      -… ¡¡¡Dios mío, horror, tú eres chino!!!

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  10. Nostálgico por esta entrada, ayer decidí coger el coche e ir al pueblo de mi padre y de Tía Mati. Hacía más de diez años que no asomaba por allí.

    Me quedan en el pueblo varios primos pero con Marián siempre tuve más afinidad y es con la que pasé el día de ayer. Como Tía Mati, ella también cría gallinas y también me hizo arroz caldoso pero ni me hizo elegir la gallina más “bonita” (la había sacrificado a primera hora de la mañana cuando le dije que acababa de salir y que en cinco o seis horas estaría allí) ni usó el culo (de la gallina) para cocinar.

    Estuvimos, claro, recordando los viejos tiempos y hablando de los seres queridos especialmente de los que ya no están, la Tía Mati entre ellos.

    De siempre se ha dicho que del cerdo se aprovechan hasta los andares, pero, al menos antes, el pollo no se quedaba atrás: si del cerdo hasta los andares, del pollo se usaba hasta la sombra, hasta el aliento.

    Que yo recuerde, Tía Mati ponía las plumas al sol (esparcidas, para evitar con la humedad la proliferación de hongos, ácaros…) y de ahí, una vez desecadas y machacadas, obtenía un abono que echaba a los frutales. Y, oye, las peras dejaban un regusto a Maggi, Starlux o Gallina Blanca bastante-bastante curioso.

    Con el resto de las plumas se trenzaba unas batas (la guatiné aún no se comercializaba) que eran la envidia. El forro lo apañaba para que llevase mangas no vistas, o internas, y perniles bajo el cuerpo de la falda de forma que de cuando en cuando alzaba los brazos al aire y abría las piernas (apoyándose sólo en una, dejando la otra como los brazos, al aire) y adquiría una presencia soberbia, sobre todo cuando lo hacía a contraluz. Espectacular. «Haz un Molinos, haz un Molinos» jaleábamos, y ella lo hacía. Majestuoso. Era el modulor de Leonardo pero emplumado; era un nuevo arcángel caído con siempre una cohorte de agitadas moscas. Majestuoso.

    Con los picos, espolones y uñas (ricos en queratinina) hacía, tras reducirlas a un polvo impalpable y previa mezcla con la bilis y un toquecito secreto (yo creo que era romero) afeites y campús secos que le mantenían el pelo brillante por nutrido, incluidas las seis o siete ferocidades pilosas de la barbilla y, supongo, las otras vellosidades que nunca vimos pero que debieron ser muchas a juzgar por lo que asomaba.

    Mantenía (erróneamente) que las uñas y los picos también eran ricas en calcio, así que también las pulverizaba y se las echaba ligadas con el pienso a las vivas. Mi hermano mayor cuando la escuchaba entonar Pitas, pitas… siempre remedaba con la cara arrugá: onicofagia, gallinafagia….

    Pero eran muchos más los usos (sostenbilidad o reciclaje le llaman ahora) que le daba a la casquería y despojos. Por ejemplo, a la tibia (el hueso más largo en el caso del pollo) le pegaba (no sé con qué fuerte adhesivo casero) la rabadilla y a ésta las las uñas, que pintaba de colores. De ahí resultaban unos instrumentos a los que llamaba rascaespaldas y que eran, afirmaba entornando los ojos, la mar de complacientes. Nosotros, niños, ágiles, no entendíamos la necesidad de un rascaespaldas (además, pensábamos aunque no decíamos, «a unas malas siempre habrá una puerta o una pared contra la que rascarse») pero para ella no eran ninguna tontería; solía comentar que los que vivían solos, los que no tenían quien les rascase, necesitaban rascaespaldas para, precisamente, rascarse la espalda, alcanzar los cacharros de cocina en los anaqueles altos y para otras cosas... Ignoro qué eran esas otras cosas pero, ahora que lo pienso, el adhesivo con que unía las placas córneas a la vértebra y a la tibia debía ser a base de bacalao, pues todos sus rascaespaldas olía a eso que echaban pa’ tras.

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    1. Por otra parte, Marián me estuvo contando cómo han cambiado las cosas a la hora de sacrificar gallinas.

      —No te veas, Luxindex, la que hoy hay que armar cada vez quieres matar un pollo. Esta mañana, sin ir más lejos, cuando me dijiste que vendrías a almorzar tuve que poner en marcha a toda pastilla el dispositivo para una gallina que ya tenía censada con aprobación, menos mal, como candidata al llamado cese.

      —¿“Dispositivo”, “cese”, Marián?

      —Sí. ¿Tú te acuerdas, Luxindex, cuando a Tía Mati le bastaba con tomar a dos manos y por los costados, reteniéndole las alas, a la gallina que habíamos elegido y, cruzando el patio, adentarse la cocina y que, entonces, tras tres o cuatro especialmente destemplados cacareos, venía el silencio… y chinpúm?

      —Claro que me acuerdo.

