13 julio 2016

Céntrate y no pongas la cabeza del cura como un bombo






"Las confesiones hoy (sábado) serán hasta exactamente las 5:30. 
Solo hay un cura disponible para confesar hoy. 
Haga su confesión sin irse por las ramas y confiese solo sus pecados y ofensas. 
No hace falta que explique porqué lo hizo. Muchas gracias"

Este cartel  de un confesionario me lo envió un amigo (antes de que se me acuse, yo no "pasaba por ahí") y me ha parecido excelso, a tantos niveles. 

En primer lugar me ha llevado a mi infancia, cuando me confesaba con el Padre Bonifacio y me pasaba allí largo rato porque "le contaba toda la historia del pecado". Y ahora descubro que no era la única! Mucha más gente se siente obligada a explicar por qué lo hicieron: "no invité a mi cuniada a la quedada de familia porque ella, previamente, me ha había jugado...  a ver, empiezo desde el principio". Pobres curas. 

Luego me he planteado que la crisis y la recesión toca a todos los gremios, y una se pregunta cómo se aplicaría esta situación a los distintos trabajos. Pensando por ejemplo en lo que decía Michel Foucault de la confesión, que era el primitivo psiquiatra, me imagino una consulta de psiquiatría con el siguiente cartel:

"Por favor, aténgase a responder a los criterios de su enfermedad descritos en la CIE10 (Clasificación Internacional de Enfermedades, versión 10). 
Cuente solo sus signos y sus síntomas. 
No hay necesidad de explayarse. Gracias"

Divagante, cómo aplicarías la senda del cura a tu trabajo?

Una pena que cuando me confesaba no te conocía para haber hecho las confesiones más interesantes....

Le dije al cura "la lié parda en la cabalgata del orgullo" y él "ticado".

12 comentarios:

  1. Bueno, yo me he confesado tres veces en mi vida, y desde luego que el cura no se llamaba Bonifacio porque lo recordaría mejor.
    No, yo iba directa al grano, porque no sabía qué leches decir. Hombre, también es verdad que tenía ocho años, para que la monja de turno viera que estaba contando algo tenía que alargar dolorosamente la tira de pecados "he mentido, he pegado a mi hermana, no ayudo en casa, he mentido...ah que eso ya lo había dicho...". En fin, a mi siempre me pareció un aburrimiento, pero yo lo dejé antes de llegar a la etapa madurativa de necesidad de calma espiritual, y no le encontré jamás la gracia.

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  2. Atención: historieta auténtica. Con las cosas que pasaban en mi ciudad mediterránea y abierta la gente de Madrid quedaba ojiplática, pero conforme ibas subiendo hacia el Norte, no daban crédito.

    El caso es que en ese colegio Marista de todo-chicos, solo-chicos, el asunto de las “pajas” era tratado públicamente entre nosotros. Cuando vi Amarcord, esa película tan mediterránea, me di cuenta de que de jovencito, 12 o 13 años, compartía mucho con esos adolescentes mediterráneos.

    La historieta, en el fondo, está muy relacionada con el cartel. Los viernes y los sábados confesaban a todo el colegio, bajando a la iglesia por cursos enteros, para que estuviéramos “libres de pecado” para la comunión en la misa del domingo. (No solíamos llegar con el alma tan limpia, pero comulgábamos igual; la culpa no era nuestra, ¡que nos hubieran confesado media hora antes de la misa). Había que ir rápido para confesar a clases de 60 alumnos. Una hora o poco más por curso era lo ideal. A veces nos confesaba un cura muy viejo que tenía la misma técnica del cartel. Si empezaba con “vi abierto el monedero de mi madre...” te cortaba en seco y te decía: “Vamos a lo importante, ¿cuantas veces has pecado “de acto” contra la pureza”? La respuesta válida era un número exacto. Entonces el cura te tiraba de la oreja tantas veces como pajas hubieras confesado y te imponía de penitencia rezar ese número de avemarías.