      —Pues ahora no es así. Ahora, la Administración, Sanidad en concreto, te obliga a que para el sacrificio cuentes con dos sillas; un diván; 150 000 salvas; un par de camiones Iveco ML120E18 equipados con generador, compresor e instalación eléctrica con cuadro general; tapones de corcho ahumados y un cuchillo.

      —Caramba, ¿y todo eso para qué, Marián?

      —Pues mira, y siguiendo el orden de antes: las dos sillas para un confesor y la gallina; el diván por si al bicho le da por psicoanalizarse a última hora; las 150 000 salvas para que 1 500 marines de ascendencia irlandesa y en formación las descarguen en sinfín; los camiones con generador para que un equipo de Tele 5 (Pepe Navarro) y Antena 3 (Nieves Herrero) puedan retrasmitir en directo y con tacto profesional el tránsito o cese de los padecimientos de la gallina en esta jaula de lágrimas y los corchos ahumados para que un nutrido grupo de paisanos haciendo godspell se pinten la cara de negro. Bueno, y el cuchillo para poder matar a la gallina.

      —¿En serio?

      —¡Y tan en serio, Luxindex! Y además, tiene que haber un equipo de veterinarios psicoterapeutas y un juez prsente y peinao por si el ave tiene a bien ejercer el hábeas corpus.

      —Pero todo eso se tomará mucho tiempo, ¿no, Marián?

      —No te creas. Hubo un tiempo, no hace mucho, en que los permisos administrativos para sacrificar una gallina se dilataban mucho más, pero hoy ya se han agilizado gracias a la democracia y ventanilla única…

      —Ventanilla única… ¿Con cita previa?

      —Sí, sí, siempre con cita previa, nunca con cita posterior. Mira, hoy en entre catorce y dieciocho años pueden estar todos los papeles listos. Es cierto que, en ocasiones, dicho plazo aún se alarga y se han dado casos de gallinas que mientras tanto (mientras que sí, mientras que no) han evolucionado a entidades superiores: asentamientos musterienses con industrias líticas, ángeles, arcángeles, espíritus santos, Atlántidas emergidas, pueblos franquistas de colonización, Círculos de Podemos [mi prima es un poco de derechas], Faes [mi prima también es un poco de izquierdas], la final de Miss Universo, el hijo de Julián recién levantao, comentarista en lo de Di… Pero son casos excepcionales. Naturalmente, si tal caso se da, hay que volver a iniciar el trámite administrativo.

      —Ya veo, pero, Marián, ¿cuál es la idea de toda esa legislación?

      —Bueno, Luxindex, el espíritu que subyace es erradicar la crueldad en el ser humano y que así no suframos con, por ejemplo, las pateras naufragadas y otras cosas similares que, claro, no se pueden evitar y menos legislar.

      —Bien, bien, claro, ¡Cómo legislar eso! Imposible. Bueno, ¿y en qué acabará todo esto, Marián?

      —Pues según yo lo veo, con tesón, suerte y más, mucha más, legislación alcanzaremos a las sociedades más evolucionadas, pacíficas y guais; sociedades como ésta (y me enseñó el vídeo que aquí os enlazo).

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  11. ¡Vuelve Lux en todo su esplendor! Lo de nunca con cita posterior...insuperable. ¿Será verdad lo de Jamie Oliver? Di, investiga de inmediato entre los amigos de Mini. Si es verdad que no distinguen un tomate fuera de un bote de salsa se abre una oportunidad de trabajo de primera necesidad en UK educando críos. ¡Madre mía...!

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  12. CESI, a mí, ornitófoba declarada y específicamente gallinusfoba máxima, toda esta narración de LUX me ha dado MUCHISIMO miedo. Vamos, q he leío diciendo bla-bla-ba bien alto para no enterarme, tapándome los oídos como en las pelis de miedo.. Cartas boca arriba: lo del rascaespaldas yo no me lo creo. Así de claro. Si no hubiera dicho lo de las unias, pase, con lo del pegamento fuerte y tal, pero así, no. Las guarradas de las plumas y el sabor de las peras a Starlux (de pollo)... pues yo oi q en los nuggets esos de pollo q les dan a los ninios machacaban todo, tb unias y faneras. Dios mío, dios mío... NUNCA jamás eso, ni un KFC ni nada. Y no me vale lo de sotenibilidad e higiene o reciclaje...

    Ahora, lo q le cuenta su prima de los pliegos de descargo q son necesarios a día de hoy para matar una gallina sí me lo creo. Y me parece bien. Lo apoyo.

    Un aparte: preparo un divague de un libro titulado "Sapiens" de un historiador Yuval Noah Harari q os va a gustar... y cómo está el hombre ocn el maltrato animal! YO os lo digo q soy totalmente vegetariana de cabeza y corazón... como carne pq el mundo me hizo así, pero ojalá pudiera dejarlo, como dejé el pollo. Leer lo q hacen ocn las vacas, pobres, me dio horror... no están en su mayoría precisamente como las de las fotos q os voy a incluir en la Cerdanya.