    El reto de los 60 nos dedicábamos a contar el número de pajas (de tirones de oreja), creándose una sana competencia por alcanzar cifras imposibles. ¡Trece tirones de oreja, quince! Eso se salía de los límites de lo normal. Así que el recién confesado volvía al banco que le correspondía, con una sonrisita, mientras todos los demás le gritábamos en susurros: “exagerado, mentiroso”.

    Y así pasábamos una horita o algo más, tan a gusto y fresquitos en la iglesia. En realidad hacíamos lo mismo que el cura: ir al grano y dejarnos de mostrar un alma joven y turbada por cuestiones teológicas que ni conocíamos ni nos importaban.

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  3. Aconteció que conocí a un chaval que se debatía entre sus dos grandes pasiones: la informática y el sacerdocio.
    Al cabo de un tiempo lo volví a encontrar y supe que se había decantado por la vida religiosa, pero que mantenía su pasión por los ordenadores.
    Había desarrollado un programa en una hoja de cálculo, donde el confesor apuntaba el número y la categoría de los pecados, y al final te salía la penitencia impresa en un cómodo formato. Confesiones 2.0 le llamó al invento.
    Me ofrecí a probar el programa, con la sana intención de colaborar en los esfuerzos de este nuevo adalid del progreso penitencial.
    El muchacho se puso delante del teclado y me animó a que empezara a largar de forma exacta y pormenorizada.
    Tres mentiras en las últimas declaraciones de impuestos.
    Un odio al cuñado que nunca paga las cañas.
    Un asesinato de pensamiento hacia el policía municipal que me ha quitado ocho puntos del carnet.
    Bueno.., y lo de la vecina del tercero...
    ...
    Se más concreto, por favor -me dijo-
    Bueno, el caso es que tengo una vecina muy simpática, y el otro día me monté en el ascensor con ella. Hubo una avería mecánica y quedamos ambos encerrados durante un buen rato.
    Ella se mostró ansiosa por la circunstancia y empezó a mordisquear mis orejas para desprenderse de la ansiedad.
    Luego se arrojó a mis brazos y empezó a quitarme la ropa.
    Me llevó al límite de mis vecinales posibilidades, y nos zarandeamos un rato contra el espejo del ascensor.
    Los juegos sexuales que emprendimos con buen ánimo, se truncaron en una suerte de acontecimientos imprevisibles, donde el azar y la prisa se confundían con la angostura del habitáculo.
    ...
    Mi conocido me miraba confuso, pues aquellos datos eran complicados de introducir en su hoja de cálculo.
    Me preguntó a saco si el coito se había consumado.
    Yo le respondí de forma muy sincera que si, pero no (no se me ocurrió otra forma de describir aquel barullo).
    El confesor puso los datos en su hoja de cálculo, le dio al intro y esperó el resultado del algoritmo penitencial.
    Tras examinar la penitencia impresa, me miró muy serio y me dijo:
    " Mira lo que te digo. Te vas a ver a la vecina y hacéis el amor en condiciones.
    ¡Este programa no trabaja con decimales!".

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  6. Sois terribles, pero lo q me estoy riendo.... IRE en trauma pq no tuvo a su BOnifacio, NAN y su impagable hx de las confesiones medio colectivas, LUX q aporta conceptos desconocidos tan importante como "gallardas" y "nutria" y DRIVER q me la metido doblada! al principio del relato pensaba q el cura existía y tb el programa!!!

    Os mando hugs

    di

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  7. Sois unos intolerantes. ¡Hay que comprender que a veces la inoportunidad del penitente tiene consecuencias desastrosas!
    https://www.youtube.com/watch?v=lTqe3FJed7M&index=111&list=PL_WL6xM1hP_GkNGuisNq_Ad1BC9038qo1

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  8. Para morirse de risa, por lo que cuentan. Por acà, paìs laico a rajatabla, lo de curas, monjas....ni vintage. Un beso

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