    Y los ninios, CESI, aquí en UK seguro q andan así, sin saber lo q es una berenjena!!! Es q tú no sabes lo q comen aquí... pepino y zanahorias cortaditas en trozos en cumpleanios!!! buf

    love

    di

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  13. Encuentro gusto en permitirme pequeñitas excentricidades como son no tener televisor desde hace más de veinte años, no haberme descargado nunca el WhatsApp con todos sus ruiditos, o no conocer a casi ninguno de los personajes de los ecos de sociedad, o del corazón, o de los ecos del corazón, o de los latidos de la sociedad… y cosas así. Pero a veces, lo confieso, me siento expuesto, ridículo, inseguro. Ha sido el caso al leer a nuestra Di hablar de KFC (Kentucky Fried Chicken o Pollo frito de Kentucky). Yo no sabía qué era KFC. Al buscarlo en Google me he enterado que tiene más de 18 000 restaurantes en 120 países de los 18 344 continentes, que trabaja allí no sé cuantísima gente y que la firma tiene 78 años. Y lo que es peor, en mi ciudad tienen dos “restaurantes” ¡¡y por delante de uno de ellos paso casi a diario en mi paseo hacia el trabajo!! No se, me he sentido raro, desconectado, inadaptado. Se me pasará.

    Tampoco sabía del Mark Aguirre del que nos hablaba ayer nuestra C. S.. Pero eso es distinto. Eso lo veo normal. Por cierto, he estado viendo algunos vídeos de él de los años ochenta (era prodigioso) y en la actualidad. Es curioso, el vasco Aguirre se ha puesto negro con los años. Y gordo. Será por vivir en los EE.UU, o por haber jugado tanto al baloncesto…

    Pero volviendo a KFC, una vez estando yo en una tasca patria entró una chica americana preguntando por un restaurante McDonald's. El camarero y los parroquianos no la entendían. Yo pensé que era por el acento (pronunciaba McDonald's con un perfecto məkˈdɑnəldz). Todos dejaron sus conversaciones y se acercaron para ayudar a la joven, lo cual le agobió. El camarero (Paco) al entender la situación impuso orden y silencio, pidió que hicieran sitio como el que atiende a un infartado y tomó la voz cantante:

    —PERO VAMO A VÉ, ¿TÚ QUÉ ES LO QUE BUSCAS, CRIATURA ULTRAMARINA? (las mayúsculas es la forma que tiene Paco de hablar en inglés).

    Y ella:

    —Io busco, senior, ˈrɛstrɒnt məkˈdɑnəldz

    Yo, entonces, desde mi rincón quise aclarar:

    —Paco, la chiquilla está preguntando por un McDonald's.

    Y Paco, sin bromas, me respondió:

    —Luxindex, pero si lo del McDonald's lo he entendido a la primera, pero NO puede ser ¡¡porque dice que es un “restaurante”!!

    Prometo que lo narrado fue así.

    No obstante, por encima de todo, me quedo con la impagable alegría de haber leído una para mí nueva palabra: Fanera («Estructura visible aneja a la piel, como los pelos y las uñas»). Es una magnífica palabra, Di. Tú quizás la veas normalita por tus estudios pero para mí es un regalo.

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  14. Pues os confesaré que de toda la comida basura que se vende por el orbe de la tierra el pollo Kentucky es la más deliciosa con diferencia. ¡Ese pollo crujientito por fuera y blandito por dentro! ¡Yuuumm! En casa nos chifla. Y eso que por aquí en el páramo no hay KFC, pero vamos en peregrinación a uno de esos templos de la gastronomía siempre que llegamos a alguna capital. ¿Y qué me decis de la historia del Coronel Sanders (Impresa en los mantelitos de papel que te ponen) y de su extraordinario hallazgo de las once especias secretas? Llevo años investigando y apenas he conseguido distinguir ocho (¿la sal contará como especia? porque de ser así, ya llevo nueve) ¡Un genio! Di es un caso perdido porque aborrece el pollo, pero tú, Lux, hijo mío...pruébalo y luego me cuentas.

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  15. Os dais cuenta de los disgustos que me dais? Primero LUX con los detalles escabrosos de las gallináceas por el mundo, que ahora remata con McDonalds (q por cierto, me sabe mal darle la razón, pero yo la primera vez q leí q MCdOnalds era la primera cadena de "restaurantes" del mundo, también me chocó)... pero es q lo de CESI!!!!! Ha estado en un KFC!!! Y habla de las maravillas de la receta misteriosa!!! Bueno, confession time: os contaré q hace mil anios, recién aterrizados en UK el Peda trabajó un mes en KFC y tb le gustaba la "Zinger Tower Mill extra cheese extra mayonnaise" (este era el sencillo nombre, no podré olvidarlo)... estuvo infiltrado como espía de Arzak para intentar hacerse con la secreta receta que, obviamente no consiguió... o estaríamos abanicándonos en Brasil viviendo de rentas...

    love, es festivo hoy en la UK

    di

    PS: Lux, me hace feliz inopinadamente aumentar tu vocabulario de tarde en tarde, tarea q se me antoja imposible como reto.

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